angel-1524990Por: Luz Elena Baz
“No hay amor sin riesgo”  Isabel Allende
El objetivo de este trabajo es explicar el proceso de duelo en dos situaciones comunes a todo ser humano; la muerte física de un ser querido y la separación de un objeto de amor. Se llevará a cabo una revisión teórica de los autores que explican las diferentes fases y mecanismos de defensa que operan en ambos duelos, los cuales tienen como punto común el contacto con la muerte de forma concreta y simbólica.
Desde que comencé la formación en psicoanálisis, uno de los temas más recurrentes que he escuchado en el consultorio es el dolor por la pérdida de un ser amado desde dos vertientes diferentes: la separación de una pareja, o la muerte de un ser querido. Como analistas en formación, no estamos exentos a este tipo de vivencias, y entender estos procesos nos puede brindar herramientas clave no solamente para pensar el mundo interno del paciente, si no el de nosotros mismos.
En Duelo y melancolía (1915), Freud explica el duelo como: “La reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal”. En ese mismo artículo describe el trabajo de duelo de la siguiente manera: ” El examen de realidad ha mostrado que el objeto amado ya no existe más, y de él emana ahora la exhortación de quitar toda la libido de sus enlaces con ese objeto, a ello se opone una comprensible renuencia; universalmente se observa que el hombre no abandona de buen grado una posición libidinal, ni aun cuando su sustituto ya asoma”.
Abraham (1924) continúa la línea de investigación, planteando que el trabajo de duelo termina cuando el sujeto, logra internalizar el objeto perdido: ” Mi objeto amado no ha desaparecido, pues lo llevo dentro de mí y ya nunca podré perderlo” Avelino González, en su artículo; “Aspecto normales y patológicos del duelo (1965) plantea la pregunta de “¿sí es posible realmente retirar por completo las catexias del objeto perdido?”. La pregunta radica en que olvidar por completo un objeto importante   implicaría no recordar en absoluto, negando la realidad, la alternativa teórica que plantea es una sustitución de la mayoría de dicha carga, dejando suficiente cantidad para mantener vivo el recuerdo del objeto perdido.
Pollock (1961), afirma que el Yo moviliza procesos adaptativos en cuanto a la pérdida de un objeto necesitando alterar el equilibrio entre el medio psicológico interno y el externo. “Si el objeto perdido es importante el proceso adaptativo implica, en parte una ruptura del equilibrio adaptativo previo establecido con el objeto citado y el restablecimiento gradual de nuevas relaciones con figuras presentes en la realidad. El complejo proceso adaptativo que tiene lugar en una situación así se denomina duelo”.
Bowlby (1949) redefine el duelo de la siguiente manera: ” Lo mejor que podemos hacer es ver el duelo como una compleja secuencia de procesos psicológicos y sus manifestaciones externas, que empiezan con nostálgicos y furiosos esfuerzos tendientes a la recuperación-gritos de auxilio-se continúan en apatía y desorganización de la conducta, y se terminan cuando empieza a desarrollarse una organización más o menos estable. No obstante, como todos los aspectos biológicos, el duelo puede seguir distintos caminos. Aquellos que en última instancia le permiten al individuo relacionarse con objetos nuevos y encontrar satisfacción en ellos”
 
Duelo por la muerte de un ser querido.
Hasta ahora hemos definido el duelo sin hacer especificaciones sobre el tipo de perdida, a continuación expondré los desarrollos teóricos que explican el duelo por la muerte física de un ser querido.
Pollock (1961) describe las reacciones de la persona afligida por la muerte de un querido, separándolas en dos estadios: el agudo y el crónico. Plantea que la primera etapa incluye tres pasos secuenciales propios en los que el doliente experimenta sucesivamente una conmoción emocional (shock) acompañada de negación de la muerte; una reacción (afectiva) aguda de aflicción; y una reacción de separación, la cual refleja la retirada de interés psíquico en las representaciones internas del fallecido.
Vollack (1985) plantea un esquema de duelo el cual divide en: Etapa inicial y trabajo de duelo, el cual es la segunda y más prolongada etapa.
La etapa inicial al igual que Pollock (1961) la describe como un periodo de shock y conmoción emocional; donde opera el mecanismo de defensa de la negación del fallecimiento, seguida por la disociación de funciones yoicas respecto a la percepción de la muerte; la activación de ciertas imagos del difunto y de los patrones internos de relacionarse con estas representaciones mentales; así como la experiencia de emociones dolorosas que se acompañan de llanto.
La asociación de la primera etapa con un sentimiento profundo de enojo es ampliamente reconocida (Pollock 1961; Schuster, 1969; Volkan, 1981) la aparición de dicho estado afectivo durante y al final de esta etapa es psicológicamente necesaria. “Dicho enojo está al servicio de la necesidad yoica de controlar la conmoción emocional y el pánico inmediatos e indican que el Yo ha empezado a interpretar e integrar el impacto de la perdida en el tiempo y el espacio. El hecho de experimentar enojo por haber sido abandonado por el ahora fallecido requiere del reconocimiento de la realidad de la muerte”.
Vollack (1985) menciona que sí no sobreviene ninguna complicación durante el proceso de duelo, se espera que las manifestaciones previamente descritas desaparezcan entre las dos a seis semanas posteriores al fallecimiento, esto depende de la circunstancia en que éste evento tuvo lugar.
En la primera etapa de acuerdo al autor, los signos no se presentan de forma exclusiva y secuencial, pueden desaparecer y volver a presentarse de forma repentina, hasta que el individuo reconoce su enojo, a partir de ese momento comienza la fase de trabajo de duelo.
Vollack (1985) explica que el trabajo de duelo incluye diferentes subfases, describiéndolas de la siguiente manera;

