Yunuén Vizcarra 

“El renombre de los psicoanalistas suele usarse muy frecuentemente como galardón curricular. No es fácil salir de la lógica que Eitingon introdujo en 1925.”

(Hernández, 2020, p.132)

Como parte de una ampliación a mi previo trabajo (2020) titulado “De 1882 a 2020” en el cual efectué un limitado recorrido sobre los orígenes de la transferencia en la historia del psicoanálisis y la apuesta analítica frente a los fenómenos contratransferenciales. Cómo transformarse en analista (Hernández, 2020) se agregó a mi interés. Asimismo, el actuar implicado en dicha transmutación, y sobre todo, la responsabilidad subjetiva que se juega al asumir ese lugar, el lugar del analista. 

Toda actividad humana que esté relacionada con el desempeño de una profesión, una disciplina o un oficio corre el peligro de caer en situaciones antiéticas y de perjuicio. Errar es de humanos y en la praxis psicoanalítica tampoco hay excepciones.

A finales del año 2020 comunicaron por varios medios que un psicoanalista tapatío de nombre Gabriel Vallejo contaba con 17 denuncias penales en su contra. Entre los delitos cometidos estaban los siguientes: abuso sexual, violencia y abuso psíquico así como usurpación de profesión y fraude. 

El perjuicio no sólo atraviesa a las víctimas, traspasa también el ejercicio del psicoanálisis, la ética, a las sociedades e institutos (IPA o no-IPA) que “custodian” el psicoanálisis. Hernández (2017) postula lo siguiente “…incluso si no lo ha advertido, forma parte del presente y el porvenir del movimiento psicoanalítico. El futuro del psicoanálisis depende de lo que usted y cada uno de nosotros haga hoy, de las posiciones que tome.”

Independientemente del psiquismo de cada uno de los analistas como José Cueli y Gabriel Vallejo, situaciones de esta índole me hacen reflexionar sobre la importancia y valor de los filtros (entrevistas) que las instituciones y homólogos efectúan a los postulantes para iniciar una formación. Es bien sabido, que asociaciones, centros, institutos, sociedades o escuelas de carácter académico llevan ciertos años creciendo de forma exponencial en nuestro país, pareciera que lo más natural es aceptar sin efectuar más tamizajes o sin tanto rigor; anteponiendo lo vendible: el estudio de la teoría. Desterrando así el valor de la experiencia analítica, justo lo contrario para lo que Freud era un principio. 

Zago (2015) en “Los tres modelos de formación psicoanalítica en la IPA”  menciona que lo que correspondería a un instituto de formación es evaluar si alguien está en condiciones de llevar adelante un análisis, a partir de su práctica supervisada y de sus casos clínicos. 

IPA o no-IPA, en mi opinión, la experiencia analítica, es la extremidad más difícil y sustancial que compone el trípode ¿por qué? porque entre otras aristas, el analista asume la responsabilidad de su actuar, y de todo aquello que escapa a su conciencia y voluntad. El análisis, invariablemente opera para transformar, sabemos que tiene un impacto tanto en lo subjetivo, lo cognoscitivo, lo conductual, y algunos dirán que hasta en lo social. Freud (1919) en “¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?” mencionaba que respecto a la experiencia práctica, aparte de lograrse a través del propio análisis, también se logra a través de tratamientos efectuados bajo control, así como la guía de los psicoanalistas más destacados. 

Conjeturo que por “deber” o por “deseo”, el individuo con aspiraciones a asumir ese lugar, que lo implica con el deseo del analista, lo coloca en cierto lugar anhelado, y en muchas de las ocasiones omite la responsabilidad de nombrarse psicoanalista a sí mismo. 

En este texto, algunas de las inquietudes prevalecen y otras han surgido: ¿De dónde surgió el categórico “analizarse”? ¿Se analiza uno por deseo o por petición institucional? ¿Influye el lugar donde se estudia psicoanálisis con el actuar del psicoanalista? ¿Cómo se transforma uno en analista? ¿Cuál es el momento para transitar de analista en formación a analista? ¿Qué ocurre con los analistas que tropiezan contratransferencialmente? ¿Cómo es que un analista está “bien” analizado? ¿Quién es acreedor a denominarse psicoanalista? ¿Basta la licencia/documento que  lo avale? ¿Hay un fin de análisis?

