Por: Esther Cohen

“Gracias a ti Rey de Reyes también por las cosas que no tengo, y gracias porque a veces paso dificultades, gracias porque a veces estoy un poco triste, porque todo es para mi bien, aun cuando no siempre veo que es para mi bien.” Extracto de la Plegaría del agradecimiento

La idea de este escrito nació ya que hace un tiempo, comencé a recitar diariamente una plegaria judía por las mañanas al despertar. Esta plegaria se le conoce como “plegaria del agradecimiento”, y junto con ella se dice otro rezo que se llama “Epístola del Rambán”. Antes de recitar éstas, solía únicamente decir un rezo que se suele decir para pedir cosas. Sin embargo, después me cayó un veinte sobre cómo en momentos nos vemos pidiendo constantemente, sin antes ser conscientes de lo que ya tenemos; y por lo mismo, las comencé a decir. A raíz de esto, me empecé a cuestionar cómo influye el agradecimiento en nuestra psique, qué promueve y qué moviliza. A mi parecer, genera un cambio de perspectiva, donde no sólo nos enfocamos en aspectos negativos o faltantes, sino que también podemos hacer lugar a los positivos.

El Rambán, o también conocido como Nahmánides, nació en España en 1194. Fue un filósofo, cabalista, médico y poeta, convirtiéndose en una figura judía sumamente importante durante su época. Al final de su vida, se mudó a Israel y desde ahí le mandó una carta a su hijo, misma que impactó e influyó ampliamente como un escrito de enseñanza y guía para el pueblo judío (Dobin, 2012), esa es la Epístola del Rambán.

A lo largo de la historia se ha venido hablando de cómo uno puede alcanzar la felicidad; filósofos, sociólogos, psicólogos, y ahora neuropsicólogos hablan de esto. Hay libros, TED Talks, películas, canciones, poemas y un mundo entero que busca entenderla y alcanzarla. Sin embargo, me parece importante relacionar la felicidad con la capacidad que tenemos de sentirnos agradecidos, no podemos sentirnos plenos, sin antes ver lo positivo en nuestras vidas. Desde una óptica neuropsicológica, se cree que el agradecer estimula nuestro cerebro. Marcela Díaz (s.f), una neuropsicóloga dice lo siguiente:

Cuando experimentamos la gratitud, en nuestro cuerpo ocurre un fenómeno biológico generador de felicidad. Nuestro cerebro libera dopamina y serotonina, que son dos neurotransmisores que nos hacen sentir bien. Este proceso biológico mejora nuestro estado de ánimo de inmediato, entregándonos felicidad.

Tala (2019) agrega que recientemente se han hecho más investigaciones para entender qué sucede a nivel neurobiológico con el sentimiento de gratitud, relacionando éste con lo que es el bienestar y cómo puede ser potenciado. Ahora, es importante destacar que la ciencia no dice que este bienestar llega de inmediato, sin embargo, si esta práctica se vuelve recurrente y un hábito de vida, traerá beneficios a largo plazo, incluyendo en aspectos como el estrés y la ansiedad.

Si bien, el concepto de gratitud está presente en todas las culturas y religiones de una u otra manera, aún puede ser visto desde distintos aspectos, ya sea como un estado emocional, la forma de responder ante circunstancias y situaciones, un rasgo u orientación de vida. Pero de acuerdo a Tala (2019) principalmente se considera al agradecimiento como un rasgo o una disposición y como un estado afectivo. El rasgo o la disposición se relacionan con una propensión del individuo a apreciar lo bueno en la vida, sintiendo agradecimiento de manera más seguida e intensa. Y la gratitud como estado emocional, puede obtenerse cuando se logra un resultado positivo y esperado de una fuente externa, como por terceros, la naturaleza o Dios (Tala, 2019).

Para llegar a reconocer el agradecimiento, es importante que uno preste atención a lo positivo que ocurre en nuestra vida, esto pareciera que está únicamente relacionado a aspectos conscientes y más superficiales. Sin embargo, nuestro aparato mental, también tiene procesos inconscientes relacionados a lo positivo, cuestión que va estrechamente ligada a la pulsión de vida.

