Secuestro y Estrés Postraumático
Autor: Carolina  Pérez Drago

Trastorno de Estrés Postraumático

—        Según el DSM-V, se origina tras haber sufrido u observado un acontecimiento altamente traumático (atentado, violación, asalto, secuestro, accidente, etc.), en el que está en juego la vida de las personas.

—        Las imágenes de la situación traumática vuelven a re-experimentarse una y otra vez (flashback), en contra de la propia voluntad, a pesar del paso del tiempo, imaginándolo con todo lujo de detalles, acompañado de intensas reacciones de ansiedad (preocupación, miedo intenso, falta de control, alta activación fisiológica, evitación de situaciones relacionadas, etc.) Todo ello genera un fuerte estrés, agotamiento y emociones intensas.

—        El trastorno por estrés postraumático puede ser agudo (si los síntomas duran menos de 3 meses) o crónico (si los síntomas duran 3 meses o más) y si es de inicio demorado (6 meses después)

—        El estrés postraumático se caracteriza porque se concede mucha importancia a estas imágenes y a la ansiedad que provocan. Se desarrollan muchos pensamientos relacionados con el acontecimiento traumático y con sus consecuencias. El mundo se percibe como altamente peligroso.

—        Se suele perder la sensación de control sobre la seguridad propia.  Se recuerdan muchos detalles de la situación, o las sensaciones vividas en los momentos del suceso, con gran viveza, con gran intensidad, y con una alta frecuencia. Esas sensaciones visuales, auditivas, táctiles quedan profundamente grabadas en la memoria y  poseen una alta relevancia entre cualquier otro recuerdo.

—        Tras el trauma, el pensamiento, no sólo provoca más ansiedad, sino que tiende a generar sentimientos de culpa, por aquello que se hizo, por lo que no se hizo, por no haberse salvado, etc.

—        Bajo el estrés agudo inicial que se produce tras el trauma (en el primer mes), así como el estrés postraumático, también son frecuentes los sentimientos de indefensión e impotencia, las reacciones de ira, los sentimientos de hostilidad, de rabia, y las imágenes de agresión contra el agente que ha generado el daño, o se considera que lo ha generado.

—        Este estado de estrés se caracteriza por un intenso estado emocional en el que predominan la ansiedad, la culpa, la ira, la rabia, la hostilidad, a veces la vergüenza, y con mucha frecuencia la tristeza e incluso la depresión (el trastorno de estrés postraumático tiene una alta co-morbilidad con el trastorno depresivo, entre un 60-80% de personas lo presentan).

—        La persona se repite con frecuencia cuestiones como “¿por qué?, ¿por qué a mí?, ¿qué he hecho para merecer esto? o algunas otras cuestiones que generalmente no tienen una respuesta racional.

Riesgos posteriores al trauma

—        Las personas con estrés postraumático tienen mayor riesgo de tener conductas impulsivas, suicidio y homicidio.

—        Personas que durante el secuestro fueron violadas, pueden llegar a tener un riesgo mayor de desarrollar problemas psicológicos (quiebre psicótico) y suicidio.

Pronóstico según estudios

—        El pronóstico en casos de estrés postraumático es difícil de determinar ya que varía significativamente de paciente a paciente. Las personas que no reciben ayuda se recuperan gradualmente en un periodo de años. Varias personas que reciben la atención médica y psicológica adecuada se recuperan completamente (o casi por completo). Rara vez, aun con intervención intensiva, la persona empeora sus síntomas y se llega a suicidar.

—        En pacientes con estrés postraumático que reciben tratamiento, el promedio de duración de los síntomas es de 36 meses, comparado con 64 meses para aquellos pacientes que no reciben ayuda.  Sin embargo, más de una tercera parte de los pacientes con estrés postraumático, no terminan de recuperarse por completo.

La familia del paciente con estrés postraumático

—        Cuando un miembro de la familia tiene estrés postraumático, la familia entera puede estar afectada. Pueden experimentar “shock”, temor y dolor por su preocupación por la víctima. Los familiares pueden presentar algunos síntomas parecidos y algunos miembros se les puede dificultar la comunicación con la persona con estrés postraumático. Puede haber dificultades del sueño o abuso de sustancias en los familiares.

—        En el secuestro, la víctima queda con sentimientos de culpa por lo que se pagó para salvar su vida. Sienten que la familia está en problemas económicos por su culpa.

—        Ya en libertad, a veces mejoran las relaciones con sus familiares, las relaciones filiales son valoradas durante el cautiverio cuando adivina en sus parientes la voluntad de salvarlo; pero, muchas veces, el secuestro destruye las creencias del sujeto sobre sí mismo, sobre su familia y sobre el mundo y se instaura una ruptura total.

La familia en relación con los secuestradores

—        Otro aspecto de ejercicio de poder de los secuestradores es el referido a la familia del secuestrado. Los negociadores explotan los sentimientos de los familiares para angustiarlos y ejercer presión para obligarlos a la negociación.

—        Dentro de sus estrategias está la de las pruebas de supervivencia; se trata de una manipulación afectiva sobre la base de la demolición psicológica de la familia, ya que saben que ésta se conmueve cuando ve, oye o lee los mensajes del secuestrado, sobre todo si lo sienten triste y saben entonces que tienen que hacer todo por liberarlo.

—        La familia pasa por la sorpresa y el caos emocional, en ella se impone la confusión, y permanentemente siente el temor de no volver a ver a su pariente secuestrado, además, se angustia al pensar en la rutina del secuestrado, en qué se ocupa, qué come, etc.

—        Los mueve el sentimiento de culpabilidad por la posible muerte del secuestrado, si no hacen todo lo que esté a su alcance para su liberación.

Del lado de los secuestradores

En ese “oficio” se diferencian funciones precisas:

—        Los plagiarios y encargados del transporte del rehén, ─quienes realizan amenazas de muerte y le informan quiénes son y qué quieren.

—         Los cuidadores, que comparten la mayor parte de la vida con él ─son rotados para que no surjan lazos con la víctima. (Síndrome de Estocolmo)

—        Los comandantes, que son los autores intelectuales y diseñan la logística para mantener el control del secuestrado.

—        Los negociadores que acuerdan las condiciones de la liberación, su relación se da esencialmente con los familiares del retenido.

—        Los proveedores, que tienen que procurar alimentos, techo y medicamentos al retenido sin interactuar con él. (este papel lo pueden hacer también los “cuidadores”.)

—        De algún modo, el cuidador del secuestrado está también retenido. Y a pesar de que la logística pretende que no haya vínculos entre ellos, muchas veces por seguridad y por compartir la información, algunos secuestros implican una convivencia prolongada entre el cuidador y el retenido. El primero es testigo de los cambios del segundo y, no obstante, no puede identificarse con su sufrimiento, no puede demostrar compasión, tiene que dominarse a sí mismo y ejercer un control físico y moral sobre la víctima, por lo cual, en general, lo prefiere depresivo o dormido.

—        Se trata de una relación de poder, de un dominio físico y psíquico del cuidador sobre el retenido; a los cuidadores les dan charlas sobre el contacto y el manejo de los retenidos, donde les enseñan diversas estrategias de sometimiento. En ese aspecto, se puede establecer casi una tipología de los carceleros, quienes optan por algunas de las siguientes actitudes: imperativa, amenazante, informativa, indiferente, cortés, interrogativa (acerca de los bienes que posee la víctima o su familia), el que se instala en la omisión y silencio.

—        No obstante, la subjetividad aparece en otra actitud, poco frecuente pero que también existe, la argumentativa; en ella el cuidador da razón al secuestrado de sus actos y muestra una cierta culpabilidad.

—        Otros investigadores sociales dividen los cuidadores en duros y blandos. Los primeros ejecutan sin duda las órdenes, se comportan de manera autoritaria e intimidadora, recurren a la humillación, a insultos, a sarcasmos e ironías, todo ello con la intención de vulnerar el secuestrado.

—        Los segundos muestran una mayor racionalidad, o comparten sufrimientos con el secuestrado, son sensibles y revelan poca formación ideológica, se colocan en el lugar del retenido y muestran una cierta división subjetiva, ya que deben cumplir órdenes, pero se sienten cercanos al secuestrado, piensan en el sufrimiento de éste, en que puede tener hijos y familia y en el dolor de aquellos.

—        En cuanto al marco de su convivencia el cuidador tiene unas directrices, generalmente les toca cuidar a un secuestrado del que no tienen ninguna información, sus órdenes son las de matarlo en el caso de algún intento de rescate, aunque se prefiere que opten por sacarlo vivo de la situación, pero en todo caso no liberarlo; debe mantenerse por lo menos a cuatro metros de distancia de él, no debe hablarle, no puede recibir papeles de él, no debe dejarle utilizar material con la que pueda hacerse daño o hacer daño, y debe estar pendiente de la comida y de los medicamentos que necesite.

Del lado de las víctimas

—        Mientras que el secuestrador, se sitúa del lado de la mirada que vigila, lo que de modo estructural le da una posición perversa, la víctima está sometida a una situación límite, a una extrema división subjetiva. Está sumida en un permanente miedo a la muerte durante todo el tiempo del cautiverio, así los cuidadores no lo amenacen.

—        El cautivo sufre de insomnio, de desesperación y de angustia, está sometido a una gran pasividad. A veces siente ira consigo mismo por esa misma impotencia, por no tener el control de la situación, lo cual le quita toda tranquilidad, le despoja de la privacidad, del lugar en el mundo simbólico e imaginario que había construido y donde era reconocido.

—        El secuestro priva a cada quien de lo que consideraba lo más preciado. Lo instala en una realidad insoportable. Vive en la completa incertidumbre de lo que le va a pasar, sin saber si va a sobrevivir, lo que le produce constantes cambios de ánimo.

—        A su liberación, cuando ésta se da, aparece una especie de triunfo de la esperanza sobre la desesperanza, es el triunfo de haber soportado el secuestro. Aparecen rasgos de lo que ha sido llamado el Síndrome de Estocolmo, ya que si no se enamora de sus captores, por lo menos manifiesta un agradecimiento desmedido por ellos cuando no ha sido maltratado o torturado. Pues, en su situación recibía con gratitud o con alivio cualquier gesto de compasión y ayuda¸ puesto que bajo el yugo del secuestro piensa que cualquier cosa, incluso morir, era preferible a continuar viviendo esa situación.

—        El discurso del liberado es el de “volver a la vida”, “volver a nacer”.

—        Muchos dicen sentirse afortunados y manifiestan no sentir miedo ni rencor contra sus captores. Luego de liberados es recurrente en ellos manifestaciones que el psicoanálisis reconoció como neurosis de guerra y ahora se agrupan en la definición de estrés postraumático.

—        Así, presentan depresión, ansiedad y enfermedades psicosomáticas. Reviven en pesadillas la situación de impotencia, miedo y horror extremo. Sigue volviendo a vivir incluso en la vida “despierta” el trauma, evitan hablar del asunto o de cualquier cosa que provoque una asociación con su anterior situación.

Freud: Neurosis de Guerra

—        Segunda guerra mundial. Aproximación a las doctrinas psicoanalíticas. Técnica catártica.

—        Las neurosis de guerra fueron entonces concebidas como neurosis traumáticas, posibilitadas o favorecidas por un conflicto yoico. Por decirlo de alguna manera, el antiguo yo se protege contra el peligro de muerte mediante la fuga hacia la neurosis traumática, o que rechaza el nuevo yo considerándolo peligroso para su vida.

—        Lo temido en estos casos, es un enemigo externo.

Caso María

María tiene 50 años. Llega a tratamiento conmigo enviada por el servicio de psiquiatría, refiriendo que la paciente ha asistido a diversas especialidades debido a distintas enfermedades que según comentan los especialistas, son de origen psicosomático por lo que creen necesario enviarla al servicio de psicología. La paciente padece de artritis reumatoide, que ella refiere como AR (se le dificulta aceptar que tiene esta enfermedad y no desea que otros “se enteren” que la padece). Así mismo padece de trastornos en las articulaciones, hipotiroidismo, migrañas, diabetes además de estar diagnosticada por psiquiatría con trastorno de estrés postraumático. Ella misma reconoce que sus enfermedades “se dispararon a raíz del evento traumático por el que pasé que aún no puedo superar”.

María fue secuestrada hace ya casi 4 años. Antes de este suceso María era deportista de alto rendimiento, manteniéndose constantemente activa. La paciente menciona sentirse incapacitada y en un principio del tratamiento se le dificultaba reconocer el enojo que aún tenía por dicho evento, pensaba haber “perdonado” a sus secuestradores para de esta manera no sentirse afectada aún sin embargo esto pareció resurgir a través de los padecimientos físicos, que ya tenía anteriormente, pero que se agravaron después del secuestro.

María se encontraba en Acapulco por cuestiones laborales con un compañero de trabajo. Decidieron ir en la noche a un mirador en dicha ciudad. Llegó una camioneta junto a ellos, secuestrándolos a ambos y llevándoselos a una casa en la misma ciudad. La paciente fue cubierta de la cara y solo alcanzaba a ver los pies de los secuestradores. No recibió maltrato físico sin embargo comenta que si recibían gritos e imposiciones de parte de los secuestradores. María permaneció 2 meses secuestrada. Menciona haberse adaptado rápidamente a esta situación intentando estar lo más alerta posible y cediendo a lo que le pidieran. Llegó a reconocer las voces de los secuestradores e incluso comentaba que existía “un secuestrador bueno y uno malo”, siendo el cocinero el bueno para ella. Era quien los alimentaba, le proporcionaba sus medicamentos del AR y les daba noticias sobre sus rescatadores. Recuerda que “el malo” era quien les daba órdenes y les gritaba. Ella lo identificaba por usar huaraches.

María menciona que después de dos meses fue rescatada y aún no podía asimilar y entender que ya estaba libre. Comentaba que podía hacer sus actividades con normalidad, sin embargo, meses después cayó en cuenta de todo lo que le había ocurrido y comenzó a tener ideas paranoides y fóbicas. Creía que sería secuestrada de nuevo, permanecía en casa, no salía a solas a lugares ni a comer, tenía miedo a la oscuridad, etc.

Menciona que después de 3 años del secuestro todo se agravó más debido a las dificultades que tenía con su jefe en ese entonces, el cual desde el punto de vista de la paciente era sumamente “exigente, intolerante, grosero, controlador y dominante”, incluso comenta que la llegó a acosar en varias ocasiones hablándole por teléfono para salir. Dice que a partir de esto, ella comenzó a revivir y tener las mismas sensaciones y emociones como cuando fue secuestrada, se sentía invadida, impotente y paralizada. Ella finalmente pudo poner límites y rechazó a su jefe, y menciona que él lo hacía a propósito ya que él sabía de su secuestro.

La paciente llegaba a las sesiones quejándose constantemente de sus enfermedades, depositando en ellas sentimientos de rabia e impotencia por tener dolores en el cuerpo y perturbaciones emocionales que antes no tenía. Tiempo después pudo depositar esos sentimientos de rabia y rencor sobre los secuestradores,  admitiendo que fue por ellos que ella se encontraba en ese estado.

Al inicio del tratamiento la paciente se mostraba  desconfiada conmigo, reservada e incapaz de hablar sobre sus sentimientos, siendo orientadas las sesiones únicamente a quejas respecto a sus enfermedades y narraciones de eventos, sin ponerse en contacto con sus emociones. No se permitía el enojo con los secuestradores ya que mencionaba que si lo hacía sería aceptar “su derrota” frente a ellos.

Siendo una paciente con un yo suficientemente fuerte, logró llevar control de su vida, no tentar contra ella ni intentar vengarse de los secuestradores. Incluso se integró a una asociación de víctimas de secuestro para compartir y ayudar con su propia experiencia a otros.

Reconoce que aunque fueron afectadas distintas partes de su personalidad después del secuestro,  pudo cambiar en ella ciertas actitudes y comportamientos que tenía anteriormente y que no le gustaban de ella. ( “era enojona, intolerante y sumamente controladora con los demás”.) Así mismo, hablaba de su agradecimiento a los secuestradores por no haberla violado o ultrajado. Por otra parte, mencionaba que nunca se había permitido “caer” o sentirse débil o que alguien la sometiera. Reconoce que “se hacía la fuerte” pensando que todo estaría bien, con lo cual ella  utilizó mecanismos de defensa como la racionalización, intelectualización, disociación e identificación con el agresor, defensas que la protegieron de alguna manera de volver a sentir y recordar el secuestro que vivió. En su intento de sentirse mejor y “olvidar” aquel suceso, María compraba libros de superación personal, del perdón, etc. Utilizándolos como una manera de sanarse sin entrar en contacto con sus emociones, lo cual evidentemente no le funcionó.

Durante las breves sesiones que hubo con la paciente se trabajó su tolerancia a la frustración respecto a aquellas cosas que no pudo cambiar, aceptándolas de mejor manera, en particular respecto a sus enfermedades. La paciente pudo hablar sobre sus sentimientos reprimidos de enojo y frustración hacia los secuestradores, llorando y enojándose durante las sesiones, cosa que no había podido externar antes.

Datos del Secuestro en México

—        El año pasado fueron denunciados en todo el país 1,216 secuestros, de acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública. Sin embargo, se dice que el 75% de las privaciones ilegales de la libertad no llegan a manos del Ministerio Público.

—        Las personas están renuentes a denunciar por incompetencia y posible complicidad de las procuradurías y juzgados.

La Asamblea Legislativa acaba de aprobar en Abril de este año la creación de la Ley de Atención de Víctimas de Secuestros, con la que se busca la restitución del pago del rescate, además de indemnización por daños psicológicos y físicos. Los jueces podrán incautar los bienes y dinero de los delincuentes. Así mismo, las instituciones de seguridad social o el empleador cubrirán el salario del secuestrado mientras estuvo cautivo.

Conclusiones

—        Me parece que sería importante tomar en cuenta que con este tipo de pacientes al llegar a tratamiento con nosotros, no necesariamente se podrá “hacer psicoanálisis” como tal, por lo menos inicialmente o durante algún tiempo, donde seguramente habrá que trabajar y abordar específicamente lo que el paciente traiga como material en relación al evento traumático.

—        Pienso que valdría la pena permitir que el paciente hablara sobre aquellas vivencias que lo traumatizaron, los sueños, temores y fantasías que manifiesta posterior al evento para de esta manera poderlo ayudar eventualmente a rescatar/reparar una parte de lo que siente que ha perdido y su dificultad para confiar en otros, intentando que retome eventualmente su vida social, laboral, familiar y de pareja, si no como solía hacerlo, de la mejor manera posible.