Autor: Claudia Rule

La investigación sobre trastornos de género empezó alrededor de 1960, como un intento de comprender el origen de la homosexualidad masculina. Las investigaciones parten de las observaciones que hizo Freud sobre bisexualidad.

La mayoría de los estudios se han centrado en los niños afeminados (girlyboys), más que en las niñas masculinas (tomboys).

En este trabajo, nos referiremos al Trastorno de Identidad de Género que es lo mismo que el Trastorno de la Identidad Sexual para el DSM-IV; el cual propone los siguientes parámetros:

A. Identificación acusada y persistente con el otro sexo (no sólo el deseo de obtener las supuestas ventajas relacionadas con las costumbres culturales).

El los niños el trastorno se manifiesta por 4 o más de los siguientes rasgos:

1)  Deseos repetidos de ser, o insistencia en que uno es del otro sexo.

2) En los niños, preferencia por el transvestismo o por simular vestimenta femenina; en las niñas, insistencia en llevar puesta solamente ropa masculina.

3) Preferencias marcadas y persistentes por el papel del otro sexo o fantasías referentes a pertenecer al otro sexo.

4) Deseo intenso de participar en los juegos y en los pasatiempos propios del otro sexo.

5)   Preferencia marcada por compañeros del otro sexo.

En los adolescentes y adultos la alteración se manifiesta por síntomas tales como un deseo firme de pertenecer al otro sexo, ser considerado como del otro sexo, un deseo de vivir o ser tratado como del otro sexo o la convicción de experimentar las reacciones y las sensaciones típicas del otro sexo.

B. Malestar persistente con el propio cuerpo o sentimiento de inadecuación en su rol.

En los niños:  la alteración se manifiesta por cualquiera de los siguientes rasgos: sentimientos de que el pene o los testículos son horribles o van a desaparecer, de que sería mejor no tener pene o aversión hacia los juegos violentos y rechazo a los juguetes, juegos y actividades propios de los niños.

En las niñas: rechazo a orinar en posición sentada, sentimientos de tener o de presentar en el futuro un pene, de no querer poseer pechos ni tener la regla o aversión acentuada hacia la ropa femenina.

C) La alteración no coexiste con una enfermedad intersexual.

D) La alteración provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo

Es importante tomar en cuenta que identidad de género, rol de género y orientación sexual, son conceptos entrelazados, pero separados en términos de desarrollo.

El rol de género es la manifestación pública de la identidad de género y expresa una representación mental que comienza a desarrollarse muy temprano (etapas pre-edípicas). El niño se va identificando con actitudes, comportamientos y expectativas, conscientes e inconscientes de los padres. La orientación sexual se manifiesta hasta la adolescencia y en términos de desarrollo se puede posicionar más en la etapa edípica.

Los primeros estudios arrojaron una combinación de factores para que se diera el trastorno de identidad de género (TIG): una madre seductora y peligrosa, un padre ausente y niños extremadamente tímidos. Sin embargo ahora sabemos que hay muchas más constelaciones posibles que anteceden a la homosexualidad adulta.

Dos terceras partes de los niños con TIG, crecen y son adultos homosexuales. No todos los hombres homosexuales sufren de un TIG en la infancia. De hecho es un trastorno poco común. Muchos niños que acuden a tratamiento por un TIG, tienden a ser extremadamente infelices y ansiosos, también se observan serios trastornos en la integración yóica. Sus conflictos van mucho mas allá de su travestismo (cross-dressing) y sus deseos por ser del sexo opuesto.

La identidad de género tiene un desarrollo complejo, donde se unen factores biológicos innatos y psicosociales. Los factores biológicos han sido difíciles de comprobar, una de las hipótesis es que existe una influencia hormonal en el embarazo, que puede contribuir a las actitudes y auto-percepciones masculinas y femeninas. Los factores psicosociales son más fáciles de observar: los padres imponen a sus hijos actitudes y expectativas, deseos conscientes e inconscientes y de ahí, nace el conflicto.

