Clementina Faraggi 

Después de reflexionar ante la pregunta: ¿cuál es la importancia de la obra de “el análisis de los sueños de Freud”? pensé que no es casualidad que el legado de Freud haya sido reimpreso miles de veces más de cien años después. Freud, con su tesis de los sueños, intentó contestar preguntas milenarias que habían buscado respuesta en lugares como mitología, religión y filosofía, pero pocos en la ciencia y en el cuerpo. Lo que este legado los deja es un asomo a qué pasa tanto en la mente como en el cuerpo durante el proceso onírico. Personalmente, creo que lo más importante que dejó este trabajo, más allá de toda la valiosa información, son las preguntas y críticas futuras que invitaron a muchas más personas a unirse a esta investigación, esa epidemia de curiosidad es lo que más nos ha dejado de la tesis de Freud. 

No se equivocaba tampoco Segismundo en la obra escrita por Calderón de la Barca en 1635 (es decir, 265 años antes de que Freud realizara su tesis). Un poema en donde ya se planteaba que la vida es sueño:

Es verdad; pues reprimamos

esta fiera condición,

esta furia, esta ambición

por si alguna vez soñamos.

Y sí haremos, pues estamos

en mundo tan singular,

que el vivir sólo es soñar;

y la experiencia me enseña

que el hombre que vive sueña

lo que es hasta despertar.

Sueña el rey que es rey, y vive

con este engaño mandando,

disponiendo y gobernando;

y este aplauso que recibe

prestado, en el viento escribe,

y en cenizas le convierte

la muerte (¡desdicha fuerte!);

¡que hay quien intente reinar,

viendo que ha de despertar

en el sueño de la muerte!

Sueña el rico en su riqueza

que más cuidados le ofrece;

sueña el pobre que padece

su miseria y su pobreza;

sueña el que a medrar empieza,

sueña el que afana y pretende,

sueña el que agravia y ofende;

y en el mundo, en conclusión,

todos sueñan lo que son,

aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí

destas prisiones cargado,

y soñé que en otro estado

más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño;

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son. (Imaginario, 2021).

Es curioso cómo el arte guarda tanta sabiduría y cómo puede conectarse, queriendo o sin querer, con el pensamiento científico: siendo que, efectivamente, estamos hechos de sueños, pues es durante este transcurso que podemos procesar, entender, codificar, simbolizar y memorizar las experiencias que hemos vivido. Cuando Freud decía que la vía regia al inconsciente es a través del sueño se refiere a esto, a que es por esa mirilla que podemos tener una visión de túnel de quién es la persona que lo relata, cómo se vive a él mismo o a ella misma y, a partir de ahí, cómo vive y se relaciona con su mundo externo (Freud, 2004b, p. 597). 

Tomando en cuenta que los sentidos son el vehículo que nos permite comprender la realidad externa, es importante que Freud propone que también lo son para comprender la realidad interna, pues es a posteriori (o sea, tiempo después cuando el evento ya fue simbolizado) que se comprende lo que pasa por cualquier vía sensorial: a pesar de poder relatar en el momento presente lo que se siente, es a través del sueño y la construcción mental de aquella sensación percibida que lo podemos pensar y analizar como parte de nuestro pasado y ligarlo con eventos del presente (Freud, 2004a, pp. 182-251). 