¿Por qué nos cuesta tanto ver lo bueno? ¿Será que es un aspecto histórico sociocultural donde lo negativo siempre tiene más peso? Y, ¿cómo esto también ha influenciado el estudio de psicoanálisis? Mariam Alizade (2002) propuso que en psicoanálisis ha habido una mayor energía y atención puesta en lo negativo, la enfermedad, lo patológico, lo que hay que curar, y muchas veces se ha perdido de vista lo positivo. “Lo positivo engloba estados, experiencias, movimientos dialécticos, circuitos mentales, consideraciones metapsicológicas y funciones” (Alizade, 2002, p. 15). Entonces, no sólo se puede percibir este cambio de perspectiva desde lo neurobiológico, sino que también en lo metapsicológico hay implicaciones benéficas sobre todo aquello que moviliza esta disposición a poder ser agradecidos y mirar lo positivo.

Freud (1925, citado por Alizade, 2002) indica que el afirmar se relaciona con Eros, como el negar, tiene que ver con Tanatos. El trabajo en análisis busca reforzar la afirmación ligada a la pulsión de vida para promover lo constructivo y lo auténtico. “No basta con destruir la enfermedad. Hay que construir la salud” (Alizade, 2002, p. 16).

Melanie Klein (1957) a lo largo de su trabajo, habla sobre la relevancia e importancia tan fundamental que tiene la relación con el primer objeto siendo el pecho y la madre, ya que éste es la fuente de alimento, por lo tanto, el origen de la vida. Ella dice que, si el objeto primario es introyectado y se adhiere al yo con seguridad, se da la base para un desarrollo esperado. Ahora, sabemos que no sólo se presenta un pecho bueno gratificador, sino que también hay uno malo frustrador relacionado a las experiencias negativas que vive el bebé, incluso desde la misma experiencia del nacimiento. La cuestión, es qué tanto el bebé tiene la capacidad de catectizar a ese pecho bueno que le da todo lo que necesita, predominando en él esta sensación de amor a la madre y a eso que lo gratifica, por encima de lo malo. “El elemento de frustración por parte del pecho entra obligatoriamente en la relación más temprana del bebé con aquél, porque aún una alimentación feliz no puede reemplazar del todo la unidad prenatal con la madre” (Klein, 1957, p. 185). Es decir, no hay manera de evitar a ese pecho malo frustrador y buscar evitarlo a toda costa tampoco es algo benéfico, necesitamos de eso frustrador como parte de lo que nos permite construir el aparato psíquico; por lo que incluso, con las experiencias felices, hay una constante lucha entre amor y odio, impulsos de vida o muerte. No obstante, lo esperado es que lo positivo predomine.

Klein (1957) en el análisis con sus pacientes, halló que el pecho no es sólo un objeto físico, sino que también hay aspectos de deseos y fantasías inconscientes depositados en el pecho que van más allá del alimento. Éste es el arquetipo de la bondad, la paciencia y la generosidad. Por lo que es esto, junto con las fantasías, lo que enriquecen al objeto primario. Así, se introducen dos factores intrínsecamente relacionados, dos caras de la misma moneda: la envidia y la gratitud. La envidia ataca desde un inicio el vínculo más importante que tenemos, por lo que “es uno de los factores más poderosos, de socavamiento, desde su raíz, de los sentimientos de amor y gratitud.” (Klein, 1957, p. 181). La envidia es considerada desde Klein como una expresión oral sádica y anal sádica de impulsos destructivos, ésta dificulta la capacidad del bebé para construir un objeto bueno, ya que siente que esta gratificación que no se le concedió, se quedó en ese pecho frustrador.

Es importante destacar que la envidia, los celos y la voracidad son términos distintos. La envidia se remonta a nuestra relación más temprana con la madre e involucra a una sola persona. Es un sentimiento donde la otra persona posee algo que es deseable por lo que queremos quitárselo. La envidia va evolucionando conforme el desarrollo, es decir, en un principio es la envidia a ese pecho que lo tiene todo, posteriormente, en etapas siguientes puede ser la envidia a otro objeto. Ahora, los celos según Klein (1957), están basados sobre la envidia e incluyen a una persona más, donde se siente que el amor que el otro le debe es quitado por un rival, como lo es en la etapa edípica. Y por último, la voracidad es un deseo insaciable de vaciar al otro, es la introyección destructiva. Sin embargo, estos tres si están relacionados, y de alguna forma u otra, todos interfieren con la gratitud. Klein (1957), dice que:

La envidia, en cambio, no sólo busca robar de este modo, sino también colocar en la madre, y especialmente en su pecho, maldad, excrementos y partes malas de sí mismo con el fin de dañarla y destruirla. En el sentido más profundo esto significa destruir su capacidad creadora (p. 186).

