Compartimos un trabajo de Charles W. Socarides publicado en el Gradiva Vol. III, No. 2, año 1989

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La delineación de las prácticas y las fantasías perversas sigue siendo una piedra de toque en la evolución del pensamiento psicoanalítico. Los más tempranos descubrimientos de Freud (1905b) respecto a la sexualidad infantil, le llevaron a aseverar que en la perversión, la sexualidad es substituida por un componente de la sexualidad infantil, que todo individuo, sea éste normal o neurótico, presenta tendencias perversas o bien actos o fantasías perversas o bien acto o fantasías perversas ocasionales, y que en el caso de los neuróticos con frecuencia se revela que los síntomas se encuentran disfrazados manifestándose como actos perversos. Se consideró que la sexualidad perversa era idéntica a la sexualidad infantil y que por lo tano, todos éramos capaces de llevar a cabo actos perversos o de experimentar fantasías perversas por el sólo hecho de que todos fuimos niños en alguna ocasión.

Las perversiones podían resultar de una detención en el desarrollo (sexual) o de una desilusión sexual “secundaria a la perversión”. La fórmula simple de Fenichel (1945) de que “Son perversas aquellas personas que responden a las frustraciones sexuales con una regresión a la sexualidad infantil; mientras que las personas que responden con otras defensas o que emplean otras defensas después de la regresión, son neuróticos” (p. 325) reflejó la forma de pensar de los psicoanalistas respecto a este tema durante las primeras cinco décadas de la historia psicoanalítica. Este planteamiento situó firmemente a las perversiones en una posición de particular importancia junto con las neurosis y postulaba que, al comprender el secreto de la causa de las perversiones se aclararía la etiología, psicodinamia y curso de las neurosis.

Las observaciones clínicas durante el tratamiento psicoanalítico de pacientes perversos me han llevado  elaborar un sistema unificador donde se puedan situar y entender las perversiones sexuales. Yo sugiero que todas las perversiones tiene un trastorno fundamental común. Esta teoría se ha visto especialmente reforzada y estimulada por el conocimiento actual de los primeros años de vida, confirmado por la técnica de observación psicoanalítica directa de lactantes y niños (as), así como por los últimos refinamientos en nuestro conocimiento de la Psicología del Yo.

Este sistema unificador, originalmente surgió  partir de mi trabajo con pacientes homosexuales en los cuales un conflicto nuclear pre-edípico emergió en forma dramática y repetitiva en individuos que no mostraban evidencia de psicosis manifiesta; y quienes, excepto por su perversión y las concomitantes dificultades en su vida externa funcionaban, en apariencia, relativamente bien. He observado los mismos fenómenos en casos de fetichismo, trasvestismo, paidofilia, exhibicionismo, masoquismo sexual, sadismo sexual, escoptofilia y transexualismo.

Mi teoría provisional se restringe a las perversiones del tipo obligatorio en donde el no entregarse a las prácticas perversas de lugar a severa ansiedad. Se distingue por dos áreas centrales de énfasis: La relevancia de la etiología pre-edípica y mi criterio de que la patología de las relaciones objetales es más importante para el desarrollo de las perversiones de lo que puedan ser las vicisitudes de los impulsos. En otras palabras, el conflicto central del perverso reside en sus relaciones objetales, más que ser un conflicto estructural que involucre a las tres instancias del aparato mental. Por lo tanto lo que he de decir se aplica a casos relativamente pronunciados en los que el desarrollo perverso es claro y definido. Puesto que los actos perversos son a menudo, la única vía para obtener gratificación sexual y son obligatorios para disminuir angustias intensas y dado que la fuerza de la necesidad de tal gratificación es relativamente pronunciada, al referirme a éstos casos los denomino “perversiones bien-estructuradas”. Puede ser que haya otros casos de perversión sexual que no se originen dentro del marco de referencia descrito y no es necesario decir que el conflicto pre-edípico también puede ser responsable de otros estados clínicos distintos de la perversión.

