Perturbación de los componentes sádico-anales en el desarrollo psico-sexual de la mujer: un abordaje psicoanalítico basado en el cuento de Cenicienta.

Autor: Amapola Garduño

 

 

La mujer ha sido vislumbrada como un ser pasivo, dependiente e inferior frente a los varones, lo cual ha determinado su lugar en la cultura y en la sociedad. Observamos que el género masculino ha destacado en numerosos ámbitos profesionales superando considerablemente al femenino. En anteriores trabajos he reflexionado sobre lo que sucede en el psiquismo de muchos varones que los lleva a ocupar un papel dominante y violento frente a las mujeres; es cierto que aquellas han sido y continúan siendo objeto de maltrato, discriminación y subordinación, no obstante, lo que me propongo indagar en la presente investigación es qué sucede intra-psíquicamente en muchas mujeres que aceptan de manera pasiva un rol subordinado frente a los varones en nuestra sociedad.

Considero que dicho fenómeno, cuya génesis concierne a lo inconsciente, ha mermado indiscutiblemente el rendimiento intelectual, profesional y creativo en el desarrollo de las mujeres, manifestándose a partir de profundas inhibiciones que han determinado bastante bien el lugar de la mujer en la cultura. En consecuencia, se ha reforzado la idea de que las mujeres son inferiores frente a los hombres, se ha popularizado la creencia de que son débiles, poseedoras de poco intelecto y objetividad, puesto que son regidas principalmente por sus afectos y emociones. Lo anterior, ha ocasionado que primordialmente dentro del régimen patriarcal, muy distintivo del capitalismo, las mujeres sean poco partícipes en la vida pública, así, su función ha estado limitada principalmente a las labores del hogar y a la función materna.

Si la feminidad ha sido relacionada con la pasividad, puedo pensar que el manejo de la agresión en las mujeres se ha visto conflictuado por diversas causas inconscientes que abordaré en el desarrollo de este escrito, me propongo otorgar una explicación psicoanalítica que vislumbre los factores que conllevan a muchas mujeres a inhibir su agresión, posicionándose la mujer, entonces, como objeto de maltrato y dominio frente a los varones, situándose como un ser sufriente dentro de la cultura.

Siguiendo la misma línea, haré alusión a una cita de Freud sobre su conferencia nº 33 “La feminidad” (1931- 1932):

“…la mujer es biológicamente pasiva, sumisa y masoquista; el masoquismo se forja en las experiencias psicobiológicas de la regla, la desfloración, el parto y el cuidado del bebé. La tríada del masoquismo de la mujer: castración, violación y parto- maternidad va a constituirse e instituirse en la normalidad obligada de su desarrollo psicosexual. La niña debe abandonar su complejo de

masculinidad a través de una posición pasiva- masoquista…” (citado en Dio Bleichmar E. 2011)

Es interesante observar cómo a los ojos del padre del Psicoanálisis, la pasividad, la sumisión y la predisposición masoquista constituyen los ejes definitorios de la constitución del género femenino y, aunque dichas aseveraciones podrían resultar ofensivas para muchas mujeres, es innegable el hecho de que, en efecto, muchas de ellas consideran que parte del despliegue de su feminidad y de su papel social como sujetos femeninos equivale a situarse como seres pasivos e inferiores en relación con los varones, lo cual tiene como consecuencia el despliegue de un mal manejo de la agresión, ya que “ser agresivas” y ser “activas” conllevaría, bajo este razonamiento, a ser poco o nada femeninas. Pareciera que el desempeño de la agresión y de la actividad ha estado delegado casi exclusivamente al género masculino. Entonces, surge la siguiente pregunta: ¿a dónde va dirigida la agresión no externalizada en las mujeres?

Existe una compleja e intrincada red de factores psíquicos y sociales que han llevado a las mujeres a desempeñar un rol pasivo, sin embargo, me centraré en los fenómenos psíquicos a partir del estudio del complejo de Edipo en las mujeres, haciendo alusión a las ideas de Melanie Klein y Janine Chasseeguet-Smirgel. Para sustentar mis ideas me apoyaré en el famoso cuento de la Cenicienta, relato que contiene múltiples componentes simbólicos que me han otorgado luz para sostener la tesis de que: existe una vuelta del sadismo hacia el sujeto femenino, el cual explica en parte la posición pasivo- femenina.