Como se mencionó anteriormente, un pecho satisfactorio puede ser envidiado, ya que, en la cuestión de alimento, cuando el bebé siente que no se le da leche, cree que el objeto-madre la está guardando para sí. Y en análisis, se destaca que esa envidia primitiva puede ser revivida transferencialmente. Se entiende que la envidia, al igual que la capacidad de amar, son innatos, y que incluso en el pecho más satisfactorio, se van a vivir impulsos agresivos, ya que, en momentos, las circunstancias frustrantes pueden despertar envidia y odio, pero la intensidad de éstos y su manejo varía de persona en persona.

Ahora, a diferencia de aquel niño en el que no se ha logrado integrar un objeto bueno debido a su envidia, en el que sí hay una gran capacidad de amor y gratitud, tiene una relación fuerte con su objeto bueno, permitiendo que pueda tolerar ciertos momentos de envidia y odio sin ser fundamentalmente dañado. “Cuando los estados negativos son pasajeros el objeto bueno es recuperado una y otra vez. Este es un factor esencial para su consolidación y crea el cimiento de un yo fuerte y estabilidad” (Klein, 1957, p. 192).

Por todo lo anterior, no podíamos iniciar a hablar de gratitud, sin tocar el tema de la envidia. Ésta es una emoción que se va a experimentar sí o sí, puede dejar rastros sumamente agresivos en relación con los objetos y si es tan intensa y constante, impedir que podamos vivir y desarrollar la capacidad de sentir agradecimiento. Klein (1957) dice que la capacidad de amar trae como derivado el sentimiento de gratitud y ésta es esencial en el establecimiento de la relación con el objeto bueno. “El bebé sólo puede experimentar una satisfacción plena si está suficientemente desarrollada la capacidad de amar, y a su vez, la satisfacción es la base de la gratitud” (Klein, 1957, p. 193). Como se planteó en un inicio, Klein también considera que el experimentar esta satisfacción es la base de toda felicidad posterior. Cuanto más el bebé se permite gozar el acto de mamar, más se pueden sentir el goce y la gratitud de manera más profunda posteriormente en la vida y en distintos escenarios, incluida la gratificación sexual como lo dice Freud.

La autora (1957), también menciona que la gratitud está ligada a la generosidad, es decir, hay muchas cualidades como la bondad, la generosidad, la capacidad de crear que se relacionan con esta capacidad de amar y de cuidar al objeto. “La riqueza interna deriva de haber asimilado al objeto bueno, de modo que el individuo se hace capaz de compartir sus dones con otros” (Klein, 1957, p. 194). Y es que cuando se siente que con su envidia daña y destruye al objeto, puede haber una pérdida de confianza en su propia capacidad de amor. Por lo que es importante la distinción de expresiones de gratitud motivadas por sentimientos de culpa, y no por la capacidad de amar misma.

La teoría Kleiniana (1957), introduce dos posiciones por las que oscilamos a lo largo de nuestro desarrollo, mismas que modifican los mecanismos que utilizamos. En un principio, se encuentra la posición esquizo-paranoide, ésta reina en la primera etapa de vida y consiste en un yo fragmentado, predominan impulsos agresivos y una ansiedad persecutoria. Relacionando esto con la capacidad de goce, no significa que el bebé no pueda sentir plenitud y satisfacción al ser amamantado durante esta etapa, sino que se genera una disociación del objeto bueno y el malo, y gracias a esta disociación es que también se logra la integración posterior, cuando el yo está más capacitado para sintetizar estos dos aspectos e integrar al objeto, cuestión que ocurre posteriormente, cuando pasamos a la posición depresiva, aquí se siente culpa por el objeto al sentir que se daña y se busca repararlo, evitando así la envidia. Como se mencionó, utilizamos distintos mecanismos para lidiar con lo que implica cada posición, algunos de ellos pueden ser la idealización y la desvalorización como maneras de luchar contra la envidia, aquellos que logran establecer su objeto primario con seguridad, son los mismos que pueden guardar su amor hacía él a pesar de sus defectos, sin embargo, la idealización en otros suele ser característica de la relación con sus objetos. Ahora en cuanto a la desvalorización y la ingratitud, éstos también son una defensa contra la envidia que pueden aparecer en cada etapa del desarrollo y de la misma manera que la idealización, permear como característica en sus relaciones de objeto (Klein, 1957).

