Por: Karen von der Meden
“Si quieres hacerte una idea de cómo se verá el futuro, figúrate una bota aplastando un rostro humano… incesantemente.” (Orwell, p. 239)
Primero, una breve presentación:
1984 de George Orwell es una novela distópica que nos presenta un mundo y un orden social que se basan en el terror y en un régimen totalitario político y de pensamiento, donde su protagonista Winston Smith es uno de los camaradas del Partido. Él, si bien no es de la clase dirigente del Partido Interior del territorio ficticio de Oceanía, sí tiene acceso a información privilegiada. Winston trabaja en la Oficina de Registros del Partido del Gran Hermano, lo cual quiere decir que su día a día consiste en reeditar continuamente artículos, folletos, impresiones de cualquier tipo que contengan información que el partido ha decidido que ya no le es útil y que por lo tanto ha dejado de ser verdad. Si de pronto el Gran Hermano, líder gobernante de Oceanía, dice que se encuentran en guerra con Asia Oriental, la guerra que hasta entonces había sido con Eurasia deja de existir, es más, nunca existió. Todo es cambiado en ese instante y los viejos documentos son arrojados a los “agujeros de memoria” en las oficinas donde trabaja Winston y son olvidados. Y no sólo eso, sino que también la memoria colectiva de los habitantes de Oceanía cambia como la marea que dicta su líder, por lo que no queda registro de nada más que el presente perpetuo, no queda nada distinto a eso ni en los documentos ni en la memoria. Salvo en Winston Smith, que sí recuerda y que por lo mismo se ha vuelto un criminal para el Estado.
De esta manera, comienza la historia de 1984. Cabe mencionar, que lo que va ocurriendo está narrado desde la perspectiva de Winston y por eso nos enteramos de lo que realmente piensa, porque por fuera no ofrece ninguna pista de que hay algo en su interior distinto a los dictámenes del Partido. Por lo mismo, me interesa abordar temas relacionados a él, aunque debo decir que no estaré ni cerca de escribir sobre todos, pero que son puntos importantes sobre los cuales Winston comienza a reflexionar: su existencia, la realidad, la libertad y la condición humana.
Para empezar, necesito abordar algunos conceptos importantes de la novela de Orwell. El paracrimen, el crimental y el doblepensar son algunas palabras de la neolengua que propone Orwell. La neolengua es parte del vocabulario aceptado por el Partido y que comprenden y ejecutan las demandas del mismo. A su manera, para el Partido la neolengua tiene el propósito de reducir el número de palabras existentes, es decir, las corta, las junta, las distorsiona para así achicar la capacidad del lenguaje y por ende la expresión de ideas, dificultando la creación de pensamientos más complejos por falta de verbos, adjetivos, y sustantivos que los sostengan. En el mundo creado por Orwell, hay todo un departamento encargado de ello. Todo lo considerado innecesario, o que pudiera ser contrario a los ideales del Partido, se va borrando. Por ejemplo, un crimental es un criminal o crimen mental que implica haber pensado en algo que pudiera atentar contra el Estado. La palabra paracrimen significa la capacidad de frenar los crímenes propios de la mente, que sean voluntarios o involuntarios da igual. Y finalmente, el doblepensar que es “la facultad de saber que todo lo que disponga el Partido es una certeza, así sea decir que el blanco es negro, y de olvidar que alguna vez se creyó en lo contrario, porque el pasado ha quedado irrevocablemente cambiado en este proceso.” (Orwell, p. 188) Y de la misma manera, si al Partido le conviene decir que el blanco es blanco, así ha sido siempre y se debe olvidar que alguna vez cambió y que alguna vez se olvidó ese cambio también.