Otra parte importante del sueño son los afectos, que nos permiten entender la aproximación del sujeto y su experiencia emocional relacionada con un evento determinado. Es importante observar el afecto durante la experiencia diurna que se manifestó en el sueño, el afecto durante el sueño y el afecto después del sueño, pues este tiende a cambiar debido a que se resignifica, por ejemplo, una experiencia cotidiana puede no haber tenido ningún impacto aparente en la vigilia, pero si en el sueño se relaciona con algún evento desfavorable del pasado, entonces en el sueño se puede vivir como angustiante, como me lo demostró una paciente que fue a la casa de una amiga suya cuya familia practica el deporte de la cacería y tiene expuestos varios trofeos; en ese momento la paciente transitó por esa casa extrañada, pero sin decir nada y teniendo una conversación normal con su hospedadora, esa misma noche soñó que era una militar en el campo de batalla y disfrutaba aniquilar y terminar con la vida de todas las personas que se encontraban alrededor de ella, cosa que la hizo despertar muy angustiada; analizando el sueño nos dimos cuenta que ver todos los trofeos despertó en ella fantasías agresivas dirigidas hacia personas a las que le resultaba imposible agredir, las cuales se reflejaron en el sueño que la angustió. Otra cosa que puede suceder es que un evento que se vive como agradable en el sueño (una fantasía sexual o agresiva prohibida) al despertar se puede tornar tenebrosa, por ejemplo: un paciente que soñó que disfruta cortarle la cabeza a una persona que detesta, a pesar de que en el sueño degollar le resultaba placentero, al despertar se angustió de poder desear hacerle algo así a alguien, mismo si la persona le sentaba non grata. Incluso las cuestiones libidinales pueden ser conflictivas, por ejemplo, un paciente que sufrió el divorcio de sus padres (su padre se quedó con la custodia y su madre formó otra familia dejando de procurar a la del paciente mencionado), lo que le provocó un profundo enojo y tristeza; un día soñó con una fiesta de cumpleaños en la cual su mamá le regaló un peluche que por años le fue muy significativo, durante el sueño sentía la placentera compañía de ella y se sentía feliz, pero al despertar lo invadieron sentimientos de enojo, tristeza, abandono y confusión que lo orillaron al llanto. Es por estas razones que es importante observar los afectos durante el sueño y las asociaciones previas y posteriores a la narración del mismo, las cuales tendrán datos importantes ya que podría implicar nuevos reacomodos del mismo material tras el ejercicio de simbolizar y apalabrar el contenido onírico (Freud, 2004b, pp. 458-503). 

Antes de continuar, me gustaría hacer hincapié en el proceso de apalabrar el sueño, pues este al dormir no tiene palabras, la persona al soñar es asaltada por una serie de imágenes desordenadas relacionadas con vivencias diurnas y eventos del pasado acompañadas de afectos, y es al despertar cuando se les da un orden cronológico y diálogos; es decir, soñamos en proceso primario del pensamiento y es al despertar que esa información pasa al proceso secundario del pensamiento para ser traducida en lenguaje (Freud, 2004b, pp. 578-597).

Y entonces ¿qué tiene que ver el cuerpo con el sueño? ¿Qué no solo tiene que ver el sistema nervioso? Bueno, hay que recordar que el sistema nervioso está en todo el cuerpo, que en todo el cuerpo tenemos receptores que se conectan al cerebro y que le dan información de qué está pasando dentro y fuera de la piel; si tenemos nervios en todo el cuerpo y un nervio es un conjunto de neuronas, entonces todo el cuerpo está incluido en un aparato para inducir, procesar y pensar información. El primer paso de información o la primera experiencia sensorial pasa como algo concreto, por ejemplo, un rayo de luz cuando estás dormida. Esta información llega al cerebro indicando que hay algo en el entorno que necesita tu atención y provoca que te despiertes. Lo simbólico sería entender que ya es de día y enojarte con la persona que prendió la luz y te despertó porque seguro te quedaban dos minutos más de sueño, es decir, que en ti ya existe una representación mental de “día”, de “responsabilidad por la que te debes de despertar a cierta hora” y de “persona nefasta que interrumpe el sueño y es depositaria de tu primer enojo”. Como adulto este paso de concreto a simbólico generalmente no es tanto reto, en especial si se trata de un estímulo como la luz. Pero esta habilidad tuvo que pasar por muchos tropiezos para que pudiera ser tan natural: en la infancia, por ejemplo, para aprender a leer, escribir, sumar, restar… se necesita hacer un uso más complejo del recién descrito para poder adquirir dicha habilidad y los mencionados conocimientos: el niño necesita primero reconocer visualmente, auditivamente, táctilmente y motrizmente cada una de las letras para poder tener una representación mental de las mismas y así, tras poderle agregar un sonido del que vayan acompañadas, poder entender cada letra como el símbolo de una articulación, que después cuando se unan formarán una palabra con un significado específico… para eso no basta con un solo estímulo, sino que cada estímulo se tiene que repetir (de preferencia de manera agradable) para que este logre tener una representación en la mente del niño y lo pueda usar a su voluntad (Levine, 2021). Igual pasa con un síntoma con un paciente, es hasta que se observa y cuestiona varias veces desde distintas circunstancias que puede tener una representación mental para así poder elaborarlo.

