Por: Jessica Álvarez
Se define voluntariado como un comportamiento prosocial planificado que se desarrolla, generalmente, dentro de una organización, la cual, beneficia a otras personas, a animales o al medio ambiente; implica un considerable gasto personal de tiempo, de energía y en ocasiones de dinero (Castro, 2002). De acuerdo con las características de los participantes y de la actividad voluntaria se podrá valorar el grado de colaboración, el involucramiento y el compromiso del voluntariado (Dávila, 2009).
Por su parte, el altruismo se cree que está relacionado con la valoración que hace el individuo de las circunstancias para el mejor funcionamiento de la sociedad. Batson, (1991), lo define como la unión de conductas que hacen los seres humanos a favor de los demás, sin obtener beneficio inmediato y directo por ello. El altruismo ha sido vinculado en la psicología a la prosociabilidad y al comportamiento de ayuda, en su mayoría a nivel interpersonal. Aunado a este planteamiento, considero que también puede haber ayuda en un contexto más amplio que el interpersonal, como ayuda a un grupo familiar, a una comunidad, etc.
Pero ¿en realidad las personas “altruistas”, ayudan sin beneficio propio? ¿Qué sucede a nivel psíquico en las personas que se ofrecen como voluntarias en Instituciones? ¿En estos casos se puede hablar de altruismo genuino?, ¿Por qué algunas de ellas abandonan su labor sin importar el vínculo que se haya establecido con el beneficiario?
Estas son algunas preguntas que me surgieron cuando fui psicóloga de una institución no gubernamental (casa hogar para niños y adolescentes) hace un par de años. En el transcurso de este periodo, observaba las distintas características de las personas que asistían para ayudar a los niños ya que los motivos de cada una eran distintos y podía notar cómo el compromiso entre unos y otros difería, así como el interés y las tareas o donaciones que estaban dispuestos a realizar.
A lo largo de este trabajo deseo compartir una investigación teórica al respecto junto con ejemplos de lo que logré observar a lo largo de 3 años como parte de dicha Institución.
“Altruismo” es un término que incluye un abanico de comportamientos tanto normales como patológicos que conscientemente tienen como objetivo beneficiar a otro, y pueden realmente lograrlo. Siendo el comportamiento humano complejo y multideterminado, a menudo es difícil de categorizar dicho concepto. No obstante, en un artículo publicado en The Journal of the American Psychoanalytic Association, titulado “Altruismo Normal y Patológico” se proponen cinco categorías distintas de altruismo, las cuales me resultaron de gran apoyo para comprender gran parte de este fenómeno y resolver las preguntas anteriormente planteadas. En dicho artículo se revisa la comprensión psicoanalítica del altruismo y se describen cinco tipos:
El primero, protoaltruismo, es instintivo, tiene raíces biológicas (filogenéticas) y recuerda comportamientos aparentemente altruistas observados en animales pero si incluimos la idea de solidaridad para la supervivencia de la especie, allí se diluye la idea de renuncia a lo propio en aras del bien común para la supervivencia de la especie, pues esto es algo propio también. En los humanos, el protoaltruismo incluye la crianza y protección tanto materna como paterna.
El altruismo generativo es la capacidad para experimentar placer no conflictivo en auspiciar el éxito y/o el placer de otro. Éste, lo podemos entender como altruismo “normal”, el cual, en mi opinión sería el altruismo esperado en los voluntarios debido a que; en mi opinión, no habría tanta deserción de voluntariado y el compromiso ante el vínculo que se establece con las personas beneficiarias iría de la mano junto con un compromiso y una motivación genuina de ayudar al otro.
La tercera categoría es el altruismo conflictivo, este incluye el altruismo generativo que ha entrado en conflicto o el altruismo que se origina en un conflicto. Ambos subtipos de altruismo conflictivo tienen elementos sintomáticos. Sin embargo, tales comportamientos altruistas pueden tener un valor adaptativo significativo, incluso aunque sirvan para propósitos defensivos.
El pseudoaltruismo se origina en un conflicto y sirve como mecanismo defensivo que oculta elementos de sadomasoquismo y/o narcisismo. El pseudoaltruismo conlleva un esfuerzo para defenderse de un sentimiento profundo de agresión y de envidia, así como la necesidad, derivada de exigencias superyoicas, de sufrir y ser una víctima. En el pseudoaltruismo no existe auténtico placer en el éxito del otro. El “otro” es un objeto al servicio del sujeto.
