Texto de Leticia García publicado en el portal Conecta MX.
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Una pareja joven llegó a mi consultorio hace un par de años, y lo primero que me preguntó fue si yo creía en las parejas eternas. Esto me llamó la atención,  porque sabía que era una pregunta capciosa.
Fuera sí o no, la respuesta, influiría en  la permanencia de la pareja, o no en el tratamiento, así que contesté con toda sinceridad: “Yo creo en parejas que desean seguir adelante y parejas que desean terminar su relación, habrá que descubrir a cuál de estas dos pertenecen ustedes”.
Mientras avanzaba el tratamiento fuimos viendo que, aunque Alfredo y María formaban una pareja que deseaba seguir adelante, existían discrepancias importantes entre ambos, ella deseaba y reclamaba a Alfredo  tener una pareja más tradicional y quedarse en casa para cuidar de los hijos, mientras que él, siempre anheló una pareja moderna, donde no importaba si había hijos o no, lo importante era realizarse como profesionistas.
Son varios los factores que diferencian una pareja mexicana moderna de una de corte tradicionalista. Primero que nada, lo económico. Es decir, mientras que en un esquema más tradicional, el hombre solía ser aquel que llevaba el dinero a casa, en una familia moderna, son ambos quienes aportan a la economía del hogar para desarrollar juntos los  proyectos en pareja.
En una familia tradicionalista sería impensable que los hijos fueran cuidados por una niñera o fueran a la guardería, mientras que en una familia moderna ambos aportan a los gastos del hogar y acuerdan pagar a los cuidadores de sus hijos.
Hoy en día, debido a la demanda  y  situación económica en nuestro país, donde los sueldos son cada vez más castigados y los horarios laborales sumamente demandantes, vemos que existen cada vez más parejas que están a favor de esta dinámica si quieren formar una familia, pues es cada vez más difícil  encontrar un esquema tradicional en el que el hombre permanece en un empleo durante años ganando un salario suficiente.
Además, vivimos en un país en el que cada vez hay más opciones de esparcimiento y actividades curriculares y extracurriculares en el que muchas de las parejas modernas deciden sumergirse para dejar detrás la idea de que tener una pareja, hijos y permanecer juntos para siempre es la única meta en la vida.
Cuando se decide que tipo de pareja deseamos ser o tener, no sólo el factor económico influye, muchas otras veces, lo importante es  la vida que cada uno aspira tener. Aunque existen muchas parejas a quienes no les interesa tener hijos, la mayoría de las mujeres en México aún conservan la ilusión y los planes de ser madres y esta labor puede acomodarse en una o en otra manera de organizarse, pues el decidir ser una pareja tradicional o moderna, tiene que ver con los planes a futuro en común, deseos de realización afines y apoyo mutuo.
Se ha observado que la expresión abierta de un apoyo mutuo es nueva, perteneciendo más bien a la oleada moderna. Muestra de ello es, por ejemplo, que hoy muchos pacientes hombres dicen: “estamos embarazados o estoy embarazado”, cuando esperan un hijo. Esta frase es un ejemplo del deseo del hombre de ser empático con la mujer, dicha expresión antes no se usaba.
Otro factor importante que distingue a las parejas modernas de las tradicionales es el deseo de permanencia, es decir,  en la actualidad muchas parejas permanecen juntas mientras sean felices, o se aporten mutuamente, y tienden a no darse la oportunidad de tratar de arreglar sus problemas, ya que se desesperan con mucha facilidad.
En cambio, las  parejas tradicionales permanecían juntas a veces por comodidad o conveniencia o, simplemente para no provocar las habladurías de la gente, a pesar de no tener nada en común y a veces detestarse mutuamente.
Siguiendo con mi ejemplo, al profundizar más sobre su relación de pareja, María  y Alfredo me comentaron que nunca conversaron sobre sus planes a futuro, que estaban muy enamorados y se casaron, aunque no estaban muy acostumbrados a decir lo que deseaban y mucho menos a pensarlo. María provenía de una familia muy tradicionalista, donde la madre nunca trabajó y el padre toda la vida los mantuvo a su madre, a ella y a sus hermanos.
Ella no podía entender por qué Alfredo no quería hacer lo que ella aseguraba que “le tocaba” y dejarla quedarse en casa con los hijos que deseaba tener. Por otro lado, Alfredo provenía de una familia de padres divorciados, y profesionistas y esto era normal para él.
Aunque esta pareja se dio la oportunidad de enfocarse en ellos y acudir a tratamiento para ponerse de acuerdo y hablar de sus diferencias, muchas parejas no hablan de lo que desean o aspiran en la vida en un principio de la relación y, es por esto, que cuando el efecto del enamoramiento disminuye, muchas veces se encuentran con una realidad que no deseaban porque no tenían claro qué deseaban o bien nunca lo expresaron.
María y Alfredo lograron hablar, negociar y con el tiempo ponerse de acuerdo, al final, tendrían una relación que respondiera equilibradamente a los requerimientos de cada uno. Tendrían un solo hijo, ambos trabajarían y ahorrarían para que María pudiera quedarse con su pequeño el primer año de vida o los que fueran posibles para, luego, poder retomar el trabajo uno o más años después.
El temor de ambos era que el otro no los fuera a entender si hablaban de lo que deseaban de su pareja, pero se encontraron con que ambos estaban dispuestos a negociar y ceder para disfrutar de la pareja que ambos desean.