Sobre los conflictos transgeneracionales

Autor: Tania Díaz Michel

 

“En todas las casas se habían escrito claves para memorizar los objetos y los sentimientos. Pero el sistema exigía tanta vigilancia y tanta fortaleza moral, que muchos sucumbieron al hechizo de una realidad imaginaria, inventada por ellos mismos, que les resultaba menos práctica pero más reconfortante.”

Cien años de Soledad, Gabriel García Márquez

 

A menudo, cuando escucho por respuesta un “no sé, esa parte de la historia no me queda muy clara” de parte de mis pacientes, me cuestiono si realmente es algo trivial o si más allá de ello, contratransferencialmente, se siente como algo vacío o sin sentido. Casi siempre, al encuadrar, menciono que al principio suelo preguntar más que en el transcurso del tratamiento y que esto se debe a que, metafóricamente, es como si leyéramos un libro y nos saltáramos el prólogo, tal vez no entenderíamos lo que sigue. Pero ¿que pasa cuando el paciente camina por el mismo camino neblinoso que le impide conocer su historia tal cual es?

Otras veces, los pacientes se cuestionan por qué hacen o sienten determinadas cosas, que por lo general provocan cierto malestar o incomodidad y suelen sentirlos como algo ajeno.

Como sujetos, nos constituimos de una realidad externa y, de igual forma, creamos una realidad interna. Como describe Kaës (2014) la realidad intrapsíquica propia se crea a partir de formaciones y procesos de otros sujetos, por lo general de nuestros padres. Para Kaës, existen tres espacios psíquicos: el del sujeto en singular; los enlaces intersubjetivos; y el de los complejos (grupos, familias e instituciones). Estos tres espacios forman parte de la realidad psíquica, por ende, el inconsciente trabaja en éstos; no obstante, el contenido y los procesos inconscientes son distintos en cada uno de ellos.

A través de la vinculación, Kaës indica, se enfatiza la realidad psíquica inconsciente. Para él “[…] La vinculación es el movimiento más o menos estable de inversiones, representaciones y acciones que reúnen dos o más sujetos para cumplir algunos de sus deseos”. (Kaës, R., 2014, p. 9). De igual manera, sostiene que para crear un vínculo, nos identificamos inconscientemente a través de recursos compartidos. Estos procesos son la sustancia de la realidad psíquica de vinculación al igual que los contratos y alianzas inconscientes, tanto estructurantes como defensivas, prohibiciones, ideales comunes, imaginarios compartidos, y representaciones simbólicas.

Continuando con Kaës (2014), las alianzas inconscientes son la base de la realidad psíquica de la vinculación y del sujeto. Algunas de éstas son sincrónicas y otras son diacrónicas; es decir, atraviesan y unen a diferentes generaciones. Estas alianzas son las condiciones y lo que garantiza el espacio psíquico común. “Garantizan las prohibiciones contra el incesto y el asesinato, y aseguran así la transmisión de la vida psíquica entre generaciones”. Por otro lado, las alianzas defensivas son meta-defensas que movilizan diferentes tipos de operaciones defensivas: represión, negación, desaprobación, rechazo, arraigo.

Por otro lado, Eiguer (2014) plantea que, por su sintaxis, hay tres formas de clasificar las identificaciones: atributivo: “identificar a alguien o algo” consigo mismo; reflexivo: “identificarse con” alguien más; y el pasivo: para identificarte con un tercero “Esta forma se refiere a tres personas, una activa la otra pasiva, el segundo: el sujeto que es el objeto de esta identificación; y un tercero que no está presente” (Eiguer, A. 2014, p. 23).

Esta última clasificación va de la mano de lo transgeneracional ya que en ello, tres o más generaciones están involucradas. Éste es el tipo de conflictos en el que el padre identifica al hijo con uno de sus objetos internos, mismo que ha estado involucrado con un trauma no elaborado; en esta etapa el niño permanece pasivo. Más tarde, por inducción o sugerencia, el padre hace lo posible por que el niño sea como la otra persona. En respuesta, el niño realiza una identificación reflexiva y termina siendo como el objeto con el cual lo identifica el padre. En esta identificación del niño con el objeto ancestral, se da una nueva identificación, una alienante. Un ejemplo de ello es cuando muere un hijo y el padre nombra al siguiente hijo igual que el hijo muerto. “Esto abre un nuevo capítulo: la identificación con un negativo, con algo inimaginable que crea vacíos, escisiones y vacuolas en el ego y que es responsable de los trastornos del pensamiento (impensable).” (Eiguer, 2014, pp. 24).

