Ser docente, algunos principios psicoanalíticos.

Autor: Alma Rosa Flores.

 

“El camino que va del lactante al hombre de cultura es ancho;

demasiadas criaturas se extraviarían en él y no madurarían

para cumplir con las tareas que les depara la vida si

se las abandonara, sin guía, a su propio desarrollo.”

Freud (1927) El porvenir de una ilusión

 

Inicialmente pensé que quería escribir sobre vocación, podría decir que no pocos de mis primeros recuerdos infantiles me llevan a un escenario donde estoy frente a otros, en el pizarrón y con una tiza en mano, desde que era niña quería enseñar y con el pasar de los años me incliné por campos del conocimiento diversos que parecían alejarme de aquel primer atisbo de vocación, quise estudiar filosofía, letras, biología, química y finalmente psicología, reconocí con dificultad que los cambios en mis intereses académicos tenían relación con el momento de vida que atravesaba, mis amigos y camaradas, pero significativamente también con los docentes con quienes compartía más de un tercio de mi existencia cada día.

La figura, función, cualidades y procesos que vivimos con nuestros padres, me atrevo a decir, son tan importantes, como aquellas que vivimos con nuestros docentes, este planteamiento me lleva a pensar en dos de preguntas ¿Existe una vocación docente? Y ¿Qué aspectos determinan trabajar como docente?

De inicio examinaremos la definición que propone la Real Academia Española, vocación es la “Inclinación a un estado, una profesión o una carrera” me parece que utilizar el término inclinación resulta demasiado simple, incluso puede obnubilar su significado, debido a que podría confundirse con la común tendencia a acercarse o sentir atracción por algo, en consecuencia nos acercaría más al campo de la motivación, de hecho todos los que han elegido esta empresa tienen un motivo o varios, entendemos que en el trabajo docente existe una inclinación, pero no necesariamente vocación.

Una vez hecha esta precisión, revisaremos algunos de los motivos por los que diversos profesionistas recurren al ejercicio de la docencia, en 2015, el INEE[1] reconoció que, entre muchos, son dos los motivos que hacen atractivo pertenecer al magisterio: 1) La protección del salario y 2) La seguridad laboral de la docencia frente a mercados cambiantes.

No podemos dejar de ver una realidad en la que se logra un puesto de trabajo por nepotismo, tenemos el caso de profesionistas madres que deciden optar por la docencia porque les permite pasar más tiempo con sus hijos, hay permisos con goce de sueldo antes y después del nacimiento, otros más son profesores porque sus padres lo fueron, como ocurre con la elección de muchas carreras, para algunos la docencia fue su única opción luego de obtener un título universitario como consecuencia de los altos índices de desempleo en su área, en ocasiones se apertura una plaza y alguien recibe la invitación para ocuparla sin tener las competencias en términos de pedagogía y didáctica, entre otras, regidas por las condiciones precarias y desfavorables que encontramos en el país, en términos económicos, políticos y sociales.

Pero, si nos referimos a aspectos económicos, al realizar un ejercicio de comparación, los docentes no resultan del todo aventajados, por ejemplo, un docente de nivel medio superior con una licenciatura y experiencia en su área que logra hacerse de un empleo, percibe un mejor sueldo en la industria que en la escuela, si vamos a condiciones más extremas, tenemos docentes que trabajan en la sierra, por pensar algunos Estados, Guerrero, Oaxaca o Chiapas, llamado en conferencias de la Universidad de la Tierra, “El cinturón de la pobreza”, trabajan en comunidades rurales, mestizas e indígenas, otros en el norte del país en campamentos para población jornalera agrícola o migrante, sus condiciones de vida son complejas, en términos de nivel socioeconómico y en relación a las herramientas para trabajar tanto en el aula, como fuera de ella.

