Por: Julio César Paredes
El primer dilema de este trabajo fue ¿Cómo comenzar a hablar de este tema? ¿Utilizo como ejemplo uno de los ejercicios que se dan para aprender a redactar? ¿Retomo referencias acerca de la creación y redacción de artículos o novelas? ¿Tomo como punto de partida las diferencias entre ambas versiones de “El Horla” de Guy de Maupassant? Estas ideas rondaban por mi cabeza al plantearme este trabajo y la solución provino del lugar en el cual el psicoanalista realiza su labor: la situación analítica.
La respuesta y punto de partida de este texto surgió de las angustiantes dudas de uno de mis pacientes (dudas que no sólo él tenía sino que cada uno de los participantes en el análisis puede llegar a tener): “¿Cómo puedo saber que lo que te digo es cierto? Lo que te puedo decir y te puedo contar son las impresiones que tengo acerca de las cosas que han pasado ¿Cómo saber que lo que te cuento es la verdad y que en verdad así pasaron las cosas? Y si todo lo que te digo es un cuento mío ¿Cómo distinguirlo de la realidad?”
Las preguntas de este preocupado paciente son el eje del artículo de Wink (1990) “Freud, la verdad y el Hombre de los Lobos[i]” en dicho texto el autor trata de diferenciar la verdad histórica de la verdad narrativa, siendo la primera aquella que cuenta con el respaldo de datos, testimonios, observación directa del fenómeno y los reportes precisos de terceros, es la verdad que se intenta alcanzar en el ámbito de las ciencias; en contra parte la verdad narrativa carece de esta precisión, es el reporte personal de la persona implicada en los hechos, constituida por las impresiones, sensaciones, pensamientos y sentimientos que el sujeto tuvo en el momento del fenómeno. La primera se podría decir que se basa en la objetividad, la segunda en la subjetividad.
Desde el punto de vista terapéutico la verdad histórica no es relevante, no es imprescindible poder determinar si algo sucedió o no sucedió como lo narra el paciente, es la verdad narrativa la que posee mayor relevancia y sobre la cual el analista debe basarse para realizar su tarea. La verdad histórica dentro de la situación analítica es un marco de referencia, la podemos usar para evaluar algunas de las funciones del Yo como el sentido de la realidad y los mecanismos de defensa, sin embargo lo que le da sentido a la vida de cada uno de los pacientes no es si las cosas pasaron como en realidad pasaron sino a la storia[ii] que escribió cada uno de ellos con esta historia.
Realizamos las primeras entrevistas para conocer quién es nuestro paciente, quién es la persona que tenemos enfrente y con quien vamos a comenzar a realizar un trabajo en conjunto, le pedimos al individuo que nos hable acerca de sí mismo, de su familia, le pedimos que nos hable con el mayor detalle posible acerca de su vida, de sus experiencias, iniciamos con estas entrevistas lo que quiero llamar historización, es decir comenzamos a construir, escribir y editar la vida del paciente. “La construcción narrativa está ligada a la formación de la identidad, o al establecimiento de un sentido del self (…) La storia sirve como una forma de objeto transicional combinando hechos con imaginación, realidades internas y externas, y refleja nuestro deseo de internalizar al otro[iii]” (Covington, 1995).
