Por: Esther Chaim
– ¿Buenas tardes doctora quisiera saber si usted atiende pareja
-Claro, ¿podrían venir a una entrevista el día jueves?
-¿Tiene algo para hoy?, es urgente
Esta llamada la recibí el año pasado, me sentí emocionada y angustiada. ¿Cómo sería trabajar con una pareja? ¿Qué tan diferente podía ser respecto a una terapia individual? ¿Cómo evitaría tomar una postura ante alguno, si creo pensar que uno tiene la razón, es decir, cómo sería mi contratransferencia? ¿Debería realizar entrevistas en conjunto únicamente o también verlos por separado? ¿Querrán seguir juntos o estarán buscando separarse? No tenía respuestas inmediatas, decidí tomar a la pareja, buscar entenderlos, ayudarlos, realizar un compromiso en conjunto con el cual yo también aprendería. Con estas interrogantes y buscando realizar un mejor trabajo como analista decidí iniciar una investigación.
El presente escrito tiene como objetivo comprender los lineamientos básicos en el trabajo con parejas dentro del consultorio, haré un recorrido por los orígenes de esta práctica, las consideraciones a tomar en cuenta al momento de recibir una pareja y posteriormente plantearé la dinámica que es traída al consultorio.
La terapia de pareja y la terapia familiar tienen sus inicios entre 1950 y 1955 en Estados Unidos. Tras procesos de migración, diversas técnicas fueron mezclándose y es en 1970 que el tratamiento de pareja nace propiamente dentro del ámbito psicoanalítico europeo, ante los traumas que dejaron las dos guerras mundiales, se vio que la terapia individual y los fármacos, no llegaban a resultar suficientes, para la cantidad de personas que requerían ayuda terapéutica, razón por lo que se van integrando a otros miembros de la familia al proceso terapéutico.
Años después Puget y Berenstein (1984) desarrollan el psicoanálisis vincular, propuesta que permite pensar cuáles son las características del vínculo dentro y fuera de la clínica. Dentro de las ideas que nos traen están:

  • El vínculo de pareja se constituye en el encuentro de dos personas que establecen una conexión por medio de ciertos convenios.
  • De acuerdo a lo que la pareja esté dispuesta a compartir, se presentan parámetros conscientes que definen el vínculo de la pareja: Un proyecto de vida, la cotidianeidad, la sexualidad, la tendencia a la monogamia en algunos casos, etc. Estos parámetros, se pondrán a prueba durante las crisis y afectarán el equilibro presente dentro del vinculo.
  • También existen pactos inconscientes, que pueden generar inconsistencias y vacíos en el vínculo.
  • La estructura familiar inconsciente (Berenstein, I., 1991) vinculada con la pareja, funciona como la matriz que organiza los intercambios dentro de la familia.

La terapia de pareja, ha demostrado que es uno de los tratamientos con mayor capacidad para efectuar cambios clínicamente significativos.
Cualquier tipo de pareja puede solicitar terapia, sin embargo, según Spivacow, M. (2005), la mayoría comparten las siguientes características:

  • En libre elección incluyen la posibilidad de separación
  • Suelen haberse originado en un enamoramiento
  • La sexualidad juega un papel importante dentro de ellas
  • Son vínculos con un proyecto de duración, ya que las relaciones descartables difícilmente llegan a tratamiento, los que sí acuden no se imaginan con facilidad estar separados.

