Por: Bernardo Martiñón

“No es necesario destruir el pasado, se ha ido; pero en cualquier momento, puede volver a aparecer, parecer ser y ser presente…” John Cage

“Desde los inicios del psicoanálisis se ha venido utilizando la metáfora de la relación madre- bebé para comprender mejor la situación analítica. Esta manera de abordar el proceso psicoanalítico se ha incrementado progresivamente en los últimos años gracias a los conocimientos adquiridos a través de la observación e investigación de la interacción padres-niños. En este sentido, el tratamiento psicoanalítico es comparado cada vez más a un proceso de desarrollo, similar al que viven los niños en su relación con los padres, lo cual se ha reflejado vigorosamente en la manera en que los analistas disciernen las vicisitudes de la transferencia y los efectos de sus intervenciones” (Coderch, 2001 pp. 82).

Tal como lo decía Winnicott, la relación madre-bebé es una unidad inseparable. De hecho, afirmó que no existe tal cosa como un bebé. De igual manera, se podría decir que no hay tal cosa como una madre; es decir, no podemos pensar al bebé separado de su madre y a la madre separada de su bebé; la dupla es indisoluble (Torres Vilar, 2006). Así como no podemos pensar al bebé sin su madre, no podemos pensar al analizante sin su analista. Tal como lo menciona Eduardo Distel (2013), “el analista, al igual que una madre, sueña el análisis mediante su reverie, y lo devuelve al paciente a través de la interpretación”. A este respecto, cabe mencionar que el psicoanálisis “aspira a ayudar al paciente a superar sus dificultades a través de promover en él un cambio psíquico. Con la finalidad de alcanzar dicho cambio psíquico, paciente y analista entablan una relación estrecha y compleja” (Coderch, 2001 pp. 87).

¿De qué orden es esta relación? Se trata de una relación singular, diferente a las relaciones de familia o de amistad. Es una relación que se genera dentro un espacio analítico. Distel (2013) menciona que “se crea una relación bipartita en donde el intercambio de inconscientes esté abarcando más allá del espacio físico del consultorio”. Es posible decir que es una relación en la cual el pasado se entrelaza con el presente. Aunque la idea de entrelazar el pasado con el presente pudiera sonar ilógica, para quienes estamos adentrados en el campo del psicoanálisis, no es nada extraño. ¿De qué manera estos momentos pueden reunirse?, ¿cómo puede el pasado entrelazarse con el presente? Partiendo de la cita inicial, ¿cómo puede ser que el pasado pueda volver a aparecer, parecer ser y ser presente? En este sentido, el psicoanálisis nos arroja mucha luz en la comprensión gracias al fenómeno llamado transferencia.

Para el psicoanálisis, la transferencia es un concepto medular, se podría decir que es la piedra angular. Es de importancia tal que Corderch (1995 pp. 87) menciona de la siguiente manera el lugar fundamental que ocupa este fenómeno: “casi toda teoría de la técnica psicoanalítica se halla dedicada a estudiar la transferencia y la forma de hacer posible su interpretación. La mayor parte de nuestros conocimientos actuales acerca del mundo interno, de las relaciones de objeto y la psicopatología intrapsíquica se debe a la comprensión que nos ha proporcionado el análisis de la transferencia”.

En vista de su relevancia en el campo psicoanalítico, es importante aproximarnos a contestar la pregunta: ¿Qué es la transferencia? Podemos partir desde lo más concreto de su significado de acuerdo con la Real Academia Española (2024), la cual indica que este concepto proviene del verbo transferir, cuya raíz se encuentra en el latín transferre, entendido como la acción de pasar o llevar algo desde un lugar a otro, conceder un dominio o un derecho. Laplanche y Pontalis en el Diccionario de Psicoanálisis (1996) coinciden con lo anterior pues indican que la palabra transferencia “no pertenece exclusivamente al vocabulario psicoanalítico ya que posee un sentido muy general, parecido al de transporte, pero que implica un desplazamiento de valores, de derechos, de entidades, más que un desplazamiento material de objetos” (pp. 439). Adentrándose en el ámbito psicoanalítico, estos autores plantean la siguiente aproximación al concepto: “proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de relación establecida con ellos y, de un modo especial, dentro de la relación analítica. Se trata de una repetición de prototipos infantiles, vivida con un marcado sentimiento de actualidad” (pp. 439). Y agregan que “este término ha adquirido una extensión muy amplia llegando a designar el conjunto de los fenómenos que constituyen la relación del paciente con el psicoanalista” (pp. 439).