Doblepensar, en este sentido, implicaría que cada persona le “gana” a su propia memoria y controla esos pensamientos para desmentirlos ajustándose a la verdad impuesta. Winston lo describe así:
“Decir mentiras a la vez que se cree sinceramente en ellas, olvidar todo hecho que no convenga recordar, y luego, cuando vuelva a ser necesario, sacarlo del olvido sólo por el tiempo que convenga, negar la existencia de la realidad objetiva sin dejar ni por un momento de saber que existe esa realidad que se niega…, todo esto es indispensable. Incluso para usar la palabra doblepensar es preciso emplear el doblepensar.” (Orwell, p. 190)
Bajo las reglas de 1984, la memoria falla cuando se recuerda algo distinto a lo que dicta el Partido. Y Winston quiere recordar, quiere encontrarle sentido a la realidad más allá de lo permitido, porque él ve cosas que le exigen deshacer su memoria. En términos psicoanalíticos, da pie a cuestionarnos si lo que ocurre es una negación, una desmentida, si se hace uso de la represión o si es un desalojo de la memoria. La negación, de acuerdo al Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis, es un “procedimiento en virtud del cual el sujeto, a pesar de formular uno de sus deseos, pensamientos o sentimientos hasta entonces reprimidos, sigue defendiéndose negando que le pertenezca” (Laplanche y Pontalis, 2004, p. 234). La desmentida o renegación tiene la siguiente definición: “modo de defensa consistente en que el sujeto rehúsa reconocer la realidad de una percepción traumatizante, principalmente la ausencia de pene en la mujer. Este mecanismo fue especialmente invocado por Freud para explicar el fetichismo y las psicosis” (Laplanche y Pontalis, 2004, p. 363). En el sentido planteado por Freud, la renegación sería fantasear un pene en el cuerpo femenino, para sentirse a salvo de ser castrado. La renegación no implica una alucinación, sin embargo es un como si, con la finalidad de salvaguardar al yo. Por otra parte, tendríamos la represión[1], “[…] operación por medio de la cual el sujeto intenta rechazar o mantener en el inconsciente representaciones (pensamientos, imágenes, recuerdos) ligados a una pulsión. La represión se produce en aquellos casos en que la satisfacción de una pulsión (susceptible de procurar por sí misma placer) ofrecería el peligro de provocar displacer en virtud de otras exigencias” (Laplanche y Pontalis, 2004, p. 375). Y por último, el desalojo o forclusión es un término acuñado por Lacan que se refiere a un rechazo primordial de un significante fundamental (como es el caso del falo como significante del complejo de castración) y que, por lo mismo, es echado fuera del registro simbólico del sujeto. De esta forma, los significantes repudiados no están integrados en el material reprimido de lo inconsciente, sino que regresan al sujeto desde lo real en un fenómeno alucinatorio (Laplanche y Pontalis, 2004, pp. 380-381).
Considero que todos los mecanismos anteriormente mencionados tienen lugar en el doblepensar de Orwell. Al final de cuentas, falsificar y deformar la verdad requiere de mucho esfuerzo mental y de astucia. Imaginemos la siguiente situación de 1984: Ustedes están acostumbrados a que el Partido les dé una ración de café de 30 gramos cada cierto tiempo. En un momento dado, les informan que debido a una victoria del Partido contra sus enemigos, va a haber un aumento de la ración de café a 20 gramos. Normalmente, no nos haría sentido. Sin embargo, aplicando el doblepensar podemos aceptar genuinamente que la ración “ha aumentado” de 30 a 20 gramos y debido a este aumento podemos sentirnos agradecidos. En primer lugar, debo de estar segura de no sentir absolutamente nada que no sea júbilo y exaltación, ¡qué maravilla! Todo lo demás se reprime y se vuelve inconsciente. Si yo claramente recuerdo y puedo pensar en la disonancia entre lo que se ha anunciado, debo negar que lo reconozco, debo reprimir el recuerdo de una realidad diferente y quizás agregar más detalles para que la nueva versión de mi memoria se vea más convincente, para que la negación y la represión se mantengan.