CONTRIBUCIONES TEORICAS PREVIAS

Gillespie presentó en 1955 un artículo titulado “La Teoría General de las Perversiones Sexuales” que representa un hito en nuestra comprensión de estas condiciones  (Gillespie 1956ª); señalaba que el tema de la perversión si bien no había sido desdeñado por los psicoanalistas, había recibido sorprendentemente poca atención, sobre todo considerando la importancia central del lugar que ocupa dentro de las teoría de Freud, tanto respecto a la sexualidad como a las neurosis. La explicación era simple; Freud (1905) había escrito una obra maestra sobre el tema en los años pioneros del psicoanálisis; los “Tres Ensayos para una Teoría de la Sexualidad”, sobresaliente ejemplo de su genio. Obra en  la que claramente percibió que las manifestaciones de la más temprana sexualidad eran de una relevancia profunda y tenían conexiones íntimas con el posterior desarrollo de las perversiones sexuales, las neurosis y las psicosis en el adulto.

Los planteamientos de Gillespie representaron la teoría y grado de comprensión psicoanalíticas de hace veintinueve años respecto a las perversiones sexuales; la amplitud de su trabajo es notable, toma en consideración la sexualidad infantil y afirma que el problema de la perversión yace en el tipo de defensa utilizado contra las dificultades  edípicas; enfatiza el concepto de que en la perversión hay regresión de la libido y la agresión a niveles pre-edípicos en lugar de una fijación primaria en estos niveles. Estoy fundamentalmente de acuerdo con los planteamientos de Gillespie, mismos que me han resultado de un inmenso valor teórico y terapéutico para manejar todos los casos de perversión; sin embargo, mi hipótesis propone una teoría alternativa de causalidad, situándola más tempranamente.

Cuatro años antes de publicarse el extenso trabajo de Gillespie, La Asociación Psicoanalítica Americana organizó un panel respecto a “La Psicodinamia y el Tratamiento de las Perversiones”; Lorand en su discurso de apertura, resaltó que las perversiones constituyen una:

         “Amplia y variada gama de fenómenos clínicos para los cuales no se ha establecido un concepto definido de psicodinamia, clasificación o etiología, por lo que es conveniente aunar organizadamente nuestro conocimiento en éste campo. ¿Tiene la fijación en un nivel sexual pregenital un rol fundamental en la etiología de las neurosis? Y de ser así, ¿Cómo influye esto en la comprensión psicoanalítica de los logros terapéuticos? Por otro lado, si la fijación y la frustración son más significativas en términos de causalidad, ¿puede evitarse en la técnica terapéutica el estudio sistemático del desarrollo sexual infantil y concentrarse principalmente en la causa y efectos de tales frustraciones? [panel, 1952, pp. 316-337].”

Aun cuando los miembros del panel señalaron que un número cada vez mayor de estudios clínicos había empezado a enfatizar el papel de la angustia de separación en la formación  de la perversión, la mayoría de los participantes sostuvieron que el origen de las perversiones debería encontrarse en la conflictiva de la etapa fálico-edípica y que la angustia de castración era de vital importancia. Bak sugirió, en apoyo de la teoría de una causalidad previa y ejemplificando con el material de los análisis de dos pacientes fetichistas, que: “la utilización del fetichismo como una defensa en contra de la angustia de castración. . . debe ser determinada por experiencias tempranas, experiencias provenientes de la etapa pre-fálica. . . los efectos inesperados de un trastorno en las tempranas relaciones madre-hijo” (Panel, 1952, p. 317). Bak opinaba que en el fetichista potencial, “. . . la amenaza de separación de la madre es experimentada como un peligro igual, sino es mayor, al de la pérdida del pene”, (p.318).

Mi investigación clínica durante la siguiente década le dio aún más consistencia a mi creciente convicción, tanto  de una teoría pre-edípica de causación, como de un origen común para todas las perversiones. En 1968 Greenacre (1968ª) me comunicó u impresión de que bien pudiera existir una “relación estructural entre las perversiones. . .” y “. . . que todas las perversiones se derivan de una base similar de trastorno en el Yo temprano (particularmente en el sentido de identidad). . .”. En cuanto al tipo de perversión, a todas luces parecía depender de: el grado y la naturaleza de la participación del Yo corporal (en la medida en que contribuya a un desarrollo yoico defectuoso); traumas específicos en momentos particularmente vulnerables de la progresión libidinal (trauma organizador); la especial naturaleza del desarrollo del súper-Yo y del ideal del Yo, la cual depende a su vez del grado de invasión del complejo de Edipo por el narcisismo y el carácter real de los padres (Greenacre, 1968b).

