Aspectos epistemológicos de la interpretación
Autor: Luis Gerardo Montes
En su libro Freud, el crepúsculo de un ídolo el filósofo Michel Onfray lanza una crítica a Freud y al psicoanálisis. La crítica está dividida en cinco tesis, por ejemplo: El psicoanálisis no es un continuo científico, sino un revoltijo existencial (tercera tesis) y La técnica psicoanalítica participa del pensamiento mágico (cuarta tesis). El trasfondo de estas tesis, dice Onfray, es la idea que el psicoanálisis no es más que el resultado de los propios conflictos de Freud y de su intento de definir al mundo –Onfray diría “imponer”- a partir de estos. El psicoanálisis, entonces, es una proyección freudiana: forzada, fantasiosa, un “revoltijo existencial.” O, como dice Onfray en sus pasajes más amables: una ficción malograda. Esto se puede ver en la relación que Onfray plantea entre Freud y la interpretación onírica.
“La onirocrítica antigua y la freudiana proceden de los mismos principios: plantear equivalencias arbitrarias, poner según el capricho del intérprete un signo de igualdad entre una cosa y otra, en el caso de Freud con un tropismo sexual evidente, ya que en su mente un fragmento de lo real significa siempre algo relacionado con el sexo… En sus propuestas de análisis de sueños, Freud no descubre tanto la verdad de los otros como la suya propia. El sueño es la vía regia que conduce al inconsciente del intérprete.” (Onfray, 299)
Esto no es exclusivo a Freud. De acuerdo a Onfray en la interpretación el psicoanalista sólo se interpreta a sí mismo a partir del paciente… y cobra por ello.
“… Cuando varios psicoanalistas, cada uno por sí, se afanan en dar su lectura de un mismo sueño, no llegan a una conclusión objetiva que resulte en una versión similar, sino que proponen la exposición de su propio fantasma, el cual supone la proyección de sus obsesiones.” (Onfray, 299)
Es difícil ver a la interpretación- y, por ende, al psicoanálisis- como parte de un método científico si su carácter es predominantemente subjetivo. Partiendo del argumento de Onfray la interpretación puede verse dentro de dos polos subjetivos. El primero de estos polos es la idea que el analista sólo se interpreta a sí mismo. El otro extremo de esta polaridad es que la interpretación varía al punto de caer en un relativismo. Al menos, de acuerdo a Onfray:
“En efecto, si existiese una sola interpretación para un mismo hecho psíquico y todos los psicoanalistas llegaran sistemáticamente, sin concertarse, a una misma interpretación, podría hablarse entonces de verdad, de ciencia, de certeza, y considerar luego la inscripción del trabajo de Freud y los psicoanalistas en el linaje de los descubrimientos definitivos de Copérnico en astronomía y Darwin en ciencias naturales. … para todos los psicoanalistas un mismo hecho psíquico supone una multiplicidad de lecturas, lo que autoriza a pensar el psicoanálisis como un perspectivismo (de tipo nietzscheano) y no como disciplina científica.” (Onfray, 299-300)
La interpretación no entra en el ámbito de la verdad, de la ciencia, pues es subjetiva y sujeta a los fantasmas del analista y, por lo tanto, tiende a ser víctima del relativismo. Es cierto que gran parte del éxito comercial del libro de Michel Onfray se debe a la forma vehemente y polémica con la que ataca a Freud; esto y que Onfray convierte con gran maestría ataques personales y evidencia anecdótica en “argumentos.” Esto, sin embargo, no le quita peso a la crítica contra el carácter científico del psicoanálisis. Onfray no es el primero ni mucho menos el último en preguntarse sobre el carácter científico o no-científico del psicoanálisis.
La crítica de Onfray puede situarse en un contexto, no en cuanto a la situación histórica o personal de Freud o de Onfray sino a los puntos posibles de partida de la crítica, en este caso de la crítica epistemológica al psicoanálisis. En El psicoanálisis después de Freud, Norberto M. Bleichmar (1989) sitúa las críticas de corte epistemológico dentro de tres zonas. En la primera zona, la “zona externa”, se sitúan las críticas que surgen a partir del intercambio entre el psicoanálisis y otras corrientes del pensamiento, como la filosofía. A la zona externa le sigue la zona interna que se ocupa de los problemas internos del psicoanálisis. Esta se divide en dos sub-zonas. La primera sub-zona concierne a la interacción del psicoanálisis con las demás concepciones psiquiátricas y psicológicas existentes. En la segunda sub-zona se encuentra la problemática del desarrollo de la teoría y la clínica, en especial la búsqueda de una coherencia interna; concretamente, el responder a la siguiente pregunta, ¿cómo hacerle frente a la diversidad de teorías que sustentan los analistas?
