dead-dolls-1555478Por: Paulina Palacios
Una mujer, refugiada política, relata a su terapeuta cómo, tras ser aprisionada junto con sus hijos, es violada sucesivamente por varios militares. Después de esto es obligada a ver cómo éstos cortan las cabezas de los hijos y en grupo, juegan futbol con éstas[1].
Dos hermanos, mientras su país está en guerra, son reubicados a través de misiones de paz internacionales, dejando a su familia entera detrás argumentando que saben que esto pasa porque viven una guerra de pobres contra ricos[2].
Padres de 43 normalistas, no descansarán hasta encontrar los cuerpos de sus hijos, que tras tomar un camión rumbo a una protesta, son desaparecidos.
Un pueblo, en el norte del país, vive en toque de queda, sin agua y sin luz durante una semana en lo que diferentes grupos de narcotraficantes compiten por la plaza[3].
La fotografía ganadora de un Pulitzer de un niño sudanés famélico con un buitre detrás, esperando que su ración de alimento esté lista[4].
Un hombre regio, ahora en la ciudad de México, que un doce de diciembre al oír los cohetes  dedicados a la virgencita, entra en estado de pánico al creer estar escuchando ráfagas de ametralladoras[5].
Un sicario del norte del país busca psicoterapia al tener pesadillas que hacen que prefiera no dormir[6].
Tal es el mundo en el que nos tocó vivir. Cualquiera, dentro y fuera de las comunidades “psi” podría fácilmente describir las situaciones anteriormente relatadas como terroríficas, horribles, atemorizantes y, usado casi como sinónimo, “traumáticas”.
Además, ¿al cáncer de Freud podríamos describirlo como “traumático” al tener que ser sometido a más de treinta operaciones?; ¿a Melanie Klein atendiendo pacientes durante los bombardeos de las fuerzas alemanas sobre Londres?; el divorcio de los padres a edades tempranas ¿sería  traumático para los hijos?; Emma, paciente de Freud que va a una pastelería y es manoseada por Don Galleto, ¿queda traumada?
Podemos comenzar a ver lo confuso, amplio y ambiguo del concepto. ¿Qué es entonces “lo traumático”? ¿cuáles son las características que dentro de lo psicoanalítico, le darían especificidad a la palabra?
La primer cita que encuentro donde Freud usa la palabra trauma es de 1892: “Deviene trauma psíquico cualquier impresión cuyo trámite por trabajo de pensar asociativo o por reacción motriz depara dificultades para el sistema nervioso.”[7] Trauma es una palabra que nunca deja de usar. Algunos psicoanalistas  incluso afirman que el psicoanálisis mismo nace como Teoría del Trauma. Podemos encontrar el concepto en su Manuscrito D[8], en su Proyecto de Psicología[9], en La Interpretación de los sueños[10], en Duelo y Melancolía[11], también en Más allá del Principio del Placer[12] y en sus textos que funcionan como compilaciones o descripciones de su método y teoría (Dos artículos de Enciclopedia[13] y sus Nuevas Conferencias de Introducción al psicoanálisis[14]) por mencionar algunos. Como sucede con muchos conceptos, es la clínica que se le impone al Doctor Freud y lo “obliga” a repensar lo ya dicho. Entre las primeras conceptualizaciones y las de 1920 está -además de 30 años de praxis- la Primera Guerra Mundial. También a nosotros, cuando llegan sicarios o “víctimas” a nuestros oídos nos confrontan con una realidad más allá de la psíquica o fantaseada. Migraciones, feminicidios, abusos sexuales y/o de  autoridad, explosiones en plantas petroleras que dejan muertos y heridos con secuelas graves, huérfanos de guerra, excombatientes vindicativos, desapariciones forzadas y secuestros, etc., nos confrontan con lo más destructivo en el ser humano y nos hacen pensar y preguntarnos si con nuestra clínica “clásica” podemos ayudar en algo. Si pensamos que no, uno de los conceptos teóricos que vienen en nuestra ayuda es pensar justamente en lo traumático. Freud viene al rescate: pienso, a reserva de su mejor opinión, que el Profesor usó esta palabrita para hablar de por lo menos tres cosas que bien están interrelacionadas: Trauma como constitutivo del psiquismo, pensando la realidad como esa ”masa en movimiento” del Proyecto[15] o la “repulsa primordial” de Pulsiones y sus destinos[16] que desde un inicio desborda cualquier intento de control; trauma como pilar de la teoría de la seducción con sus histéricas pensado después de la carta 69[17] como con efecto de la retrosignificaciòn, es decir, cuyo sentido es cobrado en un momento posterior; y como trauma psíquico en sí, pensado como aquello no tramitable, no representable, donde la cantidad de excitaciòn desborda y desestructura el psiquismo y por lo tanto  resulta imposible la ligazón psíquica, ya que existe una parálisis del pensamiento. Brincando entre 1895, 1900 y 1920 propongo definir lo específicamente traumático en términos freudianos como aquello que no puede ser tramitado según la norma del principio del placer y por ende se encuentra condenado a una repetición como compulsión mortífera pero también, como intento elaborativo que fracasa una y otra vez: un impedimento en la simbolización de un evento y en términos dinámicos, un fracaso del imperio del principio del placer. Como ejemplo, podemos pensar en los sueños traumáticos descritos por Freud en 1920[18] y teorizados como anteriores a la tendencia del sueño al cumplimiento de deseo. Lo traumático sería pues una perforación en lo psíquico, determinada por la magnitud de la suma de excitaciòn condenada al fracaso en la ligazón, aquello que hace lo psíquico en sí.
