Parámetros del Proceso Analítico
Autor: Irvin Camacho
Ante la pregunta de qué es lo que distingue al psicoanálisis de otras formas de psicoterapia, se puede hacer referencia a la definición del modelo técnico clásico. Sin embargo, se habla de desviaciones de este modelo que se conservar dentro del ámbito analítica. En tal caso, el concepto de parámetro (Eissler, 1958) es valioso, pues propone una delimitación de aquellas modificaciones técnicas para que puedan seguir llamándose psicoanalíticas. Para explicar dicho concepto, es necesario explicar primero en qué consiste el modelo técnico básico del psicoanálisis.
Avelino González, en su trabajo “Hacia una definición del proceso analítico: El papel que en él desempeña la angustia de separación”, escrito en 1966, presenta ocho puntos básicos que considera esenciales del proceso analítico y de los que quiero destacar dos que afirman que se debe favorecer una serie de fenómenos regresivos conocidos con el nombre de neurosis de transferencia y que la interpretación debe ser el instrumento que logre su resolución.
2) Exige el cumplimiento de condiciones que favorezcan el surgimiento, desarrollo y resolución de una serie de fenómenos regresivos llamados neurosis de transferencia.
4) La interpretación debe ser, en última instancia, el instrumento que promueva el desarrollo y logre la resolución de la neurosis de transferencia.
Merton M. Gill (1954), en su trabajo “Psychoanalysis and Exploratory Psychotherapy”, describe la importancia que tienen la neurosis de transferencia y la interpretación, junto con la neutralidad del analista, como los tres componentes de lo que considera que es la esencia de la técnica psicoanalítica. Gill estima que es fútil tratar de definir al técnica psicoanalítica a través de elementos cuantitativos, como los es la frecuencia de las sesiones, o mediante asuntos que tienen que ver con la disposición del espacio, por ejemplo, el uso del diván y la imposibilidad de ver al analista; considera a estos como dispositivos auxiliares e insiste en no confundirlos con principios técnicos, pues de lo contrario, se correría el riesgo de caer en la difícil y a veces ridícula postura de luchar por preservar lo que no son más que detalles ritualistas que solamente impiden pensar los temas técnicos que son cruciales.
Gill, en una síntesis que hace de varios intentos que buscan definir la esencia de la técnica analítica, presenta la siguiente fórmula:
“El psicoanálisis es una técnica que, empleada por una analista neutral, resulta en el desarrollo de una neurosis de transferencia regresiva y la resolución final de esta neurosis es sólo mediante interpretación.”
Este enunciado lo utilizaré como apoyo para explicar el concepto de parámetro. Antes, expondré brevemente el razonamiento de Gill con el que sustenta esta fórmula compuesta de tres elementos.
Neutralidad del analista.
La meta del análisis es lograr una modificación intrapsíquica en el paciente y la única forma de estar seguros que el cambio no se debió a un influjo sugestivo, situación que el psicoanálisis desde sus orígenes ha tratado de evitar, es mediante el sostenimiento de un comportamiento razonablemente estable con el paciente. Por ejemplo, si la conducta dependiente de un paciente sede, no porque haya aprendido que si actúa con dependencia su analista reaccionará reduciendo el número de sesiones, por mencionar un ejemplo burdo, sino porque, a partir de un encuadre consistente, ha llegado a comprender su dependencia al grado en que ya no la necesita ni la desea, entonces el cambio ostenta la cualidad de haber sido intrapsíquico, es decir, una modificación en el carácter, que, en mi opinión, es la meta más ambiciosa del psicoanálisis.
Otro elemento importante que tiene que ver con la neutralidad, es que las manifestaciones de la transferencia sólo pueden ser claras cuando la conducta del analista es constante. Si es así, las reacciones transferenciales no podrán atribuirse a un cambio en el encuadre o en la conducta del analista, y el analizando no podrá más que asumir su responsabilidad.
La neutralidad no implica que el analista sea un personaje rígido y sin espontaneidad que no pueda reírse de un chiste, contar uno o mostrar determinado semblante ante el relato de un suceso que lo conmueva, pero sí implica que el analista se mantenga alerta ante cualquier reacción afectiva que en él genere el paciente, así como que deba abstenerse a tratar de dirigirlo con consejos o discursos que busquen modificar su sistema de valores, pues aunque se logren resultados aparentemente favorables, puede que sean a un alto costo para el yo.
Neurosis de transferencia
El proceso analítico busca actualizar el conflicto latente. Por lo tanto, si no se favorece la regresión, se vuelve prácticamente imposible trabajar con la problemática de fondo, pues es labor del propio yo encargarse de que se mantenga inconsciente. La situación analítica está específicamente diseñada para favorecer los fenómenos regresivos, es decir, la neurosis de transferencia. Se vale de técnicas adjuntas que tienen como propósito acelerarla y profundizarla, tales como: el uso del diván y la imposibilidad de ver al analista con el inmanente sentimiento de inferioridad; la frustración mediante el silencio; la falta de información acerca de la persona del analista; la atmósfera general de atemporalidad junto a la relativa indiferencia por los síntomas, tomando más bien a la personalidad en su conjunto como el terreno de acción de mayor relevancia; la asociación libre; el énfasis en la fantasía; y, la frecuencia de las sesiones, que, hablando metafóricamente, es la que permite mantener abierta la herida que da acceso a lo inconsciente.
