Esther Yaffee 

Una de las líneas de investigación sobre las cuales me he basado para escribir, ha sido lo relacionado con lo silenciado, lo callado, los secretos y la ausencia de espacio mental para elaborar. Dando como resultado secretos Transgeneracionales, o silencios individuales con sus efectos dentro y fuera del consultorio.

En el presente escrito me propongo elaborar sobre un silencio que tiene lugar en las etapas más tempranas de desarrollo, específicamente como consecuencia de una madre que al no ser suficientemente buena, bloquea el espacio del hijo para ser y pensarse, ese espacio psíquico es el que queda silenciado. Lo cual me hace pensar, que los actos desesperados de estos niños por pseudo adaptarse, serían una forma de dar continuidad al silencio propiciado por su madre, quedando así oculto un verdadero y auténtico self que evita a toda costa la sensación de aniquilamiento.

En el escenario ideal o esperado, el origen del verdadero self se da cuando el bebé comienza a realizar actos y gestos espontáneos que la madre debe reconocer y confirmar para hacerlo sentir que la experiencia fue real, y lo mismo ocurre con las experiencias corporales que necesitarán el reconocimiento de la madre para hacerle ver al bebé que tiene el derecho de existir como ser único y propio (Painceira, 1997 pp. 77).

Las funciones ejercidas por la progenitora que serán descritas con mayor detalle a continuación, además de brindar sostén, catectizan la piel y el cuerpo del bebé. Por lo tanto, en un primer momento, el cuerpo es el que medía las primeras experiencias con sus objetos, es el primer esquema mental del yo (Franco, L y Rivera, 2012). Por eso es que se puede después considerar que el self habita en un cuerpo, es decir que está personalizado.

Me parece necesario subrayar la importancia que le da Winnicott a la aclaración de que una madre, no debe ser perfecta para considerarse la ideal, sino que al ser suficientemente buena, con respecto al sostén y a la identificación con el hijo, es bastante para que su bebé no tenga la necesidad de reaccionar, por vivir esta falta como un ataque a su continuidad existencial. Es decir, que el fracaso de la madre en sus funciones facilitadoras, sería vivido por el bebé como una imposición de un no yo, ante lo cual debería de reaccionar. Ya que le quedarían dos alternativas, 1. El sentimiento de aniquilación, o 2. La introyección del rol materno, propiciando un falso desarrollo en el que el bebé intenta volverse su propia madre, todo con tal de proteger lo que era real y propio para su desarrollo, debe someterse a las necesidades de su madre, porque las propias no fueron reconocidas. Todo el proceso resulta en un verdadero self silenciado y un falso self habitando un cuerpo que a veces se siente como ajeno.

Dicho esto, me lleva a pensar que las consecuencias de la incapacidad para desarrollar por medio de la relación con la madre, un verdadero self, son resentidas a nivel del cuerpo también. Así es como interpreto lo que Painceira dice: “todo el edificio se derrumba si la madre no cumple con su cometido” (Painceira, 1997 pp. 77).

A continuación citaré a Lucía, una ex paciente de 27 años que durante su discurso en sesión me decía: “Me queda claro que me comporto como algo que no soy, pero tampoco encuentro la forma de ser yo misma sin sentir que hay una liga que me jala de regreso a ser otra. Es obvio que esto no me queda, que no soy yo, pero también es obvio que lo hago para evitar el rechazo”.

Meses después durante el tratamiento, mencionó estar angustiada porque una amiga suya se había percatado de que Lucía tenía unos cortes y quemaduras en la cadera. Al explorar en sesión, mencionó la sensación de vitalidad que sentía al cortarse y quemarse, pues de otra forma a veces sentía que nada de ella estaba vivo. En esta misma sesión interpreté cómo el haberse sentido vista, lo hizo todavía más real y más vivo, de otro modo podría hacer como si no sucediera, por lo que detrás de la angustia de sentirse expuesta también había una sensación de confirmación sobre lo que había estado haciendo, ahora eran hechos reales. La paciente con lágrimas aceptó la interpretación.

Es evidente que en el caso de Lucia, ya había una conciencia de la falsedad que percibía en sí misma a la hora de relacionarse y que los pacientes que han desarrollado un falso self, rara vez logran reconocerlo y ponerle palabra ya que, finalmente, es una defensa que se desarrolla por ansiedad y la función de falso self seguirá siendo la de proteger al verdadero. Por lo tanto cuando existe un falso self la existencia de éste inspira una sensación de irrealidad, futilidad, sumisión y poca o nula autenticidad (Álvarez, 2014).

De hecho entre más sea la distancia entre el verdadero y el falso self, es decir, el real y el que es creado, todo se vuelve más complejo y si la distancia aumenta puede llegar a desarrollarse un estado esquizoide (Álvarez, 2014).