Explico: a como entiendo, la base del psiquismo freudiano son las cantidades y su cualificación, es decir, representaciones y afectos. Desde 1895[19] Freud nos habla de que nuestra pared psíquica está hecha por ladrillos y su mezcla, aquella que los mantiene unidos. Si el trauma es una experiencia  desbordante, desestabilizante, desregularizante, desarticuladora y desestructurante del funcionamiento psíquico que impide la tramitación normal de cantidades psíquicas al no permitir la asignación de cualidad, trauma es entonces un bulldozer que tumba, por lo menos, un pedazo de nuestra pared psíquica. Ante tal hoyo, la construcción posterior ya no podrá ser igual: los ladrillos que estaban ya no se encuentran en el mismo lugar ni estarán balanceados por iguales fuerzas. Ladrillos nuevos no se colocarán igual. El sistema encargado de apilar ladrillos no los podrá cargar de igual manera, ya que quedó también debilitado por la demolición. La embestida de la artillería traumática explotó el centro de mando del cuartel general, nos dice Freud respecto al Yo en el Malestar en la Cultura[20]. Nuestro bulldozer hizo un hoyo en la trama representacional, provocó una violencia en los afectos y desorganizó el muro. Traumàtica es entonces  una experiencia intrapsìquica brutal que no puede integrarse a un contexto de sentido en el momento que se padece porque destroza la trama psíquica. Utilizo la imagen de una pared por el siguiente motivo -más allá de pensar la piel como primer delimitación[21]– Freud en su Interpretación de los Sueños[22] al explicar el concepto de represión pone el ejemplo de que el censor, habiendo expulsado un contenido de la fiesta de la conciencia y para evitar que regrese el invitado no deseado a èsta, debe dejar en la puerta un guardián que le garantice atrapar al non grato al querer cruzar de nuevo el umbral. ¿Cómo trabajar entonces con la teoría de las neurosis en lo traumático si ya no hay puerta? La teoría de la represión, la primer tópica freudiana y la lógica del principio del placer no nos alcanzan para intervenir. El funcionamiento de la memoria de la carta 52[23] tampoco da. En la clínica de las neurosis trabajamos con afectos y la representación reprimida en su caso. Es un postulado aceptado el que un sujeto traumatizado no recuerda, revive. La experiencia traumatogénica, al no poder inscribirse en la trama como representante psíquico de la pulsiòn (o cadena significante dirían los lacanianos, apareciendo el hoyo de Lo Real), no pasa nunca a ser memoria, no hay quien la haga memoria. Algunos de los relatos de pacientes traumatizados coinciden al decir que viven un “eterno presente”. El jabón con el que me obligaban a bañarme durante mi secuestro lo huelo en todos lados, cualquier sonido es una ametralladora, la terapeuta que escucha el relato de las cabezas de niños utilizadas como pelotas de futbol no puede trabajar porque tiene que hablar casi cada minuto con sus hijos para corroborar que éstos están bien. Queda el trauma a ser revivido en repeticiones sin lograr volverse comprensible. No hablamos entonces de pensamientos reprimidos y sus afectos concomitantes. En la clínica de lo traumático no se trata entonces de levantar el muro de la represión y esperar dar sentido a un síntoma o formación de lo inconsciente. Si justamente estamos hablando de que un sujeto traumatizado no deja de sentir (lado afectivo) y no recuerda (lado representacional), sino revive, debemos auxiliarnos de otros conceptos psicoanalíticos que nos ayuden a explicar qué pasa o bien, qué debe estar pasando para poder nombrar algo como traumático.  Aquí, me auxilio de Piera Aulagnier y sus teorizaciones respecto al espacio originario, primario y secundario[24]. Como modos de funcionamiento, cada uno contiene particularidades. Ahondo sólo para intentar hacer un tendido: Una sensación no es lo mismo que una emoción y a su vez ésta se diferencia de un sentimiento. Así mismo, un pictograma no es lo mismo que una imagen y mucho menos que una palabra. En el terreno de las neurosis, hablamos por lo general de sentimientos y representaciones palabra, mientras que en el terreno de lo traumático tenemos que pensar en sensaciones crudas, eternas, presentes, sin ligadura preconsciente.