Haydée Faimberg (1981), propone que el trauma en una primera generación ensombrece el desarrollo de la segunda y la tercera generación lo asimila, es decir, lo hace suyo. Define el concepto de telescopaje de generaciones como una condensación de tres generaciones. Ésta se descubre junto con las identificaciones inconscientes alienantes. Estas identificaciones se encuentran clivadas, y sólo se conocen a través de una historia secreta del paciente; necesariamente contienen elementos fundamentales de la historia interna del objeto histórico y tienen una causa que requiere de una explicación. Condensan una historia que, al menos en parte, no pertenecen a la generación del sujeto.

Por otro lado, María Torok y Nicolás Abraham (1984) hablan de la figura del fantasma la cual consiste en un recuerdo de un idilio con un objeto prestigioso que se vuelve indecible y que es enterrado en un lugar rápido y seguro a la espera de su resurrección. En este proceso se produce el trauma metapsicológico de una pérdida, y en la que esta realidad elude todo trabajo de duelo, lo que marca un cambio secreto en toda la psique. El cambio es encubierto ya que tanto el idilio como su posterior pérdida deberán ser negados. Esta situación conduce a la creación dentro del yo de un lugar cerrado, lo que estos autores denominan cripta, que es una especie de anti-introyección.

Por su parte Moldawsky menciona:

En ausencia de trabajar con el dolor y la pérdida disociados por parte del padre, el niño puede tener un guion para reemplazar una pérdida, una relación perdida o parte de una relación perdida. Debido a la necesidad continua de rechazar la pérdida, un niño en una relación asimétrica puede ser seducido para que se convierta en ese “objeto perdido (parte)”. (Moldawsky, L., 2012, p.119)

En los conflictos transgeneracionales, “la sombra del objeto” viaja por la psique hasta que es reencarnada o depositada en otro, que como hemos visto, es transmitida de un padre o un abuelo hacía un niño, quien actúa las características del objeto, sintiéndolas como ajenas, no obstante, cargadas del dolor o angustia del objeto que no elaboró el trauma. Pickering (2012) menciona:

Los descendientes de antepasados ​​que han sufrido traumas inimaginables pueden heredar la tarea psíquica de procesar asuntos difíciles que sus antecesores no tenían las condiciones para enfrentar. Pueden ser motivados a buscar terapia por una necesidad inconsciente de descubrir secretos pasados, de reconstruir una historia ancestral y cultural, antes de que las historias y las claves para comprender lo que llevan mueren con sus antepasados. (Pickering, J. 2012, p. 578)

Llama la atención que en la mayor parte de casos presentados en la literatura relacionada a este tema se encuentran las víctimas del holocausto, en las que es comprensible, debido al trauma causado por los horrores cometidos en éste y que, pienso, sufrieron como comunidad, dando una connotación cultural a este trauma transgeneracional colectivo. En el que si bien no en todos los casos se presenta la sintomatología descrita, existe una alta probabilidad de que alguien cercano padeciera las consecuencias físicas y psíquicas que trajo consigo el holocausto. Cavalli, menciona lo siguiente acerca del trauma:

Se deja a las víctimas de trauma para que recojan las piezas de un yo destrozado y las vuelvan a unir en algo similar a un yo anterior. Una de las principales víctimas de esta desintegración es la capacidad de pensar. Diferentes autores (Auerhahn y Laub 1984; Garland 1999; Brown 2011) han descrito la organización traumática de la psique como caracterizada por un sistema cerrado que se aparta de la realidad ordinaria y no permite nuevas ideas. Allí prevalece el pensamiento concreto; Las representaciones repetitivas refuerzan una visión traumática del mundo, mientras que el trauma se vuelve atemporal y no puede ser historizado (Baranger, Baranger & Mom 1988 citado en Cavalli, A., 2012, p.597).

Como hemos visto, ante un evento traumático se recurre a la disociación en la que, por un lado, se sabe que existió un evento traumático en la familia pero éste es relegado de la consciencia, más no así la representación, que permanece enterrada en lo inconsciente, lo que me lleva a pensar en el concepto de Christopher Bollas de lo sabido no pensado.

Una de las formas más contrastantes, pero a la vez cotidianas, es la de nombrar a un nuevo integrante de la familia como un predecesor en la familia: un padre, un hermano, un abuelo, etc. El nombre es lo que da una identidad, en él se ponen determinadas características y mandatos y puede tener significados múltiples dependiendo el grupo al que pertenezca. El nombre, entonces, puede influir en la construcción de la identidad y personalidad de un individuo, ya sea positiva o negativamente.

Bakó y Zana (2018) hablan sobre los secretos familiares y la falta de duelo como roles importantes en el proceso de transmisión; por ello, refleja el proceso transgeneracional como un tipo de transmisión sin palabras y sin narraciones claras.