Las auto-percepciones de género se consolidan de los 18 meses hasta los 3 o 4 años de edad. Durante esta época el niño está atravesando la ambivalencia de la separación-individuación y los conflictos edípicos empapados de dificultades tempranas. EL TIG se distingue por aparecer muy temprano en el desarrollo, ya que en la mayoría de los niños el trastorno aparece entre los 2 y 3 años, durante el apogeo de la crisis de reacercamiento, cuando el niño se encuentra extremadamente vulnerable a la pérdida y separación.

 Durante el desarrollo normal, las primeras verbalizaciones del niño con respecto al género aparecen a los 2 años. A los dos años y medio de edad, la mayoría de los niños ya se  asignan correctamente su género, pero no están seguros sobre la estabilidad del mismo. Hasta los 5 o 6 años el niño se da cuenta de que sus genitales son un atributo que permanecerá estable a lo largo de su vida.

En la etapa en la que todavía no se consolida la idea de que el género será estable por lo largo de la vida, (entre 1 año y medio y los 4 años de edad), es cuando se  crea un terreno fértil para que el niño desarrolle un conflicto en la identidad de género, particularmente frente a un trauma. El segundo año de vida es un periodo crítico donde se unen los siguientes aspectos del desarrollo:

La experiencia genital del self, la experiencia cognitiva de la identidad de género, la constancia objetal. Todas estas se están desarrollando al mismo tiempo y pueden ser afectadas en este corto periodo de tiempo y generar un TIG. El segundo año de vida también coincide con la etapa anal, una etapa en la que se eleva el impulso agresivo y aparecen tempranos persecutores superyóicos severos.

Investigadores recientes proponen que el TIG es una defensa o una formación de compromiso forjada bajo el estrés de una separación terrorífica y una gran angustia de castración. Ambas experimentadas en reacción a una madre deprimida y/o ambivalente. El pequeño sacrifica su prueba de realidad para crear una fantasía rígida de ser uno con la madre, para así poder poseer sus increíbles poderes mágicos y controlar su rabia y sus impulsos agresivos. Al mismo tiempo, cumple con el deseo de la madre: continúa siendo una extensión de ella.

Una investigación realizada en “Childhood Gender Identity Clinic”, con 140 casos de niños diagnosticados con TIG dio a conocer los siguientes resultados:

Este trastorno ocurre generalmente bajo conflictos en las relaciones objetales y conflictos en el desarrollo del self.

  • Los padres de estos niños presentan: depresión crónica, ansiedad, trastornos limítrofes de la personalidad y trastornos narcisistas de la personalidad.
  • El TIG es una defensa contra angustia de separación y rabia, contenidas en una fantasía de fusión con la madre que se actúa compulsivamente.
  •  Es un trastorno en la vinculación o apego.

Sin embargo, existen diferentes factores que juegan un papel importante en la etiología del Trastorno de Identidad de Género.

Biológico:

Hay investigaciones que apuntan a que las hormonas prenatales juegan un papel en el temperamento del niño, el cual se observa en la energía y el juego rudo. La mayoría de los niños con TIG, rechazan el juego o actividades rudas. Tienden a ser tímidos, particularmente en situaciones nuevas. Tienen una fuerte necesidad de pertenencia y son afectivamente sensibles o hipersensibles física y emocionalmente, vulnerables a la separación y a la pérdida.

Trauma:

En  algunos niños con TIG, se observaron experiencias traumáticas en los primeros tres años de vida, como: la muerte de un hermano, abortos, enfermedad grave del niño, amenazas a la seguridad o vida de los padres. Estos eventos fueron particularmente traumáticos para la madre, quien pudo haber manifestado: depresión, rabia y aislamiento; los cuales provocan una intensa angustia de separación en los niños.

