Valeria De La Rosa 

¿Tiene futuro el psicoanálisis? Sí, sí ¿Cómo se ve? ¿Sobrevivirá nuestra teoría y técnica a los cambios sociales y estructurales a los que nos vemos sujetos como humanidad (cambios que tienen un impacto en la organización de nuestra psique)? 

Para quienes dedicamos años de nuestra vida a entrenarnos en este arte la respuesta es que sí… sabemos y vemos diariamente en la práctica clínica cómo aún con nuevas problemáticas el psicoanálisis otorga al analista las herramientas para pensar y escuchar desde un lugar muy particular que cura. ¿Qué cura? En mi respuesta se verá la influencia de Bion, Bollas, y Winnicott; y es que considero que lo que cura el análisis es el encarcelamiento del self… La cura que persigue el psicoanálisis es la libertad. En lo práctico y no lo filosófico me refiero a que el analizando esté libre de la hipertrofia de sus mecanismos de defensa para lidiar con sus impulsos, libre del conflicto que lo inhibe en su plena expresión, libre de los ideales impuestos no cuestionados y persecutorios, libre de angustia que lo limite, libre de perpetua insatisfacción; buscamos no solamente que sea libre de amar y trabajar, sino que lo haga con libertad de ser auténtico y espontáneo, con la capacidad de expresar su esencia y su verdadero self… libre para crear. 

Aun creyendo en semejante afirmación, la realidad es que soy partícipe de un psicoanálisis que está en crisis… una crisis que va desde lo acotada que se encuentra la teoría para abordar muchos de los fenómenos actuales, hasta el tema más práctico de lo costoso y largo que puede ser un tratamiento. Encuentro aquí los desafíos principales de nuestra disciplina.

Antes de proseguir me gustaría recordarles que Freud fue un revolucionario para su época, su propuesta teórica y técnica escandalizaba a la sociedad victoriana, y el desarrollo de esta disciplina fungió como un movimiento sociocultural a partir de un método de investigación que cambió un paradigma acerca del ser humano hasta entonces regido por la razón.  Ante todo,  el psicoanálisis respondió a la represión de la época. Mi analista dice: “A como veo doy”; y pues lo que veían era neurosis y lo que daban era su cura. Hoy, ¿Qué vemos? ¿Qué esperamos dar? Mi propuesta es no perder el espíritu freudiano… quizá es tiempo de volver a cuestionar y, sobretodo, crear para enfrentar los desafíos de nuestra profesión en el S XXI. 

“Preocupado por una sola hoja no verás el árbol” – Maestro Zen

Con esta ponencia pretendo invitar a una reflexión para un trabajo con apertura a nuevas teorías e inclusive a la incorporación de nuevas disciplinas (o por lo menos el trabajo con ellas). Busco promover el diálogo, y en este punto me gustaría hacer una pausa. ¿Qué es lo que a veces nos cuesta trabajo dentro del mundo psicoanalítico de pensar acerca de aquello que no conocemos?  A lo largo de mi formación me he encontrado con posturas sumamente cerradas que van por la línea de “eso no es analítico”, para luego encontrar en otros círculos (que interesantemente son de analistas mucho mayores) que sí lo puede ser. Me encuentro frecuentemente con la satanización de la meditación, la religión,  la terapia cognitivo conductual, y todo lo que rápidamente catalogamos de cuasi chamanismo, pensamiento mágico o bien “no lo suficientemente profundo.” No pretendo aquí defender ninguna de estas disciplinas sino pensar en que quizá ahí como candidatos nos cueste trabajo escuchar… pienso que la escucha que buscamos tener en el consultorio “sin memoria ni deseo” y con “atención flotante” es libre de sesgos para descubrir junto con el paciente.. ¿No deberíamos abordar así las tendencias culturales en el ámbito de la salud mental también, sin un sesgo a priori? Considero que el problema aquí es uno parecido al que abordaré más adelante con los pacientes que llegan hoy al consultorio.. ¿Por qué sería distinto si en muchas ocasiones somos contemporáneos a ellos? Se trata de la identidad. 

Para Erickson el desafío de vida de identidad vs. confusión de roles habla de la formación de la identidad por medio de: 1) la identidad psicosexual, 2) la identificación ideológica, 3) la identidad psicosocial, 4) la identidad profesional y 5) la identidad cultural y religiosa. Habiendo superado este desafío de vida el sujeto en cuestión combate la incertidumbre y la confusión para establecer relaciones con sus pares de confianza y estabilidad; y afianzar la fidelidad y la fe (Bordignon, 2005). Nuestra identidad se forma y se consolida con la base de pertenecer e identificarse a identidades mayores. Desde un inicio nos encontramos vinculados al otro. Durante un periodo de tiempo este otro es la madre, pero posteriormente se extiende a la familia, el grupo social, la religión, la comunidad política o bien el país. Estos objetos tienen en sí mismos la función de protegernos contra la desorientación y la soledad, y por esto se les otorga un gran valor. Como mencioné anteriormente nos enfrentamos a desafíos particulares de la época. Sin ahondar mucho en el tema, puesto que no es el objetivo de este trabajo, considero que con la llegada de la globalización y las redes sociales la historia de la humanidad llegó a un punto de inflexión en el cual aquellas instituciones que fungían como contenedores se han fracturado. La consolidación de la identidad se vive como amenazada. ¿Una de las consecuencias? La exclusión y la discriminación por un lado, y por otro, la adhesión a sistemas de creencia cada vez más rígidos.

