Bloqueos y barreras terapéuticas

Autor: Christiane Musalem

 

Existen muchas maneras en las que los analistas nos podemos posicionar dentro del consultorio terapéutico, dependiendo de los distintos casos, pacientes y situaciones con las que nos podemos encontrar. Es un espacio, después de todo, en donde los sentimientos y emociones están muy presentes. En algunas situaciones pueden llegar a existir molestias, rivalidades, y angustias, entre otras; y a mi parecer, resulta de suma importancia nombrarlas. Es por esto que este ensayo hablará sobre las últimas mencionadas: Las angustias que pueden llegar a existir dentro de dicho espacio.

En la mayoría de los casos, estas reacciones de angustia suceden por parte del paciente, dirigidas hacia el tratamiento o al analista; pero en este trabajo lo que yo quiero exponer es esa angustia que muchas veces el analista puede llegar a sentir hacia su propio paciente.

Quiero aclarar que no se trata de algo negativo, en el sentido de que no es que el analista no quiera ver a su paciente por reacciones negativas ante el mismo, sino que trata sobre cómo la angustia que puede estar experimentando el analista en ese momento, puede afectar la relación con el paciente, y, por ende, su tratamiento.

Una pregunta que durante mucho tiempo me he hecho es la siguiente:

– ¿Cuál es la mejor manera que un terapeuta se posicione dentro de un espacio terapéutico? –

Para poder responderla, utilizo a varios teóricos, al igual que mi propia experiencia. La respuesta comienza así: “La resistencia es entendida como una actitud de oposición, ya sea hecha por el sujeto de manera consciente, o no, y que lleva implícito el miedo a la ruptura del equilibrio. La persona busca mantener a toda costa lo conocido, aunque esto en ocasiones implique continuar con el malestar. Esta actitud suele responder a miedos reprimidos o a un intenso temor ante los cambios” (Vivero, 2017).

“En psicoanálisis, se denomina resistencia a todo aquello que, en los actos y palabras del analizado, se opone al acceso de su inconsciente. Freud habló de resistencia al psicoanálisis para designar una actitud de oposición. Este concepto se ve como un obstáculo al esclarecimiento de los síntomas y a la progresión de la cura” (Laplanche, Lagache & Pontalis, 1996).

La resistencia en este caso puede ser tornada a usarse como una barrera por el temor a no saber cómo abordar o cómo trabajar con los pacientes.

Hablando de mi propia experiencia, al intentar pensar en las necesidades y preocupaciones que me surgen en el momento de tener un paciente en frente, se me pueden llegar a olvidar las verdaderas necesidades que importan, que son las del paciente.

En el trabajo sobre La Dinámica de Transferencia se describe la relación que existe entre la transferencia y la resistencia; la transferencia positiva/negativa y la ambivalencia de las reacciones transferenciales. “Esta lucha entre el médico y el paciente, entre el intelecto y el instinto, entre el conocimiento y la acción, se desarrolla casi por entero en el terreno de los fenómenos de transferencia” (Greenson, 2007).

El empezar a tener pacientes y el lograr posicionar el lugar del analista ha significado todo un reto. El objetivo es lograr dejar las expectativas, tanto de los pacientes, como de la analista que quiero intentar ser y lograr integrarme dentro de dicho espacio.

Freud se planteó la siguiente pregunta: “¿Por qué la transferencia aparece durante el tratamiento psicoanalítico como resistencia?” Menciona que esto comienza como un proceso regresivo de la libido, a consecuencia de esto comienza la atracción de los procesos inconscientes y se empieza a alimentar la fantasía del sujeto, reviviendo dichos imagos paternas (Etchegoyen, 2009).

Para resolver el enigma de por qué la transferencia está al servicio de la resistencia, Freud divide la resistencia en positiva y en negativa, los cuales pueden llegar a ser eliminadas al momento de hacerlas conscientes. Sin embargo, está la transferencia positiva sublimada, la cual siempre se mantiene presente (Etchegoyen, 2009).

Lacan ubica al analista como objeto y menciona que debe de operar como una causa de deseo para el analizante. Sobre la misma línea, el analizante es el que nos otorga a nosotros como analistas el lugar del sujeto del supuesto saber, sin embargo, esto nos colocaría en un lugar de omnipotencia, y eso significaría que estaríamos obligados a saldar dicha demanda por parte del analizante (Esandi, 2010).

Con los últimos párrafos, lo que estoy intentado decir es que muchas veces, como analista, puedes llegar a pensar que el paciente está esperando cierta respuesta acerca de su discurso, y se nos puede olvidar la verdadera razón por la cual el paciente está ahí, que es el sentirse escuchado, y gracias a esto poder comenzar a encontrar dentro de sí mismo las respuestas que llegó buscando.

