Raquel Mussali Kibrit 

Como bien sabemos los psicoanalistas, los seres humanos contamos con un aparato psíquico, este consta de una parte inconsciente y se va formando a lo largo de la vida. 

Los primeros años de ella son de gran importancia para cómo nos vamos a desarrollar a posteriori.

Las experiencias que tenemos y vivenciamos en el mundo externo, repercuten en nuestro mundo interno ya sea de forma positiva o de forma negativa y estas en mayor o menor medida nos marcan a nivel inconsciente haciendo que cuando nos enfrentamos a situaciones similares, nuestra forma de actuar sea de determinada manera. 

A lo largo de los últimos meses nos hemos enfrentado a una situación complicada. El confinamiento y la pandemia han despertado en cada uno de nosotros conductas regresivas que nos han funcionado como mecanismos de defensa ante la angustia de muerte tan intensa a la que hemos estado expuestos. 

Una de las cuestiones principales con las que tenemos que lidiar en estos momentos es él enfrentarnos a un sentimiento de pérdida así como a duelos constantes. Esto se ve en cosas concretas: la posible pérdida de salud y la angustia que esto conlleva, muchos han perdido su trabajo, los ingresos económicos, hemos perdido la rutina, el contacto social en presencia física, entre otras cosas. Por el otro lado enfrentamos también pérdidas abstractas, la libertad, la capacidad de fantasear con un futuro, los deseos, planes a largo plazo y también las expectativas en todo sentido. 

Para lograr enfrentarnos a todo esto, algo muy importante, ha sido la capacidad adaptativa de cada quien.

En cuanto a la adaptación Hartmann (1939) menciona que contamos con una  adaptabilidad innata que sigue un curso de desarrollo para llegar a lo que es la adaptación en la vida adulta y esta va de la mano con el desarrollo estructural, es decir, la diferenciación entre el yo y el ello y el posterior desarrollo del superyó. El desarrollo estructural se relaciona con la adaptación ya que ésta impulsa la diferenciación que a su vez es la que hace que el individuo se ajuste al medio y a las situaciones difíciles de la vida.  

A si mismo, Hartmann (1939) hace referencia a que la estabilidad emocional y adaptativa de un individuo no se da únicamente por el equilibrio que exista entre ello, yo y superyó o entre el yo y la realidad sino también por la capacidad que se tenga para llevar a cabo la coordinación de las distintas funciones yoicas “un hombre está bien adaptado si su productividad, su habilidad para disfrutar de la vida y su equilibrio mental no están trastornados.” (Hartmann, 1939)

El ambiente ha sufrido cambios y por ende una de las difíciles tareas a las que nos hemos enfrentado es a desarrollar la adaptación autoplástica, adaptándonos al ambiente haciendo cambios internos para poder tolerar y llevar a cabo de la mejor forma posible lo que ha estado pasando en el mundo. Por otro lado, ya pasados algunos meses, ha existido también una adaptación por parte del ambiente a la sociedad, los comercios, negocios, lugares sociales y públicos se han tenido que ir ajustando para adaptarse a las necesidades humanas y de esta forma poder llevar a cabo la “nueva normalidad”. 

En la clínica, he podido ver cómo cada uno de mis pacientes ha respondido y actuado de forma distinta ante esto. Hay algunos muy angustiados, otros que de vez en cuando mencionan algo sobre la situación, unos que al principio se asustaron y luego se les pasó, a los que les preocupa mucho la parte económica y no tanto la salud, a los que se les despertaron los rasgos paranoides a toda potencia, otros que niegan y hacen como si nada estuviera pasando y otros que saben bien lo que pasa y a pesar de eso, le han sabido sacar provecho. Sorprendentemente o quizá evidentemente, los pacientes que mejor lo han afrontado han sido los pacientes que a lo largo del proceso analítico han demostrado tener una mayor fortaleza yoica, más áreas libres de conflicto y por lo tanto una mejor capacidad adaptativa. 

La diversidad en cuanto a la reacción de mis pacientes me ha puesto a pensar, una vez más, en cómo el comportamiento y las reacciones que se dan van de la mano con la patología o neurosis de cada uno de ellos. 

Freud, en sus Conferencias de Introducción al Psicoanálisis (1916) introduce el concepto de “Serie Complementaria” para explicar la etiología de las neurosis, sin embargo, es un concepto que aborda muchas otras áreas tratando de explicar que la estructuración de la dinámica psíquica es multifactorial y consta de factores congénitos y hereditarios, experiencias infantiles; predisposiciones, entre otras cosas. 

