¿Y cómo llegamos aquí? El desarrollo de la identidad de género

Autor: Julio César Paredes

“… el niño nace, y anatómicamente ya definido, a un mundo de dos sexos. ¿Cómo logra diferenciarlos y ubicarse frente a los padres? Antes eso le era fácil. El ser que poco a poco iba a configurar el concepto y a la persona ‘madre’ para él, lo tapaba si tenía frío, lo acunaba si tenía sueño, y lo alimentaba, apoyado contra algo blando y caliente, con una punta carnosa que se introducía en su boca y de la cuál salía leche. El padre entraba más tarde en su vida, con características muy distintas. Era más móvil, más duro al tacto, alzaba al niño, para jugar con él, para hacerlo volar por el aire. Hasta olía distinto. Además, solía aparecer solamente a determinadas horas cuando uno se despertaba o ya se iba a dormir; mientras que mamá estaba siempre. Así el pequeño ser, que percibía confusamente su propio sexo, aprendía, a distinguir el de los padres, a adaptarse más a uno de ellos, tomándolos como modelo, y a complementarse más con el otro. Así formaba paulatinamente, la base de su identidad sexual.

“¿Pero cómo ocurre este proceso ahora? Tomemos un joven matrimonio porteño, de estudiantes, empleados o profesionales. Ambos estudian o trabajan. Se llevan bien. Ambos comparten las tareas de la casa. Ambos se aman; deciden postergar la píldora y tienen un niño. Ambos lo atienden y lo alimentan. Pero no será fácil para este bebé distinguirlos. Mamá ya no canta, porque cuando el bebe no duerme enseguida le ponen un lindo ‘long playing’. Eso sería lo de menos, igualmente podría haber una mamá. Pero cuando lo alimentan, empieza la confusión. El bebé se siente apoyado sobre unas rodillas recubiertas por la tela tosca de vaqueros, sostenido firmemente por brazos musculosos y percibe, al mamar, simultáneamente con el aroma de la leche último modelo y de la tetina de goma o plástico, el olor a tabaco que impregna las manos del ser indefinido mamá-papá que lo alimenta. El bebé aumentará bien de peso, será fuerte e inteligente, pero tardará, en un nivel muy de fondo de su ser que poco tiene que ver con lo racional, en darse cuenta de quién es mamá, de quién es papá y cuáles son sus funciones.

“… el niño nace, y anatómicamente ya definido, a un mundo de dos sexos. ¿Cómo logra diferenciarlos y ubicarse frente a los padres? Antes eso le era fácil. El ser que poco a poco iba a configurar el concepto y a la persona ‘madre’ para él, lo tapaba si tenía frío, lo acunaba si tenía sueño, y lo alimentaba, apoyado contra algo blando y caliente, con una punta carnosa que se introducía en su boca y de la cuál salía leche. El padre entraba más tarde en su vida, con características muy distintas. Era más móvil, más duro al tacto, alzaba al niño, para jugar con él, para hacerlo volar por el aire. Hasta olía distinto. Además, solía aparecer solamente a determinadas horas cuando uno se despertaba o ya se iba a dormir; mientras que mamá estaba siempre. Así el pequeño ser, que percibía confusamente su propio sexo, aprendía, a distinguir el de los padres, a adaptarse más a uno de ellos, tomándolos como modelo, y a complementarse más con el otro. Así formaba paulatinamente, la base de su identidad sexual.

“¿Pero cómo ocurre este proceso ahora? Tomemos un joven matrimonio porteño, de estudiantes, empleados o profesionales. Ambos estudian o trabajan. Se llevan bien. Ambos comparten las tareas de la casa. Ambos se aman; deciden postergar la píldora y tienen un niño. Ambos lo atienden y lo alimentan. Pero no será fácil para este bebé distinguirlos. Mamá ya no canta, porque cuando el bebe no duerme enseguida le ponen un lindo ‘long playing’. Eso sería lo de menos, igualmente podría haber una mamá. Pero cuando lo alimentan, empieza la confusión. El bebé se siente apoyado sobre unas rodillas recubiertas por la tela tosca de vaqueros, sostenido firmemente por brazos musculosos y percibe, al mamar, simultáneamente con el aroma de la leche último modelo y de la tetina de goma o plástico, el olor a tabaco que impregna las manos del ser indefinido mamá-papá que lo alimenta. El bebé aumentará bien de peso, será fuerte e inteligente, pero tardará, en un nivel muy de fondo de su ser que poco tiene que ver con lo racional, en darse cuenta de quién es mamá, de quién es papá y cuáles son sus funciones.

