Por: Grecia Félix

En los últimos meses ha estado llamando mucho mi atención la manera en la se vive la sexualidad en la actualidad, la cual sin duda ha cambiado de manera radical de unos años para acá. En la práctica y fuera del consultorio escucho de manera recurrente, que los jóvenes y parejas jóvenes están dejando de tener relaciones sexuales, que hay quienes optan por una “sexualidad unilateral”, quienes optan por una especie de celibato, quienes tiene miedo, entonces mejor no relacionarse, entre otros; y si para el psicoanálisis, la sexualidad tiene un peso primordial mi sentir es que estamos hablamos poco de estos fenómenos por lo que no dejo de preguntarme si cómo futuros analistas nos estamos avocando a la tarea de entender y discutir estas nuevas maneras de relacionarnos.

Primero lo primero, Laplanche y Pontalis (2019) en su famoso “Diccionario de psicoanálisis” definen sexualidad de la siguiente manera, “En la experiencia y en la teoría psicoanalítica, no designa solamente las actividades y el placer dependientes del funcionamiento del aparato genital, sino toda una serie de excitaciones y actividades, existentes desde la infancia, que producen un placer que no puede reducirse a la satisfacción de la necesidad fisiológica fundamental (respiración, hambre, función excretora, etc.) y que se encuentra también a título de componentes en la llamada forma de amor sexual” (Laplanche y Pontalis, 2019, p. 470). En otras palabras, en nuestra profesión, la sexualidad no solamente es entendida como una actividad reproductiva o una mera genitalidad, sino que dentro de esta se despliega una serie de múltiples actividades y de excitaciones que se encuentran presentes desde la mismísima infancia.

Antes de dar inicio a una serie de datos, me gustaría hacerle saber al gremio de psicoanalistas que encontré muchas referencias enfocadas en sociología más me fue muy complicado (más no imposible) encontrar estudios psicoanalíticos relacionados con el tema lo que me puso a pensar en el gran trabajo exploratorio y las aportaciones que nos toca hacer a las nuevas generaciones a cerca de la sexualidad a la cual el padre del psicoanálisis pone en el centro de su teoría.

En 1905, Freud, conmocionó a muchos médicos y científicos de la época con sus “Tres ensayos sobre la teoría sexual” donde pone en escena la existencia y el desarrollo de la sexualidad infantil con su teoría de las etapas psicosexuales oral, anal, fálica, latente y genital; cada una de estas etapas ligada a una zona erógena y dependiendo de cómo fuera este desarrollo terminaría teniendo un impacto en la vida adulta. La sexualidad siendo tema intrigante y lioso, no por nada a lo largo de 20 años a este famoso ensayo Freud le realizó múltiples modificaciones y agregados. Pensando en este desarrollo de la sexualidad, notoriamente, hoy en día, podemos decir que después de 119 años este involucra ahora más un gran número de factores debido al contexto sociocultural en el que nos encontramos, incluyendo en estos el papel substancial que toma la tecnología en esta nueva revolución sexual.

En el 2018, Kate Julian, escribió para “The Atlantic”, un artículo llamado “Why Are Young People Having So Little Sex?”, en el que habla de un fenómeno llamado sex recession o una recesión sexual entre los adultos jóvenes; la autora toma datos de diferentes partes del mundo Japón, Australia, Estados Unidos, Suecia, Holanda, entre otros, y después de platicar e investigar con sexólogos, antropólogos, economistas, psicólogos y adultos jóvenes intenta entender las razones por las que cada vez más esto está sucediendo. La autora enumera cinco puntos en su artículo y aquí me permito compartir de uno, al cual nombró como “sex for one” en donde dice que “Uno de los estudios sexuales más respetados en el mundo, Britain’s National Survey of Sexual Attitudes and Lifestyles, reportó en el 2001 que personas entre los 16 y los 44 años estaban teniendo sexo más de seis veces al mes en promedio”. En este escenario, me gustaría que tomáramos en cuenta que el lanzamiento del primer iPhone no sucedió hasta el 2007. Ahora, para hacer contraste de los datos de ese mismo estudio, pero en el 2012, se encontró que “La tasa había bajado a menos de cinco veces al mes. Apenas en ese mismo periodo, los australianos con pareja pasaron de tener sexo 1.8 veces por semana a 1.4 veces. El estudio finlandés “Finsex” encontró disminución en la frecuencia de las relaciones sexuales, junto con el aumento de la masturbación”. (Julian 2018)

Además, del citado artículo de “The Atlantic”, me permito parafrasear otro de los descubrimientos de la autora, en donde menciona los problemas de fertilidad que tienen en Japón, y de cómo se encuentran en una crisis demográfica que los ha llevado a convertir esto en un caso de estudio por la falta de sexo. La autora menciona también la nueva taxonomía de no-sexualidad japonesa entre los adultos jóvenes como los denominados “hombres herbívoros” que dicen mostrarse ambivalentes ante la búsqueda de mujeres y el éxito convencional, los “parásitos” que siguen viviendo con sus padres después de los 20, los “otaku” que son los fans obsesivos del anime y que todos ellos contribuyen al síndrome del celibato.

