Mariana Moreno

“. yo diré que todo síntoma, todo sufrimiento, es la manifestación de un fantasma inconsciente.”

-Juan David Nasio

En la sociedad actual, la cultura moderna ha enfatizado la comunicación instantánea a través de la transferencia de mensajes escritos, visuales, auditivos entre otros. A pesar de que esto facilita la comunicación entre los seres humanos, dichos mensajes, por lo general, carecen de contexto, por lo tanto, se dificulta lograr una vinculación concreta a partir de la emoción entre el emisor y receptor. Los mensajes de texto, los e-mails, por más poéticos que se muestren, difícilmente logran causar los mismos afectos, sentimientos, emociones y reacciones en una persona que si ese mismo mensaje fuera recibido a través de la palabra; frente a frente. ¿Cuál es el factor que determina la enorme diferencia que existe entre la comunicación virtual y la “real” a nivel emocional? En este escrito me permito decir que es la manera en la que la transferencia se lleva a cabo a través de los distintos medios de comunicación lo que determina que se despierten o no ciertas emociones o recuerdos (probablemente inconscientes) en el receptor.

La transferencia, es un concepto psicoanalítico acuñado por Freud desde sus primeras prácticas para hacer referencia a un fenómeno que observó como repetitivo a lo largo de sus sesiones psicoanalíticas. Él, la define principalmente como una repetición de diferentes fenómenos inconscientes, no obstante, creo que la transferencia es un concepto con un alcance bastante complejo y con varias caras. Laplanche la define como “… el proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de relación establecida con ellos y, de un modo especial, dentro de la relación analítica. Se trata de una repetición de prototipos infantiles, vivida con un marcado sentimiento de actualidad. Casi siempre, lo que los psicoanalistas denominan transferencia, sin otro calificativo, es la transferencia en la cura. La transferencia se reconoce clásicamente como el terreno en el que se desarrolla la problemática de una cura psicoanalítica, caracterizándose ésta por la instauración, modalidades, interpretación y resolución de la transferencia.”

A grandes rasgos, la transferencia puede definirse como la función psíquica a través de la cual un sujeto transfiere los procesos inconscientes acuñados en su infancia, que en una primera instancia fueron puestos en sus objetos principales de amor; es decir, la transferencia, como yo la entiendo, es la forma en la que se conciben y se repiten los vínculos afectivos. Dada esta definición, se puede percibir en gran medida que la transferencia no únicamente se extiende dentro del ámbito clínico, sino que es, de una manera esencial, la forma en la que las personas se relacionan a partir de los antiguos sentimientos, afectos, expectativas y deseos reprimidos del ser que, por consecuencia, se reviven en cada vínculo afectivo en el que se involucran. (Assoun, 2008).

Por otro lado, Freud también expone que dicha transferencia es uno de los elementos más importantes dentro del contexto clínico; específicamente, durante el análisis, ya que consta de un proceso tan primitivo que sería banal el intentar trasladarlo fuera de éste. Así mismo, indica que la transferencia no solo no se puede dejar fuera del análisis sino que es una herramienta clave para lograr que éste sea exitoso; asegura, que la cura va de la mano de ésta (si es que existe una cura como tal).

Por mi parte, sería preciso preguntarse: ¿por qué el título del escrito? ¿por qué vincular el sufrimiento con la transferencia? Dentro de este texto se establece la hipótesis que la manera en la que se relaciona uno con el otro, la forma de percibir y sentir los vínculos afectivos, también son la forma de experimentar el sufrimiento, incluso, valdría la pena preguntarse si una causa a la otra ¿Es la transferencia tanto la clave para la cura como la razón por la que se presenta el sufrimiento?

Esta problemática será respondida a partir de un diálogo entre diferentes textos, el cual dará pauta a que dentro de esta misma problemática surjan preguntas que servirán de guía para lograr establecer conexiones entre los textos expuestos, de tal forma, se delimitará una conclusión con base en lo mencionado anteriormente.