“El tiempo pasa. Sus padres, ya lo dijimos, estudian o trabajan y se ganan la vida. Supongamos ahora que ella gane más que él o que, por razones de trabajo, él tenga que quedarse en casa y ella deba salir afuera. Dijimos también que ellos se quieren. Pero sienten, a veces, cierto malestar. El marido de la pareja, con el superyó hombre-y-padre del pasado ya no se siente a la altura de su hombría. El superyó cultural postula que debe salir al mundo de afuera, para mantenerlos, mientras que el lugar de su esposa está en la casa. Si llegara a hacerlo consciente, se dará cuenta que se siente bastante en menos, a pesar de sus logros, frente a su padre o su abuelo (‘Este todavía era un hombre de veras’).

“A su mujer le ocurre, en cierto sentido, lo contrario. Quiere a su madre. Pero se sorprende, a veces, pensando en ella en términos despectivos, en la fregona, sometida, dispuesta a aceptar cualquier destino. Y eso también le causa malestar, porque llegar mucho más lejos que el padre (o la madre) de uno interfiere con el placer del logro y le quita realidad.

“Cuando la pareja joven se casó, todo lo que acabo de describir importaba poco. Se querían y con eso bastaba. Pero con el tiempo el malestar iba en aumento y ya no se querían tanto. Después dejaron de estimarse y finalmente se separaron. El nene tenía tres años, entonces. Según la ley iba a quedarse con mamá. Pero como mamá enseñaba como profesora en un colegio en el turno de la mañana y en el otro en el de la tarde, eso no era posible. Papá era contador y se llevaba la mayor parte de su trabajo a casa. Así el nene se quedó a vivir con su papá y mamá venía los sábados y los domingos a sacarlo en su autito y a llevarlo a pasear por el puerto o el campo. El nene sigue desarrollándose sano e inteligente, pero su dificultad de definir su identidad sexual va más bien en aumento.

“… podríamos seguir contando cómo, algunos años después, la imagen que este niño tiene de ‘papá’ y ‘mamá’, de ‘hermanos’ y de ‘familia’ se ha vuelto más confusa aún, porque tendré a un ‘papá y su segunda mujer’, a su ‘mamá y su amigo’ y a hermanos de diferentes clases de parentesco.

¿Cómo será su futuro y el de sus compañeros? Tendrán una adolescencia confusa que se prolongara en el terreno sexual, a menudo dentro de la adultez. Identidad significa diferenciarse del otro e identidad sexual significa mantener bien claras las diferencias entre hombre y mujer, que se están borrando en muchos aspectos”

“El tiempo pasa. Sus padres, ya lo dijimos, estudian o trabajan y se ganan la vida. Supongamos ahora que ella gane más que él o que, por razones de trabajo, él tenga que quedarse en casa y ella deba salir afuera. Dijimos también que ellos se quieren. Pero sienten, a veces, cierto malestar. El marido de la pareja, con el superyó hombre-y-padre del pasado ya no se siente a la altura de su hombría. El superyó cultural postula que debe salir al mundo de afuera, para mantenerlos, mientras que el lugar de su esposa está en la casa. Si llegara a hacerlo consciente, se dará cuenta que se siente bastante en menos, a pesar de sus logros, frente a su padre o su abuelo (‘Este todavía era un hombre de veras’).

“A su mujer le ocurre, en cierto sentido, lo contrario. Quiere a su madre. Pero se sorprende, a veces, pensando en ella en términos despectivos, en la fregona, sometida, dispuesta a aceptar cualquier destino. Y eso también le causa malestar, porque llegar mucho más lejos que el padre (o la madre) de uno interfiere con el placer del logro y le quita realidad.