A pesar de que Japón es uno de los países que más produce pornografía en el 2018 en un artículo de “The Economist”, titulado “Japan’s Sex Industry is Becoming Less Sexual” se encontró que para los jóvenes japoneses toda la idea de tener relaciones sexuales era simplemente “cansada” y que las tiendas onakura donde hombres pagan por masturbarse frente a mujeres están en auge. Aunado a esto, Kate Julian, señala que es importante que tomemos en cuenta que los japoneses han encontrado otras maneras de obtener estimulación genital en actividades que solamente involucran una persona. Mientras escribo esto siento que se desdibuja la línea entre perversión y neosexualidad y me pregunto ¿En qué momento esto es parte del síntoma y en qué momento se vuelve egodistónico?

Nos encontramos en una época en que la apertura sexual es tal que constantemente hay cada vez más géneros volviéndose la categorización más diversa y para algunas personas se vuelve complicado entenderlo. Los espacios para encontrar una relación sexo afectiva antes se limitaban a espacios físicos y ahora se pone en juego también la famosa virtualidad a través de diferentes aplicaciones swipeando fotos de hombres y mujeres, dando likes a diestra y siniestra y recibiendo el famoso “match”. Ojo, aquí sucede algo importante, todo esto ocurriendo de manera inmediata, con geolocalización ahorrándonos la socialización, el contacto físico/visual y el tener que salir a buscar. También, de manera más frecuente escuchamos los términos “relación abierta” o “poliamorosa” y los estímulos que recibimos del famoso streaming, tanto del auditivo como del visual tienden a estar cargados de un gran contenido sexual, así como también el fácil acceso que tenemos a la pornografía de manera inmediata con un par de clics. Entonces, viendo el asunto desde esta trinchera la famosa recesión sexual de Kate Julian pareciera una paradoja.

Es confuso, ya que con tanta apertura a la sexualidad se pensaría tenemos las condiciones sociales para vivir una sexualidad más libre de conflicto de lo que se estaba anteriormente y en mi experiencia me encuentro con jóvenes insatisfechos, “vacíos”, la infidelidad tiende a ser cada vez más aceptada y hay jóvenes que simplemente se dedican a un autoerotismo dejando en escena una sexualidad parcializada que hace más complicado mantener relaciones sexuales y amorosas “sanas”. Por esto, es mi opinión, que, a pesar de vivir en una época con tanta aparente libertad sexual, no necesariamente estamos más libres de conflicto, sino que considero que estos se vuelven más complejos y diferentes por el contexto sociocultural en el que nos encontramos.

Por otro lado, me gustaría hacer mención a otros datos a los que la autora Danielle Knafo (2020) alude en su libro “The New Sexual Landscape and Contemporary Psychoanalysis” en donde se nos permite ver cómo se han alterado costumbres y comportamientos con la nueva revolución sexual:

  1. El control de natalidad se da por sentado, el sexo premarital es ampliamente aceptado y hay una mayor aceptación del sexo gay, trans y bisexual (Newport & Himelfarb, 2013; Pew Research Center, 2013).
  2. Un tercio de las parejas casadas se conocieron online y el número continúa creciendo. (Cacioppo, Cacioppo, Gonzaga, Ogburn, & VanderWeele, 2013)
  3. Cerca de la mitad de los millennials practican sexting o comparten sus fotos sexuales a través de sus teléfonos (McAfee, 2014; SKYN Condoms by Lifestyles, 2017).
  4. La pornografía en internet, que representa el 13% de las búsquedas en la web (Ogas & Gaddam, 2011), ofrece todo tipo de sexo imaginable, y los niños son expuestos por primera vez a la pornografía en línea alrededor de los 11 años (Rothman et al., 2018).
  5. Las muñecas sexuales y los robots crecen en popularidad, y algunos hombres japoneses se han casado con caricaturas en realidad virtual (Hayden, 2017).
  6. Los Comportamientos sexuales, como el poliamor (Haupert, Gesselman, Moors, Fisher, & García, 2017) y el sadomasoquismo, que alguna vez se consideraron marginales y pervertidos, se han vuelto tendencia (DeNeef, Coppens, Huys, & Morrens, 2019).
  7. Emma Watson, actriz de Harry Potter, se proclamó self-partnered, que es tratarse a uno mismo como trataría a la persona con la que sale en lugar de simplemente decir que es soltera (Cernik, 2019).

Estos, por mencionar algunos.