Teoría de causación pre-edípica

Mi teoría de causación pre-edípica, planteada por primera vez en mi libro  “THE OVERT HOMOSEXUAL”  (1968ª), fue sometida a considerable estudio y elaboración durante la segunda década de ésta investigación particularmente en lo que se refiera a incluir nueva y valiosa información derivada de nuestros avances en la teoría de las relaciones objetales, en los criterios diferenciales entre las perversiones y la perversión en los psicóticos, así como una mayor comprensión de la diferencia existente entre formas edípicas y pre-edípicas de la misma perversión. Un número considerable de éstos hallazgos ha sido confirmado por estudios de observación directa de niñas(os) desde la lactancia hasta la etapa escolar, especialmente aquellos estudios enfocados en el área del desarrollo de la identidad sexual. La propuesta aquí planteada, de que la génesis  de las perversiones bien puede ser el resultado de trastornos que ocurren antes de lo que generalmente se ha considerado y aceptado, es decir, en la fase pre-edípica del desarrollo, se sustenta en las siguientes premisas:

(1)   El conflicto nuclear de todos los desviados sexuales deriva del periodo pre-edípico del desarrollo y obliga a estos individuo a tener una conducta sexual que no sólo proporciona la descarga orgástica sino que también asegura la supervivencia Yoica.

(2)   El período pre-edípico, particularmente entre el año y medio y los tres años de edad, es crucial para la génesis de la perversión  sexual. En éste periodo se presenta y es primaria, una fijación pre-edípica; bajo condiciones de stress se puede dar una regresión a este punto de fijación temprano.

(3)   El desviado sexual ha sido incapaz en su temprana infancia, de pasar exitosamente por las etapas de simbiosis y de individuación-separación y esta falla da lugar a la angustia original que hace surgir la perversión sexual;  dicha anomalía del desarrollo da por resultado severa deficiencias yoicas así como una defectuosa identidad de género.

(4)   La perversión sexual sirve para la represión de un conflicto nuclear fundamental: la urgencia de regresar a una fijación pre-edípica en la que existe el deseo y el temor de amalgamarse con la madre con el fin de restablecer la primitiva unidad madre-hijo.

La teoría pre-edípica del origen de las perversiones descansa en tres pilares: el primero es la presencia de una fijación en los primeros tres años de vida, durante la fase de individuación-separación; el segundo es el trastorno temprano en la formación del rol de género (identidad sexual), presente en todos los pacientes; y el tercero es la teoría de la sincronicidad de Spitz (1959)

La fase de separación-individuación y el conflicto pre-edípico nodular

La formulación de mi teoría unitaria se apoya fuertemente en la teoría de (Mahler y sus colaboradores (Mahler, 1968; Mahler y Furer, 1966;  Mahler, et. Al., 1975). El término separación-individuación se refiere a un proceso del desarrollo, intrapsíquico y gradual, de separación del sí-mismo con respecto a la madre y del  inicio del establecimiento de la identidad individual; dicho proceso es un evento intrapsíquico, independiente de la separación física, donde se infiere la existencia de un conflicto intrapsíquico causado por el simultaneo deseo y temor de “re-engolfamiento por el objeto” (Mahler, 1966ª). Mahler utiliza el término  simbiótico  para definir un estado arcaico que tiene una función restitutiva en tanto asegura la supervivencia mediante el delirio infantil de formar una unidad con la madre. El lactante tiene necesidades opuestas que le impulsan, por un lado, hacia un estado de separación y de diferenciación y por el otro, para volver a adquirir el estado primitivo de su unidad original con la madre. Estas necesidades dejan su huella en la evolución de las modalidades de manifestación de los impulsos y de formación del Yo, ejercen una influencia determinante en la estructuración de los introyectos y en la subsecuente dramatización proyectiva en el mundo externo.

