descargaPor: Priscila García
“Todas las mañanas al despertar experimento un placer inmenso: el de ser Salvador Dalí. Y me pregunto a mí mismo, asombrado, ¿Qué cosa prodigiosa va a hacer hoy, este tal Salvador Dalí?”.   (Dalí, Ingram 2014)
 
Historia
Salvador Domingo Felipe Jacinto Dalí i Domènech nació el 11 de Mayo de 1904, en Figueres, ciudad catalana de la provincia de Gerona, España. Era hijo de Felipa Domènech i Ferrés y Salvador Dalí Cusí. Era el segundo Salvador, ya que tres años atrás, había nacido Salvador Galo, quien murió el primero de Agosto de 1903 teniendo tan sólo un año y nueve meses de edad, a causa de un catarro gastroenterítico infeccioso. Sus padres habían logrado sustituir al hijo perdido en tan sólo nueve meses, por lo que estaban convencidos de que su hijo muerto había renacido y convencieron a su nuevo hijo de que él era su reencarnación en un nuevo cuerpo.
Su padre, Salvador Dalí i Cusí, era un distinguido notario con mucha autoridad, de imponente carácter y personalidad. Su madre, Felipa, era una mujer dedicada al hogar, que impulsaba la expresión artística de Dalí. Tenía una hermana, Ana María, cuatro años menor que él.
A los diez años de edad, Salvador Dalí entendía y hablaba correctamente el francés, se relacionaba exclusivamente en Catalán con su familia y sus compañeros, mientras que en la escuela se le  enseñaba de forma obligatoria la lengua castellana.
Dalí tenía una niñera, Lucia, una mujer grande, fuerte y robusta, quien fue una de las mujeres importantes en la vida de Dalí, junto con su madre, su hermana y Gala, su compañera de vida. Todas ellas, como la imagen que él guardó de Lucia sentada en la playa en sus vacaciones, aparecen con frecuencia de espaldas en sus pinturas.
Dalí decía que él había comenzado a dibujar desde que era un bebé, pero lo cierto es que estuvo relacionado con el arte desde que era pequeño gracias a que sus familiares o amigos de la familia tenían contacto estrecho con el arte, como su abuela y su madre, que disfrutaban de dibujar, y unos amigos de la familia, los Pichot (Pitxot), con los que Dalí estuvo viviendo una temporada cuando tenía entre seis y siete años, debido a una infección en la garganta (Dalí, 1942). Dicha estancia es importante ya que fue el primer contacto que Dalí tuvo con la pintura, que en ese entonces estaba de moda, (el impresionismo). Ramón Pichot, un renombrado pintor impresionista, le enseñó a Dalí las técnicas impresionistas. Producto de esta experiencia fueron sus primeros óleos (Ingram, 2014, p. 16).
Desde que era pequeño se consideró siempre diferente. El no fue un niño normal, fue exageradamente mimado, un niño que ya había estado muerto y que a toda costa debía evitar morir. La presencia de la muerte no se alejaba nunca de él ni de su madre, pues tal vez fue ella quien obstaculizó el desarrollo de Dalí hacia la autonomía y la confianza en sí mismo. Se volvió un tirano con sus padres y ejercía un poder despótico desconcertante hacia ellos ya que todo le era concedido. Manipulaba a cualquier persona a su alrededor y no había manera de controlar sus ataques de ira ante la menor frustración (Castellar-Gassol, J., 2002)
Sin embargo era un niño muy inseguro, su confianza no radicaba en sí mismo, sino en sus padres. Poco a poco al ir enfrentándose a nuevas situaciones fuera de su casa y alejado de sus padres, Dalí fue sintiendo su incapacidad para afrontarlas y, a modo de compensación emprendió la tarea de construir en sí mismo un personaje idealizado y omnipotente. Quería con desesperación ser considerado único y excepcional. “Con seis años quería ser cocinero, a los siete quería ser Napoleón. Finalmente llegué a la conclusión de qué, ¡sería un genio, y el mundo entero me admiraría!”. Poniendo todo su empeño en lograrlo. “Mi ambición no ha hecho más que crecer y ahora es la de llegar a ser Salvador Dalí y nada más. Por otra parte, esto es muy difícil, ya que, a medida que me acerco a Salvador Dalí, él se aleja de mí”. (Dalí, 1942)
Junto con la muerte de su hermano, inició el camino hacia la inmortalidad, aparentemente solo, libre y poderoso, pero con el fantasma de la muerte de su hermano siempre a su lado, siempre luchando contra éste, el otro Dalí.