Según Freud, es posible hacer la aseveración de que lo que guía la dirección de la cura, hasta cierto punto, es la transferencia, siendo ésta la pauta de cómo se funde la relación entre analista y analizado. Partiendo desde este punto, la mera esencia de la transferencia, su alma, únicamente se reviste a través de una cura psicoanalítica y alcanza este papel dentro del tratamiento.

“Esta lucha entre médico y paciente, entre intelecto y vida pulsional, entre discernir y querer «actuar», se desenvuelve casi exclusivamente en torno de los fenómenos transferenciales. Es en este campo donde debe obtenerse la victoria cuya expresión será sanar duraderamente de la neurosis.” – Freud, 1927

Tomando en cuenta lo anteriormente expuesto, el paciente, consecuentemente, respondería a los vínculos reales con el analista de la misma manera que como lo haría con los objetos primarios o principalmente a las imagos. Partiendo del hecho que la transferencia es un fenómeno inconsciente, que constituye parte primordial de la represión con el fin de mantener lo inconsciente con esa naturalidad, sería labor del analista reducir esta resistencia, para así, dejar salir el contenido inconsciente a lo consciente y de esta manera re-direccionar la cura; es decir, una vez que el analista a través de sus interpretaciones, resta la represión y se aproxima más al “recuerdo olvidado”, su labor principal sería la reelaboración del contenido mismo; llegar a la raíz.

“…en la cura analítica la transferencia se nos aparece siempre, en un primer momento, sólo como el arma más poderosa de la resistencia, y tenemos derecho a concluir que la intensidad y tenacidad de aquella son un efecto y una expresión de esta.” – Freud, 1927

Esto, señala que es a partir de la transferencia y el manejo de esta que la resistencia puede ir disminuyendo y de esta forma, el analista, puede ser capaz de

dar interpretaciones más acertadas que concuerden (o no) con el juicio del paciente y, por consecuente, el paciente puede ir dándole significado a sus síntomas.

No obstante, el lograr reducir la resistencia a partir de la transferencia, queda a expensas de las propias cualidades de tipo transferenciales del analista. Entonces,

¿cómo es posible que, dentro de la transferencia se encuentre la cura, tomando en cuenta que ésta es un fenómeno cambiante e inconsciente?

Es por esto, que la cura se va encaminando hacia una situación en donde los conflictos tienen que liberarse en definitiva en el terreno de la transferencia; por lo tanto, el analista no únicamente maneja la transferencia de manera superficial, sino que, desde un punto más profundo, la lleva, la guía, poco a poco sin ahorcarla, con el fin de que esta no quede debilitada, pero tampoco sea hostil. Una vez que se disminuye la resistencia, la transferencia es vivida desde la perspectiva de la cura, dónde, mano con mano el paciente y analista la encausan en favor de ésta.

A partir de los argumentos mencionados, es posible preguntarse: Si parte de la  cura, es revivir recuerdos y vínculos afectivos a través de la transferencia y muchas veces esto es un proceso doloroso, entonces ¿será la manera de vincularse de donde proviene el sufrimiento? Es cierto, que en gran medida, el ser humano sufre por las mutaciones en las relaciones que se van dando a lo largo de su vida; ya sea la ruptura entre una pareja, la muerte de un padre, la separación con los hijos, las despedidas, desprendimientos afectivos, los duelos de las diferentes etapas de la vida, son ejemplos de situaciones, que por lo general, infieren dolor; entonces, si la transferencia se repite en cada relación ¿Será por la transferencia misma y los vínculos con los objetos primarios que un individuo experimentar dolor? ¿Cómo se puede reposicionar la manera de vincularse a través de la transferencia con el fin de que el ser logre vivir estos cambios relacionales con el mínimo dolor posible?

