Colaboración de Miriam Hernández en el portal De10.com.mx
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Una parte importante en la vida de la mayoría de las personas es encontrar una pareja, una persona con la cual podamos sentirnos cuidados, apoyados y acompañados. Sin duda, no es un reto fácil el encontrar un compañero de vida, pues toda relación humana tiene sus complejidades y dificultades, siempre habrá discusiones y diferencias, pero ¿en qué momento estos problemas son un indicador de que nos encontramos en una relación patológica?
Una relación patológica o destructiva se entiende como aquella en la que existe un constante sufrimiento y maltrato para ambas partes o uno de los miembros. Son relaciones que se caracterizan por la polaridad entre el amor intenso y el dolor, con pocos o nulos periodos de estabilidad.
Existen varios tipos de maltrato, no siempre se requiere que estén presentes todos y con alta intensidad para encontrarnos en una relación patológica. La presencia de al menos uno de estos es indicio de encontrarnos en una relación dañina:
Físico: Este va desde empujones, forcejeos, pellizcos o “caricias” dolorosas, hasta golpizas.
Emocional: Insultos o críticas relacionados con la apariencia física o capacidades, infidelidad continua, burlas, descalificación, desprecio hacia empleo, familia o amigos, comentarios ofensivos o burlones frente a otras personas, etcétera.
Económico: Limitación en cuanto al dinero que se le permite tener a la persona, por ejemplo, exigiendo control sobre el dinero que gana o no permitiéndole contar con cierta cantidad para sus necesidades básicas.
Ahora bien, en una relación destructiva existen generalmente dos roles: el que ejerce la violencia y el que se somete a ella. De lo anterior, podemos entender que para que haya un abusador, debe haber alguien que lo permita, por lo tanto los dos participantes son siempre personas con una conflictiva importante, por lo que, involucrarse en relaciones de este tipo no es una casualidad, sino una patología.
La persona que ejerce el maltrato suele ser carismático, gentil y seductor ante las personas que no son cercanas a él. Tienen una personalidad dominante y son hábiles para detectar las carencias o vacíos internos en personalidades dependientes, brindando así lo que necesitan para engancharlas y comenzar a ejercer control sobre ellas. Paulatinamente comienzan a volverse posesivos, controladores, celosos y manipuladores. Este tipo de hombres pueden identificarse al observar sus relaciones cercanas (con su madre, hermanas o exparejas) es común observar su personalidad dominadora y agresiva.
La persona que se somete a este tipo de violencia suele ser codependiente, entendiendo lo anterior como aquel individuo que sostiene una relación que daña todas las esferas de su vida y, a pesar de ello, la mantiene. También se observa un comportamiento similar al de una adicción, donde la persona pierde su propia voluntad y se deja dominar, aunque sea dañino, aunque lo esté matando lentamente; padece todos los síntomas de la abstinencia cuando no está con su objeto de adicción/pareja.
Frases como: “Eres como una droga para mí” o, “pensar en estar sin ti es morir”, son comunes en personas codependientes, mientras que “si me dejas, me muero” o “si no estás conmigo, no estarás con nadie, porque nadie te puede amar como yo”, son comunes en quién ejerce el control de la relación, donde se envía un mensaje doble: el de amor y el de agresión, haciendo creer al otro que lo lastima/controla/aísla/manipula porque lo ama.
La persona codependiente suele permanecer en este tipo de relaciones por los siguientes motivos presentes en diferentes medidas:
Baja autoestima. Existe en ellos una confusión entre lástima y amor. Tienen una necesidad de incorporar elementos valiosos a su mundo interno el cual perciben vacío. Por lo tanto, mantener su relación les brinda la sensación de ser útiles para alguien, intentando continuamente probarle que pueden ser “buenas parejas”. Hay una presencia importante de sumisión en su personalidad debida a que no se consideran suficientemente valiosos para ser tratados de manera diferente.
Fantasía de hacer cambiar al agresor. Existe una creencia de que ayudarán a su pareja a ser menos agresivos, debido a que inconscientemente buscan reparar relaciones anteriores (con sus padres), donde hizo falta amor, cuidado, protección y contención.
Confusión entre amor y agresión. Es común que estas personas desde niños aprendieron esta forma de “querer”: “te maltrato porque te quiero”. Así, las parejas estables, respetuosas y cariñosas, les parecen aburridas.
Miedo al abandono. Un temor continuo a estar solos por sentir que su mundo se derrumbaría de no tener a alguien en quien recargarse por completo. No se sienten suficientemente capaces de avanzar en la vida y en los retos diarios sin alguien que se haga cargo, por lo tanto no existe la posibilidad de tener una vida propia o aparte de la pareja.
Debido a que el encontrarse en una relación de este tipo se debe a una característica de la personalidad, es importante recibir ayuda profesional para poder cambiar los patrones que nos hacen caer una y otra vez en esta situación o no poder salir de ellas. Las características de una relación patológica no se limitan a las relaciones amorosas, pueden estar presentes en cualquier tipo de relación humana, por lo que siempre es importante preguntarnos si nos sentimos realmente valorados y respetados por las personas que nos rodean.