Por: Ligia Matiella
De certezas e incertezas en la travesía del psicoanálisis, desarrollando la capacidad negativa.
“Si alguien me preguntara qué caracteriza al psicoanálisis, yo respondería: el principio de la incertidumbre”. Malpartida
“La incertidumbre es una posición incómoda, pero la certeza es una posición absurda”. Voltaire
A la par de leer y pensar para escribir este trabajo me entreno físicamente y me preparo mentalmente para hacer mi primer nado en aguas abiertas.
Prepararse para el nado en aguas abiertas y estar en la formación tiene muchas similitudes, ambos son entrenamientos que requieren del desarrollo de capacidades y habilidades, constancia, dedicación, motivación y sobre todo, tolerancia a la frustración. Hay momentos buenos, y otros de retos y angustias. He encontrado en el nado una metáfora de lo que ha sido la travesía por la formación, pues no siempre el nado, ni la formación, va a favor de la corriente. En muchas ocasiones vamos contra corriente de nuestros propios miedos, límites y capacidades.
Adentrarse en el campo del psicoanálisis es implicarse con todo nuestro ser (como al nadar), disponer de todas nuestras capacidades para aprender y comprender, comprometerse con todo lo que se es como persona, hacerse de un nuevo modo de vida.
Pienso que el devenir psicoanalista es un proceso que formalmente empieza cuando entramos a estudiar, pero que, sin darnos cuenta, siempre ha sido atravesado en la construcción de nuestra personalidad. Nuestro modo particular de ser, nuestras experiencias gratificantes y dolorosas, las formas de sortear nuestros sufrimientos, el disfrute de nuestros logros, y nuestra tolerancia a la frustración, todo esto es lo que nos hará tener un estilo propio como psicoanalistas.
El proceso formal en los años de formación se enriquece por lo que sabemos que es “el trípode de Eitingon”: teoría, supervisión y análisis.
La supervisión nos permite ir conociendo las diferentes maneras de aplicar la teoría, lo que nos da la oportunidad de conocer diferentes estilos y maneras de hacer psicoanálisis. Hay muchas maneras de nadar en estas aguas.
El análisis nos permite aprender, pero sobre todo transformar lo cognoscitivo y lo conductual, pues impacta en nuestra subjetividad y toca nuestro mundo interno de tal manera que nos va permitiendo ir haciendo un espacio interior: un espacio en nuestro aparato de pensar que nos permite albergar los pensamientos y angustias de otros, para que, dentro de lo posible, los acompañemos a metabolizar y a entenderse más, es decir, hacer la función de reverie.
En los seminarios teóricos, leemos para ir conociendo la teoría, los diferentes autores y nos enriquecemos en las discusiones que surgen a partir de un tema específico. Considero que ser parte de un grupo es indispensable en la formación. Tengo la certeza de que, sin un grupo, el aprendizaje no sería el mismo. No me imagino aprender psicoanálisis en clases particulares. La interacción con los compañeros y con todos los candidatos permite un gran crecimiento, pues cada uno aporta una forma de comprensión intelectual diferente, las preguntas de quienes estamos aprendiendo permiten aclarar de diferentes modos y en diferentes momentos lo que vamos conociendo y poco a poco comprendiendo de la teoría aplicada en la práctica, y desde luego, ser parte de un grupo es un soporte emocional cuando las aguas profundas de la formación se convierten en mareas difíciles de sortear.
La capacidad negativa
Devenir psicoanalista apoyándonos en este trípode es un proceso, y como tal, tiene diferentes etapas. Los seis años de la formación son el comienzo, después, serán muchos años de seguir entendiendo e integrando lo que se va aprendiendo. Y como trabajamos con personas, es una profesión en la que el tratamiento se hace a la medida. Cada travesía con cada paciente nos llevará a diferentes profundidades, tendremos que pasar por diferentes retos, a veces la experiencia y el conocimiento nos permitirán saber algo de lo que le pasa al paciente, sabremos interpretar, podremos acompañarlo a una mayor comprensión de sí mismo. Pero, también habrá otros momentos donde no entenderemos y no sabremos qué hacer. No hay manera de siempre tener certeza, nunca tendremos todos los conocimientos ni todas las capacidades, el análisis se construye de manera diferente con cada analizado. Nosotros somos distintos con cada analizado y somos diferentes analistas en ciertos momentos de nuestras vidas.
La Real Academia de la Lengua define certeza como “conocimiento seguro y claro de algo, firme adhesión de la mente a algo conocible, sin temor a errar. Siendo sinónimos: certidumbre, evidencia, verdad, seguridad, convicción”.