El cuestionamiento, entonces, puede originarse en cualquiera de las zonas de Bleichmar o incluso tocar aspectos de todas ellas. Si volvemos al argumento de Onfray podemos ver que 1) está viendo al psicoanálisis, en este caso al concepto de interpretación en particular, desde una perspectiva externa como lo es la filosofía; 2) se crítica el que, a diferencia de otras teorías psicológicas y psiquiátricas- aquí podrían entrar las diferencias en cuanto a etiología, diagnóstico y cura- no haya una sola interpretación para un mismo hecho psíquico a la que se pueda llegar de forma sistemática; 3) se cuestiona la diversidad de teorías que pueden dar cuenta de un mismo fenómeno; de acuerdo a Onfray está ultima es consecuencia de que en la interpretación el analista está proyectando sus propias obsesiones. Ya ubicada en estas tres zonas, la crítica de Onfray pasa de ser un ataque a convertirse en un cuestionamiento vigente a la interpretación y, por lo tanto, al vínculo entre teoría y práctica psicoanalítica.
Las zonas epistemológicas de Bleichmar no se limitan a ubicar los puntos de origen de la crítica. También pueden usarse para situar los conceptos psicoanalíticos a partir de su relación con disciplinas externas, con otras concepciones o modelos de la mente y, finalmente, dentro de los múltiples aparatos teóricos que existen dentro del psicoanálisis. Quedemos con la interpretación. Uno siempre interpreta a partir de una concepción de la mente, en este caso sería el modelo psicoanalítico, y al hacer esto excluye el resto de las concepciones psicológicas y psiquiátricas. De la misma manera, al interpretar, el analista está escogiendo un modelo psicoanalítico en especial pero siempre a sabiendas de que podría haber otra forma de ver el objeto que se está interpretando, otra teoría psicoanalítica. Etchegoyen (1986), por ejemplo, dice que cuando el analista está en el consultorio con el paciente hace un pronunciamiento teórico técnico y adopta una visión general del conjunto del psicoanálisis, con la que es necesario que sea coherente. En cuanto a la zona externa de la crítica epistemológica, ya que esta vez fuimos de adentro hacia afuera, la interpretación puede verse como un acto que conecta la parte teórica con la práctica clínica. Dice Bleichmar, “la interpretación intenta dar cuenta de todo lo que ocurre en la sesión. Esta última es la base de su cientificidad. Es un acto creativo que descubre algo oculto hasta ese momento, lo que denominamos fantasía inconsciente. (Bleichmar, 493)” En este sentido, la interpretación puede verse como un objeto de estudio desde el cual otras disciplinas pueden comprobar o cuestionar el resto del aparato psicoanalítico. Es por esta razón que Onfray cuestiona el acto interpretativo ya que considera que a partir de este cuestionamiento puede desmantelar la “cientificidad” del psicoanálisis.[1]
A todo esto, ¿qué es el acto interpretativo? ¿Qué implica la interpretación, qué es lo que está detrás de ella como acto? Definir el acto interpretativo como un conjunto del antes, durante y después de la interpretación puede dar una respuesta más sólida al cuestionamiento sobre su carácter científico.
En un notable ensayo que aparece en Los fundamentos de la técnica psicoanalítica (Etchegoyen, 1986) llamado “Aspectos epistemológicos de la interpretación,” Gregorio Klimovsky da cuenta de los componentes del acto interpretativo (antes, durante y después) a partir de la lógica y la epistemología. Klimovsky busca explicar la interpretación desde el ámbito de las ciencias naturales, al menos el ámbito en el que la filosofía las ha colocado, pero siempre respetando el carácter complejo de ésta. Entonces, Klimovsky divide el campo de la interpretación en tres niveles: explicativo, semántico e instrumental o terapéutico. Para propósito de este ensayo me enfocaré en el nivel explicativo o epistemológico de la interpretación pero es importante conocer los otros dos niveles. El nivel semántico se ocupa de la captación de significados que ofrece el material. El nivel instrumental o terapéutico obedece a que la interpretación es una acción para producir cierto efecto deseado en el paciente.
Al hablar del aspecto epistemológico Klimovsky dice que la interpretación es una afirmación en relación al material ofrecido por el paciente con el propósito de leerlo, describirlo o explicarlo. “Una interpretación es una especie de teoría en miniatura acerca de lo que hay detrás de un fenómeno manifiesto. De este modo, interpretar implica producir un modelo o una hipótesis de modo semejante a lo que haría un físico cuando quiere señalar que hay detrás de un efecto. (Klimovsky, 534)” Es decir, el analista ve la conducta o el material manifiesto ofrecido por el paciente y elabora una hipótesis acerca del contenido latente detrás de éste. El material manifiesto remite al marco teórico del analista para poder explicar la conducta del paciente a partir del contenido latente/teórico. La verdad o falsedad de la hipótesis no puede ser conocida en el momento sino hasta conocer sus efectos, problema que enfrentan ciencias naturales como la física, la química e incluso la biología. “En realidad, en el sentido ordinario de la palabra, una interpretación trasciende siempre la conducta del paciente, el dato empírico, y cala mucho más hondo en estructuras primitivas… que de ninguna manera son gnoseológicamente comparables a lo que manifiesta la conducta propiamente dicha y el material verbal del paciente. (Klimovsky, 536)”
Al mirar por un telescopio se acepta que hay leyes implícitas que garantizan que lo que se está mirando por el telescopio es verdadero; en este caso dichas leyes no pertenecerían a la astronomía sino a la óptica: se está recurriendo a otro marco teórico a manera de instrumento de lectura. En el psicoanálisis, sin embargo, se puede decir que estas leyes pertenecen a la propia teoría. Klimovsky habla de reglas de correspondencia, es decir, leyes proporcionadas por una teoría que permiten relacionar el material empírico (contenido manifiesto) registrable – “el paciente dijo o hizo tal cosa”- con el material teórico (latente). De manera que el analista pasa de un hecho registrable a los “objetos teóricos” que explican la conducta. Hay entonces una estructura lógica que puede verse de la siguiente forma: (A) “el paciente dijo o hizo tal cosa” entonces (B) “en su contenido latente está X.” (A) sería condición suficiente para que esté presente (B) mientras que (B) es condición necesaria para (A): no puede darse A sin estar presente B. Klimovsky define esto como una interpretación-lectura: cuando el material manifiesto está ligado al material latente por una relación legal o regla de correspondencia. Además de la interpretación-lectura existe la interpretación-explicación: suponer que (B) es el contenido latente porque estamos ante (A); en otras palabras, plantear una hipótesis para deducir el contenido manifiesto, siempre tomando en cuenta que podría haber otra causa: (B) entonces (A) pero podría ser también (C) de acuerdo a otra regla de correspondencia. Lectura y explicación pueden ir por separado o formar parte de una sola interpretación.
