Por: Sandra González

“Un fuerte egoísmo preserva de enfermar, pero al final uno tiene que empezar a amar para no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a consecuencia de una frustración no puede amar”. (Freud, 1914, p. 82).

Casualmente, la presentación de este trabajo se lleva a cabo un día después de la celebración del día de San Valentín, fecha celebrada por unos y aborrecida por otros, pero ¿por qué se hace una celebración a este santo?

Existen diversas versiones respecto al origen de esta festividad, pero para este trabajo se retomará la que al parecer es la más aceptada; Valentín fue un sacerdote que desafió al emperador de Roma Claudio II por no estar de acuerdo con la ley que prohibía a los jóvenes contraer matrimonio, lo anterior porque el emperador creía que debían usar su fuerza y energía en el ejército. Valentín desafió dicha prohibición y celebró matrimonios de jóvenes en secreto; al ser descubierto, fue arrestado para posteriormente ser lapidado y decapitado el 14 de febrero del año 269. (Sadurní, 2023)

Aunque el objetivo principal no es hablar únicamente del amor de pareja o de los lazos afectivos que una persona puede generar con sus amistades y conocidos, la historia de San Valentín menciona un tema a considerar para hablar de amor, la prohibición y el castigo, característicos del Complejo de Edipo. Pero antes de llegar a la etapa fálica del desarrollo, consideremos todo lo que tiene que pasar el bebé con anterioridad, incluso antes de nacer. Klein (1937) ya mencionaba que:

“Es necesario retomar la vida mental del niño para estudiar la interacción de las diferentes fuerzas que se congregan en el más complejo de todos los sentimientos humanos: el que llamamos amor” (p. 310).

El bebé puede surgir de diferentes circunstancias: de la unión de sus padres en una relación estable, de una relación causal entre dos personas, o incluso mediante gestación subrogada. Sin importar cómo fue concebido, la pareja o persona encargada del cuidado del bebé ya tiene su propia historia y puede o no haber desarrollado las herramientas necesarias para dar y recibir amor. Este amor que también está relacionado con el propio narcisismo de los padres, para Freud (1914) “el conmovedor amor parental, tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo revivido de los padres, que en su trasmutación al amor de objeto revela inequívoca su prístina naturaleza” (p. 88).

Desde su nacimiento, idealmente, el bebé requiere un cuidador que pueda atender sus necesidades, ya que no es capaz de ser independiente ni de buscar por sí mismo los elementos esenciales para su supervivencia. Tomando en consideración a Spitz (1969), hay una etapa sin objeto, misma que corresponde al narcisismo primario del bebé, en esta etapa no puede distinguir las cosas externas a su cuerpo (p. 39). Hablamos también de la etapa de autismo normal descrita por Mahler (1972), en la que “el infante parece estar en estado de desorientación alucinatoria primitiva en la cual la satisfacción de la necesidad pertenece a la propia órbita omnipotente, autista” (p. 24).

Meses después, el bebé también pasará por etapas de frustración en la que el alimento no llega o en las que algún aspecto del mundo externo le causará displacer. Comprenderá gradualmente que depende de su cuidador para subsistir, necesitando la ayuda de alguien para satisfacer sus necesidades. Siguiendo con Mahler (1972), del segundo mes en adelante, el conocimiento confuso del objeto satisfactor marca el principio de la simbiosis normal, en la cual el infante se comporta como si él y su madre fueran un sistema omnipotente; la característica principal de esta simbiosis es una fusión alucinatoria con la representación de la madre, mecanismo al cual regresa el yo al sentir disturbios de la individuación (p. 25).

