Colaboración de Adriana Ortiz para el portal EnForma180
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El llamado “fair play” (juego limpio), consiste en una sublimación (desviar la agresión hacia un nuevo fin que es aceptado socialmente) y racionalización de estos impulsos agresivos, con la finalidad de ser controlados.
A menudo asociado a la competitividad deportiva, ya sea con uno mismo o con los demás y, por lo general, institucionalizado (federaciones, clubes), el deporte es toda aquella actividad física que involucra una serie de reglas o normas a desempeñar dentro de un espacio o área determinada (campo de juego, cancha, tablero, mesa, entre otros), detalla la maestra Adriana Ortíz Barraza.
La especialista en psicoanálisis de la Clínica de Asistencia de la Sociedad Psicoanalítica de México (SPM) detalla que de alguna manera, los deportes representan un medio para descargar los impulsos reprimidos como el enojo, la frustración o ciertos conflictos no resueltos, los cuales funcionan como un tipo de “válvula de escape” a dichas pulsiones.
No obstante, es importante señalar que la agresión es necesaria e, inclusive, valorada en el ámbito deportivo, ya que se requiere de fuerza, deseos de vencer al rival, superar el dolor o el cansancio, imponerse en la cancha, etcétera; el problema, se presenta cuando la agresividad deportiva rebasa sus límites y escapa al control racional.
Cabe destacar que en la “Teoría de la Agresión”, Sigmund Freud postula que la tendencia de los instintos agresivos, destructivos o de dominio, están conectados con la musculatura somática. Relacionó, en un principio, los instintos agresivos con el sadismo (Freud 1915).
Freud propuso que la agresión y la destrucción tienen la representación psíquica de un instinto de muerte. Los impulsos agresivos son vueltos hacia afuera como un mecanismo de adaptación primaria.
Asimismo, en el deporte podemos encontrar las siguientes manifestaciones de agresión:

  1. Destructividad relacionada con displacer: se refiere a la disposición innata del deportista a la agresión, pero que, al manifestarla, le provoca displacer. Por ejemplo: cuando un futbolista hace un contacto muy fuerte con su rival y al saber que lo lastimó, esto lo hace sentirse mal.
  2. Agresividad no afectiva: aquí el atleta reacciona más por un instinto, ya sea atacando o huyendo ante un evento que considera riesgoso, pero está desprovista de afecto. Por ejemplo: un deportista que recibe un “foul” y, por inercia, realiza un movimiento para defenderse de ese contacto, ya sea empujando, levantando una mano o pie, o algún otro movimiento brusco
  3. Agresión no destructiva: no hay un carácter destructivo inherente, pero hay muestras claras de agresión. Esto se refiere a cuando los deportistas hacen gestos, posturas o algún movimiento que denote esa fuerza. Ejemplo: golpear el balón fuertemente, mirar al rival de forma amenazante, gritar, entre otros.
  4. Placer relacionado con la destructividad: la agresión se encuentra ligada a un efecto de placer al hacer sufrir o lastimar a otro. Es el caso de deportistas que golpean a otros, no respetan las reglas o se burlan del rival.

 
“El deporte es también un espectáculo, el cual permite a la sociedad una salida a la propia agresión”, agrega Adriana Ortíz Barraza. Y tú, ¿eres agresivo en el deporte?