Pueden ser personas tristes, mártires o despreocupados de sí mismos. Entre los individuos con grado severo de pseudoaltruismo se incluyen muchos aparentemente despegados de sí mismos, con patología masoquista y narcisista severa. El cuidado compulsivo y el autosacrificio del pseudoaltruista, además de disfrazar su agresión, su envidia, y su necesidad de controlar al objeto, se defienden de ellas. Normalmente, existe poco o ningún placer evidente en su comportamiento, aunque el observador analítico puede frecuentemente detectar la evidencia de regocijo sádico en las dramáticas exhibiciones de sufrimiento que van dirigidas, generalmente de forma inconsciente o no, a manipular a los demás.
La quinta categoría, altruismo psicótico, se aprecia en individuos cuyas creencias delirantes les llevan a dañarse o sacrificarse, a veces de manera extravagante, por el bienestar de otros. Se encuentra en personas estructuralmente psicóticos (Kernberg, 1975). Este altruismo promovido psicóticamente, puede también darse en personas que sin ser psicóticos, tienen momentos con impulsos psicóticos –lo que no es poco frecuente- cuando predomina en ellos el funcionamiento de la parte psicótica de la personalidad (Bion, 1957) cometen actos de altruismo sin sentido razonable.
Hay otros actos altruistas hechos por personas que dan a alguien con la finalidad de quitar un beneficio a otro/s. Este sería un acto “perverso” en el sentido de estar desviado de su fin y podría también estar imbuido de “perversidad” si conlleva hacer un daño o perjudicar a alguien.
Sociobiología y Altruismo
Los sociobiólogos darwinianos se han esforzado por hacer compatible una perspectiva evolucionista con la observación de que algunos animales se comportan de manera autosacrificial. En la terminología sociobiológica, el altruismo es definido como “un comportamiento que promueve el beneficio para el receptor a expensas del beneficio del proveedor” (Badcock, 1986). Lo cual conlleva un sello masoquista en algunos casos.
Badcock (1986) introduce el concepto de altruismo inducido explicando que “el altruismo inducido beneficia al individuo que instiga el comportamiento altruista en el otro. Se evita la culpa consciente, y así la manipulación de los demás es más efectiva. El altruismo inducido es descrito como egoísmo del individuo que manipula el comportamiento altruista en el otro” (1986, p.121). Por ende, toda inducción a actuar hecha en otros, es un acto sociopático, si ello conlleva un beneficio propio y directo. Este mismo autor continúa diciendo que: “Normalmente, el engaño se ejercerá, tanto en forma de autoengaño como de engaño a los otros, como medio de inducir sacrificio altruista en los demás. La consecuencia del altruismo inducido es que el otro es manipulado, explotado, y generalmente conducido hacia un sacrificio que fue inducido a hacer.
Por ejemplo, en una institución trabajaban un par de personas que se encargaban de ir a conseguir donadores “voluntarios” en beneficio de los niños. Sus tareas; entre otras, era dar a conocer la labor que se hacía en la casa hogar y las necesidades que ahí existían tanto de atención a los niños, como servicios, alimentos, económicas, etc. Estas necesidades que compartían; como manera de manipulación al otro, eran falsas y usaban argumentos “ablandadores del corazón”, para conseguir su objetivo. En este ejemplo podemos observar cómo ellas inducían el sacrificio altruista y la manipulación en los demás.
Otra forma de altruismo identificada por los sociobiólogos es el altruismo recíproco (Trivers, 1971), en el cual cada uno de dos individuos realiza una acción en beneficio del otro. Por ejemplo, llegaban personas del ámbito político que realizaban grandes donaciones a beneficio de su campaña. Así mismo, las integrantes de los patronatos (dueñas de las fundaciones e instituciones) conseguían grandes aportaciones de empresas reconocidas exponiendo las carencias o la historia de vida de cada niño. Con esto, lograban acordar un beneficio mutuo pues las empresas obtenían el beneficio de no pagar impuestos y hacerse publicidad con la ayuda que brindaban y la institución obtenía mayores fondos. Estos ejemplos se encuentran en una línea entre lo psicopático y lo verdaderamente altruista ya que en mi opinión depende de qué prima más en este acto, si el deseo de beneficio propio o el deseo genuino de ayudar. La prueba estaría en preguntar: “si tu ayuda fuera anónima, ¿tú ayudarías? Si la respuesta es negativa, se trataría de pseudoaltruismo con beneficio recíproco.
