Violencia de Pareja: El masoquismo de los pacientes.

Autora: Roxana Inclán

 

Freud en “El problema económico del masoquismo” (1924) mencionó que el masoquismo era un fenómeno psíquico incomprensible debido a que si se toma como base que el principio de placer gobierna los procesos anímicos, la meta inmediata de todo ser humano sería, por un lado, la evitación de displacer y, por otro, la ganancia de placer. Sin bien, no siempre funciona así.

Lo anterior es sin duda confuso e incluso genera impotencia si se piensa en casos donde existe violencia de pareja, y es que, es inevitable hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué las personas que sufren en una relación amorosa, continúan en la misma? A simple vista uno no entiende pero tal vez vale la pena cuestionarse sobre este fenómeno.

Por lo tanto, más allá de identificar y juzgar a la víctima y al agresor como tal, y sin intenciones de llegar a culpabilizar a la víctima o justificar al agresor, el presente trabajo busca dar algunas explicaciones acerca del masoquismo que podemos encontrar tanto en casos de violencia familiar como de pareja.

Freud, citado en Sanin (2006) resume el masoquismo en tres grandes momentos: El primero con respecto al masoquismo como un sadismo vuelto hacia el propio yo. Segundo, un masoquismo que deviene del sadismo como efecto de la conciencia de culpa. Y tercero, un masoquismo erógeno originario, en el cual, la pulsión de muerte permanece en el interior del organismo, ligada libidinosamente.

Por lo tanto, el masoquismo deviene secundariamente del sadismo de la siguiente manera: Primero el sadismo consiste en una acción violenta dirigida a otra persona como objeto. 
Este objeto es resignado y sustituido por la persona propia, es decir que hay un cambio de activo a pasivo y, por último, se busca como objeto una persona ajena, que toma sobre sí el papel de sujeto. De esta forma, el masoquismo puede llegar a funcionar como una superestructura psíquica según Sanin (2016), donde éste busca de nuevo un otro que tome sobre sí el papel de sujeto, esto es, que el masoquista se haga objeto del goce del otro.

Ahora bien, podemos entender que el masoquismo entonces se relaciona con un sadismo primario pero ¿qué ganancias secundarias tendrá alguien que permanece bajo los ataques de un otro? Para Freud (1924) existían tres maneras de pensar el masoquismo:

La primera consistía en un masoquismo relacionado con la excitación sexual. La segunda, en un masoquismo de tipo infantil, esto quiere decir, que el sujeto busca de manera inconsciente ser tratado como un pequeño infante que se encuentra desvalido y dependiente. Y por último un masoquismo moral, en el cual el yo reacciona con sentimientos de culpa ante la percepción de que no está a la altura de los reclamos de un superyó que conserva caracteres de las personas introyectadas, es decir, figuras caracterizadas por su poder, su severidad, su inclinación a la vigilancia y el castigo (Sanin, 2016). No olvidemos que esta severidad puede verse complementada por un superyó temprano persecutorio, el cual nuevamente se liga al sadismo primitivo propuesto en un inicio por Freud y luego recalcado por Klein.

La teoría de Freud sobre el masoquismo es sumamente interesante ya que estas tres explicaciones podrían de alguna forma estar entrelazadas. Por ejemplo, el sentimiento de culpa y la necesidad de ser castigado por un figura parental, está relacionado también con otro deseo que es el de entrar con esta figura parental en una vinculación sexual pasiva. Es por tanto, que a partir del masoquismo el complejo de Edipo es reanimado (Freud, 1924).

En el manuscrito de “Pegan a un niño” (Freud, 1919) se menciona como la represión opera sobre impulsos eróticos incestuosos que hacer emerger un castigo bajo la forma “mi padre me pega”. Esta fantasía consiste en la expresión directa de la conciencia de culpabilidad, ante la cual sucumbe el amor al padre. Esto quiere decir que se sustituye la fantasía “mi padre me ama” por “mi padre me pega”, de modo tal que en dicha fantasía inconsciente confluyen la conciencia de culpa con el erotismo, de allí el carácter paradójico del masoquismo erógeno y el masoquismo como expresión sexual (Sanin, 2016).

Por lo tanto, permanecer en una relación que castiga y agrede, es una forma de revivir un Edipo, ya sea tanto negativo como positivo y permanecer con el padre/madre.

