La relación entre la asociación libre del analizando y la atención libre flotante del analista.

Autora: Roxana Inclán

 

“El analítico recibe al paciente a una hora determinada,

le deja hablar, le escucha, le habla a su vez y le deja escucharle.”

Freud, citado en Braier, 2016

 

Cuando se elabora el contrato psicoanalítico, al analizando se le pide llegar a las sesiones, hablar y pagar; y, en contraparte el analista se compromete a estar, escuchar y guardar confidencialidad.

El presente ensayo surge de la intención de elaborar el tema sobre la asociación libre y la atención flotante, es decir, sobre el diálogo psicoanalítico, dentro del cual es posible observar resistencias inconscientes en torno a estos dos fenómenos.

Uno podría pensar que la asociación libre solo tienen efectos sobre el analizando, sin embargo, el analista también se encuentra inmerso en los efectos de ésta. La hipótesis es que estas mismas resistencias que el analizando puede tener al asociar libremente, puedan interferir en el analista y despertar a su vez angustias que pueden llegar a dificultar la atención libre flotante y la escucha analítica.

El término de asociación libre surge incluso antes de crear el método psicoanalítico como aquél que estudia procesos inconscientes. Antes de la asociación libre se utilizaba la sugestión y la concentración mental del paciente sobre una representación dada, sin embargo fue posible observar, a partir del estudio de las histéricas, que la búsqueda insistente del elemento patógeno concedía su puesto a la expresión espontánea del analizando (Laplanche & Pontalis, 1996)

Coincido con Paniagua (1992) con respecto a que a través de nuestra labor analítica intentamos que el Yo del analizando permita a los derivados pulsionales del Ello una expresión cada vez más libre y por ende levantar represiones. Por lo tanto, durante todo el análisis el analista se esfuerza en que el paciente aprenda a no limitar lo que piensa e incluso, como analistas se busca que el paciente “comprenda que las resistencias opuestas a la libre asociación reflejan la percepción de un peligro interno ante la evocación de recuerdos o fantasías específicas”.

Como menciona Braier (2016), Freud enfatizó de manera textual los términos que el analizando debe aceptar para poder iniciar un tratamiento psicoanalítico, claro ejemplo de ello es la siguiente frase que Freud dirige a un paciente: “lo comprometo a la única condición de la cura —la de decir todo cuanto se le pase por la cabeza aunque le resulte desagradable, aunque le parezca nimio, o que no viene al caso o es disparatado” (citado en Braier, 2016). Aquí Freud aclara que las ocurrencias “lo abarcan todo, y todo es todo aquello que pueda ser trasmitido al analista por medio de palabras, incluyendo asimismo las vivencias”. Ante esto, Braier (2016) agrega que el analizando debe “comunicar todo cuanto atrape en su observación de sí”.

Gracias a la asociación libre, es posible poner en evidencia las manifestaciones de la vida psíquica infantil que por mucho tiempo fue inconsciente (Braier, 2016). No obstante, si bien es algo que se le pide al analizando cuando inicia tratamiento psicoanalítico y, es con lo que el analista principalmente trabaja, el analista se enfrenta a la realidad en la cual los analizandos se defienden de seguir la regla fundamental.

Lo anterior se debe a que la asociación libre, también conocida como la regla fundamental del psicoanálisis tiene ante todo, el carácter de suprimir la selección voluntaria de los pensamientos, es decir, de eliminar la intervención de la segunda censura, situada entre el consciente y el preconsciente. De este modo se ponen de manifiesto las defensas inconscientes, es decir, la acción de la primera censura (LaPlanche & Pontalis, 1996).

En este proceso en el cual el analizando no transmite o no asocia libremente, se puede identificar cuando el analizando descarta ocurrencias voluntariamente e incluso llega a reprimirlas en forma instantánea si tales ocurrencias resultan desagradables, inquietantes o perturbadoras (Braier, 2106).

Algunos de los sentimientos que las ocurrencias pueden provocar en el analizando tiene que ver con el temor a que lo juzgue el analista o que éste último tome represalias, se predisponga mal, deje de apreciarlo y de interesarse por él, tal como menciona Braier (2016). Todo esto, sin dejar a un lado que el analizando suele experimentar además angustia, repugnancia, culpa, vergüenza, como una barrera resistencial.

Si bien parece extremo, Paniagua (1992) menciona que mientras que el paciente pueda poner en práctica la asociación libre, el analista no tiene por qué intervenir. Sin embargo, el analista tenderá a hacerlo cuando crea que existe evidencia de que el Yo, impulsado por el Superyó ha interrumpido el curso de un material instintivamente saturado. Y en la mayoría de las veces esto será interpretado como una resistencia vinculada también a la transferencia analítica.

Debido a que la asociación libre se enfrenta a levantar represiones es evidente considerar que el sujeto muchas veces se defiende de lo anterior ya sea al planear las sesiones, relatar historias como una forma de no hablar de sí mismos o incluso al guardar silencios prolongados, entre otras acciones. Sin embargo, estos ejemplos deben ser confirmados y analizados a partir de las fantasías y temores inconscientes del mismo analizando.

