Por: Mariel Medina
“Cuando en el análisis se llega a los más profundos conflictos de los que brotan la angustia y el odio, también se encuentra el amor (Klein, 1964, pp. 265)”
El amor y el odio son sentimientos que toda persona, inevitablemente, ha a experimentar. Traen consigo una carga agresiva que muchas veces no tiene un lugar claro en el desarrollo psicoemocional. Winnicott (1939) aclara que un niño no experimenta con menos violencia que un adulto, sólo por el hecho de ser niño.
La agresión surge a raíz de la frustración que se experimenta en etapas muy tempranas y es, a su vez, una de las principales fuentes de energía psíquica; es necesaria incluso para que el bebé logre una separación con el mundo exterior. Sin embargo, rastrear sus orígenes no es una tarea fácil, ya que se manifiesta de forma disfrazada y generalmente desviada hacia factores externos (Winnicott, 1939). Es común escuchar que un niño le teme a la obscuridad o a un terrible monstruo. Los objetos serán receptores de su contenido agresivo, al igual que de la angustia que conlleva. Como Klein (1933) menciona, la fuente de ansiedad es desplazada, lo cual convierte a los objetos en peligrosos y en aparentes fuentes de angustia; angustia que en verdad proviene de sus propios instintos agresivos.
El conflicto surge porque aquellos objetos a los que el niño ama son, al mismo tiempo, a los que odia; su yo, aún débil, deberá tolerarlo (Klein, 1927). Pensemos, por ejemplo, en Edipo o en un hermano. El niño experimenta al mismo tiempo el deseo de dañar y de proteger. La destrucción amenazante se encuentra situada principalmente en la fantasía del niño, la cual permanece inconsciente (Winnicott, 1939). El conflicto genera en él angustia que podrá manejar con ayuda de sus figuras primarias, por lo que la relación con ellas es muy importante. Melanie Klein escribe en 1927 acerca de las tendencias criminales en un desarrollo “normal” y menciona a la Represión como la principal vía que la psique del niño encuentra para lidiar con el conflicto.
Winnicott (1927) resalta la importancia, refiriéndose específicamente a padres y maestros, de reconocer la existencia de la agresión sin críticas y ayudarle a enfrentarse a ella. Muy similar es el trabajo del psicoanalista dentro del consultorio. Sin embargo, el niño no siempre encuentra el sostén que necesita en sus objetos primarios.
Cuando el “hogar” de un niño carece de amor y de sostén, este buscará los recursos para lidiar con sus conflictos fuera de casa; en el mejor de los casos habrá una figura rescatadora. Si no encuentra objetos confiables, puede apelar a la sociedad en búsqueda de la estabilidad que necesita. Por ejemplo, un adulto con conductas delictivas: continúa buscando la estructura para superar retos de etapas muy tempranas en su desarrollo, lo cual es muy claro si pensamos en un reformatorio (Winnicott, 1946). Klein (1927) afirma que los sufrimientos de un adulto son repeticiones de sufrimientos tempranos. Partiendo de la agresión que el niño siente hacia sus padres durante el Edipo, menciona que, si se aleja tanto del padre como de la madre, se formará una personalidad antisocial. En estos casos, no logra romperse el círculo de odio y angustia y aún de adulto, continuará inmerso en el conflicto destructivo no resuelto (Klein, 1964).
Entonces, ¿cómo se le puede ayudar a un niño? Si, por el contrario, este se desarrolla en un entorno sostenido por relaciones confiables, entonces podrá introyectar el bien y el mal, el amor y el odio. Son los padres confiables quienes le ayudarán al niño a manejar sus contenidos agresivos (Winnicott, 1966). El juego, por ejemplo, ocupa un papel sumamente importante. Se aprende a manejar conflictos, instintos y la propia agresión desde etapas muy tempranas. Un hogar firme, estable y cuidador permite la libertad; mismo que debe ofrecer el proceso psicoanalítico. “Si el hogar es capaz de soportar todo lo que el niño hace por desbaratarlo, éste puede ponerse a jugar (Winnicott, 1946, pp. 138).
Una agresión que no es negada y por el contrario, ante la cual es posible responsabilizarse como persona, se vuelve una herramienta a favor de la reparación. En el fondo, el juego es justamente esto: un deseo inconsciente del niño por “arreglar las cosas,” ya que siente remordimiento por el daño causado en la fantasía. (Winnicott, 1939, pp. 112) “Ninguna manifestación […] de amor se siente como valiosa si no implica una agresión reconocida y controlada”. El hecho de que exista este conflicto y que el niño logre manejarlo para proteger a sus objetos amados, hace del acto de amar una valiosa integración.
A través de la reparación, el niño fortalece su self, posibilitando la tolerancia a la propia e inherente destructividad y en consecuencia, de responsabilizarse de sí mismo. Resulta especialmente difícil asumir la propia destructividad, especialmente cuando está relacionada con el amor (Winnicott, 1960).
La actitud del analista frente a los juegos y asociaciones del paciente estará libre de críticas éticas y morales. Esto facilita la resolución de las represiones y permite accesar el material inconsciente (Klein, 1927). Al aceptar la existencia de la capacidad y necesidad de dañar, se admite también la existencia de una fuerza que inhibe los instintos agresivos. De esta forma, el niño puede proteger al objeto que ama (y por lo tanto, peligra). “Sólo si sabemos que el niño puede derribar la torre de ladrillos, le resultará valioso que comprobemos que puede construirla” (Winnicott, 1939, pp. 112). Es el entorno firme, estable y cuidador del “hogar” descrito por Winnicott el que el niño encontrará en el consultorio. Un espacio confiable, amoroso y a la vez firme que es capaz de contener, lo que le permitirá ser libre para poder reparar e integrar el amor y el odio que le acompañarán siempre por el hecho de estar vivo.
Bibliografía:
- Klein, M. (1927). Tendencias criminales en niños normales, Obras completas Melanie Klein (pp.178-192). España: Paidós.
- Klein, M. (1933). El desarrollo temprano de la conciencia en el niño, Obras completas Melanie Klein (pp.253-262). España: Paidós.
- Klein, M. (1934). Sobre la criminalidad, Obras completas Melanie Klein (pp.263-267). España: Paidós.
- Winnicott, D. (1939). La agresión y sus raíces, Deprivación y Delincuencia. (pp. 104-120) Buenos Aires: Paidós.
- Winnicott, D. (1960). Agresión, culpa y reparación, Deprivación y Delincuencia. (pp. 161-170) Buenos Aires: Paidós.
- Winnicott, D. (1946). Algunos aspectos psicológicos de la delincuencia juvenil, Deprivación y Delincuencia. (pp. 136-143) Buenos Aires: Paidós.
Imagen: freeimages.com / cop richard
El contenido de los artículos publicados en este sitio son responsabilidad de sus autores y no representan necesariamente la postura de la Sociedad Psicoanalítica de México. Las imágenes se utilizan solamente de manera ilustrativa.