De este modo, una persona con rasgos masoquistas puede exponerse o incitar la agresión del otro, cometiendo faltas que generan castigo o colocándose en situaciones donde puede ser maltratada por someterse a la necesidad de castigo, en la que el yo busca expiar una culpabilidad inconsciente. O incluso puede fastidiar o irritar al otro, sin necesidad de cometer la falta, hasta el punto en que el otro responda con el castigo o el acto violento (Sanin, 2006).

Por otro lado, Reich, citado en Donajkska (2014) niega que la situación principal en el masoquista sea un sentimiento de culpa o la necesidad de castigo. Reich está convencido en que se trata más de una profunda desilusión amorosa, por lo que la provocación se dirige contra los primeros objetos intensamente queridos que ocasionaron una decepción al no gratificar de manera suficiente el amor del niño ya sea por fallas parentales y/o por la voracidad del infante. Esto se refleja con el hecho de que las personas masoquistas demandan un excesivo cariño, pero lo demuestran y exigen encubriéndolo bajo el disfraz de las quejas, las provocaciones y del parecer infeliz.

Sin embargo, considero que lo anterior no necesariamente está alejado de Freud ya que éste, citado en Gracia & Rojas (2015), afirmaba que el sentimiento inconsciente de culpa se genera en el niño debido que el cuidador se opone a la satisfacción de las pulsiones éste. Esto ocasiona en el niño una hostilidad hacia el cuidador/autoridad que al no poder descargarse por la falta de madurez física, es redirigida al yo y, en esta vuelta se transmuda en angustia por la pérdida de amor.

Lo anterior sucede en un estado de completo desvalimiento y dependencia respecto al cuidador y es por ello que experimenta el peligro de ser abandonado y por tanto aniquilado o, destruido por esas figuras a quienes desea destruir y que inclusive pudo haber destruido en su fantasía considerando la teoría Kleiniana. Esto puede devenir en la mayoría de las veces en una conciencia moral o en un sentimiento de culpa inconsciente y persecutorio.

A decir de lo antes mencionado, el carácter masoquista no tolera el abandono ni tampoco tolera renunciar a un objeto ni puede despojarlo del papel protector que le dio. No tolera la pérdida de contacto y trata de restablecerlo en su forma inadecuada, es decir, mostrándose desgraciado (Donajska, 2014).

Aunado a lo anterior, el masoquista, como narcisista que es, necesita demostraciones excesivas de cariño para aplacar la angustia proveniente de la frustración, fantaseada o real pero al no poder ser gratificada esta exigencia desmedida de cariño, aparecen la tortura a sí mismo, la queja, el sufrimiento y la provocación. Por consiguiente, según Donajska (2014) el elemento básico del fracaso es que el rencor y la provocación se dirigen contra la misma persona que se quiere y de quien se exige cariño (pareja, padres y analista).

Recapitulando hasta el momento, el masoquismo puede ser una manera de volver el sadismo hacia sí mismo debido al sentimiento de culpa, al miedo a la retaliación, así como miedo al abandono y pérdida del amor en el cual se sufrió una transfiguración amor/dolor como en “pegan a un niño”. Esto a su vez se relaciona con la reactivación de un Edipo que incluso puede ser más temprano que el que proponía Freud y que se liga a un Edipo más primitivo (Freud, 1919).

Ahora bien, según Freud, citado en Eisenberg (2011) el masoquismo comprende todas las actitudes pasivas hacia la vida y el objeto sexual, con el condicionamiento de la satisfacción al hecho de padecer un dolor físico o anímico y soportar toda clase de humillaciones y martirios, tanto en forma simbólica como real del objeto “amado”.

Por último, Lacan, citado por Donajska (2014) menciona que el “masoquista se convierte en objeto-instrumento de una voluntad de goce que no es propia, sino del Otro. Es decir, el goce se sostiene en la obediencia del sujeto a un mandato, lo que lo lleva, a destruirse en la sumisión al Otro”. Esto me parece claro cuando pienso en personas donde la existencia del Otro se convierte en la propia, lo cual permite vivir en negación de la propia herida narcisista, misma que considero están evitando aceptar por lo doloroso que es.

Considero importante mencionar que el masoquista llega a considerarse una estructura perversa, que, como menciona Donajska (2014) se caracteriza por “la voluntad del sujeto de transformarse en objeto de goce ofrecido a Dios, convirtiendo la ley en una burla, y por el deseo inconsciente de anularse en el mal absoluto y en la auto aniquilación”. Lo anterior quiere decir que el perverso puede continuar considerándose él mismo como único objeto de deseo que hace gozar al Otro. Es así que, de una manera perversa, es probable que los pacientes masoquistas se vivan inconscientemente como ese instrumento de goce de sus parejas y familiares cuando descargan la agresión en éstos mismos, sabiendo que ellos son los únicos que soportan tales descargas agresivas.