En resumen: para que un factor externo complejo logre ser simbolizado y tener una representación mental, primero debe de pasar por el cuerpo y posteriormente debe de asociársele con una imagen previamente consolidada para finalizar con el acompañamiento de una palabra que lo describa, cosa que suele pasar durante el sueño y en el relato del mismo. Sabiendo todo esto entonces es comprensible que, en el proceso terapéutico de un niño que todavía no tiene la capacidad de simbolizar tan desarrollada como un adulto, este deba jugar o crear arte en su análisis para poder comprender y representar su mundo interno y externo con la meta de poder apalabrarlo posteriormente (parecido al relato del sueño), la principal diferencia entre una creación gráfica y el relato del sueño, y lo que ayuda a un niño que tiene un pensamiento mucho más concreto, es que una creación gráfica es mucho más fácil de compartir y describir que el sueño, ya que el creador se puede asegurar que la persona que lo acompaña está viendo exactamente lo mismo que él. Coincido con Marité Cena (2006, pp. 72-73) cuando estipula: “Pretender analizar niños sin juego es, desde Klein, como analizar adultos sin palabras, en tanto, el juego “habla” dice de los conflictos del niño, así como el soñar en el adulto, es la vía regia al inconsciente”. 

Pero ahora ¿qué pasa con los adultos que no tienen esta capacidad de simbolización lo suficientemente desarrollada? o ¿que una situación traumática les impide la habilidad de hacerlo? O simplemente ¿que tienen grandes habilidades creativas que les ayudan a simbolizar y comprender el mundo? Por supuesto que pueden beneficiarse de la palabra, señalamientos y diversas interpretaciones, pero ¿es muy descabellado pensar que se podrían beneficiar de una psicoterapia de arte psicoanalíticamente orientada para lograr tener una mejor comprensión de sí mismos? La hipótesis es la siguiente: Tal vez, al usar el cuerpo para crear y ver una representación gráfica de lo que están intentando expresar, les sea más fácil transformarlo en palabras, a lo simbólico, en un momento posterior a la creación. Claro que para esto el encuadre deberá de ser distinto y tendrá que depender de las necesidades del paciente y qué tanto su lenguaje está comprometido a lo concreto (o sea, con pocas o rudimentarias representaciones mentales que no le permitan comprender o crear una metáfora o relacionarse con ideas abstractas) o que tenga una mejor capacidad de simbolización. Quizá a algún paciente le beneficie usarlo como herramienta de emergencia al querer explicar algo que en el momento le parezca imposible y otros que sea algo mucho más recurrente (evitando caer solamente crear con el cuerpo y resaltar la importancia de transformarlo en palabras para que el conflicto pueda ser simbolizado).

Tomando en cuenta que estamos viviendo una época traumática plagada de enfermedad, ansiedad, muerte, injusticias, pérdidas de empleos y seres queridos, crisis económicas y un larguísimo etcétera, quizás no esté de más proponer una herramienta más en el consultorio (que hemos visto que funciona con niños) para poder representar y simbolizar el dolor psíquico de un adulto. 