Me parece que esta definición Freudiana nos permite comprender más a fondo las demandas clínicas actuales a las que nos enfrentamos otorgándonos un panorama más amplio para podernos cuestionar y pensar el origen de los aspectos de la personalidad de nuestros pacientes. 

En éste caso, me gustaría hablar de un aspecto en particular, la capacidad de resiliencia.

Para definir éste concepto me parece importante mencionar que no es cómo tal un concepto psicoanalítico, pero creo que complementa y aterriza lo que algunos autores plantean. 

En psicoanálisis podemos entender la capacidad de resiliencia como la fortaleza yoica o las áreas libres de conflicto del yo, que nos permiten hacer frente a situaciones adversas.

Hartmann (1939) define a las áreas sin conflicto del yo como un conjunto de funciones, que en un momento determinado, tiene efecto fuera del campo de los conflictos mentales y aclara que con esto no se refiere a que éstas áreas sean inmunes a los conflictos sino más bien, a ciertos procesos que en un individuo permanecen fuera de la esfera del conflicto mental. Además, agrega que esta capacidad es un auxiliar que él yo podrá utilizar para resolver los conflictos que se presenten en relación con el ello y con la realidad. 

Para definir la resiliencia cabe mencionar que la palabra en sí, es originaria de la rama de la física, su significado es “soltura de reacción o elasticidad”, designa la capacidad del acero para recuperar su forma inicial a pesar de los golpes que pueda recibir y de los esfuerzos que puedan hacerse para deformarlo. (Martínez y Vásquez, 2006).

En el ámbito de la psicología, la resiliencia es definida cómo: “Una condición humana que da a las personas la capacidad de sobreponerse a la adversidad y además, construir sobre ellas. Se la entiende como un proceso dinámico que tiene por resultado la adaptación positiva, aún en contextos de gran adversidad” (Suarez Ojeda, 2004).

Cabe aclarar que el concepto de resiliencia no tiene nada que ver con la omnipotencia ni con actitudes individualistas. En personas con estas características de “invulnerabilidad” es más bien un funcionamiento de riesgo. Esto me lleva a pensar en la relevancia de los vínculos y de los primeros años de vida para el desarrollo de esta capacidad para poder hacer frente a lo adverso de una forma sana. El papel de los vínculos entra en juego y adquiere importancia cuando aprendemos a aceptarnos cómo seres dependientes y no como seres omnipotentes.

En cuanto a la parte hereditaria de la resiliencia, creo que es algo con lo que contamos todos los seres humanos como especie, sin embargo, algunos y por diversas razones desarrollan esta capacidad más que otros. Pienso en esto tomando como referencia de origen la teoría de la evolución, empezando con los Homo Sapiens y siguiendo el camino de la historia de la humanidad que sin duda, ha sido un constante enfrentamiento a momentos de crisis, trauma y adversidad. 

Se me ocurren ejemplos como la Segunda Guerra Mundial, y como después de esta el pueblo judío logro formar un estado propio, los sobrevivientes que cuentan sus historias e inspiran con ellas como Victor Frankl o Edith Eger en su libro “La Bailarina de Auschwitz”. 

Menciono este acontecimiento histórico ya que lo conozco más a detalle y he tenido la oportunidad de platicar personalmente con sobrevivientes y familiares de los mismos y en lo personal, siempre me ha parecido impresionante la fortaleza que tienen y cómo hacen uso de su historia para crecer e inspirar a otros seres humanos. 

Así como el Holocausto, estoy segura de que han habido muchos otros acontecimientos históricos que han fortalecido a la humanidad y me parece importante en este caso, mencionar el periodo actual. 

Esta capacidad innata de resiliencia, está relacionada con la pulsión de vida o Eros que aparece con el objetivo principal de garantizar la supervivencia, la pulsión de vida es lo que provee al individuo del empuje necesario para contrarrestar lo destructivo y de esta forma poder conservar la vida (Freud, 1938). 

Por lo tanto, si ésta predomina, se favorece el desarrollo personal, la capacidad para seguir, la autoconservación y por ende la resiliencia. 

Por otro lado, en su texto “El Malestar en la Cultura” (1930), Freud afirma que el sufrimiento amenaza al individuo desde tres lugares: desde el propio cuerpo, desde el mundo exterior y desde el vínculo con los demás seres humanos enfatizando que este último es quizá el que causa mayor sufrimiento en el sujeto. 