Psicoanálisis y altruismo
El altruismo ha recibido relativamente poca atención en la bibliografía psicoanalítica. Sin embargo, Freud usó el término en su teoría general de las neurosis en la 26ª conferencia “Teoría de la Libido y Narcisismo” (S. Freud, 1917), refiriéndose al altruismo dice, “Lo opuesto del egoísmo, el altruismo, no coincide con la investidura libidinosa de objeto; se separa de ésta porque faltan en él las aspiraciones a la satisfacción sexual. Empero, en el enamoramiento pleno el altruismo coincide con la investidura libidinosa de objeto. El objeto sexual atrae sobre sí, por regla general, una parte del narcisismo del yo, lo que se hace notable en la llamada “sobrestimación sexual del objeto. Si en cambio se produce la transmisión altruista del egoísmo al objeto sexual, este cobra máximo poder; por así decir, deglute al yo. (pág. 380).
Aunado a esto, Anna Freud en el capítulo “Una forma de altruismo” habla sobre el mecanismo de proyección señalando que “no sólo produce perturbaciones en las relaciones humanas proyectando celos y transfiriendo hacia afuera las propias agresiones sino que sirve también para el establecimiento de importantes lazos positivos, y con ello, a la consolidación de relaciones humanas”. A este tipo de “proyección” menos notoria lo designa “renuncia altruista” de los propios impulsos instintivos en favor de los otros. (Freud, A., 1946). Anna Freud acuña el término “renuncia altruista” para describir una constelación psicodinámica en la cual un sujeto que es incapaz de conseguir gratificación directa de sus deseos instintivos puede lograr gratificación vicaria a través de un sustituto (Freud, A. 1946).
En dicho artículo ella menciona que pueden ser personas con un superyó excepcionalmente severo ya que eso imposibilita la realización de sus propios deseos e impulsos pero en el transcurso de la vida, encuentran personas sustitutas sobre las cuales proyectan dichos impulsos y deseos. Así mismo, se identifican con el prójimo o sustituto del mundo externo y su superyó logra tolerar esos impulsos instintivos en los demás. Por lo tanto, “el abandono de sus propios impulsos instintivos en favor de otras personas tiene, un sentido egoísta; pero sus esfuerzos orientados hacia la satisfacción instintiva de sus semejantes promueve un comportamiento altruista”.
En el planteamiento de Anna Freud sobre la renuncia altruista expone un ejemplo clínico sobre una mujer cuyas defensas la compelían a eliminar de su conciencia cualquier deseo o interés propio y en vez de intentar satisfacer sus propios impulsos instintivos directamente, la paciente dedicaba su energía a animar y favorecer el éxito de las personas a las que quería. Podía sentir mucha satisfacción por logros que, habiendo deseado para sí misma, alcanzaban otros. En otras palabras, encontraba sustitutos en los que depositar sus propios impulsos y fantasías, y cuando éstos se satisfacían, podía disfrutar por identificación. Este compromiso era el resultado de su necesidad de someterse a las prohibiciones de un superyó excesivamente severo que excluía la autogratificación instintiva directa.
Lo anterior me remonta a pensar en algunas de las voluntarias que siempre soñaron con tener buenos estudios y preparación a nivel profesional y a consecuencia de esto, lo que ofrecían a la institución era dinero para que los niños fueran a clases de idiomas, matemáticas, artes, etc. Renunciando a su propia preparación pero proyectando esos deseos en los niños al apoyarlos con el 100% de los gastos para sus estudios, ellas no se interesaban por sus propios estudios pero si se ocupaban de los estudios de los niños, identificándose con ellos logrando una satisfacción instintiva. O a la falta de hijos propios, tenían una devoción por los hijos de otras personas, en este caso, los niños abandonados en la casa hogar.
Estas personas en lugar de emplear su actividad en la consecución de sus propios fines, gastan toda su energía participando en el destino del otro. Este tipo de personas “proyectan sobre el otro sus deseos, gozando de su realización en la identificación con el objeto de envidia” (Freud, A. 1946).