En el caso de la renegación, pienso en las descripciones de Orwell sobre el estado decrépito de la ciudad. Una ciudad en ruinas, consumida por la pobreza y la decadencia, pero que al vivir en ella debes experimentarla cómo si vivieras entre lujos. ¿Cómo resolver el conflicto entre las ruinas que ves y el discurso de que el Partido es todopoderoso y provee? ¿Cómo ver lo que no está ahí? No como alucinación, sino como una cuestión de que si el pensamiento registra que el Partido no provee y se ven sus grietas, puede ser su debilidad o su fin, por lo que no puedes aceptar tal verdad y ves lujos en su lugar para acomodar la realidad a la verdad que debes creer. Y por último, el desalojo o forclusión me hace pensar únicamente en un ejemplo casi al final de la historia, donde Winston comienza a alucinar por momentos que sí ve eso que el Estado le demanda que vea.
Sobre esta misma línea, también podemos pensar en la función defensiva del paracrimen, como un mecanismo de defensa que frena en seco el impulso a pensar, que inhibe el pensamiento. En la novela, un paracrimen equivale a una estupidez protectora (Orwell, p.188), que de trasfondo tiene un control tan completo sobre los propios procesos mentales como el control de un contorsionista sobre su cuerpo. Junto a dejar de pensar, también viene el doblepensar, que como ya vimos tiene un impacto directo en lo que se conoce como la realidad externa, así como ocurre en la realidad interna de los sujetos. Para Winston Smith, la preocupación nace de qué sucede con el pasado y con la realidad que él observaba (y recordaba) y sobre si todo esto realmente podía existir.
“No es sólo que el pasado cambiara, es que cambiaba continuamente. Lo que más le producía a Winston la sensación de una pesadilla es que nunca había llegado a comprender claramente por qué se emprendía la inmensa impostura. […] Al final, el Partido anunciaría que dos y dos son cinco y habría que creerlo. […] Su filosofía negaba no sólo la validez de la experiencia, sino que existiera la realidad externa. La mayor de las herejías era el sentido común. Y lo más terrible no era que le mataran a uno por pensar de otro modo, sino que pudieran tener razón.” (Orwell, p. 77)
Si todo es alterable, ¿cómo sabemos que algo en realidad existe o es o fue? En sus monólogos internos, Winston delibera sobre la verdad de la realidad y si ésta puede ser defendida: si las piedras son duras, si el agua moja, si existe la gravedad; concluyendo y dejando prueba de ello en su diario que “la libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro”. (Orwell, p. 78)
Aquí quisiera retomar un símbolo de la novela: el diario de Winston. Este diario fue conseguido ilegalmente por el protagonista, sin entender muy bien el porqué de sus acciones, pero sintiendo que era algo que deseaba por sí mismo. Al inicio, no sabía muy bien qué escribir en él. Considero que al estar viviendo dentro de una estructura donde te sabes vigilado todo el tiempo y a sabiendas de que te has vuelto un crimental sólo por haber conseguido un diario, esto no ayuda a desarrollar habilidades para expresarte. Pero es un inicio que le marca a Winston poder poner en palabras físicas y no sólo en monólogos internos, aquello que piensa, recuerda y lo atormenta. Una mente fuera de su propia mente. Otro símbolo es el escondite que consigue más adelante en la historia, donde puede, por un tiempo al menos, tener un lugar que no está vigilado, donde puede leer, escribir, abrazar a otra persona, sin que esto sea un delito. Tanto el diario como el escondite, aparecen como símbolos de la búsqueda de Winston por un lugar propio, es decir, una identidad real. Es a partir de estos dos recursos y de la relación que logra entablar con Julia, otra camarada en contra del Partido, que Winston encuentra su propio yo y donde refugiarse del dominio del otro. De tal manera, que el protagonista se vuelve descuidado, confía, piensa y siente demasiado, no por creer que no será descubierto, está muy consciente de que es cuestión de tiempo para que lo arresten, y sin embargo no quiere parar de hacerlo.