En el pensamiento popular, en la ideología que se postula en la actualidad, se maneja el precepto de que el pasado ya ha sucedido y que por tanto no hay que prestarle atención, lo que sucedió ya sucedió y no hay nada que hacer para cambiarlo, por tanto hay que enfocarse en el presente y vivir el momento. Desde el punto de vista de la historia esto es verdad, no hay forma de cambiar los hechos históricos, pero al hablar de historización hablo de la importancia de las experiencias y el cómo fueron vivenciadas, a lo largo del proceso analítico tratamos de comprender cuáles fueron puntos cruciales, de viraje, en la vida del individuo y no vamos a cambiar los hechos históricos sino ayudar al paciente a comprender y narrar sus experiencias de una manera diferente.
Durante las entrevistas y a lo largo del proceso analítico se puede observar, o sentir, que hay fallas en la narrativa: hechos que parecen inconexos, explicaciones que están fuera de lugar, vacíos en la narración debido a una falta de la simbolización de esas experiencias, contradicciones o errores en los eventos, incapacidad para darle un tiempo a la vivencia, donde el paciente recuerda algo, pero no sabe en dónde poner ese algo; incluso en la incapacidad para asimilar el proceso y no poder integrar lo que sucede en el espacio analítico con el mundo fuera de éste. Todos estos son ejemplos de deficiencias en la narrativa, en la storia, y que representan fallas en la integración del Yo o del self.
Para ponerlo en un ejemplo común, en una pregunta que muchas veces hemos escuchado hasta el cansancio, pero que en muchas ocasiones no realizamos porque sentimos que es una pregunta “tonta”, cuando una persona llega a pedir consulta es de suma importancia preguntar: ¿Quién eres? O fraseada de otras maneras ¿Qué me puedes decir de ti? ¿Cómo te ves a ti mismo? ¿Cómo te describirías? Este tipo de preguntas nos abren las puertas para comenzar a entender la estructura del paciente, sólo con una de ellas podemos hacernos una idea de la integración del self, de la capacidad para asociar, de saber si puede ubicarse en espacio, tiempo, en sí mismo.
Hay que aclarar que esta edición de la storia no significa que las experiencias y su vivenciar vayan a ser siempre en dirección de lo “positivo”, de lo gratificante, de lo “bueno”; no es buscar de manera explícita que el entendimiento de los acontecimientos de su vida vayan a ser siempre convenientes e indoloros para el paciente. Al contrario, me atrevería a decir, que en las más de las ocasiones éste proceso conlleva mucho dolor, porque no son sólo las experiencias que causan sufrimiento las que son editadas, también son aquellas experiencias que en algún momento consideramos felices las que deben ser comprendidas de una nueva manera, ejemplo de ellas pueden ser las que estén modificadas por medio de idealizaciones, formaciones reactivas o la misma represión.
La edición de las vivencias del paciente se logran por medio de la interpretación, ésta “señala siempre algo que le pertenece en propiedad al paciente, y de lo que él, sin embargo, no tiene conocimiento” (Etchegoyen, 2014), hay información que escapa a la vista del paciente, al verse inmerso en los acontecimientos hay hechos, datos o información que registra, pero no pasan a formar parte de lo consciente, sino quedan sepultados bajo el efecto de la represión y toma la cualidad de un conocimiento que se conoce, pero al mismo tiempo desconoce.
El material, las narraciones, la storia, que reporta el paciente le proporcionan al analista los elementos necesarios para construir la interpretación, la cual se expone como una hipótesis, como una posible nueva visión de los hechos, como un conocimiento extra que busca generar cambios en la forma en cómo se recuerdan los hechos; los cambios internos se reflejaran en la capacidad que tenga ahora el paciente para hablar de ellos, de darles un nombre, un rostro, su propio papel en su storia.
La interpretación es la más grande herramienta del analista, en un trabajo anterior hablé acerca de ella y mencioné que:
 