A pesar de que coincido con McDougall (1989) cuando afirma que no todos los que poseen un falso self necesariamente tienen que somatizar, ni viceversa. Lo que quisiera ejemplificar con este caso es la ajenidad que se percibe en Lucía con su self real y también con el cuerpo que habita, como si lo que hubiera de fondo fuera un vacío enorme. “La adaptación social se configura como una interpretación desobjetivada de un papel que trata de compensar o enmascarar un vacío fundamental en la constitución narcisista del objeto” (Álvarez, 2014).

El vacío al que me refiero además de tener que ver con la figura materna, tiene que ver con la ausencia del proceso psíquico que hubiese permitido la presencia de ésta. Lo expuesto por André Green es un referente de esto; él sostiene específicamente que el holding del cuerpo del bebé es el precursor de lo que él denominó una “estructura encuadrante”. Refiriéndose con esto a que cuando la madre cumple con sus funciones adecuadamente, permite que cuando se ausente, se produzca una alucinación de la representación materna que le permitirá al bebé generar representaciones de experiencias sustitutivas de satisfacción, que se parece a la función que permiten los objetos transicionales descritos por Winnicot (Sánchez, 2021).

Pero esto no se puede lograr sin el cuerpo como precursor, ya que como se mencionó previamente, primero se libidiniza el cuerpo para dar lugar al desarrollo de la psique. Esther Bick (en Franco, L y Rivera, 2012) explica que la piel es lo que le da continuidad a la psique porque es a través de ésta que se recibe contención. Es decir que la experiencia de un cuerpo contenido sirve para una mente contenida, integrada y cohesionada. Le permite al infante a través de la piel diferenciar entre lo interno y lo externo y así mismo fantasear sobre lo propio y lo ajeno (Franco, L y Rivera, 2012). 

Ya habiendo dicho esto, se entiende que si se posibilita la estructura encuadrante de Green, entonces habrá la alternativa de que ante la ausencia de representación materna tangible, haya un espacio psíquico preparado para cumplir deseos alucinatorios que terminan siendo los preparativos para que la mente logre empezar a hacer representaciones del pensamiento, como lo es la fantasía y el recuerdo (Sánchez, 2021).

“La ausencia que remite a la presencia dada por la alternancia de los brazos de la madre…habla de disponibilidad del objeto y posibilidad de estructuración psíquica” (Sánchez, 2021). Si no se instaura esta capacidad, hay ausencia de la posibilidad de crear símbolos.

Lo que quiere decir, que la misma ausencia que se permite tener una madre suficientemente buena, ayuda a que el hijo pueda entonces desarrollar capacidades para seguir sintiendo su presencia a pesar de no verla.“…La representación inconsciente, más que un dato de partida es el producto de un trabajo” (Green, 1987,

p. 147 citado Castelli, 2014). Pero si nos encontramos por lo contrario con fallas en la capacidad del bebé para fantasear y pensar en su madre, así como después saberse diferenciado de la misma, estaríamos hablando a mí parecer de un trauma psíquico. El trauma repetitivo y consistente de una madre que no sostuvo en su presencia, y no pudo ser pensada en su ausencia. Y a la vez, ese mismo trauma impidió las capacidades de pensamiento para elaborar situaciones a lo largo del desarrollo del hijo.

Para Kahn, el trauma acumulativo es el resultado de las brechas en el rol de la madre como coraza protectora durante el desarrollo del niño. El origen de este trauma tiene lugar por la cantidad de estrés que el niño debe de soportar en el contexto en donde su yo depende de la protección y auxiliaridad de la madre.

Una madre con una patología que la rebasa de sus cuidados maternos, que puede ser desde una angustia constante, una depresión prolongada, o una cuestión de narcisismo, en donde no hay espacio para pensar en un otro que en este caso es el hijo, podrían ser algunos ejemplos que reiteran la consecuente necesidad del hijo de la creación de un falso self, aclaro aquí, para sobrevivir. Lo cual a su vez, conlleva a lo largo de la vida, hacer uso de recursos alcanzables, como lo es el cuerpo, para representar lo traumático, o las emociones que se viven como tal.

Como fue el caso de Julia, quién llegó a mi consultorio quejándose de somatizaciones constantes como dolor de pecho, dolor de cabeza, vómitos y uno muy específico, lo que ella llamaba “bolitas” en diferentes partes del cuerpo. Cada vez más bolitas. Estas últimas fueron las que en un primer momento me llevaron a asociar con lo encapsulado, lo que no pudo tramitar por la psique simbólica y quedó ahí puesto sobre el cuerpo. Más tarde, entendí que gran parte de su historia de vida hubo una ausencia importante de figuras que cumplieran con funciones maternas constantes. Y que la ausencia de éstas, era vivida como desamparo, entendí que cuando me decía que la habían dejado dañada y sola, explicaba a mi parecer, o por lo menos en ese momento la sintomatología presente.