Aunque nada es garantía, considero que la experiencia de un análisis, de una manera reflexiva y elaborada alcanza a dar cuenta de las situaciones extremas como las ya comentadas. Esa experiencia analítica brinda la responsabilidad de hacerse cargo de todas aquellas formas de operación del inconsciente. Uno atraviesa la experiencia analítica porque quiere y porque quiere/desea cambiar algo, porque hay algo que no va del todo marchando bien

Por otro lado, ¿basta el análisis? A mi juicio la supervisión, al igual que la andanza de la experiencia psicoanalítica, parte de un deseo y de asumir responsablemente los efectos de la transferencia ¿o varias? de otra forma se quedaría atrapado en un requisito.

A continuación considero cuatro apartados para reflexionar lo anterior. El primero tiene que ver con las raíces de transitar un análisis como requisito para ejercer una práctica psicoanalítica, el segundo es sobre el Trípode freudiano-Modelo Eitingon, el tercero en relación al fenómeno contratransferencial y el último apartado sobre lo que se permite o no en la clínica. Lo anterior con la finalidad de elaborar y reflexionar sobre estos elementos que se juegan día a día en el quehacer del analista.

I. Antecedentes u orígenes: Policlínica – Instituto de Berlín

   “Así se confirma lo que dijo Ernest Jones: la respuesta vino antes que el despliegue de la pregunta. Y por eso de inmediato hubo cursos teóricos, análisis didácticos y controles.”

(Hernández, 2020, p. 129)

Freud (1910) en “Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica” alude a un tema sumamente importante de forma desprevenida como parte de un progreso interno relacionado a la técnica psicoanalítica. Dice claramente que debe haber innovaciones por parte del médico, situación que está íntimamente ligada a la contratransferencia. Notó que cada psicoanalista únicamente llega hasta donde se lo permiten sus resistencias y complejos, es por eso, que propone que esos analistas comiencen un autoanálisis, sobre todo si se encuentran trabajando con enfermos. Posteriormente, enfatizó en la necesidad de que los analistas en formación efectuaran un análisis didáctico conducido por otro analista. 

De acuerdo a la investigación que realizó Hernández (2020) refiere que durante el Congreso de la IPA del año 1918, realizado en la ciudad de Budapest, Freud solicitó a Nunberg que propusiera lo siguiente: en lo posterior sería un requisito que quien quisiera desempeñarse como psicoanalista tendría que acudir con un analista para hacer psicoanálisis. 

En el “Reporte de la Policlínica Psicoanalítica de Berlín” efectuado por Eitingon (1923) resaltó que Freud había advertido que tendrían que estar preparados para el momento en que la conciencia pública se despertara y el Estado contemplara como una tarea indispensable sobre tomar medidas para el bienestar mental de los ciudadanos, su preservación de vida así como la promoción de la salud. Es así como se fundarían centros públicos e Institutos cuyo asunto (business) sería lograr que el tratamiento psicoanalítico fuera accesible para las personas, sobre todo los afectados por la guerra. 

Tras el pronóstico que Freud también había hecho para comenzar el proyecto mencionó que era la iniciativa privada la que debería actuar en función de ganar tiempo y Eitingon refirió lo siguiente “Una instancia privada puso a nuestra disposición los medios para un modesto inicio por algunos años y, en el verano de 1919, el Dr. Simmel y yo solicitamos a la Sociedad Psicoanalítica de Berlín un mandato para abrir una policlínica y llevar adelante su trabajo.” (Eitingon, 1923, p…). Para febrero del año 1920 pudieron consolidar el proyecto y abrir el Instituto, el primer Instituto psicoanalítico. 

Eitingon (1923) informó que al comienzo eran únicamente pocos trabajadores, el Dr. Simmel, la asistente, la Dra. Smeliansky y el mismo Eitingon. Posteriormente se sumaron el Dr. Liebermann, el Dr. Bohem, el Dr. Müller, Dra. Karen Horney y la Dra. Melanie Klein para atender casos clínicos que llegaran a la Policlínica. 