Algo interesante es que él nunca pudo sacarse estas ideas del todo siguiendo el régimen totalitario, más bien no se permitía pensar en ellas y se las guardaba para proteger su propia vida, pero se le escapaban en sueños, en miradas nerviosas, en impulsos de escribir… Considero que para el personaje, todo esto estaba motivado por memorias de lo sabido pero no pensado (Bollas, 1991). Sentir que su vida era intolerable, lo hacía pensar que aunque no pudiera recordarlo quizás las cosas habían sido distintas antes, lo sentía en sus huesos. Pienso que alguien que vive como Winston y que no tiene contacto con otra forma de vida, presente o pasada, real o imaginaria, tendría una suerte de indefensión aprendida donde lo que vive es lo que es y nada más. Pensando así, algo habría sido distinto para Winston.
Entre más se permite a sí mismo pensar, van apareciendo recuerdos que nos muestran a una hermana y a su madre, a las que antes sólo veía en sueños. Los recuerdos no son agradables. Uno de los principales es cuando era niño y tenía mucha hambre, ya que no había habido suficiente comida para los tres en mucho tiempo. Winston terminó robando el último pedazo de la ración de chocolate de su hermana enferma y se echó a correr; recuerda ver cómo su hermana menor lloraba inconsolable y la madre la abrazaba. Siendo adulto, Winston recuerda esta escena con culpa pero también ve con otros ojos el que su madre abrazara así a su hija aún si eso no solucionaba nada. Lo que enseñaba el Partido era que las acciones y los sentimientos de nada servían. El abrazo de la madre a la hija no cambiaría nada, no la salvaría del hambre, no produciría más chocolate, no obstante era un sentimiento privado, y no del Partido, que tenía un valor en sí mismo porque trataba con ese vínculo humano. Winston concluiría en este momento de la historia que hay algo inaccesible para el Partido, y que si bien lo pueden obligar a mentir, a dejar de pensar, a engañar y confesar, no lo pueden obligar a dejar de amar a alguien, no genuinamente. (Orwell, p. 148)
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando el Partido arresta a Winston? Buscan reeducarlo mediante tortura para aceptar los lineamientos del Gran Hermano como verdades inquebrantables e indudables. Vemos cómo Winston pelea, a veces abiertamente defendiendo lo que él ve y otras veces sólo en su interior. Vemos cómo se va desmoronando capa a capa, cómo es llevado al límite, a que ya no le importe nada, incluso en cierta ocasión sí alcanza a dar cuenta por un instante de que dos y dos son cinco como le está diciendo su torturador, a quien alguna vez consideró un aliado. Y si bien intelectualmente resiste, es a duras penas. O’Brien, su torturador, se lo explica de la siguiente manera:
“Te aplastaremos hasta tal punto que no podrás recobrar tu antigua forma. Te sucederán cosas de las que no te recobrarás aunque vivas mil años. Nunca podrás experimentar de nuevo un sentimiento humano. Todo habrá muerto en tu interior. […] Estarás hueco. Te vaciaremos y te rellenaremos de… nosotros.” (Orwell, p. 228)
Para el Partido, Winston se aferra a su “enfermedad” por creerla una virtud. (Orwell, p. 220), por salirse del orden social que debe quedar siempre inmóvil en la historia (Orwell, p.181). Esto me hace pensar que no solamente inmoviliza el orden social como algo ajeno, sino que inmoviliza al mismo sujeto, que no puede pensarse a sí mismo, y lo termina petrificando en su propia historia y lo vacía de sus recuerdos. De esta manera, el doblepensar lleva a la renegación de la memoria y de la historia. O’Brien insta a Winston a que para curarse debe autodestruirse (Orwell, p. 222), debe mutilar su memoria, debe hacer uso de su voluntad para lograrlo. Sólo así podrá ver que si el Partido dice que dos y dos son cinco, eso es lo real, siempre ha sido, igual que las estrellas pueden estar más cerca o lejos según lo digan ellos, no hay una realidad fuera del Partido (Orwell, p. 237). Y es así como Winston llega a pensar que la mejor manera de ocultar su odio al Partido, y guardar su memoria, es ocultárselo a sí mismo. De ahí en fuera, pensaría, sentiría y hasta soñaría siguiéndolos a ellos, encerrando su odio como un quiste en su interior pero desconectado de sí mismo. Para que el día que al fin lo mataran, pudiera reventar ese quiste y morir odiándolos, porque eso sería ser libre. (Orwell, p. 250).
