Colaboración de Pablo Guerrero para el portal Cronica.com.mx

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La resiliencia se define como la capacidad para sobrellevar y solucionar las situaciones adversas. Éstas se refieren a situaciones traumáticas fuera de lo común que irrumpen con el balance y el equilibrio psíquico de un individuo. Situaciones como éstas son las que ponen a prueba la resistencia y la fortaleza anímica y psíquica.

Las personas que son capaces de poder sobrellevar estas situaciones y salir adelante a pesar de que las circunstancias son las más desfavorables, son resilientes comenta el Psic. Pablo Guerrero Ibargüengoytia de la Clínica de Asistencia de la Sociedad Psicoanalítica de México.

La resiliencia suele confundirse con la capacidad para sobrellevar y solucionar cualquier reto o desafío que uno tiene en la vida. Esta confusión es muy común, sin embargo, es errónea. Por momentos se nos olvida que existen desafíos de vida que se nos presentan de acuerdo a la edad y el momento que estamos viviendo. Estos desafíos, tales como terminar el colegio, conseguir un trabajo, casarse, tener una pareja, resolver la situación económica, son desafíos de la adultez que uno tiene que resolver según su edad. Estos retos son normales y todos los seres humanos los tenemos.

La resiliencia, por otra parte, se refiere a enfrentarse a situaciones realmente adversas, por ejemplo, sobrevivir un desastre natural en el cual uno pierde patrimonios importantes o familiares y volver a rehacer su vida desde cero. Las personas que tienen una fortaleza psíquica importante son capaces de poder sobre ponerse a estas situaciones y resolverlas. Por el contrario, una persona que no tiene esa fortaleza psíquica es más probable que se dé por vencido y se sienta arrollado por la vida. Esto puede ocasionar que ante este tipo de situaciones una persona caiga en complicaciones anímicas importantes que no está pudiendo resolver sólo. Es en este momento en dónde una intervención y un apoyo terapéutico, resulta muy beneficioso.

La resiliencia no es una capacidad que se adquiere a través de mentalizarse o imaginarse ser fuerte. Por el contrario, tiene sus fundamentos en nuestras partes más primarias como seres humanos. Las primeras relaciones y los primeros vínculos importantes que tenemos con nuestros padres, en especial con nuestra madre, van a determinar en mayor medida si adquirimos la capacidad de resiliencia o no.

La madre, para cualquier bebé, es de mayor importancia. Es esa persona que le permite sobrevivir, que lo alimenta, que lo contiene y que le calma las frustraciones que tiene. Esa madre establece un vínculo con su bebé, y si este vínculo es de seguridad, confianza, amor y cariño, entonces el bebé podrá adquirir las herramientas suficientes para confrontar el mundo de esa misma manera. Por el contrario, si el vínculo es uno dañino, lastimado, cargado de inseguridad y desconfianza, el bebé aprenderá a relacionarse de esta manera.

Es decir, la manera en la que establecemos nuestros primeros vínculos va a determinar la forma en la cual nos relacionamos con el mundo externo, incluyendo las situaciones adversas. Me parece que no hay situación más adversa que cuando llegamos a este mundo y somos bebés que enfrentamos una realidad sumamente amenazante. Es ahí cuando la madre provee al bebé de la suficiente confianza básica y seguridad interna que le va a permitir manejar las situaciones adversas que enfrente. La base de la resiliencia es un vínculo de cariño con las primeras relaciones que establecemos.

Ahora bien, si la resiliencia se define a través de los primeros vínculos que tenemos en la vida, esto no quiere decir que no hay nada que podamos hacer al respecto si no contamos con esas herramientas. Un tratamiento terapéutico lo suficientemente profundo para poder trabajar la relación que se establece entre el paciente y terapeuta, va a permitir que se revivan y se reparen esos primeros vínculos establecidos. Si bien no se repara en su totalidad tal como si la persona hubiera tenido esas figuras amorosas, sí es lo suficientemente fuerte para brindarle las herramientas para restablecer una fuerza psíquica que le permita vencer la adversidad.

Asimismo, es importante entender que un tratamiento psicológico puede ser también preventivo y fortalecer al individuo para vencer situaciones adversas, retos y desafíos de vida o cualquier otra situación que se le complique, y no solamente, como se tiene pensando en un inicio, que uno debe acudir solamente cuando tiene un problema.