Una consideración de las diferencias de género entre analista y analizando.

Autor: Antonio Galván

Durante la época actual, se han presentado diferentes propuestas, ideas y posturas sobre lo que se entiende por género, generando diferentes debates, y discusiones que, en el mejor de los casos, nos permiten ampliar el concepto de género, y esto abre ante nosotros, un panorama basto para poder discutir y comprender la interacción con personas cuyo género es diferente al propio, así como profundizar en el entendimiento del propio género. Ante estas posibilidades, también se encuentra la opción de darnos una zambullida a lo que las diferencias entre géneros pueden significar dentro del espacio analítico, ya que es un factor esencial dentro de las variables que se presentan en interjuego durante el avance del proceso psicoanalítico de un paciente.

Esto último, puede ser visto como algo evidente pero pocas veces explorado y cuestionado. Si consideramos que la pregunta: ¿cómo es que el género del analista afectará la relación con el paciente? Es una cuestión valida y altamente rica para entender la interacción entre dos personas, entonces se puede entender la importancia que el fenómeno del género tiene para con los diferentes fenómenos que se van incluyendo en el análisis, entre ellos: la transferencia, el material que el paciente puede presentar e incluso en las interpretaciones que el analista proporciona al sujeto. Ante esto, recuerdo una frase dicha por una supervisora, que me hizo cuestionarme todos estos fenómenos, “los analistas hombres, generalmente, interpretan la transferencia erótica de forma apresurada cuando se encuentran ante pacientes mujeres”. Con esto en mente, comprendí que, en muchos casos, las diferencias de género llegan a permear de forma importante el análisis, pero que llega a suceder puesto que en muchas ocasiones el mencionar que: hombres y mujeres son diferentes y por lo tanto, reaccionaran y entenderán la vida diferente, suena a una obviedad. Una obviedad que llega a impedirnos entender que es un factor esencial en el entendimiento de la relación analítica.

Este trabajo, busca mencionar algunos posibles aspectos que suceden cuando la diferencia de género se hace presente en el interjuego de variables que afectan el análisis, de tal forma que todo el proceso tiene tintes de aspectos fundamentales y cruciales gracias a las diferentes perspectivas entre géneros. Provocando así, diferentes reacciones en el analista y el analizando, situación que, a veces, puede llevar al poco entendimiento del mundo interno del paciente y llevando a un análisis poco fructífero para ambas partes. Para esto, comenzaré por mostrar un fragmento del análisis de una paciente que duró en tratamiento por un periodo de año y dos meses, utilizándolo como punto de partida para poder tener una discusión teórica mejor fundamentada y más rica del posible fenómeno sucedido durante el tratamiento y, a su vez, generar posibles conclusiones para comprender con mayor profundidad la postura que el analista debe tener ante dichos fenómenos. A su vez, quiero aclarar que este trabajo es, a mi consideración, un intento inicial de comprender un fenómeno que sin duda es altamente complejo y profundo.

Fragmento de un análisis.

Silvia es una mujer de 45 años de edad, quien llegó a tratamiento debido a su reciente divorcio y buscando, según ella, la mejor estrategia para poder sobrellevar el duelo que sufría por la separación con su esposo. Esto último era de vital importancia para ella, puesto que había tenido antecedentes de estar internada en un hospital psiquiátrico por un diagnóstico de depresión mayor; estuvo internada durante 6 meses, bajo tratamiento psicológico y farmacéutico, después fue dada de alta. Con su reciente separación, tenía miedo de volver al hospital y por ello prefirió buscar ayuda antes de que la situación emocional saliera de su control.

Durante los primeros meses de tratamiento, Silvia me relataba lo difícil que fue para ella crecer en un ambiente hostil, donde su madre las golpeaba y viviendo en condiciones de pobreza extrema ya que su madre trabajaba limpiando casas y el padre había desaparecido a partir del embarazo de la madre. Posteriormente, la madre de Silvia se casó y tuvo más hijos. Silvia relata que siempre tuvo que atender a sus medios hermanos y de hacerlo mal su madre la golpeaba con cables o sartenes. Silvia se casa por primera vez a los 18 años, se embaraza de su primer hijo y a los pocos meses se divorcia ya que su esposo era abusivo y controlador. Posteriormente se vuelve a casar y tiene un hijo y una hija más, vivió casada, a decir de ella, feliz y contenta por 20 años, hasta que encontró a su esposo siéndole infiel, por lo que decidió divorciarse por segunda vez.