Y, hablando de alucinación, también recordemos que el bebé trata de calmar la tensión y frustración que tiene chupando su dedo, fantasea por un momento que tiene el alimento y, a pesar de que esta etapa del desarrollo es muy temprana y fijaciones en la misma pueden originar las patologías más severas; todo joven o adulto enamorado, que idealmente debió pasar exitosamente por las etapas del desarrollo psicosexual, en cierta manera regresa a la ilusión y al fantaseo creando una idea respecto a la persona que ama y lo que le gustaría vivir con ella. Puede ser que en la realidad su amor no sea correspondido o la idea que tiene del mismo no sea tal cual lo imagina, pero la ilusión y la fantasía son características que desde los primeros años se encuentran en la vida de todo ser humano. Como en la canción de Tito el Bambino “el amor es una magia, una simple fantasía” (Fines, 2009, 13s).

Pero, regresando al desarrollo del bebé, pronto se va dando cuenta de que ni él ni su cuidador o cuidadora son omnipotentes y además comienza a percibir la existencia de más personas además de su madre, para Spitz (1969) la angustia de ver el rostro de un desconocido es una primera manifestación de angustia propiamente dicha y el momento en el que se comienzan a establecer las relaciones de objeto (p.122). El infante se da cuenta que ni él ni su cuidador son omnipotentes y que existe un mundo externo a ellos que en principio puede ser amenazante.

Muchas personas podrán considerar a un bebé como alguien indefenso, incluso alguien incapaz de pensar, simplemente un bebé, pero en su mundo interno ocurren procesos que influirán durante su vida posterior. Considerando la teoría de Melanie Klein (1937), este bebé indefenso despierta su odio y su agresión y lo dominan impulsos de destruir a la misma persona que es objeto de sus deseos y que en su mente está vinculada a todas sus experiencias, buenas y malas (p. 311).

Para esta autora, un infante es capaz de sentir odio desde sus primeros días de vida, este odio que también se puede percibir en las relaciones posteriores de un joven o un adulto; un odio que superó esta temprana fase del desarrollo o que tuvo una fijación en los primeros meses de vida.

Este momento del desarrollo es crucial para la vida posterior de cada persona, ya que, aunque ningún cuidador es perfecto, debe ser suficientemente bueno para poder satisfacer las necesidades de su bebé y lograr que la parte buena, el amor, lo libidinal sea lo más preponderante en su vida. Siguiendo con Klein (1937):

La temporaria seguridad obtenida al recibir gratificación incrementa grandemente la gratificación en sí; de este modo la seguridad se transforma en un importante componente de la satisfacción de recibir amor. Esto se aplica a las formas de amor más simples y a sus manifestaciones elaboradas, tanto al niño como al adulto (p. 311)

Es decir, un bebé amado será un adulto que podrá amar y este proceso se va dando paulatinamente desde que se va desarrollando. Son cuidados que pueden sonar básicos o que incluso un cuidador hace sin pensar, pero no todas las personas tienen la capacidad o las herramientas suficientes para dar amor. La reciprocidad entre el cuidador y el bebé se convierte en una especie de diálogo, esto aunado a la función nutricia que hace la madre o el cuidador, fundamental para poder pasar del principio del placer al principio de realidad. Freud (1912) ya mencionaba que, para el paso a este último principio, el objeto originario y la satisfacción que causó, se reprimen y, por consiguiente, se encuentran objetos sustitutivos, de los cuales ninguno satisface completamente. Para él, esto puede explicar la falta de la permanencia en la elección de objeto y define esto como una característica principal de la vida amorosa de los adultos (p. 182).

Es importante destacar el concepto de realidad, porque, así como el amor comienza siendo una magia, una simple fantasía; en toda relación humana de pareja y de amistad siempre hay una diferencia con el otro. Es esencial pasar de la omnipotencia, a una etapa en la que se elabora la frustración de no poder satisfacer las necesidades de manera inmediata, de esperar y reconocer la existencia de objetos externos. Para Fenichel (1982) “si fuera posible que toda necesidad se viera inmediatamente satisfecha, probablemente no llegaría a crearse nunca un concepto de la realidad” (p. 51). Entonces, llegando a la vida adulta, es fundamental aceptar la idea de que un amor completo y totalmente perfecto no existe, ese es el reto de una relación. Como diría Arjona “el amor luce bien en novelas que venden finales perfectos” (Arjona, 2011, 2m13s), pero en realidad el amor no es en todo perfecto. En toda relación se debe de pasar de esa etapa de fantasía a una etapa de realidad en la que se reconozca la existencia de un otro y su individualidad, pero esto es un proceso complejo y a la vez inconsciente.