Relato de Cenicienta y su relación con el complejo de Edipo en la niña

En el cuento de Cenicienta la degradación y el desprecio ocupan el protagonismo. No olvidemos que el nombre de nuestra heroína fue dado a partir de la palabra “cenizas”, ya que Cenicienta pasaba la mayor parte del tiempo embadurnada de cenizas y suciedad, asimismo, fue víctima de terribles maltratos por parte de una despiadada madrastra y unas crueles hermanastras (Bettelheim B. (2013). Injustamente, la madrastra (madre) de Cenicienta la obligaba a sacrificar sus propios intereses en beneficio de ella y de sus hermanastras, forzándola a realizar los trabajos más sucios y deplorables de la casa.

Es así como Cenicienta simboliza todo el conglomerado de deseos de suciedad y desorden que el niño pequeño presenta en la etapa anal del desarrollo y, por consiguiente, desea reproducir, aunque sea, precisamente por tener estos deseos y por el despliegue de toda conducta regida por componentes anales, que los niños son castigados fuertemente por sus padres, aunque, a mi juicio, las exigencias de pulcritud y limpieza son culturalmente mucho más estrictas para las niñas.

Aunque se analice desde distintos ángulos, este relato resulta ser un importante medio que utilizan los infantes para la elaboración de profundas ansiedades inconscientes, de acuerdo con la etapa psico-sexual que transiten. Una de las características de este cuento que atrapa la atención de tantos niños, es el hecho de que aquellos creen, de manera inconsciente, que Cenicienta recibía todas esas humillaciones debido a que ella sabía que merecía ese destino, probablemente por vivir en la suciedad, vestir harapos y estar cubierta de mugre y cenizas, lo cual, era razón suficiente para ser castigada.

Es como si nuestra heroína “hubiese decidido” esa terrible vida como representación del castigo que debía recibir. Por lo tanto, puedo inferir que detrás de la aparente bondad e inocencia de Cenicienta, los niños saben que la heroína del cuento aceptó dicho destino como un castigo por la ejecución de importantes actos sádicos dirigidos, en la fantasía, hacia los progenitores y debido al despliegue de los deseos de suciedad, característicos de la etapa anal del desarrollo. Más adelante profundizaré en este punto.

Por otra parte, con referencia al complejo de Edipo, Bruno Bettelheim (), menciona que Cenicienta paga el castigo por haber deseado en su fantasía sustituir a la madre recibiendo el amor del padre. Lo anterior provoca que la niña pequeña se sienta sucia e insignificante y proyecta dichos sentimientos en la imagen deplorable de Cenicienta. Aunque me parece muy atinada la interpretación analítica del autor, me propongo pensar dicha historia desde una perspectiva distinta, quizá de esta manera podamos tener una mayor comprensión sobre el sentimiento de culpabilidad de la niña que, a mi juicio, permanece en épocas posteriores de la vida, ejerciendo un fuerte impacto en el desarrollo psico-sexual de la mujer.

Haciendo alusión al artículo de Melanie Klein (2012), “Los efectos de las situaciones tempranas de ansiedad sobre el desarrollo sexual de la niña”, considero que la casa en donde vivía y trabajaba Cenicienta representa el interior del cuerpo de su madre y a su vez todo el complejo de objetos internos de su propia psique. Melanie Klein alude que durante el complejo edípico, la niña odia a su madre debido a la frustración que le ha hecho sufrir, primero al retirarle el pecho- primer objeto de gratificación oral- y además habiéndola privado de la posesión del pene del padre, situado, en la fantasía de la niña, en el interior del cuerpo de su madre, del cual ésta si disfruta. Dicha frustración origina intensos deseos de odio y envidia hacia la madre, lo cual, a su vez genera que la pequeña realice un primer cambio de objeto, pasando del pecho, como objeto de gratificación, al pene del padre, el cual es altamente valorado y deseado en la psique de la niña pequeña. El odio y la envidia provocan el despliegue de múltiples fantasías inconscientes en donde la niña pequeña desea atacar y destruir el interior del cuerpo de su madre privándolo de su contenido (Klein M. 2012).

