Los pies que me sostienen.

Autor: Adriana Loyola

 

“Mamá siempre decía que puedes saber mucho de la persona

por el tipo de zapatos que usa”

(Forrest Gump)

 

La vida es un continuo que representa un caminar en donde a veces nos recuerda que debemos detenernos para continuar y mirar lo que nos sostiene. Cuando somos niños aprendemos que nuestro cuerpo nos acompaña en este largo camino y que al final será el instrumento que nos permita descubrir el mundo, sentir, tocar, mirar e incluso volar a través del juego, la creatividad y la fantasía.

En el presente trabajo pretendo exponer la importancia del cuerpo en la representación psíquica y simbólica del mundo interno. María llega a tratamiento referida por la clínica de trastornos alimentarios por anorexia y crisis de ansiedad. Es bailarina profesional de danza contemporánea y durante el tratamiento su profesión ha sido una manera de acercarme y vincularme con su mundo interno. “Un cuerpo es siempre la expresión de un yo y de una personalidad y está dentro del mundo”. (Grinberg, 1980)[1] Los pies de María de manera simbólica representaban ese dolor y fortaleza yoíca que en momentos sentía a punto de romperse.

El niño a través del cuerpo observa y siente al otro, conforme va creciendo se da cuenta que puede sostenerse con los pies, explorar con pasos y caídas, caminar, correr lo que principalmente lo hará sentirse autónomo, posteriormente el lenguaje dará magia a lo que se va construyendo en el pensamiento. Pareciera que los pies conforman el andar, en ocasiones necesitamos esperar a que se encuentren fuertes para lograr una estabilidad. Lo mismo sucede con la dinámica del aparato psíquico, cada elemento en el desarrollo del niño es el andamio para la estructuración de este.

La separación se lleva a cabo a través de los pies de manera biológica, permite sentir la lejanía y cercanía con los objetos. Sin embargo, la separación psíquica representa elementos más complejos que solo caminar. La imagen corporal se expande más allá de los límites del cuerpo y permite el crecimiento al bienestar en la vida del ser humano.

Grinberg explica que “la diferenciación que el niño puede establecer entre sí mismo y los demás es en cuanto tiene mayor control de sus movimientos, aprende a caminar, puede acercarse a sus objetos y alejarse de ellos. Es en función de estas capacidades crecientes, que hacen sentir al niño cada vez más independiente y dueño de sí mismo”. (Grinberg, 1980)

Cuando el niño se pone de pie y adquiere la posición vertical ve el mundo desde una nueva perspectiva, empieza a conocer su fuerza, potencia y movimiento. María llevaba 20 años de su vida practicando ballet explicaba que su madre tenía el deseo de ser bailarina y desde la llevaba a clases, menciona que el baile fue algo que la unía con su madre y que representaba “el lugar en el que se permitía sentir sus emociones” pero también el espacio que exigía parte de un dolor intenso puesto en el cuerpo, ya que necesitaba un peso y una expresión justificada al bailar para obtener un reconocimiento.

María tenía un hermano con problemas de adicción y otro con problemas de anorexia que lo habían llevado a internarse al hospital psiquiátrico infantil. Una madre que proyectaba sus frustraciones en sus hijos, mencionándole a María que no pudo ser bailarina ya que ella había nacido y un padre que había abusado de la prima de María quien tenía su misma edad. Era muy significativo que el padre tenía un problema de polio que repercutía en que tuviera una pierna más corta que la otra. Durante el tratamiento María fluctuaba entre los pies que daban vida y estructura a una familia y aquellos que son resultado de una dinámica que se sentía sin vida.

El dolor interno que la llevaba a tratamiento estaba expuesto en el cuerpo. Grinberg explica que “La formación de la identidad es un proceso que surge de la asimilación mutua y exitosa de todas las identificaciones fragmentarias de la niñez que, a su vez, presuponen un contener exitoso de las introyecciones tempranas”. (Grinberg, 1980)

A través de la estructura que el baile le presentaba a María pudo consolidar e integrar dichas identificaciones mencionaba que le apasionaba porque era el momento en que se sentía viva, podía interactuar con su mundo afectivo y sentir que tenía la capacidad de sostenerse. El ballet fue la otra casa que le permitió integrar aspectos de su identidad para fortalecer y darle una guía a su caminar. Los pies eran un reflejo de la realidad interna y a la vez se sentían unos pies que fracturaban el camino al no sentirse sanos. “La confianza en las capacidades yoícas es uno de los sustentos más importantes de la identidad ya que, en la medida en que permiten recrear aspectos del self y objetos internos perdidos, aseguran la permanencia, y estabilidad a través del tiempo” (Grinberg, 1980)

En varias ocasiones explicaba que sus pies era la parte que menos le gustaba de su cuerpo ya que estaban deformados por la fuerza que ejercía en ellos, consideraba que no eran estéticos, durante el tratamiento con frecuencia asistía al doctor ya que tenía desgarres y problemas en los tendones que se rehabilitaban a través de una terapia dolorosa con láser. María explicaba que era paradójico que aquello que la sostenía la hacía sufrir tanto y con frecuencia postergaba el dolor hasta que el dolor era tan intenso que no podía llevar a cabo sus presentaciones.