Una prueba de la realización propia en el acto del otro está en que las frustraciones o fracasos en el otro los viven como propios por ejemplo, voluntarios que al saber que se había cancelado algún evento especial para los niños, se enojaban y frustraban tanto que en ciertas ocasiones debido a su enojo y frustración que interrumpían su asistencia a la institución por algunos meses o definitivamente ya no regresaban.
Por otra parte, existe el tipo egoísmo-altruismo en donde, “en virtud de tal fijación altruista, exige al otro que cumpla en su vida los planes que él/ella no pudieron realizar” esto me hace recordar a un grupo de voluntarias que también fueron niñas DIF y asistieron para ofrecerse como madrinas de 4 beneficiarios de la institución pero les exigían de sobremanera que todas estudiaran la misma carrera y trabajaran atendiendo mesas para que así comenzaran desde abajo y en un futuro lograran poner un restaurante juntas. En este ejemplo, podemos observar que este grupo de mujeres deseaban cumplir sus designios ambiciosos que no les fue posible cumplir en su historia de vida. Esto podría pensarse como una actitud o conducta psicopática disfrazada de altruismo.
Analizando los ejemplos anteriores, podemos considerar que la “renuncia altruista” de Anna Freud; en algunos casos, combina aspectos tanto de altruismo conflictivo como de pseudoaltruismo. El término “altruismo” cuando se usa como abreviación o sinónimo de “renuncia altruista”, y considerado en la mayoría de los casos patológico. Sin embargo, considero que cuando la renuncia no perjudica al que ofrece, es un acto genuinamente altruista.
Sin embargo, George Vaillant (1977) considera el altruismo como “un desarrollo adaptativo de la formación reactiva”, y lo incluye entre las defensas más maduras (p.110). Mencionando que “el altruismo permite al individuo que es incapaz de experimentar placer en la directa realización de sus propios deseos, experimentar placer ayudando a los otros”. Esto permite que el individuo se alivie de la intensa ansiedad que despiertan los propios impulsos temidos y se hace posible experimentar un placer sustitutivo, vicario y generalmente oculto.
Aunque Vaillant considerara el altruismo como una de las defensas más sanas, sus ejemplos clínicos y su formulación psicodinámica son similares a la descripción de Anna Freud de la renuncia altruista (A. Freud, 1946).
De igual manera que Vaillant, Erikson (1964), se interesó en la comprensión de las bases psicodinámicas de la adaptación saludable. Usó el término generatividad para describir la satisfacción que logran los adultos maduros al crear o contribuir al bienestar de futuras generaciones. Consideraba esenciales para la vida adulta sana el grupo de rasgos que constituyen la generatividad, él sostenía que “la generatividad (…) abarca la procreatividad, protección y creatividad, y de ese modo la generación de nuevos seres tanto como la de nuevos productos y nuevas ideas, incluyendo un tipo de autogeneración relacionada con un desarrollo más amplio de la identidad” (Erikson, 1977, p.67).
- Altruismo y masoquismo
La “renuncia altruista” de Anna Freud es una formación de compromiso adaptativa enraizada en el masoquismo, pero el masoquismo no es central en todos los comportamientos altruistas. En 1985, Anna Freud y Sandler encontraron difícil hacer una distinción clara entre altruismo y masoquismo. Anna Freud afirma que en el altruismo, tanto el altruista como el sustituto tienen la misma meta. El altruista obtiene placer vicario a través del sustituto. Sandler cuestiona: “Estoy aún preocupado por el problema de cómo uno consigue una reducción de tensión en uno mismo a través del sustituto.” Anna Freud responde: “esta es la cuestión de por qué uno tendría que ser tan bueno sin obtener nada de ello. Quiero decir, debe de haber alguna recompensa para esa enorme renuncia” (p. 457).