El paciente en análisis debe contar con la oportunidad de experimentar sus transferencias más infantiles e irracionales, lo que requiere que se reinstaure la neurosis infantil, origen de la conflictiva latente. Como Freud asegura, “nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie.”
En pocas palabras, se busca llevar al paciente a un estado regresivo a través de la frustración y del represamiento de la libido. Sin ello, la inercia del paciente por conservar sus soluciones parciales siempre será mayor que cualquier esfuerzo que se haga por ayudarlo. “El enemigo de lo bueno es lo mejor.”
Interpretación
El analista, sin embargo, a su vez busca prevenir que la regresión se vuelva demasiado intensa, que el amor o la agresión en la transferencia alcancen una intensidad que impida el trabajo, y la interpretación es la única herramienta capaz de hacerlo.
En un sentido, decir que la neurosis de transferencia deba ser resuelta únicamente a través de la interpretación es una redundancia, ya que no hay otra forma en que se pueda resolver; cualquier otro tipo de comportamiento interpersonal no puede más que mantener y complicar el vínculo transferencial. No obstante, no se busca negar la incesante sucesión de comunicaciones afectivas no verbales que se da en la interacción entre analista y paciente, al contrario, el objetivo es no descansar hasta que estos intercambios no verbales se conviertan en verbalizaciones explícitas circunscritas a la interpretación.
Más adelante, Gill trae a discusión la cuestión de qué tan estrictamente se tendría que adherir una técnica al modelo descrito de forma que se le pueda seguir llamando psicoanalítica; sostiene que el tema no es un mero asunto de definiciones y hace referencia al trabajo de Kurt R. Eissler (1958), “The effect of the structure of the ego on psychoanalytic technique”, en el que el autor propone el concepto de parámetro para referirse a toda desviación del modelo técnico básico, pero que se conserva dentro del ámbito psicoanalítico.
Eissler afirma que el modelo técnico básico sólo puede ser aplicado eficazmente sin recurrir a modificaciones cuando el yo del paciente no ha sufrido de alteraciones significativas. En otras palabras, un yo que goce de la suficiente integridad como para obtener el mayor provecho de la ayuda que recibe del analista en forma de interpretaciones. Esto quiere decir que no es la combinación de síntomas y defensas la que se toma como referencia para decidir recurrir a determinada técnica, sino el nivel de organización del yo del paciente. Esta distinción, sostiene Eissler, es importante en tanto que los síntomas y trastornos de la conducta que presenta el paciente no necesariamente delatan el grado de su estructuración yoica. El autor sustenta esta afirmación refiriéndose a una paciente de la que sospechó un diagnóstico de esquizofrenia durante el año y medio que la atendió debido a lo variado y extraño de su conducta, paciente que, sin embargo, mostró grandes avances ante un modelo técnico que, salvo raras excepciones, siguió las reglas del análisis clásico. Es decir, detrás de sus graves trastornos se hallaba un yo integrado, aunque abatido por la enfermedad.
Surge entonces la pregunta, ¿cómo saber si el yo del paciente es un yo que no presenta alteraciones significativas y que es capaz de responder al modelo técnico básico? Eissler cita a Freud en la definición que da de lo que él considera que es un yo normal: es aquel que garantiza una lealtad inquebrantable al contrato analítico. Claro está que dicho yo es un constructo teórico y, como tal, Freud se refirió a él en lo posterior como un yo normal hipotético, es decir, nunca encontrado como tal en la realidad clínica. Una característica relevante de este yo sin alteraciones debidas a traumas, factores constitucionales o fijaciones de la libido es que responde a las comunicaciones verbales que no contienen más que interpretaciones. Es así como la cuestión sobre la sintomatología del paciente es dejada de lado al menos en la reflexión sobre el manejo técnico.
El modelo básico de la técnica psicoanalítica se puede discutir con relativa facilidad en el caso de la histeria, asegura Eissler. Se asume que el paciente histérico ha alcanzado la fase fálica del desarrollo y que su yo cuenta con el potencial para desarrollar una organización que pueda mantener un adecuado vínculo con la realidad. La tarea del análisis, en este punto, es darle al paciente apoyo necesario para que alcance el nivel genital del desarrollo y pueda realizar el potencial de su yo que se ha mantenido en suspenso por experiencias traumáticas. El paciente es informado de la regla fundamental y de su obligación para seguirla. Éste se adhiere a la regla dentro de sus posibilidades, que son ciertamente suficientes para llevar con éxito la labor terapéutica. La herramienta con la que el analista puede lograr esta tarea es la interpretación y la meta de la interpretación es proveer al paciente de insight, insight que eliminará los obstáculos que hasta ahora han impedido que el yo logre desarrollarse completamente. El problema aquí es solamente cuándo y qué interpretar; en el caso ideal, la actividad del analista se limita a la interpretación y ninguna otra herramienta es necesaria.