El psicoanálisis plantea que la identidad no deviene una consecuencia directa, sino que es una construcción psíquica en la cual intervienen el cuerpo, su imagen y variables intersubjetivas que requieren de una tópica externa al sujeto mismo. En el desarrollo el bebé va a tener que metabolizar el cuerpo como algo animado que lo constituye, un cuerpo que recibe sensaciones y se encuentra marcado por las primeras relaciones con el cuerpo de la madre.

La madre es quien le explicará al bebé lo que su cuerpo representa cuando tiene hambre, frío o sueño. A través de sus palabras, contacto, miradas y caricias el bebé empezará a tener la confianza para explorar su ambiente a través de los sentidos y la experiencia. El vínculo con la madre ensamblará el deseo materno inconsciente en el bebé. Estos procesos psíquicos van registrando el cuerpo como cuerpo propio para posteriormente darle continuidad y ser la base de la construcción en su identidad, narcisismo primario.

El cuerpo se construye en la relación con el Otro del significante; por ejemplo, el organismo es trasgredido por el discurso que se circula en su entorno, es decir antes de nacer ya tiene un nombre, sexo, ideales, frustraciones y expectativas del Otro. Por ende, estamos sujetos al Otro por medio del lenguaje atravesado por lo inconsciente.

La imagen del cuerpo que el niño se hace de sí, lleva las marcas del vínculo con la madre, como huellas y representaciones depositadas en el cuerpo del bebé. Conforme va creciendo refuerza los procesos que se dan entre él y su medioambiente en el que se desarrolla porque reconocerá su cuerpo en donde se mira y es mirado.

Hasta que el niño tiene suficientes elementos para consolidar su imagen encontrará condiciones de iniciar un proceso relativo a las diferencias, primero debe saber quién es para diferenciarse del otro. En este caso, los pies que la madre construyo se percibían como frágiles y débiles ante los demás porque se mantenían expuestos y vulnerables. Estaban cargados de símbolos y un discurso inconsciente de manera ambivalente. En algunas ocasiones mencionaba “que bonitos pies tienes” cuando tenía zapatos descubiertos, María mostraba su anhelo por tener unos pies que percibía sanos y una gran envidia que se reflejaba en el espacio analítico por no haber tenido una madre que cuidará de ellos.

El rol que juega el cuerpo en cada una de las estructuras psíquicas es diferente en esencia ya que cada una va utilizar los medios que considere adecuados para llegar a su fin en determinado contexto. Esto lo podemos ver desde la infancia cuando el niño es sostenido por la mirada y palabras de la madre como un espejo en donde él experimenta algo en su cuerpo que le genera placer. Sin embargo, el ser humano debido a su inmadurez neurológica con la que nace no tiene sensación de unidad, su incoordinación motora le impide reconocer las partes de su cuerpo, de allí la idea de fragmentación que retomaremos más adelante con el psicótico.

Con el paso del tiempo la madre ira erogenizando al organismo a partir de determinados significantes como olores, caricias, miradas, sabores, entre otros construyendo el cuerpo del sujeto a través del discurso. “Los cuerpos de algunas personas, y posiblemente de todo el mundo, resuenan ante las palabras pronunciadas por los demás, registran y transforma las palabras pronunciadas por los demás, las almacenan y más tarde las re-experimentan” (Schatzman, 2014) [2]

Nos damos cuenta de que el cuerpo no tiene que ver con un desarrollo madurativo ni evolutivo sino con un efecto de construcción a partir de un significante impuesto por la cultura, por el desarrollo psíquico y relación objetal. Por lo que a pesar de que el cuerpo es considerado como un orden natural, que tiene que ser por naturaleza de cierto modo, este es sensible a la incidencia de un fenómeno de la cultura específicamente del lenguaje y el vínculo. El fin del cuerpo es gozarse a sí mismo, ser un cuerpo vivo a través del goce por medio de la libido, es decir el deseo.

El baile en María representaba una puesta en escena que comunicaba los pies cubiertos, hacia un espectador en este caso el analista fluctuando entre si bailar juntas o separadas, por distancia y cercanía. Sin embargo, también la sensación de quitar una máscara como las zapatillas y descubrir el objeto que sentía dañino y mostraba su novela familiar, así como la fractura.