Entonces, si  al trabajar con lo traumático estamos en los limites de lo decible y lo nombrable, ¿qué hacemos? Muchos estudios se han dedicado el tema. Ya en la Primera Guerra Mundial se hablaba del Shell Shock, la neurosis de guerra. La maquinaria de muerte sistematizada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial dejó atónitos a todos cuando comenzó a mostrarse  lo que hicieron en sus campos de concentración y de trabajo forzado. El diario del gueto de Varsovia[25] y Si esto es un hombre[26] de Primo Levi son sólo algunos ejemplos que han sido tomados por teóricos para intentar explicar el horror de lo traumático, la banalidad del mal como le llamó Hannah Arendt. Los estadounidenses, al tener tanta experiencia en guerras, han tenido que hacerse cargo de sus soldados una vez que éstos vuelven a casa con síntomas que en la comodidad de nuestros consultorios nos resultaría difícil imaginar. Se puede estudiar no sólo en su producción teórica sino en el arte y la cultura pop[27]. En el cono sur, con la implantación y posterior caída de sus dictaduras, psicoanalistas han metido también las manos al fuego para hablar sobre violencia, tortura y crueldad. Moty Benyakar, psicoanalista argentino-israelì investiga el tema. Hijo de inmigrantes, decide volver a Israel como profesor y estando allá y al participar en cinco guerras con el estado de Israel, decide estudiar medicina, psiquiatría y después psicoanálisis. Miembro de la IPA y de la Asociación Mundial de Psiquiatría ha trabajado con la ONU, la OMS y la UNESCO en guerras y preside actualmente la Comisión de Bioètica Mundial contra el terrorismo y catástrofes sociales, investigando el lado psíquico de lo anterior. Benyakar propone desde un primer momento, una delimitación y discriminación de términos: en vez de víctima hablar de damnificado, en vez de evento traumático hablar de evento fáctico disruptivo y propone sólo usar el apellido de traumático cuando una vivencia ha comprobado ser desestructurante intrapsiquicamente[28]. Es decir, no podemos nombrar como traumático un toque de queda nada más porque suena horrible. Traumática será una experiencia que desestructura un psiquismo y sólo así. Un evento del mundo no es traumático por sí solo, tal como un martillo que rompe un pie no es traumático.
Además, Benyakar propone toda una clasificación nueva, al argumentar que la clasificación psiquiátrica del SEPT ha derivado en ser el saco roto a donde se envía cualquier cosa que se le parezca y puntualiza la importancia del entorno. Afirma, por ejemplo, que vivir en un entorno disruptivo lleno de violencia, incertidumbre e inestabilidad política y económica produce síntomas y síndromes específicos. Si lo seguimos en lo anterior, entonces no sólo un evento puntual tiene potencial traumático, llámese un terremoto o una violaciòn, sino que el vivir en un lugar donde las reglas parecen no existir, donde existe una impunidad flagrante, donde el que debiera proteger es el perpetrador del crimen, donde no hay posibilidad de predecir el futuro y hacer plan de vida, donde no existen parámetros identificatorios claros y constantes, etc., como producto tendremos un debilitamiento psíquico que linda en un modo de funcionar traumático[29].
Ya dijimos entonces que lo verdaderamente traumático -siguiendo al Benyakar freudiano- consiste en una desestabilizaciòn del psiquismo que impide la tramitación de un estímulo (externo o interno, porque Freud ya nos enseñò con sus histéricas que la pulsiòn puede ser traumática) agreguemos ahora las consecuencias: el evento fáctico disruptivo produce angustia automática (la caída del muro), al perforar el psiquismo, el eje perceptual es activado -nos dice Benyakar siguiendo el esquema del peine presentado por Freud en el capitulo VII de la Interpretación de los sueños- por incorporación pasiva que tendrá como efecto la no-inscripción mnémica vivida como flashbacks (es decir, no recuerdos, sino reviviscencias). A partir de esto se producen tres vivencias (donde sigue a Winnicott[30] y a Green[31]): vivencia traumática en sí, vivencia de vacío interior, vivencia de desvalimiento (ante la cantidad que invade) y la vivencia de desamparo[32]. Así, la inscripción queda no-articulada y sin registro mnémico, lo cual produce el intento de reparación que termina en repeticiones y en rigidización psíquica. Ante lo traumático pensamos en sensación y no en emoción o sentimiento, pensamos en figuras y no en imágenes y palabras, pensamos en la no separación del adentro y el afuera, en no-vinculación sino en un desconocimiento del objeto.