“Cuando la pareja joven se casó, todo lo que acabo de describir importaba poco. Se querían y con eso bastaba. Pero con el tiempo el malestar iba en aumento y ya no se querían tanto. Después dejaron de estimarse y finalmente se separaron. El nene tenía tres años, entonces. Según la ley iba a quedarse con mamá. Pero como mamá enseñaba como profesora en un colegio en el turno de la mañana y en el otro en el de la tarde, eso no era posible. Papá era contador y se llevaba la mayor parte de su trabajo a casa. Así el nene se quedó a vivir con su papá y mamá venía los sábados y los domingos a sacarlo en su autito y a llevarlo a pasear por el puerto o el campo. El nene sigue desarrollándose sano e inteligente, pero su dificultad de definir su identidad sexual va más bien en aumento.

“… podríamos seguir contando cómo, algunos años después, la imagen que este niño tiene de ‘papá’ y ‘mamá’, de ‘hermanos’ y de ‘familia’ se ha vuelto más confusa aún, porque tendré a un ‘papá y su segunda mujer’, a su ‘mamá y su amigo’ y a hermanos de diferentes clases de parentesco.

¿Cómo será su futuro y el de sus compañeros? Tendrán una adolescencia confusa que se prolongara en el terreno sexual, a menudo dentro de la adultez. Identidad significa diferenciarse del otro e identidad sexual significa mantener bien claras las diferencias entre hombre y mujer, que se están borrando en muchos aspectos”

Considero que, en página y media, Marie Langer nos da mucho que pensar, lo que plantea podría ser considerado anticuado, podría rebatirse con el simple argumento de identificarse con cualidades más que con el cuerpo y el rol que se debe llevar a cabo, pero me preguntó si sólo eso bastará para explicar cómo es que definimos nuestra identidad de género y por tanto nuestra identidad sexual.

Estos cuestionamientos traen a mi memoria un artículo que escribí; el tema era: El rol del padre en la sociedad mexicana y al elaborarlo no pude evitar comparar el antes y el ahora, los padres de antes, las madres de antes, el que ponía las reglas de la casa y era la voz de la autoridad, la que era el cobijo y cuidado dentro de la casa, en comparación con las demandas actuales que se hacen hombres y mujeres, la sensibilidad y cercanía emocional que se requiere de los padres ahora, la fortaleza, practicidad y temple que se exige a las mujeres en el presente y junto con este recuerdo vinieron a mi mente preguntas, implícitas y explícitas, realizadas por varios de mis pacientes: ¿qué es ser hombre? ¿qué es ser mujer?; ¿en qué consiste ser hombre? ¿dejó de ser mujer por ser “masculina”?; ¿dejo de ser hombre por ser sentimental? Pero no todo son preguntas, también existen en ellos mandatos superyoicos que les conflictúan: un hombre debe ser capaz de proveer, una mujer no debe dar el primer paso: un hombre deber ser sexualmente potente, un hombre no debe mostrar su deseo porque eso es ser machista porque es ver a la mujer como un objeto sexual; una mujer no debe mostrar su deseo sexual porque la convierte en una “puta”, una mujer debe ser capaz de disfrutar del sexo porque tiene derecho y es su cuerpo; un hombre no debe dejarse de las mujeres, un hombre no puede ser agresivo con las mujeres porque sería misógino; una mujer no debe dejarse de los hombres, ya que ella tiene valor por sí misma, una mujer no debe desear ser protegida porque no es un ser débil y, sin embargo, se llega a anhelar la protección por parte del hombre.

Al recordar, escribir, leer e incluso escuchar todo lo anterior, es posible darse cuenta de las contradicciones, de los antiguos mandatos y concepción del género contra los nuevos mandamientos respecto a los papeles y acciones de cada uno de ellos, y ni qué decir de los casos de individuos transgénero, transexuales, bisexuales, poliamorosos, pansexuales, queer y demás grupos que han aparecido. Sería ingenuo de mi parte dar respuesta a todos estos temas en un solo trabajo, pero todo viaje de mil millas inicia con un solo paso y este primer paso tiene el objetivo de responder a las preguntas de qué es un hombre y qué es una mujer, es contestar al cuestionamiento de ¿y cómo llegamos aquí? Cómo es que se desarrolla la identidad de género y la identidad sexual.

