10_Humor 1390021Autor: María Montaño
En el teatro de la antigua Grecia, los actores usaban dos principales máscaras: la de la tragedia y la de la comedia. Como analistas, estamos entrenados para lidiar con el dolor de nuestros pacientes, con sus desafíos y con su patología, con su máscara trágica. Pero, ¿Qué ocurre con la máscara de la comedia, en nuestros pacientes y en nuestros consultorios?
Para entrar al terreno del humor necesitamos ampliar nuestra visión psicoanalítica al campo de la cultura, la sociología y la historia. Los mismos escritos de Freud ya en 1905 mostraban una semilla de su pensamiento sociológico en el chiste y su relación con lo inconsciente (Freud, 1905).
Este libro es un estudio descriptivo sobre los chistes, el humor y el ingenio como producciones inconscientes, experiencias universales, similares a los sueños, en que los procesos de condensación y desplazamiento, organizan y generan un profundo significado emocional. Aquí sugirió el concepto del trabajo de chiste como paralelo al trabajo de sueños para explicar el proceso a través del cual las percepciones, las pulsiones y los afectos retornan a lo inconsciente, lo que resulta en la creación de chistes, de momentos de desinhibición, de placer, así como de risa controlada e incontrolada. Catalogó al chiste por la forma, por la técnica, y por propósito, comparándolo con los sueños, constantemente profundizando en el argumento de que ambos, sueños y chistes, proporcionan una comprensión de la mente inconsciente y resaltando la importancia de los procesos de pensamiento no lineales, no racionales de la condensación, el desplazamiento y representación indirecta. Subrayó, a su vez la naturaleza espontánea e involuntaria, del chiste, la cual, como en los sueños, refleja su origen inconsciente. También describió la naturaleza social o interpersonal de chistes tan diferentes de los sueños, que él consideraba “productos mentales antisociales… una formación de compromiso entre las fuerzas mentales que luchan entre sí”. (Newirth, 2006).
 
En el mismo texto consideró a la mente como un sistema de descarga de energía en la que la excitación o exaltación de los afectos implicaba una situación potencialmente peligrosa que requería, ya fuera la inhibición o bien una descarga placentera de los mismos, de forma moderada para mantener el equilibrio psíquico del individuo y su relación con la realidad. (Newirth, 2006).
Sin embargo, en 1927, en un breve escrito sobre el humor, Freud se alejó de este modelo de la mente de 1905, centrado en la inhibición y la descarga de las pulsiones y sugirió una nueva comprensión del chiste y el humor en términos de una teoría de las relaciones de objeto tempranas, en la que las funciones del superyó son una especie padre tranquilizando a un niño asustado, como si este padre interior estuviera diciendo, en tono de burla: “Véanlo: ese es el mundo que parece tan peligroso. ¡un juego de niños, bueno nada más que para bromear sobre él” (Pp. 162)
Freud (1927) comenzó este trabajo, “Humor”, con una broma que describe el triunfo de un individuo sobre la adversidad. “cuando el delincuente es llevado al cadalso un lunes manifiesta: ¡vaya, empieza bien la semana!”. [Una situación similar se despertó cuando Freud fue puesto en libertad por las SS (en realidad fue rescatado) tras haber sido prisionero de los nazis. El SS insistió en que escribiera una carta negando cualquier experiencia o intenciones negativas, la cual Freud terminó con una posdata en la que “recomienda la hospitalidad de la SS”]
Este artículo de 1927, sugiere un cambio incipiente en la visión de Freud sobre la relación del individuo con la realidad, de la función benevolente del superyó como un objeto interno bueno, y sienta las bases para nuevas metas del psicoanálisis. Aquí, parece conceptualizar el humor como un don precioso y raro, un proceso sintético, y una posibilidad del individuo para triunfar sobre las limitaciones inevitables de la vida, el sufrimiento y la realidad externa. Aquí parece sugerir una visión constructiva del narcisismo que implica miras positivas de la identificación, la fusión y la omnipotencia. (Newirth, 2006).
Kris (1938), coincidiendo con Freud, sintió que el mayor logro del humor era el de desvanecer el terror de la pérdida del amor. Para Chasseguet-Smirgel, “el humorista es una persona que trata de ser su propia madre amorosa” (1988, Pág. 205).
El humor anticipa el alivio de un yo conflictuado, incluso abrumado. De esta manera, el yo puede lograr un mayor dominio sobre las ansiedades internas, así como sobre las dificultades externas. Ernst Kris (1952) hizo este enlace del humor para el desarrollo del yo, afirmando que el elemento cómico sirve para superar la ansiedad cuando el yo está plagado de cosas extrañas y aterradoras. (Lindenman, 1995).
Siguiendo la idea de Freud, Poland (1990) propuso una línea de desarrollo del sentido del humor, una línea paralela tanto en el desarrollo psicosexual y el desarrollo de la madurez de las relaciones de objeto. Desde la más tierna sonrisa del niño al estar satisfecho, a través del placer sádico en manipular a los demás, y, diría yo, también a sí mismo, seguido en el florecimiento del placer en reconocer los límites de las palabras y, sin embargo, jugar con la posibilidad de ellas mediante adivinanzas y juegos de palabras; los chistes agresivos y sexuales de la adolescencia, etc., la línea de desarrollo está determinada por las presiones constitucionales de las pulsiones y por la maduración de la capacidad de apreciar la alteridad, la finitud, y los límites de la realidad. El don maduro de la risa, se refiere a la capacidad relativamente madura para reconocer los impulsos y las frustraciones, esperanzas y desilusiones, con un humor en el que se domestica la amargura, sin negarla. (Poland ,1990)
 