 
 
 
Etchegoyen (2014) al hablar acerca de la interpretación desde el punto de vista de Didier Anzieu sostiene:
 
 
 
 
Sin embargo, en la misma definición y operación de la interpretación encontramos un punto flaco, un punto débil que puede provocar cuestionamientos acerca de su efectividad y si en verdad merece ser nuestra mayor herramienta. Y es que la interpretación surge del entendimiento del analista.
En el proceso analítico nos hayamos con la transferencia, por parte del paciente, y con la contratransferencia por parte del analista, al hablar Racker (1960) de la importancia de estos fenómenos en el trabajo dentro del espacio psicoanalítico nos advierte que la contratransferencia le sirve al analista para entender e interpretar al paciente, pero también nos puede movilizar a interpretar de maneras no tan adecuadas, ya que sea que no interpretemos lo que tenemos que interpretar, interpretar lo que no es momento de interpretar y yo agregaría interpretarnos a nosotros mismos a partir del paciente.
Si la interpretación surge de la interacción entre los objetos internos tanto del paciente como del analista ¿Cómo saber si nuestra interpretación es “cierta”? ¿Cómo sabemos que es “verdadera”? ¿Cómo saber que lo que le decimos a ese individuo que acudió a nosotros en búsqueda de ayuda ante una dificultad que no está logrando superar es algo “verdadero” para él?
La respuesta es simple y a la vez profunda: sabemos que es verdadera, que es cierta, porque funciona, porque genera cambios en la forma en que el paciente trata con el mundo externo y con su mundo interno. “En análisis, lo que es verdadero de manera universal lo es también exquisito en lo personal y único para cada paciente y cada analista. Una interpretación psicoanalítica, para poder ser utilizada por el paciente, debe hablar en términos que sólo se puedan aplicar a ese paciente en ese momento mientras que al mismo tiempo se sostienen verdaderos a la naturaleza humana en general[iv]” (Ogden, 2003).
Es decir al realizar la interpretación el analista debe sentir que ésta haga sentido en sí mismo y este sentir debe proporcionarle al analista una sensación de certeza antes de proveerla al paciente. Su propia humanidad, sus propias vivencias y experiencias personales, deben hallar sentido antes de interpretar, esta cuestión implica una cantidad de trabajo personal intensa, para evitar interpretarse a sí mismo en lugar de interpretar el material del paciente.
La línea entre estas dos interpretaciones es muy delgada, lo que separa a una de la otra es en primer lugar la capacidad del analista de reconocer su material como propio, las experiencias como individuales y enfocarse en lo que su mundo interno puede ofrecerle de productivo al paciente. Otro parámetro que favorece el poder generar interpretaciones que el paciente sienta como ciertas es la presencia del tercero analítico, siendo esta entidad la que se encargará de leer y traducir los mensajes de ambos miembros de la pareja analítica. Este tercero analítico sólo podrá hacer acto de presencia en el momento en que haya una conexión inconsciente-inconsciente y se creé no un lenguaje común, sino un inconsciente común a la pareja.
Quisiera ahora referirme a K, un paciente con el que he estado trabajando a lo largo de más de 3 años. K tiene dificultad para tomar decisiones, le cuesta mucho trabajo llevarlas a cabo y el pensamiento se vuelve salvaguarda de ellas. Durante un período de su análisis reporto que le costaba mucho trabajo integrar lo que hablábamos en sesión a su vida cotidiana, con voz exasperada me decía “cuando estoy aquí entiendo lo que dices, sé que lo que dices y creo que tienes razón, pero es como si el consultorio fuera un mundo distinto de lo que hay afuera y afuera ya no puedo pensar ni aplicar lo que aquí hablamos”.
Muchas sesiones siguieron en esta modalidad y no había algo que pudiera decirle que le sirviera, K dejaba algo en el consultorio, ¿Qué dejaba? Eso era un misterio. Un día me percaté que me costaba trabajo recordar lo que él decía en las sesiones, por más que hacía un esfuerzo, recuperarlo fuera del consultorio era de mucha dificultad y comencé a preocuparme, ¿Qué me estaba sucediendo?
Tras este fenómeno pensé que quería dejar a K en el consultorio, era una explicación que me hacía sentido, ¿Sería lo mismo para él? ¿Será que él no me quiere llevar fuera del consultorio? Y si es así ¿Por qué? La respuesta ahora es tan obvia que puede ser tonta, pero en ese momento me costó entender que yo no estaba en sus relatos, estaba ausente no sólo fuera sino dentro del consultorio, no había una palabra dirigida a mí, sólo ausencia. Cuando pude darme cuenta de ello se lo transmití, le comuniqué el hecho de dejarme fuera, dado que sentía que era alguien que lo perseguía y lo sancionaba por las decisiones que tomara.
K, se río, calló, tartamudeó y dijo “me dan miedo tus palabras, siento que con tus palabras me podrías destruir”… bastó con que dijera eso para que una vez más pudiera relacionarse conmigo, ya podía recordar las sesiones y comenzó a realizar cambios en su vida, pero ese no fue el final de su dificultad para contar su storia.
