La llorona: El mito detrás de la leyenda
Paulina Antón

 

La llorona es uno de los mitos más populares y más arraigados de nuestra cultura mexicana, es una figura representativa no solo de México, sino de toda Latinoamérica.
Se ha contado una y otra vez, y al igual que muchas otras leyendas se ha transmitido de generación en generación, ¿Pero qué tiene esta leyenda que la hace tan importante y tan representativa de nuestro país? Lo que la hace tan peculiar es que la leyenda de la llorona gurda la historia de nuestra patria, es una leyenda que condensa elementos prehispánicos, coloniales y actuales de nuestro México.
Diferentes autores se han sentido atraídos ante la fuerza de este personaje, y lo han hecho parte de su obra, de ahí que el tema de la llorona haya servido de inspiración para poetas, dramaturgos, directores, escritores, y cantautores. El siguiente poema es un ejemplo de esto:
 
La lumbre del sol de ocaso
con ojos negros y ardientes
con el cabello rizado…
con labios rojos y frescos
Como flores de granada
camina, y llega a la casa.
Se acerca al antiguo armario,
abre un cajón, y en él busca
y halla un puñal que olvidado
dejó allí Nuño una noche;
lo empuña, cruza un relámpago
espantoso por sus ojos,
corre al lecho en que soñando
están sus hijos, y, loca,
arranca con fiera mano
la vida a los tres, y corre
cubierta de sangre el manto,
por la ciudad silenciosa
hondos aullidos lanzando
Juan de Dios Peza
 

Diferentes versiones

El mito de la llorona tiene diferentes versiones y cada estado de México o país ha contribuido a enriquecer más este mito
 
En el México colonial y aún en la actualidad, la Llorona es una mujer que se aparece en la noche, a veces en las encrucijadas de los caminos, con cabello largo y vestida de blanco, llamando con fuertes llantos y aterradores lamentos a sus hijos.
(González, Yólotl)
 
De acuerdo con la versión más extendida, la aparición corresponde a una mujer que  por celos de su esposo, enloqueció, tomó a sus hijos y tras apuñalarnos los arrojó a un río, cuando el marido intenta detenerla, ella se arrepiente de lo que hizo y se arroja al río, donde más tarde se ahoga
 
También se relata la tragedia de una mujer ostentosa y codiciosa que, al enviudar, perdió su riqueza y ante el miedo de tener que soportar la miseria mató a sus hijos y más tarde se suicidó, pero regresó del más allá para penar por sus crímenes.
 
Otros refieren que al quedar embarazada sin estar casada, no tuvo otro remedio que abortar, y tirar los restos del feto a las aguas de un río, por lo cual fue castigada con la búsqueda eterna del infante.
 
Existen diversas versiones con la característica  de que ella misma de tanto llorar hizo el río, denominado: El Valle de lágrimas
 
Otra versión cuenta la manera en que la Malinche mató a los dos hijos que tuvo con Hernán Cortés, y depositó sus cadáveres en un lago, después de que éste se enamorara de una mujer que le convenció de volver a España
 
En la versión de Guatemala, la Llorona era una mujer llamada María, que llora por haber ahogado en un río de la Antigua Guatemala a sus dos hijos. Está condenada a hacerlo hasta el fin del mundo, pues mientras su esposo estaba fuera tuvo amores con un mozo quedando embarazada. La Llorona es bien conocida en toda Guatemala y pasea por las calles solitarias, sobre todo donde hay agua.
 
Se dice que en Argentina la llorona no tiene cabeza
 
Como se puede observar existen muchas variaciones en la leyenda, y encontramos que esta varía en relación al número de hijos, a la historia particular de la mujer, la forma en la que mató a sus hijos, la explicación de este acto, ya sea la locura, la falta de dinero, o la infamia, la muerte de ella y también encontramos diferencias en su aparición.
 
Elementos comunes
A pesar de que encontramos diferentes versiones  encontramos  elementos comunes que son  los que definen y constituyen al  mito.
 
En todos los mitos se habla de una mujer, propiamente una madre, que por diferentes motivos, causas o razones mató a sus hijos, este acto la ha llevado a un gran arrepentimiento, y es por eso que regresa del más allá como un alma en pena, un espiritú que no encuentra la paz.
 
