Tener un hijo con Donador de Esperma Anónimo: una breve mirada psicoanalítica
Autor: Eugenia Vega
 
Hoy en día la ciencia y la tecnología nos dan cada vez más temas con diversas vertientes para analizar, reflexionar y hasta, tal vez, buscar adaptar diversas teorías psicoanalíticas a lo que va aconteciendo socialmente y que va teniendo discurso y presencia en el consultorio.
No me detendré a mencionar todos estos temas o situaciones, lo que hoy quiero brevemente analizar es el hecho de poder tener un hijo con un donador anónimo; es decir, ir a un banco de esperma y elegir al “hombre” (por decir mucho) con el cual te gustaría tener un hijo por sus características fenotípicas (pues es lo que está descrito principalmente en los registros).
Hasta el año 1978 sólo se conocía una vía para poder concebir un hijo: la natural, en la que la concepción se logra a través de la realización del acto sexual entre un hombre y una mujer. En ese año nace Luisa Brown, “el primer bebé probeta”. A partir de entonces los avances de la ciencia en este ámbito fueron aumentando con mucha velocidad, generándose un sin fin de posibilidades cada vez más complejas.
Al parecer todavía no hay tantos escritos psicoanalíticos sobre el tema. Encontré en el PEP un trabajo titulado “Alternatives to the stork: fatherhood fantasies in donor insemination families” donde se habla sobre parejas que tienen que recurrir a un donante de esperma y toda la dinámica que surge con ese tercero; pero no encontré una investigación, artículo o reporte de mesa de trabajo donde se profundizara acerca de la decisión, el deseo y el mundo interno de una mujer que decide tener un hijo sola. Lo que sí encontré fueron artículos de corte psicológico, cuentos, grupos, páginas de Internet en donde se da apoyo, contención e información a mujeres que están pensando o que ya tuvieron esta experiencia.
Encontré, también, “Sperm donor= Dad: A single woman´s story of creating a family with an unknown donor”, libro en donde una mujer narra toda su vivencia: desde que toma la decisión de inseminarse hasta cómo su hijo conoció a sus medios hermanos. Me pareció muy interesante, ya que no tengo por ahora un caso en mi consultorio, pero no dudo que lleguen con mayor frecuencia mujeres con la inquietud de ser madres solas. En fin, tomé este libro un poco como testimonio, pues de la información que encontré y mis reflexiones teóricas acerca del tema, queda muy bien lo narrado por la autora.
Me enfocaré principalmente en el Deseo de maternidad o de tener un hijo, más adelante explicaré por qué no son lo mismo. Me enfoco en esto ya que finalmente, lo que encontré en estadísticas, estudios, páginas y cuentos se reduce a que la madre deseaba demasiado ser mamá y/o tener un hijo y que al no encontrar pareja estable, prefirieron buscarlo “a la carta”; de ahí mi acento al deseo.
El deseo de hijo depende de objetivos narcisistas y edípicos inherentes a la historia de cada quien. El deseo parental, según Michel Tort; es producto de un largo proceso que se gesta en la infancia, y está directamente relacionado con el desarrollo psicosexual de la niña o niño y determinado por los procesos identificatorios con ambos padres, que incluyen las identificaciones de género, procesos identificatorios del niño (a) con los padres, resultante a su vez de la implantación en la mente del hijo (a) de mensajes inconscientes relativos a la masculinidad/femineidad y que incluyen las representaciones sobre la maternidad o la paternidad.
El Deseo de ser madre, y Deseo de tener un hijo; suenan similar pero no lo son. La psicoanalista, Silvia Tubert, distingue estos dos deseos. El deseo de hijo alude a tener un hijo, que está más relacionado con la conformación del Ideal del Yo de la niña, que al tiempo que resuelve su peripecia edípica, se identifica con los emblemas culturales respecto de su género sexual. El deseo de maternidad o de ser madre, viene del deseo de ser como la madre, de un supuesto dominio del Yo Ideal, el cual nos dice la analista es un núcleo duro y remanente de narcisismo infantil en la mente del adulto. Aquí se alude a lo preedípico, al registro de la identificación primaria con la madre, objeto del apego y de los cuidados autoconservativos, semejante de género. “Se querrá ser madre para ser una con mamá”.