A pesar de ser definida como una de las causas de mayor sufrimiento, sabemos que una buena vinculación con los Otros desde los primeros años de vida nos permiten evolucionar de forma saludable. Esto me lleva a pensar que esta capacidad de hacer frente a una experiencia traumática o adversa se asocia con el tipo de vínculo que el individuo entabla con el objeto que cumple la función materna. Así, se puede llegar a la conclusión de que la vulnerabilidad ante situaciones de angustia y estrés es menor en la medida en que se ha tenido una madre suficientemente buena en términos Winnicottianos y pensando en que ésta ha proporcionado la seguridad y contención suficientes al niño para enfrentarse a situaciones de angustia y estrés que sean generadas tanto por vivencias traumáticas como por experiencias nuevas a las que se vaya a enfrentar en su vida. 

Si lo pensamos en términos de Bowlby, podríamos decir que el apego seguro es la base de la resiliencia ya que este tipo de apego, además de referirse a la confianza básica, también se refiere a la percepción que el sujeto tiene sobre sus propios recursos y de la efectividad de los mismos. 

Una persona que cuenta con una figura de apego de tipo seguro tiene la confianza de que su objeto va a estar disponible en caso de necesidad y por esta razón es más probable que utilice sus recursos de forma correcta para hacer frente a posibles situaciones adversas, en cambio, una persona con vínculos inseguros e inestables muy probablemente no va a funcionar de manera óptima.

Una relación de objeto segura por lo general y en la mayoría de los casos hace que el ambiente sea facilitador y esto, desde mi punto de vista puede llegar a fortalecer mucho la capacidad para solucionar conflictos. 

De igual forma, un apego seguro permite que más adelante en la vida el individuo logre entablar relaciones y por ende, nuevos apegos que le permitan moldear su vida psíquica. 

Retomando el concepto de adaptación autoplástica me gustaría ejemplificar con un caso que recién tuve en el consultorio y que me hace pensar en como la capacidad de adaptación va de la mano con la fortaleza yoica y la parte resiliente de un individuo. 

Esta paciente, narraba acerca de cómo su infancia fue dotada de mucha agresión, no contra ella específicamente pero como algo que vivió muchos años por ver a su padre alcohólico violentar a su madre tanto física como psicológicamente. La vida de su madre estuvo en riesgo en incontables ocasiones, pasaba varias noches en el hospital y mi paciente, a su corta edad era quien tenía que tomar responsabilidad, esto implicaba llamar a una ambulancia si era necesario o acompañar a su madre al ministerio público para emitir una denuncia. 

Cabe destacar que es la mayor de tres hermanos y cuando su madre no estaba presente era ella quien debía cuidar a los más pequeños. 

Al escucharla por primera vez me dio la impresión de que su historia de vida y la infancia tan difícil que tuvo, de alguna manera impactaron de forma positiva en ella haciéndola una persona independiente, responsable e íntegra en muchos aspectos. Si bien creo que parte de lo que la hizo llegar a esto fue que vivió y creció con el cariño que su madre pudo darle, pienso en cómo logró adaptar sus recursos para resolver situaciones de su medio que podríamos pensar no están al alcance de una niña de 9 años y por el otro lado, además de su capacidad para adaptarse me vuelve a quedar clara la importancia de los vínculos ya que por un lado tuvo que fungir como cuidadora de sus hermanos en varias ocasiones y por el otro como rescatadora de su figura materna. 

Aunado a esto creo que otra vertiente para pensar en el origen de la resiliencia sería que muchas veces la situación obliga a que esta capacidad tenga lugar y aquí destaco las diferencias individuales y cómo estas influyen en que cada quien tiene distintas estrategias de afrontamiento y un proceso distinto para lograr hacer lo posible con los recursos que se tengan en el momento. 

Ya habiendo destacado la importancia de los vínculos y siendo esta relevante como sabemos, desde los primeros años de vida para lograr entablar relaciones sanas y duraderas a futuro pienso en cómo esas relaciones vinculares fuertes han sido en estos tiempos de dificultad algo que brinda sostén y que da contención. 

En relación a esto me gustaría destacar el aspecto de la transferencia y el papel que hemos jugado con nuestros pacientes en estos momentos, por un lado para darles la contención que necesitan y por el otro, para que por medio del trabajo analítico continuemos con el fortalecimiento del yo para favorecer su adaptación a las circunstancias del mundo, señalando las áreas libres de conflicto para ayudarlos a desarrollar su creatividad y por ende facilitar la resiliencia.  