A la edad de siete años, Dalí se había instaurado como el monarca de su familia. Su vestimenta era extravagante, quería ser Napoleon. Su exhibicionismo se fue retroalimentando a partir de esta edad y aunque en un principio era más impulsivo, con el tiempo fue adquiriendo control sobre él. (Ingram, 2014)
En la escuela no perdió este poder, había aprendido a manipular a los demás a partir de la curiosidad que despertaba en quienes le rodeaban ya que, al ser una escuela pública, la mayoría de los estudiantes eran de un nivel socioeconómico bajo, mientras que Dalí vestido como un pequeño príncipe, llamaba la atención de todos y era acosado en ocasiones (Bosquet, 1967). Aunque más tarde en su autobiografía, pasó a ver ese aislamiento y soledad como un signo de su superioridad. Fue un precoz lector de filosofía y era admirador de Kant .
En bachillerato, su padre lo inscribió en el colegio de los hermanos Maristas y en la escuela Municipal de Dibujo de Figueres, en donde fue el primero de su clase y fue galardonado con un certificado de excelencia. En 1918 tuvo su primera exposición, organizada por su padre, en el teatro municipal, ahora el teatro-museo de Dalí en Figueres. En esta etapa su preocupación por su aspecto y vestuario se acentuó más.
En 1921, muere su madre a causa de cáncer de útero, a los 47 años de edad. Suceso que según el propio Dalí, hizo que estuviera aún más decidido a triunfar, “Juré arrebatar a mi madre de las manos de la muerte y del destino con las espadas de luz que algún día brillarían salvajemente alrededor de mi glorioso nombre”. (Dalí, Ingram, 2014). Su madre estuvo hospitalizada un tiempo antes de su muerte ya que el padre tenía amoríos con su cuñada, la hermana de la madre, con la que cuatro años más tarde se casaría.
Al día siguiente, Dalí se fue de su hogar para ingresar a la Academia madrileña de San Fernando, aunque según Dalí, la escuela fue una decepción para él, “Entendí de inmediato que esos viejos profesores cubiertos de honores y condecoraciones no podían enseñarme nada”. En 1923 fue suspendido por haber cuestionado los méritos de un maestro y tres años después, fue expulsado por haber dicho que los maestros no eran aptos para evaluar su obra.
En su estancia en la academia, Dalí pasó por una especie de metamorfosis, en su vida secreta, Dalí describe la transformación: cambio su vestimenta romántica (vestido de negro de pies a cabeza, con delineador negro, cabello negro y piel blanqueada), por una vestimenta más a la moda del momento, se comenzó a vestir como “dandy”, se enceraba el bigote, consiguió un bastón de bambú, usaba camisas de seda y se cortó el cabello, el cual enceraba con barniz (Dalí, Ingram, 2014).