Para explicar un caso que no comparte las condiciones de la histeria, Eissler describe el manejo técnico de otro tipo de neurosis, la fobia. El tratamiento en el caso de las fobias procede por un largo tiempo de forma similar al de la histeria; el analista usa la interpretación como única herramienta. Sin embargo, el tratamiento llega a un punto en el que se vuelve evidente que la interpretación no basta como herramienta y que el material patógeno se mantiene alejado en lo inconsciente. Aun cuando todas las resistencias han sido interpretadas y el paciente se ha adherido a la regla fundamental, la región que constituye al núcleo patógeno permanece inaccesible al analista. Es en ese momento que se vuelve necesario introducir una nueva técnica. Para mi sorpresa, por nueva técnica, Eissler se refiere a darle la orden al paciente de que se exponga a la situación fóbica sin importar la angustia que pueda sentir en ese momento y que, en casos extremos, puede ser necesario amenazar con interrumpir el tratamiento si no se acata la orden. Estoy consciente de la discusión que puede suscitar el enunciado anterior, pero les pido que desatendamos ese debate, pues es justo en este momento de su escrito que Eissler plantea el término de parámetro y sus criterios generales. El autor mismo comenta que aconsejar o forzar indirectamente al paciente a actuar de cierta forma rebasa el campo de la interpretación, y propone el término de parámetro para hablar de ese manejo técnico. Define al parámetro de una técnica como una desviación cuantitativa y cualitativa del modelo técnico básico, sin la cual es difícil lograr un avance en el tratamiento, pero que tan pronto cumple su función, de prescinde de él.
Eissler formula los criterios generales de un parámetro:
(1) Un parámetro sólo debe ser empleado cuando se compruebe que el modelo básico de la técnica no basta para el caso en cuestión; (2) el alcance del parámetro nunca debe excederse del mínimo necesario; (3) un parámetro sólo debe ser usado cuando últimamente dirija hacia su propia disolución, esto es, la fase final del tratamiento siempre debe desarrollarse libre de parámetros; y (4) el efecto de un parámetro en el vínculo transferencial nunca debe ser de tal intensidad que no pueda ser eliminado mediante su interpretación.
Habiendo abordado la definición de lo que es un parámetro, quiero citar la parte del trabajo de Avelino González en la que, trece años después, amplía el término que propuso Eissler:
“En un trabajo mío señalé que el analista recurre a parámetros sin darse cuenta de lo que hace, creando alianzas inconscientes con el paciente por medio de procesos de comunicación no verbales; en este sentido, se haría preciso ampliar el planteamiento de Eissler, señalando la necesidad de estar alerta ante estos posibles parámetros implícitos que escapan a la conciencia del analista. Describí entonces la situación analítica en términos de un contrato transgredido por el paciente y por el analista debido a ciertas fantasías inconscientes movilizadas en ambos por el ambiente de frustración característico de la mencionada situación; ante la imposibilidad de proporcionar información y gratificación afectiva al paciente se efectúa en el analista una regresión concomitante a la del paciente (tal vez podríamos hablar de contrarregresión), y se establece un vínculo donde la frustración característica de la relación analítica manifiesta es contrarrestada por una excesiva gratificación. (…)
A estas condiciones podría llamárseles, con justicia, parámetros inconscientes, porque son desviaciones de la técnica. El analista debe de ser capaz de reconocerlos (no ignoro que pertenecen al terreno de la contratransferencia), hacerlos explícitos y sustituirlos por la interpretación.”
La importancia de este aporte al concepto de parámetro está en que se incluye al analista y su propia reacción al modelo técnico básico, esto es, su respuesta contrarregrasiva que se desvía de la técnica. Así, la reflexión sobre el manejo técnico del analista vas más allá de decir los que es correcto o erróneo y gana terreno el objetivo de hacerse consciente de lo que ocurre en el consultorio. Como dice André Green, “En vez de decírsenos lo que debiéramos y no debiéramos hacer, sería de mayor provecho tener claro qué es en realidad lo que estamos haciendo.”
Bibliografía
- Eissler, K. R. (1958). Remarks on Some Variations in Psycho-Analytical Technique. International Journal of Psycho-Analysis 39: 222-229
- Gill, M. M. (1954). Psychoanalysis and Exploratory Psychotherapy. Journal of the American Psychoanalytic Association 2: 771-797
- González, A. (1966).
La exposición , como un Breviario, es muy completo, explicito, fluido, de mucha utilidad para la comprensión de los Métodos y aplicación del psicoanálisis.