Los orígenes de la alianza terapéutica: Christopher Bollas
Autor: Aura Sylvia Lorenzo
Introducción
Para Christopher Bollas, la persona que va a iniciar un psicoanálisis se encuentra ansiosa ante esta tarea, pero llama la atención, que ya estando ahí, lo toma de una forma natural, es decir habla de acuerdo a su asociación libre y acepta al analista como alguien que escucha con una atención suspendida o flotante.
Para Bollas la alianza terapéutica es reconocida como una división dentro del analizando en:
a) Un parte de niño intensa, soñante, ilógica, angustiada.
b) Una parte que no es absorbida completamente por las realidades privadas internas, un observador que coopera con el analista que sirve a estos estados intensos con capacidad de demora, con insight, y a menudo con conocimiento.
Entones el analizado parece entender que el análisis funciona si se somete al proceso el cual sostiene sus asociaciones libres, dejando el control de su narración, sintiendo que ésta llega a ser parte de una especie de sujeto dentro de un proceso guiado por una inteligencia de “otro” quizá inconscientemente familiar.
- 1. Antecedentes de la alianza terapéutica
El feto ha estado dentro de la madre, el niño dentro de un mundo grandemente manejado por la madre, y el niño dentro de la lógica de una estructura familiar, es decir que en algún punto los bebes sienten que alguna inteligencia organizativa externa (que para el feto podría ser el espíritu del trabajo biológico del útero) a la cual están aliados, y tienen una capacidad limitada de conocimiento. Pero ellos están sometidos a este proceso.
En otras palabras el bebé sabe que está dentro de un proceso humano, a lo que Winnicott llamó “un ambiente que lo acoge”, que lo contiene y que los cambios que se promueven en los estados psicosomáticos por este “otro”, contribuyen al sentido de una situación transformacional, una que recurrentemente altera la experiencia del self del sujeto. Después la presencia transformativa del padre, también le hace consciente de que está en una particular familia, lo que lleva al descubrimiento de que el destino de uno es estar dentro de algo complejo.
- 2. ¿Cómo percibe el analizando la alianza terapéutica
El analizado percibe de forma inconsciente, la alianza en el tratamiento como un derivado de alianzas tempranas que lo regresan a la formación de ser: de un sentido fetal dentro de la inteligencia uterina, al sentido incrementado en la infancia que está dentro de un contenedor que está vivo, psíquicamente (en el sentido de determinación inconsciente) y en el sentido de importancia consiguiente. Variando en grados, esta experiencia de estar adentro de un proceso, es transferido al espacio clínico y así el paciente reconstruye su experiencia de ser contenido por el cuerpo y la psique de otro.
- 3. ¿Con qué o quién se alía el paciente en el tratamiento?
La gente se alía con el proceso del análisis, no simplemente con la persona del analista. Las dos alianzas no son las mismas, si el paciente va regularmente, se acuesta en el diván, asocia libremente y se expresa así mismo en la transferencia, está aliado al procedimiento analítico. El cómo cada paciente usa de forma particular este proceso dependerá de sus alianzas psíquicas con los contenedores como el útero la madre, el padre, y la mente en sí misma. Naturalmente, el cómo el analizado usa o se relaciona con la persona del analista, es diferente (diferenciando el proceso en el cual ambos están participando).
Si el paciente usa el proceso analítico para eliminar las interpretaciones del analista, por ejemplo, o abandona la participación en el método analítico y se relaciona más con la persona del analista, él está trasmitiendo un gran problema acerca de sus alianzas previas.
Una parte de cualquier alianza terapéutica, es un reconocimiento y uso mutuo tanto del paciente como del analista del proceso analítico, que precede el contener y que sobrevivirá cualquier pareja analítica especifica, lo cual está implícito y presente como un tercer objeto.
El analizado y el analista son parte de algo lo cual en cierta forma los guía en la forma más paradójica. Para trabajar juntos ellos deben abandonarse también mutuamente:
a) El analizado debe abandonar su conducta social habitual y perderse a sí mismo en un método el cual llega a ser un nuevo significado de la expresión de su self.
b) El analista tiene la obligación de abandonar su deseo de ser útil, declinar los requerimientos del paciente para el remedio terapéutico inmediato, y sumergirse a sí mismo en una actitud receptiva, abriéndose a las comunicaciones inconscientes del paciente, y recibir el mundo interno de su analizado.