Siguiendo esta línea, además de la omnipresencia de las resistencias a la labor analítica en el analizando, es común que esta dificultad de asociar libremente incida en el hecho de que el analizando no comprenda del todo bien, en qué consiste asociar libremente y encuentre por lo tanto excepciones a la regla como por ejemplo, los pensamientos que por su índole cree innecesario y/o no conveniente u oportuno comunicar. Por esta razón cabe tener presente que al inicio del tratamiento se trata de un aprendizaje para el analizando, en el que irá progresando mientras vaya paulatinamente identificándose con la función analítica del analista (Braier, 2016),

Según Braier (2016) por más que el analizando se resiste, para el analista nada de lo que el analizando piensa obedece a la casualidad; todo lo que se le ocurre al paciente tiene un sentido, más allá de que uno como analista pueda o no descifrarlo. Además, esto mismo tiene un porqué en función de la propia historia del analizando y a las circunstancias por las que está atravesando cuando le surge ese pensamiento verbal, esa imagen o esa sensación. Agregaría que incluso cuando en el tratamiento se encuentran resistentes a la asociación libre, eso mismo ya da información relevante para entender el fenómeno psíquico.

Siguiendo con esto, es importante considerar que en la asociación libre se reconocen al menos dos variantes: la primera que es más espontánea y en la cual el analizando no parte de ninguna representación y; la segunda es la que surge a partir de un elemento dado, es decir, como cuando el analista le pregunta de manera activa al paciente qué se le ocurre a propósito de un determinado suceso e idea (Braier, 2016). Sin embargo, a pesar de la solicitud de establecer una asociación libre coincido con Braier (2016) en que tampoco se pretende que el paciente se rija por la regla de la libre asociación durante las veces en las que necesita abarcar un relato sobre una situación en la que particularmente existe una connotación importante y urgente.

En contrapartida a la asociación libre se encuentra la atención flotante, la cual implica que el analista deje funcionar lo más libremente posible su propia actividad inconsciente y suspenda las motivaciones que habitualmente dirigen la atención. Esto quiere decir que al mismo tiempo que se le pide al paciente que debe de decir todo lo que pasa por su mente, eliminar toda objeción lógica y afectiva (que a su vez lo induce a seleccionar), también el analista debe estar en condiciones de interpretar todo lo que escucha, con el objetivo de descubrir en ello todo lo que el inconsciente oculta, “sin que su propia censura venga a reemplazar la elección a la que ha renunciado el paciente” (Laplanche & Pontalis, 1996).

En palabras de Futterman (1981) si el analista actúa de otro modo que no es con la atención libre flotante, uno destruye en buena parte la ganancia que brinda la obediencia del analizando a esta regla fundamental del psicoanálisis. Por lo tanto, la regla para el analista en todo caso sería “Uno debe alejar cualquier injerencia consciente sobre su capacidad de fijarse, y abandonarse por entero a sus “memorias inconscientes”; es decir, “Uno debe escuchar y no hacer caso de sí se fija en algo”.

Lo anterior se logra cuando el analista puede llevar a cabo una relajación de las funciones inhibidoras y selectivas del yo. Una vez que se ha logrado esto el analista será capaz de descubrir las posibles conexiones inconscientes en el discurso del analizando. Freud, citado en Futterman (1981) hace hincapié en que “ciertas metas conceptuales del Yo deben ser eliminadas y el paciente no debe de ser realmente activo y no debe evitar la expresión de impulsos que surgen en su interior”.

Ahora bien, así como el analizando puede llegar a querer suprimir la asociación libre, el analista puede intentar suprimir la influencia que podrían ejercer sobre su atención sus propios prejuicios conscientes e incluso sus defensas inconscientes. Por lo tanto, Freud (citado en LaPlanche & Pontalis, 1996) aconseja el análisis didáctico en el cual el analista puede profundizar sobre qué es lo que lo está llevando a esa situación.

Freud (1913 citado en Paniagua 1992) dijo que en el tratamiento psicoanalítico ocurría como en el ajedrez, que sólo las aperturas y los finales podían “ser objeto de una exposición sistemática”. Sin embargo, así como el analizando demanda al analista en muchas ocasiones una solución a su queja, y por ende termina resistiéndose a la asociación libre, también muchas veces los analistas nos vemos tentados a interrumpir la asociación libre del paciente, ya sea interviniendo mientras aún se encuentra hablando, rompiendo con los silencios e incluso aburriéndose del material que el analizado trae consecutivamente en el análisis, lo cual también está relacionado con la interrupción de la atención flotante. Esto a su vez también puede generar en el analista una contra resistencia importante. Sin embargo, en esos momentos el analista debe preguntarse ¿de dónde viene la necesidad de intervenir? ¿Qué lo mueve a realizar dicho movimiento? ¿Es prudente intervenir en ese momento?