Primero aclararé el lugar desde el cuál estoy hablando dando una definición acerca de la identidad de género e identidad del sexual. El primero, podríamos entenderlo cómo “la red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades que diferencian a las mujeres y los hombres, como producto de un proceso histórico de construcción social (…) La asignación o rotulación de género se hace a partir de una diferencia sexual biológica (genitales externos del recién nacido), pero deriva o se traduce en una serie de inequidades sociales, que implican subordinación de un género (el femenino) frente al otro (el masculino)” (Bustos, 1998 p. 269).

Por otro lado, la identidad sexual “se basa en experiencias corporales desde la mas temprana infancia hasta la adultez (tocar y ver los genitales propios y ajenos y experimentar sensaciones, tensiones y gratificaciones en relación con ellos), correlativas de fantasías inconscientes muy complejas, de carácter libidinoso y agresivo en relación con sus objetos primarios, preedípicos y edípicos. A las fantasías básicas y universales, que tomarán un carácter específico en cada individuo en función de su historia personal y experiencia vivida, se agregan los significados asignados a la masculinidad y feminidad por las pautas culturales en cada sociedad o grupo, en una época histórica determinada” (Grinberg, 1993 p. 47).

Con base en ello, podemos pensar que la identidad de género e incluso el rol de género, forman parte de la identidad sexual, ya que esta última es el resultado de la integración y simbolización de las otras dos, es decir, es la imagen y la forma en cómo hemos entendido la forma de nuestro cuerpo, sus funciones y posibilidades respecto a la sexualidad, lo cual incluye los mandatos culturales del momento.

Una vez establecido esto, vamos a hacer un pequeño recorrido por lo que podría ser la vida de cualquier persona. Cuando los padres por fin han decidido tener un hijo, en el mejor de los casos, éstos comienzan a generar una idea acerca de quién será y cómo será su vástago, no es raro escuchar charlas en las que se repite una y otra vez una pregunta que hacen los conocidos a la próxima madre: ¿y qué es lo que va a ser? O en su defecto, ¿va a ser niño o niña?

Y muchas veces mamá ya sabe porque a ella y a su pareja también les ha dado curiosidad, ellos ya han deseado saber el sexo de su pequeño, cuando se plantean la pregunta, ellos ya tienen una respuesta respecto a lo que desean de su próximo hijo, si es niño voy a hacer esto o aquello con él, si es niña le voy a comprar esta ropita o esta otra; si es niño, quiero que sea de tal o cual manera, si es niña, quisiera que fuera así o asá… son muchas las fantasías que un hijo despierta en sus padres, así que muchos de ellos desean saber el sexo del bebé para poder comenzar a edificar sus fantasías.

Ya desde el período del embarazo, mamá y papá comienzan a preparar el terreno para la llegada de su nene o nena: ropita, cuarto, juguetes, son muchos los aspectos que hay que cubrir, que hay que pensar y considerar. Incluso, se comienza a pensar en los horarios de comida, qué hacer durante las noches cuando llore, cómo se le va a atender, si se le va a dar biberón o pecho, quién lo va a cambiar o cómo se van a repartir la atención a las necesidades del que está por venir.

Cuando por fin se da el parto y mamá y su pequeño pueden volver a casa el pequeño es introducido a su nuevo mundo, comúnmente es mamá la que se encarga de esas tareas, le enseña poco a poco a traducir sus sensaciones, trata de verbalizar las necesidades de su bebé, le da una voz, aparte de eso, suele ser quien lo amamanta, lo arrulla, le dirige su mirada constante.

El bebé en esos momentos no tiene consciencia clara de su entorno, al inicio, sus sentidos no están bien desarrollados, sólo el tacto, el olfato y el oído le sirven en principio para sentir el mundo, la vista llegará después, hasta ese momento y durante un buen tiempo su mundo serán su cuerpo, sus sensaciones y mamá, aunque no logra distinguirla de sí mismo mamá está ahí. También pueden estar papá y otras personas, pero pensemos por el momento sólo en esta díada de madre-hijo.

