Por: Valeria Bueno
Me gustaría comenzar por exponer mi interés en el tema. Inició cuando comencé a cuestionarme como psicoanalista en formación: ¿quién soy yo como psicoanalista y quien soy yo como ser humano?, ¿cuál es el objetivo del análisis?, ¿qué es lo que el paciente necesita y busca?, ¿hacia que profundidad se dirigen mis interpretaciones? Al escuchar en mi supervisión que el objetivo del análisis era encontrar la realidad última del paciente (verdad absoluta), sentí que había una posibilidad de encontrar respuesta a estas preguntas, por lo que decidí comenzar a investigar para poder encontrarlas.
El objetivo de este ensayo es reflexionar sobre la existencia de una parte esencial en la personalidad humana la cual se nos dificulta concientizar y sin embargo forma gran parte del significado de la existencia de la persona, por lo que es esencial para poder tener un total autoconocimiento como individuos.
Sabemos que como psicoanalistas debemos de tener un gran conocimiento personal, con el fin de poder reconocer qué origen tienen nuestras emociones, cuáles nos pertenecen y cuáles tenemos que devolverle al paciente a través de la contratransferencia. Con lo anterior, me gustaría resaltar la importancia del análisis propio como analistas y como éste forma gran parte de nuestra formación como futuros psicoanalistas, ya que de no tenerlo nuestra formación y nuestro trabajo se vería delimitado.
Ahora bien, lo anterior se puede complejizar cuando pensamos en la existencia de un tercer inconsciente que se dificulta su devenir consciente, y del cual tenemos poco control y conocimiento.
Freud cuando escribe el Yo y Ello en 1923 menciona:
Discernimos que lo inconsciente no coincide con lo reprimido; sigue siendo correcto que todo reprimido es inconsciente, pero no todo inconsciente es reprimido. También una parte del Yo, Dios sabe cuan importante, es seguramente inconsciente. Esto inconsciente del yo no es latente en el sentido de lo preconsciente, pues si así fuera no podría ser activado sin devenir consciente, y el hacerlo consiente no depararía dificultades tan grandes. Puesto que nos vemos así exigidos a crear un tercer inconsciente, no reprimido, debemos admitir que el carácter de la inconciencia pierde significatividad para nosotros.
Freud planeta entonces un problema: ¿como podemos hacer conscientes algo que nunca fue consiente?
Para poder entender lo antes mencionado es importante establecer las teorías planteadas por Klein y Bion, como base del funcionamiento psíquico y como elemento principal para el trabajo analítico. Ambos autores plantean a la madre como continente total para el individuo, la que establece este universo interno en la persona. En los meses y años iniciales de la vida de una persona la madre instruye al infante en la lógica de existir y allegarse.
Melanie Klein fue la primera autora que toma como fundamento principal de su teoría la relación madre-hijo, iniciando una etapa nueva del psicoanálisis planteando esto como el psicoanálisis de orden maternal, señalando que el mundo interno del paciente se forma a partir de dicha diada y la cual conforma el núcleo de la personalidad.
Plantea que existen dos posiciones; la esquizo-paranoide y la depresiva. Expone como a partir de cada una el bebé comienza a entender el mundo que lo rodea. La
madre traduce al bebé sus necesidades básicas y le entrega la información ya procesada, de manera que el bebé la pueda entender y tolerar (Klein, 1921).
Por otro lado, Bion en su teoría de trasformaciones describe cómo entre la madre y su bebé hay un vínculo emocional muy profundo, el bebé tiene necesidades corporales pero también psicológicas. Una de esas es contar con un objeto externo en el cual pueda volcar sus ansiedades. Cuando la angustia es muy intensa, el niño debe poder descargarla en su madre a esto se le conoce como elemento beta. La madre, si tiene capacidad de reverie podrá absorberlas y regresarlas de una manera menos angustiante, la madre es continente con su reverie y funcionamiento alfa. Gracias a la capacidad de la madre de dar elementos alfa, inicia su vida psíquica emocional con la complejidad de todo tipo de vivencia física y emocional, la cual abarca desde el nacimiento hasta el presente (Bion, 1974) .
