Por: Ericka Prado
“Si quieres poder soportar la vida, debes estar dispuesto a aceptar la muerte”. Sigmund Freud
El comienzo de la práctica del tatuaje es difícil de situar en la historia, nació hace mucho tiempo, mucho antes de lo que la mayoría de la gente piensa, los vestigios más antiguos datan de hace más de 5000 años, provienen de la Polinesia de donde igualmente proviene el término. Los tatuajes tenían múltiples significados, podían realizarse con fines curativos, como muestra de valentía, madurez o como castigo. “Entre los pueblos primitivos, tatuarse no tenía nada de transgresivo, sino que incluso era un signo de integración social.” (Solís, 2008 p. 82) a diferencia de ahora los tatuajes no se utilizaban con fines de identidad individual eran más bien proyectos culturales colectivos.
Tatuaje deriva del polinesio Tátau, “palabra compuesta de ta, dibujar y Atua, nombre del espíritu que anima las cosas” (Fernández, 2005a, p. 97) aunque en algunos textos se traduce como marcar o golpear dos veces, referencia clara al método clásico de realización de tatuajes, la palabra en realidad se incorpora al español por medio del vocablo francés tatouage, proveniente de la Polinesia Francesa. El tatuaje se introdujo en la cultura occidental vía marineros que regresaron de largos viajes a éstas islas, dejando clara la relación marinero-tatuaje y cómo se expandió por diversas partes del mundo donde la cultura de cada región los adoptó de formas variadas, poco a poco los atributos decorativos fueron usados para dar rienda suelta a la creatividad e imaginación y se fue dejando de lado el sentido ritual de los primeros pueblos en usarlo y abriendo el camino para utilizarlos como marcadores individuales.
La “pluma eléctrica” inventada por Thomas Alva Edison es la original primer máquina de tatuajes, con ella él mismo se tatuó sin embargo nunca la patentó pues en realidad la creo para ayudar en su labor a oficinistas, esa pluma es la base de la máquina de tatuajes que ahora se utiliza y con la que se dio inicio a la revolución en el mundo del tatuaje.
Por otro lado la tinta también tuvo su evolución, en un principio se utilizaba carbón, goma y agua para crearla y sólo era posible en color negro, actualmente existen infinidad de materiales y colores, en la cual podemos encontrar tres de especial interés para las personas, más que con gustos extravagantes, con necesidades especiales.
Me refiero a los tatuajes de cremación donde se utilizan tintas con cenizas humanas, los conectivos hechos con tinta y carbón extraído de pelo humano o los biogénicos realizados con tinta mórbida que “empresas de biotecnología están desarrollando con métodos creativos para mezclar tintas de tatuaje con aditivos biogénicos que incluyen cenizas de cremación, pelo carbonizado e incluso ADN de los muertos o los vivos”. (Kalvapalle, 2016)
Estos tatuajes, con los tres tipos de tinta antes mencionados, presentan un factor común: están pensados para incorporar una parte de alguien dentro de otro. Es por esto precisamente que son frecuentemente usados por personas que están atravesando por una pérdida, es decir para elaborar duelos.
El duelo es la reacción frente a una pérdida, no es necesario que la persona esté muerta para haberla perdido ni tampoco que precisamente la pérdida se trate de una persona. Freud (1976), dice que “el duelo es, por regla general, la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces”. Me enfocaré en este trabajo en los tatuajes como parte de la reacción frente a la perdida de una persona amada por muerte y la manera en que ayudan a relacionarse de una nueva forma con esa persona, es decir la forma en que el tatuaje ayuda a elaborar un duelo.
En cuanto al tatuaje con estas tintas especiales ¿cómo reacciona el cuerpo? según el microbiólogo Jason Tetro (2016) no hay nada de qué preocuparse si el material ya no tiene una función biológica, es decir si se le ha dado el tratamiento correcto y ya no estimula el sistema inmune. Respondido esto surge otra pregunta ¿qué pasa en la psique? la persona al tatuarse marca su cuerpo, ahora único, pero su individualidad se encuentra ahora con otro presente dentro permanentemente. Precisamente en “el sentido contradictorio que porta esta palabra, que lo mismo designa lo indivisible que la dualidad, para poner énfasis en que el sujeto es Yo en tanto que otro” (Fernández, 2005b, p. 103) y poder así reinstalar a la persona amada, pérdida, dentro del Yo.
En Duelo y melancolía Freud imagina el trabajo de duelo y lo describe de la siguiente forma: el trabajo de duelo comienza por medio de un examen de realidad, el objeto amado ya no existe más, la libido ligada a este objeto se mantiene en principio por una renuencia, no se deja una posición libidinal así nomás, se trata de mantener al objeto por vía de una psicosis alucinatoria de deseo, el proceso continua y el acatamiento a la realidad se da lentamente con un gasto de energía considerable que inhibe al Yo, el mundo se vuelve sólo, vacío, el Yo responde con una falta de interés generalizada en todo lo que no le recuerde al muerto; estos recuerdos y las expectativas en que la libido se anudaba al objeto son sobreinvestidos, los nudos de la libido al objeto se clausuran de a poco, hay un desasimiento de la libido que vuelve al Yo libre, desinhibido nuevamente y listo para desplazar la libido depositada anteriormente en el objeto perdido a uno nuevo.
Años más tarde la psiquiatra Elizabeth Kübler-Ross, reconocida como una autoridad en la materia, hizo una descripción del tema que es de las más populares conocidas al respecto, dividió el duelo en un proceso de 5 etapas mediante las cuales se aprenderá a convivir con la pérdida, continuar en una realidad en la que la persona ya no está, para finalmente aceptar la muerte como un hecho inevitable de la vida.