Son más los autores que hablan respecto a la importancia de los primeros cuidados de un bebé, Erikson (1978) por su parte, también habla de la reciprocidad de los cuidados del infante y menciona que “Al obtener así lo que se le da y al aprender a conseguir que alguien haga lo que él desea, el niño desarrolla también el fundamento yoico necesario para llegar a ser un dador” (p. 66) Entonces, nuevamente se reafirma que el niño aprendió a recibir amor, también podrá dar amor.

Para Mahler, “de acuerdo con las secuencias placer-dolor que le generan las vicisitudes del mundo externo al bebé, toma lugar la demarcación de las representaciones del yo corporal. Estas representaciones son depositadas como la “imagen corporal” (Schilder, 1923, como se citó en Mahler, 1972, p.27) y este cambio tan grande de catexis es un prerrequisito esencial para la formación del yo corporal (Mahler, 1972, p. 28) y para Freud:

“La ternura de los padres y personas a cargo de la crianza, contribuye en mucho a acrecentar los aportes del erotismo a las investiduras de las pulsiones yoicas en el niño y a conferirles un grado que no podrá menos que entrar en cuenta en el desarrollo posterior, tanto más si ayudan algunas otras circunstancias (Freud, 1976 p. 174).

Es decir que los cuidados del niño pequeño, un niño amado, son los que también le permiten formar a su propia persona, separada de los padres, pero con las bases del amor y cuidados que le fueron proporcionados.

Retomando a Klein (1937) este primer amor se encuentra perturbado en su raíz por impulsos destructivos. Amor y odio luchan en su mente y, en cierto grado, esta lucha persiste durante toda la vida, pudiendo constituirse en fuente de peligro en las relaciones humanas (p. 312). Es muy frecuente escuchar en el consultorio, en pláticas de amigos e incluso en la música la parte de amor y de odio a la vez, como diría la canción de Ha*Ash “te odio, te amo, te amo, te odio ¡ay como odio amarte!” (Pérez & Pérez, 2002, 54s) y así se podrá pensar en más ejemplos en los que ambos sentimientos se encuentran en las relaciones humanas, pero ¿qué difiere en los que aman de manera patológica y en los que lo hacen de una manera más sana?

Siguiendo con la misma autora, el bebé, al haber sentido odio a su madre y haber tenido fantasías de destruirla, comienza a sentir culpa y trata de reparar el daño que en su fantasía cree que pudo causar. Si el bebé sintió frustración por necesidades que esperaron mucho en ser satisfechas y al no tener una figura constante que le diera seguridad, tampoco pudo confiar en el mundo externo, se puede volver un ambiente inseguro, son personas que no se sienten amadas y en su vida adulta mostrarán una intensa necesidad de aprobación general, precisamente porque necesitan la prueba de que son dignas de ser amadas (Klein, 1937, p. 313). Es por esto que el ser amado debe probarles, con manifestaciones· de afecto siempre reiteradas, que no son malos ni agresivos y que sus impulsos destructivos no se han hecho efectivos (Klein, 1937, p. 324).

Otras personas, se desaniman muy pronto cuando notan falta de aprecio, aun en quienes poco significan para ellas; la razón es que en su inconsciente consideran que no merecen la atención de nadie y cualquier actitud fría les confirma la sospecha de no ser dignos ni amados (Klein, 1937, p. 313). Lo anterior también se podría observar en personas que temen ser amadas y prefieren estar solas, tienen un temor inconsciente de brindar amor genuino porque el amor de sus primeros años fue confuso. Retomando la idea de Freud sobre la falta de permanencia en la elección de objeto, otras personas prefieren tener relaciones fugaces que les hagan sentir la adrenalina y emoción de estar con alguien, pero que finalmente no pueden establecer una relación amorosa duradera, como en la canción en la que Bad Bunny afirma “hoy tengo a una, mañana a otra, pero no hay boda” (Martínez, 2022, 16s).