Después del éxito de la Policlínica de Berlín en cuanto a trabajadores, pacientes, estadísticas y tratamientos, Eitingon (1923) observó el crecimiento de la misma y con este desarrollo surgió, en palabras de él mismo “la propagación de la especie psicoanalítica” (Eitingon, 1923, p. ); un problema práctico que debía resolverse de forma urgente. Esto implicó crear oportunidades para que las personas aprendieran el análisis y se formarán como analistas. De igual modo Eitingon (1923) visualizó el segundo gran propósito del Instituto de Berlín. 

Max Eitingon (1923) junto al Dr. Karl Abraham (a la cabeza), el Dr. Simmel, el Dr. Hans Sachs, la Dra. Horney y el Dr. Liebermann, conformaron un pequeño cuerpo de enseñanza (¿transmisión?) que tenía como objetivo impartir formación de al menos un año o año y medio. Asimismo, Eitingon solicitó al Dr. Hans Sachs desplazarse a Berlín con la finalidad de analizar a los estudiantes de la Policlínica, Sachs terminó analizando al menos 25 analistas en formación. 

II. Trípode freudiano-Modelo Eitingon

Eitingon, en Hernández (2020) concluía que “Estamos firmemente convencidos, y por muy buenas razones, que de ahora en adelante nadie que no haya sido analizado debe aspirar al rango de analista practicante.” (Hernández, 2020, p. 90).

Zago (2015) en su artículo “Los tres modelos de formación psicoanalítica en la IPA” hace un recorrido por las fases por las que pasó el análisis didáctico, primeramente el análisis sólo duraba máximo unas semanas y el objetivo era de enseñanza teórica; posteriormente se consideró importante que el analista tuviera contacto con su inconsciente, particularmente con el complejo de Edipo y la duración se había extendido a un semestre; para la tercera y última fase Ferenczi propuso que el análisis se hiciera más prolongado al semestre y fuera básicamente terapéutico. 

¿Cuáles son los puntos esenciales para el modelo Eitingon? ¿De qué van? De acuerdo a un apéndice dedicado a los tres modelos de entrenamiento en la página de la International Psychoanalytic Association son los siguientes: 

  1. Análisis personal: todos los candidatos deberán hacer un análisis como mínimo de  cuatro sesiones semanales hasta la finalización de la formación y será con un analista didacta, reconocido por la IPA. En relación a los objetivos terapéuticos del análisis didáctico son los mismos que los de un análisis terapéutico a excepción de que se pone atención a los incentivos del candidato para recibir la formación.
  2. Seminarios teóricos y clínicos: el periodo va de cuatro a cinco años o un mínimo de 450 horas. Los ejes principales a estudiar van de situación y técnica psicoanalítica, psicopatología, desarrollo, seminarios de casos continuos y materias electivas de acuerdo a cada asociación o sociedad. 
  3. Casos analíticos supervisados: el candidato debe ser supervisado por al menos dos analistas acreditados. Se requieren al menos dos casos tanto hombres como mujeres. Al menos uno de los analizados debería haber alcanzado la mitad de la fase en su análisis o que esté cerca de la finalización, antes de la graduación del candidato así como tener al menos 150 horas de supervisión. Por último, el candidato debe reunirse con el paciente, en persona, con una frecuencia de cuatro o cinco veces por semana en días separados, hasta la terminación.

III. Contratransferencia 

Concepto fundamental en el quehacer del analista, Roudinesco (2008) en su Diccionario resalta de forma precisa que la contratransferencia es el cúmulo de manifestaciones del inconsciente del analista que a su vez están relacionadas con las manifestaciones de la transferencia del analizante. Este fenómeno cobra una complejidad porque involucra otro fenómeno nuclear en la práctica psicoanalítica, y es que en el ínter está operando la transferencia. Derivado de las controversias que han surgido a lo largo de la historia del psicoanálisis, es menester continuar con el estudio y reflexión sobre este fenómeno.

