11_Amores violentosAutor: María Salamanca
En psicoanálisis la figura materna tiene un papel primordial en la estructuración del individuo, incluso nos referimos a ella como el primer objeto de amor. Es a traves de la relación con la madre que el lactante comienza a hacer proyecciones de las pulsiones tanto de libido como de agresión, sintiendo, las formas mas primitivas de odio y amor. La función materna entonces, consiste en dar al infante la contención necesaria no solo recibiendo dichas proyecciones, sino también regresándolas de manera digerida, es decir, en términos generales, la madre es receptora de la angustia que desborda al bebé, quien cuenta con un aparato psíquico muy precario como para contenerlas por sí mismo, la madre “amortigua” esta angustia y así le regresa al niño una experiencia de contención y congruencia. Esto, poco a poco le otorga al bebé un espacio interno que al no estar abrumado por la angustia le permite comenzar el desarrollo de su aparato psíquico.
Si la madre es “suficientemente buena” es decir, si es capaz de tolerar su propia angustia y la de su bebé, le otorgará al este las satisfacciones y frustraciones necesarias para que se sienta seguro, es la experiencia de seguridad básica (es decir, la sensación interna de que “mamá sí estará ahí para gratificar y calmar el dolor o el displacer”) la que será pilar en la sensación de congruencia interna y en la satisfacción de recibir amor en la vida adulta. Al mismo tiempo las frustraciones normales activarán recursos psíquicos con los que el bebé comienza a desarrollar no solo tolerancia a la frustración sino que adquiere la capacidad de pasar de la realización alucinatoria del deseo a la fantasía y posteriormente al pensamiento propio .
Winnicott llama “holding”, al proceso en el que la madre da un sentido de continuidad al bebé, es decir, el bebé se siente sostenido a través del tiempo, la palabra misma remite a una madre abrazando de manera tierna y firme a su bebé. (Ogden, 2005) Para llevar a cabo este proceso la madre debe tener un estado emocional que le permita experimentarse a sí misma al mismo tiempo que deja que su bebé la experimente a ella, este estado se denomina “preocupación materna primaria”.
Así la madre “le presta” un espacio a su bebé en ella, al mismo tiempo que le da espacios reales para sentir la frustración (es decir, le da entrada a la realidad, por ejemplo, del cuerpo), es ahí donde el bebé puede comenzar a pensar a su madre como objeto y es ahí en donde puede pensarse a sí mismo, es decir, se diferencia del mundo externo. Encontrar un equilibrio en esta forma de comunicación entre madre y bebé depende en gran medida en fenómeno de la identificación proyectiva (M. Klein), el exceso de estimulación puede inhibir el self del bebé derivando en un falso self (en el mejor de los casos) mientras que una modulación óptima de los estímulos permite las acciones espontáneas del bebé y el asombro de su madre ante estas, así es como puede surgir el self. (Ogden, 2005)
La no gratificación o exceso de frustración dado por una madre que no sea capaz de entender las necesidades de su bebé resultarán en el niño como experiencias de desdicha y temor, incluso en sensaciones de destrucción del propio cuerpo, que en la vida adulta adquieren tintes distintos dependiendo de la estructura psíquica del adulto y se relacionan por ejemplo, con ataques de angustia, sensaciones de despersonalización o hipocondria. El vínculo materno repercute en la manera en la que el bebé y futuro infante transitará por las etapas de desarrollo psicosexual, enfrentándose no solo a los retos sino a la regulación de sus propias pulsiones durante los mismos, estableciendo así su carácter y personalidad, así como sintomatologías derivadas de fijaciones o regresiones en distintas etapas, establecimiento de la identidad y patrones de relaciones de objeto.
¿Qué ocurre entonces cuando una madre es incapaz de realizar la función materna?, las propias limitaciones y patología que tenga una persona repercute invariablemente en la forma en la que establece vínculos, esto se suma al temperamento propios y diferentes de cada niño, entre mas regresiva sea la patología, las relaciones de objeto tienden a estar mas escindidas.
André Green habla de “la madre muerta” quien es aquella que a causa de una depresión ha dejado en la psique del niño “una imago que transformó brutalmente el objeto vivo, fuente de la vitalidad del hijo, en una figura lejana, átona, cuasi inanimada, que impregna de manera muy honda las investiduras de ciertos sujetos que tenemos en análisis, y gravita sobre el destino de su futuro libidinal, objetal y narcisista” (Green). Los vínculos de este tipo de madres así como de madres con estructuras psicóticas son marcados por la ambivalencia y dificultan la integración de las figuras, dejando en el niño sensaciones primitivas con un muy difícil acceso a la representabilidad que amenazan la cohesión interna del aparato psíquico, por otro lado, es también en las patologías narcisistas donde encontramos una forma muy característica de relacionarse con los objetos.
Green menciona que si bien las discusiones actuales sobre el narcisismo giran en torno a si debe atribuírsele a este autonomía en terminos de desarrollo o si este es destino de un conjunto de pulsiones, es innegable que es el corazón de ciertas estructuras y transferencias y que es imposible desdeñar la prevalencia dentro del conflicto narcisista de una problemática en términos de las relaciones de objeto y de los nexos del yo con la libido erótica y destructiva… “hay un punto en que están de acuerdo los sostenedores de teorizaciones opuestas: la consumación del desarrollo del yo y de la libido se manifiesta, en particular, en la capacidad (o incapacidad) del yo para reconocer el objeto”.