No obstante, al Partido no se le escapa nada y saben que Winston alberga esto en su interior, por lo que toman medidas para terminar de romperlo. En el relato de su historia, Winston reflexiona que lo que lo hace humano es poder sentir y poder sentir con otros, algo que el Partido prohíbe. En palabras más claras, el Partido rompe con todos los vínculos humanos a través del miedo, el odio, la rabia, el dominio, el triunfo sobre otros y la humillación. Se cortan los vínculos entre parejas, entre amigos, entre padres e hijos, ya nadie se fía del otro (Orwell, p. 238). En psicoanálisis, conocemos esto como la posición esquizoparanoide. Tomando esto en cuenta, el Partido buscó romper la alianza entre Julia y Winston como estocada final. A pesar del juramento que Julia y Winston hicieron en su escondite, ambos sabiendo y aceptando que se acusarían entre ellos pero no se dejarían de amar, lo que encontraron en sus respectivas torturas fue que sí había algo que los podía obligar a traicionarse. Para Winston, fue la tortura de que las ratas se lo comieran vivo.
“Pero para todos hay algo que no puede soportarse, algo tan inaguantable que ni siquiera se puede pensar en ello. No se trata de valor ni de cobardía. Si estás cayendo desde una gran altura, no es cobardía que te agarres a una cuerda que encuentres en tu caída. Si subes a la superficie desde el fondo de un río no es cobardía llenar de aire los pulmones. Es sólo un instinto que no puede ser desobedecido. Lo mismo te ocurre ahora con las ratas. […] Por eso las ratas te harán hacer lo que se te pide.” (Orwell, p. 253)
Winston termina suplicando que se lo hagan a cualquiera, a él no, que hará lo que sea, suplica que la tortura sea para Julia para poder salvarse él. Y se salva, pero una parte suya muere. Al final de la historia nos encontramos a un Winston hecho polvo, que no piensa, parece que podría recordar si quisiera pero no se atreve a entretener la idea, recuerda que ya no es el mismo porque sabe que la lucha ha terminado porque ahora ama al Gran Hermano (Orwell, p. 264).
Este final llena de desesperanza, nos hace sentir que nada pudo prevalecer en la identidad de Winston, que todo en él fue borrado. Como experiencia personal, después de un tiempo yo me encontré pensando en la promesa de ese quiste, el quiste lleno de odio que le permitiría morir libre. La promesa de un odio que no muere no suena muy esperanzador, pero creo que puede tener ese efecto porque trata con que la subjetividad pudo sobrevivir, que como hierba mala no pudo ser erradicada. Más allá de 1984, me devuelve a pensar en la memoria y en lo que podemos encontrar ahí o no, lo que se pudo registrar simbólicamente o lo que se enmarcó en el cuerpo, lo que va y viene de lo inconsciente o se doblepiensa…
Bibliografía
- Bollas, C. (1991) La Sombra del Objeto: Psicoanálisis de lo sabido no pensado. Amorrortu. Argentina.
- Laplanche, J. y Pontalis, J. (2004) Diccionario de psicoanálisis. Paidós. Argentina.
- Orwell, George. (1984) Ediciones Destino. México.
- Imagen: de la Portada de Editorial Alma, ISBN: 9788418933011, 2022
[1] Represión propiamente dicha.