En el cuento de Cenicienta, conjeturo que la madrastra y las hermanastras, quienes a mi parecer se encuentran indiferenciadas, poseen todo lo que Cenicienta es incapaz de tener, puesto que ellas pueden gozar de lujos y satisfacciones que nuestra heroína no puede ostentar. Por otro lado, la suciedad, las cenizas y los desperdicios de la casa en donde trabaja Cenicienta, podrían simbolizar las heces, la orina y todo el armamento sádico con el que la niña, en su fantasía, ataca el cuerpo de su madre, con el objetivo de robar el pene deseado. No obstante, debido al temor a la retaliación, la niña teme que su propio cuerpo sea igualmente saqueado y destruido, lo que de acuerdo con Klein, representa la ansiedad más profunda y poderosa de la niña.

Considero que la niña pequeña, en su papel de Cenicienta, proyecta en la madrastra (madre mala), sus deseos de robar todos los objetos buenos contenidos en el interior del cuerpo de la madre, así, en la historia son las villanas quienes despojan a Cenicienta de sus atributos más preciados, dejándola poseyendo únicamente unos harapos y objetos despreciables.

En algunas versiones de Cenicienta, es su padre quien tras la muerte de la madre biológica de la heroína (madre idealizada) decide contraer matrimonio con la madrastra de Cenicienta. En esta parte del cuento, observamos que es la madrastra quien posee simbólicamente el pene del padre y no Cenicienta; al mismo tiempo, se vislumbra a la figura paterna como imposible o muy difícil de alcanzar, ya que su papel en la historia es casi imperceptible, pero no por ello menos importante.

Cenicienta odia a su madrastra por haberla privado de la presencia de su padre, sin embargo, proyecta dicho odio en las villanas, colocándose ella en un papel en donde la inocencia y la bondad condicionan su carácter. La niña en un nivel consciente se esfuerza para que los demás crean en su bondad, por lo que para ella es muy gratificante que los demás confíen en la nobleza de Cenicienta, puesto que de esta forma se asegura de que sus fantasías sádicas hacia ambos progenitores se mantengan en secreto.

Entonces, de acuerdo con Klein M. (2012), el Edipo en la niña inicia debido a la frustración que ejerce su madre al haberle retirado el pecho nutricio, lo cual provoca el cambio de objeto del pecho al pene del padre. El pene pasa entonces a ser un objeto altamente deseado por la niña, quien desea incorporarlo dentro de ella. Lo acabado de enunciar es una diferencia muy importante con el complejo de Edipo explicado por Freud, ya que de acuerdo con Klein la niña cae bajo el dominio de sus impulsos edípicos no indirectamente a través de sus tendencias masculinas y su envidia de pene, sino directamente, como resultado de sus dominantes componentes instintivos femeninos. La niña fantasea entonces que el pene del padre es un órgano que puede proveerla de una infinita gratificación oral, anal, uretral y genital.

En una de las versiones del cuento de Cenicienta, el padre de la heroína estando lejos de ella le hace llegar las semillas de una planta mágica, la cual puede hacer realidad cualquier deseo que tenga Cenicienta. Así, la protagonista en sus momentos de mayor dolor causado por las injusticias de su madrastra y hermanastra, acude a dicha planta, que la gratifica y la consuela de un modo inigualable. Infiero que esto ejemplifica bastante bien la anterior fantasía edípica expuesta, ya que se puede observar, a partir del símbolo de la planta, las cualidades mágicas, protectoras y gratificantes del pene del padre, que en momentos anteriores del desarrollo pertenecían al pecho bueno de la madre.

Es esperado, de acuerdo con la teoría kleiniana, que así como existe un pene asombrosamente bueno y gratificante, exista al mismo tiempo un pene malévolo, producto de la proyección de los propios impulsos orales, uretrales, anales- principalmente anal- sádicos- de la niña; es la introyección de este pene malo lo que otorgará las características del Superyó primitivo de la niña, mientras que de esa manera asegura que el pene idealizado se vea libre de cualquier componente sádico de su personalidad. Más tarde, de acuerdo con Klein M. (2012), la integración de los aspectos buenos y malos del pene edificará el Superyó de la niña.