Creo que el análisis brinda un espacio que nos enseña entre muchas otras cosas a tolerar la frustración y a tener capacidad de demora. Dado a que vivimos inmersos en la cultura de lo inmediato, me parece que para muchos, es un tanto más complicado tolerar lo que conllevan las crisis, sobre todo si esta viene de la mano de tanta incertidumbre en relación al tiempo de duración y a la incapacidad que nos ha generado para planear el futuro. La pandemia nos ha hecho tomar una pausa, nos ha enseñado a vivir el momento con lo que sí tenemos, a sacarle provecho a nuestras áreas de fortaleza y también nos ha dado tiempo para desarrollar muchas otras que pueden ser consideradas como áreas de dificultad. 

Pero sin duda, creo que lo más importante que este tiempo de crisis ha dejado ha sido que sin importar qué ni cuándo, todos hemos sentido algo y esto vinculado a la cultura de la inmediatez, pienso que es algo que había quedado olvidado para algunos. 

Personalmente creo que el sentir va de la mano con lo aprendido y regresando a lo vincular, con lo que esa figura de sostén que nos gratifica en ocasiones y nos frustra en otras nos permite experimentar. 

Al final, creo que como psicoanalistas nos enfrentamos a grandes retos y si bien parte de nuestra disciplina se enfoca en disminuir la patología, también se trata de promover la salud y de transformar la psique ayudando a nuestros pacientes a fortalecer su yo y brindando herramientas que les permitan hacer frente a lo adverso. 

Existen algunas condiciones, denominadas pilares de la resiliencia, que son características que se han encontrado con mayor frecuencia en individuos que han mostrado tener esta capacidad. Uno de estos pilares es el de la introspección, la definición es “el arte de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta.” (Rodriguez, 2009).

En psicoanálisis una de nuestras principales herramientas es el insight del paciente siendo éste un conocimiento que le permite tener una visión propia nueva y distinta. Si bien, el insight es un proceso ya que lleva a cabo la participación de varias funciones entre las cuales están el interés del analizado por conocerse, el compromiso al tratamiento, la capacidad de auto-observación, la tolerancia al afecto, la capacidad de controlar la descarga afectiva, entre otras cosas, podríamos pensar que los pacientes con mayor capacidad de insight, tienen una mayor fortaleza y por ende resiliencia.

Así mismo, considero que el insight es una capacidad que los pacientes van adquiriendo conforme el avance y curso del tratamiento.  

Finalmente, creo que un proceso psicoanalítico es una herramienta que de la mano con todos los otros factores involucrados ya mencionados, ayuda a crear personas que usan sus fortalezas para adaptarse y salir adelante de momentos difíciles. Por otro lado, en pacientes que no cuentan con las herramientas de afrontamiento adecuadas o que no contaron con una figura que otorgara la capacidad de metabolizar el mundo externo, creo que funcionamos por medio de la transferencia como medio para reeditar y generar un vínculo de apego seguro que los ayude a metabolizar mejor la situación o cuando menos, a tener un espacio que brinde la posibilidad de desahogo y al mismo tiempo la contención necesaria. 

En otras palabras diría que como psicoanalistas, ayudamos a crear personas resilientes. 

“El papel del psicoanálisis es lograr las mejores condiciones psicológicas posibles para las funciones del yo; con esto, se habrá cumplido su tarea.” (Freud, 1937).

Bibliografía

  • Bowlby, J. (1979). Vínculos afectivos. Formación, desarrollo y pérdida. Bogotá: Ediciones Morata. 
  • Freud, S. (1937) Análisis terminable e interminable. Tomo 23. Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu, 2017.
  • Freud, S. (1930) El malestar en la cultura. Tomo 21. Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu, 2017.
  • Freud, S. (1938) Esquema del Psicoanálisis. Tomo 23. Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu, 2017.
  • Hartmann, H. (1939) La Psicología del yo y el problema de la adaptación. Edit. Pax. México
  • Martínez, I., Vásquez-Bronfman, I. (2006) La resiliencia invisible. Infancia, inclusión social y tutores de vida. Barcelona: Edit. Gedisa. 
  • Rodriguez, A. (2009) Resiliencia. Recuperado de: http://pepsic.bvsalud.org/pdf/psicoped/v26n80/v26n80a14.pdf
  • Suárez Ojeda. (2004) Perfiles de resiliencia. Resiliencia: tendencias y perspectivas. Buenos Aires: Ediciones de la UNLA.