Pensemos en otro contexto, personas que residen en una ciudad con estilo de vida cómodo, una posición económica alta, cuyas finanzas a partir del trabajo directo de su profesión son las deseadas y deciden trabajar paralelamente como docentes.

Dos contextos opuestos, donde la elección de la docencia responde a algo más que la economía, u otro de los motivos antes mencionados, es un trabajo que requiere de un esfuerzo importante, tiempo para dedicar a la planeación de clase, evaluación de evidencias, creación de material didáctico y la participación en otras actividades que solicitan casi todas las escuelas, sumando a esto las demás actividades administrativas.

Por un lado, hallamos, docentes hartos, frustrados y cansados que buscan estudiantes calmos, con total receptividad hacia su palabra, que esperan con ansia el final de su jordana laboral día con día. Pero también es cierto que hay algunos otros apasionados, llenos de vitalidad, buen ánimo, curiosidad, que siembran en sus estudiantes la inquietud de descubrir, que los llevan a cuestionar y explorar, lo hacen con tal fuerza e intensidad que tocan alguna parte de su ser.

Buscando en las raíces etimológicas del término vocación encontré que proviene del latín vocatio, que significa “acción de llamar”, un llamado que a mi parecer no puede ser más que interno, me refiero a un encuentro con un sinfín de identificaciones, con el ideal del yo, es un llamado desde las coordenadas inconscientes.

Para apoyar esta idea, me permito citar a Diego Gracia (2007), quien dice “La vocación no es un propósito, ni un proyecto. Es algo previo a todo eso. Es algo que se nos impone desde dentro de nosotros mismos con fuerza irresistible, de modo que si no lo seguimos frustramos nuestra vida”.

Por su parte Salvador y Peiró (1986) mencionan “… que los impulsos y la personalidad del individuo le conducen a elegir una ocupación mediante la que pueda satisfacer sus impulsos básicos por medio de la sublimación”.

La acción docente está impresa con lo que Freud en Tres ensayos para una teoría sexual (1905) denomina pulsión de saber, pronuncia que esta pulsión no se subordina de manera exclusiva a la sexualidad, sino que su acción corresponde a una manera sublimada de apoderamiento. Cinco años más tarde en Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci (1910) expone que hay tres posibilidades para el destino ulterior de la pulsión de investigar; el primero, la investigación comparte el destino de la sexualidad, con lo que el deseo de saber queda inhibido y la libre actividad de la inteligencia restringida, el segundo , el desarrollo intelectual resiste la represión sexual y la investigación sexual reprimida regresa del inconsciente desfigurada y tan poderosa como para sexualizar el pensamiento y para conferir a las operaciones intelectuales el acento del placer y de la angustia y finalmente el tercero , es el más raro y perfecto, la libido se sustrae al destino de la represión sublimándose desde el comienzo en el deseo de saber y sumándose como un refuerzo a la vigorosa pulsión de investigar.

Dicha pulsión de investigar, suele aparece continuamente en cada acto docente, el siguiente fragmento podría ilustrarlo:

“Enseñar es más difícil aún que aprender… y ¿por qué es más difícil enseñar que aprender? No porque el maestro deba contar con un mayor caudal de información y tenerlo siempre preparado. Enseñar es más difícil que aprender porque lo que el enseñar exige es esto: permitir que se aprenda. El verdadero maestro, en realidad, no permite que se aprenda otra cosa que…aprender. (…) El maestro aventaja a sus alumnos sólo en que él tiene que aprender mucho más que ellos todavía… pues tiene que aprender a permitirles que aprendan. (…)” (Heidegger, 1958, citado por Dapia, 2008).

Bastas razones se han expuesto para la elección de la docencia, la vocación sería la más digna, otras podrían ser funcionales en términos prácticos y algunas más podrían traer consecuencias desastrosas.

En México, existen más de dos millones de docentes[2], sólo en el sector público, más todos aquellos del sector privado; sería interesante que cada uno se preguntara y pensara sobre su actuar en el aula, debido a que ocurren eventos que impactan en diferentes niveles a los sujetos que integran el proceso de enseñanza aprendizaje.