Aunado a esto, tanta desgracia ha llevado a muchas personas a la depresión y anhedonia, al consumo de sustancias tóxicas, compras impulsivas o descuidos importantes en su salud. Winnicott (2017, p. 1) menciona que vivir creativamente implica que una persona se apropie de la palabra hacer, y que con esto construye y crea el mundo externo a su manera y a partir de su propia mirada, dependiendo de cómo se relaciona con él: “La creatividad es, pues, la conservación durante toda la vida de algo que en rigor pertenece a la experiencia infantil: la capacidad de crear al mundo” (Winnicott, 2017, p.1). Con esto se refiere a los primeros instantes de la vida del niño, que en su omnipotencia piensa que todo su entorno fue creado por él, y mientras exista esta ilusión y la madre le presente el mundo a su hijo de una manera placentera, el niño seguirá sorprendiéndose de sus creaciones y se relacionará de una manera única con cada objeto que descubra; y cuando al fin se imponga el principio de realidad rompiendo dicha ilusión, el niño deberá aprender a ceder ante la idea de su omnipotencia y deberá reconocer y darle un lugar más importante al otro para poder relacionarse entendiéndolo como alguien separado de él. Más tarde, ya con un principio de realidad más maduro, la persona seguirá creando su mundo, no de una manera alucinatoria pensando que antes de ellos no existía el objeto, pero relacionándose de una manera única con personas y otros seres vivos o inertes, poniendo atención a asuntos específicos del mundo externo a partir de los intereses que han formado su mundo interno y retroalimentando en el sueño y la vigilia este vaivén de información. Sin embargo, si a un niño se le impide experimentar y observar a su manera el mundo externo de la forma en que describe Winnicott (2017, pp. 2-4), y se le limita su espontaneidad, autonomía e iniciativa, difícilmente podrá ver y hacer las cosas a su manera y ser creativo en su forma de vivir y relacionarse, ya que sus decisiones se basarán en el deseo y expectativas del otro. Este tipo de problemática no solo puede presentarse en la infancia, por ejemplo: puede aparecer en la adolescencia en alguien que no sabe cómo encajar en un grupo y todas sus decisiones son tomadas por otros o por él mismo cumpliendo las expectativas que le son impuestas; otro ejemplo podría aparecer en una persona con depresión o ansiedad que presente dificultades en enfrentarse a cosas nuevas, desconocidas o fuera de su rutina y no pueda tomar las riendas de las mismas llevándolo a quedarse pasmado, quitándole interés o esperando que alguien más lo resuelva. Winnicott (2017, p. 10) menciona que “el síntoma de una vida no creativa es el sentimiento de que nada tiene sentido”, en medio de la pandemia y otros motivos de sufrimiento, no es algo raro en ningún consultorio: pacientes que nada les alegra o motiva y que sus principales fuentes de placer tienen como fin llenar un vacío infinito con breves momentos placenteros (y generalmente predecibles) que nunca son suficientes. Y estos pacientes que tienen dificultades para relacionarse de una manera creativa con el mundo externo e interno, e incluso mostrar interés por estos ¿cómo se pueden beneficiar de un análisis? Existe una novela que explica de una manera muy estética este fenómeno: su nombre es La Historia Sin Fin (Ende, 2018, pp. 17-126), la cual narra entre otras cosas que en un lugar llamado Fantástica vive una emperatriz de cuya existencia depende toda la vida de ese mundo. Un buen día aparece la nada un ser o evento inexplicable que destruye todo a su paso dejando nada, no un hoyo, no una mancha negra, no un precipicio… nada. Al mismo tiempo la emperatriz cae enferma y todos de seres de Fantástica intentan ayudarla ya que su vida depende de ella; pero sus intentos son inútiles, ya que el cuerpo físico de la emperatriz se encuentra sano y su padecimiento va más allá de lo corporal; y entre más enferma más crece la nada. En esta parte de la metáfora, podría verse cómo la emperatriz es explícitamente responsable de la riqueza del mundo externo y que este depende en cómo se relaciona con él, a su vez, cómo se relaciona con su mundo externo va directamente relacionado con cómo vive su mundo interno, y cómo cuando hay algo que no funciona en su mundo interno, su mundo externo se empobrece dejando huecos llenos de nada. Sigo con la historia: un personaje, Atreyu, emprende una búsqueda para ver cómo salvar a la emperatriz y se da cuenta que debe de ir con la esfinge y encontrar a Uyulala (la voz del silencio) para que le dé una respuesta, sólo que para llegar a ella hay que pasar por tres puertas: 1) Enfrentarse al miedo de pararse frente a una esfinge que puede o no plantearte todas las preguntas del universo dejándote pasmado o dejarte pasar sin impedimentos. 2) El espejo mágico: un espejo que refleja quién eres en verdad, lo cual generalmente provoca que la gente huya despavorida. Y 3) la más difícil, la puerta sin llave: una vez atravesado el espejo aparece una puerta sin llave, ni cerradura ni agujero, y sólo la persona que no piense en qué la trajo hasta ahí, no recuerde el motivo de su travesía y que no desee atravesarla, sólo esa persona la podrá atravesar y conocer a Uyulala, una sabia voz sin cuerpo que después de mucho tiempo de diálogo ayudará a Atreyu a encontrar qué puede salvar a la emperatriz, ¿la respuesta?: Que le den un nombre. 