En mi experiencia como analista he pensado que existen distintos y variados motivos por los cuales la atención flotante puede verse afectada, pero en especial encuentro relevante la ansiedad que puede generar especialmente la resistencia de asociar libremente, así como el silencio del analizando y la fantasía omnipotente de querer llenar a este último de “la” interpretación o de “la” solución, así como de solucionar el problema de manera rápida.

Con respecto a los silencios, no todo silencio es resistencial. Los hay elaborativos, Sin embargo, en el caso de los silencios resistenciales en los cuales el analizando se opone a comunicar en qué está pensando, hay veces que los analistas, de manera contratransferencial actúan y tratan de llenar esos vacíos silenciosos como una manera de saciar la demanda del analizando de tomar una decisión y resolver la conflictiva que lo afecta. Esto podría estar relacionado además con el deseo omnipotente del analista de curar. Por otro lado, se puede pensar que en ocasiones el analista interrumpe o actúa de la forma anterior no solo por la angustia que puede estar sintiendo el analizando sino por la angustia que alguna vez sintió el propio analista al ser analizando. Es por esto que Braier (2016) opina que es conveniente señalar y analizar la resistencia en vez de actuar la demanda del paciente en conjunto con el deseo del mismo analista.

Otro ejemplo sobre las resistencias a las que uno como analista puede enfrentarse tiene relación con el pensamiento de Paniagua (1992) quien se refiere al aburrimiento como algo que puede producirse como el “resultado de la actitud por parte del analista de centrar su atención en el relato del analizando como acontecimiento extraclínico. Tomado como tal, dicho relato puede resultar en verdad repetitivo y tedioso. No obstante si el analista es capaz de sublimar más eficazmente su voyerismo y puede dirigir su interés a las vicisitudes intraclínicas de las transacciones defensivas, difícilmente se cansará de contemplar este siempre cambiante caleidoscopio”.

Futerrman (1981) reconoce algunos aspectos sobre la “resistencia de la memoria”. En uno, el analizando se resiste a la asociación libre al querer poner a prueba al analista. En este caso se puede encontrar analizandos que recitan largas listas o historias literarias, etc. En caso de que el analista se sienta seguro de sí y si tiene desarrollada la atención flotante, éste podrá señalar las resistencias.

Así como no es posible pensar que exista un analizando capaz de mantener la asociación libre todo el tiempo, tampoco es posible que el analista mantenga todo el tiempo la atención flotante. Braier (2016) propone que es posible que el analista sea llevado a dejar la atención flotante por la ansiedad y la preocupación que le provoca el desconocimiento o la incomprensión de un caso lo cual, hace que se aferre a una hipótesis que explique al paciente y le de tranquilidad. Esto a su vez guarda relación con el furor curandis. Por otro lado, el analista puede también atender ciertos detalles cuando su objetivo va dirigido más a la investigación y a intereses y deseos, lo cual lo pone en contra de la frase “sin memoria y sin deseo”. Y por último, plantea la idea en la cual es posible que el analista esté atravesando por problemas personales.

Para finalizar es importante mencionar que tanto la regla fundamental como la atención flotante no deben ser impuestas como leyes y mandatos superyoicos. En dado caso en que se presente alguna resistencia en cualquiera de las dos reglas, éstas deberán contemplar el análisis de la transferencia negativa y positiva, así como del análisis de aspectos personales e individuales del analista y del analizando. Además, no se debe olvidar que Freud (1960) citado en Racker, le daba mucha importancia en el proceso de curación, a la transferencia positiva, ya que a decir de él, ésta mueve al analizado a aceptar las interpretaciones y a abandonar resistencias como la de la asociación libre.

Por otro lado, coincido con Braier (2016) con respecto a que la capacidad para escuchar con una atención flotante puede en ocasiones tener algunos altibajos. Sin embargo cabe esperar, y lo mismo con la asociación libre, que estas resistencias sean temporarias si están analizadas.

 

Bibliografía

  • Braier, E (2016) ¿Qué ha sido de la asociación libre y de la atención flotante? Primera parte: Asociación libre. La regla fundamental psicoanalítica. Intercambios, papeles de psicoanálisis. Intercanvis No. 36 Barcelona
  • Braier, E (2016) El diálogo psicoanalítico ayer y hoy
Segunda parte: Asociación libre (continuación).
La atención flotante, ¿segunda regla de oro del psicoanálisis? Intercambios, papeles de psicoanálisis. Intercanvis No. 37 Barcelona
  • Futterman, S (1981) La memoria del psicoanalista. Gradiva No. 2 Vol. II
  • LaPlanche, J & Pontalis, J (1996) Diccionario de psicoanálisis. Editorial Paidós Ibérica. Argentina.
  • Paniagua, C (1992) Análisis de las defensas, aspectos terapéuticos. Revista de Psicoanálisis de Madrid. No. 16 107-122
  • Racker, H (1960) Estudios sobre técnica psicoanalítica. Editorial Paidós