Los niños pequeños pueden tener diversas reacciones ante los chistes, que pueden incluir la incertidumbre, la ansiedad o la sensación de que se estén burlando de ellos (Fónagy, 1970; Nemes, 1994). Éstas reacciones se deben a que éstos no dominan las tonalidades del discurso abstracto y las sutilezas del doble sentido, que son muy comunes en los chistes (Freud, 1905). Una de las principales características del chiste, reside en la interacción entre el pensamiento concreto y conceptual. No es sorprendente, entonces, que el niño, con el pensamiento concreto, reaccione frenéticamente a las bromas esencialmente verbales (Wolfenstein, 1951). Esto será aún más el caso si la broma es destructiva (es decir, maligna, irónica, o cínica). El chiste irónico hace un uso más amplio del contraste humorístico entre lo concreto-verbal y lo conceptual-abstracto que el chiste en general, expresando, por ejemplo, una crítica, una agresión, o un rechazo por su opuesto. Por lo tanto, la ironía requiere una aptitud muy desarrollada de la diferenciación verbal, así como del pensamiento abstracto-conceptual. Es comprensible que los niños o pacientes con una estructura psicótica o psicosomática, cuyo pensamiento se perturba de forma concreta, experimenten la ironía como un insulto. El niño que no entiende el sentido de una broma irónica es capaz, sin embargo, de reconocer su tendencia agresiva por intuición o por una comprensión de la comunicación no verbal. Este mismo, puede muy bien ser capaz, por otra parte, de “entender” el humor verbal, a menos que su sentido del humor sea deficiente o distorsionado. Si uno se acerca al niño con alegría y buen humor, como, por ejemplo, con el lenguaje corporal cómico o imitativo, uno se sorprenderá de la reacción simpática del niño. (Fabian, 2002). Esto me hace recordar algunas ocasiones en las que mis sobrinos alrededor del año de edad, rompían una risa en medio de una plática de adultos, aunque no entendieran el contenido de la misma.
Poland (1990) siguiendo su misma línea de desarrollo del humor menciona que independientemente de los elementos constitucionales, las experiencias se interiorizan; el yo crece alrededor de precipitados de identificaciones. Y lo ilustra con el ejemplo siguiente:
“Una mujer muy conocida por su ingenio, tenía una hija de dieciséis meses aprendiendo a hablar. La bebita entró en la sala de estar, se agachó, y puso un pedazo de pan en su pie, miró a los adultos presentes, exclamó “Zapato”, y se echó a reír. Si bien conocía pocas palabras y sus representaciones, fue capaz de jugar con la idea, burlándose de la realidad. Al escuchar la historia relatada, los amigos respondieron: “En ella es algo natural, tiene el humor de su madre.”
Sin duda, “el humor de su madre” incluye una capacidad constitucional hereditaria. Pero igualmente cierto es la importancia de la identificación. Solíamos hablar de esferas autónomas primarias del yo, áreas como la capacidad para caminar y hablar, que se desarrollan libres de conflictos. Pero ningún niño crece fuera del mundo de los humanos, y los niños caminan y hablan a la manera de aquellos que los crían. Por lo que parece ocurrir también, con el humor. El humor de un niño, o la falta de humor, no sólo refleja el nivel de desarrollo del niño, sino que también se expresa en el lenguaje el mundo privado en el que el niño ha crecido.
A su vez, es importante notar que este caso no parece ser una función del niño de la internalización de una madre reconfortante en un momento de dolor. Más bien, lo que se ha interiorizado, aquello con lo que se ha identificado, es la forma en que la mente de la madre trabaja. La niña inteligente tiene una forma de jugar con las palabras replicando el ingenio de la madre. Esto, sumado con sus propios talentos y libertad, la convierte en una nueva versión mejorada, no simplemente una copia de segunda mano.
El papel de la identificación es tan claro que incluso podemos encontrar diferencias culturales en el humor, estilos nacionales de humor. En términos generales, identificamos por ejemplo el humor simplón de la tv norteamericana, con características orales voraces, el humor anal-uretral del español con los “me cachis en esto, en lo otro; me meo de la risa”, el humor negro judío, las características fálicas (e inclusive la intrusión homosexual latente) que tiene el albur mexicano y nuestra picardía. También podría mencionar la velocidad con la que “fabricamos” memes en momentos de crisis nacional. Dejando de lado los prejuicios y estereotipos, compartimos experiencias y patrones culturales, y tenemos una identidad nacional inclusive en el sentido del humor.