El proceso descrito por la autora comienza mediante la negación. Por medio de esta renuencia, ocupo las palabras de Freud a propósito para evidenciar la similitud, se rechaza los hechos y se atenúa el impacto que produce la nueva realidad, la cantidad de dolor que se puede soportar es moderada por esta primer reacción sin embargo cuando no es posible mantenerla, el dolor emerge con la ira como protagonista, para aliviarla en ocasiones el doliente establece diálogos imaginarios donde le comparte sus sentimientos al muerto, parecido a la psicosis alucinatoria de la que habla Freud y con la cual puede emerger la esperanza de revertir los hechos mediante la negociación con algún poder superior a cambio de algún tipo de sacrificio, cambio o mejora en su vida, lo cual requiere una cantidad de energía considerable invertida en redactar los términos idóneos pero termina por evidenciar al doliente la certeza de la muerte y a exaltar sentimientos de vacío y dolor profundo, la depresión es manifiesta mediante un agotamiento físico y mental importantes, se enfrenta en esta etapa a la irreversibilidad de los hechos, los nudos se aflojan poco a poco hasta llegar a la aceptación en que se está de acuerdo, no con la muerte de la persona si no con que la pérdida siempre será parte de nosotros
Son evidentes los puntos en que ambas descripciones convergen, las diferencias son más bien por el distinto enfoque de los autores y de ninguna manera una anula a la otra, más bien se superponen.
El duelo es una respuesta natural y saludable frente a una pérdida, mediante el tatuaje con tinta y partes del muerto muchas personas han encontrado una forma de elaborarlo y no es por sí mismo un indicativo de un duelo patológico, no hay una forma adecuada de hacer el duelo y los casos que se conocen de tatuajes de cremación son todos elaborados de forma adecuada.
Mediante el tatuaje el objeto se instala dentro del cuerpo, en la piel de manera concreta, como palabra muda que marca y encierra los nudos de la libido al objeto que no se está dispuesto a clausurar pero tampoco a mantener, esto llevaría a enfermar, a eternizar el duelo; lo que podría indicar que previamente se instaló al objeto dentro del Yo sin confusión narcisística entre ellos, como sucede en la melancolía. Es decir, para realizar un tatuaje de cremación es necesario haber andado con éxito en las primeras fases del duelo hasta llegar a un desasimiento real de la libido que permite al Yo, libre y desinhibido nuevamente a estar listo para desplazar la libido a otros objetos y ser capaz de decidir, planear y ejecutar el tatuaje, que si bien se enviste con parte de la libido del objeto perdido es con una energía móvil, libre de desplazamiento y además regresando, por una parte, a la función ritual de los tatuajes de los primeros tiempos en que se utilizaban símbolos no figuras y por otra, al tatuaje como marcador individual. Este doble sentido puede encontrarse también en la palabra duelo que por un lado es una guerra a muerte y por el otro significa el dolor frente al muerto “El duelo resulta ser un duelo a muerte que si no encuentra el camino de la paz de la palabra, desagua en los mares del crimen” (Salamonovitz, 2006a p. 62) dicho en otras palabras y aplicada a los tatuajes de cremación: El duelo resulta ser un duelo a muerte que si no encuentra el camino a la paz mediante el tatuaje, desagua en los mares de la enfermedad. “Al muerto se lo puede matar sólo si estamos en paz con él” (Salamonovitz, 2006b p.63) y con el tatuaje el doliente descansa y deja descansar en paz al muerto. Se puede matar al objeto haciéndolo siempre vivo pues ya tatuado nunca se volverá a perder lo perdido, a diferencia de la melancolía en que la sombra del objeto recae sobre el yo volviéndolo pobre y vacío, la marca del objeto permanece en el yo, lo sana y lo libera. Se transita así en el tatuaje, de la guerra por la pérdida a la paz de lo perdido.
Por todo lo anterior el tatuaje de cremación no es debido a una incapacidad para elaborar el duelo, lo encausa, no como único recurso, si no como un recurso más de los que la persona doliente debió poseer y en el cual encontró una vía de renovar los lazos y restablecer el mundo interno. Los tatuajes también ayudan en otros casos, el tatuaje en 3d de un pezón posiblemente ayudará a superar una mastectomía o un buen tatuaje de cejas cimentará la seguridad en alguna persona. La condición para que cualquiera de estas opciones cumpla ese cometido es que la persona tenga una fortaleza yoica que le permita resolver el conflicto intrapsíquico y con la realidad externa, lo cual implica algunas funciones en buen estado como sus procesos de pensamiento, la forma en que establece relaciones, el juicio, sentido y prueba de realidad con los que cuenta y el grado de dominio y competencia que posee.
Más allá de las frases trilladas que se encuentran en los libros sobre duelo, dejarlos ir con amor tiene aquí implicaciones psíquicas importantes, pues el amor que conformó la estructura de nuestra personalidad será el que enmarque la manera en que nos será posible dejarlos ir.
Bibliografía
- Solís, J. (2008). Historia de las cosas. España: Cadena Cien.
- Kalvapalle, R. (13 de Junio de 2016). Tatuajes biogénicos. Revista Motherboard. Recuperado de https://motherboard.vice.com/es/article/la-gente-se-est-haciendo-tatuajes-biognicos-con-tinta-hecha-de-pelo-humano
- Fernández, C. (2005). Marcas en el cuerpo: huida al encierro. Revista de psicoanálisis, 1(7-8), 97.
- Freud, S. (1976). Duelo y melancolía. En J.L. Etcheverry (Trad), Obras completas. (vol. XIV pp. 241). Buenos Aires: Amorrortu. (Original publicado en 1917).
- Salamonovitz, A. (2006). Del silencio a la palabra, reflexiones psicoanalíticas sobre la depresión. México: Círculo Psicoanalítico Mexicano
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