Como mencionó Freud (1912), es importante que dentro del espacio analítico exista atención flotante, esto refiriéndose a que “El analista debe de escuchar al analizado, lo cual implica que el analista deje funcionar lo más libremente posible su propia actividad inconsciente y suspenda las motivaciones que habitualmente dirige el inconsciente” (Laplanche, Lagache & Pontalis, 1996).

En la obra “Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico” se habla sobre la importancia que tiene el poder retener distintas fechas, asociaciones, y manifestaciones que el paciente va produciendo a lo largo de su tratamiento. Sin embargo, menciona que es importante que no se intente retener de manera voluntaria ya que al hacer eso, comenzamos a fijarnos y a seleccionar distinto material. El analista debe manejar la situación mencionando la importancia de que el paciente pueda hablar libremente de cualquier cosa sin sentir ninguna crítica por parte del analista. Si el analista se conduce de manera distinta, puede anular casi por completo los resultados positivos del paciente (Freud, 1912).

Esto me recuerda a una clase que llevé durante el primer semestre de mi formación, en donde se mencionaba que es importante estar dentro del espacio analítico dejándote llevar por lo que el paciente está diciendo, y de igual manera tener esta parte de asociación libre en donde puedas ir contestando lo que se te vaya presentando en la mente, en donde solamente así puedes conectar con el discurso del paciente.

Al estar situada frente al paciente e ir escuchando su relato, se puede presentar la angustia de no ser capaz de responder algo de manera acertada, lo que en ocasiones puede llegar a impedir esta asociación.

Ahora bien, me gustaría hablar un poco acerca de la contratransferencia y cómo ésta puede comenzar a afectar el trabajo del analista junto con sus pacientes. La contratransferencia tiene que ver con los sentimientos e ideas que el propio analista proyecta sobre los pacientes, a partir de sus experiencias pasadas de manera inconsciente (Torres, 2018).

Freud (1917) menciona que “tenemos que preocuparnos por la distribución de la libido en el enfermo; pesquisamos aquellas representaciones-objeto a las cuales su libido está ligada, y la liberamos al fin de ponérsela a disposición del yo” (Freud, Freud, Strachey & Etcheverry, 1917). Por lo que yo entiendo con esto mencionado anteriormente, es que nuestro rol como analistas es escuchar cuál es la problemática del paciente, y de alguna manera devolvérsela para que esté a su alcance, para poder hacer uso de la misma. Esto entonces remite al hecho de que el lugar del terapeuta es escuchar, para después devolverle la misma información que él te da, con el fin de que él la pueda trabajar.

Al investigar sobre este trabajo, comencé a escuchar mucho las palabras el análisis del analista, lo cual me recordó la importancia de que toda la contratransferencia que pueda existir con el paciente dentro del espacio analítico, puede ser remitido al propio espacio de análisis o a la supervisión.

De igual manera es importante que conozcamos y reconozcamos cuando nosotros como analistas estamos pasando por un momento difícil (por ejemplo: burnout, cansancio, duelo, problemas personales), los cuales puedan llegar a dificultar nuestro trabajo con el paciente, y aprender a manejarlo para que no influya con el trabajo que estamos realizando dentro de la clínica. Resulta de gran importancia poder reconocer dichos sentimientos y conocer cómo es que reaccionamos ante ellos para poder diferenciar esto de nuestro paciente.

Melanie Klein utiliza el término de “identificación proyectiva” como un mecanismo de defensa. Se menciona que es “una atribución a otro de ciertos rasgos de sí mismo o de una semejanza global consigo mismo” (Laplanche, Lagache & Pontalis, 1996).

Los aspectos proyectados pueden ser sentidos tanto buenos, como malos, por quien los está proyectando. A veces las fantasías de dicha “identificación proyectiva” tienen propiedades tanto adquisitivas como atributivas, lo cual significa que la fantasía no solamente implica el deshacerse de aspectos de la propia psique, sino también de entrar en la mente del otro para adquirir aspectos deseados (Melanie Klein Trust, 2020).

Dicho mecanismo también puede ser utilizado por parte de los pacientes hacia el analista. Un ejemplo de esto es un caso que alguna vez escuché en donde la analista tenía su consultorio a un costado de su casa, el paciente ya había acudido varias veces al consultorio, sin embargo, esta vez que llegó, ingresó a la casa de la analista y después ya pasó a sesión. La analista relató que sintió mucho miedo, mucho temor, mucha angustia y sobre todo mucho enojo. Antes de actuar todos estos sentimientos, decidió pasar a su paciente al consultorio y devolverle todo esto que había hecho él y cómo la había hecho sentir, relacionándolo con distintos aspectos de su vida.

Aquí hago énfasis en la importancia de tener un espacio privado, con el fin de mantener el espacio abierto, en donde se permita la fantasía sobre el análisis y el analista por parte del paciente.