Hay personas cuyo ingenio natural se torna inhibido por el desarrollo de una neurosis aguda, como la depresión. En dinámicas familiares de depresión, ansiedad, paranoia, compulsión, o simbiosis, cuya identidad puede ser mantenida sólo por una homeostasis patológica, el humor constructivo no encuentra lugar. Un humor destructivamente distorsionado (como en el caso del sarcasmo, el cinismo o la ironía maligna) es una expresión de la agresión destructiva y de falla de demarcación o distancia interna. En las familias con un sentido de humor deficiente, el humor del niño puede atrofiarse, por así decirlo, cuando él o ella carece de contacto humorístico benevolente y creativo. Para Fabian, E. (2002), la falta de un sentido del humor es siempre patológico: Es un síntoma de depresión y de discapacidad para hacer contacto interpersonal (Stein, 1985), contrario a la postura de Freud (1927) y Grotjahn (1957) quienes conciben la falta de sentido de humor como una simple falta de don o talento. Del mismo modo, la mayoría de los pacientes que sufren de trastornos preedípicos graves, como la esquizofrenia, el trastorno límite de la personalidad, trastornos psicosomáticos o adicciones, son capaces de “entender” humor verbal constructivo sin sentirse heridos o burlados. Tal humor puede soslayar las perturbaciones, e inclusive puede ser terapéuticamente eficaz, tal y como son metáforas, cuentos y parábolas. Incluso el paciente más gravemente enfermo a menudo posee un sentido del humor. (Fabian, E. 2002).
Y lo ejemplifica con la siguiente viñeta: Una mujer esquizofrénica de 35 años de edad, quien sufría un amor delirante hacia su terapeuta desde hace varios años, entró en el grupo plenario del hospital, en el que cerca de sesenta pacientes y algunos terapeutas de la clínica estaban reunidos. Tenía unas cuantas rosas en la mano, que ella había comprado para “el médico más guapo de la clínica”, y dio a su terapeuta una hermosa rosa larga. Cuando se dio cuenta de que el jefe médico del hospital, sentado cerca del terapeuta, estaba haciendo una cara un tanto sombría, tomó otra rosa y se lo dio a él con un gesto reconfortante; esta rosa sin embargo, estaba doblada y era mucho más pequeña. Tanto el jefe médico como el terapeuta se sentaron allí sin hablar en medio del grupo plenario, con sus rosa larga y bella y pequeña y doblada respectivamente. El grupo plenario entero estalló en una risa fuerte y prolongada, en el que la propia paciente participó. Incluso los pacientes más gravemente enfermos, esquizofrénicos y melancólicos, participaron en la hilaridad general. Es dudoso que ellos entendieran las implicaciones sexuales del episodio. (Fabian, E. 2002)
Otro ejempo es el de Mauricio Knobel, un psicoanalista brasileño, quien relató cómo logró establecer contacto confidencial con un chico paranoide extremadamente reservado y renuente. Después de semanas de dura resistencia, un día, un pájaro se coló por una ventana abierta del consultorio y no podía encontrar su salida. Knobel, luego de unos sesenta años, se subió a una silla, y luego en su escritorio, en un vano intento de atrapar al pajarito. El niño reconoció el mensaje no verbal de la situación cómica y también se subió a los muebles para ayudar al viejo analista. La situación se convirtió en un punto clave, el establecimiento de el hasta ahora imposible contacto verbal. (Fabian, 2002)
Para Poland (1990) el trabajo analítico de la depresión puede revelar un potencial subyacente para el humor atrofiado por las fijaciones. Ilustra lo anterior con la siguiente viñeta:
Una viuda de muchos años me consultó en el momento en que su hijo menor iba a la universidad. Ella era militante de la depresión. Estaba convencida de que iba a terminar como una vagabunda deambulando por las calles. Comía y dormía sólo con gran dificultad, se apartó de sus pocos amigos antiguos, y llevó una vida de aislamiento. Consideró suicidarse.
A medida que avanzaba el trabajo analítico, sus primeros signos de humor tenían la calidad de un ingenio mordaz. Por ejemplo, habló de la Casa de Ruth (una organización benéfica local para mujeres maltratadas) y la apodó la Cámara de Medea. Como otro ejemplo, después de mencionar M.A.D.D. (Mothers Against Drunk Driving), dijo que su caridad preferida era la DAM, iniciales que dijo representaban Mothers Aigainst Dislexia.