Ahora bien, entendiendo lo anterior me remito a Bollas y su concepto de objeto transformacional como búsqueda esencial en la persona.
Bollas dice que la madre es significante e identificable menos como un objeto que como un proceso que es identificado con trasformaciones acumulativas interiores y exteriores.
El autor describe entonces como “objeto transformacional” la experiencia subjetiva primera que el infante hace del objeto. La huella que ese vínculo temprano ha dejado en la vida adulta. Un objeto transformacional es identificado vivencialmente por el infante con procesos que alteran la experiencia de sí mismo. Es una identificación que emerge de un allegamiento simbiótico, donde el primer objeto es “sabido” como una recurrente experiencia de existir, un saber que es más bien existencial (Bollas, 1991).
La madre entonces es vivida y experimentada como un proceso de transformación y este aspecto de la existencia temprana pervive en ciertas formas de búsqueda de objeto en la vida adulta. Se trata entonces de una relación de objeto que emerge no del deseo, si no de una identificación perceptual del objeto con su función: el objeto como trasformador ambiente-somático del sujeto. La madre trasforma el mundo del bebé cuando él es pequeño, por lo que en la vida adulta el individuo se la pasa buscando a este objeto (Bollas, 1991).
Es importante mencionar que todas las relaciones antes establecidas son pre verbales, es decir no hay palabra por lo que se vuelve un tema existencial e intersubjetivo. Entendemos lo anterior pensando que la primera vivencia está ahí y existe a partir de la interacción con la madre. En la vida, la persona busca a un objeto transformacional es decir busca el origen. Dentro de lo sabido no pensado existe la búsqueda en cuestión esencial que es vivencial, es inconsciente. Está fuera de la represión ya que poseemos este tercer inconsciente no reprimido. Es la búsqueda, el significado de la vida misma. Algo tan esencial que no tiene que ver con la represión, le precede.
 
Ahora bien, entendiendo lo anterior me remito a Bollas y su concepto de objeto transformacional como búsqueda esencial en la persona.
 
Bollas dice que la madre es significante e identificable menos como un objeto que como un proceso que es identificado con trasformaciones acumulativas interiores y exteriores.
El autor describe entonces como “objeto transformacional” la experiencia subjetiva primera que el infante hace del objeto. La huella que ese vínculo temprano ha dejado en la vida adulta. Un objeto transformacional es identificado vivencialmente por el infante con procesos que alteran la experiencia de sí mismo. Es una identificación que emerge de un allegamiento simbiótico, donde el primer objeto es “sabido” como una recurrente experiencia de existir, un saber que es más bien existencial (Bollas, 1991).
La madre entonces es vivida y experimentada como un proceso de transformación y este aspecto de la existencia temprana pervive en ciertas formas de búsqueda de objeto en la vida adulta. Se trata entonces de una relación de objeto que emerge no del deseo, si no de una identificación perceptual del objeto con su función: el objeto como trasformador ambiente-somático del sujeto. La madre trasforma el mundo del bebé cuando él es pequeño, por lo que en la vida adulta el individuo se la pasa buscando a este objeto (Bollas, 1991).
Es importante mencionar que todas las relaciones antes establecidas son pre verbales, es decir no hay palabra por lo que se vuelve un tema existencial e intersubjetivo. Entendemos lo anterior pensando que la primera vivencia está ahí y existe a partir de la interacción con la madre. En la vida, la persona busca a un objeto transformacional es decir busca el origen. Dentro de lo sabido no pensado existe la búsqueda en cuestión esencial que es vivencial, es inconsciente. Está fuera de la represión ya que poseemos este tercer inconsciente no reprimido. Es la búsqueda, el significado de la vida misma. Algo tan esencial que no tiene que ver con la represión, le precede.