Si el primitivo conflicto entre amor y odio no ha sido satisfactoriamente resuelto, o si la culpa es demasiado fuerte, puede producirse una reacción de alejamiento ante el ser amado, e incluso de rechazo (Klein, 1937, p. 313). Para Freud (1984), en la vida amorosa, el no ser amado deprime el sentimiento de sí, mientras que el ser amado lo realza (p. 95).

Como ya es sabido, cada cabeza es un mundo y son muchas las posibilidades que pueden surgir en los primeros cuidados del desarrollo. Klein también habla sobre algunas madres o cuidadores que usan la relación con sus hijos para gratificar sus propios deseos, son madres que sienten satisfacción de tener quien dependa de ella. Tales mujeres o cuidadores quieren conservar a sus hijos adheridos a ellos y detestan la idea de verlos crecer y adquirir personalidad (Klein, 1937, p.321) o independencia, de ahí las personas que siguen viviendo con ellas y no pueden establecer una relación de pareja con alguien más.

En otras personas que ejercen el rol de cuidador, el desamparo del niño hace surgir sus deseos de reparación y su hijo representa el cumplimiento de sus tempranas aspiraciones. La gratitud hacia el niño aumenta estos sentimientos y puede conducir a subordinar su propia gratificación al bienestar de su hijo, que se constituirá en su principal interés (Klein, 1937, p.321). Es decir, así como la falta de cuidados puede ser crucial en el desarrollo, el exceso de estos también puede hacer enfermar.

Lo ideal es que el bebé pueda pasar del principio del placer al principio de realidad y separarse de su madre o cuidador, quedándose internamente con los cuidados y el amor que le brindó logrando así la constancia objetal. Retomando a Mahler (1972), en la etapa de separación – individuación, la capacidad que tiene el infante para gatear y caminar, le va creando una mayor independencia de su cuidador (p. 42). Si el bebé ya desarrolló la confianza en un objeto bueno, se le facilitará la separación y aumentará su autoestima, a diferencia de alguien quien no pudo integrar al objeto y vive este proceso como más angustiante.

Años más tarde se llega a la etapa fálica del desarrollo, momento en el que el niño/niña ya conoció la desilusión y frustraciones que pueden causar el mundo externo, pero que ahora se enfrenta con que su cuidador no le pertenece, que tiene una pareja que no es ni será él o ella, una nueva desilusión. La etapa de la prohibición y el castigo y otro golpe al narcisismo. Para Klein:

Sólo quien en el inconsciente pudo fantasear tales relaciones y, hasta cierto punto, vencer los sentimientos de culpa inherentes a estas fantasías y gradualmente logró desprenderse de los padres a la vez que permanecer vinculado a ellos, estará capacitado para transferir sus deseos a personas que representarán los anhelados objetos del pasado, sin ser idénticos a ellos (Klein, 2008, p. 320).

La renuncia a estos primeros objetos representa un sacrificio y un golpe al narcisismo y en la vida posterior, muchas relaciones serán correspondidas y otras no tanto, el narcisismo y la autoestima de la persona también se podrán ver afectados nuevamente en la vida adulta. Para Freud (1984) “el que está enamorado está humillado. El que ama ha sacrificado, por así decir, un fragmento de su narcisismo y sólo puede restituírselo a trueque de ser amado” (p. 95).

Para Ricardo Arjona “el amor es la arrogancia de aferrarse a lo imposible, es buscar en otra parte lo que no encuentras en ti” (Arjona, 2011, 1m7s). Aferrarse a lo imposible como a la primera satisfacción del alimento y cuidados que el bebé siente por primera vez o aferrarse a la imposibilidad de tener a sus primeros objetos de amor. El amor siempre tiene algo de imposible, nunca se está completo, por eso se busca una parte que no encuentras en ti, el ideal del yo.