El vínculo, por su parte, se forma desde los primeros meses de vida, en principio de una manera arcaica, con un sentido de omnipotencia donde el objeto únicamente tiene la función de servir. El niño, al ir creciendo e ir identificando y sobretodo aprendiendo a amar al objeto bajo cualquier condición, adquiere dentro este proceso una herida a ese narcisismo primario, una lesión a esa omnipotencia donde se aprende de manera consciente que el objeto no es realmente poseído, pero ¿bajo cuánta magnitud queda esta huella en el inconsciente? ¿qué tanto en etapas posteriores  los  objetos  se  siguen  viviendo  -a  nivel  inconsciente-  como propios?

¿Qué tanto es más bien el Ego (en términos de egoísmo) o el golpe al narcisismo el que modifica la naturaleza del vínculo, siendo este el responsable del sufrimiento?

¿No será esto la verdadera razón por la cual la transferencia al vivirse desde las relaciones arcaicas cargue con un sufrimiento implícito?

Ahora, por otro lado, creo que es necesario entender todos los matices que conlleva “el sufrir”. El sufrimiento desde su burda definición coloquial, se remonta a dolor; es específicamente el sentir dolor. Por lo tanto, cuando alguien padece de algún tipo de dolor, se podría aseverar que esa persona está sufriendo. No obstante, desde un punto de vista psicoanalítico, donde las dolencias pertenecen al alma y no a lo físico, creo es más difícil dar una definición tan concreta a una situación tan compleja; tan intangible.

Freud, dentro de su texto “El tratamiento psíquico” (1886), hace referencia a que nuestro cuerpo físico, refleja de cierta manera los signos patológicos de la psique. Éstos, según Freud, son reflejados a través de signos visibles en el cuerpo y en el sistema nervioso central, ocasionando que el paciente con dolor psíquico experimente diferentes tipos de síntomas visibles. Esto indica que un influjo alterado de la vida anímica, podría llegar a observarse de manera palpable en el cuerpo físico.

Entonces, si el sufrimiento se traduce en dolor ¿qué pasa cuando este sufrimiento o dolor, no es manifestado a través de ningún síntoma físico?, esto abriría el panorama para explorar las diferentes maneras y tonos de los sufrimientos del ser humano.

Dentro de muchos contextos y para ciertos fines, la definición del sufrimiento lleva implícito forzosamente el dolor físico y material para poderse catalogar como un sufrimiento propiamente dicho. No obstante, dentro del psicoanálisis, el sufrimiento es algo mucho más profundo; este va de la mano con los procesos inconscientes que se fundan desde la infancia, y es a partir de éstos que nace la percepción del mundo, por consiguiente, la percepción misma es la que dictamina la forma de relacionarse tanto con el mundo como con el sufrimiento, y más importante aún, con “el cómo” se vive dicho sufrimiento. A pesar de que la persona no siente dolor físico, muchas veces el sufrimiento como lo indica Freud, en el texto “Recordar, repetir, reelaborar” se exterioriza en los síntomas psíquicos, aunque éstos sean (de cierta manera) indoloros.

Es verdad que cada individuo “sufre” de manera diferente, incluso algunos sufren “evitando sufrir”, evadiendo el dolor y postergándolo hasta que éste los alcanza. Dentro de este rubro, es importante recordar que el sufrimiento se origina, en su mayor parte, en el inconsciente, por lo tanto, parte de él se mantiene bajo esta condición. Son todas aquellas pulsiones que desean ser descubiertas y que muchas veces se traducen en un lenguaje sintomático, generando un patrón de acciones repetitivas que guían directamente al sufrimiento -de nuevo-.