Como analistas, sólo podemos tener algunas certezas, como que habrá una díada analítica donde se desarrollará el campo, así como la transferencia y la contratransferencia. Es así que el lugar del analista tendrá que ver con poder escuchar, y tener la capacidad para prestarle nuestro aparato de pensar al paciente, esto con el objetivo de ayudar a metabolizar sus propias experiencias.
Y, en este proceso, estaremos acompañados principalmente por la incerteza que nos enfrenta a muchos momentos de no tener respuestas, no saber por qué se fue un paciente, no entender qué pasa en la sesión o en la psique de nuestro paciente y en ocasiones, no saber cómo nos sentimos respecto a un paciente.
De ahí la importancia de desarrollar lo que en psicoanálisis conocemos como: capacidad negativa.
Esta contribución de Bion al psicoanálisis se debe considerar en tres dimensiones diferentes: 1) los fenómenos clínicos; 2) la construcción de instrumentos teóricos y de nuevos postulados acerca del funcionamiento mental; y 3) la dimensión técnico-metodológica. Por su extensión, en este trabajo se hará una descripción de la dimensión clínica y un breve comentario acerca del funcionamiento mental.
Cuando se refiere a la práctica clínica y técnica, Bion habla acerca de la necesidad de que el psicoanalista ejerza su capacidad negativa, suspendiendo la memoria, el deseo y el entendimiento durante la sesión para poder afinar su atención y mejorar su recepción de lo incógnito.
Bion tomó el concepto del poeta John Keats, quien es uno de los representantes del romanticismo inglés, movimiento que sirvió de puente para los fundamentos del psicoanálisis por afirmar la subjetividad y la autonomía del individuo: el mundo interno versus el mundo externo.
John Keats, en una carta a sus hermanos, escribió: “me refiero a la capacidad negativa, es decir, la capacidad de un hombre que es capaz de existir en las incertidumbres, los misterios, las dudas, sin la búsqueda irritable del hecho y la razón… sólo el yo que está seguro de su existencia, de su identidad, puede prescindir de la protección de la certidumbre… El único medio de fortalecer nuestro intelecto es no decidirse por nada, dejar que la mente sea un camino abierto a todos los pensamientos, no una parte selecta…” (Malpartida, D. 2013)
Keats no lo supo, pero el contenido de su carta generó una apertura epistemológica e influyó profundamente en la teoría y la práctica psicoanalítica. Como explica Malpartida, propone que el observador inicie su proceso de observación a partir de los afectos y de la auto observación para que, de esta manera, pueda sostenerse en el estado de no saber hasta que lo no sabido se presente como una imagen o como una idea susceptible de analizarse. En ambas situaciones la creatividad es el índice de la diferencia entre una posición de certidumbre y otra concerniente a la incertidumbre y a la capacidad de improvisación. Parece que Keats está describiendo el funcionamiento mental del psicoanalista.
Para Bion, la sesión psicoanalítica debe juzgarse por comparación con la fórmula de Keats. Además, acuñará el binomio que es no sólo conceptual, sino que todo buen analista debe estar capacitado para practicar, y experimentar constantemente sus tres puntos de abstinencia: “‘Sin memoria, sin deseo y sin comprensión’. La expresión corresponde a Lao Tsé, e implica el entendimiento a través de la intuición y de una larga espera a que las cosas se presenten”. (Malpartida, D. 2013)
Descrito por Malpartida, Bion refiere que el psicoanalista debe renunciar al deseo y al recuerdo, es decir, dejar de intentar comprender de manera objetiva o basándose en sus referentes, pues esto daría como resultado una visión reduccionista. El analista deberá tratar de tolerar la incomprensión de lo que está sucediendo en el aquí y ahora de la sesión, para poder entrar en relación con lo desconocido, desarrollando tolerancia a la frustración ante las situaciones incoherentes de manera que se puedan ir tornando en algo coherente. Debemos ser capaces de tolerar el misterio y nuestra propia ignorancia.
Cuando el analista busca en su memoria e intenta tener un juicio acerca de lo que escucha, tratará de hacer coincidir lo que está sucediendo con lo que comprende de las teorías, lo que impedirá que puedan surgir los aspectos reprimidos y no pensados. Si no se logra desarrollar esta capacidad negativa, se tratará de buscar la certeza que en apariencia da respuesta y tranquilidad pero que en realidad denota la falta de entrenamiento para prescindir de la memoria, el deseo y la comprensión. Esto impedirá la libre asociación del analista cuando surgen fenómenos disruptivos.