En trabajos previos (Socarides, 1968a,b, 1969b) he señalado que la fijación a la madre, tan prominente en los pacientes homosexuales, y su característica elección narcisista de objeto (Freud, 1905b) pueden ser rastreadas hasta la fase evolutiva de individuación. Si bien mi impresión original era que la fijación se daba en las más tempranas subfases del proceso de individuación-separación –o incluso en el período simbiótico, debido a la repetición, durante la terapia analítica, de intensos estados arcaicos del Yo que representaban una amenaza de pérdida de las relaciones de objeto y de cohesión yoica-, actualmente creo que la fijación tiene lugar durante un periodo posterior, esto es, durante la subfase de rapprochment* o durante las subfases de diferenciación-práctica. Lo que me hizo llegar a esta conclusión fue observar que aunque los pacientes reviven y vuelven a actuar temores y deseos que derivan de los primeros meses de vida (incluso de la etapa oral), estos pacientes no sufren una pérdida completa, ni de la capacidad para establecer relaciones objetales ni de otras funciones del Yo; además aún en las regresiones más profundas, mantienen la relación de transferencia con el analista y, a pesar de presentar reacciones transferenciales floridas que incluso puede transitoriamente parecer psicóticas y a pesar de la re-actuación vívida de fantasías orales, no desarrollan una psicosis. En concordancia con Arlow (1963), considera importante el percatarse de que en realidad no estamos tratando con una regresión a una fantasía oral que se originó durante dicha fase, sino que nos referimos a una fantasía originada durante la etapa fálico-edípica , pero que deriva de dificultades en la etapa pre-edípica.

El desviado sexual , en su infancia, ha vivido a su madre como peligrosa y terrorífica, ya que amenazaba al infantil sujeto con la pérdida de la atención y amor maternos; por otro lado, la percepción del niño de los impulsos conscientes e inconscientes de la madre es en el sentido de que actúa en contra de la separación; la angustia y frustración del niño(a) presionan para que se retiren las catexis libidinales de la madre lo que resulta en un cambio de la libido hacia un incremento de la agresión. Esta imagen de la madre introyectada da lugar a una fragmentación (split) del Yo; por ejemplo, el homosexual, en su elección de objeto narcisista, no sólo ama a su pareja de la misma forma en que le hubiera gustado ser amado por su madre, sino que reacciona hacia él con la misma agresión sádica que en alguna ocasión experimentó hacia la madre hostil por forzar la separación.

La incapacidad para hacer la progresión desde la etapa simbiótica de la más temprana infancia, hasta la separación-individuación resulta en una fijación, con la concomitante tendencia a hacer una regresión hacia la etapa simbiótica; lo anterior se hace manifiesto en el temor de aniquilación personal, de pérdida de los límites yoicos y sensación de fragmentación.

Los homosexuales, por ejemplo, así  como otros tipos de desviados sexuales demuestran repetidamente que fueron incapaces de lograr estos avances; cuando el niño así fracasa:

“[El temor de volver a ser engolfado amenaza la incipiente diferenciación del individuo. . . . Después de los quince a dieciocho meses de edad, la etapa primaria de unidad e identidad con la madre deja de ser constructiva pata creación de un Yo y de un mundo objetal. Hacia esta edad, el padre ha pasado a ser un objeto importante, la relación con él tiene la ventaja de que nunca ha estado investida de tanta catexis de impulso sin neutralizar como lo está la de la madre y por lo tanto hay menos discrepancia entre la imago del padre y el padre real. . .Desde el primer momento el niño crea un mundo a su imagen y semejanza, en donde la pareja simbiótica es la indispensable guía y catalizador. [Mahler y Goslinger, 1955, p. 200].”

Durante la fase de individuación-separación (18-36 meses) el niño hace esfuerzos por proseguir se desarrollo y por cuidar celosamente su auto-imagen,* aún en proceso de evolución, “de cualquier intrusión por parte de la madre o de otra figura importante…una fase donde el negativismo es cuasi-normal…” puede ser observada junto con “. . .el proceso de desvinculación de la simbiosis madre-hijo”, en tanto más parafísica sea la fase simbiótica “más prominente y exagerada será esta reacción negativista”; cuando hay un negativismo severo también hay un gran temor al re-engolfamiento.

“En la medida en que todos los acontecimientos de la fase simbiótica están dominados por la oralidad, el niño(a) pierde además le experiencia delirante normal y necesaria de incorporar a la madre  y por lo tanto tenerla dentro de uno mismo, restableciendo así el dichoso estado de fusión omnipotente con la madre. En lugar de esto, lucha en pánico e ira impotente contra el temor catastrófico de aniquilación por parte de los objetos malos introyectados sin ser capaz de invocar exitosamente al objeto parcial bueno, el tranquilizador pecho de la madre que provee (Mahler y Gosliner,1955, pp. 200-201].”