De aquí se desprenden, las preguntas ¿qué es ser docente? y ¿cuáles son las implicaciones que trae consigo esta labor? Independientemente de si el docente tiene vocación o no.

Para responderlas tomaremos como eje la propuesta de Mauco (1993) quien deduce sobre la actuación del agente de aprendizaje, que algunos deseos inconscientes, son seguir en el mundo de la infancia y huir del mundo de los adultos, la afirmación del sí mismo, algunos obedecen al deseo de tener el papel del padre y otros de compensar celos fraternos reprimidos. Destaca que con mucha frecuencia el educador se encuentra frente a dos alumnos: el que está frente a él   y el niño reprimido en él y trata al primero como si hubiese vivido el segundo.

Lo hace por la facultad que adquiere al ocupar el ideal del yo, menciona Milliot (1993) en su obra Freud Anti-pedagogo que “la instancia del Ideal del Yo, de la que el evocador usa para afirmar su poder, es el producto de la identificación primitiva al padre”.

Existe por tanto una necesidad en estos adultos, de dirigir a los estudiantes por un camino que es el propio, el del docente cuando fue estudiante, Bernfeld (1975) mantiene que, aquello que el educador hace, lo que satisface y lo que prohíbe, es lo que hicieron, satisficieron y prohibieron sus propios padres.

Vale la pena considerar que el tejido en el que se soporta la docencia tiene dos caras, lo consciente y lo inconsciente, este adulto que ha decidido enseñar, trae consigo la figura de sus padres y también un desfile de figuras sustitutas de aquellos, sus profesores, quienes dejaron también sus propias huellas, por lo tanto, su actuar docente estará en función de lo que padres y educadores hicieron con él a lo largo de su historia.

Aludiendo a los temas de juego, disciplina, evaluación, exámenes y tareas se pueden distinguir tres tipos de docentes: dictadores, dóciles y aquellos que encontraron un punto medio o un momento preciso para adoptar una u otra postura, adoptar alguno de estos moldes estará determinado no solo por las necesidades conscientes e inconscientes individuales, sino por las condiciones sociales y culturales en que se vive, incluso por propia evolución en el área , me refiero a aquellos novicios en el asunto, en retrospectiva recuerdo los inicios de mi recorrido, he atravesado las tres posiciones frente a mis alumnos, los primeros años tuve la necesidad de ser lo bastante rígida, hablaba de “usted” a jóvenes de quince años, esto con el afán de colocar distancia , más bien un muro impermeable, después de un tiempo noté que no estaba funcionando y me pasé a lo opuesto, fui completamente laxa y por evidentes razones también fue un fracaso, con la experiencia y resolviendo conflictos de mi adolescencia en análisis, logré encontrar mi lugar, bastante parecido a un mosaico, en el que tránsito a veces con rigidez y otras con suavidad, según lo requiere el grupo o un estudiante en específico, es imperioso aprender a oscilar entre los límites y la libertad.

En términos de fantasías, las de los docentes son como las de todos los seres humanos, en cuanto son despertadas por los objetos con quienes interactúan, los estudiantes, sean estos infantes, adolescentes o adultos, encarnan además de los niños que fueron o quisieron ser, los hijos que probablemente han deseado.