Esta alma busca perdón y ofrece arrepentimiento, su llanto se deja oír, y denota un monto de sufrimiento, dolor y agonía, es un llanto lastimero.
 
Y en todos los mitos encontramos la presencia de agua, propiamente un río. (Es ella quien ahoga a sus hijos, avienta sus cuerpos muertos al río para darles sepultura, se avienta ella, o es tanta su pena que ella misma llora el río donde más tarde se ahoga. Es en el  Río donde se aparece, y es en el río donde desaparece para nuevamente aparecer a la noche siguiente.)
Raíces Prehispánicas
El mito de la llorona es un mito que engloba una historia, la historia de un pueblo que sufre, la historia de México.
 
Las raíces de este mito se pueden rastrear en la cultura mexica.
 
Coatlicue

Coatlicue es una divinidad azteca, madre de Huitzilopochtli, su hijo más aguerrido, que se representa como un amanecer. Su nombre significa en náhuatl ‘La de la Falda de Serpientes’. Diosa terrestre de la vida y la muerte. También recibía los nombres de Tonantzin.
 
“Cuenta la leyenda que era una sacerdotisa piadosa que un día barría el templo de Dios, cuando encontró unas plumas de rara belleza, las guardó bajo el uipilli, y cuando las busca, ya han desaparecido… Pasan varias lunas cambiantes, y habiendo resultado encinta, sus hijas, terriblemente celosas, alzan sus armas contra ella, que al apresarse a morir, escucha el súbito, con honda alegría y hondo pasmo, una voz de sus entrañas brotada clamando: “…Madre, ¡Yo te liberaré, para gloria nuestra, no temas!
En elinstanteen que se acercan las hijas para consumar el matricidio, llevando al frente a la Coyolxauhqui; mas tremendamente erguido brota Huitzilopochtli con una rodela en la mano izquierda, en la derecha una lanza azul, en el rostro y la pierna derecha también luciendo un hermoso color azul. ¡Se lanza sobre las hijas matándolas a todas!”
Por eso es venerada por nosotros Ciuacóatl, o Cotlicue, la madre diosa, sacerdotisa de Coatepec que provocó la furia y la muerte de sus hijas. ¿Cómo no ha de ser venerada por nosotros la madre del dios de la guerra? Ella tiene hambre y sed, y hay que entregarle un cautivo digno, y grato alimentado para la terrible divinidad que muestra abierta la boca, los dientes afilados y amenazadores. ¡Fuego, rojo fuego purificador, necesita la diosa Coatlicue!
La representación más importante de la Coatlicue es la que se conserva en el Museo Nacional de Antropología de México: tiene pies y manos en forma de garras, una falda de serpientes entrelazadas y el pecho cubierto por unos cráneos, manos y corazones humanos. La cabeza de la diosa está sustituida por dos cabezas de serpiente encontradas, que simulan dos chorros de sangre que brotan de su cuello cortado.
Según Fray Bernardino de Sahagún, uno de los augurios de la conquista y del desastre del imperio azteca fue la aparición de una mujer vestida de blanca túnica que recorría las calles de noche clamando por sus hijos. Esta leyenda fue transmitida de generación en generación hasta llegar a oídos del sacerdote que la transcribió, y es gracias a él que hoy tenemos un registro en papel de este presagio.
Cuenta la leyenda que Moctezuma, muy cerca de la llegada de los españoles, a la gran Tenochtitlán, recibió diferentes señales, todas ellas advirtiéndole del gran peligro que corría su raza, la señal principal consistió en ver a Coatlicue o Cihuacóatl, diosa con gran importancia en su religión, clamando desesperadamente por que huyeran de ese lugar
Sexto presagio funesto:
Muchas veces se oía, una mujer lloraba; iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos:
-¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos!
Y a veces decía:
-¡Hijitos míos!, ¿a dónde os llevaré?
 