En la conferencia pronunciada en la Asociación Psicoanalítica Húngara en Budapest, Ferenczi expone sobre la técnica psicoanalítica y uno de los apartados lo dedica a la superación de la contratransferencia y alude que en ocasiones uno se apropia de los intereses de los analizantes, y después se asombra de que éstos reaccionen con exigencias apasionadas. 

Después de todo somos seres humanos y nos vemos afectados. ¿Qué se hace con este fenómeno y cómo se supera? Este concepto ha sido ampliamente trabajado desde que Freud lo detectó. Así como Ferenczi (1919) propone, el analista debe ejecutar un par de funciones durante el proceso analítico con los analizantes: 1) coadyuvar a construir o reconstruir el inconsciente del analizante a través del material que presente y 2) controlar su postura hacia el analizante, controlarla y dominar la contratransferencia

Ferenczi (1919) asevera que un aspecto importante para superar los embrollos de la contratransferencia es lo siguiente: “La condición previa es, obviamente, que el médico esté analizado pero tampoco una persona analizada se libera de peculiaridades de carácter o cambios de humor al punto de hacer que la vigilancia de la contratransferencia fuera algo superfluo.” (Ferenczi, 1919, p. 349).  

Asimismo, dice que subestimar la contratransferencia puede poner al “enfermo” en un estado que ya es irreversible y que se utiliza como justificación para interrumpir la cura. Situación que de igual forma, terminaría perjudicando al analizante.  

IV. ¿Qué se permite en el acto analítico? 

En ocasiones actuamos bajo ciertos hábitos, incluso porque así se lleva haciendo por años, porque se ha aprendido de tal o cuál manera y esa automatización, que en ocasiones tampoco pasa por estratos reflexivos puede generar iatrogenias o eventualidades adversas en el proceso analítico, como los casos mencionados. 

Cavilar que toda acción desde una postura ética garantiza un cuidado hacia otro, orienta a que todo proceder que esté atravesado por una ética está permitido. Evoquemos que Ethos hace alusión a la fuente de la vida de dónde brotan todos los actos humanos y que a su vez hace referencia a un habitar interno; mismo que remite al famoso aforismo griego “Conócete a ti mismo”. Hablar de ética implica hablar de amor. Amor por uno y por otro. 

La ética depende del analista, no hay más. No hay colegios, ni instituciones que garanticen de forma completa el actuar del analista. Tampoco hay instituto, por más vigilante que sea, que tenga control sobre cada uno de los sujetos que están transformándose en analistas, sin embargo, brinda la posibilidad para encaminar una experiencia analítica propia. 

Considero que algunas de las ideas trabajadas en este texto (análisis personal, control/supervisión y contratransferencia) son conceptos que constantemente debemos estar revisando, estudiando y discutiendo a modo de ir comprendiendo la experiencia analítica, evitando puntos ciegos que puedan afectar a los analizantes que atendemos. Reflexiono que de forma definitiva, el análisis de un analista no puede quedar interrumpido, al menos no mientras tenga bajo su responsabilidad el proceso analítico de otro. 

Bibliografía

  • École lacanienne de psychanalyse. (febrero 2021). Sobre la técnica psicoanalítica. El dispositivo psicoanalítico, 49, 339-351.
  • École lacanienne de psychanalyse. (Febrero 2021). Reporte de la Policlínica Psicoanalítica de Berlín. El dispositivo psicoanalítico, 49, 355-372.
  • Eitingon, M. Reporte de la Policlínica Psicoanalítica de Berlín (1923).
  • Freud, S. (2007). Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica. En J.L. Etcheverry (Traduc.), Obras completas: Sigmund Freud (Vol. 9, pp. 128). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1910)
  • Freud, S. (2007). ¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?. En J.L. Etcheverry (Traducc.), Obras completas: Sigmund Freud (Vol. 17, pp. 164). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1919)
  • Freud, S. (2007). Nuevos caminos de la psicoterapia psicoanalítica. En J.L. Etcheverry (Traduc.), Obras completas: Sigmund Freud (Vol. 17, pp. 151). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1919)
  • Hernández, M. (2020). Localización del analista la formación psicoanalítica de Freud a Lacan. México: Litoral Editores.
  • Roudinesco, E. & Plon, M. (2008). Diccionario de psicoanálisis. Argentina. Paidós.