Joan Coderch (1995 pp. 88) en su libro La interpretación en Psicoanálisis. Fundamentos y teoría de la técnica, menciona que “exceptuando una breve mención en Estudios sobre la histeria (1895), la primera referencia al fenómeno de la transferencia lo realizó Freud en Fragmento de análisis de un caso de histeria (1905)”. Y menciona que Freud definió este fenómeno como: “una clase especial de estructuras mentales, fundamentalmente inconscientes. Son reediciones, recreaciones de las mociones y fantasías que a medida que el análisis avanza no pueden menos que despertarse y hacerse conscientes; pero lo característico de todo género es la substitución de una persona anterior por la persona del médico”.

Por su parte, Ralph R. Greenson (1976) en su libro Técnica y Práctica del Psicoanálisis agrega que Freud (1905a, pp. 116; 654) mencionó que la transferencia es “un género especial de relación respecto de una persona; es un tipo característico de relación de objeto. Lo que la distingue principalmente es el tener por una persona, sentimientos que no le corresponden y que en realidad se aplican a otra. Fundamentalmente, se reacciona ante una persona presente como si fuera una del pasado. La transferencia es una repetición, una reedición de una relación objetal antigua”. Y enfatiza lo siguiente: “es un anacronismo, un error cronológico. Se ha producido un desplazamiento; los impulsos, los sentimientos y las defensas correspondientes a una persona de pasado se han trasladado a otra persona del presente. Es primordialmente un fenómeno inconsciente, y la persona que reacciona con sentimientos de transferencia por lo general no se da cuenta de esta distorsión”. Además, es importante señalar, como dice Freud (1912a, pp. 104;416; & Anna Freud, 1936 pp. 18 como se citaron en Greenson, 1976), “las personas que son causa original de las relaciones de transferencia son personajes importantes y significativos de la primera infancia”.

Considerando lo dicho por Freud anteriormente y siguiendo las ideas de Melanie Klein (1952 como se citó en Coderch, 1995 pp. 90), podemos decir que la transferencia “aparece como una reproducción, en el presente de la sesión analítica, de las vicisitudes, vinculaciones emocionales y conflictos que el paciente experimentó en su primera infancia con sus objetos. Estas primeras experiencias emocionales no han desaparecido, sino que forman parte de su estructura psíquica, ya que en el inconsciente no hay una distinción clara entre pasado, presente y futuro, y debido a ello configuran el posterior modelo de relaciones, al cual las especiales características de la situación analítica permiten surgir de forma nítida y extensa. Debe tenerse en cuenta que también las peripecias más tardías de las relaciones objétales conforman el fenómeno de la transferencia, lo cual da lugar al hecho de que en ésta se manifiesten los diversos niveles de relaciones que han ido estructurándose en el curso de la vida, desde el nacimiento hasta el inicio del tratamiento psicoanalítico. En el tratamiento psicoanalítico el pasado y el presente aparecen integrados en la mente del paciente”.

Por lo anterior, es posible señalar que en la transferencia se entrelaza el pasado con el presente, pues si bien es una repetición del pasado, este fenómeno se enmarca en una relación actual, es decir, del presente. Tal como lo indica Alejandro Radchik (2024) en su libro Mapas de lo inconsciente “la transferencia consiste en reeditar las vivencias infantiles sobre la figura del analista; se trata de recrear la propia neurosis para desarrollar la llamada neurosis de transferencia. Esta neurosis de transferencia es la herramienta básica del proceso psicoanalítico, pues reproduce y reescenifica las maneras en que el paciente se relaciona con los demás, en el campo del análisis. La transferencia permite trabajar en el presente, el aquí y ahora de la persona, lo de allá y el entonces (pp. 111). Y, de hecho, Coderch (1995 pp. 88) así lo concibe, pues menciona que se trata de “una serie de vivencias psíquicas anteriores, pero que no son revividas como algo pasado, sino como vínculo actual con la persona del médico”.

Fabio Herrmann (1996) en su libro Clínica psicoanalítica. El arte de la interpretación dice que, en los comienzos del Psicoanálisis, la noción de transferencia era muy estrecha. Se le concebía como era una “especie de fuerza de sustitución, responsable, en la mayoría de los casos, del hecho de que ciertos clientes se apasionaran por el terapeuta o de que a veces lo odiaran. Entonces se pensaba que el paciente confundía la figura del médico con la figura del padre o madre, o de manera más general, que una persona de su pasado remoto y patrones de reacciones infantiles eran reeditados en la situación analítica. Tratándose de un juego de figuras no era, por lo tanto, de “verdad”. Así se oponían cuidadosamente las actitudes realistas del analizando, adaptadas a la situación real, a las transferencias, expresadas por fantasías” (pp. 26). En este sentido, cabe mencionar lo que indica Strachey (1934 como se citó en Coderch, 2001, pp. 80), “tradicionalmente, la transferencia ha sido vista como una distorsión de la persona del analista al serle proyectadas las imágenes internas del paciente”. De hecho, Freud (2008 pp. 306) en el texto Sobre la psicoterapia de la histeria menciona que “la trasferencia sobre el médico acontece por enlace falso”. Con relación a los planteamientos anteriores, es importante señalar que Herrmann (1996 pp. 27) argumenta que “la clínica del psicoanálisis es algo semejante a las diversiones infantiles donde se crea una situación “de mentira” para que el niño pueda experimentar verdades de otro modo intangibles todavía: ser madre, ser bandido, ser un muerto, nacer de nuevo, etc. En la clínica se arma un campo “de mentira”.