Dinámica Familiar:

Las madres tienden a utilizar a sus hijos para reparar su propia vulnerabilidad narcisista o para reparar el lazo con sus propias madres. No les permiten autonomía y tienen dificultad para separarse de sus hijos, también suelen ser intrusivas. Cuando el niño finalmente es capaz de tolerar la lejanía de la madre y se aleja, las madres describen sentir que es como si les estuvieran cortando una parte de su cuerpo. Normalmente esperan un comportamiento complaciente por parte de sus hijos. Se muestran particularmente ansiosas frente al juego rudo de sus hijos, que ellas equiparan con violencia. Muchas responden a la agresión, con mayor agresión.

Los padres se sienten excluidos del lazo madre-hijo. Muchos se alejaron cuando sus hijos no respondieron a ellos a la primera, ya que ellos también tienen dificultades con su autoestima y tienen problemas manejando asertivamente el impulso agresivo.  Ningún padre desarrolló una relación cariñosa y segura con sus hijos.

Muchos de estos padres y madres dieron respuestas en Rorschach que indicaron confusiones de género latentes. Por otro lado, también se enfatizó la hipótesis de 3-generaciones: las fantasías de los abuelos de niños con TIG, permanecían latentes en sus hijos y se manifestaron en los nietos.

Finalmente la psicodinamia individual de un niño diagnosticado con TIG, es la combinación de estos y otros factores en interacción en ciertas etapas de desarrollo.

El Juego Rudo (ROUGH-AND-TUMBLE PLAY)

Muchos autores mencionan la ausencia del juego rudo como una característica esencial en niños con TIG. El juego rudo es una predilección hacia mover el cuerpo a través del espacio disponible, chocar unos con otros usando el cuerpo, aventando y cachando, etc. Este tipo de juego es característico de los hombres en todas las culturas. Muchos varones jóvenes se clasifican entre ellos de acuerdo a su habilidad en el juego rudo. Esta clasificación tiene efectos duraderos en la autopercepción masculina. Las madres normalmente valoran e idealizan este comportamiento. Hay madres que proyectan sus propios impulsos agresivos inaceptables, en sus hijos y entonces trataran de evitar que ellos jueguen rudo.

Algunos niños evitan el juego rudo porque sienten que su cuerpo es frágil. Terapeutas bien intencionados, normalmente recomiendan actividades padre-hijo que incluyan este tipo de juego, para así favorecer la unión masculina entre ellos. Sin embargo, para un niño pequeño esto puede resultar muy amenazante. Lo más importante es que los padres se acerquen de forma aceptante y cariñosa a sus hijos, que los aprueben a pesar de no cumplir con sus expectativas, esta es la mejor forma de desarrollar una buena identificación de género masculina.

 Tratamiento Psicoanalítico

 La mayoría de los padres acuden a tratamiento con niños que presentan un TIG para prevenir que se vuelvan homosexuales. El analista debe trabajar mucho con su neutralidad frente a esta petición. Se debe tomar en cuenta que cuando hay un TIG, generalmente hay carencias mucho mas profundas y dolorosas de lo que se alcanza a ver a simple vista. Se debe trabajar con la hipótesis de que este trastorno puede ser una reacción contra-fóbica o defensiva por parte del niño, por lo tanto estar encubriendo necesidades o carencias más tempranas (pre-edípicas).

Para concluir quisiera retomar la idea de que el trastorno de Identidad de Género, se da por una combinación de factores, biológicos, psíquicos y sociales. Es un trastorno que se gesta temprano en el desarrollo, en etapas pre-edipicas. Se presenta como una defensa frente a angustias tempranas de separación y carencias narcisistas. El tratamiento psicoanalítico es indicado para este tipo de trastornos, en el cual se debe trabajar con neutralidad frente al deseo de los padres en cuanto a la orientación sexual de su hijo.

Bibliografía

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Imagen: Morguefile/Mensatic