  • Una revisión en cámara lenta de la relación del doliente con el difunto
  • El conflicto respecto a la necesidad de mantener o rechazar un vínculo cercano con la representación mental de aquel a quien se ha perdido
  • Una desorganización regresiva inicial a la cual sigue una nueva organización interna con mayor capacidad de prueba de realidad que le permita confirmar que la muerte del ser querido, junto con todas sus implicaciones psicológicas realmente ha sucedido.

 
En su investigación clínica, Vollack (1985) fue testigo de que los pacientes en los que se complicaba el proceso de duelo presentaban manifestaciones exageradas de cualquiera de las subfases, convirtiendo el cuadro clínico mucho más complejo en cuanto a los impulsos y las defensas erigidas contra estos.
Vollack (1985) llama a la fase final del proceso: consumación del duelo, en relación a la progresión “normal” de los eventos, y engloba diferentes manifestaciones psíquicas que describiré a continuación.

  • El afligido revisa poco a poco, cual significativa sigue siendo para él (ella) la representación de aquel a quien ha perdido, al mismo tiempo anhela que el muerto vuelva a la vida y teme volver a encontrarlo, estos impulsos contradictorios tanto para lograr la “resurrección” como para “matar” al objeto perdido reflejan el grado de ambivalencia que caracterizó la relación del doliente con el fallecido cuanto éste aún vivía.
  • El doliente logra una identificación con los aspectos ajenos al Yo de la representación de la persona muerta y de esta manera enriquece su propio Yo. (Vollack 1985)
  • El doliente nunca olvida por completo al fallecido quien en vida fuera tan altamente valorado y nunca retira la totalidad de las catexis con que esta investida su representación mental. (Vollack 1985)
  • El proceso de duelo finaliza cuando el doliente deja de tener la necesidad de reactivar, con exagerada intensidad la representación del muerto en el curso diario del vivir.