La puesta en el cuerpo en este caso y el falso self en otros casos, son recursos a los que se suele recurrir, cuando el trauma es expulsado de la psique por la imposibilidad de elaborarlo. En Julia el cuerpo toma lugar porque no hay acceso a las representaciones de palabra, que puedan expresar a nivel psíquico los sentimientos. Es como si se hubiese generado una alexitimia como sustituto del proceso ideal de desarrollo en donde el bebé a través los procesos descritos previamente, aprende a reconocer y nombrar lo que sucede y siente gracias a las funciones brindadas por la madre suficientemente buena.

Esto quiere decir que ya sea que el verdadero self o el cuerpo se vean implicados como defensa de sobrevivencia, de lo que estamos hablando es de carencias en las funciones maternas, y que estos recursos a veces pueden aparecer juntos y otras veces separados. El falso self se vuelve una coraza del real y el cuerpo una coraza de la psique. Ambas fungen entonces, como máscaras que cubren sobre todo un vacío en términos de contención, constancia, representaciones de palabra y símbolos, pero sobre todo un vacío de reconocimiento. 

Sobre esto último, Esther Bick agrega el término de “segunda piel” como referente a un método sustitutivo de coraza, que le ofrece contención al cuerpo y a mi parecer consecuentemente la sensación es de existencia, de saberse reales y reconocidos mediante ejemplos como los que ella expone de realizarse perforaciones, cirugías, modificaciones quirúrgicas, maquillajes y marcas en la piel.

En casos aún más graves Recalcati (2008) apunta que las pacientes con anorexia psicótica, de pronto se encuentran inmersas en un estado de paz al ver reflejada su imagen en huesos frente al espejo. Porque la sensación es de no haberse perdido, el hueso representa el límite que contiene el sentimiento de irrealidad y despersonalización. Es como si necesitaran verse a sí mismas delimitadas para reconocer su existencia.

Algo parecido ocurre con las autolesiones en donde el límite corporal se vuelve necesario para sentir la contención y la individualidad que se posee, pero que al no ser reconocida, el cuerpo resulta ser el medio para el fin.

Ahora bien, a pesar de que los casos que he presentado pueden ser leídos e interpretados desde diferentes lugares. Me parecen, como he mencionado ejemplos de la ausencia de la mirada persistente de una madre, que impide el lugar de lo que llamamos constancia objetal. “No se puede decir nada acerca de las ocasiones en las que la madre no puede responder; pero muchos bebés tienen la experiencia de no recibir de vuelta lo que dan” (Álvarez, 2014). Se dan cuenta de que cuando miran a la madre, no se ven a sí mismos en forma de un espejo, sino que ven a la madre.

Pienso en el caso de pacientes que tras la pantalla o en el consultorio, buscan la mirada del analista para verse reflejados. Y no es que la pidan con palabras, muchas veces la desorganización de los mismos, que se percibe cuando no hay un ambiente acompañado de la mirada del analista que encuadra el espacio, es suficiente para pensar en esa posibilidad. Entonces, lo que parece ser rescatable es que el analista puede cumplir con esa función mientras acompaña al paciente en su discurso.

En algunos otros casos lo que puede llegar a ocurrir, es que los pacientes con estas fallas en su desarrollo, empiezan a establecer una simbiosis con el analista que ésta a su vez, permitirá después ayudarlo al proceso de separación e individuación con la contención suficiente que evite el sentimiento de aniquilación abrupta (Álvarez, 2014). Con esto me gustaría recalcar que no me refiero al tipo de fusión que se da de pronto en los pacientes fronterizos que buscan mimetizarse con el analista. Ni tampoco es el caso de competir con la figura primaria de los pacientes, sino más bien trabajar con el paciente que a partir de la relación sólida que se forma con el analista y que puede ser notada por la dupla analítica dentro del consultorio, posibilitará el objetivo de mejorar en la medida de lo posible, la relación con sus figuras cercanas.

Otro de los objetivos de trabajo dentro del consultorio, se me ocurre, puede ser el de hacerle saber al paciente que el analista recibe lo que él le da, así lo que se le hace saber implícitamente es que si da es porque existe. Lo pienso en términos específicamente de reparación. Es decir, que cuando los pacientes de este tipo se viven a sí mismos agresivos con el analista, es tarea de éste último hacerle ver que la agresión podría ser interpretada, ya que es notada como real, pero que eso no destruye el vínculo y que hay posibilidad de reparar. “La merma de la omnipotencia mágica absoluta permite el crecimiento, pues de no ser así la agresión se inhibiría sola por el efecto del terror a las consecuencias inmediatas y con ella la actividad imaginativa” (Painceira, 1997 pp. 242). En el desarrollo normal, según Winnicot (en Painceira 1997, pp. 244) lo que ocurre cuando la madre logra sentir, ofrecer resistencia y no tomar represalias ante la agresión del bebé, da como resultado un sentimiento natural de culpa que después le da pauta al bebé de hacer algo con respecto a lo sucedido, es decir, reparar. Porque la madre recibe el gesto, y en consecuencia le enseña al hijo a recibir con gratitud.