La gratitud permite esta reparación, se repara el objeto bueno y se introyecta. Ya que si hay un yo suficientemente fuerte, un entorno que responde, que no nos somete a frustraciones constantes y si se desarrolla la tolerancia a la frustración, se va a facilitar esa integración de la que se hablaba anteriormente, ya que cuando se está atravesando por la posición depresiva, el bebé es más capaz de enfrentar su realidad psíquica y puede “sentir que la maldad del objeto se debe en gran parte a su propia agresividad y a la proyección consiguiente” (Klein, 1957, p. 201) y esto en consecuencia, genera un dolor espiritual y culpa que deben de ser elaborados. Significando que necesitamos estar en una posición depresiva para poder integrar progresivamente estos sentimientos de amor y odio, las partes buenas y malas de la madre, así como atravesar duelos ligados a sentimientos de culpa (Klein, 1957). Por lo que también la gratitud puede ser una forma de aliviar tensión y de descarga en estos estados de culpa y elaboración de duelo por los objetos internalizados.

Así que de manera general entendemos que se puede agradecer cuando ya se resolvieron los conflictos y duelos correspondientes a la historia de vida de cada uno. No hablo únicamente de la primera etapa, sino que constantemente estamos en este ir y venir, integrando a nuestros objetos, elaborando duelos relacionados a la culpa y permitiéndonos sentir ese agradecimiento y llenarnos de esa capacidad de amar, a pesar de los impulsos agresivos y la envidia que se pueden llegar a presentar en ocasiones. Pero, si estamos constantemente peleando con nuestras imagos y con nuestra historia, va a ser muy difícil que podamos integrar, reparar y en consecuencia sentirnos agradecidos. Siendo que la elaboración de esta posición depresiva depende que la envidia hacia el objeto no haya sido excesiva.

De manera transferencial, en el análisis también se puede experimentar tanto la envidia, como la gratitud. “Si el alimento y el objeto primario buenos no pudieron ser aceptados y asimilados en el estadio más temprano, esto se repite en la transferencia, perjudicando el curso del análisis” (Klein, 1957, p. 190). Por lo que las defensas contra la envidia, como la desvalorización o la voracidad, también se pueden ubicar en relación al analista. Sin embargo, una persona con mayor capacidad de sentir gratitud puede verse más beneficiado del análisis por permitirse recibir del otro sin tener que desecharlo, como, por ejemplo, aceptar una interpretación que le puede ser útil con gratitud. Para esto, Klein (1957) agrega:

En forma similar a la que se produjo en la infancia, las experiencias felices repetidas de ser alimentado y amado influyen en la consolidación del objeto bueno; del mismo modo, en el análisis, las experiencias repetidas de la efectividad y verdad de las interpretaciones dadas llevan al analista y, retrospectivamente, al objeto primario, a ser estructurados como figuras buenas (p. 238).

Por lo tanto, ése es el trabajo que nos toca como analistas, ayudar al analizando a aceptar su historia, a hacer las paces con ella, así como con sus objetos, para que de esa manera pueda ver lo positivo, lo que sí hay, y en consecuencia sentir gratitud.

Y esta gratitud, puede ser desde un lugar generalizado hacía nuestra vida, o el hecho de agradecer al otro cotidianamente (Alizade, 2002). Ya que, si nos detenemos únicamente en la falta, no podremos pasar a mirar lo que sí hay. Este trabajo implica tener la capacidad de ver al otro y prestar atención a nuestro entorno, saber que hay factores externos que también influyen en nuestro bienestar emocional. Esto, se podría relacionar como parte del desarrollo con el narcisismo secundario de Freud, donde ya ponemos nuestra libido en los otros; al poder mirarlos y hacerlos parte de nuestro mundo interno, podemos agradecer. Mariam Alizade (2002) menciona que deberíamos buscar trabajar en:

Rescatar el potencial de positividad subyacente en un funcionamiento mental perturbado. Trabaja en el área pequeña, escasamente desarrollada, la zona salvada de la enfermedad, el lugar psíquico por donde pueden asomar la liviandad, el buen humor, el disfrute. Es la isla psíquica saludable conservada (p. 16).