El enamoramiento, suele acompañarse por diversas fantasías de continuidad (para toda la vida), completud (“es mi complemento, mi media naranja”, trascendencia (hijos) y asistencia recíproca.
Una pareja que llega a tratamiento suele haber iniciado su relación en un enamoramiento y es probable, que con el tiempo y las crisis, se presente un proceso de desenamoramiento en el que los partenaires se preguntan: ¿Con quién estoy? ¿Cómo pude haberme enamorado de esta persona? Debilitándose así, las fantasías de autoabastecimiento y produciendo fisuras en el vínculo. De acuerdo a Spivacow (2005) “En el enamoramiento inicial, el otro es registrado de acuerdo al Principio del placer y se le atribuyen todas las virtudes y merecidos que necesita la economía del sujeto. La evolución de la relación suele hacer que el Principio de realidad y el Principio del placer pierdan el equilibrio de los comienzos y que registros del otro, inicialmente desmentido, se incluyan con un efecto que amenaza la continuidad del vínculo. El desenamoramiento aparece en escena. Los ensambles inconscientes iniciales entran en crisis y el registro del partenaire, impregnado de rabia narcisística, se acerca al aborrecimientos. Los ataques al compañero/a son grandes en tanto aparece como responsable de la desilusión” [1].
Las parejas que llegan a terapia, suelen tener un proyecto de separación o de duración. Y al pensar en cualquiera de estas posibilidades, tomar una postura no les resulta fácil, es por ello, que al sentirse prisioneros dentro de esa dinámica deciden invertir tiempo en una terapia de pareja. El proyecto de vida que tenía planteado hasta el momento está peligrando, esto les genera inestabilidad y buscando una oportunidad pare reflexionar, abren un espacio para reestructurar el vínculo y establecer nuevos acuerdos o por el contrario, entender cuál sería la forma menos dañina al separarse.
Hablo de la posibilidad de separarse, no porque esto necesariamente ocurra a lo largo de la terapia, sino que al no tener presente esta posibilidad (es decir al evitar hablar del tema de la separación), es probable que la intervención del analista esté muy condicionada y promover un cambio psíquico será muy limitado, ya que los pacientes llegan con un tema que “prohíben” hablar y esto es una limitación. De igual forma, esta libre elección coincide con la existencia de libertad dentro del vínculo establecido por la pareja.
El primer contacto con la pareja suele ser telefónico, desde este momento, surge el interrogante, ¿Por qué él o ella, fue quien realizó la llamada? Incógnita, que de entrada, abre un camino para el análisis de la dinámica de quienes nos piden ayuda. Otro aspecto importante en el trabajo de pareja, es lo concerniente al encuadre, ¿Los atenderé todas las sesiones juntos? ¿Si uno de los dos no puede llegar a sesión o viene tarde, el otro puede tomarla? Yo considero que aquél que esté llevando la terapia, debe de tener un punto que considere válido en la postura que tome.
Existen analistas que consideran que se puede ver a cada miembro de forma individual, que vale más la pena, tener la sesión a perderla, si alguno no puede asistir. Aquí también hay que cuestionarse ¿Lo que digan de forma individual tendrá que ser comentado a la pareja o el analista mantendrá confidencialidad de lo escuchado hasta que uno de los pacientes esté listo para decírselo al otro? Probablemente con entrevistas individuales, el analista accederá a información que no aparece en las entrevistas de pareja. Dadas estas interrogantes y para evitar volverme cómplice de los secretos que los pacientes puedan tener entre ellos, mi postura fue que ambos deben de tomar las sesiones en conjunto, sin embargo es cierto que con sesiones individuales se puede obtener más información.
El tiempo de las sesiones y la frecuencia, es otro aspecto a tomar en cuenta. En general, las terapias de pareja son de una vez por semana y la duración de las mismas también es relativa al tiempo que cada analista decida, mayormente son de 45 minutos o de hora y media, considerando que son dos personas con las que se busca realizar un análisis.
El analista debe de poner atención en la comunicación que se da entre la pareja, en el vínculo y en las propias reacciones que ésta dinámica y cada uno de los miembros le generan. Dentro de la sesión, hay una trama que se manifiesta en el que el enunciado de uno toma sentido en relación al del otro, aparecen palabras, silencios y gestos que esconden, muestran y evidencian contenidos latentes.
En una pareja, los valores culturales, así como, la historia particular de cada integrante, tienen un rol central en la dinámica de la dupla. Es por ello, la necesidad de explorar la historia de cada miembro, así como la de la pareja. Cada uno juega distintos personajes relativos a su propio bagaje que intenta encarnar y actualizar en el otro y con el otro, esto lleva a la repetición pero también, a la creación, ya que existe la posibilidad de instaurar un vínculo propio forjado por ellos mismos.