Cuando hablamos de tercer inconsciente es necesario mencionar, “lo sabido no pensado”. Para poder entender lo anterior es necesario mencionar la teoría de Winnicot sobre el Self Genuino y la idea de Freud del inconsciente reprimido primario. Winicott define el self genuino como lo heredado y lo constitucional en la persona. Dice: “el potencial heredado que experimenta una continuidad de existir, y que a su modo y a su ritmo adquiere una realidad psíquica personal y un esquema corporal personal” (Winicott, 1960, pag. 46).
En self genuino como núcleo de lo sabido no pensado. Bollas dice: “la fantasía es la representación de los sabido no pensado en la vida psíquica. En otros términos, expresa el idioma de existir del infante y es el primer acto psíquico en el desarrollo gradual y complejo de un mundo interior” (Bollas, 1991, pag. 333).
El concepto de represión primaria no contempla contribuciones intersubjetivas tempranas al saber del infante sobre existir y allegarse. Lo sabido no pensado hace referencia a la internalización que el infante hace de la lógica operacional paradigmática del progenitor. Es posible pensar lo no pensado, a partir de las relaciones de objeto. En análisis a partir de la transferencia y contratransferencia (Bollas, 1991).
Lo anterior me lleva a concluir que la dinámica que se da entre analista y analizando va más allá de la conciencia de ambos, es decir, se vuelve una comunicación entre dos inconscientes con el objetivo de encontrar la simbolización a ese universo que llamamos en palabras de Bion, O, verdad absoluta, realidad última, lo infinito y lo divino.
Para comenzar a explicar el término antes mencionado me gustaría exponer el pensamiento de Meisteir Eckhart, ya que fue muy importante dentro de la terminología propuesta por Bion.
Eckhart fue un monje dominico de origen alemán considerado un filósofo místico medieval,   dice: “Dios es Dios porque Dios no es Dios”, “sepárate tu mismo de tus dose-dades (two-ness)”. Bion seleccionó a Eckhart en virtud de sus experiencias místicas y por el sentido de iluminación interior que describe como efecto de una unión. Este filósofo denominó este tercer espacio como lo “divino” (Bion leído en López Corvo, 2008).
El interés principal de Bion está dirigido a la fenomenología de la “experiencia” del “continente” que percibe tal unión con algo desconocido. Para Bion, la revelación lograda por Eckhart en su unión con Dios, sin importar cual Dios sea, es similar a la revelación experimentada por el psicoanalista cuando escucha en atención flotante, sin memoria ni deseo, y entonces logra una revelación de O, de lo desconocido, de lo impensable, de lo que el paciente intenta expresar en ese momento en particular (Bion leído en López Corvo, 2008).
Para poder entender lo antes mencionado es importante pensar el concepto de O. Bion explica “O” como realidad última y la define como “la cosa en si”, “el hecho absoluto” que ha tenido lugar en una sesión, en una creación artística o en un estado de iluminación y que por su misma naturaleza, no puede ser conocida (Bion leído en López Corvo, 2008).
Podemos entender este concepto como la realidad ultima del paciente. Bion dice, todo proceso psicoanalítico manifiesta una necesidad de seguir investigando. Hay una “cosa en si” que nunca puede conocerse. Bion denominó a este tercer espacio incognoscible, realidad última u “O” (Bion leído en López Corvo, 2008).
El autor en su escrito “realidad última” explica que:
por profundo que sea un análisis, la persona que se somete a él será solo parcialmente revelada; en cualquier punto del análisis, la porción de lo conocido es pequeña en relación con lo desconocido. Por lo tanto, el rasgo dominante de una es la personalidad desconocida y no lo que el analizando o el analista piensan que conocen” (Bion leído en López Corvo, 2018, pag. 85).
Ahora bien, como podemos conocer este elemento que dicho autores describen como un universo en la persona, a mi entender obscuro e inalcanzable, pero que, a pesar de lo anterior, se vuelve esencial para el éxito del análisis.