 
Duelo por la separación de un objeto de amor
En el libro: “La separación de los amantes” Igor Karuso, (1968) enfoca su objeto de estudio en los fenómenos psicodinámicos ocurridos en el duelo por separación forzosa y súbita de la pareja, en el cual por “razones objetivas” en el momento cumbre del enamoramiento se finaliza la relación.
Los casos clínicos que describe, reflejan historias en las que la pareja decidió separarse de manera  o convenida por ambos; bajo la presión de un “principio de realidad”, cuya validez es aceptada por ellos conscientemente, de tal manera que su amor les parece “imposible”.
Karuso (1968) define el amor imposible de la siguiente manera: “Un amor imposible es desde un principio una renuncia masoquista al objeto de amor. Se trata sin embargo de aquel que ha sido satisfecho real y efectivamente y que luego ha sido roto por un sistema de convicciones y convenciones”.
El dolor que se genera por la separación de una pareja de acuerdo a lo que plantea el autor es “el problema de la muerte entre los vivos” la angustia de morir en la conciencia del otro, generando una catástrofe en el yo.
La catástrofe en el yo la describe como: “una intensa desesperación debido a que en la cumbre del enamoramiento dos personas estaban fundidas en una unión dual que solo tiene un modelo: la diada madre-hijo; la pérdida del objeto de amor, que al mismo tiempo es fuerte objeto de identificación, conduce a una auténtica mutilación del Yo; a una catástrofe del Yo por la pérdida de la identidad”.
Karuso (1968) plantea que frente a la angustia por la separación surgen diferentes dinámicas internas para manejar la experiencia de la perdida repentina.
Agresividad
La desvalorización del ausente conlleva una intensa carga agresiva que protege al Yo para poder reconciliarse con sus propios ideales, ya que la pareja respondía a poderosas esperanzas del ideal del yo , aun cuando la conciencia registrara también aspectos negativos; ahora debe ser desvalorizado para que el Yo, profundamente lesionado, pueda reconciliarse con un ideal del Yo sacudido y decepcionado, y le sea posible seguir viviendo. (Karuso 1968)
La indiferencia
Esta dinámica existe incondicionalmente en la situación de separación, incluso cuando es incompatible con otros estratos de la personalidad, provoca su represión y su rechazo de la conciencia. Los factores del “ya no me interesa” ante todo son: disminución del Ideal del Yo, debilitamiento del Yo por la desidentificación e inflación correlativa del narcicismo. (Karuso 1968)
Huida hacia adelante
Conlleva rasgos de una fuerte inhibición depresiva. La huida hacia adelante está determinada, ante todo, por el Superyó con miras a la conservación del Ideal del Yo y se manifiesta primordialmente como huida en la actividad, escape constante en tal situación, especialmente en las personas obsesionadas con el deber. Una aparente alternativa es la huida en busca de placeres, sostenida más bien por el Ello. Estas dos formas de huida hacia adelante tienen, pues, como finalidad, dirigir la libido flotante, liberada por la defensa del Yo contra la regresión profunda, hacia un objeto aceptable para el Súper Yo o el Ello. (Karuso 1968)
Un punto importante a considerar son los fuertes sentimientos de ambivalencia que colorean la separación; el sujeto experimenta satisfacción por el bienestar del objeto perdido, pero se disgusta al mismo tiempo, Karuso vincula este sentimiento de ambivalencia a la herida narcisista que sobreviene, la cual se nutre de la certeza de que el otro encuentra satisfacción en fuentes distintas de las que el doliente puede brindarle. “La separación es un triunfo de la ambivalencia y mientras más débil sea el Yo tanto más insoportable la ambivalencia. Solo el adulto maduro y sano en el caso ideal puede elaborarla sin represión en la praxis de la vida” (Karuso 1968)
En cuanto a los sentimientos de culpa en el proceso, considero que la ambivalencia tiene un rol activo ya que los sentimientos contradictorios hacia el objeto perdido pueden generar culpa; la cual puede ser vivida como persecutoria o reparatoria, y esto dependerá de diferentes factores, desde las condiciones bajo las cuales se llevó a cabo la separación, hasta el tipo de estructura psíquica del sujeto.
Siguiendo la línea cronológica en cuanto a las fases que engloban el proceso de separación retomaré un fragmento de libro: “Divorcio, una mirada psicoanalítica a un fenómeno social en aumento” de Susana Velasco (2017), en donde cita una investigación hecha por Sánchez- Arcón y Retana-Franco; en ella se buscaba identificar las etapas de duelo romántico y dichos hallazgos las llevaron a explicarlo como expondré a continuación.

  1. Negociación: Es el primero periodo al rompimiento en el cual se busca negociar una reconciliación con la ex pareja, tratando de llegar a un acuerdo, de acuerdo a las autoras esta fase lleva a que la persona se pregunte que pudo haber hecho mal y a su vez de abra paso a la experiencia de depresión, y a emociones negativas como la desesperación, frustración y ansiedad.
  2. Hostilidad: En este estadio la persona reacciona con enojo y en forma hostil. Hay un gran sentimiento de ansiedad e indignación, se resaltan los rasgos más negativos de la pareja, en esta fase es frecuente la necesidad de aislamiento, de evitar a la gente.
  3. Desesperanza: Esta fase se caracteriza por desesperación, frustración, ansiedad, intentos de resignación, lo cual conduce a la desesperanza frente a la relación
  4. Seudoaceptación: Las investigadoras plantean a diferencia de otros autores que tratan el tema de duelo romántico que permanecen residuos de decepción y desilusión frente a la expareja, que se perciben como marcas de la herida narcisista vivida y observan que una defensa frente a dicha herida es la idea de que esta no encontrará alguien como su persona, como defensa para compensar el vacío.