El Superyó primitivo de la niña, que en estos tempranos momentos del desarrollo tiene la característica de ser tremendamente cruel y despiadado, al estar poco integrado, genera en ella un profundo sentimiento de culpabilidad por haber atacado sádicamente en su fantasía el interior del cuerpo de su madre, destruyendo las partes buenas y malas del objeto y, por ende, de su propio Yo. Consiguientemente, la niña se esforzará por proteger al pene idealizado de su sadismo, adjudicando todos los caracteres sádicos y malévolos a su Superyó por obra de la introyección de dicho pene malo.

Regresando al cuento de Cenicienta, quizá sea debido a este sentimiento de culpa que Cenicienta crea, a nivel inconsciente, que deba ser fuertemente castigada; con este ejemplo podemos ver el protagonismo del Superyó punitivo de la niña. Entonces, el pene benévolo es escenificado por el padre de Cenicienta, mientras que el pene malo, compuesto por todos los deseos sádicos de la niña, está representado por el Superyó de la protagonista, quien dictamina que la heroína debe ser cruelmente castigada. De esta manera, la niña se cerciora de proteger al pene bueno de su padre de su propio sadismo.

Observamos aquí una solución al manejo de la agresión de la niña: como una forma de proteger al pene idealizado de su padre de sus propios impulsos sádicos, la niña vuelca hacia ella misma su sadismo a manera de castigos, torturas y sufrimientos, papel que ejerce su tiránico Superyó y coloca el tinte de un futuro funcionamiento masoquista. Este es el destino que le ha tocado vivir a Cenicienta.

Si hablamos de sadismo, es inevitable pensar en la etapa anal del desarrollo psicosexual, puesto que es aquí en donde las pulsiones sádicas ejercen su máxima expresión, asimismo, otro eslabón clave para la expresión del sadismo es “la actividad”. Es aquí en donde invito al lector a reflexionar, ¿por qué es que la feminidad es definida y vislumbrada en términos de pasividad si hasta estos momentos del desarrollo las pulsiones sádicas de dominio – apoderamiento-, por lo tanto, cargadas de actividad, son igualmente fuertes tanto en el niño como en la niña?

Chasseguet-Smirgel J. (1999), en su artículo “La culpabilidad femenina”, sostiene que para la mujer el manejo de las pulsiones sádico- anales resulta ser un terreno en demasía conflictivo, lo cual tiene un impacto muy importante en el manejo de los aspectos genitales de la sexualidad femenina, ya que, por vía regresiva, se adjudica un componente anal a la vagina.

Como se ha mencionado, uno de los deseos más profundos de la niña consiste en incorporar el pene paterno, tal y como lo ha hecho su madre. Dicha incorporación recibirá sus características de acuerdo con el tipo de pulsiones dominantes con base en la etapa psico-sexual del desarrollo, es decir, si predominan los elementos orales, la incorporación será de tipo oral y si los componentes anales de la sexualidad prevalecen, la incorporación del pene será de tipo anal. Por lo tanto, en el coito, la vagina retendrá el pene, tal y como el ano lo hace con las heces, es importante recalcar que en este caso, la incorporación del pene se encontrará cargada de sadismo y su retención en la vagina será equiparada con la castración, puesto que, de acuerdo con la autora, la niña cree que su madre ha castrado a su padre reteniendo su pene en el interior de su cuerpo.

Las fantasías antes mencionadas resuenan de manera muy importante en la expresión de la sexualidad de las mujeres adultas, ya que siguiendo el pensamiento de Chasseguet-Smirgel J. (1999), la mujer se encuentra en una posición conflictiva frente a su deseo de poseer el pene del varón, puesto que esto significaría para su inconsciente, bajo el apogeo de la perturbación de los componentes anales de la sexualidad, identificarse con el fantasma de una madre castrante que se apodera sádicamente del pene de su padre.