Bion habla de la capacidad del analista de trabajar sin memoria ni deseo y dice:
Representa tener Fe en las ideas que surjan durante la escucha; la capacidad del analista para aceptar la verdad absoluta y la existencia de O como realidad última, para entonces armar la interpretación (Bion, 1974. pp 43).
Dependerá de una negación disciplinaria de la memoria y el deseo del analista. De esta forma el analista podrá darle cabida y ser más proclive a su capacidad de Fe (Bion, 1974).
Es importante que el analista evite la actividad mental, la memoria y el deseo, que es dañosa para su adecuación mental. La suspensión de la memoria, el deseo la comprensión y las impresiones sensoriales, es decir vaciar la mente-mundo interno libre, pueden parecer imposibles sin una negación completa de la realidad; pero el psicoanalista está buscando algo diferente de lo que normalmente se conoce como realidad; una actitud crítica aplicada a lo que ordinariamente se designa como realidad, no indica que el propósito de tomar contacto con la realidad psíquica, es decir, las características evolucionadas de O, sea indispensable (Bion, 1974).
Como analistas y como personas permanentemente estamos observando y realizando transformaciones. Las asociaciones del paciente, formuladas en palabras, son producto de una transformación de pensamiento y emociones; estos pensamientos y emociones se refieren a hechos externos e internos, pasado o presente de los que a su vez fueron transformaciones (Bion, 1974).
Por lo tanto, trabajamos con este inconsciente no reprimido. A lo anterior me gustaría retomar un termino de Bollas de Pareja Freudiana. (P-F) En donde explica que la función del analista es transformar los elementos beta del paciente y regresarle elementos alfa. De esta manera es la búsqueda de la esencia (Bion, 1974).
En conclusión, podemos decir que la mente inconsciente del analista y su empatía son los instrumentos más valiosos para la terapia psicoanalítica. La capacidad de dejar asociar libremente se adquiere con la experiencia del analista que fue exitosamente analizado.
Ogden menciona la importancia del uso del diván como elemento en la terapia analítica; ya que, aporta las condiciones necesarias para que el analista y el analizando puedan tener la suficiente privacidad interna como para entrar en sus propios estados de reverie, esto con el objetivo de comunicarnos desde lo más profundo de nosotros (Ogden, 1998).
Analizado en su diván, analista en su sillón asociando, en esta conexión encuentras la esencia de la interpretación. Para eso se necesita el diván para que cada uno tenga suficiente espacio personal, esto es una función de la Pareja Freudiana (P-F).
El analista debe poder tener una atención flotante y una escucha libre de su memoria y deseo de acuerdo al éxito de su propio análisis más el estado de atención flotante. Lo que se da entonces es la realidad última del analista que se conecta con su propia atención flotante que es con base a su parte interna.
Entiendo que lo anterior puede resultar un tema complejo y abstracto, no obstante creo que es lo que nos diferencia de cualquier otra terapia, la capacidad de escuchar entre líneas, de trabajar con lo que no se habla y de interpretar lo que sentimos, todo esto con el fin de encontrar la verdad absoluta del paciente.
 
Bibliografía

  • Bion, W. (1974) Atención e interpretación. Editorial: Paidós
  • Bollas, C. (1991) La sombra del Objeto. Psicoanálisis de los sabido no pensado. Editorial Amorrortu
  • Bollas, C. (2007) The Freudian Moment. Editorial: Karnac
  • Freud, S. (1923) Obras completas. El yo y el ello y otras obras. Tomo XIX. Editorial: Amorrortu.
  • Ogden, T. (1998) Reverie and Interpretation, Sensing Something Human. Editoria: A Jason Aronson Book
  • Winnicott, W. (1971) Realidad y Juego. Editorial: Gedisa
  • López Corzo, R (2002) Diccionario de la obra de Wilfred R. Bion: Psicoanálisis. Editorial

 
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