Aquí quisiera comenzar a citar a Cheryl Shuler, autora del libro que mencioné anteriormente. Esta mujer comienza relatando que tuvo un sin fin de citas, novios, relaciones, etc. pero que ninguna lograba concretarse, que la engañaban o que los hombres con los que estaba eran unos patanes. La cita que pongo a continuación proviene de una reflexión que tiene después de hablar con una madre que había adoptado a un niño:
“… Yo quería la experiencia de tener mi propio bebé. Quiero saber cómo se siente que el bebé se mueva dentro de mi. Quiero poder compartir mi historia de terror del parto (esperando que no sea tan terrible, claro!) y quiero un bebé que se parezca a mí… Tal vez sólo quiero heredar mis genes.”
“… No estaba interesada en tener un niño que se pareciera a mí físicamente. También deseaba encontrar un donador que tuviera algunos talentos que a mí me hicieran falta…”
En la cita anterior podemos encontrar la parte en donde Cheryl pareciera buscar hacer un humano perfecto, parecería aquel que pudiera haber hecho con su padre en la fantasía edípica: el pene del padre, es lo que le hacía falta; y estaba trabajando en él. De ahí que me llamara la atención la siguiente cita:
“Decidí desde el principio el nombre de Gavin Michael y nunca consideré otro nombre para él. Quise estar lista con algún nombre para niña por si acaso el desorden hormonal que estaba viviendo en mi cuerpo estaba de alguna manera quitándome mi intuición. Pero nunca pude decir un nombre femenino”.
Dentro del artículo de Claudia Zanardi titulado “The difficult Journey of Female Desire” se menciona que la fantasía de omnipotencia es más que una simple incapacidad original para diferenciar pensamientos y realidad, lo cual es típico en la infancia; es una reacción defensiva ante la decepción.
Encontré también diversas fantasías de corte preedípico en Cheryl, la que más me llamó la atención fue:
“Tenía miedo de no saber que estaba en trabajo de parto y que mi bebé podía caerse en cualquier momento al suelo”.
Después de escribir esto, describe que no fue tal cual pero que solamente sentía un dolor en el recto, como ganas de ir al baño. No quitaré la parte real de dolores de parto, pero agregándole la fantasía de que se le “cayera” suena a algo preedípico, donde el bebé-excremento del padre sería expulsado vía anal.
En un reporte de Mesa de Trabajo donde se habló de Infertilidad, Renta de Vientre y Nuevas técnicas reproductivas en Viena en 1996 se mencionó que el deseo de hijo no era solamente un impulso biológico, sino una adquisición en el proceso del desarrollo femenino. Proponía Fanny Blanck de Cerejido que el conocimiento de nuestro origen, es decir, saber que provenimos de una relación sexual entre un hombre y una mujer, y su elaboración edípica, ha sido considerado algo constitutivo en la mente. Ella hizo hincapié en los peligros que corren los padres que pueden fantasear omnipotentemente, desde cosas reales hasta posibles fantasías psicóticas de estas experiencias, como el haber concebido este bebé con Dios, con el padre o la madre.
Se expuso también, y comparto esta postura, que se correría el riesgo de que la descendencia a partir de un donador de esperma podría vivir una confusión de identidad, o entender parte de su nacimiento a partir de objetos absoluta e intencionalmente parcializados, así como también el ser privado de parte de su historia genealógica. La separación del acto sexual que da origen a la vida, de la intervención médica que hace posible crear vida produce cierta lejanía de la realidad socio-cultural. Puedes hacer a un lado la reproducción del sexo, pero no puedes sacar al sexo de la reproducción.
Quisiera citar algo que me llamó la atención, ligándolo con la parte que menciono anteriormente: es difícil separar la reproducción del sexo; tecnológicamente no, pero emocionalmente en nuestras mentes todavía está fuertemente ligado en nuestras raíces sociales y culturales este hecho.
“El Doctor Paul llenó mi historial con comportamiento calmado y ojos amables. El timing y el pensarlo tanto me aclaró que este era el hombre que me podía embarazar”.
La siguiente cita está situada en la parte donde Cheryl tiene que elegir entre los catálogos al donador de esperma ideal.
“Me sentía un poco “naughty”, porque estaba “sleeping around” pero sin el peligro de contraer una Enfermedad de Transmisión Sexual”.
Se habló en este panel también acerca de la explicación más común que se les da a los niños: el fuerte deseo por parte de la mujer por ser madre, y de haber buscado una semilla ideal para formar una vida. Se expuso un caso. Y de éste se cuestionaban si a pesar de ser una explicación aparentemente llena de amor, podría satisfacer el deseo profundo de saber de dónde vienen realmente: de su origen. Comentaban que los niños mostraban resistencia a tener que reducir a su padre biológico a una cosa. Involuntariamente se le pide a los niños que piensen en sus padres genéticos solamente como espermas o semillas, cuando en realidad un padre es más que eso. Por otro lado, los niños no son los únicos que crean estas fantasías sobre el padre por partes, la madre también le da un lugar dentro de la familia.
Habiendo tenido ya a su bebé Cheryl comenzó a ver rasgos y conductas que no eran de ella ni de su familia, Gavin era muy bueno para armar rompecabezas, y para armar cosas: “sabía que esto era de su padre, así que le escribí un poema para expresar mis sentimientos. Aunque creía que nunca lo leería, para mí hizo mi gratitud más tangible”.
Aquí parte del poema:
Gracias por mi hijo,
A pesar de que tu y yo no nos conocimos,
No nos tocamos y nunca hablamos.
Tu me has ayudado a completar mi vida.
Gracias por mi hijo,
Cuando lo miro y veo que hay cosas que no pueden ser mías
Pienso en ti naturalmente.
Y gracias por mi hijo.
(…) en la noche en mi cama rezo por este niño perfecto que se puso en mi camino,
Diario alguien reza por ti, gracias por mi hijo.
Se han encontrado reportes en donde las madres que utilizaron a un donador anónimo, conforme sus hijos crecen, se van dando cuenta que ese esperma representa a un ser humano, no solamente a un asunto de genética. Cuando el donador es anónimo el niño y la madre juntos se comienzan a crear una imagen acerca de este hombre. Imaginan conversaciones que podrían tener con él. Algunas veces las madres mismas buscan tener más información del donante para tener una imagen más completa de éste. Y al niño le van diciendo, como se ve en todo el libro de Cheryl, que “x” cualidad la sacaron de su padre. De cualquier manera que vayan tratando de contarse a este padre tratándolo de hacer un objeto más total, se va construyendo a un padre que no existe en la vida relacional del niño. Aquí podemos encontrar las fantasías parecidas a las de niños adoptados; en donde el niño idealiza a ese esperma y que algún día el donador de ese esperma vendrá a reclamar a su hijo perdido; ese amable hombre que generosamente le dio a mi madre un esperma es fácilmente puesto en el lugar de rico y poderoso rey que algún día traerá gozo y gloria a la vida del niño.
Eventualmente, el niño se ve forzado a desidealizar a este donador; encontré en un artículo que citan a un niño de 11 años que dice “ ¿hombre amable? Sí, claro… Seguro lo hizo por dinero”.
El deseo de ser madre y/o de tener un hijo va haciendo a un lado la importancia del lugar del padre dentro de la familia. No quiero sonar conservadora, pero existen varios artículos, citas, y autores que aseguran que este papel es fundamental para el desarrollo de los niños. Incluso me parece pertinente proponer aquí, que faltaría reforzar más teóricamente e investigar la importancia del padre dentro de la familia, pues actualmente cada vez pareciera que se deshecha más la idea; da la impresión de que no se aboga o no estamos del todo convencidos, pero como Cheryl, la imagen del padre se sigue buscando.
Al ir escribiendo el trabajo, me di cuenta que de pronto no solamente hablé del deseo de la mujer por ser madre o tener un hijo, sino también a un hijo de tener un padre; el deseo de tener una historia, entender de dónde viene; el deseo de haber sido deseado y pensado por ambas partes que tuvieron que ver en su reproducción.
De esta cuestión creo que se desprenden varios temas para investigar y analizar profundamente, pero lo que principalmente me quedo pensando a partir de esta breve reflexión es si este tipo de tecnologías nos están obligando como analistas a replantear el Edipo, la escena primaria, la fantasía omnipotente de tenerlo todo (ya no se está dejando tanto en la fantasía, la tecnología lo está haciendo realidad); qué hay con el papel del hombre en la reproducción a partir de este tipo de prácticas?, dónde queda el deseo del hijo pensado desde dos sujetos, desde dos mundos diferentes que se plantean “construir” un mundo (hijo) juntos; ¿cómo se construye la subjetividad, introyectos e identificaciones cuando la mitad fue elegida en un catálogo?
Me parece que existen varios retos y cuestionamientos para nosotros los psicoanalistas con relación a este tema, y no sólo como profesionales, este asunto toca fibras personales que inevitablemente sesgarán nuestra manera de analizar algún día a una paciente que se plantee tener un hijo sola, o a un niño que va a tener que ir armando y construyendo una Imago paterna a partir de las fantasías de la madre.
 
Bibliografía

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