Esto me llevó a releer algunas páginas del libro La relación más temprana, en él Brazelton (1993) expresa tres ideas, que me parecen fundamentales para pensar a los estudiantes como sustitutos de los hijos, la primera frase “El deseo de reparar una infancia infeliz brindándole al nuevo niño una experiencia ideal” esta sería una de las motivaciones por la que algunos profesores programan secuencias didácticas creativas y novedosas, que cada ciclo buscan cambios que lleven a sus estudiantes a aprendizajes significativos, algunos seguramente han planeado hacer la clase más agradable de lo que fue para ellos cuando estudiantes o bien movido por la necesidad del reconocimiento de sus estudiantes-hijos . La segunda frase “todo futuro hijo encierra la promesa de hacer realidad ideales frustrados y latentes” resulta interesante matizar el vínculo que algunos profesores establecen con los estudiantes destacados, usualmente tienden a tener ciertas preferencias, incluso les dan prioridad en algún sentido, probablemente están viviendo el éxito escolar a través de ellos o están representando lo que Filloux (2001) llama el niño espejo, por último la interacción con los estudiantes de bajo rendimiento académico me lleva a la tercer frase “Con cada recién nacido siempre hay un potencial para la desilusión”, los docentes se frustran con los estudiantes que reprueban, tal vez les ponen en frente sus propias restricciones en sus años escolares o sus limitaciones como profesionistas en el área.

Volviendo con Mauco (1993) dice que hablando del niño real con quien se está frente a frente, sigue siendo un símbolo cargado de resonancias afectivas en el inconsciente del adulto. Atrae inconscientemente al que sigue vinculado con su propia infancia; provoca el sadismo a través de su debilidad y el autoritarismo por su pasividad; llama a la libido por su necesidad de ternura y a la ansiedad por la falta de domino de sus pulsiones.

Desde la posición de Natanson (1976) “Es saludable que el docente sea capaz de decirse de frente, que en el ejercicio más sublimado de su actividad intelectual y pedagógica es un ser de deseo, que busca su placer, que teme el sufrimiento , la frustración, la muerte; que éstas son actitudes fundamentales, que no tienen naturaleza diferente cuando se ejerce a propósito del saber y de la enseñanza o cuando lo hacen a propósito del seno materno o del sexo”.

Entonces, de acuerdo con Rabant (1968) el campo pedagógico se constituye esencialmente por la intervención de una función de saber con distintas modalidades, según el corte en que opera el deseo y según la distribución de los lugares, esto implica que alguien acepte ser para otros el representante del saber, la eficacia de este campo proviene de lo que se supone del representante del saber más que del saber mismo y sobre la manera en que él sostiene la función.

El docente comisionado del saber, deberá entender que, como el padre, es una función, no es el saber, que no tiene todo el conocimiento, pues como argumenta Mannoni (1980, citado por Filloux, 2001) si el deseo de saber del alumno es desplazado por el deseo ambiguo del maestro de que el alumno sepa, su deseo de saber queda raptado. Al respecto Elgarte (2009) expone que el docente tendrá que estar advertido de no encarnar este lugar próximo al ideal pues puede correr el riesgo de buscar crear súbditos sumisos, quiero decir estudiantes que no cuestionen, que no critiquen y como consecuencia, estudiantes que no piensen.

Para algunos docentes, los estudiantes que son críticos o cuestionan podrían hacerles sentir un tambaleo en su posición del “sabelotodo”, al respecto Furstenau (1971) argumenta que cuanto más amenazado se siente un maestro en el control de sus pulsiones y en su propia afirmación, por los niños o por los superiores, más grande es su tentación de satisfacer sus deseos de poder, sin advertirlo él mismo, por medio de la organización de la enseñanza, para reestablecer su equilibrio interior.

Sin embargo, existen arengas en el medio de las instituciones educativas que permean el discurso del Amo como lo denomina Lacan, los docentes son los que poseen el conocimiento y también el saber, el rendimiento académico es resultado directo e inexorable consecuencia de la actuación del docente, “si el grupo tiene promedio de 6, se es un docente de 6”, quiero decir, un grupo con un rendimiento elevado o bajo es el resultado de un docente eficiente o deficiente, desde este planteamiento se arrebata a los estudiantes la posibilidad de que sus logros y fallas sean fruto de su propio actuar.