Conforme va creciendo, comienza a tener conciencia de que hay otro afuera, que no es él y que es quién atiende sus necesidades, es quien lo ha cobijado, alimentado, hablado, cantado, acariciado, limpiado, comienza a darse cuenta de mamá como un ser aparte de él, ahora sabe que hay un ser que se llama “mamá”. Y esta mamá reacciona a él, da respuesta a sus acciones, cada vez que él llora, ríe, grita o mueve sus manitas y sus piecitos mamá responde de una u otra manera.

Por otro lado, mamá mira cómo va creciendo su bebé, nota y diferencia diversos tipos de llantos, llora por hambre, porque está sucio, porque está sólo, porque está enojado, porque algo le duele, ella en un principio no sabe cuál es cada uno de ellos, ella es quién le da significado. La forma de reaccionar de mamá dependerá de muchas cosas, como pueden ser: su propia capacidad para contactar con el bebé, su propia crianza, su propia madre y el concepto que tiene de sí misma, de la cultura en la que esta insertada y también del sexo de su bebé, dependiendo de cuál sea este, muchas veces cambia la forma en que lo atiende, porque mamá tiene expectativas, tiene una noción de cómo se debe cuidar a un niño o una niña, de cómo deberían ser cada uno de ellos.

Estas expectativas y nociones, las irá actuando con el pequeño, pensará si es muy llorón, muy tragón, muy callado, muy risueño, muy activo o muy lo que sea que ella observe, considere y pondere con el tiempo. La educación, reglas y permisos que le dé lo hará con base en todas estas cosas, decidirá qué sería lo mejor para su bebé para que se convierta en la persona que ella desea que sea.

Hasta ese momento, mamá e hijo serán como uno sólo, pero conforme el pequeño vaya creciendo también lo hará su mundo, crecer le permite separarse de mamá y percatarse de que hay más personas aparte de ella, comenzará a darse cuenta que también se encuentra papá y que papá y mamá tienen una relación diferente, incluso papá es diferente de mamá, hace cosas diferentes a ella, reacciona de otras maneras ante él o ella, su trato es diferente.

Y, es que, aunque él es el mismo, papá y mamá no son iguales con él, todo lo que hacen y dicen ellos, le da un mensaje acerca de sí mismo, de quién es, de qué es, de cómo hace las cosas y cómo debería de hacerlas. También observa que sus padres tienen tareas distintas, actividades que les son exclusivas: mamá juega con el balón y papá lee o viceversa; papá ve la tele o juega mientras mamá hace la comida; mamá lo acaricia mientras que papá lo carga; estas diferencias llaman su atención y comienza a buscar incluirse en estas actividades, comienza desear a ser como uno u otro.

El pequeño sabe que mamá y papá son diferentes, aunque no sabe exactamente en qué radica esta diferencia, sin embargo, si tiene la fortuna de tener un hermano, observará que el cuerpo de mamá ha cambiado y que después de un rato apareció otro bebé y el cuerpo de mamá volvió a la normalidad, eso es algo que papá no es capaz de hacer. Tendrá ante sí, el misterio de la maternidad y comenzará a buscar respuestas, indagará e investigará para resolver este misterio y, en sus investigaciones, se percatará de que su cuerpo y el cuerpo de sus padres son diferentes y no sólo en cuanto al tamaño, eso es obvio, sino en su anatomía, su cuerpo se parecerá más al de uno u otro, descubrirá que hay una diferencia de sexos.

Hasta aquí llegaré con este recorrido y puntualizaré algunas cosas que considero son de relevancia:

  • Desde el momento en que los padres establecen el sexo biológico de un bebé, lo insertan en una dinámica de diferencias entre ser hombre y ser mujer.
  • Estas diferencias están definidas por la historia personal de los padres y la cultura de la que forman parte.
  • La díada madre-hijo es una díada recíproca, tanto madre como hijo responden ante los actos del otro.
  • En esta díada, las fantasías de la madre respecto al sexo de su bebé, la transforman en una pseudo tríada, ya que a nivel inconsciente intervienen los objetos internos de la madre.
  • Al inicio, el pequeño no tiene consciencia de una diferencia de sexos, de lo que tiene consciencia es de las diferencias en cuanto a personalidad y roles de los padres.
  • El descubrimiento de la maternidad y la diferencia de los sexos es de suma importancia en la concepción del ser hombre o mujer.