Cuando Bion dice “sin memoria ni deseo”, no está poniendo en duda que es esencial conservar la capacidad de recordar sucesos y experiencias del pasado, es necesario conocer e historizar el pasado del paciente, no se trata de olvidar lo que nos ha contado y no tomar en cuenta cómo ha sido su desarrollo. Se refiere a que el analista debe lograr desarrollar la capacidad de librarse transitoriamente de la memoria y el deseo cuando aparecen fenómenos mentales perturbadores que amenazan el aprovechamiento de la sesión analítica.
Existe la tendencia a evitar las situaciones nuevas, principalmente cuando son incomprensibles o incoherentes porque producen ansiedad y persecución. Esto puede ocurrirle no solo al paciente sino también al analista: al sentirse desconcertado puede procurar remediar la situación buscando una interpretación o intervención basadas en el deseo y en la memoria. Una forma de evitarlas es buscando en la memoria cómo llenar esos espacios, cayendo en una alianza común para tratar las cosas ya conocidas y por ende, más fáciles de comprender.
Bion sostiene que una forma de entrenarse para poder tolerar las situaciones incoherentes es hacer un esfuerzo por solo observarlas hasta que estas se vayan volviendo coherentes. Resume así́ la función del analista: “La ausencia de memoria y deseo debería liberar al analista de aquellas peculiaridades que hacen de él una criatura de sus propias circunstancias, debiendo en cambio, dejarlo con aquellas funciones que son invariantes, las funciones que forman al hombre último e irreductible”. (Bion, W. 2006) Sólo cuando el analista es capaz de dejar a un lado sus creencias, juicios, cosmovisión podrá hacer espacio en su mente para albergar lo que le sucede al paciente. Lograr hacer silencio para poder escuchar.
Me parece que Winnicott enriquece esta postura al hablar de la creatividad y su importancia en el proceso analítico. Él recalcó la relación de la creatividad con la salud mental “Lo que hace que el individuo sienta que la vida vale la pena vivirse, es más que ninguna la percepción creadora… De uno u otro modo, nuestra teoría incluye la creencia de que vivir en forma creadora es un estado saludable y que el acatamiento es una base enfermiza para la vida”. (Winnicott, D. 1971). Para Winnicott, la salud mental se vincula con la apertura a lo nuevo, con la capacidad para estar abierto a diferentes formas de percibir la realidad a no depender de los ritos y los mitos, poder aprehender de lo nuevo y responder de manera creativa, poder transformarse y cambiar. Tolerar el estado de no saber con la carga de angustia que esto supone permite que surja lo nuevo, lo original.
No saber, no tener certezas suele llevarnos a preguntarnos, a dudar, lo que permite abrir un espacio para pensar y considerar muchas opciones en el que se suspenden los juicios, en que se da cabida a las ideas y afectos que surjan, aunque estos sean contradictorios. Winnicott menciona que es la capacidad de sostener las paradojas sin entrar en desesperación, sin cuestionarlas e intentar resolverlas, no ceder al impulso epistemofílico. No ceder a la urgencia de saber. Se trata de albergar preguntas, dejar en suspenso, permitirse no saber para poder pensar sin ajustarse a la idea o ideas que tenemos, dejar fuera nuestra cosmovisión. Esta actitud despliega la capacidad creativa.
La experiencia nos muestra que no es fácil, solemos tratar de comprender y adecuarnos a lo que percibimos. Suspender el juicio, albergar pensamientos contradictorios es un proceso que se desarrolla. Es aprender a aceptar el estado de no saber, tolerando la frustración y aceptando el caos. Aceptar este estado permite desplegar la capacidad creativa. “La creatividad necesita de los pasajes sucesivos por los estados de no saber, para de esta manera encontrar la forma de presentarse en el aquí ́ y ahora de la persona, en su contexto” (Malpartida, D. 2013)
El aparato mental
¿En qué se apoya Bion para proponer que albergar pensamientos contradictorios, sostener la capacidad de no saber, tolerar la frustración permite que surjan nuevos pensamiento? O, ¿cómo Winnicott dice, surja la creatividad?
Bion, al estudiar las cualidades negativas de la personalidad psicótica que son: la intolerancia a la frustración, odio a la realidad interna y externa, odio a las emociones y la vida misma; comprendió que estas desencadenan ataques al aparato mental, lo que permitió una mayor comprensión de la psicosis y del funcionamiento del aparato mental.