En el cuento de Cenicienta observamos la escenificación de toda esta conflictiva. El papel de la madre castrante lo ejerce, desde mi punto de vista, la madrastra de Cenicienta, quien abusa cruelmente de la heroína, la despoja de sus pertenencias y la priva de la presencia de su padre, quien prácticamente todo el tiempo permanece ausente. Bajo los razonamientos teóricos de Chasseguet-Smirgel, si la niña presenta perturbaciones en los componentes sádico- anales de su sexualidad, decidirá actuar como Cenicienta: una chica en demasía pasiva, sosa e insulsamente buena. Debido a que resulta sumamente amenazante ejercer un papel dominante, activo y agresivo, que en el imaginario de la niña y de la mujer, equivaldría a convertirse en castrante tal como fantasea que es su madre.

La imago de esta madre activa y castrante es proyectada en la madrastra de Cenicienta; para reafirmar mi hipótesis haré alusión a una parte específica de la versión de Perrault del cuento de Cenicienta: después de que la heroína acude al baile en donde conoce al príncipe y pierde su zapatilla, el joven busca a Cenicienta probando la zapatilla del cristal a todas las doncellas del pueblo. En el relato, la madrastra de Cenicienta, sabiendo que el príncipe buscaba a la dueña de la zapatilla para casarse con ella, le corta los dedos y el talón a los pies de sus hijas, de tal manera que la zapatilla pudiera introducirse en el pie de las muchachas.

Si bien, lo enunciado anteriormente contiene múltiples simbolismos, enunciaré algunos que me parecen asaz importantes. Es interesante observar cómo es la madrastra quien le corta el pie a sus hijas, esto escenifica bastante bien la imago de la madre castrante de la cual he venido hablando.

Aunado a lo anterior, el pie resulta ser un símbolo de la vagina; entonces es como si el autor del cuento quisiera transmitir que si el príncipe ve los pies sangrantes de las villanas, las va a rechazar, puesto que preferirá, sin lugar a dudas, la pureza de Cenicienta, teniendo un pie pequeño y libre de sangre. Se vislumbra cómo la feminidad se relaciona con lo puro, lo suave, lo pequeño, con la fragilidad e incluso la virginidad. Los pies grandes y grotescos de las hermanastras demuestran más caracteres masculinos, los cuales serán rechazados por el príncipe.

El mensaje que el cuento le transmite a las niñas identificadas con Cenicienta es: para ser amada por un varón y aceptada en el matrimonio debes renunciar a los componentes activos de tu sexualidad, debes evitar ser agresiva, aparentar ser sosa, débil y cuanto más pequeña o frágil parezcas, mayor atractivo sexual tendrás.

Parece entonces que la mujer, evitando ejercer un papel sádico castrante, se identifica ella misma con el pene retenido en la vagina peligrosa de su madre, de tal manera que proyecta todos estos aspectos agresivos y sádicos en su entorno, en el caso del cuento de Cenicienta dichos atributos fueron proyectados en la madrastra y en las hermanastras, no obstante, según sea el caso de la mujer que presente esta conflictiva, puede proyectar este sadismo en los varones, en las instituciones, en la maternidad, etcétera. De tal manera que la mujer se identificaría con el pene “castrado” de su padre, asumiendo una posición victimaria, volcando entonces toda la agresión sobre ella misma, o bien, dejándose maltratar por aquel representante de la vagina castradora de su madre, escenificando perfectamente el papel de Cenicienta.

 

Bibliografía:

  • Bettelheim B. (2013). Cenicienta. En Furió S. (traducción). Psicoanálisis de los cuentos de hadas (pp. 319- 370). Ciudad de México: Paidós (trabajo original publicado en 1975).
  • Chasseguet- Smirgel J. (1999). La culpabilidad femenina (algunos aspectos específicos del Edipo femenino). La Sexualidad femenina (pp. 145- 201). Madrid: Biblioteca Nueva.
  • Dio Bleichmar E. (2011). La sexualidad femenina de la niña a la mujer. Espasa Libros: Paidós (trabajo original publicado en 1997).
  • Klein M. (2012). Los efectos de las situaciones tempranas de ansiedad en el desarrollo sexual de la niña. En Averastury A. (traducción). El Psicoanálisis de niños (Tomo II). (pp. 206- 249). Ciudad de México: Paidós (trabajo original publicado en 1975).