Se puede diferenciar altruismo y masoquismo debido a que: “el masoquista renuncia en favor de otro a lo que él mismo desea pero le es conflictivo y se siente indigno de obtener”. Este compromiso aplaca al superyó, pero no provee de mucha satisfacción consciente. Además, el masoquista experimenta rabia y envidia inconsciente hacia el otro y goza de su sufrimiento. En contraste, el altruista experimenta agresión contra cualquiera que interfiera en el disfrute del sustituto. El comportamiento altruista puede satisfacer impulsos agresivos directamente a través de la protección de los intereses del sustituto, pero sólo puede satisfacer deseos libidinales a través de la identificación con el sustituto. A pesar de esto, la presencia de uno no excluye la del otro”. (Sandler y Freud, 1985)
Ejemplos típicos de la utilización de este mecanismo los encontramos en aquellos individuos que se privan resignadamente, en apariencia, de toda clase de placeres; pero que se desviven y luchan denodadamente para que quienes ellos eligieron puedan adquirirlos y disfrutarlos al máximo. Por ejemplo, había voluntarios de muy bajos recursos con gran número de integrantes en su familia que a pesar de no contar con servicios básicos para su familia, donaban comida o dinero cada semana para el beneficio de los niños, por lo que de esta manera conseguían, en forma indirecta, la autosatisfacción instintiva. Otro ejemplo de ello, son algunos voluntarios que incluso enfermos y sintiéndose muy mal o en etapas de su vida en los cuales se encontraban pasando por algún duelo, asistían largas horas a atender a los niños y a apoyar en tareas, actividades extracurriculares, aseo del hogar, etc. En donde en lugar de experimentar algo en sí mismos, viven la vida de los demás. Dando la impresión de que su propia vida es vacía de intereses y deseos personales.
Respecto a estos ejemplos me gustaría agregar que no se puede generalizar ya que entre estas personas, algunos experimentan el placer de servir al prójimo, de trascender y con ello son genuinamente altruistas. En cambio hay otros que sí, que hacen “altruismo” con “egoísmo” buscando satisfacción y beneficio propio, sin importarle el objeto sino que el objeto sólo debe beneficiarse como una manera de estar a su servicio.
- Altruismo y narcisismo
Tanto en las formas normales de comportamiento altruista como en las patológicas, hay en general un componente narcisista. En el altruismo sano, la satisfacción de las necesidades narcisistas puede ser indirecta o por añadidura una consecuencia no buscada en primer término. La madre “suficientemente buena” (Winnicott, 1962) experimenta gratificación narcisista en el convencimiento de que está haciendo un buen trabajo como madre. No necesita del niño un rendimiento concreto para enaltecerse, como es generalmente el caso del progenitor con patología narcisista. La capacidad de cuidar y a la vez dejar que el otro haga las cosas a su manera es central en el altruismo sano.
Por otro lado, en su escrito sobre narcisismo moral, Green (1986) distingue este concepto del de Freud (1924) de masoquismo moral, mencionando: “El narcisismo moral es un narcisismo que es positivo y negativo a la vez. Es positivo en su concentración de energía sobre un yo frágil y atemorizado; negativo porque es una valorización, no de la satisfacción, no de la frustración, sino de la privación. La autoprivación se convierte en la mejor trinchera frente a la castración” (Green, 1986, p. 134). Con lo anterior recuerdo un grupo de mujeres de un nivel socioeconómico alto que donaban a todos los integrantes de la casa hogar clases especiales de idiomas y de matemáticas en prestigiosos colegios de México. Ellas argumentaban que ese dinero podían gastarlo en viajes o lujos pero que elegían ocupar sus recursos ayudando a los niños necesitados. Al poco tiempo, este grupo de voluntarias tenían la creencia de poder controlar cualquier situación dentro de la casa y tomar decisiones con la misma autoridad que la directora de la misma. Esto nos muestra como la autoprivación idealizada del narcisista moral, en este ejemplo, disimula sus esfuerzos para triunfar sobre otros, controlarlos y, finalmente, termina destruyendo.
En formas más primitivas y patológicas de altruismo, el individuo proyecta sus propios deseos en el objeto y lo usa como una prolongación narcisista del self para satisfacer esos deseos, a menudo creyendo erróneamente que su motivación es altruista.
Sin embargo, el deseo de ayudar o cuidar a otros no tiene por qué ser siempre de origen defensivo. El ideal del yo de la persona altruista contiene la imagen de ser un padre, profesor, líder, y/o protector capaz, bueno y poderoso. Por lo tanto, intentar alcanzar esta imagen interna puede tener como resultado un sentimiento de autoaprobación gratificante para el narcisismo.