En su artículo “Una teoría del pensamiento” Bion conecta la capacidad de organizar el pensamiento con el desarrollo de la totalidad de la personalidad, como una pieza central del proceso de aprendizaje durante toda nuestra vida. El sistema teórico incluye al impulso epistemofílico junto con el amor y el odio, como básicos en el desarrollo de la mente. Descubriendo así un lugar para lo negativo.
El pensamiento se logra a través de un proceso que inicia cuando el bebé tiene una serie de sensaciones y percepciones que le resultan molestas. Estas pueden ser de dos tipos: de disrupciones internas por necesidades insatisfechas y disrupciones externas en la relación con el objeto primario (el pecho, la madre). Para poder dar sentido a estas experiencias, deberá organizar un pensamiento. Esto solo es posible si es capaz de sufrir su malestar, al que puede sumarse la frustración cuando la madre u objeto cuidador no cubren lo que se esperaba. La tolerancia a la frustración, conectada entonces con la percepción negativa (no es el objeto que esperaba) creará un vínculo. Lo que sucede entre la expectativa y lo que se obtuvo genera una percepción negativa. Si se tolera el dolor mental, tendrá lugar la creación de un pensamiento. Si el dolor no es tolerado, lo que aparece en cambio es un des-vínculo, un menos, un negativo, un anti-pensamiento o una experiencia evacuativa, según el nivel de intolerancia o frustración.
El bebé necesita de ayuda de la madre u objeto cuidador para dar sentido a sus experiencias, que ejerza la función de continente. Es decir, la madre u objeto cuidador recibe las experiencias del bebé, elementos beta, las entiende y las modifica dentro de sí misma para darles sentido, incluso les pone palabras y se lo devuelve al bebe en forma de un elemento con significado, elemento alfa. Esto permite al bebé dar sentido a su experiencia emocional. Pensar es entonces no solo un acto cognitivo sino un proceso emocional altamente complejo.
Lo negativo, puede deberse a que el bebé no tiene tolerancia al dolor mental, a la incapacidad de tolerar la frustración, que obstaculiza el desarrollo del pensar y/o puede deberse también a la carencia de una madre (objeto) que tenga capacidad de continente que no le permite desarrollar la capacidad alfa.
Postulaba que el pensamiento nace de la confrontación con la no-cosa, el no-pecho. Lo negativo se halla en la base de la actividad mental que origina la necesidad de dar sentido. Esta capacidad dependerá de la habilidad del bebé de sostener su curiosidad y su incertidumbre, de su tolerancia al dolor mental. Asimismo, la función alfa de la madre que opera como un estado de reverie.
“De esta manera, la recomendación de Bion de la necesidad del analista de ejercer su capacidad negativa durante la sesión desproveyendose de memoria, deseo y entendimiento se nos presenta en todo su valor. Es la única manera por la cual el analista puede ejercer su función alfa en la forma de “reverie” mientras afina su intuición como manera de acercarse a los anti-pensamientos del paciente y, mediante la interpretación temprana, ayuda a modular tanto el dolor mental como la angustia catastrófica, ambos inevitables en el procedimiento analítico”. (Sosnik, R. 2006)
Como resumen, se puede decir que, como analistas, es necesario comprender que lo negativo puede convertirse en patológico, como se ve en la psicosis, pero también es lo que permite el desarrollo del pensamiento, el aparato del pensar y la personalidad.
En la clínica, desarrollar y ejercer la capacidad negativa permitirá que surja todo aquello sabido y no pensado, el caos, lo que no se ha podido apalabrar, lo inconsciente. Retomando la metáfora del mar, todo aquello que se encuentra en la profundidad, lo que ha naufragado, lo que no se conoce, a lo que no llega la luz, quizás también algunos tesoros. Es así que algunas veces, de la mano de nuestros analistas, y otras veces de la mano de nuestros analizados tendremos que tomar aliento, sumergirnos, nadar, pensar y observar. Después podremos salir a flote, nadando al ritmo de la marea sin oponernos a la corriente, pues el mar es incontrolable e inabarcable, y aún así es posible aprender a nadar en él.
Bibliografía
- Bion, W. (2006) Volviendo a pensar. Buenos Aires: Hormé.
- Malpartida, D. (2013) “De la Capacidad Negativa de Keats a la Capacidad Negativa del Psicoanálisis”. Revista Psicoanálisis N° 11, Lima 2013.
- Sosnik, R. (2006) “El lugar de lo negativo en Ferenczi y Bion”. Revista Uruguaya de Psicoanálisis 2006 ; 102 : 95 – 120
- D.W. (2003 [1971]). Realidad y Juego. Buenos Aires: Gedisa.
- Imagen: Pexels/Natalia S