Dentro de la sesión analítica se puede observar cómo funciona el vínculo de la pareja y el analista debe recordar, que el funcionamiento de la pareja constituye una tentativa regresista por recuperar la plenitud que anteriormente se creía tener, tal vez, de cómo inició la relación o la relación pasional con los objetos arcaicos que se intentó reeditar. En muchas ocasiones, las tendencias regresistas presentes en la vida amorosa se mantienen contenidas durante mucho tiempo y sólo estallan cuando la vida conyugal se está desmoronando.
Cada pareja es singular, por ello ante cada una hay que preguntarse ¿Cómo es la relación que tenemos frente a nosotros? ¿Qué convenios conscientes o inconscientes se habrán fracturado para que demanden ayuda? En todo vínculo hay conflictos relacionados con el deseo, luchas de poder, intentos por imponer sobre el otro las ideas propias, concientizarlos y construir simbolizaciones de ellos tiene efectos beneficiosos.
Cuando hablo de conflictos relacionados con el deseo, abarcan desde A quiere X y B quiere Y, a conflictos intersubjetivos en los que el otro externo no corresponde nunca al otro interno; el trabajo terapéutico buscará aceptar estas diferencias, cuando existe la posibilidad de verlas y tener una representación del otro diferente, autónomo con sus representaciones, hablamos de un terceridad, sin embargo, mientras exista mayormente un funcionamiento narcisista y proyectivo, va a ser menor la posibilidad de metabolizar el conflicto.
Al hablar de conflictos relacionados con luchas de poder, hay que pensar que en algunas parejas las luchas por el poder son constantes. Este deseo de encarnar el poder, se presenta de diversas formas en el consultorio, desde que ella no quiere darle la razón a él, él no valora el trabajo que ella realiza y se siente en control de los gastos que se hacen en casa, ella ejerce su poder al decidir cuando van a tener relaciones sexuales, uno no escucha al otro en la sesión y cada uno quiere hablar de otra cosa sin darle un peso a lo que su pareja está diciendo, etc. Es claro, que cada pareja logra conseguir un equilibrio entre la autonomía y el sometimiento, es probable que cuando piden una consulta es porque están fracasando en este terreno.
Las fallas en la comunicación es otro de los motivos por los que una pareja llega a terapia y para nosotros como analistas, es una de las mayores herramientas con las que contamos, la terapia con parejas se basa en la palabra y el pensamiento que ésta genere.
Selene y Arturo llegaron a mi consulta por “problemas de comunicación, pero no peleas”, suelen hablar entre ellos de sus hijos y de las responsabilidades que tienen dentro de la casa, sin embargo, las conversaciones que mantienen no logran extenderse a otros temas. Arturo explica que ambos han pasado a resolver las situaciones con efectividad y que al regresar del trabajo, bañar a sus hijos, jugar con ellos y acostarlos, cree que ninguno de los dos tiene energía para más cosas. Selene menciona que ha disminuido la sexualidad entre ellos, posteriormente, me hacen saber que sus dos hijos duermen en el mismo cuarto que ellos y uno en la misma cama, pero esto no les genera ninguna conflictiva.
Con el paso de la sesiones, se podía observar como “los hijos” era un tema que les permitía no hablar de sus problemáticas como pareja, buscaban señalar constantemente los errores que cometía su partenaire en la crianza de sus hijos y alejarse así de las dificultades que ellos como pareja tenía, al interpretarles dicha dinámica pasaron unos pocos segundo callados, posteriormente se veían y se reían. Algo similar ocurrió al señalarles como evitaban hablar de su “intimidad”, a pesar de éste, haber sido un motivo de consulta, Selene y Arturo se veían, se reían, comentaban algo superficial y cambiaban de tema.
Las risas, eran un gesto que los volvía cómplices al evitar con éstas hablar de las problemáticas que tenían. Sentían que tenían muchos conflictos como pareja y la idea de traerlos al consultorio no fue algo que sintieran que podían afrontar.
El psicoanálisis de pareja, incluye un enfoque de los procesos intrapsíquicos, interpersonales y contextuales y como éstos interactúan. Busca comprender los procesos inconscientes en las relaciones de pareja, entrelaza las perspectivas de cada miembro y cómo se hayan éstas en relación con el otro. Para que la terapia de pareja sea psicoanalítica requiere que el encuentro, lleve a un aumento en el conocimiento y la comprensión de los procesos inconscientes.
La aceptación y reconocimiento de que el amor no elimina el conflicto, es un paso importante, trabajarlo evita odios ocultos y hace entender que si hay diferencia y no coinciden en todo no es “porque algo anda mal”. De acuerdo a Spivacow, M. (2005) “La metabolización de cualquier conflicto intersubjetivo es siempre difícil pero en la pareja presenta dificultades agregadas, dado que desde la psicología del enamorado lo que no es fusión absoluta se aproxima al absoluto desamparo” [2].
Los pacientes nos muestran una dinámica en el consultorio y como analistas pensamos, tratamos de entender lo que dicen e intervenir cuando consideramos que es oportuno. En los tratamientos psicoanalíticos de pareja, existe la intervención vincular, la cual no es dirigida al aparato psíquico individual, ni es la suma de dos intervenciones individuales, va dirigida hacia el vínculo.
En el tratamiento de pareja podemos distinguir distintos tipos de transferencia:

  1. Transferencia conyugal
  2. De cada uno de los miembros con el analista
  3. De ambos miembros como pareja con el analista

 
La primera es con la que más se trabaja en la terapia de pareja, es la trae al consultorio las activaciones fantasmáticas de prototipos relacionales con el/la compañero/a. Hay que tomar en cuenta que en este tipo de terapia el analista toma más la posición de observador de las transferencias, éstas se ven más reflejadas sobre el cónyuge que sobre el analista, es en relación al primero (el cónyuge) que se interpreta la repetición actualizada. Pero de igual forma, hay que monitorear la transferencia con la que se inviste al analista, ya que si esta es negativa, primero hay que vencer las resistencias.
Como en la mayoría de los tratamientos y en particular en el de pareja, los partenaires generalmente traen una idea de lo que esperan de la terapia, si tienen la esperanza de recomponer la relación, colocan al analista en una posición de “el salvador” y le transfieren fantasías mágicas. Ésta es conocida como transferencia directa y llega a tomar matices casi delirantes, en el que se coloca al analista en una posición omnipotente, sin embargo, puede aparecer su contracara, el desprecio y reproche, ante el cual se culpa al analista de las faltas de progreso.
Los terapeutas de pareja son terceros para la pareja y como invitados tenemos la oportunidad de comprender y entender procesos inconscientes, promoviendo a través de la reflexión la experiencia emocional acerca de ser una pareja. Con cada pareja hay que evaluar, en qué lugar se ubica cada miembro respecto al problema que se plantea, qué efecto tiene sobre la pareja las peleas que mantienen, qué tan estereotipado es el material que traen a sesión.
Desde una perspectiva psicoanalítica, los dilemas triangulares en las relaciones, están frecuentemente relacionados con el complejo de Edipo. Partiendo de la observación, podemos entender cómo funcionan las alianzas, cómo se maneja la intimidad y cómo se gestionan las diferencias sin ser centrales en el drama.
¿Qué implicaciones podría tener esto para aquellos de nosotros que trabajamos con las parejas? Como un tercero, nos enfrentamos a dilemas edípicos y tenemos que ser capaces de tolerar la ansiedad asociada a entrometerse en la vida privada de los demás con el fin de ayudarlos a resolver los problemas de intimidad, separación y sexualidad, entre otros. Debemos de restringir nuestro sentimiento, defendiéndonos de nuestras propias ansiedades acerca de cómo involucrarse. Inevitablemente, estaremos atrapados en los conflictos, prestándonos como un punto de los tres que mantendrá conectado el triángulo edípico, ya que dicho atrapamiento nos permitirá presenciar, pensar y sentir en relación con su experiencia de ser una pareja.
Concluyendo quisiera señalar que cada estructura vincular va a tener un nivel de organización distinto, que dependerá de los aspectos cualitativos que cada uno de los partenaires tiene: La plasticidad o por el contrario la tendencia a la fijación y la repetición, la capacidad de elaborar conflictos, la tolerancia y la posibilidad de reformular acuerdos. Es importante considerar estos aspectos al momento de realizar un diagnóstico y planearse si es posible trabajar con la pareja.
No considero que trabajar con una pareja sea más difícil o menos complejo que en una terapia individual, pero sí es diferente, por lo que implica cuestionarnos constantemente ¿Qué estamos percibiendo en el consultorio? ¿Y qué es lo que estamos haciendo?
Uno de los mayores peligros a mi punto de vista y que se ve afectado por las vivencias personales, los prejuicios y la subjetividad de cada analista, es el tomar partido por uno de los miembros de la pareja, es común que los pacientes traigan al consultorio una dinámica de victima-victimario. Es importante analizar la contratransferencia recibida por la pareja para evitarlo y poder realizar así una buena terapia psicoanalítica de pareja.
 
Bibliografía

  • Clulow, C. (2011) Couple Psychoanalysis and Couple Therapy: Context and Challenge. Couple and Family Psychoanalysis, 1(1):1-19
  • Puget, J. (1996) La pareja: Encuentros, desencuentros, reencuentros. Buenos Aires: Paidós.
  • Spivacow, M. (2005). Clínica psicoanalítica con parejas: entre la teoría y la intervención. Buenos Aires: Lugar Editorial.
  • Velasco, S. (2017) Una mirada psicoanalítica a un fenómeno social en aumento. Ciudad de México: ETM.
  • Spivacow, M. (2005). Clínica psicoanalítica con parejas: entre la teoría y la intervención. Buenos Aires: Lugar Editorial. Pág. 41
  • Spivacow, M. (2005). Clínica psicoanalítica con parejas: entre la teoría y la intervención. Buenos Aires: Lugar Editorial. Pág. 59

 
 
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