A través del trabajo analítico, en el que el análisis directo de dicho humor jugó un papel menor, su estructura de carácter subyacente fue explorada. Siendo la hija más joven, había sido concebida como una forma de curar la depresión de su madre. Esta prescripción había fracasado. Durante la infancia había utilizado una lengua afilada para protegerse contra la competencia feroz con dos hermanos mayores y también para manejar la emoción de la sobre-estimulación, la descarga y la reserva de los impulsos sexuales.
Se casó con un marido controlador quien parecía repetir las cualidades mezquinas de su madre y los aspectos estimulantes pero no disponibles de sus hermanos. Cuando murió joven, ella entregó su vida a criar a los tres niños que le dejó. No se involucró con otros hombres y no se masturbaba. A pesar de la soledad y la frustración sexual, los años que tuvo a sus hijos para sí eran, en general, felices.
El ingenio mordaz fue el primer rostro que mostraba de su humor, pero a medida que el trabajo analítico se encendió, la dureza se suavizó. Cada vez más, nuevos avances en el tratamiento fueron anunciados por chistes. Cuando los sentimientos eróticos se abrieron paso en la transferencia, contó la historia de dos residentes de hogares de ancianos en sillas de ruedas. Una anciana insistió en que ella podía decir la edad de un hombre viejo a pesar de su escepticismo. Ella lo desafió a que le demostrara su habilidad. Cuando finalmente accedió, ella dijo que primero tenía que sostener su pene. Después de acariciarlo por varios minutos, ella anunció que el hombre tenía ochenta y siete años de edad. Se asombró por su precisión y le preguntó cómo podría saberlo. “Fácil”, respondió ella, “usted me lo dijo la semana pasada.”
El humor sirvió como un puente entre los conflictos de las zonas desplazadas a la transferencia. Decir la broma tenía el deseo de provocar un efecto sexual en el analista. Este uso cargado del chiste sirvió como una introducción y promulgación de sus preocupaciones sexuales y agresivas en la transferencia. Su análisis hizo explícito lo que había estado implícito: Fuera con el analista en la transferencia o con sus hermanos mientras crecía, la curiosidad y los deseos sexuales surgieron en ella. Comenzó a vivirlos como propios.
En realidad, la gracia con la que la paciente se conducía con el analista era realmente seductora. La paciente en este momento parecía utilizar el sentido del humor para tentar al analista. El análisis de la naturaleza sexual de la transferencia (presente a través de dichos chistes) expuso fantasías e impulsos sádicos, con terrores de un desamparo subyacente.
En el momento de la terminación, la paciente no sólo ya no estaba deprimida, sino además tenía una vida social ampliada. Ella era conocida cada vez más por su ingenio poco común y su buen humor, los cuales eran ahora generalmente utilizados para abrirse en la vida en lugar de para aislarse. La paciente sin embargo, sabían con qué facilidad su humor podría caer de nuevo a su mordacidad sádica. Utilizó ese conocimiento como una señal valiosa para la introspección cuando apareció dicha regresión. Los viejos conflictos ya no interferían con su capacidad de tomar y dar placer. (pp.222)
La naturaleza especial del humor, y en particular la cuestión de “el don de la risa”, puede permitir que nos centremos específicamente en algunos aspectos del proceso analítico. Humor implica en su propia naturaleza, la presencia de un otro. Mientras que el ingenio y el humor maduro pueden ser privados, es decir, con uno mismo como la propia audiencia privada, el origen implica siempre otros. Hay otro a quien hacer reír, y el humor privado sólo se ha desarrollado hasta el punto en que partes de uno mismo pueden servir tanto como cómico como audiencia. A diferencia de los sueños, el humor no puede concebirse sin la unión de ambas fuerzas internas y el impacto fantaseado o intencionado en los demás. La transferencia es una forma de relacionarse: relacionarse en el discurso como en las asociaciones, y de relacionarse en la conexión con el analista, como en el intento de provocar un sentimiento o una reacción. Las mismas palabras utilizadas en la curación por la palabra también llevan ambos niveles, el contenido y la acción emocional. El humor en la situación clínica participa inevitablemente de este doble camino, la historia del paciente como un cuento contado y como un esfuerzo para obtener y comprometer al analista-otro en una contractuación.
 