Creo que es más que claro, que la cultura atraviesa al individuo y le da una definición del ser, todos nosotros tenemos una noción de qué es ser hombre o mujer, por lo menos a nivel social tenemos una concepción básica, a esta concepción se le añadirán las modificaciones realizadas a partir de las experiencias personales, es decir, la identidad de género es un interjuego de ambas. La cuestión es definir cómo es que el niño asume esta identidad.

Dos situaciones hay que resaltar: la primera es que la díada madre-hijo, en sus primeras etapas, implica que no hay un objeto total para el niño, como ya lo resaltará Melanie Klein, la relación del niño es con partes de un objeto, es decir, en un inicio, mamá equivale a pecho, no a un ser femenino, sino a un objeto de características satisfactorias y frustrantes. El bebé proyecta e introyecta partes de sí mismo sobre este pecho hasta que es capaz de considerarlo un objeto total, cuando mamá deja de ser pecho y es por fin mamá.

Con base en esto, no sería adecuado pensar que la identidad de género se da por una identificación con el pecho, más bien sentaría las bases para el posterior desarrollo de ésta. Estas bases, son las características asexuales que puede tener el pecho, simplemente son cualidades que el bebé percibe.

Sin embargo, es en el curso y el posterior desarrollo de la posición depresiva, en la cual podemos inferir los primeros acercamientos a lo que será la identidad de género. Como ya mencioné con anterioridad, la díada de madre-hijo en realidad es una pseudo tríada gracias a los objetos internos de la madre, cuando Ogden intenta replantear el complejo de Edipo femenino nos dice que “El papel de la madre como objeto transicional edípico es permitirse a sí misma ser amada como un hombre (su propia identificación inconsciente con su propio padre). Al hacerlo así, inconscientemente dice a su hija: «Si yo fuese un hombre, estaría enamorada de ti, te encontraría preciosa y desearía ardientemente casarme contigo». Como la mente inconsciente no sabe nada de «si yo fuese…», la comunicación inconsciente de la madre se expresa más exactamente como «yo soy un hombre, tu padre, y estoy enamorado de ti, te encuentro preciosa y quiero casarme contigo»” (Ogden, 2012 p. 44)

Esta concepción del Edipo femenino y de las identificaciones inconscientes de la madre no se aplica sólo en este caso, de manera inconsciente, la madre es capaz de trasmitirle muchas cosas a su bebé, y de igual manera sucede con los mensajes respecto al género. Como dijimos, cada mamá tiene su idea de lo que es ser hombre y ser mujer y esta idea será transmitida al bebé así como la suya le fue transmitida en su momento: su ideal del ser mujer o del ser hombre, las expectativas y consecuencias con las que ha vivido son lo que comienza a transmitir, es decir, el bebé se relaciona con el hombre o la mujer que la madre tenga en mente.

“Dado que la madre normal desea vincularse con su hijo, sería doloroso para ella si éste respondiese negativamente a un rango de sus comportamientos, los cuales intentan entretener o tranquilizar al infante (…) Si es capaz de contener su decepción y sentir la experiencia del infante, éste tendrá más posibilidades de vincularse con ella (…) ¿Qué sucede si ella siente que es un fracaso o que hay algo malo con el niño? Esto puede conducirla a dar mayor estimulación al niño (para desesperadamente atraerlo) o alternativamente mantener su distancia con él (…) Para el niño altamente endógeno la respuesta adaptativa interna puede ser intentar dar respuestas desde un falso self” (Ellman, 2012 pp. 119-120) En la interacción madre-hijo, hay una lectura simultánea entre los miembros de la díada, tanto la madre da significado a lo que el niño “dice” así como el niño lee las reacciones de la madre e intenta complacerla, así si las respuestas que el niño corresponden con el esquema de género que la madre tiene, vivirá estas respuestas como apropiadas, mientras que las que no sean adecuadas, se calificarán de errores, es en este juego de identificaciones proyectivas, que la idea de género, comienza a establecerse, aún sin la diferenciación sexual.