Los historiadores consideran que era la encarnación de Coatlicue, una de las denominaciones de la deidad suprema de la tierra. Se la representaba, como una terrible mujer con los cabellos revueltos, ataviada de blanco, con las fauces abiertas, o como un animal monstruoso, con colmillos y garras.
 
Coatlicue; Distintos nombres y significados
Coatlicue recibió dentro de la cosmología mexica distintos nombres y diferentes significados que van desde: Tonantzin “nuestra madre”, Huitztilincuatec “cabeza cortada de colibrí”, Toci “nuestra abuela”,Cozcamiauh “collar de espigas”,Tlazoltéotl“diosa de la inmundicia” y finalmente Coatlicue “la de la falda de serpientes”.
 
Primero que nada y ante todo Coatlicue es la gran madre, nuestra madre, su nombre representa a la gran deidad, madre de todos los dioses, y de los hombres, recordemos que es “la madre tierra”.
 
La serpiente emparentada con esta deidad representa a un animal poderoso, la serpiente es considerada por los pueblos mesoamericanos como un animal místico cuyo zigzagueo se considera un movimiento casi perfecto, y cadencioso que recuerda a un animal que levita, y es este animal el único que tiene relación con ambos mundos, el mundo terrenal, y el inframundo, por lo tanto Coatlicue, la  diosa de la falda de serpientes, es la Diosa de la vida y de la muerte.
 
Al ser Huitztilincuatec, cabeza cortada de colibrí, representa el dominio del tiempo y del espacio, por ende del infinito. El colibrí es considerado un animal que representa al infinito, por la manera inagotable, y casi perfecta de mantener en movimiento las alas, y poder permanecer, gracias a este movimiento, casi estático, a pesar de lo rápido que se mueven sus alas, es por lo tanto, casi una ironía, como lo es el infinito.
 
Y no olvidemos las espinas que nos recuerdan como pueden llegar a lastimar si se entierran en algún lugar de nuestra delicada piel, estas espinas nacen de la tierra (de la madre tierra), y están ahí casi siempre junto a lo bello (flores), para recordarnos que la tierra es dadora de vida y belleza, pero también la tierra es devoradora, y causante de destrucción y dolor.
 
 
La llegada de los españoles
¡Y la profecía se hizo real!, casi como en una tragedia griega los mexicas fueron testigos activos de una profecía que nació como un destino trágico del que nada se puedo hacer. El destino de la conquista.
 
Coatlicue, la gran madre llego a advertir a sus hijos de este desenlace, sin embargo poco, o muy poco se pudo hacer, es al igual que la llorona una madre que nada pudo hacer por sus hijos, por su pueblo, por su raza. Visto de una perspectiva histórica con la  llegada de los españoles se perdieron las raíces prehispánicas, se perdió una cultura, se perdieron dos razas para fundirse en una sola, la del mexicano, no sin antes olvidar que la fundición de dos razas trajo consigo la “muerte”, la pérdida de dos culturas. Dejaron de ser españoles e indígenas, para formar mexicanos. Pero en estricto sentido “murió” la raza indígena, con y a pesar del presagio de la “gran madre”.
 
Por lo que no es de extrañar que el legado de la llorona se remonte a Coatlicue que viene a recordarnos que una vez trató de advertir a su pueblo sobre su destino, y que falló, no los puedo salvar, y ahora viene todas las noches a llorar su pena, a llorar la “muerte” de sus hijos
 
Raíces Coloniales
Malos augurios acarrea el oírla.
Dicen que su grito más doliente lo lanza al llegar a la Plaza Mayor, que allí se arrodilla… y, vuelta hacia donde estaban los viejos teocalis de los indios, besa el suelo y clama con angustia, y llena todo de aflicción.
Cuentan que amó intensamente…
– Que fue abandonada…
– Que cometió un horrible crimen…
– Que hizo correr la sangre de los suyos…
– De todos modos, habrá sufrido mucho, pobre mujer… ¿por qué no puede descansar aún?
Carmen Toscano, La Llorona
 
Transformación del mito
Recordemos que la llorona, al igual que otros muchos mitos se conservan gracias a la tradición oral, y es gracias a esta que el mito permanece de generación en generación no sin sufrir diferentes cambios y transformaciones que van adecuándose al momento social, histórico y cultural que se este viviendo. Los mitos no son ajenos a la historia de un pueblo, sino que se van enriqueciendo y transformándose con estos elementos.
 