Un paréntesis: la formación psicoanalítica ocupa un papel fundamental en la internalización de los objetos, no como concepto analítico, teóricos a partir de los que se elaboran las interpretaciones. Me parece que la formación analítica, en cuanto a análisis didáctico, supervisión y seminarios, se encargara de ver por la internalización de los modelos teóricos que se usarán para explicar el material del paciente, esto se podría ver a través de los seminarios y la supervisión. La formación, sin embargo, no se limitara a eso ya que también busca reducir al mínimo las distorsiones entre el material del paciente, la capacidad de lectura (ojo clínico) del analista y la relación con la teoría; esto a partir de la supervisión y especialmente del análisis didáctico.
Klimovsky se preocupa por hacer la distinción entre lectura y explicación porque ve en el psicoanálisis una teoría modelística: “modelo de funcionamiento del aparato psíquico del cual se desprenden ciertas consecuencias sobre la conducta de los seres humanos y particularmente de los pacientes. (Klimovsky, 543)” Ante el material manifiesto, el psicoanalista se propone varios modelos teóricos ya internalizados para escoger el que mejor puede explicar el material. También hay que tomar en cuenta que la interpretación no siempre implica un acto sino que el analista puede guardarse sus hipótesis interpretativas y esperar a que el material del paciente las confirme.
Finalmente, Klimovsky se ocupa de las consecuencias de la interpretación o el cómo comprobar la veracidad de ésta pues “el trabajo científico del analista es sustentar lo que se diga acerca del inconsciente. (Klimovsky, 537)” Esto se lograría a partir de tomar en cuenta la reacción del paciente a la interpretación. Lo anterior presenta varias dificultades debido a que no siempre se puede dar cuenta del efecto de la interpretación: siempre pueden haber resistencias, mecanismos de defensa o también el proceso de elaboración requerido para dar cuenta de la interpretación. Lo más importante aquí, sin embargo, es que es posible demostrar la veracidad de la interpretación en el material clínico, esto es, en la sesión analítica.
¿Qué tipo de disciplina es el psicoanálisis? Bleichmar se pregunta si el psicoanálisis es una ciencia natural, una ciencia social o de la conducta, una hermeneútica o una fusión de ciencia y humanismo. Mediante la interpretación, Klimovsky da cuenta de cómo el psicoanálisis cuenta con un carácter científico en cuanto a su estructura y en cuanto a
que comparte la problemática de las ciencias naturales en cuanto a la verificación de sus hipótesis en la clínica. Se podría decir que el psicoanálisis es una ciencia natural, pero sin limitarse a ello, pues se pueden encontrar aspectos de la hermenéutica, las humanidades y las ciencias sociales. El psicoanálisis no sólo es una ciencia natural de la misma forma que su objeto de conocimiento y objeto terapéutico (entender para curar), el paciente, no es sólo neuronas e impulsos biológicos. A fin de cuentas, la complejidad y diversidad de la teoría psicoanalítica es solo un reflejo de la propia complejidad del paciente.
Bibliografía
- Etchegoyen, R. Horacio (1986). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Amorrortu, 2009.
- Klimosky, Gregorio (1986). “Aspectos epistemológicos de la interpretación.” En Etchegoyen, R. Horacio (1986). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Amorrortu, 2009.Páginas 533-559.
- Bleichmar , Norberto M (1989). “Problemas epistemológicos en la teoría psicoanalítica.” En Bleichmar , Norberto M y Leiberman de Bleichmar, Celia(1989). El psicoanálisis después de Freud. Barcelona: Paidós, 2009. Páginas 477-494.
- Onfray, Michel (2010). Freud, el crepúsculo de un ídolo. Madrid: Santillana Ediciones Generales, 2011.
Imagen: Morguefile/Clarita