Colaboración de Alejandro Silva en Vivircondiabetes.net
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En nuestra cultura y a lo largo de distintas generaciones, la figura de las abuelas ha tenido mucha importancia en la crianza de los niños en las familias. Que ellas participen en la educación de sus nietos tiene mucho sentido, en primer lugar porque al ser familiares directos de ellos, se favorece que exista un gran cariño desde el nacimiento de éstos, que ayuda a establecer un buen vínculo desde que son bebés. Y en segundo lugar porque tienen la experiencia de haber sido mamás.
El grado de participación que las abuelas tienen en la crianza de los nietos varía de acuerdo al contexto. Puede que su intervención en la educación sólo sea parcial; por ejemplo, como un apoyo cuando los padres tienen que trabajar, o puede que asuman completamente la responsabilidad sobre su cuidado. Cualquiera que sea el caso, hay algunos puntos que son importantes tomar en cuenta cuando las abuelas asumen esta responsabilidad.
Uno de los aspectos importantes a considerar es la razón por la cual las abuelas toman parte en la educación de los pequeños. Puede ser que su participación sea solicitada por los papás de los nietos, o que ellas sean quienes deseen formar parte en la crianza de éstos y asumir la función de cuidadoras. En cualquier caso, resulta fundamental para el bienestar de todos, y principalmente de los nietos, que la decisión sea consensuada y acordada entre los adultos.
Los principales conflictos que pueden surgir cuando las abuelas se hacen cargo de los nietos, aunque sea por unas cuantas horas a la semana, tienen que ver con los desacuerdos que existen entre los adultos; es decir, entre las abuelas y los padres de los niños. Generalmente, existen desacuerdos cuando alguna de las partes se siente tratada injustamente por la otra, o cuando alguno se toma atribuciones que el otro siente que no le corresponden.
Por ejemplo, las abuelas pueden sentirse molestas o incómodas si sienten que son utilizadas como nanas por sus hijos, es decir que recurren a ellas sólo “por conveniencia” cuando no hay quien se haga cargo de los nietos. En muchas ocasiones esto puede suceder porque los padres (papás y mamás) de los nietos, pese a ser adultos independientes, siguen manteniendo relaciones de cierta dependencia respecto a ellas; de alguna manera, siguen convencidos, a nivel emocional, de que sus mamás deben resolver por ellos sus necesidades, incluyendo en este caso, hacerse cargo de los nietos cuando sea necesario. Por supuesto, el sentimiento de las abuelas puede complementar la situación, puede que ellas mismas sientan o incluso favorezcan relaciones de dependencia respecto a sus hijos adultos, poniéndose a disposición de ellos para cuidar a los nietos.
Sin embargo, cuando las abuelas sienten molestia o enojo por sentir de alguna forma injusta la relación, pueden surgir en ellas sentimientos de culpa, es decir que pueden sentirse mal consigo mismas por sentir molestia al asumir el cuidado de los nietos. En este sentido, es importante distinguir qué es lo que les causa enojo, cuidar a los nietos, o algo relacionado con los papás de estos. Ambas razones son igualmente válidas, ninguna de ellas significa que no quieran a los nietos o a sus hijos, y, en todo caso, es importante reconocer y aceptar el posible enojo ya que puede ayudar a resolver el conflicto entre adultos, o a decidir que la relación con los nietos será mejor si no son ellas las responsables de su cuidado, sino sólo se visitan por placer.
Sobre los acuerdos necesarios en cuanto al estilo de educación, las reglas y los permisos a los nietos, lo más importante es tener todo el tiempo en mente el bienestar de los pequeños; es nuestra función como adultos procurar las mejores condiciones posibles para que ellos crezcan y se desarrollen. Si bien la principal responsabilidad recae sobre los padres del niño, cuando la abuela forma parte de su educación también se vuelve responsable de ellos y también se vuelve su responsabilidad buscar el mejor ambiente posible para sus nietos. Para que este ambiente funcione, es fundamental que todos aquellos adultos involucrados en la crianza, se pongan de acuerdo entre ellos, resuelvan sus conflictos personales y los que surjan entre adultos para que los niños no se sientan confundidos con mensajes o reglas contradictorias, o contrariados por sentir que deben elegir entre sus padres o abuelas.