A lo largo de mi corta experiencia en la clínica, me he dado cuenta que no hay nada más satisfactorio que esos intercambios de gratitud entre analista y analizando. Nosotros como analistas estamos constantemente expuestos a los aspectos más vulnerables y dolorosos de la psique de nuestros pacientes, pero también a los aspectos más nutricios y enriquecedores de ellos. Y como se mencionó anteriormente, en la relación analítica también hay destellos de envidia y de gratitud; en momentos nos toca ser ese pecho gratificador, pero en otros, ese pecho frustrador, sin embargo, la idea es integrar ambos y que el paciente vaya formando esa capacidad de ver las partes buenas y no sólo las malas. Así vamos construyendo una historia junto con éste en donde ambos, paciente y analista nos vemos profundamente movilizados.

Creo que la experiencia del análisis per se, es también una experiencia espiritual que nos lleva al agradecimiento. Ya que he podido observar, incluso en pacientes donde el vínculo está siendo constantemente atacado por la envidia, que el trabajo permite que después de mucho tiempo, existan momentos donde se puedan sentir agradecidos y recibir de nosotros, y pienso que eso nos indica que vamos por buen camino.

Qué bonito y gratificante es para uno como analista, cuando los pacientes se sienten agradecidos, y esto no necesariamente implica que lo pongan en palabras, ya que no todo es agresión, uno se da cuenta cuando el paciente está agradecido y cómodo. Hay distintas formas de sentirse agradecidos, como por ejemplo: ya sea porque vienen a sus sesiones, hablan durante su espacio, los pacientes que se van y te mandan a otra persona, los pacientes que sin querer pagaron por adelantado y sabemos que están queriendo decir algo, los pacientes que en fin de año hacen todo un recorrido del trabajo que se ha hecho a lo largo del año con ellos, cuando perciben ciertos cambios o incluso cuando deciden abandonar el tratamiento pero se van contenidos y agradecidos. Son diferentes maneras de expresarlo y sabemos que esto es subjetivo de cada paciente, pero en gran mayoría son actos libidinales, donde se puede percibir una sensación de satisfacción, de sentirse plenos con el trabajo y en consecuencia de sentirse agradecidos.

Y ahora en la contraparte, esta gratitud que uno puede sentir como analista es sumamente satisfactoria. Siendo ésta una labor en la que por momentos puede predominar la frustración, principalmente al inicio, donde tenemos poca experiencia, estamos aprendiendo, nos topamos con demasiados retos y a veces, con una sensación abrumadora de no saber qué estamos haciendo o no sentirnos suficientemente buenos analistas, uno se podría quedar con esa sensación que únicamente que desencadena estrés y angustia. O cambiando la perspectiva, uno aprende a tolerar y con el paso de los años, se va permitiendo sentir ese agradecimiento por lo que nuestro trabajo nos enseña, por todas las vidas a las que nos es permitido entrar y cómo esto genera que nos vayamos sintiendo más cómodos en nuestro cuerpo como analistas, más seguros de saber que nuestro trabajo funciona y que los pacientes confían en lo que se está haciendo junto con ellos, generándose en consecuencia una profunda sensación de gratitud.

Ya hicimos un recorrido de cómo esta capacidad de amar que posteriormente genera la capacidad de gratitud se forma a lo largo de nuestro desarrollo. Y cómo la relación con el objeto primario es definitorio para lograr esto e integrar lo bueno y lo malo, trayendo una sensación de plenitud, satisfacción y un deseo porque predomine lo libidinal hacia nuestros objetos, tolerando la envidia y buscando reparar cuando se dañan. Ahora, me gustaría concluir este escrito invitándonos a explorar lo que es el agradecimiento en nuestras vidas. Saber que la práctica y la capacidad de agradecimiento tanto consciente como inconscientemente, es una capacidad creadora que fomenta la autenticidad y que, de manera paradójica, a pesar de que por un lado nos hace sentir plenos y satisfechos, también abre más espacio y lugar a lo positivo. En donde a veces las palabras sobran o no alcanzan, queda una simple sensación que refleja crecimiento y bondad, eso es la huella que deja nuestra capacidad de agradecer.

 

Bibliografía