La danza le permitía una estructura rítmica en tiempo y espacio. Por medio de su creación María lograba una armonía entre la realidad y sus fantasías. El proceso creativo de danzar le permitía vincularse con los demás, conectarse con ellos, romper barreras narcisistas, así como Pichón-Rivière mención saber que lo que se crea con movimiento es algo que le pertenece al intérprete. La danza fue la madre que estructuro esos pies, siendo la mirada de los otros, erogenizando y dando la confianza de que al moverse construían magia.

El cuerpo es un medio del lenguaje que utilizamos con el cual nos presentamos al mundo como un efecto que lo hace existir para atraparlo, inmediatamente en la autenticidad de su ser. Podemos decir que el lenguaje puede ser escrito en el cuerpo a través del síntoma ya que en ocasiones lo que no se puede hablar, se actúa por medio de él y la manifestación de este puede ser diferente en cada persona.

Para María su cuerpo era una herramienta para dar acceso a su mundo interno y la expresión de ello, no solo a través de los síntomas físicos sino lo que sucedía con el problema de anorexia en el que no permitía recibir y tolerar el alimento que le proporcionaba la madre y en el espacio analítico. El cuerpo de María me permitía entender toda una dinámica psíquica de su mundo interno.

A continuación, me gustaría exponer algunos puntos clave en cuanto al cuerpo y la relación con las estructuras psíquicas.

 

El cuerpo neurótico

Abordaremos de manera general la neurosis recordando que existe una ley a la que un neurótico se somete a través de la represión debido a la instauración de la función paterna. Por lo que el síntoma neurótico tiene un sentido y se encuentra relacionado significativamente a la vida psíquica del sujeto en la cual lo reprimido retorna a través del síntoma.

El síntoma se va formando como sustitución de algo que no ha conseguido manifestarse al exterior, implica goce ya que satisface a sí mismo (ganancias secundarias) aunque le genere malestar (pulsión de muerte). En la ley del inconsciente estamos condenados a repetir lo que no podemos apalabrar, lo que genera el síntoma, en el momento en que es apalabrado se rompen las cadenas y el deseo.

La neurosis se encuentra en el orden de lo Simbólico por lo que el lenguaje es un papel importante en la manifestación del síntoma a través de lo inconsciente construido de significantes. La existencia de un síntoma es la prueba de la represión que el psicoanálisis tiene y necesita. Por ejemplo, los síntomas conversivos aquellos que se expresan en el cuerpo.

El medio que adoptan los síntomas es un cuerpo escrito con lenguaje, es decir significantes. El cuerpo simbólico es capaz de transformar lo orgánico a través de la palabra. Es el primer objeto en el que se deposita la libido a través de un investimento de deseos, exigencias, placer, necesidad y goce.

El cuerpo biológico deviene un cuerpo erógeno, es decir un cuerpo simbólico que se prestará como superficie a recibir la marca significante para hacer síntoma. “Lacan afirma que el cuerpo, en la neurosis, esta esencialmente muerto. Esta escrito con significantes; en otras palabras, ha sido sobrescrito o codificado por lo simbólico” (Fink, 2008)[3]

 

El cuerpo del psicótico                              

La psicosis representa la falta o falla de la función paterna por lo que se encuentra ausente. Existe una búsqueda por la castración sin embargo no se instaura. La forclusión implica el rechazo de un elemento particular del orden Simbólico, es decir la ley. Por lo que el psicótico se encuentra sometido por el Otro a través de la diada madre-hijo. Las perturbaciones en el lenguaje como la ausencia de metáfora, alucinación y delirio se deben a que el orden Simbólico se encuentra agujerado. El psicótico vive en el orden de la certeza ya que se ve como un ser completo, no castrado por un tercero.

El cuerpo en la psicosis en su mayoría se ha quedado vaciado de goce, de repente se ve invadido por él; por lo que se experimenta como una venganza, ataque, invasión o entrada forzada a través del delirio en donde el cuerpo es percibido como extraño o fragmentado. El psicótico ve a su cuerpo como algo externo, como una amenaza para sí mismo, ya que por medio de él es que sufre y siente el malestar.

Es claro que el cuerpo del psicótico no le pertenece, es gozado por el Otro y no hay un sujeto que se constituya con independencia de la cadena significante. En la psicosis “el niño no tiene la experiencia de su cuerpo, como una totalidad unificada, sino como algo desorganizado, se trata del fantasma del cuerpo fragmentado en la cual no se logra elaborar una imagen de su propio cuerpo”. (Fink, 2008)

En comparación al neurótico que tiene cuerpo representado en los síntomas, el psicótico no tiene un cuerpo; es decir el cuerpo está ahí pero dejado de lado, dándole prioridad a la alucinación. En el neurótico existe una sintonía con el “tener cuerpo” que se manifiesta a través de los síntomas. Se vive el cuerpo en cuanto al goce y no por identificación con él.