Lo que termina por cerrar la fórmula, es justo el descubrimiento de la maternidad y la diferencia de los sexos, enfatizo estos dos hechos porque son marcas biológicas importantes, innegables: un hombre no puede dar a luz y una mujer no puede tener pené. Como una nota aparte, considero que es justo estos descubrimientos los que pueden generar sentimientos de misoginia y misandria naturales a todos los individuos.

Cuando por fin el niño se percata de estas diferencias, los objetos y características que en el pasado había introyectado o identificado, adquieren el carácter sexual, el niño comienza a denominar a las cosas conforme a la división de hombre y mujer, masculino y femenino, las observaciones realizadas a niños que acaban de cursar por el camino de la diferencia de género son buenos ejemplos, las observaciones fueron realizadas en un grupo de 70 infantes, 35 niñas y 35 niños entre los 15 y 19 meses de edad, durante esta etapa dieron muestra de pasar por lo que se podría llamar la etapa genital primaria, tanto niños como niñas iniciaron una conducta masturbatoria como resultado de explorar sus genitales, esta exploración derivo en la curiosidad por los genitales de sus compañeros y sus padres y con ello al descubrimiento de la diferencia de los sexos.

Tanto los niños como las niñas mostraron conductas exhibicionistas, en los niños éstas estaban llenas de orgullo, mientras que las niñas, se mostraban coquetas y se levantaban las  faldas para mostrar los genitales; sin embargo, el juego de ambos vio un cambio considerable los niños mostraron un aumento en la cantidad de actividad física y aumento en el juego con carros de juguete, camiones, aviones y otro tipo de objetos que pudieran ponerse en movimiento. Por otro lado, las niñas, en un inicio, hacían uso de objetos que pudieran colocarse en el área del perineo y que hacían referencias fálicas, para después tomar una conducta más cohibida, con vergüenza, además los juegos se llevaron a cabo en interiores (Galenson, 1980). Estas observaciones parecen coincidir con las que llegara a hacer Erikson, en las cuales el juego es una representación de la diferencia de los sexos y de las capacidades de los sexos, prefiriendo los niños los juegos en exteriores y las niñas el juego en el interior de la casa como modelo del útero.

Después de todos estos caminos, que el niño debe recorrer, es cuando la identidad de género comienza a implantarse, el niño ya no se identificará con objetos asexuados sino con hombres y mujeres, los mensajes antes recibidos por los padres son simbolizados nuevamente y se agregan los mensajes y observaciones que haya escuchado alrededor del ser hombre y ser mujer.

Con esto, doy por concluido este trabajo, aunque más preguntas se alzan después de esto, imposible tratar de responder todas, los planteamientos de Langer quedan abiertos a un debate más profundo, y que en el futuro espero abordarlos.

Bibliografía

  • Bleichmar, Silvia (2014) Las teorías sexuales en psicoanálisis. Qué permanece de ellas en la práctica actual, Buenos Aires: Paidós
  • Bustos Romero, Olga (1998) La formación del género: El impacto de la socialización a través de la educación en Antología de la sexualidad humana Tomo I (p. 267-298), México: Miguel Ángel Porrua.
  • Ellman, Steven (2012) When theories touch: an attempted integration and reformulation of dream theory en The significance of dreams (p. 109-154), USA: Karnac.
  • Galenson, Eleanor (1980) Characteristics pf Psychological Development During the Second and Thrid Years of Life en The Course of Life Vol. I: Infancy and Early Childhood, EUA: International Univ. Press.
  • Grinberg, Leon y Grinberg, Rebeca (1993) Identidad y cambio, España: Paidós.
  • Ogden, T.H. (2012). La relación edípica transicional en el desarrollo femenino. Rev. Psicoanál. Asoc. Psico. Madrid, 66:37-60.
  • Parens, Henri (1980) Psychic Development During the Second and Third Years of Life en The Curse of Life: Psychoanalytic Contributions Toward Understanding Personality Development Vol. 1 Infancy and Early Childhood (p. 459- 500) EUA: International Univ. Press.