Ante el horror, la pérdida y el miedo queda la desolación, la pulsión desobjetalizante de Green, lo mudo, lo negativo, despertando el recuerdo/no-recuerdo en acto. Para trabajar con lo traumático, debemos recordar que la realidad del inconsciente no lo es todo y no existe sólo el mundo de  la fantasía. No podremos trabajar con ésta si justamente el mundo interno ha quedado en ruinas. Creo que un psicoanalista tiene trabajo que hacer en este terreno, podemos ayudar,  pero no podemos creer que lo podemos hacer todo y aún menos, solos.
 
Bibliografía

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  • Wikipedia, Kevin Carter, https://es.wikipedia.org/wiki/Kevin_Carter
  • Winnicot, D.W. (1999.) Realidad y juego. México: Gedisa.

 
 
[1] McCann, L. y Pearlman, L.A. (1999). Vicarious traumatization: A framework for understanding the psychological effects of working with victims, en Horowitz, M.J. Essential Papers on Post Traumatic Stress Disorder (Essential Papers on Psychoanalysis). New  York: New York University Press.
[2] Comunicación personal del Dr. Felipe Flores Morelos.
[3] Entrevista con el médico de urgencias de la clínica de salud de Sabinas Hidalgo, N.L., en el 2011, cuyo nombre pidió ser omitido.
[4] Wikipedia, Kevin Carter, https://es.wikipedia.org/wiki/Kevin_Carter
[5] Caso clínico personal.
[6] Caso clínico personal.
[7] Freud, S. (1892). Bosquejos de la <<Comunicación Preliminar>>. Tomo I. Buenos Aires: Amorrortu. p. 190.
[8] Freud, S. (1950). Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Tomo I. Buenos Aires: Amorrortu. pp. 225-226.
[9] Freud, S. (1895). Proyecto de psicología para neurólogos. Tomo I. Buenos Aires: Amorrortu. p. 366.
[10] Freud, S. (1900 [1899]). La interpretación de los sueños. Tomo IV. Buenos Aires: Amorrortu. p. 275.
[11] Freud, S. (1914). Duelo y Melancolía Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu. p. 255.
[12] Freud, S. (1920). Más allá del principio del placer Tomo XVIII. Buenos Aires: Amorrortu. p. 13 y 14; pp. 31 y 32
[13] Freud, S. (1923 [1922]). Dos artículos de enciclopedia. <<Psicoanálisis>> y <<Teoría de la libido>>. Tomo XVIII. Buenos Aires: Amorrortu. p. 239.
[14] Freud, S. (1933). Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. Conferencia 32. Angustia y vida pulsional. Tomo XXII. Buenos Aires: Amorrortu. pp. 86,87 y 88.
[15] Freud, S. (1895). Proyecto de psicología para neurólogos. Tomo I. Buenos Aires: Amorrortu. p. 353.
[16] Freud, S. (1914). Pulsiones y destinos de pulsión. Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu. p. 133.
[17] Freud, S. (1954). The Origins of Psycho-analysis. Sigmund Freuds Letters. Nueva York: Basic Books, Inc. p. 215-218.
[18] Freud, S. (1920). Más allá del Principio del placer. Tomo XVIII. Buenos Aires: Amorrortu. p. 12.
[19] Freud, S. (1895) Op.cit.
[20] Freud, S. (1930) El malestar en la cultura. Tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu. p.114.
[21] “El yo es sobre todo una esencia-cuerpo; no es sólo una esencia-superficie, sino, él mismo, la proyección de una superficie.” Freud, S. (1923). El yo y el ello. Tomo XIX. Buenos Aires: Amorrortu. p. 27.
[22] Freud, S. (1899). Op.cit.
[23] Freud, S. Op.Cit. (1954). pp.173-184.
[24] Ver: Aulagnier, P. (2001). La violencia de la interpretación: del pictograma al enunciado. Buenos Aires: Amorrortu.
[25] Berg, M. (2010). El gueto de Varsovia. Diario, 1939-1944. Madrid: Sefarad Editores.
[26] Primo Levi. (1958). Si esto es un hombre. España: El Aleph, 6ª Ed. 2003.
[27] Algunos ejemplos de películas dedicadas al tema: Apocalypse Now, Platoon, American Sniper, Born on the 4th of July, etc.
[28] Ver: Benyakar, M. y Lezica, A. (2005). Lo traumático 1. Clínica y Paradoja. Buenos Aires: Biblos.
[29] Ver: Benyakar, M. (2006). Lo disruptivo. Amenazas individuales y colectivas: el psiquismo ante guerras, terrorismos y catástrofes sociales. Buenos Aires: Biblios.
[30] Ver: Winnicot, D.W. (1999). Realidad y juego. México: Gedisa.
[31] Ver: Green, A. (1983). Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Buenos Aires: Amorrortu.
[32] Ver: Benyakar, Moty y Lezica, Al. Op. Cit.
 
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