Freud (1914) en el texto Sobre la psicología del colegial menciona “No sé qué nos reclamaba con más intensidad ni qué era más sustantivo para nosotros: ocuparnos de las ciencias que nos exponían o de la personalidad de nuestros maestros”.

La figura del docente es investida, existen representaciones muy importantes de lo que el estudiante deposita en el profesor, tenemos los docentes “malvados” y los “bondadosos” no sólo por el actuar del facilitador, sino por la propia historia del discente.

Seguramente encontramos bastos escritos que han estudiado la transferencia del lado del estudiantado, sin embargo, en este trabajo siguiendo con lo que significa ser docente, vamos a considerar cómo responde este ante la trasferencia de los estudiantes.

Para muchos docentes resulta embarazoso, el caudal de sentimientos, la confianza que depositan los educandos en ellos, incluso los conflictos que atraviesan los estudiantes, no se sienten preparados para escucharlos, y es una razón de peso, aunque también podría deberse a lo que Zullinger (1930) llama, dificultad para aceptar las transferencias, con el nombre de “horror de la ligazón”, aceptar dicha transferencia implica que el docente comprenda el peligro o logro que él representa, por lo que propone que los docentes deben ser tolerantes y domesticar la ligazón transferencial.

Son temas delicados, recuerdo a algunos estudiantes, aquellos que con su vulnerabilidad me han despertado la necesidad de brindarles un soporte, los más rebeldes que un principio me generaban cierto desdén, otros que con su amabilidad me llevaban a experimentar ternura y unos más que por su coraje me despiertan admiración.

En el proceso de enseñanza aprendizaje, los docentes aprendemos de los estudiantes, pero también de nosotros mismos. Cito algunos ejemplos de los estudiantes que fueron mostrándome aspectos de mi ser como docente:

  1. Un día L. con lágrimas en los ojos dijo “Ya no puedo más, me gustan los hombres”, tenía que decírselo a alguien que no me juzgará.
  2. después de tres años de egresar del bachillerato envío al correo designado para tareas escolares, mensajes eróticos y una fotografía de su miembro erecto.
  3. Hace un par de semanas D. una joven de 16 años me vio en el pasillo y se abalanzó sobre mí, dándome un beso en la mejilla izquierda y otro en la derecha, estoy pensando qué ocurre en nuestra interacción, para tan efusiva muestra de afecto.
  4. se suicidó un año después de finalizar el bachillerato, era un joven avispado, con entusiasmo, cantaba en clase, era sociable, hacia bromas, parecía disfrutar de la vida con amigos y pareja, momentáneamente pensé que debimos saberlo, aunque pensarlo de tal forma creo que lleva un sello de mi propio narcisismo.

En un texto de Freud (1910) llamado Contribuciones para un debate sobre el suicidio, señala:

“(…) la escuela media tiene que conseguir algo más que no empujar a sus alumnos al suicidio; debe instilarles el goce de vivir y proporcionarles apoyo, en una edad en que por las condiciones de su desarrollo se ven precisados a aflojar sus lazos con la casa paterna y la familia. Me parece indiscutible que no lo hace y que en muchos puntos no está a la altura de su misión de brindar un sustituto de la familia y despertar interés por la vida de afuera, del mundo”. En el mismo texto añade La escuela no puede olvidar nunca que trata con individuos todavía inmaduros, a quienes no hay derecho a impedirles permanecer en ciertos estadios de desarrollo, aunque sean desagradables”.

La educación es imprescindible en el ser humano, Freud (1917) en la conferencia 20 La vida sexual de los seres humanos, enfatiza “La sociedad, en efecto, tiene que hacerse cargo, como una de sus más importantes tareas pedagógicas, de domeñar la pulsión sexual (…) En caso contrario, la pulsión rompería todos los diques y arrasaría con la obra de la cultura, trabajosamente erigida. Por otra parte, la tarea de domeñarla nunca es fácil; se la consuma ora con defecto, ora con exceso”.