Si se tratara todo esto de la fantasía de un paciente deprimido bien podría discutirse como un proceso analítico: el miedo a cuestionarse y pedir ayuda en la primera puerta, la confrontación y complejidad de conocerse a ella o él mismo en un espejo distinto a todos los demás que le devuelve una imagen más auténtica, y, por último, asociar libremente, sin memoria ni deseo, y poder ponerle nombre a las cosas que le están haciendo daño. Aunque la parte de sin memoria ni deseo se liga directamente al analista, me parece que hay una parte en la asociación libre que funciona de la misma manera, en la que el paciente, aunque conoce su motivo de consulta, se deja ir en sus asociaciones, por más absurdas que parezcan, y deja ver en ellas un motivo de consulta más profundo en donde, como en la historia, una voz en silencio, una voz que escucha también sin memoria ni deseo, acompaña al paciente nombrando las situaciones que necesitan ser nombradas. Tal vez un paciente que no puede vivir de manera creativa logre hacerlo al enfrentarse a esas preguntas que le atemorizan, y no necesariamente contestarlas, sólo observarlas, observarse a sí mismo y asociar y ser escuchado. Claro que esto no es lineal y que constantemente hay un ir y venir de cada una de las preguntas; confrontaciones con él mismo y con el analista; y asociaciones que hacen viajes redondos de lo concreto a lo simbólico. Y regresando al primer planteamiento, si la vida regia a lo inconsciente es el sueño y en el niño es el juego (o representaciones de una experiencia, la cual también podría expresarse a través del arte) y en ambas hay una retroalimentación del mundo interno que se enriquece y el mundo externo que se crea a partir de las predilecciones intrínsecas de la persona, replanteo mi pregunta: ¿Será descabellado usar como herramienta en el consultorio expresiones gráficas en adultos que lo requieran? ¿Que las asociaciones en vez de salir de un diván pudieran salir de un lápiz o un pincel? Que el cuerpo siendo el medio de comunicación entre el mundo externo e interno ¿pueda ser usado para pensar en el consultorio?

Dicho esto, tomando en cuenta este ejercicio corporal y mental y conociendo la retroalimentación que existe entre la creación del mundo interno y el mundo externo: ¿hasta dónde acaba la vigilia? ¿en dónde empieza el sueño? ¿será posible separar también la vida mental diurna y la nocturna siendo que se construyen simultáneamente mundo interno y externo?  Pensando en lo anterior, pareciera algo difuso y no binario, algo como un oleaje en donde sabemos que existe una ola que va y regresa, pero ¿en dónde acaba la ola y en dónde empieza? Probablemente la misma duda tenía Calderón de la Barca en su poema, o tal vez no era una duda y tenía más clara que yo la imposibilidad de separar el sueño de la vigilia, y que esto es indispensable para que una persona siga construyendo(se), con el paso del tiempo y de Morfeo, “que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son” (Calderón de la Barca, 1635 en Imaginario, 2021). 

Bibliografía

  • Ende, M. (2018) The Never Ending Story. Nueva York. Puffin Books.
  • Freud, S. (2004a) Obras Completas: La interpretación de los sueños (primera parte) (1900). Tomo IV. Buenos Aires. Amorrotu.
  • Freud, S. (2004b) Obras Completas: La interpretación de los sueños (segunda parte) Sobre el sueño (1900-1901). Tomo V. Buenos Aires. Amorrotu.
  • Imaginario, A. (2021) La Vida es Sueño de Pedro Calderón de la Barca. Cultura Genial. Recuperado de: https://www.culturagenial.com/es/la-vida-es-sueno-de-pedro-calderon-de-la-barca/ 
  • Levine, J. (marzo y abril de 2021) El desarrollo gráfico y grafo perceptivo en el niño. En K. González (Directora), Grafomotricidad. Curso llevado a cabo en la escuela Tomás Moro Lomas. Ciudad de México, México.
  • Winnicott, D. (2017) Vivir Creativamente (Fusión de dos borradores de una conferencia preparada por la Liga Progresista, 1970). Scribd. Recuperado de: https://es.scribd.com/document/356345696/Vivir-Creativamente-Winnicott