Para Bollas, el paciente aprecia y toma en cuenta que la alianza del analista al método debe ser previo a la relación experiencial con el analista con el paciente (transferencia y contratransferencia), el analizado sabe que cada uno debe entrar en el proceso para poder formar cualquier alianza que eventualmente probará ser terapéutica.
- 4. El uso de la relación analítica
Cuando Freud dividió a pareja analítica en dos:
a) La que asocia libremente y reporta sueños y
b) La parte que permanece como suspendida y entonces interpreta
Astutamente explotó la división común entre estados subjetivos y objetivos, oscilando entre más o menos interpretaciones profundamente subjetivas de la realidad y más o menos reflexiones objetivas sobre estados subjetivos previos.
A menudo perdidos en nuestros pensamientos, quizá en un sueño diurno, o sólo ambulando a través de sensaciones preconscientes de partes de ideas, partes de memorias, partes de representaciones instintuales, en nosotros emerge el pensar más claramente, de forma incisiva o sistemática, antes de que regresemos a estados más subjetivos del self. Esta oscilación recurrente entre dos posiciones mentales (subjetiva y objetiva) es esencial para procesar los episodios de la vida y un estado propio conceptual de lo asuntos. El reconocimiento de esta necesidad contribuye a la comprensión inconsciente del analizado y al uso de la relación analítica ubicada en la vida intrapsíquica dentro del espacio interpersonal; así el analista podría eventualmente afectar la naturaleza de la estructura psíquica del paciente.
Esta oscilación entre le self inmerso en su complejidad (asociaciones y proyecciones) y un self más reflexivo, subsecuentemente objetivando esos estados (disociaciones y reflexiones), es también la estructura interna del discurso: la escisión en la que estamos entre el que habla (el yo) y al que se dirige (el tú). Nosotros a menudo empleamos esta escisión retórica para mediar entre derivados inconscientes y las percepciones. Cuando el analizado habla libremente, no sólo lo hace a un objeto histórico, desde la transferencia, sino al otro retórico: el tú que nunca contesta (sólo el yo habla en un discurso interno). El silencio del analista se alía con el tú retórico del discurso intrapsíquico, y contribuye al reconocimiento inconsciente de la naturaleza de la pareja analítica.
Hay alianzas proféticas entre el self en el sueño y el que sueña, entre el yo y el tú del discurso interno, y entre el yo y el mundo de objetos reportados, que sirven como precedentes estructurales para la relación psicoanalítica. Para pensar la realidad psíquica, uno de los personajes en la escisión tiene que ser el self simple abandonando el enfocarse al otro compañero. La alianza de trabajo reconoce la necesidad de disminuir episodios conscientes con el interés de incrementar las representaciones inconscientes (en los sueños) ensoñación, ideas preambulatorias y procesos creativos) tanto como la necesidad para igualmente, recurrir a los momentos de la observación reflexiva, el escrutinio y el análisis.
El contrato esencial interno, un rasgo común de la vida mental, es la disminución de la labor construida por los roles separados del analista (reflexivo, observante, escrutinizante, analizante) y el paciente (soñante, ensoñante, asociando libremente, ideando. El sujeto es llamado a pensar acerca de su vida porque es confrontado en el misterio de ésta.
Ahora el misterio significa algo inexplicado, no sabido, o cualquier cosa o evento que permanece tan secreto u obscuro como una curiosidad excitante. Un niño vive dentro de un mundo substancialmente más allá de la comprensión de los más profundos misterios, y esto es porque su novedad, lo que no conoce de sí, lo invita a lo que Klein enfatiza como un instinto epistemofílico, una motivación a saber.
Este motivo es una parte esencial del encuentro de uno de los misterios de la vida, del misterio común recurrente espectáculo en los sueños, al secreto del mundo interno, a los enigmas del universo y el mundo físico que inspira la curiosidad científica y el trabajo. La explicación teológica de este mundo de nosotros, y nuestro lugar en él, es un esfuerzo esencial para pensar acerca de las complejidades de la vida, pero es una visión prematura apoyada ahora por una confianza débil, que testifica la tensión de tratar de saber más de lo que uno sabe.