 Para salvar mi ponencia, citaré a Freud: (1921), “Dos ciudades vecinas serán siempre rivales y los grupos étnicos afines se repelen recíprocamente.” Otro externo sirve para depositar ahí las tendencias agresivas. Pensando desde la posición esquizo – paranoide se formula un argumento del tipo “Si poseemos todo lo bueno, entonces es el otro el que debe poseer todo lo malo. Y, por lo tanto, debe ser destruido porque es peligroso.” Y así el analista buscando su identidad… buscando adherirse quizá primero de forma rígida frente a la amenaza de “lo otro”, buscando apegarse a la teoría ortodoxa o al método para sentirse “verdadero psicoanalista.” Son precisamente los analistas mayores (afianzados en su identidad), quienes con soltura muestran apertura a disciplinas, técnicas y teorías nuevas.. Quienes verdaderamente entienden el sentido de “sin memoria ni deseo” bioniano, quienes me han enseñado que una mente que ya está llena no puede recibir nada nuevo. Se trata también como analistas de un paso de esquizo paranoide a lo depresivo. 

Aquello que en un inicio nos hubiera dejado con el santo en la boca hoy se descubre como posibilidad: el uso de fármacos para apoyar el tratamiento, la inclusión de las neurociencias para explicar el proceso del sueño, el trabajo de analistas en comunidades y grupos, el trabajo con personas con discapacidad en el consultorio, el salir a caminar con un paciente psicótico, el trabajo en política pública, el apoyarse inclusive en la religión del paciente cuando ésta promueve su salud mental. 

Descubro en muchos psicoanalistas un cambio de paradigma que va de la integración a la no-integración (en sentido Winnicotiano que será abordado posteriormente)… un descubrir de una identidad que no es fija ni estática y que con ello permite el proceso creador.  Yace aquí a mi parecer el desafío y la tarea de la nueva generación de analistas para avanzar hacia el futuro de nuestra disciplina. Encuentro aquí la libertad. 

¿Si este cambio de paradigma que tanto beneficia al analista en su trabajo pudiera ser aplicado también a los pacientes? ¿Sí frente a lo amenazada que vivimos nuestra identidad en un mundo de cambio constante en lugar de “encontrarnos” nos necesitamos “perder”? Quizá no se trate de estar definidos sino de tolerar la no definición. En palabras de Mark Epstein (2007): “Solamente cuando dos personas se olvidan de sí mismas en la presencia del otro es que realmente se pueden encontrar.” Vaya falta que esto nos hace en el mundo que tiende al “performance” y la desvinculación. 

“Olvidarse de uno mismo es abrirse” – Maestro zen

Estoy hablando de una tarea nada sencilla.  En términos de desarrollo primero luchamos por consolidar nuestro yo, reinar nuestras inseguridades y convertirnos en una entidad cohesiva e integrada… el peligro es sacrificar con ello la espontaneidad y la autenticidad.. Lo vemos claramente en los pacientes que no pueden soltar ni siquiera para poder asociar. Me imagino entonces un desarrollo no lineal sino circular, un desarrollo en el que uno se va integrando y consolidando, elaborando las angustias de cada etapa para luego (sin temor a fragmentarse) poder regresar.. Para re-encontrarse. En este regreso encuentro tres vehículos que son el arte, el psicoanálisis, y la meditación; se trata quizá de regresiones al servicio del yo que, una vez realizadas, permiten que todo cambie aunque de facto nada haya sido alterado. 

Leyendo entre líneas estoy hablando de ir más allá de la identidad descrita por Erickson para recuperar la capacidad de SER y ESTAR y posteriormente poderse relacionar desde ahí.. Escuchar sin sesgo ni prejuicio.. Y poder ser creativo en pensamiento y acción.  Esta capacidad de ser es muy clara en los niños; durante el juego, los niños pueden perderse sin sentirse perdidos.. No requieren de la preocupación por mantenerse integrados gracias a la confianza básica de la madre. Winnicott (1962) nos propone la creación de un espacio en donde el niño puede ser nadie para encontrar quien es, para encontrarse a sí mismo; hace hincapié en la diferencia entre la no integración de este estado que permite la creatividad y el juego, y la desintegración.  Como adultos debemos de redescubrir la capacidad que tenemos para perdernos y esto, al igual que en el niño, requiere de un espacio de holding. Entra aquí a mi parecer el rol tanto del análisis como de la meditación. 