Nos damos cuenta que el psicótico no presenta una sintonía con su cuerpo debido a que el lenguaje se encuentra fragmentado, no se puede utilizar el cuerpo como forma de comunicación a través del síntoma como lo hace el neurótico debido a el agujeramiento en el orden Simbólico. El cuerpo va transformándose en función de la alucinación como medio de comunicación. El cuerpo se vive en la alucinación como tal, es decir los dolores físicos que puede presentar se deben a la situación en la que se está fuera de la realidad es por ello la importancia del discurso. Nos damos cuenta de que el síntoma no define la estructura, ya que se vive de diferente forma en cada sujeto.

 

El cuerpo en la perversión

El perverso tiene que ver con saber de la ley e invertirla, es decir se burla de la castración. Se pone como objeto que va a evitar la castración, siendo el objeto de goce para el Otro. Esto se debe a que en la niñez temprana se presentó una falla parcial en la función paterna debido a un padre simbólico débil, es por ello que la simbolización no es tan completa como lo logra la neurosis. El padre se encuentra disminuido y no es suficientemente fuerte para imponer la ley. Se constituye como lo que le falta a la madre, se pone como el objeto de su deseo convirtiéndose en lo que carece y quiere, es decir como su falo. El perverso no desea en función de la ley sino que intenta que la ley cobre existencia. Desempeñando el rol de objeto que calma el vacío en la madre.

El perverso se encuentra en el orden de lo Imaginario utiliza el cuerpo desde la seducción, lo que va a demostrar a través de la imagen como un “todo poderoso” debido al yo fortalecido en donde no se acepta la falta. Es común que el perverso utilice su cuerpo para acercarse al Otro a través de su lenguaje corporal, siendo lo que carece el Otro en una posición de objeto.

Nos damos cuenta de que el cuerpo es una forma de comunicarnos en nuestra sociedad. Sin embargo, la importancia radica en que lo inconsciente está estructurado como lenguaje por lo que las manifestaciones del cuerpo representan un discurso en cada individuo. Más allá de la parte diagnóstica es importante conocer el panorama de cómo nuestros pacientes viven su cuerpo, que significantes traen inscritos y desde qué orden está expuesta su dinámica.

María me mostró a través del baile como su cuerpo representaba tantas cosas en donde podía sentirse invadida pero también satisfecha, situación que se repetía de manera transferencial y en el vínculo con el primer objeto, su madre. Poco a poco tolerar tener unos pies sanos internamente e integrarlos fue algo que costo trabajo en el tratamiento, sin embargo, sé que confía en sus pies han sido fuertes en su caminar. Estos pies que sostienen nos hablan de lo frágil o fortalecida que se encuentra la identidad para poder sentir que en realidad sostienen y contienen como la madre.

El psicoanálisis muestra una gran diferencia en la percepción del cuerpo, más allá de ser un organismo vital que nos permite expresar dicho lenguaje al ser una superficie en la cual se inscriben los deseos y expectativas del Otro. Nos invita a cuestionar el tema del cuerpo desde la identidad, las relaciones de objeto y vivencias internas.

Finalmente podemos concluir con que el cuerpo en cualquier cultura, tiempo o estructura siempre va a ser una manifestación del lenguaje, por lo que para el psicoanálisis podrá ser un elemento con el cual se puede trabajar y descubrir infinidad de relaciones y patrones. Siendo de manera inconsciente sin un orden lógico y cronológico, no hay una verdad absoluta por lo que descartamos la necesidad de un diagnóstico partiendo de la premisa de que no hay normalidad o patología. El objetivo es romper con la cadena de significantes y re-significar el síntoma a través de la palabra. Debemos de recordar que el cuerpo también es una representación de lo inconsciente, por lo que a su vez es una forma de lenguaje de la persona que lo habita.

 

Bibliografía

 

  • Bruce, Fink (2008) Introducción clínica al psicoanálisis lacaniano, Argentina: Gedisa.
  • Grinberg, L., & Grinberg, R. (1980). Identidad y cambio. Barcelona: Paidós.
  • Schatzman, Morton (2014) El asesinato del alma, México: Siglo XXI.

 

[1] Grinberg, L., & Grinberg, R. (1980). Identidad y cambio. Barcelona: Paidós.

[2] Schatzman, Morton (2014) El asesinato del alma, México: Siglo XXI.

[3] Bruce, Fink (2008) Introducción clínica al psicoanálisis lacaniano, Gedisa