Aunque no todo fueron malas experiencias en su estancia en la academia de arte, Dalí conoció a personalidades como Federico García Lorca y Luis Buñuel, con quienes más tarde entabló una relación muy cercana. Lorca y Dalí se obsesionaron el uno con el otro, incluso sostuvieron un breve romance, según el artista, “no sucedió gran cosa”. La madre de Dalí era extremadamente católica y la homosexualidad era ilegal. Se puede decir que su relación terminó cuando Dalí conoció a Gala. (Dalí, Ingram, 2014)
En 1929 Dalí viaja a Paris para la presentación de “Un Perro Andaluz”, en donde conoce a Paul Eluard, esposo de Gala en ese momento. Dalí los invita junto a otros intelectuales y artistas del momento a vacacionar una temporada en su casa en Cadaqués. Cuando Dalí conoce a Gala, se enamora profundamente de ella. En su autobiografía, La Vida Secreta De Salvador Dalí, 1942;  escribe: “Estaba destinada a ser mi Gradiva (este nombre proviene del título de una novela de Wilhelm Jensen; Gradiva es la heroína de la novela, la chica sobrevivió en el fragmento de friso, en el relato de Jensen y en un ensayo de Sigmund Freud: “Delirios y sueños en la Gradiva de W. Jensen”. De allí pasó a la mitología surrealista: Dalí y André Masson la pusieron en dibujos y cuadros, la que avanza, mi victoria, mi esposa”. Y a partir de ese momento, no se separaron hasta la muerte de Gala. Siempre mantuvieron un matrimonio abierto y podían incluso en ocasiones, tratarse con crueldad. (Catellar-Gassol, J., 2002)
Hasta antes del encuentro con Gala, la vida de Dalí había sido prácticamente asexual. (Buñuel, 1982). Uno de los primeros vínculos que los unieron fue que ambos guardaban penosos secretos familiares.
“Gala era, por encima de todos, una mujer fascinante. Una mujer adelantada a su tiempo. Desde un principió entendió cual era su papel planetario en el universo daliniano. Y representó ese papel. Lo representó hasta el final. Gala supo entender que Dalí necesitaba una esposa-madre. Necesitaba junto a él a alguien que le permitiera sentirse fuerte y afrontar sus fantasmas…” (Carol, Navarro y Busquets, 1985).
Dicho encuentro fue decisivo para Dalí, lo salvó de caer en la locura que lo perseguía desde hacía tiempo.
Su padre rompió toda relación con Dalí una vez que éste se unió a Gala (al ser una mujer separada, extranjera y drogadicta a decir del padre) y a la par, al conocer su padre que Dalí había expuesto una obra llamada “Sagrado Corazón”, con la inscripción “Parfois je crache, par plaisir, sur le portrait de ma mère” (A veces escupo, por placer, sobre el retrato de mi madre). Quien siempre se dirigió a Dalí diciéndole: “corazón, ¿qué quieres?”. A pesar de esto, en 1940, tras la guerra civil, Don Salvador Dalí llega a una cierta aceptación de Gala. Su padre muere diez años más tarde en 1950, a causa de cáncer de próstata. Los ocho testamentos redactados entre 1929 y 1950, demuestran los altibajos que sufrió la relación entre padre e hijo.
Dalí había roto con su familia, con ataques indirectos hacia el padre, al sentirse seguro fuera de ella, tanto con Gala como con su obra, tomando un camino hacía la independencia.
A los 25 años Dalí había logrado conseguir algo que muchos hubieran deseado, el hijo de un notario desconocido era famoso y se rodeaba de los grupos de personas más eminentes de París. “A los seis años defecaba en los sitios más inverosímiles de la casa, corría gritando a donde estaba la familia reunida, y mejor si había visitas!, les gritaba: ¡lo he hecho! Y huía a esconderme. Era entonces cuando todos se lanzaban a la búsqueda de mi gran tesoro”. (Dalí, S., 1975)
Dalí pensaba que a todos les estaba haciendo comer sus excrementos, y que les gustaban, con lo que había alcanzado el éxito (Carol et. Al. 1985)
El genio creativo constituyó una alternativa contra la locura para Dalí, que lo acechó durante toda su existencia.
Se desconoce el motivo exacto por el cual murió su hermano, lo que es un hecho es que dicho acontecimiento llenó de culpabilidad a los padres de Dalí, creyendo que con un sustituto todo se arreglaría, compensando “errores o faltas” con sobreprotección y exceso de gratificación a Dalí.