Los pacientes y los analistas entran dentro de una alianza que apunta a examinar y cambiar los contenidos patológicos a través del trabajo interpretativo del analista y la función contenedora y en hacer alterar la estructura psíquica en sí misma.
- 5. El Impulso de romper la alianza terapéutica
Algunos que tienen un beneficio significativo de este proceso, instituyen un tipo de reacción negativa, la cual parece se crea para destruir la alianza. Un paciente por ejemplo repetía cada palabra que yo pronunciaba en una sesión. Muchos intentos para cambiar, demandando saber lo que el analista realmente pensaba, no lo que él decía que pensaba.
Hay algo común, esencial acerca de este desafío de la alianza. Dejando como un ejemplo comparativo, en nuestro sistema maternal de cuidado, el tú que recibe el discurso del yo. Hay una curiosidad natural a saber lo que dirige la totalidad. El niño y el soñador ¿de dónde vienen?
El self en la experiencia se pregunta: ¿Quién organiza y genera todas estas experiencias diferentes que yo estoy teniendo? ¿Cómo puedo cambiar la rueda que lleva mi vida? ¿Se necesita crear otra mano para mover esta mano que no se mueve por mí? ¿Quién debe estar ahí para contestar estas preguntas?
Entonces un día en la civilización occidental apareció el psicoanálisis, defensor y guardián de un proceso que evocaba algunos de estos misterios de la vida humana ¿Sabía él que la estructura del proceso analítico podía evocar la transferencia de tantas diferentes e interconectadas alianzas del feto dentro del útero, el infante dentro del mundo maternal, el niño dentro de la ley del padre, el niño dentro de la complejidad familiar, al self dentro del sueño, ubicarse dentro de las texturas de la apertura del yo? ¿Sabía que él sabía la extensión y el rango de lo que obtiene con la creación del espacio analítico?
Una respuesta a esto podría ser que, del sorprendente efecto evocativo de la estructura del psicoanálisis, muchos analizados, dentro de un juego misterioso, ven el secreto de su inteligencia, como el niño ve el conocimiento del inconsciente de su madre, el soñador, al otro quien lo sueña, el self la unidad fuente de la experiencia del self. Una forma de transferencia nóumenal. El sujeto insiste más allá de romper los derivados para encontrar lo real o la cosa en sí misma. Esto es lo que destruye el trabajo de la alianza intrapsíquica que opera a través de una ilusión en la que el mundo que imaginamos es el único real, aunque nosotros alimentamos las fuerzas de la realidad psíquica que continuamente lo transforman. En vez de que la transferencia como un contenido mental de la persona psíquica del analista, la transferencia nóumenal, carga una demanda epistemofílica a la inteligencia que se supone está informada del proceso analítico. Desde esta demanda las respuestas acerca de la naturaleza verdadera de la realidad son significadas para que emerja un reverso de la capacidad negativa: una insistencia intencionada de evidencia para creer.
El analizando que desafía la alianza de trabajo, quizá enfatice una transferencia nóumenal, tal como él desafía la ilusión en orden de ver lo real: al analista real, la inteligencia real asumida para estar ahí en un lugar, guiando los movimientos del análisis. El análisis de la escena destructiva, paranoica deriva de la necesidad de que en la alianza de trabajo se dé un reconocimiento de lo que el analizado observa en lo real.
Los analizados entran en shock para encontrar a sus analistas en la calle, una sorpresa derivada de el sentimiento de que el sólo tiene la visión de cómo es realmente el analista funcionando en el mundo real. Sin embargo está en el camino de lo traumático como el irrumpir en el campo de los objetos culturalmente dotados.
Para llegar al final del análisis, sólo como una aproximación al final de la vida, saber mucho más acerca de nosotros mismos, poseídas por nuevas y valiosas visiones, pero sintiendo todavía que la vida es profundamente misteriosa, puede ser duro.
¿Los analizados rompen la alianza para preguntar quién realmente pone en marcha el espectáculo? El hecho de que no hay nadie, de que esto sólo es, y que sólo somos, quizá lleve a muchos a rebatir la cura del proceso del análisis, para apuntar a ver a través de la persona del analista.