Siguiendo la línea de pensamiento de que la transferencia es una relación de “mentira” o una “falsa conexión”, Jacques Lacan (2003) en su Seminario 8 “La transferencia” en el texto “La transferencia en presente” menciona que “la presencia del pasado es la realidad de la transferencia” (pp. 202). En ese sentido, continúa Lacan “la transferencia aparece, propiamente hablando, como una fuente de ficción. Y, en consecuencia, me parece, por fuerza hay que integrar inmediatamente a la función de la transferencia el término de ficción. En primer lugar, ¿cuál es la naturaleza de esta ficción? Por otra parte, ¿cuál es su objeto? Y si se trata de ficción, ¿qué es lo que se finge? Y puesto que se trata de fingir, ¿para quién? (pp. 203).

Herrmann (1996 pp. 25, 26), nos ayuda a pensar sobre estas interrogantes y nos aclara cuál es la naturaleza de esta ficción llevándonos a pensar en uno de los elementos del campo psicoanalítico, como lo es el consultorio, ya sea físico o incluso, virtual. Señala: “el consultorio psicoanalítico es un lugar extraño. Cuando un paciente llega a sesión y entra a un consultorio es como si atravesara umbrales interdimensionales y se encontrase en otro mundo; mundo que es rigurosamente dicho, su mundo y, al mismo tiempo, es lo desconocido. En él el tiempo se concentra absurdamente, décadas de vida pasan en minutos; el espacio se retuerce, él está simultáneamente en muchas partes; su identidad se esfuma y después se condensa en formas caprichosas e imprevistas. Podemos concebir al consultorio psicoanalítico como uno de esos campos de fuerza de la ciencia ficción, con la diferencia de que, en nuestro caso, existe y funciona. Funciona gracias al campo transferencial”.

A partir de estos planteamientos, ¿cabría la posibilidad de pensar la transferencia a partir del término de transficción? De acuerdo con la Real Academia Española (2024) el prefijo “trans” significa “a través de” y la palabra ficción proviene del verbo fingir que denota la idea de aparentar, simular, figurar, falsear o disfrazar. Ahora bien, ¿estos planteamientos a dónde nos llevan? ¿Es a través de una situación de mentira o falsa conexión que se establece la relación analítica? Entonces, ¿dicha relación está basada en una mentira? ¿No hay en la transferencia algo de real, verdadero o genuino? Herrmann (1996) menciona que “la clínica arma un “campo de mentira” en el que se crea un hombre nuevo, el hombre psicoanalítico que revelará la verdad del cliente, la concatenación lógica de sus emociones, su sentido desconocido hasta entonces. Ese hombre psicoanalítico contiene todo lo que el campo transferencial es capaz de revelar al paciente y al analista. Como una sombra producida por el sol de las interpretaciones él se crea en el análisis y se deshace en el análisis, dejando un conocimiento de otro modo intangible. Es una construcción operacional. El terapeuta le propone al paciente un mundo de mentira, el campo transferencial, donde se suspende provisoriamente el imperio de la materialidad fisiológica.

De hecho, Freud en la 27ª Conferencia “La Transferencia” (2008 pp. 386), menciona esta idea cuando plantea que, “tras el arduo trabajo de un psicoanálisis, el neurótico tiene en el interior de sí algo menos de inconsciente y algo más de consciente que antes. El neurótico curado ha devenido en realidad otro hombre, aunque en el fondo, desde luego, siga siendo el mismo: ha devenido lo que en el mejor de los casos y bajo las condiciones más favorables podía devenir. Pero esto es mucho. Cuando sepan todo lo que es preciso hacer y el esfuerzo que se requiere para implantar esa alteración en apariencia tan ínfima de su vida anímica, advertirán la importancia que posee esa diferencia de nivel psíquico”.

Por su parte, Lacan (1993) indica que es “imposible eliminar del fenómeno de la transferencia el hecho de que se manifiesta en la relación con alguien a quien se le habla. Este hecho es constitutivo. Constituye una frontera, y nos incita al mismo tiempo a no diluir el fenómeno de la transferencia en la posibilidad general de repetición que constituye la existencia misma del inconsciente”. Este planteamiento, nos lleva a pensar a la transferencia no solo como una repetición del pasado o una situación de mera simulación. Esto nos brinda la posibilidad de pensar a este fenómeno como algo real o genuino.