Después de estos relatos, la paciente solía comentarme que quería un novio que la amase, escuchase y a quien describió físicamente parecido a mí “quiero un güerito, de ojos azules y blanquito”. Ante esto, no pude evitar interpretar su deseo de que yo fuese su pareja puesto que en mí ponía todas las características idealizadas en un hombre. Ella se río y me respondió que eso no era posible por dos razones, la primera porque era su terapeuta, la segunda porque yo era demasiado joven para ella, y que mi interpretación no le hacía sentido. Posteriormente, consideré la posibilidad de una fantasía idealizada hacia un padre que se había marchado, con características deseadas ser encontradas en una pareja. Al interpretarle esto, me dijo que eso sí le hacía sentido, e insistí con el hecho de que veía esas características en mí, por lo que me veía como padre y como posible pareja. Ante esto, volvió a responderme con negativas, ya que el hecho de que fuera más joven que ella, le hacían pensar que no tenía sentido mi interpretación.

Acepto que, por un periodo de varios meses, me sentí frustrado por no comprender a mi paciente, puesto que yo consideraba que se estaba defendido de la supuesta erotización del vínculo entre ambos, para mí era muy clara la relación entre sus fantasías de pareja, y el cómo yo cumplía con la mayoría de las características que ella describía. A mi entender, daba la impresión de que no se esforzaba por conseguir una nueva pareja, (a pesar de describir un gran deseo por conseguir una) puesto que eso evitaría que ella pudiese continuar el análisis conmigo, ya que sería un equivalente, en su mundo interno, a serme infiel.

No fue sino hasta después de supervisar el caso, que se abrió un nuevo panorama para el análisis de la paciente. Silvia describía cómo se sentía molesta con su hijo mayor, ya que estaba próximo a casarse con una mujer que no era del agrado de la paciente, describiéndola como “albóndiga con patas” y refiriendo que sólo buscaba a su hijo por su dinero, no porque realmente lo amara. Cabe mencionar que el noviazgo de su hijo fue abordado durante 3 meses del análisis, en los cuales yo le interpretaba su incapacidad para separarse de su propio hijo y su deseo de seguir viéndolo como un niño pequeño que la necesitaba siempre a su lado. Ante dicho material, mi supervisora del momento me comentó: “tú no eres su pareja, eres su hijo a quien le duele perder. Y no lo has visto porque, tú nunca has vivido ni vivirás el dolor de una madre por perder a su primer hijo”. Ante estas palabras, comprendí que mi incapacidad para entender el caso de Silvia era por mi falta de empatía, puesto que yo intentaba comprender su lógica de mujer y madre con mi lógica de hombre, pues proponía que ella quería mantener a su hijo con ella y no dejarle hacer su vida de forma independiente con otra mujer, (dicho sea de paso, éste suele ser un discurso de los padres hacia las madres cuando un hijo contrae matrimonio). Así, ambos estábamos enfrascados en una discusión entre géneros donde no nos comprendíamos y el análisis avanzaba más como un debate entre hombre y mujer que un acompañamiento del analista para que el analizado comprendiera mejor su mundo interno.

Complejo de Edipo, transferencia y self.

Para dar inicio a este rubro, considero necesario entender la dinámica de la trasferencia que sucedía entre ambos. Recordemos que la transferencia hace alusión al fenómeno por el cual, el paciente deposita en la figura del analista a los objetos infantiles. Freud, en Esquema del psicoanálisis (1938), hace la siguiente explicación de la transferencia: “Lo más asombroso es que el paciente no se reduce a considerar al analista, a la luz de la realidad objetiva, como el auxiliador y consejero…no, sino que ve en él el retorno-reencarnación- de una persona importante de su infancia, de su pasado, y por eso trasfiere sobre ese arquetipo” (Freud, 1938, pp. 175). Con esto, se comprende que los pacientes, ven en el analista a las figuras primarias de su infancia.

Ahora bien, dichos objetos se van conformando, a partir del desarrollo psicosexual del sujeto; desarrollo por el cual, el paciente va realizando las representaciones psíquicas de aquellos objetos externos con los cuales interactúa durante su crecimiento. Para que dichos objetos puedan ser instaurados, la relación entre sujeto y objeto es fundamenta, Silvia Bleichmar (2004) menciona que las relaciones con el otro, son lo que permite la producción endógena de un fenómeno psíquico, puesto que es a través de esta interacción que la información es procesada en el mundo interno, dando como resultado un objeto representacional, “Esto remite a la idea de que como plus de placer que no se reduce a la autoconservación, la sexualidad genera las primeras representaciones psíquicas y es, de alguna manera, productora de los inicios de cualquier simbolización” (Bleichmar, 2004, pp. 22). A su vez, la misma autora nos postula: “El material que se recibe es exógeno, pero lo que se produce ya no es exógeno” (Bleichmar, 2004, pp. 25). Con esto, es posible confirmar que estos objetos representacionales, se van construyendo por la interacción del sujeto con sus objetos primarios y va siendo una parte constitutiva de su psiquismo. A su vez, creo importante señalar ahora, que es común encontrar que, durante el análisis, los analistas nos centramos en cómo vivió el sujeto el complejo de Edipo desde la perspectiva de hijo o hija, pero no consideramos el cómo puede esto reflejarse cuando son padres y sus papeles en la dinámica cambia.