- 6. La transformación del analizando
Por otro lado los analizados han estado en presencia de “el otro como proceso” formados y transformados por los silencios del analista, las percepciones, imaginaciones, construcciones, interpretaciones y compromisos vocales, todo reflejando una respuesta formal inconsciente para el movimiento del carácter del paciente como esto es usado y formado por el analista.
El paciente sentirá entonces que ha tenido un encuentro con lo real con el analista, como una forma de inteligencia y que su propio inconsciente opera esta inteligencia. De inconsciente a inconsciente un encuentro noumenal-noumenal, un encuentro con dos lógicas inmateriales se operan una a la otra. En esta lógica interna que nos guía, hemos usado un significado más alto, al construir una teoría de Dios, de la cual encontramos el origen. Y la inteligencia dentro de nosotros internamente nos guía, parece una conexión de alma con alma. Esto es un encuentro paradójico. Tan profundo y todavía tan imposible de describir.
7. La soledad esencial generativa
Winnicott escribió acerca de un área de soledad esencial, una parte de la inevitable y necesaria soledad de cualquier self. Esta soledad, no es equivalente a aislamiento o desolación, es generativa, precisamente porque su existencia fue sobrescrita por la presencia del otro, un estado complejo para ser leído de muchas formas. Esta capacidad de estar con el propio ser sin entrometerse más allá por la necesidad de relacionarse, también designa la llegada de la capacidad del ser un self independiente de, y en diferencia con, la misma presencia del otro.
Cuando Freud les pidió a sus pacientes la asociación libre en la presencia del analista y no ser hostigado por una noción interna de qué era y qué no era material que valiera la pena, él estaba haciendo también un estado excepcionalmente complejo: estaba impulsando a la persona a hablar sin darle importancia a la presencia de una censura interna, pero simultáneamente sabiendo que la capacidad de hacer eso también dependía de la habilidad del paciente para olvidar los juicios anticipados del otro. Para hablar, el paciente tiene que olvidar la presencia del otro, pero irónicamente, esta capacidad negativa ocasionada acerca de la llegada del que habla en la acción de soledad.
Los psicoanalistas no han escrito debidamente acerca de la profundidad y de la soledad profundamente generativa, su paciente…y el psicoanálisis. Sé que no puedo describir el lugar donde trabajo, aún con los términos de una eventual atención suspendida o reverie o la actitud analítica, están afortunadamente ahí como significantes los cuales puedo usar pero ¿realmente designan la vida psíquica en este lugar?
El psicoanálisis se lleva a cabo entre dos personas y se siente como si viviera (yo el analista) la más profunda suspensión, un recoveco de mi vida privada.
Ésta, quizá sea otra forma de discutir el inconsciente, pero si es así, desearía localizarlo. Desde siempre, el encuentro con cada paciente me envía profundamente dentro de mi self, a un área de una soledad esencial, procesada por leyes sordas de una complejidad mental densa.
El analista y su paciente se encuentran en un estado de curiosidad autobiográfico, moviéndose entre dos historias, una que se privilegia (la del paciente) y la otra suspendida (el analista), en el interés de crear una ausencia generativa, así el paciente quizá se creé a sí mismo fuera de los dos materiales: su propio movimiento en el lenguaje, su viaje no sabido del material, de las ideas que van pasando del analista. El lugar donde vivimos, solos y todavía……en la presencia de el otro.
Guiados por una temporalidad que es tanto inmediata y todavía resiste el pasado, que es tanto infinitamente polisémica y ligada a los límites de la conciencia y la cultura, que no puede ser compartida con el otro, aun así necesita de la presencia del otro para prosperar.
Solos y todavía activas, este pesadas redes de interconexión se mantienen a pesar de todo, esto catectiza a los objetos, los significa, moviliza las intensidades psíquicas, demanda y obtiene sueños, y aguanta al sujeto a través de los objetos presentados día a día. En la sala de consulta, menos estimulante que la vida normal, y todavía más profundamente presentido a este mundo interno, el analizando se encuentra a sí mismo dejando una ilusión: que aquí, hasta el final, es capaz de hablar desde este lugar interno. De aquí hasta el final es capaz de dar voz a este impulso densamente complejo. El analista comparte esa ilusión.