Al leer los precedentes de los conflictos transgeneracionales no puedo evitar pensar en un clásico de la literatura latinoamericana: Cien años de soledad (1967) del colombiano Gabriel García Márquez. En este relato el tiempo es circular, por ello el pasado parece presente y viceversa. De igual manera, los nombres se repiten una y otra vez a lo largo de las generaciones tomando así características similares de sus predecesores. Haré una pequeña reseña de los puntos que considero importantes y en los que se retrata, de manera novelada, los conflictos transgeneracionales y cómo se van construyendo. A continuación haré un resumen con los puntos más importantes de la historia familiar, si podemos considerarla como tal.

La historia inicia con José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, quienes eran primos. La leyenda familiar decía que la maldición con la que era castigado el incesto en esta familia era el nacimiento de los hijos con una cola de cerdo, los predecesores a ellos habían tenido relaciones incestuosas y fueron castigados con esta maldición, el pequeño murió cuando intentaron cortarle la cola de cerdo. Por ello, se casaron, pero no consumaron su matrimonio. Úrsula, por advertencia de su madre, usaba un cinturón de castidad. Durante una pelea de gallos, a las que José Arcadio era aficionado, un hombre del pueblo hizo referencia a ello, José Arcadio lo asesinó y más tarde mantuvo relaciones sexuales con Úrsula. Perseguido por el fantasma del hombre a quien asesino, decidieron emprender un viaje en busca de un lugar en el que pudieran establecerse.

Al cabo de un tiempo encontraron un lugar ideal y fundaron Macondo. En el camino hacia Macondo nació su primer hijo: José Arcadio. A partir de ahí, cada que nacía un niño en la familia, Úrsula revisaba que no tuvieran una cola de cerdo, la marca del incesto. José Arcadio, reconocido por sus atributos masculinos y su gran inteligencia, se involucró con Pilar Ternera, la adivina y la prostituta de Macondo; tuvieron un hijo, Arcadio quien es el primero en conversar con el fantasma de Melquiades, un gitano que visitaba Macondo desde la llegada de José Arcadio y a quien vendía inventos o novedades; escribió un manuscrito con frases ilegibles del que estudiaron varios miembros de la familia tratando de comprender. De igual forma, se involucró con Rebeca, la hija adoptiva de los Buendía que al llegar a Macondo se encontraba infectada de la plaga del insomnio, lo que más tarde evolucionó en pérdida de memoria de todo el pueblo. Al morir José Arcadio, Rebeca permanece encerrada en la casa y de luto.

El segundo hijo de la familia Buendía fue Aureliano Buendía, un hombre introvertido y silencioso. Al igual que su hermano, tuvo un hijo con Pilar: Aureliano José, quien fue criado por Amaranta. Poco después se casó con Remedios, una niña de nueve años, por quien comenzó a elaborar peces de oro que derretía por las noches para rehacerlos al día siguiente, Remedios murió al momento del parto. Después de este evento se convirtió en militar y durante sus campañas tuvo 17 hijos con diferentes mujeres en las regiones que visita, estos son conocidos como los 17 Aurelianos quienes llevaban el nombre del padre y el apellido de la madre.

Amaranta, la última hija de la segunda generación de los Buendía, peleaba con Rebeca por el amor al instructor, los celos y la envidia de ésta, llevan a éste al suicidio, por remordimiento se quemó la mano y vistió de negro el resto de su vida. Es ella quien ayudó a cuidar de los hijos de las siguientes generaciones.

Arcadio, sin saber que Pilar es su madre, la corteja, ésta le presenta a Santa Sofía de la Piedad, quien vende su virginidad a Arcadio, más tarde se convirtió en la madre de los que son parte de la cuarta generación de los Buendía: Remedios la Bella y los gemelos José Arcadio Segundo y Aureliano Segundo. Después de la ejecución de Arcadio se mudó a la casa de los Buendía en donde se volvió parte del clan femenino.

Remedios la Bella es la más bella del pueblo, o del mundo. Causa diversas muertes debido a su belleza. José Arcadio Segundo y Aureliano Segundo nacen después de la muerte de Arcadio, su padre. Ellos son indistinguibles, incluso, como niños en ocasiones cambiaban de identidades. Aureliano Segundo, hizo fortuna con base en sorteos; mantenía una relación con Petra Cotes, quien se convirtió en su amante al casarse con Fernanda del Carpio. Con esta última tuvo tres hijos: Renata Remedios “Meme”, José Arcadio II y Amaranta Úrsula.