También, un amor correspondido no afectará el sentimiento del ser y probablemente será un amor en el que se reconoce al otro como persona con sus partes buenas y malas, pero siempre integrándolo como un objeto bueno. Para Klein (1937) una relación de amor estable y satisfactoria entre hombre y mujer involucra un vínculo profundo y capacidad para el sacrificio mutuo y para compartir tanto el dolor como el placer (p.316).

Pero un amor no correspondido o un amor que termina, harán sentir grandes penas y sufrimiento. Como en la canción del amor de Arjona en la que también menciona que “el amor es un ingrato que te eleva por un rato y te desploma porque sí. El amor es la belleza que se nutre de tristeza y al final siempre se va” (Arjona, 2011, 1m 26s).

Pero recordemos que este trabajo no solo habla del amor de pareja. Para Klein (1937) desde la infancia, las relaciones con los primos, compañeros de escuela y otros niños, permiten nuevas alternativas a la relación fraterna, variaciones que son de gran importancia como fundamento de los futuros vínculos sociales. (p. 30).

Siguiendo con la misma autora, el proceso de desplazar amor es de suma importancia para el desarrollo de la personalidad y para las relaciones humanas y podríamos decir, incluso, para el desarrollo de la cultura y de la civilización (Klein, 1937, p. 329). Poder desplazar el amor nos permite no solo tener una pareja y amistades, sino también crear, construir y en cierta forma llenar de vida las cosas que nos rodean.

En conclusión, no se puede olvidar la importancia que tienen los primeros cuidados para que una persona pueda amar y ser amada. Para Freud (1986) “las actitudes afectivas hacia otras personas, tan relevantes para la posterior conducta de los individuos, quedaron establecidas en una época insospechadamente temprana” (p. 248) y “toda la elección posterior de amistades y relaciones amorosas se produce sobre la base de huellas mnémicas que aquellos primeros arquetipos dejaron tras sí” (p. 249).

Y todo ocurre de manera inconsciente, aunque al mismo tiempo resulta muy claro. Algunas personas podrían percibir con cierta falta de congruencia que el sentimiento más fundamental para moldear a una persona, una civilización y una cultura sea el amor. Sin embargo, esta idea se puede comprender utilizando las palabras de Winnicott, quien de manera sencilla explica:

“Tengo la impresión de que algo falta en la sociedad humana. Los niños crecen y se convierten, a su vez, en padres y madres, pero, en general, nunca llegan a saber y a reconocer exactamente qué hicieron sus madres por ellos en el comienzo” (Winnicott, 1986, p. 143).

Y es tan vital el desarrollo de una persona y los cuidados que se le dan, que podemos pensar que todos los padecimientos pueden ser explicados en parte con amor.

  • Narcisismo: la incapacidad de dar amor a otros objetos. Amarse a uno mismo como una protección a un mundo externo frustrante que causa dolor. Incapacidad de integrar el amor y odio de un objeto.
  • Trastornos de la alimentación: falta o exceso de amor que se expresan en el cuerpo.
  • Paranoia: un mundo externo amenazante y un amor persecutorio.
  • Esquizofrenia: un amor confuso, sin límites, un amor irreal ubicado en la fantasía.
  • Obsesión e histeria: la prohibición de un gran amor y la constante insatisfacción por alcanzarlo.
  • Depresión: falta de un amor constante, culparse a uno mismo por falta de amor.

Entonces, cuando los pacientes que llegan al consultorio preguntan ¿qué tengo? ¿qué me pasa? ¿cuál es mi diagnóstico?, la respuesta es muy simple: todo se resume en amor.

 

Bibliografía

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  • Fenichel, O. (1982) Teoría Psicoanalítica de las Neurosis. México: Paidós.
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  • Spitz, R. (1969). El primer año de vida del niño . México : Fondo de cultura económica .
  • Winnicott, D. (1986). El hogar, nuestro punto de partida . Buenos Aires : Paidós.
  • Imagen: Pexels/Joshua Slate