Siguiendo la idea anterior, surge la duda de ¿qué es lo que se hace con dichos objetos representacionales? Es verdad que esas representaciones van formando parte de lo que posteriormente sería el superyó, creo que es prudente considerar aquí los postulados de Grinberg (1993) sobre el concepto del self, donde se considera que, gracias a la interacción del sujeto con sus objetos, se identifica con ellos y va creando introyectos que le permitan constituir el self nuclear y objetos orbitales a los que pueda recurrir en cierto momento, detenernos en este punto es crucial, puesto que el papel de los objetos orbitales pocas veces es considerado. Grinberg, menciona a Wisdom, y retoma ideas postuladas por este autor para explicar la diferencia entre objeto nuclear y objeto orbital: “El objeto incorporado puede formar parte de lo que él llama la orbita y ser visto por el self como un objeto interno que mantiene con él relaciones objetales internas. A este proceso el autor lo denomina como identificación o introyecto orbital…el objeto puede ser incorporado al núcleo formando parte así de la perspectiva del self, que no tiene relaciones objetales con este objeto, sino que, por el contrario, unido a él, mira al mundo tanto externo como interno. Aquí se trata de una identificación o introyecto nuclear” (Grinberg, 1993, pp. 33). Esto explica que dentro de la constitución del self, se encuentran dos tipos de objetos o introyectos, los orbitales que se encuentran dentro del self, pero no son considerados como parte del núcleo, (aunque pueden llegar a ser parte del mismo en su momento) y, por otro lado, los objetos o introyectos nucleares, que forman parte del núcleo del self y de la identidad del mismo.

Con lo descrito en párrafos anteriores, nos es posible pensar que, mediante la relación con los objetos primarios, a través del desarrollo psicosexual, el sujeto va creando los objetos representacionales que pueden ser ya sea orbitales u nucleares. Estos mismos objetos son los que serán depositados en la figura del analista mediante el fenómeno de transferencia. Esto, da pie a considerar que el complejo de Edipo, llega a tener un papel fundamental en la creación de dichas dinámicas internas, puesto que es a través de éste que, la relación que se tiene ante estos objetos se va comprendiendo y entendiendo dentro del mundo interno. Dicha relación mantiene siempre la asimetría entre hijos y padres, “Esta asimetría, esta dependencia base, es la condición misma de la humanización…lo que no va a dejar de existir es la asimetría” (Bleichmar, 2004, pp.16). esta relación asimétrica también es re-vivida por el paciente mediante el fenómeno de la transferencia. Sumado a esto, también entonces se puede considerar que los padres, al momento del nacimiento de sus hijos, integran dentro del self nuclear, una de las características de sus objetos orbitales. Es decir, toman del objeto materno o paterno, la característica de ser madre o padre y con esto la integran al núcleo, para que se vuelva parte de la identidad del sujeto, “yo soy padre”, “yo soy madre”.

Integración teórica.

Llegados a este punto, la cuestión a seguir sería ¿qué fue lo que sucedió en el análisis de Silvia? Como dije anteriormente, considero que mi posición de varón jugó un papel crucial durante los primeros meses del proceso analítico, puesto que dentro de la forma en que la relación se fue construyendo entre ambos, llegó a ser una problemática constante entre nosotros, el hecho de que yo me mantuviese en la postura de hombre sin permitir entender el movimiento de pulsiones que ella estaba sintiendo como mujer. Pero ¿qué implica todo esto?