El mismo autor considera tres rubros importantes entorno al desarrollo del humor maduro en la práctica del psicoanálisis, las cuales resumo de la siguiente manera:
 
1) La naturaleza de las palabras y el Desarrollo de Humor del Paciente: en este punto, el autor explica que el proceso de análisis con la asociación libre y las interpretaciones se desarrolla una flexibilización con las palabras, las ideas y fantasías, a la realidad en general, y conduce a una mayor libertad de juego de los pensamientos y sentimientos, así como a una mayor facilidad en ver tanto a uno mismo y el mundo como lo que son. Mediante el insight, los pacientes cambian su postura y son capaces de notar conflictos y paradojas, incluso ironías y, a raíz de esto, comienzan a desarrollar la capacidad de reírse de partes de sí mismos y a “jugar con las palabras”.
 
2) El analista como un Otro en el Proceso Analítico y Desarrollo de Humor del Paciente
Cuando en el surgimiento de la transferencia, el paciente no recibe del analista las reacciones esperadas y, en su lugar, obtiene una interpretación, el analista viene inevitablemente a funcionar como un modelo para una mayor libertad para el juego mental. El humor maduro implica domesticación e internalización de una parte implícita en donde cuenta a sí mismo una broma, además de la posibilidad de ver el humor en él, independientemente de si cuenta o no el chiste a los demás. En un análisis, el paciente intenta provocar la reacción supuestamente gratificante del analista, así como ha hecho reír a otros en otro momento. Sin embargo, en lugar de ofrecer al paciente la comodidad de nuestra descarga afectiva, le ofrecemos comprensión. El dominio a través de las múltiples identificaciones, observaciones, distinciones, y entendimientos no sólo conduce al insight, sino también a una gradual internalización del proceso de análisis. En la medida en que la transferencia es progresivamente comprendida y analizada, el paciente desarrolla una creciente capacidad de autoanálisis. En la medida en que los chistes se transforman también en un humor interior, la neurosis de transferencia da paso a la habilidad de auto-análisis.
 
 
3) Propio sentido del Humor del analista y el Desarrollo del Humor del Paciente
En este punto, el autor plantea las siguientes preguntas: ¿Cuál es el papel del humor del analista? ¿Puede ser que el humor del paciente se adquiera vicariamente? Si, como parece probable, cierto grado de humor del analista está destinado a aparecer a través del curso de un análisis, ¿cuánto del incipiente sentido del humor del paciente refleja el del analista, incluyendo transferencias no analizadas o inanalizables? Y, así como sucede con el insight, ¿cuánto podría verse teñido por una identificación con el analista y manifestada en el propio estilo idiosincrásico del paciente? Comenta, que si bien estas preguntas no tienen una respuesta directa, es importante siempre evaluar los beneficios y los peligros inherentes a cualquier enactment del analista, particularmente con el humor, el cual está cargado afectivamente y es especialmente intenso. Quizá las preguntas que deba hacerse un analista sean las mismas que se le harían a un paciente: ¿por qué ahora? ¿Qué significa? ¿Qué asociaciones y fantasías se despiertan ante esto? Concluye que el humor del analista es un elemento inherente en el psicoanálisis, inclusive cuando el analista no haga un chiste intencionado, sus palabras pueden ser percibidas como graciosas, por lo cual es pertinente responder ante el humor como con cualquier otro material. (Poland, 1990)
 