Cuatro años antes en El interés por el psicoanálisis (1913) refiere “Sólo puede ser educador quien es capaz de compenetrarse por empatía con el alma infantil, y nosotros los adultos no comprendemos a los niños porque hemos dejado de comprender nuestra propia infancia” Esta cita es una expresa invitación a un trabajo de análisis de los docentes como lo proponía Anna Freud, hace algunos años.

El aporte principal de la educación en el desarrollo de los educandos, es caminar junto a ellos y como lo señala Freud en Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico (1916) “promover ese avance desde el principio de placer hasta el principio de realidad”. Proceso indispensable en la formación de seres humanos. Que solo puede lograrse con un acto de amor, en este mismo texto Freud menciona “Junto al apremio de la vida, es el amor el gran pedagogo, y el hombre inacabado es movido por el amor de quienes le son más próximos a tener en cuenta los mandamientos del apremio y a ahorrarse los castigos de su trasgresión”.

Finalmente, después de este recorrido, puedo concluir que, ser docente, significa ser un sujeto de deseo, que tiene intensas pulsiones sublimadas o no, que por diferentes razones está en ese espacio de interacción llamado escenario educativo, tras una serie de eventos denominadas procesos de enseñanza aprendizaje.

Uno de los aspectos más certeros es que la tarea del docente es compleja, implica abrir un espacio psíquico a las personas que transitan por su vida, significa también permitir que ellos toquen los afectos, lo cual es todo un reto, implica dejar salir un poco de los que fuimos, de los que somos, de lo que deseamos y ponernos en contacto con nuestros propios conflictos.

Solo en la medida que el docente pueda resolver tales conflictos inconscientes, entender la esencia de sus actos, sólo en ese momento el acto pedagógico permitirá el desarrollo potencial verdadero de los estudiantes.

Quiero recuperar lo dicho por Freire (1970) el acto de aprender es una acción natural de los seres humanos, no sólo necesaria, sino inevitable.

Los docentes somos convocados al aprendizaje permanente, en la actualidad aparece la figura devaluada y función de la docencia menoscabada, es el momento de considerar y aproximarse a pensar los actos dentro del aula como resultado de la interacción entre inconscientes, tomar en cuenta temas como la transferencia y las pulsiones que coexisten y que nos habitan.

En manos de una pedagogía esclarecida por el psicoanálisis

descansa cuanto podemos esperar de una profilaxis

individual de las neurosis. Freud (1913).

 

Bibliografía

 

  • Brazelton, T. y Cramer, B., (1993) La relación más temprana. Barcelona: Paidós. p. 234 y 332
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  • —– (1917) Conferencia 20 La vida sexual de los seres humanos. En S. Freud Obras completas XVI (p. 50) Buenos Aires: Amorrortu editores.
  • —– (1927) El porvenir de una ilusión. En S. Freud Obras completas XXI (p.50 ) Buenos Aires: Amorrortu editores.
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  • Milliot (1993) Freud Anti-pedagogo. México: Paidós. p.168
  • Natanson, J., (1976) Asumir el enfoque psicoanalítico de lo pedagógico. En J. C. Filloux (Comp.), Campo Pedagógico y psicoanálisis (pp. 78-79). Buenos Aires: Nueva Visión.
  • Rabant, C. (1968) Definir un campo pedagógico. En J. C. Filloux (Comp.), Campo Pedagógico y psicoanálisis (pp. 73-75). Buenos Aires: Nueva Visión.
  • RAE (2019) Vocación. En línea: https://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=vocaci%C3%B3n Recuperado: 26 de septiembre de 2019.
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  • Zullinger, H., (1930) El horror de la ligazón. En J. C. Filloux (Comp.), Campo Pedagógico y psicoanálisis (pp. 93-96). Buenos Aires: Nueva Visión.

 

[1] Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación.

[2] De acuerdo con el periódico Heraldo de México 2019.