La llorona no fue ajena a esta historia y se fue adecuando al igual que su pueblo a la conquista, paso de ser una diosa prehispánica a una mujer indígena dominada por los españoles, o mejor dicho por un español, el español que conquistó La nueva España, Hernán Cortés.
 
Los españoles al llegar a tierra mexica llegaron a imponer su lengua, su raza, su idioma, y su religión, sin sospechar que ellos mismos se mezclarían en esta nueva raza que ayudaron a crear.
 
Esta imposición de lengua, raza, cultura y religión, no fue fácil, fue un trabajo arduo, iba más allá de enseñar algo nuevo, pretendía tapar una historia, una cultura, una religión, un idioma preexistente, pretendía olvidar el pasado de un pueblo.
 
Esta olvido fue gradual, y lentamente se comenzaron a adquirir nuevas costumbres, y a dejar las antiguas, a considerarlas “herejías”, por lo que se empezó a perder la veneración a deidades prehispánicas, así como el idioma nahuatl, y las costumbres mexicas, se fueron sometiendo “a la madre patria, y a su cultura; hizo “como si” los aceptase, pero en realidad sólo hubo encinamiento, como en las pirámides, las iglesias; no hubo aceptación ni posteriormente integración” (Mendoza Eduardo, 1996)
 
La esencia indígena nunca pudo romperse del todo, y aún en nuestra cultura se puede rastrear algo de este pasado que todavía nos pertenece, al igual que en el mito todavía se pueden sentir sus rasgos prehispánicos.
 
Los elementos que permanecieron intactos fueron el llanto, o el clamor de una madre que se lamenta por sus hijos, una mujer vestida de blanco con el cabello
Largo, el grito el cual es desgarrador y la presencia del agua.
 
 
La Malinche
La llorona pasó de ser una celebre Diosa, la diosa madre, a ser La Malinche.
 
“Se trata de un ser que se ha instalado en la memoria colectiva como un símbolo
maldito y ambivalente: es el arquetipo de la traición a la patria y al mismo tiempo la madre simbólica de los mexicanos, el paradigma del mestizaje”
 
En el nombre de la Malinche están depositados muchos elementos que conforman y han conformado la identidad del mexicano, pero ante todo es la “madre” simbólica del mestizaje.
 
No es difícil de pensar porque el mito dio tan interesante giro, de la gran madre prehipánica, indígena que durante dos veces fue observadora de la muerte de sus hijos sin poder hacer nada (la primera fue en el templo, y la segunda a la llegada de los españoles), pasa a La Malinche quién “entregó” a su pueblo para ser observadora de la “muerte” de este, pero a la vez que “entregó” a su pueblo, se vuelve la madre de una nueva raza.
 
“Malintzin, Marina, Malinche…Tres fueron tus nombres, mujer: el que te dieron tus
padres, el que te dio tu amante y el que te dio tu pueblo…
Diosa, Malintzin; puta, Marina; madre, Malinche
Carlos Fuentes
 
Doña Marina, Malinalli, la Malinche regresa a este suelo con permiso divino a henchir en aire de clamores, en señal de arrepentimiento por haber traicionado a su raza
 
“¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la madre. No una madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad, como la Llorona o la “sufrida madre mexicana” que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente” (Octavio Paz)
 
La figura mítica de la Llorona es un “cúmulo de leyendas tanto rurales como urbanas” y “la mezcla de elementos indígenas y españoles manifiestan claramente el sincretismo cultural que ha producido el mito” (González Hernández 155)
 

Ejes simbólicos del mito

Los símbolos de la mitología no son fabricados, no pueden encargarse, inventarse o suprimirse permanentemente. Son productos espontáneos de la psique y cada uno lleva dentro de sí mismo, intacta, la fuerza germinal de su fuente.
 
El mito es. Nos antecede y esta impregnado de historia, de simbolismos, y de partes de nosotros mismos depositados en él.
 