Meme se enamoró de Mauricio Babilonia, quien no estaba aprobado por su madre, por lo que en una ocasión que intenta ver a Meme, Fernanda le disparó en la espalda dejándolo paralítico. Meme es llevada a un convento donde dio a luz a Aureliano Babilonia.

José Arcadio II, es un asmático inválido que vive aterrado por sanos y fantasmas de la familia. Como Aureliano José, está embelesado por Amaranta, su tátara, abuela. Úrsula y Fernando crían a José Arcadio II para ser el siguiente papa, lo envían a Roma. Estando allá lo olvida y vive una vida “perversa”.

Amarata Úrsula parece combinar lo mejor de las mujeres Buendía, es bella y estilizada, con la inteligencia de Amaranta y la energía inagotable de Úrsula. Su padre la envió a Bruselas donde se casó con un hombre llamado Gastón. Al regresar a Macondo, tuvo una aventura con su sobrino Aureliano Babilonia. Con la consumación de este incesto Amaranta dio a luz a un bebé con cola de cerdo, lo que más temía Úrsula. Con él termina el árbol genealógico, Aureliano, es el único de la séptima generación, murió el mismo día de su nacimiento y fue llevado por las hormigas.

Tratando de analizar la historia familiar de la novela que nos propone García Márquez vemos que:

La atmósfera transgeneracional es una forma de experiencia que permanece con la persona profundamente traumatizada y que expande la influencia de los eventos pasados ​​al presente. En este campo de transición donde el espacio y el tiempo se distorsionan, el peligro o amenaza original se experimenta como existente en el presente, aquí y ahora. Debido a que el evento y la experiencia se extienden infinitamente, no pueden convertirse en parte de la memoria. La persona traumatizada entra en un campo espacio-temporal donde el estado vulnerable y la experiencia que lo acompaña permanecen constantemente presentes y reales. Esta experiencia intrasubjetiva determina actitudes, reacciones y relaciones hacia eventos externos y otros importantes. No tiene una narrativa continua, ya que el proceso de mentalización ha fallado. (Bakó, T. y Zana, K. 2018).

Durante el relato de García Márquez, el incesto es lo que marca lo inconsciente. l temor constante de Úrsula, parece ser actuado por sus descendientes quienes continuamente buscan relaciones incestuosas. De igual manera, los nombres se repiten una y otra vez, confundiendo lo inconsciente al relacionarse o tener hijos con el mismo nombre que sus antecesores.

Como indican Marcer y Kicillof (1990) la representación del nombre posee una gran intensidad debido a su origen y la persona a la cuál será transferido. El receptor del nombre es portador obligado de esas cargas debido a su inmadurez. El nombre propio toca los complejos inconscientes de quienes dan el nombre. Si el nombre es heredero de los ideales narcisistas de los padres, entonces, él será identificado y se identificará con aquellos ideales. Esto se ve plasmado en una reflexión que Realiza Úrsula en la historia:

En la larga historia de la familia, la tenaz repetición de los nombres le había permitido sacar conclusiones que le parecían terminantes. Mientras los Aurelianos eran retraídos, pero de mentalidad lúcida, los José Arcadio eran impulsivos y emprendedores, pero estaban marcados por un signo trágico. Los únicos casos de clasificación imposible eran los de José Arcadio Segundo y Aureliano Segundo. Fueron tan parecidos y traviesos durante la infancia que ni la propia Santa Sofía de la Piedad podía distinguirlos. El día del bautismo, Amaranta les puso esclavas con sus respectivos nombres y los vistió con ropas de colores distintos marcadas con las iniciales de cada uno, pero cuando empezaron a asistir a la escuela optaron por cambiarse la ropa y las esclavas y por llamarse ellos mismos con los nombres cruzados. El maestro Melchor Escalona, acostumbrado a conocer a José Arcadio Segundo por la camisa verde, perdió los estribos cuando descubrió que éste tenía la esclava de Aureliano Segundo, y que el otro decía llamarse, sin embargo, Aureliano Segundo a pesar de que tenía la camisa blanca y la esclava marcada con el nombre de José Arcadio Segundo. Desde entonces no se sabía con certeza quién era quién. Aun cuando crecieron y la vida los hizo diferentes, Úrsula seguía preguntándose si ellos mismos no habrían cometido un error en algún momento de su intrincado juego de confusiones, y habían quedado cambiados para siempre. (García Márquez, G., 1968/2007, p.76)