Dalí estaba obsesionado por la memoria de su hermano. Cuando era niño sus padres lo llevaron a la tumba de su hermano y le dijeron que él era su reencarnación. Así, creció bajo la sombra de su hermano, “mi hermano y yo nos parecíamos como dos gotas de agua, pero teníamos reflejos distintos; como yo, su cara tenía la inconfundible morfología de un genio. Mostraba alarmantes signos de precocidad, pero su brillantes estaba cubierta de la melancolía propia de una inteligencia insuperable. Yo, por otro lado, era mucho menos inteligente, pero lo reflejaba todo”.
Dalí se obsesiono con el poder desde pequeño, en su autobiografía La Vida Secreta De Salvador Dalí, describe episodios de su infancia que reflejan su “fortaleza”, aunque más bien podríamos pensar como crueldad. Afirma que golpeaba a su hermana y que en una ocasión tiró a un niño de un puente. Este rasgo de personalidad fue creciendo cada vez más en Dalí, comportándose como un tirano desde pequeño. Por un tiempo, llevó campanas consigo que hacía sonar con regularidad, “¿Cómo si no iban a percatarse de mi presencia?” (Dalí, Ingram, 2014).
Dalí sentía que estaba autorizado para hacer cualquier cosa. Cuenta su hermana que Dalí tenía una adicción a recibir regalos, aunque generalmente se abstenía de darlos. En las raras ocasiones en que no podía satisfacer sus deseos, montaba en cólera, como el día en que vio unos caramelos en el mostrador de una tienda, pero la tienda estaba cerrada, por lo que no podía comprarlos. Se puso furioso y no había forma de consolarlo. Su madre nunca lo cuestionaba, siempre intentaba tranquilizarlo. Estaba completamente entregada a los cuidados de Dalí. (Dalí, Ingram, 2014)
Según el propio Dalí, “Era el rey de la casa”. “Me lo consentían todo, mojé la cama hasta que tenía ocho años, solo porque me divertía. Era el monarca absoluto de la casa, nada era suficientemente bueno para mí. Mi madre y mi padre me adoraban, y a mí me gustaba”. (Dalí, Ingram, 2014)
Aunque por testimonios de parientes que presenciaron la infancia de Dalí en familia, se sabe que todo el tiempo lo comparaban con el hermano muerto, le proporcionaban juguetes y objetos que eran de su hermano, negando de ese modo la existencia al hijo vivo.
Dalí entonces dejaba de ser él para convertirse en su hermano. Visitaba su tumba y decía, “ya no se si estoy vivo o muerto”. Esa muerte tan cercana le causaba mucha angustia, la asociaba con ideas de putrefacción, de estar muerto o encerrado en un ataúd. En cada contacto con su padre, Dalí sentía que su mirada era un “rayo láser” que lo traspasaba, que veía solamente la “mitad de sí mismo, que sobraba una mitad”, y que lo recorría buscando siempre al otro, al Dalí muerto.
“Yo tenía en un costado una herida abierta que mi padre, ignorante y poco sensible de mis sentimientos angustiados, removía incesantemente con un cariño que me golpeaba como sí fuera un mazo”. (Dalí, S., 1987)
El padre, inflexible y dominante eclipsó la figura materna en la infancia de Dalí. La enfermedad y fragilidad, caracterizaron a su madre. Necesitando siempre la ayuda de la nana Lucia en los cuidados para sus hijos.
La influencia que tanto la madre como la abuela ejercieron en la vida temprana de Dalí, fue decisiva para su desarrollo artístico. Dicha influencia la podemos valorar en términos de relaciones objetales. La relación de Dalí con el objeto primario fue el principio que Greenacre (1960) llamó “idilio con el mundo”. Como una especie de enamoramiento con el entorno, lo cual es básico para el desarrollo del talento.
Los paisajes en sus pinturas pudieran interpretarse como elementos básicos para proyectar las fantasías inconscientes de un ser que vivía atormentado por el fantasma de su hermano muerto.
El padre de Dalí pensaba que el hombre que tuviera conductas amorales podría contraer sífilis, ya que era una creencia en esa época. Y se encargaba de hacérselo saber a Dalí y a su hermana en todo momento. A modo de educación sexual, solía dejar un libro abierto sobre el piano de la casa para que ellos lo vieran, el libro trataba sobre enfermedades venéreas. De igual forma le advertía a Dalí sobre las consecuencias de tener encuentros con prostitutas y le sugería la idea de que era preferible, en bien de la higiene, que todo se quedara en familia (incesto). Quizá como forma de justificar su conducta. A la par, la enseñanza católica dentro de su hogar, predicaba los horrores que les esperaban a los muchachos que se masturbaban.
Dalí reconoció dichos temores sexuales muchos años después. Los cuales podrían incluir de forma desplazada el miedo a viajar en barco.
La sobreprotección de los padres hacía Dalí, tuvo fuertes consecuencias. Se convirtió en un niño tirano, que manipulaba a cuanto adulto o niño se le pusiera enfrente, con tal de satisfacer sus caprichos ante una persistente intolerancia a la frustración. Y con el manejo perverso de sus heces fecales, el cual también se asocia con el control anal, con lo cual inició su delirio de grandeza y sentimiento de omnipotencia.
A pesar de llevar una relación tormentosa con su padre, éste siempre estuvo al tanto de su desarrollo intelectual y escolar, lo que fomentó una alternativa para lograr identificarse con su padre. Por lo general para que el talento florezca, necesita de un ámbito favorable para el desarrollo intelectual (Greenacre, 1960).
La historia de Dalí narra innumerables intentos por ganarse su lugar en este mundo. La rabia que sentía hacia sus padres por negarle su existencia en el mismo y la búsqueda de sustitutos de padre y madre que le permitieran identificarse y sentir aprobación. Figuras idealizadas por Dalí en diferentes momentos de su vida como: Lucia, Ana María, Gala, Picasso, Buñuel, Bretón, Lorca y Freud..
A través de desarrollar sus talentos creativos, adquirió armas para luchar contra la negación del padre. Con dicho acto creativo, pretendía reparar su self y a sus objetos a través de sublimar y contrarrestar las tendencias destructivas ya internalizadas de muerte y putrefacción. Con esto, Dalí, pintaba, escribía y construía su propia identidad.
A pesar de sus múltiples intentos por hacer las paces con su padre, Dalí termina huyendo del continente del padre para alejarse de todas las figuras que le ataban a su tormento familiar, incluida su hermana Ana María. Durante la travesía en barco que realiza al irse a América, Dalí manda a hacer una baguette de dos metros de largo, lo que se podría interpretar como un intento por restaurar su virilidad a partir de la angustia de castración que le produce el dejar a su padre atrás.
Una manera de entender e interpretar los trabajos y obra de Salvador Dalí, es la comprensión del proceso de creación de los mismos. El cual el pintor nombró “método paranoico-crítico”, a partir de leer la obra de Freud titulada “La Interpretación de los Sueños” e intentando aplicarse los principios a sí mismo que ahí Freud planteaba, con lo cual pretendía alcanzar su inconsciente y con ello incrementar su potencialidad artística (Dalí, Ingram, 2014). “Yo soy porque deliro, y deliro porque soy. La paranoia es mi misma persona, pero dominada y exaltada a la vez por mi conciencia de ser. Mi genio reside en esta doble realidad de mi personalidad” (Dalí 1973). Define a este método, como espontáneo de conocimiento irracional, basado en la objetivación crítica y sistemática de las asociaciones, e interpretaciones delirantes (Dalí, Gibsson, 2002).
Su obra es un reflejo de sus preocupaciones y de la elaboración incansable de ellas. Dalí llamó a sus pinturas “fenómenos de irracionalidad concreta”, que trató siempre de dominar para no caer en la locura (Dalí, 1942).
El misticismo de Dalí, del “divino Dalí” fue incrementándose ante su fracaso por reconciliarse con su padre. Ahora con el padre muerto, Dalí podía realizar su más grande deseo: volver a su madre-España. Fue cuando comenzó a hablar de sí mismo en tercera persona, ya que habiendo eliminado al padre, la respuesta a su existencia solo podía ser de carácter divino.
En 1982 el Rey Juan Carlos le confirió el título de marqués, asegurando su estancia en España. En 1986 declaró ser un genio que nunca moriría, expresó sus deseos de vivir para el rey, un padre que si lo aceptó y para una madre, su eterna madre-Cataluña. Con estas frases, Dalí sintetizó la creativa trayectoria de su existencia que lo alejó de la locura.
Con una historia familiar determinada, un intelecto sobre dotado, una sensibilidad fuera de lo común, y una serie de experiencias significativas que lo aproximaron a la pintura, Dalí floreció como uno de los artistas más polémicos del siglo XIX (Carol, 1990). Dalí construyó su propia identidad a través de su capacidad creadora y talento artístico, logrando recuperar sus objetos perdidos y contrarrestando así sus tendencias destructivas y de muerte.
Murió en 1989 de una insuficiencia cardiaca en Figueres y fue embalsamado y enterrado bajo la cúpula de su gran teatro-museo.
 
En cuanto a diagnósticos..
Podemos pensar que era fronterizo de nivel superior desde el punto de vista de Otto Kernberg, incluyendo caracteres histéricos (berrinches, exhibicionismo). Encontramos también relaciones objetales estables (Gala, Buñuel). Sin embargo, observamos un súper yo punitivo y sádico, por lo cual no logró una genitalidad adulta, debido a un padre culpígeno y sus “enseñanzas sexuales”, que lo llevaron a pensar en las mujeres como sucias y no merecedoras de su pene. En cuanto al voyeurismo, Dalí abusaba de él y de una frecuente masturbación al vivir sus impulsos genitales como infantiles. De igual manera observamos un carácter obsesivo-compulsivo representativo de la etapa anal en su atracción por los glúteos y las heces fecales en sus obras y en sus actos. Utilizaba la escisión en su obra constantemente al separar sus figuras en vivas-podridas.
Kohut (1977), por su parte refiere: “Es claro hacer notar que Dalí había logrado crearse un estilo de vida, una forma de relación con el mundo externo que lo individualizó plenamente pero sin alcanzar todavía una identidad propia, aún salvándolo de la inanición y de la muerte, pero le costó muy caro al sufrir un trastorno severo de la personalidad, de carácter narcisista y con regresiones fronterizas”. Se consideran únicos, tienen fantasías perversas, pérdida de interés en el sexo. Se complacía con observar o masturbarse solamente; dificultad para mantener relaciones, exhibicionismo, extravagancia y aislamiento. Sufren cambios bruscos de humor, ira incontrolable, y necesitan que se les confirme como seres únicos y existentes.
 
Bibliografía

  • Bosquet, A. (1967) Dalí desnudado. Editorial Paidos. Buenos Aires.
  • Carol, M.(1990) Dalí. El final oculto de un exhibicionista. Editorial Plaza & Janes. España.
  • Carol, M., Navarro, J.J. y Busquets J. (1985) El último Dalí. Madrid, El País.
  • Castellar-Gassol, J. (2002) Dalí. Una vida perversa. Ediciones de 1984. Barcelona.
  • Dalí, S. (1986) Diario de un genio. Barcelona, Tusquets.
  • Dalí, S. (1942) La Vida Secreta de Salvador Dalí. Figueres, DASA ed.
  • Gibsson, I. (2002) La vida desafortunada de Salvador Dalí. México.
  • Greenacre, Ph. (1960) Estudios psicoanalíticos sobre la actividad creadora. México, Pax.
  • Ingram, C. (2014) This Is Dalí. México, Blume.
  • Kohut, H. (1977) The restoration of the self. New York, International Universities Press.
  • Secrest, Meryle. (1987) Salvador Dalí. Una vida de escenografía y alucinación. Madrid Mondadori.
  • Simons, R. (1984) Creativity, mocering and the dread of paternity: reflections on the life and art of Gustav Vigeland. International review of Psychoanalysis.

 
 
Imagen: Salvador Dalí
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