Una madre narcisista, por lo tanto tendrá entre otras, la limitación de reconocer al otro como individuo, por lo que mas bien vive al hijo como una extensión suya. Subjetivamente, la madre narcisista no deja lugar para las diferencias, no se asombra a menos de que la espontaneidad de su bebé resuene en ella, tampoco deja espacio para la expresión de agresión necesaria para la individuación.
Es ahí donde encontramos la parte violenta de este vínculo amoroso, la madre narcisista no es la que no quiere a su hijo, es la que lo quiere dentro de ella, haciéndolo víctima de un amor violento que no deja lugar para las diferencias ni para la existencia del individuo. La grandiosidad del self narcisista se da por una necesidad de preservar la ilusión de los objetos idealizados, detrás de este intento, lo que encontramos es un enorme vacío que pretende ser llenado en esta forma particular de relacionarse “usando” al otro.
Al no poder existir, ni expresar de manera espontánea actos ni agresivos ni creativos, el infante se enfrenta a una encrucijada: si este manifiesta su individualidad, su madre lo vivirá como una agresión y se encuentra implícito el riesgo de dañarla o destruirla, incluso, pueden activarse fantasías retaliatorias relacionadas con el envenenamiento de la leche o si no se manifiesta la agresión, el niño se somete a la madre sacrificando su psiquismo, lo que activa un círculo en el que la agresión debe ser reprimida o incluso vuelta contra sí misma.
En cualquiera de los tres panoramas lo que se encuentra amenazada es la integridad de los objetos internos y del self, “o sacrifico a mamá o me sacrifico yo”.
Freud señala que en el edipo: “aún la educación mas blanda no puede hacer otra cosa que ejercer compulsión e introducir limitaciones, y cada una de estas intromisiones en su libertad tiene que producir en el niño, como reacción, la inclinación a rebelarse y agredir” Es decir, el niño se rebela y agrede, no para atacar a la madre, sino para separarse de ella y así buscar su propio lugar en el mundo, comenzar a existir.
Freud señala el su conferencia “La feminidad” la gran importancia que tiene el vínculo intenso con el primer objeto de amor, pero profundiza en los retos que las particularmente niñas atraviesan durante el Edipo, ya que a diferencia de el Edipo masculino, en el caso de la mujer, debe haber un “retorno a la madre” que permita la identificación de la niña con ella y con los elementos que conforman la feminidad.. La confrontación madre-hija durante el Edipo, se centra en el complejo de castración y en el reclamo de esta hacia la madre por considerarla la causante de la falta que le aqueja, es decir, por estar castrada, al igual que ella. Esta concepción da lugar a la controversial “envidia del pene” y el también controversial desenlace del Edipo femenino que consistirá en tener un hijo que le otorgue ese pene. (Freud, la feminidad) Freud aclara que la resolución de Edipo femenino no solo implica el tener un hijo como equivalente simbólico sustitutivo del pene, sino también el identificarse con la madre en la parte “activa” que se relaciona con la maternidad.
El vínculo, en el caso de la niña al principio es fuerte y posteriormente debe desvanecerse para poder confrontarse con la figura materna (posición esquizoparanoide) y finalmente entrar en la posición depresiva con respecto al objeto y poderlo integrar, logrando así identificarse con las partes buenas o lo que Freud llamaba “parte activa” es decir con el rol de madre, continente y a la vez generadora de contenidos.
Entonces, aquella niña vinculada con una madre narcisista tendrá como reto el individuarse, confrontándose a una madre que no admite diferencias, para posteriormente poder establecer su identidad, y poderse acercar a ella sin sacrificar su propia psique. Para lograr esto, es importante que el analisis funcione como ese espacio en donde es seguro comenzar a manifestarse, debemos trabajar la expresion y el manejo de la agresión, elaborando la percepción subjetiva que la niña tiene sobre su madre, así como las fantasías sobre su propia capacidad de destrucción. Hay que trabajar también con las fantasías de fusión que se acrecentan en este tipo de vínculos y que dificultan la integración del objeto así como la identificación con este. Esto será determinante para el establecimiento de la identidad de la niña, con cómo se relaciona con su mundo interno, si identidad e incluso con su feminidad.
A 100 años de la publicación de “Introducción al Narcisismo“   este ha tenido un papel primordial al hablar sobre el amor y las relaciones, el narcisismo va tomando protagonismo en la clínica, cito a Lipovetsky quien habla en la era del vacio sobre una socied narcisista /Comunicar por comunicar, expresarse sin otro objetivo que el mero expresar y ser grabado por un micropúblico, el narcisismo descubre aquí como en otras partes su convivencia con la desubstancializacion posmoderna, con la lógica del vacío.
Me pregunto: ¿será que en efecto estamos viviendo en la era del vacío de la que habla Lipovetsky ?, y si es así ¿nuestra forma de amar también puede estar mutando a una forma de amor violento que es aquel que no deja lugar para que el otro exista? ¿cómo impacta esto en las relaciones, en la identidad y en una generación que está aprendiendo a fijarse mas en la forma que en el fondo? “
Comunicar por comunicar, expresarse sin otro objetivo que el mero expresar y ser grabado por un micropúblico, el narcisismo descubre aquí como en otras partes su convivencia con la desubstan- dalízacíón posmoderna, con la lógica del vacío. “
 
Bibliografía

  • 33ª conferencia. La feminidad (Freud) Obras Completas Tomo XXII
  • Introducción al narcisismo (1914). Freud5t
  • Andreé Green. Narcisismo de Vida, Narcisismo de Muerte, Amorrotu Editores
  • Amor, Culpa y Reparación (1937) Melanie Klein, Obras Completas Tomo I
  • Sueños como espacio Transicional. María Salamanca

 
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