Pero una ilusión, no un engaño. El cómo profundamente se mueve, una ironía es que ambos saben que el análisis no provee el lugar de representación, de este compartir profundo interno y todavía cada uno cree eso. Es un hermoso desafío de lo posible en psicoanálisis, un desafío que es más que ganar, pero este desafío permite a ambos participantes un sentido profundo de desarrollo que ellos están viniendo más cerca y cerca a las verdades que la vida informa.
Otro componente es la neutralidad en el psicoanálisis.
Blanchot reconoce que hay una imposibilidad de comunicar nuestra experiencia, el discurso intenta cruzar la división intrínseca entre el self y el otro y reafirma la diferencia fundamental entre dos personas.
Hay una cosa extraña entre la gente. Una interrupción que escapa a toda medida, una separación infinita, que es el resultado de esa diferencia entre dos personas. Yo no puedo conocer al otro, dice Blanchot. No puedo saber su experiencia interna del self, lo que constituye una presencia psíquica en todas nuestras vidas, a lo que Blanchot denomina “lo neutral”. El otro, o el él, es “la tercera persona”.
La relación neutral, una relación sin relación, le da al hombre en todo a su extrañeza de sí mismo, y constituye lo no sabido en su distancia infinita.
Cuando Freud creó la neutralidad ¿reconoció implícitamente en ella la presencia inmediata de lo incognoscible? ¿Era el discurso del paciente, una parte de la realización última que la comunicación reconoció la imposibilidad de sí misma, en la medida de un discurso tanto transmitir un contenido mental aún?
Podemos preguntarnos si la creación de la neutralidad lleva la verdad curiosa de la imposibilidad de transferir la experiencia analítica del self al self-otra relación. En el campo de lo interpersonal, nosotros habríamos de encontrar un lugar para la neutralidad como una representación de un rasgo esencial de todas las relaciones humanas: que el otro está más allá de escuchar y conocer- hablado, pero imposible de oír desde. La neutralidad es entonces una parte indispensable del psicoanálisis. También interpersonal, una relación, uno que socializó la neutralidad y la desplazó, se negaría esta verdad.
Mientras no se niegue el elemento interpersonal o los contextos que confortan el vivir dentro de una interpretación, el paciente siente que el analista también reconoce el hecho indisputable de que el otro es ultimadamente más allá del conocer. Esto que opera a lo largo y todavía fuera de la pareja, en la solitaria privacidad de estos individuos separados. El psicoanálisis no falla en representar este movimiento separado, uno que vive dentro de las líneas, y lo ha reconocido siempre como el carácter del inconsciente. Para ser encontrado en Freud, tanto como indicó Lacan, está un sujeto que habla a nadie, ni siquiera a sí mismo, a pesar de esto, donde se habla es para ser hablado a través, interrumpido por este inconsciente que nos engancha como si expresara inconscientemente la realidad psíquica.
El silencio del analista, una particular forma de escucha, privilegiando a la palabra como un medio de un movimiento del sujeto, que lo sitúa de este lado de un psicoanálisis al lado y fuera de la contratransferencia: es un movimiento que opera a pesar de lo que el analista piense o crea. Recogido en un teatro inmenso imaginario con su paciente, el clínico quizá está bien en su forma de organizar una historia importante, toda la rueda se movió por factores mediados por el imaginario.
La asociación libre, por ejemplo, es independiente de una relación con el analista aunque se refiera a ella, y aunque esta exista sólo significativamente dentro de la proximidad de otro atento. La liga entre los significantes y la constelación de los significados, por lo tanto, opera acorde sus propias interconexiones fuera del campo imaginario que es sin embargo evocado. La respuesta interna subjetiva del analista es siempre contrapunteada por este movimiento interno de lo objetivo: la marcha de significados que dispensa las verdades psíquicas de las relaciones humanas.
Características importantes de psicoanálisis, están más allá de lo interpersonal. Nosotros no podemos conocer al otro o el significado de lo inmediato, pero esto presiona los hechos de la vida en un lugar honorario en un psicoanálisis a través de una cierta presentación de su naturaleza: lo inmediato le es dado un impacto en y a través de interjuegos de la asociación libre, el reverie analítico y lo no conocible de cualquiera, es apoyado por la función de lo neutral.
Bibliografía
Bollas, C. (1999). Origins of the Therapeutic Alliance. En: The Mystery of Things, capítulo 1. Christopher Bollas, ed. Routledge: London, pp- 1-14.