“El mejor truco de la mente es la ilusión de que existe” – Maestro Zen

Tanto en la meditación como en el análisis se promueve que el yo se tome como objeto a sí mismo para observación fortaleciendo la capacidad para atender a los cambios que le ocurren, y que ocurren dentro de él, de momento a momento. Con ello, el self del que estábamos tan seguros se hace cada vez menos real. En el consultorio dos seres humanos desarrollan la habilidad de estar juntos sin necesariamente darle sentido a todo lo que está ocurriendo… juegan en un espacio transicional en el que se descubren. Con la meditación, se busca introducir a la persona a esta capacidad.. La percepción de la conciencia genera un espacio de holding, un contenedor en donde la experiencia de la psique puede ser observada (Epstein, 2007). Últimamente se discierne lo impermanente de la experiencia con mayor y mayor facilidad. Si bien en un principio el meditador descubre procesos inconscientes, conforme avanza la práctica quien medita ubica cómo se identifica con el pensador. El objetivo no es dejar a un lado al yo ni llegar a un sentimiento oceánico, se trata de ubicar a través de la capacidad sintética del yo que éste es un representante del self como agente, que el “yo” es necesario pero como representación, como una imagen que no tiene una existencia inherente. Lo descrito anteriormente permite experimentar el self como es fenomenológicamente y no como una entidad fija. Como con la atención libremente flotante, ambos estados exigen una escisión a favor del yo mediante la cual uno se vuelve observador de lo que  ocurre dentro.. Una percepción en la cual uno atiende todos los objetos por igual, imparcialmente, sin juicio, apego o aversión. Con dicha práctica se abre entonces un ESPACIO. La interrelación entre la meditación, el psicoanálisis y el arte yace en el estado “entre”, el espacio “entre”, la curiosidad que surge cuando la atención flotante se convierte en dominante. Ese espacio que no es dentro ni fuera y que permite la creatividad, el juego y la espiritualidad. Así como la confianza del hijo en la madre permite que se experimente el espacio potencial y que surja el juego; de la misma manera en la meditación la confianza en la atención flotante permite que se experimente la psique en sí misma y esto permite que se juegue con el mundo (Epstein, 2007). 

He dado mucha vuelta para llegar a un solo punto: debemos de enfrentarnos a los desafíos para el psicoanálisis atreviéndonos a retar sus constructos teóricos (como los del desarrollo), sus paradigmas, y su técnica; con el fin de poder CREAR teoría y técnica que atienda a las necesidades de la época tal como hizo Freud en la suya. Ojo que no hablo de desechar sino de agregar… no de escindir satanizando todo lo que es “otro” para nuestra disciplina sino de INTEGRAR aquello que pueda sumarle.  Esto requiere a mi parecer de una nueva construcción de nuestra identidad como analistas para permitir el proceso creativo. Entra aquí un ejercicio que aplica no solamente a analistas sino a todos los seres humanos para acceder a dicha libertad.

 En lo expuesto anteriormente me he atrevido a plantear que el análisis, la meditación y el arte sirven de vehículos para alcanzar aquella..  Me pregunto si quizá como complementos inclusive los procesos se puedan acelerar o aplicar a un mayor número de personas.  Por ser la que he experimentado de forma personal y con pacientes, me atrevo a decir que la meditación suma y retroalimenta al proceso analítico. Aunque quizá no lo parezca,  hablar de la meditación no era el objetivo de este trabajo.. El objetivo era hacer énfasis en cómo el psicoanálisis puede retroalimentarse de forma positiva con otras disciplinas con auge en el mundo que nos rodea y que éstas TAMBIÉN promueven la “cura” que nosotros buscamos dentro del espacio analítico si bien por otro camino; recordarnos que el psicoanálisis funge como una forma de pensar, escuchar y abordar fenómenos que no se limita a lo ya dicho sino al contrario. 

En palabras de Ogden: “Es responsabilidad del analista reinventar el psicoanálisis para cada paciente y continuar reinventándolo durante el curso del análisis.”

Bibliografía 

  • Bordignon, Nelso Antonio El desarrollo psicosocial de Eric Erikson. El diagrama epigenético del adulto Revista Lasallista de Investigación, vol. 2, núm. 2, julio-diciembre, 2005, pp. 50-63 Corporación Universitaria Lasallista Antioquia, Colombia.
  • Epstein, Mark. (2007). Psychotherapy without the self. United States of America:  Yale University Press.
  • Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo. España: Alianza Editorial.
  • Winnicott. D. (1962). Ego integration in child development. THe maturational processes and the facilitating environment, New Yory: int university Press.