 
Diferencias y similitudes en ambos procesos.
Siguiendo las diferentes líneas teóricas que se abordaron a lo largo de este trabajo, considero que en ambos tipos de duelo se reflejan dinámicas que encuentran puntos en común y a su vez algunas diferencias importantes a considerar.
El sentimiento de ambivalencia se puede observar en ambos duelos; posterior a la perdida es necesario descargar agresión sobre la representación de objeto; desidealizarlo, para poder ir en búsqueda de nuevos objetos. Sin embargo el yo busca salvaguardar el recuerdo, por la angustia que genera destruirlo y es en ese punto que la ambivalencia se manifiesta. Es importante tomar en cuenta que el grado de ambivalencia dependerá como se mencionó en apartados anteriores, del tipo de relación que se tuvo con ese objeto y de la capacidad del yo para tolerarla. El sentimiento de culpa va ligado a la ambivalencia manifestándose como culpa persecutoria o reparatoria, dependiendo del nivel de ambivalencia, lo cual posibilitara o complicara la elaboración de dicha perdida.
En ambos procesos, existe una irrupción de la muerte de forma concreta y simbólica, con esto me refiero a que la muerte física de un ser querido representa el fin de la vida biológica, mientras que el proceso de separación, siguiendo a Karuso, significa morir en la conciencia del otro, ser olvidado o por lo menos perder el lugar “especial” que se tenía en esa otra conciencia.
Los afectos que se manifiestan son muy similares en ambas perdidas; tristeza, enojo, desesperanza, incluso celos. Pareciera bastante obvio entender los celos en el duelo por separación, por la idea de que la persona ya encontró a un sustituto, sin embargo en el duelo por muerte también puede generarse este sentimiento, por las fantasías de que el/la fallecido haya “querido” más a otra persona, y entrar en competencia con la misma
Diversos autores con fines esquemáticos y prácticos han clasificado ambos duelos desde sus fases y las características que las engloban, lo cual considero importante retomar ya que la cronología aunque pudiera sonar un tanto artificial, nos da luz para entender posibles fijaciones que estén complejizando la elaboración.
La herida narcisista se manifiesta en ambos procesos, sin embargo considero que existen diferencias, en el tipo de vivencia; en el duelo por separación, el sujeto recibía por parte de la pareja el nutrimento narcisista de ser aquel que le brindaba satisfacción, y posterior a la separación encontrará esto en alguien más, hay un remplazo que tiene sustento en un principio de realidad, el cual puede ser tolerado o no, dependiendo de la fortaleza yoica del individuo. La herida narcisista en el duelo por la muerte de un ser querido puede radicar en que el objeto perdido le reflejara al doliente su sentido de identidad y pertenencia, y al dejar de existir rompa con esta frágil cohesión interna; podemos hablar de fenómenos de esta índole en sujetos con patologías más severas.
La diferencia que pude visualizar entre ambos procesos es que en el duelo por separación la presencia del objeto en la realidad física, puede perpetuar el deseo de reencuentro y esto dificulte que la persona logre elaborar su duelo y seguir adelante con su vida. Es interesante como es mucho más claro distinguir una idea delirante de reencuentro, cuando una persona perdió a un ser querido porque ha fallecido, a diferencia de una separación, ya que el hecho de que una persona exista en el plano físico puede hacernos dar por hecho el nivel de realismo, sin embargo creo que es importante poner atención en que tanto el deseo de reencuentro y la planeación para ejecutarlo, tienen un su fundamento en el principio de realidad o estamos hablando de un delirio.
En cuanto a la consumación de ambos duelos, considero que siguen patrones similares y retomando a Vollack (1985) se puede hablar de una fase de finalización cuando el doliente deja de tener la necesidad de reactivar, con exagerada intensidad la representación del muerto o de la expareja en el curso diario del vivir, dicha representación se vuelve más realista, lo cual no significa que pierda toda su catexia. Es en esa etapa en donde la búsqueda de objetos sustitutos puede realizarse de una manera más integrada, no como defensa maniaca frente al vacío.
Conclusiones
Considero que los duelos, al igual que la sexualidad, son una lupa para entender el mundo interno del paciente, de ahí la importancia en estudiar la psicodinamia que opera en ellos, sin perder de vista que cada caso es diferente y no debemos buscar embonar la historia del paciente con esquemas teóricos.
Por otro lado, es importante mencionar que los duelos, manifiestan conductas regresivas sobre todo en las fases más tempranas, y sí un paciente llega con estas características a consulta no necesariamente significa que tenga un diagnóstico grave.
Para finalizar; pienso que el pasar por un duelo por más doloroso que sea nos permite sensibilizarnos, brindándonos grandes herramientas   para la comprensión de dicho fenómeno en otras personas, de ahí la importancia del análisis personal como motor principal de la formación como psicoanalistas.
 
Bibliografía

  • Velasco, S., (2017), Divorcio, una mirada psicoanalítica a un fenómeno social en aumento, México DF, México: Editores de textos mexicanos.
  • González, A., (2011), Obras de Avelino González Fernández, pionero del psicoanálisis en México, México DF, Sociedad Psicoanalítica de México.
  • Karuso, I., (1968), La separación de los amantes, una fenomenología de la muerte. España, Siglo 21 Editores.
  • Volkan, M.D (1985) Duelo complicado. Annual of Chicago Institute of psychoanalysis. Traducido por Avelino Gaitán. Gradiva Vol. IV.

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