A este respecto Greenson (1976 pp. 219, 220) aclara el concepto de “relación real” entre paciente y analista y menciona: “la palabra “real” en la expresión relación “real” puede significar “realista”, “orientada hacia la realidad”, “hacia lo real”, “no deformada”, en contraste en la palabra transferencia, que connota lo irreal, deforme e impropio, lo no realista. La palabra real puede significar también lo verdadero, genuino, auténtico y cierto, en contraste con lo artificial, sintético o supuesto. El término relación real se refiere a la relación genuina y realista entre analista y paciente. Tanto en el paciente como en el analista, las reacciones de transferencia son impropias e irreales, pero genuinas y sentidas”.

Por su parte, Herrmann (1996 pp. 27) enfatiza los elementos de realidad en la relación analítica pues señala: “Si un paciente ama u odia durante la sesión, lo hace de verdad, realmente lo siente, es una fantasía-realidad en la transferencia. Tal vez cambie de sentimientos más deprisa que en lo cotidiano, pues el analista, está junto a él, para descifrar los sentidos de sus emociones. Pero lo que sintió, lo sintió. Es el campo transferencial lo que revela un hombre distinto en aquel ser cotidiano que entró al consultorio, un hombre desconocido que entró al consultorio, un hombre desconocido de sí mismo, pero profundamente verdadero.

Greenson (1976 pp. 221) añade que “en los adultos, todas las relaciones con la gente son una mezcla con distintas proporciones de transferencia y realidad. No hay reacción de transferencia, por fantástica que sea sin un germen de verdad y no hay relación realista sin algo de fantasía de transferencia. Todos los pacientes en tratamiento psicoanalítico tienen percepciones y reacciones realistas y objetivas con su analista junto con sus reacciones de transferencia y su alianza de trabajo”. A partir de esto, Hermann (1996 pp. 26), apunta a que ya no sería necesario distinguir fantasía de realidad o entre reacción realista o transferencial, sino más bien nos invita a pensar que “absolutamente todo lo que el analizando dice sea potencialmente tratado como si fuera una vasta y bella metáfora de su vida anímica, de su estar presente aquí y ahora”

Estos argumentos nos animan a pensar en una “versión más viva y ágil de la transferencia” que nos la presenta Betty Joseph (1989 como se citó en Coderch, 2001 pp. 131) cuando habla de la transferencia como “una relación llena de vida en la cual hay constantes movimientos y cambios”.

De hecho, en la perspectiva del psicoanálisis relacional, la transferencia es vista como una creación conjunta en la cual el analista, con su propia personalidad y técnica, juega un rol crucial en su formación y transformación. Similarmente, en la contratransferencia, las características del analista se entrelazan con el impacto que el paciente tiene sobre él. Dentro de este enfoque, tanto la transferencia como la contratransferencia emergen de la dinámica total e interactiva entre el paciente y el analista, y no son consideradas necesariamente distorsiones. Ambas funcionan como mecanismos para regular la interacción entre las dos partes. Así, la transferencia es entendida como un fenómeno psíquico basado firmemente en la realidad y en los atributos individuales del analista. A pesar de que no todos los analistas adoptan el enfoque relacional, hoy en día es complicado sostener la idea de que el analista actúa simplemente como un lienzo en blanco sobre el cual el paciente proyecta su mundo interno (Coderch, 2001 pp. 131).

Todo lo anterior, nos lleva a considerar que el establecimiento de una atmósfera de seguridad y confianza es esencial para la acción terapéutica. Para lograrlo, “paciente y analista han de compartir sus distintas percepciones de la experiencia que están viviendo juntos. Cuando en la relación analítica se reactivan las antiguas pautas patológicas del paciente, quedarán contrastadas con las más útiles y flexibles formas de relación que paciente y analista estructuran de manera inteligible y negociada” (Coderch, 2001 pp. 132).

La transferencia se va tejiendo en la relación que sucede entre el analizante y analista, cruza tiempos, espacios y personas, pareciera ser y está presente en el encuentro y proceso analítico.

Gracias a ella se genera una relación auténtica, en el sentido de que, si bien conserva elementos anteriores, es una forma nueva de relación, que no puede ser repetida por nadie más ni igualada por ningún otro. Es una relación genuina, verdadera, basada en la verdad del paciente, singular y único, en la cual, el analista, también singular y único, marca también la relación, y ambos construyen un camino con su propia dirección y rumbo.

Bibliografía

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  • Freud, (2008). 27a conferencia. La transferencia. (J. L. Etcheverry, Trad.). En J. Strachey (Ed.), Sigmund Freud, obras completas: Vol. XVI: Conferencias de introducción al psicoanálisis (Parte III) – (1916-1917). (2a. ed., pp. 392-407). Amorrortu Editores. (Trabajo original publicado en 1916-17 [1915-17]).
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