Por: Ellen Bello
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad se define como: “una acumulacion anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud”. Esta acumulación se puede identificar utilizando el índice de masa corporal (IMC) haciendo una relación entre el peso y la talla del individuo, considerando un IMC 30 o superior como sobrepeso.
La ciencia y la psicología han abordado el tema de la obesidad en conjunto para su tratamiento y prevención. Estudios relatan que el 70% de adultos en México padecen de sobrepeso y el 30% son obesos. El psicoanálisis propone observar la obesidad como un síntoma de algún conflicto psíquico.
La obesidad, al igual que otros trastornos alimenticios, se relacionan con aprendizajes adquiridos durante la infancia al igual que la influencia de factores socio-culturales. Los modos que se han aprendido de los padres fueron influenciados por costumbres e ideales culturales que transmiten a los niños. Esto se da a través de la identificación con los padres y se refuerza por los medios de comunicación, es decir, se transmiten por medio de los ideales culturales y de las figuras parentales. Hoy en día se ha mitificado la delgadez corporal ya que se demuestra que de cierta manera, aquellos más esbeltos, tienen control, voluntad y fuerza; los individuos se valoran por su talla y el afán por una cierta imagen corporal comienza a una edad temprana.
Un factor importante que influye en el entorno familiar y cultural de los individuos, es el valor simbólico de los alimentos. Jane Ogden, un especialista en Nutricion y Psicologia propone que los alimentos pueden llegar a tener algunas asociaciones de afectos atadas a ellos. Puede ser el platillo preferido que prepara algún familiar especial, un alimento que se recibe por un cierto comportamiento, un festejo de cumpleaños donde hay pastel etc. La comida de la ama de casa se devora con placer y se siente reconocimiento por su esmero culinario siendo ahí donde destaca su aportación al entorno familiar. Aquellos platillos se preparan sin tener una consideración nutricional y con más énfasis en los sabores. Se les amerita un reconocimiento por el valor simbólico y éste se vincula en muchos casos con afectos como la identificación con un ser querido, la identidad social y cultural.
Según los estudios de Hilde Bruch (1948), el entorno familiar de un obeso es pequeño y el individuo suele ser hijo único o menor. Los padres asumen una postura pasiva y las madres son las dominantes. Las madres están simbiotizadas con el hijo quien se vuelve potencialmente obeso y ellas pueden llegar depositar o proyectar sus insatisfacciones propias en su hijo, negándoles autonomía e independencia a través de sus propios logros individuales. En muchos casos, el modo de expresar afecto por parte de la madre es a través de la sobrealimentación y en hacer las cosas por el hijo. A través de la sobreprotección está presente la hostilidad que siente hacia el niño. Se conciben estas medidas de protección madre-hijo para regular la propia ansiedad que siente por él. Esto interfiere con el crecimiento psicológico y social del niño, al mismo tiempo la madre se frustra con las demandas excesivas propias de proteger al niño y se desquita con él. Al mismo tiempo, desea retener el afecto del menor y la comida se vuelve una especie de soborno; es a través de este mecanismo que lo mantiene dependiente de ella.
El hijo representa evidencia y prestigio al mantenerlo muy bien alimentado. El niño crece y la obesidad se desarrolla como una discapacidad y es denigrado por la madre por su ineficiencia y necesidad de ella. El niño desarrolla la creencia de que el mundo es un lugar inseguro, así como ha sido representado en casa y se siente perdido sin su madre protectora. Esta actitud lo vuelve víctima de la incertidumbre y ansiedad incesante. Busca a la madre que solamente demuestra afecto a través de la comida, lo cual se vuelve una herramienta principal para sentirse contenido, consolado y satisfecho momentáneamente. Se refleja en las observaciones de Bruch una madre-hijo simbiotizado donde se elaboran objetos persecutorios en el mundo interno del niño; percibe el mundo externo al igual que el interno, amenazante y se refugia en la comida el único afecto que percibe, que siente y que su madre fue capaz de dar.
Bruch también realizó estudios sobre la historia emocional de niños obesos. Los resultados demuestran que existen pocas diferencias dentro de los problemas psicológicos entre niños y adultos. Destaca la ausencia de la madurez adulta y la trayectoria necesaria para llevarla a cabo, se estanca por no querer renunciar a ciertas satisfacciones que se necesitan para crecer. Por ende, muchos adultos obesos son inmaduros, indefensos, dependientes y no llegan a cumplir con las exigencias de la vida. Mantienen una actitud exigente frente a la vida, tienen poca tolerancia a la frustración y su entorno se vuelve hacia la comida como un satisfactor sustituto y temporal.
El Cuerpo y la Imagen
El cuerpo y la imagen son realizados por el aparato psíquico; ambas estructuras tienen distintas formas de asociarse con el mundo. En el cuerpo, la materialidad de lo viviente se ve afectada y transformada por la acción de lo psíquico sobre lo somático. La estructura psíquica actúa referente al organismo que estructura el cuerpo y el cuerpo se vuelve el efecto del lenguaje sobre el viviente.
Freud en su trabajo con las histéricas, los principios del psicoanálisis, descubrió cómo el cuerpo histérico se comunica a través del síntoma. Existe una realidad ajena al sujeto que se expresa a través del cuerpo. ¿Qué estará intentando expresar el cuerpo del obeso? ¿Acaso alguna verdad que lo está enfermando? Freud explica que al dejar en claro el síntoma histérico por medio de la palabra pone en evidencia que el cuerpo incorpora lo simbólico. El significante puede operar sobre el cuerpo. El síntoma encierra satisfacción y el inconsciente muestra la compulsión a la repetición. El inconsciente experimenta satisfacción y va en contra del bienestar del sujeto, incluso puede llegar a perturbar las funciones básicas del cuerpo.
Freud ha definido a las pulsiones como el límite entre lo psíquico y lo somático. En el texto “Tres Ensayos de la Teoría Sexual” (1905), Freud refiere cómo en la infancia temprana el cuerpo, con sus pulsiones parciales circulando por diferentes zonas erógenas y órganos, se vive como fragmentado. Esta vivencia puede permanecer en la adultez, aunque existan momentos de naturaleza breve donde uno se puede llegar a sentir completo; por ejemplo, el enamoramiento. Quizá el ser grande y retener volumen en el cuerpo es una forma de sentir y percibirse como completo. Puede estar relacionado esta compensación física a la castración, donde para confirmarse a él mismo que sí tiene pene, a través de llenar ese vacío con grasa.
Hilde Bruch define que hay 2 tipos de obesidad: el activo que es donde hay un incremento de peso constante y el dinámico en donde el individuo se vuelve estacionario después de alcanzar un peso y se mantiene constante. Aunque no todos los obesos padecen de algún tipo de desorden emocional o patología de la personalidad, para algunos puede fungir como un mecanismo frente a una vida dificil o angustiosa. Esto se puede ver a través de las funciones yoicas como adaptación hacia el mundo externo.
Hilde Bruch divide a pacientes obesos en 3 categorías constando de la adaptación psicológica:
- Funcionales, que son capaces de integrarse en un ámbito social y donde no se aplica una función psicológica anormal.
- Obesidad de desarrollo, donde su obesidad ha sido parte de su desarrollo y está asociado a problemas de personalidad.
- Obesidad reactiva, donde la obesidad funge como una respuesta a algún evento traumático.
El exceso de grasa corporal funciona como defensa frente ansiedad o depresión. Son aquellas personas más maduras que se alimentan de forma excesiva cuando padecen de preocupación o inestabilidad emocional y expresan su agresión volcandola sobre sí mismos. Hilde Bruch encontró que con mujeres obesas existe un rechazo significativo del rol materno y el anhelo de no crecer y permanecer chicas. Existe el sentimiento de haber perdido parte de ellas cuando nacieron lo que inspira un sentimiento de vacío. Huyen del conflicto manteniendo un cuerpo grande, no maternal.
El desarrollo de la obesidad podría estar relacionada con la etapa oral donde la satisfacción y la frustración influyen el mundo interno y sus procesos. Estas frustraciones y satisfacciones están relacionadas con las figuras parentales. Aquellos adultos con fijaciones orales se refugian en la alimentación de forma compulsiva para sentir seguridad al igual que el pecho los proporcionó en su infancia. En casos donde la obesidad ocurre durante la segunda infancia, ésta se relaciona a problemas de personalidad.
Chiozza propone que pueden existir fantasías relacionadas con el hecho de ser un ser grasiento, vinculado con al meta pulsional. Las 2 funciones de aquella fantasía transfieren la función de la capa de grasa como un almacenamiento y como un sostén de formar y conservar el calor. Éste almacenamiento de grasa es el antecedente necesario para el “crecimiento corporal” lo cual sucede en el momento oportuno. Se está capacitando el individuo con un crecimiento físico cuando en realidad se trata de un crecimiento emocional. Si el individuo anticipa una vida compleja, ningún almacenamiento de grasa es suficiente. El almacenamiento de grasa es la realización de la autonomía y se enlaza a la fantasía de autosuficiencia. En cuanto a la conservación del calor, puede ser percibido como expresión de deseo de afecto y protección lo cual evidencia la carencia de tales deseos y así es solicitado. Si la obesidad es referida como un trastorno somático, quizás exprese un punto de fijación libidinal con un órgano que por su función en un momento ejercía su primacía.
Caparros y Sanfeliu (1977) sugieren que el obeso sufre de ansias de comer que se relacionan de alguna forma el ejercer control de sí mismo. Podría ser que la libido está depositada en la grasa corporal. Puede resultar conflictivo perder esa grasa que lleva otra importancia en el inconsciente, como una forma de identificarse. En cuanto a las funciones del yo, la obesidad refleja un yo deficiente. A través de las funciones yoicas de Bellack y Goldsmith se puede analizar cómo son afectadas por la obesidad.
El sentido de sí mismo se vincula con la imagen corporal y un sentido de realidad. Para un desarrollo completo del cuerpo se requiere el movimiento y cuando uno padece de sobrepeso es más sedentario y no siente el cuerpo físico con magnitud. Se requiere de un esfuerzo mucho mayor para realizar cualquier tarea y puede volverse desalentador.
La regulación y control de instintos depende mucho de la tolerancia a la frustración y como se manifiesta en los impulsos. Braet (2005) señala que individuos obesos muestran rasgos de impulsividad en cuestionarios realizados acerca de los estímulos, específicamente, los alimentos.
En cuanto a las relaciones objetales, hay varios autores que coinciden con la idea de que el entorno familiar en donde hay miembros con obesidad existen carencias de autonomía y límites. La comida es el medio donde se expresa el afecto y se fortalecen las conductas familiares. También hay casos donde el miembro ha intentado bajar de peso y experimenta una falta de apoyo por parte de otros miembros de la familia.
La obesidad es una pandemia a nivel mundial, un tema relevante que amerita mayor investigación. El incremento de obesidad puede ser a raíz de varios factores como la herencia, el estilo de vida sedentario, la dieta, entre otros. Generalmente el tratamiento es abordado con un plan de nutrición pero no ha rendido los resultados deseados. En respuesta ha tomado precedencia la investigación genética, hormonas entre otros y aún no se logra prevenir ni tratar exitosamente.
Nos queda claro que no se pueden generalizar mecanismos, síntomas o encuadres dado las variantes de cada individuo porque difieren las condiciones del entorno familiar y social. Un claro ejemplo puede ilustrarse en países menos desarrollados donde el exceso de masa corporal puede simbolizar un estatus de poder y abundancia, mientras que en los países más desarrollados sucede lo contrario.
Partiendo del hecho de que hay pocas diferencias psicológicas entre el obeso adulto e infantil es improbable que el sujeto busque un tratamiento que va más allá que un plan nutricional. El cambiar los hábitos de alimentación resulta frustrante para el paciente porque requiere renunciar unas satisfacciones por otras al largo plazo pero tienen poca tolerancia a la frustración y no resulta favorable el tratamiento. Si nutriólogos capacitados en escuchar de forma psicoanalítica pueden entender como el sujeto se relaciona con su síntoma puede llegar a comprender cuál es la queja real del paciente. Aquí aplica asesorar el valor simbólico de la comida y como funge en el entorno familiar y social.
Dentro de los aspectos psicológicos muchos obesos se sienten alienados en un mundo donde no “caben” y experimentan un cuerpo fragmentado. Compensan recurriendo al comer de forma compulsiva para apaciguar sus ansiedades y miedos. La obesidad puede fungir como una defensa ante sus ansiedades o como una identificación con miembros de su familia nuclear que padecen de lo mismo. Por mas que sea el deseo del obeso comer, nunca es saciado. Dentro del síntoma hay algún deseo inconsciente que podría ser incestuoso y ese deseo se corporiza. El bajar de peso es como si pierde el deseo y por eso la dificultad de dejar de comer, el bajar de peso.
Se observa cómo el ser obeso llega a ser una conducta regresiva. Al comer compulsivamente estimula los músculos orales, la forma de comunicación de la infancia temprana que ocurre durante el amamantamiento. Dentro del mecanismo se refleja el anhelo de intimidad, protección y acercamiento a la madre ¿Qué intenta comunicar el individuo? El exceso de grasa corporal impide que sea independiente, necesita del otro para comer, transportarse, incluso bañarse; al igual que en su infancia temprana. La fijación oral es evidente en casi todos los casos. Para algunos el afán por la comida, alimentándose de forma compulsiva es forma de recobrar la seguridad que proporcionaba el pecho. Esto puede tratarse de un narcisismo primario donde no existe el mundo externo y no están desarrolladas las funciones yoicas. Esto pertenece a la postura psicoanalítica clásica.
Cabe destacar que a pesar de estar consciente de sus conductas y los motivos, es incapaz de modificarlas; como consecuencia el individuo vive un ciclo perpetuo de autodestrucción. Puede ser que el psicoanálisis provee la constancia y profundidad para fomentar cambios largos y duraderos para aquellos que padecen de obesidad. Pero es importante enfatizar que existen varias formas de obesidad y es difícil utilizar una sola disciplina, se necesitan de varias. Por lo tanto el tratamiento necesita ser individual para que se pueda indagar en las características únicas de cada individuo.
Bibliografía
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- O. (2010, March). The Experience of Being Obese and the Many Consequences of Stigma. Retrieved May 6, 2016, from http://www.hindawi.com/journals/jobe/2010/429098/
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