Ahora bien, el masoquista es una persona de una fuerte disposición sádica, que ha sido desviado de su mira instintiva (activo a pasivo). El fracaso, la negación en la persecución de miras instintivas agresivas y violentas hacen probable la inversión de los instintos sádicos a los masoquistas, ocurriendo este cambio en la fantasía (Donajska, 2014). Esto lo menciono porque, durante el análisis con este tipo de pacientes, uno como analista puede llegar a sentir agresión hacia estos pacientes como resultado de una identificación proyectiva, así como una angustia al interpretar por “temor” de ser vivido como una figura sádica, lo cual paradójicamente convierte a los pacientes masoquistas en la figura sádica.

 

Implicaciones terapéuticas

Con este tipo de pacientes es común que como analistas se desee romper con algunos elementos del encuadre, esto se debe a que el paciente masoquista reacciona de manera negativa a los límites. No obstante esto es algo deseable ya que brinda la oportunidad de que el paciente aprenda que aunque éstos se enfaden serán aceptados (de Celis, 2014).

Del mismo modo se sugiere que durante el tratamiento se haga énfasis en la capacidad que uno tiene de mejorar las cosas porque permite reforzar al yo en lugar de infantilizarlo aunque esto pueda llega a frustrar e irritar al paciente (de Celis, 2014).

Por otro lado, no se debe olvidar el valor que tiene un adecuado timing debido a que puede generar en el paciente la sensación de sentirse criticado y culpabilizado. McWilliams, citado en de Celis (2014) considera que el analista debe desarrollar el “arte de transmitir una apreciación empática y al mismo tiempo adoptar una actitud confrontadora que respete su habilidad para hacer su voluntad consciente y cambiar sus circunstancias”.

 

Conclusiones

Sin duda considero que lo que hace más complejo el tratamiento con estos pacientes es el trabajo que uno como analista debe realizar con respecto a la agresión tanto propia como la del paciente, así como el trabajo con el paciente con respecto a la identificación proyectiva, la compulsión a la repetición y el concepto de excepcionalidad. Este último se refiere la posición que toman los paciente como sujetos que han sufrido y se han privado bastante y que por tanto tienen el derecho como decía Freud, citado en Gracia & Rojas (2015) de que “se les excuse y puedan reclamar privilegios sobre los demás” y en donde los demás están obligados a cambiar para que su vida mejore puesto que ellos son las víctimas.

Para cerrar el presente ensayo es preciso mencionar que en cada caso, en cada paciente con un carácter o rasgos masoquistas existen diversas razones y factores que ocasionen dichos rasgos, por lo tanto, no se debe olvidar siempre escuchar la singularidad de cada paciente y estar atentos a los distintos discursos que existen.

 

 

Bibliografía:

  • De Celis, M (2014) Personalidades masoquistas (o autodestructivas) (McWilliams, N. Diagnóstico psicoanalítico. Comprendiendo la estructura de la personalidad en el proceso clínico). Aperturas Psicoanalíticas. No. 47
  • Donajska, K (2014) El valor del dolor en el masoquismo. Recuperado de http://imgbiblio.vaneduc.edu.ar/fulltext/files/TC116714.pdf
  • Eisenberg, E (2011) Dolor y perversión. III Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XVIII Jornadas de Investigación Séptimo Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
  • Freud, S (1919) De la historia de una neurosis infantil (el Hombre de los Lobos) y otras obras. Tomo XVII. Editores Amorrortu. Argentina.
  • Freud, S (1924) El yo y el ello y otras obras. Tomo XIX Editores Amorrortu. Argentina.
  • Gracia & Rojas (2015) Las posibilidades de una intervención clínica con mujeres maltratadas: Estatuto de víctima y fantasía masoquista. rivium – Estudos Interdisciplinares7(1), 36-51. Recuperado em 07 de setembro de 2018, de http://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2176-48912015000100005&lng=pt&tlng=es.
  • Sanin, A (2006) Masoquismo, de la culpa inconsciente a la necesidad de castigo. Grafías. Disciplinares de la UCPR. No. 3 Pag 139 – 151.