Seguía teniendo problemas para las decisiones, no sabía si dejar a su novia o no, si había hecho bien en no iniciar una nueva relación con la nueva chica que había conocido. Tenía conscientes los castigos, temía a las represalias por abandonar a su pareja, sabía que su cuento de hadas del siempre felices era un cuento, pero no podía desembarazarse de él. Su problemática logró ponerla en palabras de la siguiente manera: “Soñé o pensé o fantaseé, ya no sé cuál, con un cuento de Murakami, en el cuento hay un hombre que vive con su madre, tiene que cuidar de ella, pero se enamora de una chica y quiere estar con ella, pero no puede dejar a la madre, un día decide irse con la chica, que creo que vivía en el piso de abajo, pero cuando quiere ir no hay forma de bajar, como que hay un espacio vacío en el entrepiso. Así me siento como en ese vacío del entrepiso”
En primera instancia me llamo la atención la pareja madre-mujer, era obvio que hablaba de su conflicto edípico, así que decírselo era poco productivo, ya lo sabía. ¿Qué más había o no había en ese relato? Y me sentí perdido, sentí que no sabía a dónde ir, no había un camino que recorrer… esa era la respuesta: “Sabes K me parece que sientes que no puedes escribir una historia de amor, como si sólo pudieras vivir el guión que se te ha dado” K no dijo algo en realidad, me dio la razón, no pudo asociar respecto a la interpretación y se retiró, parecía que la interpretación había fallado.
A la sesión siguiente llego muy animado, contento y dijo: “Estuve pensando en lo que me dijiste, en que no sé escribir una historia de amor y creo que es cierto, me cuesta trabajo imaginarme teniendo otra relación, no sé por dónde debo empezar porque desde el inicio no sé cómo hablar de mí enamorado, sólo sé que la historia de mis papás es lo que tengo, pero hacer una historia propia es difícil. Pero después de darle muchas vueltas tomé una decisión, la chica nueva en verdad no la quiero, quiero su compañía, pero no a ella, no es que estar con mi novia me haga muy feliz, pero creo que puedo cambiar eso, si hago algunos ajustes creo que esta historia puede funcionar. ¿Sabes cómo me siento? Como si de pronto iniciara un capítulo de un libro, así como capítulo tal Cuando K por fin puede pensar en el amor
Hasta ese momento la vida de K se me figuraba como un libro de Saramago: lleno de puntos y seguidos, comas, todo escrito de corrido, sin poderle poner fin a algo. “Entonces un punto y aparte no es un punto final” le dije, “Un punto y aparte es sólo un cambio de página” contestó. K se encontró nuevamente y aunque sigue lidiando con sus decisiones ahora sabe que siempre puede poner un punto y pasar a lo siguiente, ya no teme perderse a sí mismo en el mar de historias de los otros y comienza a pensar en su propia aventura.
Esta viñeta clínica intenta transmitir lo siguiente: el trabajo psicoanalítico le permitió a K en primer lugar, ir llenando aquellos vacíos que había en su historia, deficiencias en el self, en su propia constitución psíquica que estaban provocando que no pudiera realizar cambió alguno en su vida. Durante mucho tiempo vivió con la historia de que el amor debía ser para siempre, por medio de la interpretación K logra llenar los espacios vacíos, pensar en los elementos no pensados y con ello construir una nueva storia, la cual trae consigo una nueva verdad, tan verdadera para él, como verdadera para mi al momento de ir construyendo la interpretación. Tras esta labor K obtiene un “nuevo” pasado, un presente diferente y una idea del futuro más amplia de la que había tenido antes.
“Para calificar como un hecho psicoanalítico, un artículo debe primero ser “capaz de ser dicho”; segundo, debe ser dicho a otra persona; tercero, debe representar un pedazo de realidad psíquica; y cuarto, debe ser “capaz de entrar en una historia o narrativa”(Ricoeur en Covington, 1995) Muchas veces los pacientes presentan problemas con algunos de estos procesos: pueden no tener con quién hablar, o pueden tener con quién hablar, pero no son escuchados; pueden no reconocer parte de su storia y la última parte, considero que es crucial para el progreso de la persona y del análisis, ya que una storia, una narrativa sólo puede existir cuando hay otro que está dispuesto a escuchar, a acompañar, a ser testigo de la existencia de una storia acerca de quiénes somos, para juntos hacer una historización.
 
Bibliografía.

  • Covington, C. (1995). No Story, No Analysis? Anal. Psychol. 40 (3): 405-417.
  • Epstein, H. (2009). Whose Story is it? Constructing Narrative in Analysis and Memoir. Persp. 6 (2): 76-89
  • Etchegoyen, H. (2014) Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Ogden, T.H. (2003). What’s true and whose idea was it? J. Psycho-Anal. 84 (3): 539-606
  • Paredes, J.C. (Octubre, 2016) Defendiendo la intimidad. En el 8vo congreso de la SPP “Lo íntimo y lo privado” en el Centro Asturiano de la Ciudad de México.
  • Racker, H. (1960) Estudios sobre Técnica Psicoanalítica. Buenos Aires: Paidós.

 
[i] La traducción es mía.
[ii] A partir de este momento utilizaré la palabra storia para referirme a la narración personal, a la verdad narrativa del individuo, y la palabra historia para referirme a la verdad histórica, precisa y objetiva de los hechos.
[iii] La traducción es mía.
[iv] La traducción es mía.
 
 
Imagen: freeimages.com / Lynsey O’Donnell
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