Cuando oímos o pensamos en la palabra Frankenstein nos viene a la cabeza la imagen de un ser enorme, con cabello negro, ojos pequeños, piel verde grisácea y ropa desgarrada. Este pensamiento es equivocado, este nombre es de otro. Es él nombre de un científico, un hombre que quiso crear la vida de la muerte.
Autor: Sarah Cross Lee

En este trabajo me estaré refiriendo a la novela de Mary Shelley, no a las películas subsecuentes que tomaron prestado el personaje. La intención que ella tuvo en este libro no fue de crear un personaje cuya falta de nombre fuera en sí lo más terrorífico.  A todos nos causa tanta angustia esta falta fundamental del personaje que lo nombramos. Le restamos el nombre al creador para darse lo a la creación.

El padre estaba tan involucrado con la idea de poder crear la vida que nunca penso en que hacer con ella una vez que la tenía. Tomo partes de los muertos para crear la vida, su fantasía empezaba con el tanátos. Uso los restos de delincuentes con un grado avanzado de descomposición que mas adelante reanimo.

Una vez que logro el Doctor Frankenstein traer al mundo su creación se sintió horrorizado por esta. En su fantasía narcisista omnipotente imaginaba que su creación habría de ser perfecta, que no seria desacrada por la putrefacción cadavérica. Al percatarse de la imperfección de lo creado fue destruida su fantasía omnipotente lo cual contribuyo al rechazo de su hijo. Su narcisismo le impide ni siquiera considerar al otro como algo diferente de si mismo. Al ser el hijo imperfecto pero sobre todo distinto no puede concebir que exista y por lo tanto no lo acepta.

Si el padre le niega al hijo el nombre esto le dificulta enormemente la adquisición de una identidad.

 Desde antes de nacer somos investidos por las fantasías que tienen nuestros progenitores de nosotros. Estas fantasías son las que permiten en un inicio el cuidado que necesita un ser que todavía no es alguien.

La importancia del nombre viene desde tiempo inmemorable. Según la Biblia, lo primero que pidió Dios del hombre fue ir y nombrar todo lo que encontraba a su alrededor. Esto le permitió a Adan identificarse a él mismo a partir de lo que lo rodeaba.

Los nombres traen con ellos significado mas allá del nominal. Al nombrar a sus hijos los padres representan simbolismos conscientes así como inconscientes. Por ejemplo: sí uno nombra a su hijo por algún pariente ya fallecido conscientemente puede ser que estén buscando conmemorar la existencia del primero en una nueva vida pero inconscientemente pueden estar buscando traer de nuevo a la vida al ser perdido. Qué este nuevo ser, sea en esencia un muerto en vida.

En el caso del Doctor Frankenstein no existió una fantasía alrededor de su creación más allá de su propia gloria. Buscaba romper las reglas establecidas de la vida. Solo penso en el otro como extensión de él. Veía en sí mismo la perfección y asumía este mismo carácter en el otro. Quería un espejo pero no estaba dispuesto a ser el reflejo.

No me atrevo a decir que al ser nombrados va a existir el cariño o cuidado pero ante la falta de esto no existen las condiciones mínimas de nuestra identidad. Sin definición empieza la creación de un monstruo, un ser sin punto de partida y por lo tanto una aberración.

En Romeo y Julieta, otra historia impregnada de la importancia del nombre se encuentran dos jóvenes luchando en contra de la identidad otorgada por sus progenitores. Él le dice a ella: “Una rosa por cualquier otro nombre olería igual de dulce”. Esto puede ser cierto pero una flor no tiene inconsciente. Sí tomamos de punto de partida la importancia de las fantasías investidas en nuestro nombramiento; al ser diferente la fantasía cambiara irremediablemente el nombre y por lo tanto la huella inicial de nuestro inconsciente. Me parece que la obra de Shakespeare nos muestra cuan de la mano se encuentran el nombre y la identidad. Necesitamos saber también en contra de que nos estamos rebelando. Que de las cosas que nos entregaron en fantasía y acto tomaremos como propio. Por lo tanto podernos definir y explicar ante nosotros mismos y más adelante frente a los otros. La identidad también impregna nuestras relaciones.

Regresemos a nuestra historia. El monstruo fue rechazado y suelto en un mundo sin simbolismo busco nombrar sus alrededores para encontrarse a él. Se escondió y aprendió desde las afueras un idioma. Base también de nuestra identidad. Vio una familia y quiso identificarse con ella. La acompaño desde lejos esperando el día en el cual encontrara aceptación y por lo tanto ver su propio reflejo en los ojos del otro. Encontró de nuevo el rechazo, el horror. Sin haber sido otorgado las bases de una identidad no pudo presentarse ante los otros. No pudo hacerse re conocer  por que no había conocimiento previo. La falta de identidad lo condena a una vida de soledad.

Lleno de ira busco a su creador. Le demanda un espejo en el cual encontrarse. Le reclama pareja. Su creador de nuevo le retiene identidad. El monstruo entonces encuentra su nombre en la agresión. Se nombre como perseguidor del padre. Ata la identidad de este al suyo.  Le quita al creador todos sus reflejos para así asegurar que el otro solo se pueda encontrar en él. Mantiene esta cercanía, la única que ha conocido, en la distancia. Lo persigue por el mundo.

Vemos todos los días en la clínica personas buscándose a ellos mismos, reclamando su nombre. Sabemos que en la transferencia nos nombran a nosotros y de esta forma los ayudamos a nombrarse. Les entregamos el reflejo que les falto. En algunos casos el análisis les regresa la identidad que se les entrego originalmente y en otros los ayuda a  buscar una nueva.

Nuestra propia angustia ante la falta de identidad del monstruo nos lleva a nombrar lo como el padre. Queremos otorgarle lo que le falto, buscamos repararlo.  Es una historia en el cual el monstruo es aquel que trajo al mundo un ser que dejo sin nombre, sin identidad. Al final de todo si creó a alguien que en si reflejaba todo lo que era. Lo rechazo porque vio en él su nombre real.

Al final del relato el hijo abandonado, ve a su padre morir y en ese momento se vuelve a perder.

El enemigo mas terrible es lo desconocido. Aquello que no tiene nombre se convierte en monstruoso. El análisis nos ayuda a nombrar los miedos. Al nombrar el monstruo del inconsciente nos damos cuenta de que no es tan terrible.

Bibliografia

  • Freud, Sigmund; Lo Siniestro, Obras Completas de Freud, 1919
  • Grinberg, Leon y Grinberg Rebeca; Identidad y Cambio, Ediciones Paidos Iberica, S.A., Espana, 1993
  • Shelley, Mary; Frankenstein, Signet Classic, United States of America, 1963