Si el analista cumple esta función dentro de consulta, ayuda de alguna forma a que la existencia del paciente que pide a gritos ser reconocido, tenga lugar. Ahora sus impulsos tanto libidinales como hostiles, en vez de ser silenciados, son puestos en palabra con ayuda de las interpretaciones y señalamientos del analista.

A mi parecer, la función de espejo que se ejerce con los pacientes para poder devolverles lo que dan, como lo es por ejemplo, el caso de las identificaciones proyectivas en donde el trabajo es hacerle ver al paciente lo que está depositando. Es lo que hace que éste pueda identificarse a sí con la ayuda del analista, de ahí la importancia de la neutralidad y la abstinencia.

El paciente no ve al analista, se ve a sí mismo a través de él. Como una paciente que en sesión me dijo “Cuando te digo lo que pasa por mi mente por lo menos sé que ya es real”. Bien podría creerse que para contener al paciente y hacerlo sentir visible, se podría recurrir a acciones sustitutivas. Pero sorprendentemente es el mismo encuadre con el que se trabaja psicoanalíticamente lo que hace al paciente reconocible en el encuentro con el otro. El espacio real es puesto en escena por medio de un consultorio limitado que contiene y un analista al que no se le vive como inconsistente ni dañado. Winnicot (citado en Sauval, 1956) decía que “el comportamiento del analista…por ser suficiente en lo que hace a la adaptación a la necesidad, es percibido gradualmente por el paciente como algo que da pie a una esperanza de que el verdadero self pueda por fin correr los riesgos propios de empezar a experimentar la vida.”

Por su parte Kohut 1977 (citado en Álvarez, 2012) nos habla de que algunos pacientes que asisten a un tratamiento psicoanalítico, vienen buscando mejorar el sentimiento de sí, pero esto lo logran en la medida en la que encuentran en el analista un objeto relacional que les ayuda a cohesionar su self. Para Kohut, todo objeto que da continuidad en el tiempo y que psíquicamente suministra la experiencia de cohesión del self, permite que como “self object” aporte funciones que el self en sí mismo no posee. En este caso, la función del analista ayuda a la integración del mismo mediante la auxiliaridad de las funciones que dispone, como las ocasiones en las que decimos que hay pacientes a los que hay que ayudar a pensar, para que después logren pensar-se.

En conclusión pienso que si bien el primer paso, es decir, lo más profundo del desarrollo del self inicia en la libidinización del cuerpo, o sea en la superficie, no tiene por qué ser éste el final del proceso también. Con esto me refiero, a que si el cuerpo del bebé fue sostenido y contenido suficientemente bien y luego se permitió el desarrollo de la psique integrada, entonces, el cuerpo no tendría que ser el depositario final de lo que no puede ser pensado, representado o tramitado por la consciencia. Aunque “todos tenemos tendencia a somatizar cuando las circunstancias internas o externas rebasan nuestras formas psicológicas habituales de resistencia” (Mcdougall 1986 pp. 16 citada en Mayer, 2016), no debería de ser lo predominante y el único modo de funcionamiento, pero en caso de que lo sea, queda claro que el clavado que tenemos que dar en análisis efectivamente, tiene que ver con el tipo de cuidado temprano físico y psíquico que recibió el paciente, así como lo relacionado con lo pre verbal y lo contratransferencial, pensar en las ocasiones que nos toca sentir en el cuerpo lo que el paciente no puede pensar con la mente. Pues haciendo uso de nuestras sensaciones corporales ayudamos al paciente a representar y simbolizar lo suyo, es decir que le prestamos nuestro aparato de pensamiento.

En fin, las fallas en la simbolización y en la integración de un verdadero self, tendrán sus efectos en las áreas expuestas durante el escrito, pero en otras seguramente también, ya que el material consciente e inconsciente del paciente nunca se ve limitado a su aparición en sólo algún momento o contexto, siempre vuelve o reaparece, ya que el tren no solo pasa una vez.

Bibliografía

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  • Meyer, M. (2016). El cuerpo, ¿Traductor, intérprete o escribano?. 1 de febrero 2022, de FEPAL
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  • Sauval, M. (1956). Variedades clínicas de la transferencia Donald W. Winnicott. 23 de enero 2022, de Michel Sauval Sitio web: https://www.sauval.com/angustia/e-winnicott.htm