Los ejes simbólicos del mito son:
 
Antes que nada y lo más importante, es una madre atormentada, una madre que mató a sus hijos, por lo tanto: un símbolo roto. Resulta así que es una figura ambivalente, odiada y amada, celestial y mundana
 
Es atemporal ya que aparece desde tiempos prehispánicos, coloniales hasta nuestros días, la temporalidad nos remite a nuestro propio tiempo, y nos recuerda que somos finitos, que nuestra vida es corta, mientras que la atemporalidad de la llorona no puede ser otra cosa que algo no humano, algo que está más allá de nuestra comprensión, del tiempo, algo eterno que se ha aparecido, y seguirá apareciéndose antes, durante y después de nosotros: La muerte
 
Representa a la mujer de todas las edades, joven, madura y anciana. En sus múltiples apariciones ha adquirido diferentes edades, representando la vida, la juventud, la fertilidad, la decadencia, para nuevamente recordarnos que ella no envejece, no muere, que está ahí y seguirá apareciendo mientras su leyenda siga viva.
 
La manera en la que camina, o levita nos recuerda que no es humana, que es un espiritú, y al igual que la connotación mexica sobre la serpiente y su conexión con el inframundo, los espíritus en nuestra tradición  popular se cree que son la conexión con el más allá, son ellos, los espiritús, o también conocidos como fantasmas, los que no son de aquí, ni son de allá, ellos nos muestran el camino al inframundo, es su labilidad, su cadencia, su transparencia, su falta de materia lo que prueba que  han desafiado el tiempo, y el espacio,  que habitan intermitentemente en ambos mundos recordándonos que no son humanos y que existe un más allá, y posiblemente un castigo “divino”, y que no somos ajenos a él, y como prueba están ellos quienes penan en ambos mundos por sus crímenes.
 
Empero, no deja de ser Tonantzin “nuestra madre”.
 

Lo siniestro

El lenguaje ayuda a organizar tanto nuestro mundo interno, como nuestro mundo externo, sin embargo hay cosas que son innombrables, que por su naturaleza escapan del lenguaje, por lo tanto se vuelve siniestro, se vuelve innombrable. Cuando un niño pierde a sus padres se vuelve huérfano, cuando un cónyuge pierde a otro cónyuge se convierte en viudo o viuda, sin embargo cuando una madre pierde a su hijo, no hay un nombre capaz de nombrar su estado, de ponerle un nombre a ese sentimiento, es entonces que es se vuelve una Llorona.
 
Además de que no existe un nombre para calificar el estado de una madre que pierde a un hijo, no existen palabras, ni entendimiento para una madre que mata o abandona a sus hijos.
 

El llanto

Entre todos los animales, el hombre es el único que llora. Se llora de tristeza, de alegría, de dolor, de angustia. Cuando alguien muere, se llora. Cuando nace un bebé, también se llora. Parecen ser muchísimas las razones por las que lloramos.
 
El llanto resulta un acto simple y familiar, tan instintivo como el latir del pulso, y tan espontáneo, pero si meditamos un poco sobre este fenómenos nos encontramos con que es todo un misterio.
 
En todas las culturas se ha considerado como necesario, y benéfico, junto al llanto encontramos un placer catártico, un placer, un lujo que ha sido más permitido al género femenino que al masculino.
 
El llanto también ha sido considerado como signo de tristeza, de vulnerabilidad, de debilidad, por tanto más característico del género débil: las mujeres. “Las lágrimas representan un arma poderosisíma del sexo débil, supuestamente el hombre se enternece ante el espectáculo de una mujer que llora” (Viillareal Javier y Barajas Rosa María, 1996). En la edad media, durante las cacerías de brujas, los abogados de las mujeres acusadas  les recomendaban que llorarán, ya que en los mitos sobre las brujas se decía que las brujas eran incapaces de llorar. Las brujas siempre han representado la antítesis de lo femenino, y han estado impregnadas de símbolos fálicos; la escoba, el poder, la incapacidad para llorar, etc.
 
La llorona plantea la universalidad de las lágrimas y nos invita a tratar de encontrar un sentido al hecho de hallar repetidamente la historia de una mujer cuya función eterna es la de llorar.
 