Un personaje importante durante la trama de Cien años de soledad, es Melquiades, un gitano que visitaba la aldea de Macondo llevando consigo inventos del mundo exterior. José Arcadio Buendía, casi siempre fascinado por éstos, compraba los inventos llevados por éste. Convirtiéndose en un buen amigo de José Arcadio Buendía, un día, a la visita anual a la aldea, los gitanos con los que siempre viajaba le informan que Melquiades había muerto. Durante la plaga del olvido reaparece pero no es reconocido por José Arcadio, es él quien brinda la cura para esta plaga. Es invitado a vivir con la familia Buendía; en esta casa que escribe unos pergaminos en un idioma que no es comprendido por los demás, que no podrán ser leídos hasta cien años después y que tienen que ver con el destino de la familia Buendía. Varios integrantes de la familia Buendía intentan descifrarlos pero no es hasta que nace el último de los Buendías que Aureliano Babilonia logra descifrar lo que estaba escrito en estos. Estos aspectos lo podemos ver en lo que Eiguer, A., (2014) describe:

La malla genealógica es y al mismo tiempo no es un enlace. El enlace es el soporte y vector de la transmisión psíquica. La transmisión genealógica de huellas y huellas de la herencia psíquica del grupo familiar genera un palimpsesto de malla. Los palimpsestos son manuscritos antiguos inscritos en pergaminos que ya se han utilizado; las antiguas inscripciones se borraron para que el pergamino pudiera reutilizarse para otros textos. Algunos palimpsestos aún llevan las huellas sangradas del texto anterior. El palimpsesto- malla es un efecto del trabajo de desenredar y volver a engranar, tejiendo de nuevo los enlaces. Es un objeto psíquico construido a través de una sucesión de deconstrucciones y reconstrucciones. La deconstrucción narrativa retiene la memoria de las huellas antiguas. El palimpsesto es un neocontenedor donde se almacenan las ruinas de las imágenes borradas y los recuerdos olvidados, así como las nuevas inscripciones. El efecto de la transmisión del palimpsesto moviliza la capacidad para la representación figurativa del trabajo del inconsciente en

la transmisión genealógica de trazas mnésicas y de la capa de “negativos” impresos. (Benghozi, P., 2014, pp. 53-54 citado en Eiguer, A. 2014, p. 53-54)

En este caso, los dos puntos evidentes son el incesto y la transmisión de un mandato a través de los nombres de cómo se debe ser, aquí no sólo son tres generaciones, sino seis las que intentan elaborar el tabú del incesto, por el que huyen de su aldea natal José Arcadio y Úrsula, algo que no es hablado por ellos; no obstante, es actuado en cada una de las generaciones posteriores, en donde vemos que varios de los personajes se enamoran de Pilar, la abuela y esta a su vez les busca esposas fuera del circulo endogámico.

La plaga del olvido, en mi opinión, representa lo reprimido, de lo que no se quiere hablar ni decir y es traída por Rebeca, quien es adoptada y con quien se actúa por primera ocasión el “incesto” ya que se casa con su hermano y a éste no parece importarle a pesar de que no sabe que es adoptiva, es decir, aunque genéticamente no se actúa el incesto, para lo inconsciente, se cumple el secreto de los abuelos.

Melquiades, el gitano adivino, es quien dicta el destino de la familia Buendía y lo encripta en un idioma que no puede ser leído o entendido por ningún miembro de la familia, no es hasta que se consuma realmente el incesto que puede ser descifrada la historia y el mito familiar, desaparecido así al hacerse consciente.

Al reprimir el trauma, de la familia Buendía, el del primo que nació con cola de cerdo y murió al tratar de ser borrado, aparece eventualmente este miedo como “la maldición de la familia” pero, como en la plaga del olvido, a pesar de que habían escrito claves para memorizar objetos, funciones y sentimientos. Era tal la exigencia moral que sucumbieron a crear una realidad imaginaria, inventada por ellos mismos, pero que resultaba más práctica y reconfortante como lo describió Kaës en su explicación de la formación de la realidad intrapsíquica.

La novela que si bien es una representación del Realismo mágico, da una idea bastante clara de lo que a los conflictos generacionales refiere. Es verdad que no todo lo que nos causa una sensación de extrañeza al escuchar a un paciente se refiere a estos conflictos; sin embargo, es algo que puede pasar por una simple identificación con un familiar, corriendo el riesgo de reforzar esta identificación alienante con el objeto perdido y por ende continuando el ciclo de la no elaboración del trauma transgeneracional.

 

Bibliografía

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  • Cristal, M. (2017, Mayo 30). A 50 años de “Cien años de soledad”, el árbol genealógico de la novela de Gabriel García Márquez. Recuperada el 18 de Marzo de 2019, from https://tataranietos.com/2014/04/23/homenaje-a-gabriel-garcia-marquez/
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