Con respecto a este último punto, existe una discusión controversial en la literatura que está lejos de ser concluida. Incluso cuando el uso del humor en la psicoterapia hoy es generalmente aceptado (Baker, 1993; Christie, 1994; Frings, 1996; Grotjahn, 1957; Pasquali, 1986; Poland, 1990; Rose, 1992), las opiniones son muy diferentes al respecto de qué tipo de humor, cuándo, y en relación a cual psicopatología se puede o se debe utilizar, así como sobre los peligros y las precauciones de su uso. Kubie, en 1971, realizó una fuerte advertencia contra el uso clínico del humor, destacando especialmente las fuerzas agresivas y sádicas, que con frecuencia, si no por lo general, aparecen en una intervención aparentemente graciosa. Y mencionó: “El humor tiene su lugar en la vida. mantengámoslo allí, reconociendo que, el único lugar donde tiene un papel muy limitado, si acaso, es en la psicoterapia ” (Kubie, 1971, p. 866). Además advirtió que éste puede ser usado por el paciente para seducir al terapeuta y así subvertir el tratamiento.
En su contraparte, autores como Christie (1994, p 485) señalan que: “Un momento de humor genuino, juega su parte facilitando el progreso en el trabajo analítico de una manera que es paralela a la importancia de la participación lúdica en el desarrollo del bebé, por ejemplo cuando, emerge espontáneamente en el espacio entre el analista y analizando posterior al surgimiento de un material doloroso. El humor, según Fabián (2002) ayuda a “1. Llegar al paciente emocionalmente; 2. Relativizar la patología y la enfermedad; 3. Alcanzar una distancia interna frente a la enfermedad; 4. Fortalecer el contacto y la confianza en el terapeuta; y 5. Estimular la meta-comunicación inconsciente entre el terapeuta y el paciente “(Pág. 409),.
 
En nuestros consultorios a veces parece que los aspectos sanos quedan excluidos de ser analizados, pero como podemos observar, el sentido del humor es una de las características más ricas del ser humano, nos habla del mundo interno, la herencia y el desarrollo, las identificaciones, la cultura y la relación su analista, es algo que eventualmente surge en nuestro espacio y vale la pena poner nuestra energía en trabajarlo.
 
Bibliografía

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  • Freud, S. (1905), Jokes and their relation to the unconscious. Standard Edition 8. London: Hogarth Press, 1960.  En: Newirth, J.(2006). Jokes and their Relation to the Unconscious: Humor as a Fundamenta Emotional Experience.  Dial., 16:557-571
  • Freud, S. (1905). El chiste y su relación con lo Inconsciente. En: Etcheverry, J.L. (Trad), Obras Completas de Sigmund Freud. 2ª ed..8ªreimp. Tomo VIII. Buenos Aires: Amorrortu, 2008.
  • Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo. En: Etcheverry J.L. (Trad), Obras Completas de Sigmund Freud. 2ª ed..13ªreimp. Tomo XVIII Pp.63-136. Buenos Aires: Amorrortu, 2008.
  • Freud, S. (1927). El humor. En: Etcheverry, J.L. (Trad), Obras Completas de Sigmund Freud. 2ª ed., 11ª reimp. Tomo XXi Pp. 153-162. Buenos Aires: Amorrortu, 2009.
  • Kris, E. (1952), Ego Development and the Comic, in Psychoanalytic Explorations in Art, New York, International Universities Press, pp. 204-216
  • Kubie, L. S. (1971) The destructive potential of humor in psychotherapy J. Psychiat. 127 861-866
  • Lindenman, C.(1995). The Meanings and Functions of Humor.  Soc. W., 2:111-118
  • Lothane, Z.(2008). The Uses of Humor in Life, Neurosis and in Psychotherapy: Part 1.  Forum Psychoanal., 17:180-188
  • Lothane, Z.(2008). The Uses of Humor in Life, Neurosis and in Psychotherapy: Part 2.  Forum Psychoanal., 17:232-239
  • Newirth, J.(2006). Jokes and their Relation to the Unconscious: Humor as a Fundamenta Emotional Experience.  Dial., 16:557-571
  • Poland, W.S.(1990). The Gift of Laughter: On the Development of a Sense of Humor in Clinical Analysis.  Q., 59:197-225

 
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