El llanto encolerizado de un bebe significa que el niño tiene cierta fe en su madre, y que confía en poder cambiarla. Un bebe que ha perdido la fe no se enoja. Deja de desear y de llorar, o bien llora de otra forma: lastimera y desilusionadamente. El bebé que llora furioso no se siente desvalido, se propone destruir, a todo y a todos. Algo gana un bebé cada vez que pasa por esta experiencia. En cambio, de un adulto que llora furioso es fácil pensar que lo hace ante el hecho de sentirse impotente, al contrario del bebe que parece sentirse omnipotente.
 
Cuando alguien llora de tristeza, cabe deducir que ha recorrido ya un largo camino en el desarrollo de sus sentimientos, a la Llorona la describen “clamando angustia”, incluso en su llanto encontramos cierto ritmo y musicalidad, y es en este especie de llanto y canto que la llorona al igual que el bebe que se entretiene con él.
 
Sobre los complejos procesos que llevan al llanto de aflicción: en primer lugar, implica que se ha ganado un lugar en el mundo. La llorona, un alma en pena, es un cuento popular, un mito, propio de todos los pueblos de la Tierra. La llorona asume una responsabilidad frente al medio en que vive.
 
En diferentes épocas y puntos geográficos en este planeta, parece que todo el mundo se ha puesto de acuerdo en que nuestra heroína lacrimosa debe ser del sexo femenino. La llorona tiene correspondientes en otros sitios del mundo, y en otras épocas. Se trata de una mujer mitológica que da vida y muerte: no en vano es la patrona de las mujeres que van a dar a luz.
 
Así podemos ver su correspondencia con la Isis de Egipto; en Roma, la diosa Gea, Proserpina y Lucina, igualmente diosas de las mujeres en parto y cuyos hijos mueres. Tenemos de Grecia a la terrible bruja Medea, y a Niobe. Está mujer, madre de siete hijas y siete hijos, hermosos todos, tentó al destino y provoco la envidia de Apolo y de Diana, al presumir de su desendencia. Furiosos los dioses le mataron a sus 14 hijos… Ella los sigue llorando, como lo testimonia el riachuelo que lleva su nombre. Hay cierta correspondencia también con Lorelei de los alemanes, y entre los reyes quechuas tenemos entendido que también circulaba la noticia de una mujer que lloraba interminablemente.
 
Este tema, tan usual en tantos mitos, del que encontramos versiones más modernas y suavizadas de nuestra Coatlicue, lo vemos nuevamente en los cuentos infantiles que insisten en que hay mujeres malas (madrastras como las de Blanca Nieves o Hansel y Gretel) que intentan matar niños. (En los cuentos no se consuma el filicidio). Llama la atención en este sentido que haya tantas maneras de llamar a la mujer que mata a sus hijos, a través de mitos, leyendas y cuentos. Tal parece que no se le puede nombrar directamente, sino de manera disfrazada; Bruja, hechicera, diosa, llorona, Malinche, pero no deja de producir un escalofrío por la espalda al oír nombrarla… Ella simboliza la vida, la muerte, la pena eterna, el arrepentimiento, el infinito y lo siniestro para ser breves. Esto no lo puede simbolizar el hombre, que no es dador de vida, y por tanto no puede quitarla: esto explica que no haya llorón.
 
“Entre los mitos más conocidos y estudiados está el de Edipo. Freud se asombra de que el auditorio, al ver la obra de Sófocles, aplaudiera, sin advertir que se narraba la historia de cada uno. Nosotros experimentamos exactamente la misma sensación al ver que se canta y se cuenta la llorona una y mil veces, sin advertir el drama que encierra. La llorona ha sido olvidada por el psicoanálisis, merced a negaciones y represiones puesto que encierra mucho más horror y nos es más familiar que el mito de Edipo Rey, quien al final de cuentas no es atacado de muerte por Yocasta, su propia madre, sino mantenido en vida, aunque maldito por su matrimonio con ella El mito de Edipo Rey es, pues, la contrapartida del mito más siniestro, de la llorona”
(Barajas y Villareal 1996)
 
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