Al citar estos datos y al escribir del tema, mi deseo no es repercutir en su propia formación de un juicio de valor, o háganlo si así lo desean, pero lo que en realidad intento con esto, es que nos permitamos pensar, visibilizar y discutir los radicales cambios que han sucedido de unas décadas para acá, así como en los tabúes que se han roto y que ahora se pudiese decir son el Zeitgeist del siglo XXI. Si en la época, predominan ideas, maneras de relacionarnos y de vivir la sexualidad diferentes a las de hace unos años, se vuelve entonces primordial para nosotros también cambiar “Necesitamos actualizar nuestras teorías de desarrollo, o al menos confrontar el significado que estos cambios tienen en ellas” (Knafo, D. 2020).

Considero, que como futuros psicoanalistas no solamente nos toca conocer el contexto sociocultural complicado en el que nos encontramos, sino más importante aún nos toca aprehender con hache lo anteriormente mencionado e ir discerniendo como es que la psique humana se ve afectada por esto y el contexto que incide en lo que aceptamos como “normal”. Para ejemplificar un poco, “La mayoría de los terapeutas y analistas que tratan parejas están capacitados dentro de un marco monógamo. En consecuencia, cuando se encuentran con clientes poliamorosos, pueden experimentar desafíos al entender sus arreglos y dificultades, así como también sentimientos de transferencia y contratransferencia” (Karbelnig, 2018)

Como mencioné anteriormente, Freud, pone la sexualidad al centro de la teoría psicoanalítica y aquí ustedes no me van a dejar mentir, pero desde que iniciamos esta travesía y nos volvimos psicoanalistas en formación, en repetidas ocasiones, seguro a más de uno de nosotros nos han recalcado ya sea nuestros maestros, nuestros supervisores o nuestros propios analistas lo trascendental y lo inherente que es la sexualidad en el desarrollo del ser humano. Ya sea, porque empezamos a dejar el famoso narcisismo primario y empezamos a dirigir impulsos sexuales o energía libidinal – antes investida en nosotros mismos hacia otras personas – y esta misma energía libidinal o sexual se vuelve una especie de motor que nos impulsa a actuar de una u otra manera o porque a través de lo sexual se integran a su vez, partes de nuestra personalidad.

Si tomamos en cuenta los datos aquí mencionados, pareciera que los adultos jóvenes optan por romper vínculos o por no vincularse, lo cual es una manera de retirar la libido del mundo externo dedicándose solamente a satisfacer sus impulsos y necesidades, entonces como profesionales de la salud mental en ese sentido podríamos concluir que nos estamos enfrentando a una generación con rasgos muy narcisistas, lo cual vuelve más complejo el elaborar contenidos psíquicos como si nuestro trabajo no fuera ya lo suficientemente difícil, se vuelve aún más complejo porque la construcción de un vínculo se vuelve más costosa.

Joyce Mcdougall, en su artículo titulado “Identificaciones, neonecesidadades, y neosexualidades” publicado en la revista de psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica de Madrid escribió que “Los modelos de comportamiento sexual de los seres humanos, como Freud fue el primero en señalar, no son innatos sino creados. El carácter egosintónico o egodistónico de las elecciones objetales y de las prácticas sexuales revela que estamos ante un sistema poderoso de identificaciones y de contraidentificaciones con objetos introyectados de una gran complejidad” (J. McDougal, 2009, p). En mis palabras, lo que McDougall trata de transmitir es que la sexualidad humana se desarrolla a partir de procesos psíquicos sumamente complejos, en donde no solamente influye una simple identidad sexual, sino que influyen nuestras experiencias y la interacción con nuestro entorno, así como la manera en la que respondemos a nuestras fantasías y deseos, por lo que las prácticas no son siempre el resultado de decisiones conscientes, sino que están fuertemente influenciadas por dinámicas inconscientes. Dicho de otra manera, gran parte de la sexualidad termina siendo una puesta en escena de los conflictos psíquicos del ser humano.

Creo que es sumamente importante que como analistas en formación y adjudicando la importancia que la sexualidad tiene en el psicoanálisis, ataquemos en profundidad estas problemáticas, o les pregunto ¿Cómo es que las entienden al interior del consultorio? Me permito hacer la aclaración de que no estoy hablando burdamente del mero acto sexual, sino de cómo dentro de esta nueva revolución sexual el sujeto se vincula con el objeto y de cómo es que es la gratificación, ¿qué clase de representación mental hay en la psique de nuestros pacientes? Ya que, como analistas, esto es lo que nos atañe y por consiguiente se vuelve primordial poder entender la vorágine actual.

Entiendo que el tema puede ser complicado e incómodo más me gustaría darle cierre a este escrito invitándoles a incomodarnos hablando de esto, aquí presento mis ideas y mis inquietudes que espero, puedan ser el inicio de una conversación más amplia donde podamos enriquecer la teoría psicoanalítica para así, poder brindar una mejor labor a esas personas que se acercan a nosotros en búsqueda de claridad.

 

Bibliografía: