Por: Mármar Sissi Martínez

Una pizca de tradición y sabor 200 gr de relaciones objetales Una taza de contención

Dos cucharadas y media de conexión y vínculo Un cuarto de taza de placer

 Lo revolvemos muy bien hasta tener una mezcla uniforme y lo dejamos reposar durante toda la vida…

La comida es un escenario más en el cual se representan y revelan conflictos intrapsíquicos, relaciones objetales y el mundo interno.

Comer es un reflejo de la manera en la que vivimos y amamos. En psicoanálisis hablar de comida o del acto de comer no es hablar de comida ni del acto de comer, es hablar de un mundo de representaciones y un sinfín de significados.

Al pensar en la palabra comida, por asociación libre pensé en la palabra “comodín” que según la RAE significa “persona o cosa que sirve para fines diversos, según la conveniencia de quien dispone de ella” (RAE, 2023). En principio mi asociación puede explicarse debido a que las dos palabras comparten las tres primeras letras, sin embargo, va más allá, pues la comida para la psique funciona como “comodín” tiene la capacidad de representar infinidad de cosas y objetos “según la conveniencia de quien dispone de ella”.

 

Oralidad

Según Freud en “Tres ensayos sobre teoría sexual”, una primera organización sexual pregenital es la oral (Freud,1905). Es, a través de la boca, en primera instancia, que el bebé experimenta placer, displacer y es la zona erógena por la cual se vincula con el mundo. En este texto, Freud menciona que desde el inicio “el objeto alimentario es un objeto con carga libidinal, un objeto erotizado que satisface la pulsión oral (…). Es a través de su consumo o succión del seno por parte del recién nacido que el sujeto humano experimenta la primera forma de satisfacción libidinal-pulsional apoyándose en la función vital de la nutrición” (Cosenza, 2018), pues ¿Apoco no, comer – para muchos- es uno de los grandes placeres de la vida?

 

Relaciones objetales

El acto de comer expresa y conforma fantasías inconscientes, que, según Melanie Klein, “son la expresión mental de los instintos y por consiguiente existen desde el comienzo de la vida. Dichos instintos impulsan al yo a establecer relaciones objetales primitivas en la fantasía y en la realidad (…) la fantasía es una concomitante constante e inevitable de las experiencias reales” (Segal, 1964). El bebé al succionar leche del pecho materno y descargar tensión identificará y relacionará – en su fantasía inconsciencia – a ese pecho como un “objeto bueno” y, por el contrario, si el pecho fue fuente de frustración al ser incapaz de dar leche entonces ese pecho será percibido como un “objeto malo”. Otro ejemplo que nos permite comprender el funcionamiento de la fantasía inconsciente es el de “un bebé irritado por el hambre que en vez de aceptar el pecho, se aparta de él y no quiere mamar, el bebé pudo haber tenido la fantasía de haber atacado el pecho, al que ahora percibe como “malo”, esta malignización del objeto bueno puede persistir en el inconsciente del niño en futuras aproximaciones del pecho pero también del adulto, convirtiendo la comida en un perseguidor terrorífico y por lo tanto evitar su ingesta, pues comer sería darle cabida a ese objeto malo (Segal,1964). Ante la presencia de un “pecho malo” también existe la posibilidad de que el sujeto no soporte la idea de necesitar de un otro – comida- y por lo tanto niega a toda costa lo benévolo del objeto, lo convierte en malo y por ende se convence de “no necesitar un pecho” pues él mismo es su propio pecho inagotable.

El alimento va a ser cargado en sí mismo de los atributos del objeto, lo que abre la posibilidad de que en esa relación se jueguen las vicisitudes no resueltas con el objeto primario” (Azuela, s/f). Es así como lo bueno y lo malo, el amor y el odio, lo deseado o lo temido, lo nutritivo o destructivo del objeto se vuelve concreto en la comida. No es casualidad que uno escuche con frecuencia comentarios en los que se describe a la comida con atributos morales y se piensa en ellos de manera dicotómica “las frutas son buenas, la grasa es mala” “la verdura te hace bien y la comida chatarra te hace mal”.

La relación con la comida es una relación íntima, hay quien se prepara su comida con gran esmero y quien solo hace de la comida un revoltijo o toma lo primero que encuentra en el congelador, hay quien saborea cada bocado o quien lo avoraza, lo escupe, lo vomita o lo evita. Hay para quienes la comida es la única relación constante y segura, pues más vale comer que enamorarse, encariñarse o tener relaciones sexuales con alguien, la comida no se va, se queda contigo el tiempo que tú decidas, no te lastima, te calienta cuando tienes frío, te entretiene cuando estás aburrido, te acompaña cuando estás solo y te consuela cuando estás desanimado. Hay quienes le tienen terror, a pesar de ser lo que más desean o quienes tienen un hambre insaciable, feroz y se atiborran de comida, así como les hubiera gustado que los atiborraran de besos y abrazos. Recuerdo muy bien una escena de la película “Comer, rezar y amar” en la que la protagonista dice “Estoy enamorada, estoy teniendo una relación con mi pizza”.

Hay para quienes su plato o el comedor es uno de los pocos lugares en los que se sienten con la libertad de decidir, de perder el control, de poseerlo o de disfrutar. A partir de cierta edad uno decide cuánto, cómo, cuándo y qué comer, es un acto que proporciona autonomía y separación, “yo elijo, no tú, si quiero poquito, mucho o nada, si quiero enchilarme o empalagarme.” También hay quienes a través de la comida son capaces de reconocer sus deseos, necesidades o logros. “Todo lo que creemos que no está permitido hacer en la vida (…) nos lo permitimos con la comida: nos comemos la porción mayor, nos reservamos lo mejor para nosotros, nos servimos más de lo que necesitamos, no pensamos en los demás. Nos permitimos tener exactamente lo que queremos” (Roth, 2014). Como cualquier objeto, la comida puede tener catexias libidinales, pero también agresivas, así como puede ser fuente de goce y excitación también lo puede ser de desagrado y malestar. La comida puede ser un “arma blanca” para provocar el propio sufrimiento: comer hasta sentirse a reventar, o provocarse daños orgánicos graves. El yo requiere de la existencia de un objeto al cual le pueda proyectar las ansiedad representadas por el instinto de muerte, que se hará cargo de simbolizar todas las condiciones de dolor y displacer.” Siguiendo esta misma línea del alimento como “objeto malo”, la comida puede ser percibida como “veneno” o amenaza.

 

La comida como consuelo

La comida también nos permite viajar en el tiempo y traer al presente eso que añoramos. Como lo menciona Tita en la novela romántica “Como agua para chocolate”, escrita por la autora mexicana Laura Esquivel “La vida sería mucho más agradable si uno pudiera llevarse a dónde quiera que fuera los sabores y los olores de la casa materna” (Esquivel,1989). En procesos de duelo, aniversarios luctuosos, día de muertos o momentos de añoranza de algún ser querido, del país de origen, de alguna etapa de vida previa como la infancia, etc. hay platillos y sabores que remiten a eso perdido y que al introducir al cuerpo tiene un efecto tranquilizante y brindan la posibilidad de facilitar, en algunos casos, la elaboración de duelos pues a través de la introyección, en tanto el alimento representa al objeto perdido y se introduce en el cuerpo, el yo es capaz de rescatar, atesorar y hacer propio algo de eso que ya no está. En momentos de crisis, de desbordamiento emocional o simplemente en momentos de tristeza, desesperanza, enojo o alegría del día a día, la comida se vuelve contención, se convierte en ese sostén del cual nos habla Winnicot en su texto “Realidad y juego” escrito en 1971, pues puede suplir – hasta cierto punto- a esa madre suficientemente buena que en su momento cobijó, arrulló y dio seguridad al bebé cuando lo necesitó.

 

La comida como imán de un otro

“La comida siempre simbolizó la demostración de afecto, la inclusión del otro en su clan, un ritual de amor y bienvenida” (Abou, 2021). La comida agrupa, une, vincula y acorta distancias, como lo hizo en su momento la leche materna. También es identidad, promueve la identificación y te diferencia del otro, “en esta casa los chilaquiles se preparan de esta manera y los fines de semana se hace carne asada” o “en este país se come con las manos y está prohibido comer carne de vaca”.

Freud, en su texto “Tótem y tabú” hace referencia a este atributo o valor de la comida, “toda comida en común, la participación en la misma sustancia que penetra en el cuerpo, establece un lazo sagrado entre los comensales” (Freud, 1913).

En conclusión, el acto de comer es una vía adicional que nos permite conocer más acerca del mundo inconsciente y la psicodinamia del sujeto. Conocer las decisiones detrás de la alimentación de los pacientes nos permitirá revelar un nuevo lenguaje de su mundo interno y externo, nos habla de su historia, de sus carencias y conflictos, de cómo percibió a sus primeros objetos, se su pulsión de vida y muerte, de cómo vive el placer, el amor, y la cercanía o el odio y la agresión. Escuchemos e interpretemos entre bocados y cucharadas, ¿de qué tiene hambre o de que está saciado nuestro paciente?, se han preguntado ¿cómo comen sus pacientes?, ¿qué les gusta?, ¿qué no les gusta? o ¿cómo se relacionan con la comida? Estoy segura que abrir este mundo de sabores, texturas y olores dentro del consultorio les permitirá obtener más respuestas que preguntas.

Bibliografía

  • Abou, M (2021). Las penas con pan son menos. En Rossi, L. Recuerdos: Psicoanalistas en la cocina. Sociedad Psicoanalítica de México A.C.
  • Cosenza, D. (2018). La comida y el inconsciente: Psicoanálisis y trastornos de la conducta alimentaria. Ned Ediciones. (p. 46 – 47).
  • Esquivel, L. (1989). Como agua para chocolate. Editorial Diana.
  • Freud, (1913) Tótem y Tabú. En Obras Completas. Amorrortu editores. Tomo XIII.
  • Freud, S. (2008). (J. L. Etcheverry, Trad.). En J. Strachey (Ed.), Sigmund Freud, obras completas: XIII. Amorrortu Editores. (Trabajo original publicado en 1913)
  • Freud, S. (2008). (J. L. Etcheverry, Trad.). En J. Strachey (Ed.), Sigmund Freud, obras completas: VIII. Amorrortu Editores. (Trabajo original publicado en 1905) (p. 180)
  • Real Academia Española. (2023). “Comodín”
  • Roth, (2014). Cuando la comida sustituye al amor. Gaia Ediciones.
  • Segal, H. (1964). Introducción a la obra de Melanie Klein. Hogarth Press.
  • Imagen: Pexels/CottonBro Studio