- Altruismo y relaciones de objeto
Todo altruismo conlleva una relación con un otro significativo, y es una mezcla compleja de gratificación directa y alivio de tensiones que derivan de una variedad de fuentes tanto internas como externas. El altruismo maduro, como el amor maduro, requiere relaciones de objeto maduras e integradas, y es interferido por la patología del superyó. “La capacidad de los miembros de la pareja para la mutua idealización se expresa con la mayor fuerza en su aptitud para experimentar gratitud por el amor recibido y en la correspondiente intensificación del deseo de dar amor en reciprocidad. La capacidad para responder con amor, contienen la seguridad de que el amor y la reciprocidad prevalecen sobre la envidia y el resentimiento” (Kernberg, 1993, p.658). Además, dar a otro puede ser una actitud de agradecimiento por lo que otros antes contribuyeron al crecimiento y desarrollo de uno mismo. Esta reciprocidad está contenida en el altruismo presente en una relación sexual amorosa y madura.
La gratificación de los esfuerzos altruistas requiere una respuesta del objeto. Sin embargo, con frecuencia puede ser suficiente una respuesta fantaseada. Por ejemplo, cuando voluntarios realizaban una donación pero lo hacían a distancia o de manera digital, así ellos podrían imaginar una respuesta que les fuera gratificante de parte de los niños. Esta respuesta no es necesariamente una expresión de gratitud por la donación. A menudo lo que se busca es la certeza de haber facilitado la realización de algún bien para los demás.
- Altruismo normal
El planteamiento de Hartmann (1955) sobre la sublimación resulta útil para comprender las manifestaciones clínicas saludables y patológicas del altruismo empleado como defensa. “La sublimación ha sido descrita con frecuencia como un mecanismo defensivo, y es verdad que representa una de las más eficientes formas de tratar con el ‘peligro’ amenazador de las pulsiones. De este modo puede ser usado como una defensa, aunque no es siempre y con frecuencia no es sólo una defensa, ya que se hace cargo también, económicamente hablando, de las funciones no defensivas del yo” (p. 234). Por lo que, podemos concluir que tanto el altruismo generativo como el altruismo conflictivo implican capacidad sublimatoria. Fundamento expuesto por Erikson (1964) ya que él veía la generatividad como una forma instintiva de cuidado que contribuye a la supervivencia de la especie.
Conclusión
Considero que la “balanza” para pesar si un acto generoso es patológico y hasta perverso lo da la finalidad primordial que dicho acto tiene. Si un acto generoso trae al sujeto alguna gratificación, ello no descalifica a dicho acto siempre y cuando su finalidad primordial de prestar ayuda siga siendo lo más importante.
El altruismo maduro, saludable o normal, es complejo y entra fácilmente en conflicto. A pesar de esto, permite satisfacción sublimada de pulsiones tanto agresivas como sexuales. Este puede ser útil en la regulación de los afectos e incluye empatía. Por lo tanto, el sujeto altruista puede gratificar sus pulsiones directamente, posponer la gratificación inmediata y también disfrutar contribuyendo al bien de otros.
Por otro lado, creo que el voluntariado a la par puede estar reparando a algún objeto interno, lo cual, no forzosamente sería patológico ya que puede llegar a una reparación real y tener la capacidad de experimentar placer libre de conflicto por contribuir al bienestar de otros que lo distinguiría de la necesidad de sacrificarse en beneficio de otros. Si siente placer al privarse del mismo, se acercaría a una estructura masoquista, pero si siente placer porque da al que aprovecha bien lo recibido, no resultaría patológico.
Por último, me parece relevante destacar que cuando hablamos de ayudar al otro y ofrecerse como voluntario en alguna institución que atiende a personas; sea cuál sea la causa, implica crear un vínculo con los beneficiarios, por lo que esto me hace reflexionar respecto a la labor que como psicoanalistas podemos hacer en relación a este tema ya sea en consultorio con pacientes de alguno de estos perfiles o directamente en las instituciones.
En ambos casos resultaría preventivo; en primer lugar, para el sujeto en el que se detecte cierta potencialidad patológica ya que se le podría sugerir iniciar un proceso analítico y en segundo directamente en las instituciones, realizando entrevistas a las personas que desean formar parte de un programa de voluntariado; con esto no quiero decir que se realice un análisis profundo de cada candidato pero pienso que sería posible prevenir la deserción del voluntariado y con ello, proteger la estabilidad emocional de las personas que reciben el apoyo.
Bibliografía
Artículo: “Normal and pathological altruism” Publicado originalmente en Journal of the American Psychoanalytic Association, Vol. 49, No. 3, p. 933-959 (2001) Copyright del JAPA. Traducido y publicado con autorización del Journal of the American Psychoanalytic Association. Autor: Seelig, Beth; Rosof, Lisa S.
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