Teniendo esto en mente, se podría hacer la afirmación de que una vez vueltas conscientes partes de los procesos reprimidos, el dolor, por consiguiente, debería  de cesar. No obstante, dentro del análisis se presenta una situación contraria a la que se podría pensar en una primera instancia. Es precisamente antes del alivio, antes del consuelo, del descanso per se de este sufrimiento, que éste mismo es exacerbado. No es concientizar parte de lo inconsciente, no es bajar la resistencia, ni recordar “el recuerdo olvidado”; es la reconstrucción de estos procesos lo que hace más fácil lidiar con el sufrimiento. (Freud, 1927)

Será pertinente utilizar la metáfora de una fractura de hueso para ejemplificar el sufrimiento del alma. Cuando se sufre una fractura de hueso, por lo general, las extremidades de cada hueso no quedan en su lugar; queda desviada una extremidad de la otra, haciendo imposible que sanen. Primero es necesario volver a colocar en su lugar dichas extremidades para dejar, que una vez juntas, puedan recuperarse. Posteriormente, el hueso, una vez unido, se deja curar por sí solo. Por lo general, la reacomodación de las extremidades es un proceso en términos médicos muy doloroso.

El analista, cumple la misma función que el médico en este caso. Probablemente, el sufrimiento o dolor durante el análisis sea más fuerte, dependiendo de la dirección de la cura que lleve el analista. Posteriormente, una vez que “las piezas” son acomodadas, el paciente debe de hacerse responsable de su dolor; sanarlo, sentirlo; entender que es un proceso energético, pero también caer en cuenta que no es para siempre, que es un “mal” necesario para seguir adelante. El estar en un estado de sufrimiento también es favorable; permite crecer, progresar, sentir; el sufrimiento, también nos recuerda que estamos vivos.

Entonces, el sufrimiento, el dolor, al final se resume en energía y después de sentirlo e incluso saborearlo, se entiende que, como la energía, se puede transformar. Según el modelo económico de Freud, la energía enfocada al sufrir puede ser relocalizada, no antes de haber reelaborado el sufrimiento propio, prosiguiendo el trabajo en desafío del análisis. (Freud, 1927).

Ahora bien, retomando la problemática principal. ¿Por qué el título del trabajo?

¿Cúal es la esencia de la relación entre el sufrimiento y la transferencia? Casas de Pereda, menciona que: “La especificidad del acto analítico nos enfrenta al desafío de las dificultades del sujeto en sufrimiento que no puede contactar con su yo más que a través de un saber que en realidad ancla en un ‘no sabido’, en el desconocimiento o en las construcciones, que como los síntomas, son sólo emergentes cuyas raíces, (en sus anudamientos significantes y construcción de fantasías), se actualizan en el acontecimiento pleno de afectos de la transferencia analítica.” (2008)

Lo que esto indica, es que tanto la transferencia como el dolor, son necesarios para la cura. Incluso, me atrevería a decir que no existe uno sin el otro. La transferencia por su parte, siendo un fenómeno inconsciente forjado bajo todas aquellas vivencias y maneras de vincularse con los demás que en algún momento (forzoso), encauzaron la forma de sufrir del individuo, es el modelo que determina “el cómo” se vive el dolor, de tal manera que se crea junto con la resistencia. Por otro lado, el sufrimiento, es lo que escapa cuando baja está mencionada resistencia; surgen aquellos “síntomas” que aunque el paciente muchas veces lo viva de manera inconsciente, son el sufrimiento per-se. (Joel Dor, 2000)

Tanto la transferencia como el sufrimiento, son las pautas que marcan el camino que lleva el analista en la cura y un factor central en el análisis que difiere de otras terapias, donde se busca trabajar el dolor; resignificar en lugar de tratar de esconderlo. El mecanismo de la transferencia se maneja al disponer de la libido que ha permanecido resguardada por los objetos primarios, pero el esclarecimiento de su papel en la cura, sólo se penetra en sus vínculos con la resistencia. No obstante el introducirse en la resistencia, el sacar a flote lo “resistido” conlleva sufrimiento. Se revive el momento del dolor, se reelabora, se recuerda. Mismo efecto que pasa con la transferencia. De manera inconsciente, se entiende que el analista no es “esa persona” a la que se “le está” transfiriendo esa emoción”, ese sentimiento, esa energía. Y es en ese momento que el sufrimiento se observa desde otra perspectiva. No es que el paciente deje de sufrir, sino que le da significado al sufrimiento mismo. (Freud, 1927)

“Más exactamente, no se trata de sentir el sufrimiento del cual se queja el paciente, sino del dolor olvidado de su traumatismo infantil: sentir en sí eso que el paciente ha olvidado mientras que el paciente debe aprender a sumergirse en su inconsciente para percibir la causa de su dolor.” – Freud, 1927.

Finalmente, como ya se había mencionado en la cita aludida anteriormente, es mediante el análisis que -de alguna manera- cesa el dolor. Es mediante la palabra que se logra llevar la transferencia, penetrar la barrera y manejar el dolor. Es a través de esta herramienta tan sencilla pero tan poderosa que la transferencia se une al tratamiento, o mejor dicho es gracias a esta herramienta que ambos fenómenos logran expresarse, degustar y por lo tanto disolverse para transformarse en algo diferente.

En conclusión, creo que parte del porqué revivir la transferencia dentro del consultorio y las mutaciones que conllevan las relaciones humanas resultan procesos psíquicos que llevan un tipo de sufrimiento implícito, el cual muchas veces es traducido en síntomas, es por la huella que queda marcada en el alma del narcisismo primario; el sentimiento arcaico de la omnipotencia, el ser egoístas. El ego necesita la atención, la unicidad, “ser importante” y si estamos atentos podremos ver que la transferencia se desenvuelve de la misma manera; es ese patrón que se repite dentro del consultorio.

Es por esto, que la única manera de reducir el sufrimiento, específicamente el causado por los cambios en las relaciones humanas, es a partir de liberarse del ego. Liberar el alma; entender que las relaciones son cambiantes, tienen gamas, etapas, formas y sobre todo que cada individuo es un ser libre, que no le pertenece a nadie y que la felicidad, la liberación del sufrimiento se encuentra precisamente en dejar ser a los demás. Dejar que los demás amen libremente; desde mi punto de vista amar libremente es como la transferencia se reelabora, ocasionando que el sufrimiento disminuya.

A partir de las tesis descritas, es evidente como, dentro del campo del psicoanálisis todos los fenómenos que suceden dentro del consultorio, se encuentran estrechamente relacionados. Por lo tanto, también es posible percibir que no es únicamente el dolo del paciente que sana a través del análisis, sino que este proceso se remonta a una reconfiguración también de la vinculación con los pares, que permite, que la persona se replantee desde otro punto de vista y pueda observar tanto el sufrimiento de los demás, como el suyo mismo, desde otro lugar y a partir de su propia transferencia. Sanar, es dirigir una mirada diferente a si mismo. (Nasio, 2013.)

Bibliografía

  • Assoun, P. (2008). Lecciones Psicoanalíticas sobre la Transferencia. El manejo de la transferencia.
  • Casa, M. (2008). La transferencia y sus efectos. Buenos Aires.
  • Dor, J. y Goldstein, V. (2000). Estructuras clínicas y psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu Editores
  • Freud, S. (1910). Tratamiento Psíquico: Tratamiento del Alma; En Obras Completas
  • Tomo XI. Buenos Aires, Amorrortu Editores.
  • Freud, S. (1911). “Sobre la dinámica de la transferencia”; En Obras Completas
  • Tomo XII. Buenos Aires, Amorrortu Editores.
  • Freud, S. (1914). “Recordar, repetir, reelaborar”; En Obras Completas Tomo XII. Buenos Aires, Amorrortu Editores p 97-105.
  • Freud, S. (1920). “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”; Tomo XVIII. En Obras Completas Buenos Aires, Amorrortu Editores
  • Nasio, J. (2013). “Curarse, es dirigir una mirada nueva a sí mismo”; Colombia.