De igual manera, es válido que aprendamos como analistas que hay ciertos pacientes y ciertos temas con los que uno como persona con una historia propia, no se puede enfrentar, y es importante que los conozcan y se lo validen.

“Hombre soy y nada humano me es ajeno” (Terencio, 190-159a. C.) esta frase me hace pensar que cada vivencia no me es indiferente, cada herida y vivencia del otro puede ser mía, entonces debo aprender a diferenciar y trabajar esto con el fin de no mezclar sus vivencias con las mías.

Partiendo de la idea de que nuestro inconsciente es la instancia que maneja parte o la mayoría de nuestras acciones, es importante ver que se repite en la vida del otro constantemente para descubrir cuál es la herida que ha sido reprimida.

“Jung coincidía con el neurólogo en que en el fondo de la psique humana habita un ámbito inaccesible por la consciencia que en última instancia dirige los actos y los pensamientos de las personas y cuya fuerza se expresa a través de impulsos primarios” (Guerri, 2019).

Hay que ayudar a encontrar la emoción oculta en cada acto que se repite en los pacientes, para tratar de darle un nuevo significado e interpretación.

 

Es muy importante para mí que el paciente se vuelva el observador de cómo piensa su mente. Ayudarlo a traducir aquello que expresa, para que entonces se vuelva comprensible para él, y quede a su alcance.

La angustia que intento explicar en este trabajo nace en mí durante una práctica llevada a cabo dentro de una cárcel psiquiátrica. Durante esta práctica me tocó trabajar con tres pacientes distintos. En los tres escenarios, la mayor preocupación latente era no saber cómo reaccionar ante ellos, o no saber qué decir, ya que no conocía mucho acerca de su historia ni su diagnóstico, y mi mayor temor era no decir algo acertado y perjudicar al paciente. Este sentimiento de angustia ha permanecido, y es el mismo que experimento con los pacientes que he tenido oportunidad de ver.

Dentro de la misma práctica en la cárcel psiquiátrica me di cuenta que, sin así desearlo, hacía evidente esta angustia latente ante los pacientes. Empezaba a jugar con mis manos, me movía un poco más de lo normal, fumaba mucho, etc. Esto me lo hizo ver mi supervisora de ese entonces y es conocido como neurolingüística. Es definida como “la disciplina que analiza los métodos del cerebro humano para lograr la comprensión, la generación y la identificación del lenguaje tanto hablado como escrito” (Pérez Porto & Gardey, 2008). Nunca había pensado que dichas conductas podrían hacer pensar (o notar) a mi paciente que yo estaba angustiada. Por lo que me remito al hecho de que hay distintas conductas que a veces no pensamos que puedan llegar a afectar, y es importante que nos conozcamos y sepamos qué es lo que hacemos, y el motivo por el cuál lo hacemos.

Realizar este trabajo fue de cierto modo confrontativo, ya que surgieron distintos pensamientos como “¿Estaré haciendo lo correcto? ¿Lo estoy haciendo bien? ¿Sí será la profesión correcta para mí?”

Hablando con mi analista y con mi supervisora, llegué a la conclusión de que son pensamientos generados por la misma angustia que paraliza al momento de tener un paciente y querer actuar de la mejor manera, o buscar cumplir con sus expectativas. Sin embargo, como mencioné anteriormente, el poderme apoyar de ambas personas, y de mi grupo de la formación en donde esta angustia se normaliza, sé que esta es una profesión difícil pero apasionante, y me quedo con la tranquilidad de que, así como yo también soy una analizada, lo puedo trabajar y sobre esto mejorar mi técnica y bajar mi angustia.

Una vez una analista me dijo que nuestro trabajo solamente necesita dos sillas y al paciente, y con eso podíamos hacer todo. Después de escribir este trabajo, me doy cuenta de la importancia que tiene nuestra escucha y de que no siempre tenemos que tener una interpretación del otro mundo, simplemente con señalar y escuchar, ya realizamos gran parte.

En la obra de Freud “La Interpretación” se define el camino que tiene que recorrer la comprensión del analista para ir del contenido manifiesto a las ideas latentes. La interpretación es el instrumento que nos permite pasar las ideas inconscientes a conscientes (Etchegoyen, 2009). Es decir, traducirlas a un lugar alcanzable y manejable para el paciente, para que pueda tornarse en algo un poco más tangible para éste.

En resumen, a mi pregunta inicial sobre cuál sería la mejor manera de posicionarme ante un espacio terapéutico, puedo concluir que depende de la necesidad latente y manifiesta del paciente, por lo tanto, no es la manera que yo decida, sino la que decidamos ambos, con el fin de buscar el rapport, viendo por los intereses del mismo y siempre apoyándonos y guiándonos por nuestra supervisión, análisis y grupo de la formación. Es por esto, que planteo como cierre la cuestión: ¿La terapia es guiada por el paciente o por el terapeuta? A lo que respondo: por ambos.

 

Bibliografía: