Por: Adriana Villarruel

Sabemos que la identidad analítica al igual que la personal, se va construyendo a través de los años siendo atravesada por las diversas experiencias que ofrece la vida, sin embargo, poco se habla de cómo una de las experiencias más transformadoras para una mujer como lo es la maternidad, impacta directa e inevitablemente en la identidad y por ende en la práctica analítica.

Tomando en cuenta, que en la actualidad una proporción importante de psicoanalistas y analistas en formación son madres (o planean serlo), me parece importante darle visibilidad al tema, ya que, hay muy pocos referentes por decirlo de alguna manera, o relatos de experiencias de cómo atravesar la maternidad, no solo como analista en formación si no como analista frente a los pacientes, además, este es un fenómeno recurrente en nuestra región latinoamericana, ya que, particularmente las analistas en formación de este lado del mundo, iniciamos este camino a una edad en la que lo esperable es que existan diversos compromisos, matrimonios y por supuesto la creación de una familia.

En mi caso, después de la profunda emoción al saber que me convertiría en madre, no se hicieron esperar la avalancha de preguntas; para efectos de este trabajo solo mencionaré las inherentes al ámbito profesional. Empezando por la pregunta del millón ¿Cómo voy a manejar esto con los pacientes? ¿Existe un tiempo prudencial para avisar o me espero a ver si se dan cuenta y me dicen algo? Cosa que había escuchado de experiencias de otras colegas. Además, me ponía en su lugar y pensaba ¿Estarán dispuestos a pausar su tratamiento por una causa ajena a su voluntad? ¿Qué voy a hacer si me quedo sin pacientes? Y lo que pronto sería evidente, ahora seremos tres en el consultorio.

Para efectos de este trabajo y manteniendo la línea teórica con la que se abordó la experiencia durante la supervisión de los casos que serán brevemente mencionados, partiré de la teoría del campo analítico bioniana, explicada por Ferro y Civitarese (2015), como un campo de investigación que, desde su perspectiva específica, rechaza de antemano inmovilizar los hechos del análisis en un marco histórico o intrapsíquico rígido, ya que, su objetivo principal es destacar la historicidad del presente, revelando cómo la relación se construye instante a instante a través de un sutil juego de identidad y diferenciación, proximidad y distancia.

Dichos autores plantean que la atención se desplaza desde el contenido hacia la función, desde el qué hacia el cómo, de esta manera la investigación analítica se centra en la formación de significados más que los significados en sí mismos. Se trata de profundizar en las determinaciones del campo inconsciente compartido, estructurado en cada encuentro entre cuerpos y mentes, e implica explorar un horizonte de significado que está siempre presente. En términos concisos, a veces se denomina a este modelo como intersubjetivo, aunque este término puede resultar engañoso si se enfoca en la interacción de dos sujetos en lugar de considerar el “inter” (entre), que es el lugar donde ocurre el análisis. Lo mismo sucede con el término “relacional”. En la práctica, el analista ya no observa simplemente al paciente, sino que lo hace en conjunto consigo mismo, participando en una experiencia compartida.

Por lo tanto, el campo se percibe como algo que ha existido siempre; una vez que tiene lugar el encuentro, se revela como preliminar a la relación con el otro. Entre el Yo que posee conocimiento, aunque no sea el dueño absoluto de su propio ser, y el otro, que tampoco tiene un control total sobre sí mismo, surge un tercer elemento. En consecuencia, el psicoanálisis según la teoría analítica del campo representa un método de proceder que nunca da por sentadas sus herramientas ni las considera definitivas; se ve compelida a una reflexión continua. La comprensión del otro surge únicamente a través de la autocomprensión y una contextualización radical en la construcción de significado. La búsqueda se centra en captar la creación de significado en la interacción consciente e inconsciente (Ferro y Civitarese, 2015).

A esto, Montana (2016), agrega que la atención analítica en este modelo se enfoca y se basa en el momento presente. El proceso se centra en lo que está presente en el campo, de una manera más radical en comparación con otros modelos de teoría del campo. Existe un menor interés en identificar los objetos, estructuras o patrones continuos e históricos del analizado. Lo que está disponible para utilizar en el proceso es lo que se encuentra en el campo. Este último es un producto creativo del trabajo de la pareja analítica, dando importancia a descubrir lo desconocido en lo que surge en el campo. Como resultado, el modelo onírico proporciona al psicoanalista un conjunto más amplio de opciones clínicas. En un sentido fundamental, es lo que está presente en el campo, tal como lo percibe el psicoanalista, lo que constituye el foco del trabajo analítico.

Así mismo, la actividad interpretativa del analista se caracteriza por una circularidad especial, consistente en regresar continuamente para cuestionar las suposiciones inconscientes de su comprensión. En este sentido, el análisis se asemeja más a una actividad de investigación que a la consecución de un objetivo. La verdad del análisis ya no es algo que se alcance, no puede ser fijada ni poseída; más bien, reside en la experiencia misma (Ferro y Civitarese, 2015).

Dicho esto, la introducción de un tercero en el campo por parte de la analista no debe ser tomada a la ligera, siguiendo el planteamiento respecto a los personajes del campo analítico de Ferro (1992:2, c.p. Ferro 2005), en el cual dichos personajes son entendidos como nudos dentro de un entretejido de diversas relaciones tanto históricas como fácticas, en las cuales las vivencias contenidas fungen como detonantes para la expresión de sentimientos y conflictos asociados a los mismos.

Ferro (1997a, c.p. Ferro, 2005) agrega que estos personajes pueden provenir del paciente, como objetos internos que son proyectados sobre el analista, el cual asume la función de pantalla y de intérprete tomando en cuenta la teoría consistente aplicada en ese momento. De esta manera, se va creando la necesidad de construir un código conjunto que pueda ser utilizado de manera generalizada, proveniente por supuesto de una historia que data del pasado, aunque sea externa a la pareja analítica.

Por el lado del analista, existe también la posibilidad del ingreso de personajes, uno de los más importantes en el proceso cuando una analista sale embarazada es “el bebé”, el cual no necesariamente tendría un impacto negativo a priori, esto con la condición de que sea debidamente trabajado en análisis y supervisión, ya que, ante un cambio tan abrupto y sin vuelta atrás de la vida, estos espacios más que relevantes, se vuelven indispensables. Siguiendo la idea de E. Distel (comunicación personal, 09 de febrero de 2024), este nuevo personaje puede fungir como un material de transformación dentro de la díada analítica. Este será un elemento que no podrá quedarse por fuera. Una vez sea anunciado el embarazo y este comience a formar parte del vínculo, ya el tercero no sería el campo, ahora hay un otro dentro de la panza, una especie de “hermanito” que moviliza toda clase de sentimientos y fantasías.

Pensando en mis pacientes, lo primero que pude notar en algunos de forma encubierta y en otros de manera más directa, fueron la envidia, el enojo y cierta idea de competencia, las razones sobraban. Ahora el encuadre debe ajustarse de forma gradual a la novedad, además se sabe que existirá una pausa en el tratamiento, a esto se le suman posibles cambios de horarios, si no es durante el embarazo posiblemente al retomar las sesiones. Otro cambio que implementé durante las últimas semanas de gestación fue pasar de la atención presencial a las sesiones en línea por un tiempo indeterminado; esto sumado al hecho de que como me mudé de zona, el regreso a lo presencial no sería en el mismo consultorio.

Ante este panorama, pude notar como los pacientes cuidaban mucho más lo que decían ya sea transformando en lo contrario la agresión o a través de algún otro mecanismo defensivo. También hablaban del tema como algo “admirable”, por ejemplo, una paciente mencionaba que ella por eso no quería ser mamá, ya que, le parecía admirable combinar la maternidad con el hecho de ir a trabajar, tal y como su madre lo hizo con ella. Ante esto, la dificultad obvia era regresarle que seguíamos hablando sobre lo idealizada que tenía a su madre pero que no se trataba de mí, aunque mi condición detonaba dicha dinámica con mayor intensidad, ya que, de alguna forma debía proteger a sus objetos de la agresión a causa del sentimiento de abandono, en el caso de esta paciente, respecto a su madre, sintiéndose desde su infancia relegada ante los cuidados continuos que necesitaba su padre que padecía enfermedades tantos físicas como mentales, y hacia mí, protegiendo a su analista, porque a quien se le ocurre enojarse de forma manifiesta con una mujer – analista embarazada.

En general todos se mostraron alegres por la noticia, no tenía muy planeado cómo anunciarla, solo decidí esperar un tiempo prudente, para tener tiempo suficiente de elaborar el proceso de manera personal y al mismo tiempo con los pacientes, por lo que decidí esperar unos 4 meses. Para ese entonces lo que ya tenía trabajado era la importancia de contener y sostener con seguridad todo lo que sea que ocurriera después, así que las sesiones empezaron a dar inicio de esta manera:

El paciente y yo nos saludamos:

A: Bueno, antes de comenzar, te quiero comentar que estoy embarazada

P: ¡Ay, sí me había dado cuenta! Pero no quería ser imprudente jeje

A: Sí entiendo, pues sí es un bebé, no fue que me comí una hamburguesa jaja

P: Jajaja ¡Muchas felicidades!

 

De esta manera, siguiendo lo expuesto por Rafaela Degani (2020), comenzaba una invasión del espacio analítico a nivel transferencial a partir de un deseo de la analista y no de algo que los analizandos habían pedido, sin embargo, Degani plantea que estos momentos cruciales, pueden ser una oportunidad de utilizarlos como elementos para el trabajo analítico, ya que, sin dicha experiencia, no hubieran aparecido ciertos contenidos o hubieran tardado mucho más en aparecer en el discurso del paciente.

Dentro de lo más notorio de mi experiencia, fue el trabajo en torno a la separación y a la cercanía, por lo que expondré tres breves viñetas que lo ejemplifican:

Una paciente que veía presencial y que, en ese momento había viajado por trabajo fuera del país, en la última sesión antes de que naciera mi bebé, me preguntaba respecto a mi experiencia en estos casos, ¿cómo se manejaba esto? Arrojó. Recuerdo estar riéndome en mi mente pensando en mi “amplia” experiencia de estar embarazada y de atender pacientes al mismo tiempo, pero me mostraba serena por fuera por supuesto. Respondí que el manejo era precisamente de la manera en la que lo habíamos hecho, permitiéndonos sentirnos cerca, sin que eso implicara una amenaza. Un trabajo que habíamos estado elaborando previo al embarazo y que por dicha situación se intensificó, para que dado el momento pudiéramos alejarnos solo temporalmente, porque el vínculo analítico siempre estaría presente. Cabe destacar que antes nos veíamos presencial y ahora no solo estábamos online, si no que ella estaba en un país con otro huso horario que el mío, y aun así nos sentíamos lo suficientemente cerca. Hago énfasis en esto, porque además esta paciente logró darle fin al duelo que veníamos elaborando respecto a su expareja, con la cual había terminado hace tiempo de manera formal, pero a nivel psíquico y en ocasiones físico seguían estando juntos de alguna manera.

Esta situación respecto a los vínculos se repitió de forma particular en los siguientes dos casos. Otro paciente que presentaba dificultades importantes para establecer relaciones significativas, se victimizaba continuamente, le costaba hacerle frente a los retos inherentes a su etapa de vida y depositaba muchos contenidos agresivos en su expareja, comenzó a mostrarse con mayor empeño y una incipiente seguridad en sí mismo, como si la inminente separación que ocurriría en una época de decisiones importantes para él, significara tener que poner a prueba el trabajo analítico que habíamos desempeñado por unos tres años. Esto incluía lograr sostener una relación más integrada con sus objetos, para experimentar una vida con menos villanos en donde él dejara de ser la víctima, y comenzar a aceptar que por las imperfecciones del otro poco puede hacerse. Nuevamente el trabajo de duelo relacionado con la ex pareja pudo ser resuelto, luego de numerosas interpretaciones de la rabia, el sentimiento de inadecuación, de soledad y del miedo a crecer.

En general, me parece que el hecho de poder separarnos y reunirnos como personas distintas pensándolo en el sentido de los cambios importantes que atravesarían los pacientes durante mi ausencia, tales como graduaciones, ascensos laborales y decisiones que cambiarían el rumbo de la vida, como la maternidad; pudo abrir espacio para compartir el crecimiento, siendo este

también parte del tratamiento, ya que, le muestra al paciente que no somos seres estáticos, estamos vivos y también nos pasan cosas, la mayoría por cuestiones de ética y neutralidad por supuesto que no las compartimos, pero en este caso lo iatrogénico hubiera sido no hacerlo.

Siguiendo con las transformaciones inherentes a la dinámica de pareja, un paciente que sostenía una relación de noviazgo a distancia, durante este proceso, curiosamente fue acercándose no sólo más a ella, si no a su familia de origen, como si de alguna forma parte del movimiento en el campo introducido por el embarazo, incidiera al igual que en los otros pacientes para acercarse a los objetos que le brindarían afecto y seguridad, así como para alejarse de aquellos de los que se aferraban por diversas situaciones, ya que, este paciente también dio fin al vínculo con su expareja, la cual disfrazada de una amistad de larga data, realmente estaba sostenida en buena parte por temor a la soledad, al rechazo y por supuesto la incertidumbre de ponerle fin a una etapa significativa de la vida mediante la separación.

Otros fenómenos más asociados a la resistencia fueron los cambios de horario y las cancelaciones, era difícil coincidir, las sesiones quedaban más espaciadas que antes, y parecía que cada uno a su manera estaba practicando cómo se sentirían al vernos con menor frecuencia y posteriormente durante tres meses, que fue el tiempo que decidí tomarme de periodo posnatal.

Lo que quiero mostrar es parte de lo que la separación temporal con el analista puede movilizar, y que al existir un vínculo nutrido dentro la pareja analítica, el analizando se puede permitir pensar y problematizar las dinámicas entre las diversas parejas o vínculos, bien sean amorosas o de otra índole, ya que, una de las dificultades visibles era poder distinguir entre un “adiós” y lo que eso implica, y entre un “hasta luego” como era en el caso del tratamiento.

Cabe mencionar lo que Manoa (1995, c.p. Ferro 2005), señala respecto a la asimetría existente en todo tratamiento y que resulta necesaria, la cual parte de la responsabilidad del analista por el proceso y que las transformaciones que se desplieguen estén dirigidas a hacer pensable para el paciente lo que antes no podía, y que no sea al contrario para confirmar teorías del analista, ya que, no podemos perder de vista que estamos ante una persona que se encuentra experimentando un importante malestar.

Siguiendo con esta idea Caron (2020), refiere que, como analistas somos instrumentos de nuestra técnica y al mismo tiempo fungimos como observadores de nuestras sensaciones, sentimientos, fantasías y procesos, por lo que las alteraciones en el campo son inevitables al introducir un extraño dentro de este. Del mismo modo, agrega un tema que atraviesa todo tratamiento, y es que hace 35 años la neutralidad era diferente, si una analista deseaba iniciar su análisis por ejemplo y al mismo tiempo tenía en puerta su boda o un embarazo, tenía que esperar a que eso ocurriese para iniciar su análisis, era considerado un tema tabú. Misma opinión que comparte Degani (2020), cuando afirma que el poco contenido teórico que existe alrededor de este tema tiene que ver con el tabú inherente a la sexualidad de la mujer, así como el mito sobre la neutralidad y abstinencia de la analista embarazada, aspectos que me interesaría profundizar en un siguiente trabajo.

Para finalizar, como fui una de tantas analistas en formación que decidió continuar estudiando, quiero resaltar la importancia del grupo y la contención que el mismo brinda durante un proceso de cambios tan avasallantes, ya que, este teórico se gestó primero en mi mente por supuesto, pero no hubiera salido a la luz sin el apoyo de mis compañeros, analista, supervisor y profesores, ya que, cada uno desde su lugar me siguen acompañando en este camino de construcción y reconstrucción constante de la identidad y práctica analítica en la que sin duda alguna la vida y la humanidad de cada uno de nosotros, va primero.

Bibliografía

  • Ferro, A. (2005). Psychoanalysis as therapy and storytelling. The new library of psychoanalysis. London: Routledge Taylor and Francis Group.
  • Ferro, A. y Civitarese, G. (2015). The Analytic Field and its Transformations. Londres: Karnac.
  • (20 de noviembre de 2020). A analista grávida. [Archivo de video]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=NTe9eurzWKw
  • Montana, S. (2016). Contemporary Psychoanalytic Field Theory. Abingdon: Routledge.
  • Imagen Pexels/olia danilevich