Según lo que hemos revisado sobe la teoría psicoanalítica, se debe considerar que Silvia, depositaba en mí, de forma transferencial, uno de sus objetos contenidos en su self. Ahora bien, si entendemos que en el fenómeno transferencial los objetos que son depositados a la figura del analista son los que forman parte del mundo interno del paciente, hago la siguiente pregunta ¿es posible que no sólo se puedan transferir los introyectos infantiles? ¿Es posible que se transfieran también, objetos representacionales de los objetos externos posteriores a las etapas del desarrollo? Creo poder responder que sí, puesto que es coherente considerar que los padres, durante la crianza van creando un objeto representacional de sus hijos, puesto que la interacción con ellos se da incluso antes del nacimiento del mismo (las expectativas y fantasías de la madre van dando inicio a esta construcción psíquica). Así, estos objetos se van creando dentro del self, pero de forma orbital, puesto que hacerlo de forma nuclear por parte de los padres (no así del infante) correspondería más a una fusión con el objeto. Como se ha mencionado, Bleichmar considera que la relación con los objetos externos es crucial para crear los objetos internos, para este proceso la sexualidad es fundamental. Es con esto que la autora considera que “el otro es la condición de la sexualización de la cría” (Bleichmar, 2004, pp.25) pues es a través de la sexualización que los padres hacen con sus hijos, la posibilidad de una relación, pues son las pulsiones libidinales depositadas en dichos objetos, “Creo que justamente una de las cosas mas interesantes de los temas que estamos trabajando es pensar a la madre como sexuada, y no solo como madre suficientemente buena”. (Bleichmar, 2004, pp.24)

Comprendiendo lo anterior, entonces nos es posible pensar que un paciente puede transferir a su objeto orbital, representante de sus hijos en la figura del analista, y así ponerse en una posición maternal con él. En el caso descrito, esto fue lo sucedido con Silvia, quien me depositaba a mí a su objeto-hijo, en intentaba sustituir conmigo la presunta pérdida de su hijo, a manos de la denominada “albóndiga con patas”. Sin embargo, mi postura fue distinta. Si bien es cierto, que la contractuación no tiene cabida en el espacio, yo rechacé lo transferido hacia mí, puesto que inconscientemente, consideré que ese espacio estaba ocupado por su hijo real, me centré en la figura perdida de padre-esposo y fue ahí donde me coloqué dentro de mi pensamiento de su transferencia. Esto por el hecho de no comprender que, el sentir de Silvia era que, el matrimonio de su hijo implicaba ya no ser madre, puesto que, durante los 24 años de vida de éste, él le había acompañado desde su primer divorcio, volviéndose así la parte más integra de su self. Esto por el hecho de haber perdido a su primer esposo y ahora perdiendo al segundo su hijo fue la única constante. Silvia llegaba a sentir que una parte esencial de su mundo era robada por otra mujer. Ante esto, mi comprensión fue mínima, puesto que, en efecto, no soy madre y el proceso de recreación de la identidad que sufren las madres a partir del nacimiento de su primer hijo no era entendido dentro de mi lógica de varón y en mi lógica de “más joven” como repetía la paciente. Ante la conflictiva edípica que se generaba en la paciente, y por conflictiva edípica me refiero al complejo donde ella funge el papel de madre y no como hija, yo me posicioné en mi papel de hombre como pareja de ella y lo relacioné con el padre ausente, perdiendo así la posibilidad de encontrar todo el panorama de lo que la paciente intentaba comunicarme desde el principio. En palabras más burdas, considero que adopté el rol, dentro del complejo de Edipo, que me “correspondía” por ser varón.

Para concluir, quisiera mencionar que, entendiendo el interjuego de los objetos internos, tanto los nucleares como los orbitales, entonces nos es posible encontrar un punto donde, sin importar el género del paciente, los analistas podemos ser empáticos y comprender los conflictos internos de los pacientes. A mi juicio, si consideramos que en efecto hombres y mujeres tenemos identidades construidas diferentes, eso no impide que poseamos objetos representacionales dentro de nuestro self. Objetos, que nos pueden servir para comprender de forma empática al otro que tenemos frente a nosotros. Es cierto, no soy madre, y nunca lo seré, pero tuve una madre y convivo con otras mujeres que entre otras cosas son madres. Así, puedo echar mano de dichas representaciones y puedo comprender qué es lo que significaría para una madre ver a su hijo retirarse del seno familiar, para comenzar su propia familia, con una mujer que, no es su madre.

 

Bibliografía:

  • Bleichmar, S. (2014), Las teorías sexuales en psicoanálisis. (Buenos Aires) Argentina: Editorial Paidós. (pp. 9-31).
  • Grinberg, L. Grinberg, R. (1993), Identidad y cambio. (Buenos Aires) Argentina: Editorial Paidós. (pp. 28-40).
  • Freud, S. (19389, Esquema del psicoanálisis. (Buenos Aires) Argentina: Editorial Amorrortu (pp.133-194).