A veces la “madre simbiótica parasítica no puede tolerar la pérdida de su hasta ahora, apéndice vegetativo. . .” (Mahler y Gosliner, 1955, p. 201). Yo he encontrado este tipo de relación madre-hijo en el estudio de pacientes homosexuales y con otras desviaciones sexuales. El padre podría constituir un apoyo importante en contra de la amenaza materna de ser re-engolfado, pero este recurso se encuentra totalmente ausente; de hecho, hay una falta completa del necesario apoyo por parte de ambos padres, bajo tales condiciones “se hace verdadera la amenaza de que el Yo vuelva a verse inmerso en la vorágine de la etapa simbiótica indiferenciada primaria” (Mahler y Gosliner, 1955, p. 210) (la contribución del padre a esta fijación se revisa en otro trabajo**).

Hay varios indicadores clínicos que puede ser citados como patognomónicos de fijación pre-edípica; el de mayor importancia es la observación de que en todos aquellos con desviación sexual existe una identificación primaria con la madre con la concomitante confusión sexual (genérica). Esta identificación con la madre pre-edípica todo-poderosa, omnipotente, se infiltra en cada aspecto de la vida del paciente: tiene la sensación de que no podría sobrevivir sin la madre. Los esfuerzos por separarse de la madre dan por resultado que experimente severa angustia, la cual es claramente evidente antes de los tres años y persiste sin disminución durante toda la vida. En relación con lo anterior es importante recordar que después del nacimiento del niño(a), la unidad biológica con la madre es reemplazada por una identificación  primitiva con la misma; el varón debe proceder, a partir de la seguridad que le brinda la unidad y la identificación primitiva con la madre, hasta conseguir un estado de separación activa y competente con inquietudes e impulsos masculinos (fálicos); cuando esta tarea resulta ser demasiado difícil, puede dar por resultado que actúen defensas patológicas, especialmente el incremento de la identificación primaria y de la agresividad arcaica (Las consecuencias de un aumento de la agresividad primaria y secundaria y su relevancia en la génesis de las perversiones sado-masoquistas se revisa en otro trabajo*). Estos avances en el desarrollo son de la mayor importancia para la resolución de los conflictos que aparecen durante la etapa Edípica así como los que se presentan en la vida posterior. En la etapa Edípica y debido a la presión de la angustia de castración es posible que aparezca una forma adicional de identificación con la madre manifestada a través de deseos femeninos pasivos por el padre. Sin embargo, a manudo podemos descubrir, subyacente a esta posición femenina respecto al padre, la relación pasiva original con la madre, esto es, una identificación pre-edípica femenina activa.

En segundo he notado que la conducta general de estos pacientes es marcadamente pregenital, caracterizada por la actuación (acting out*), pobre control de los efectos con estallidos agresivos ocasionales y una predilección por la fantasía sobre la realidad; además, el material preedípico está muy vinculado con rasgos particulares que son característicos de las fases psicosexuales de dicho periodo de desarrollo, v.g. predominan las práctica y fantasías orales y anales.

En tercer lugar existe un trastorno severo en el sentido de los límites yoicos y esquema corporal.

Finalmente, las tendencias incorporativas y oral-agresivas así como la proclividad a la angustia paranoide, dominan con mucho la vida del paciente y pueden dar por resultado formaciones delirantes orales (transitorias), sueños de objetos internos persecutorios, temores de envenenamiento y temores de ser tragado. De ahí que el perverso luche contra sus fantasías pre-edípicas, aunque éstas pueden servirle como una defensa en contra de la emergencia de material edípico y viceversa. Hoffer (1954) describió estos fenómenos con mucha aptitud bajo el encabezado de organización defensiva. Así pues, la angustia de castración, resultado directo del conflicto edípico sobrepuesto, también puede ser utilizada como defensa en contra de ansiedades de la etapa previa.

En forma similar, los impulsos preedípicos pueden tener una importancia defensiva para evitar la aparición de deseos y temores edípicos; existe siempre un interjuego constante entre ambos mecanismos.

Las perversiones sexuales constituyen por tanto fijaciones o detenciones en el desarrollo temprano, si bien en algunos sujetos la fijación es menor que en otros; conforme se presentan las subsiguientes vicisitudes del desarrollo, los pacientes hacen regresiones a aquellos conflictos que han dejado un punto débil o una formación cicatricial. En tanto mayor sea la debilidad edípica, mayor será la tendencia a hacer una regresión al periodo preedípico con el consecuente  riesgo de presentar manifestaciones severas de tipo psicótico que amenazan con la pérdida de las funciones Yoicas y la aparición de otros tipos de sintomatología regresiva asociada a la re-actuación de los más tempranos traumas. La tendencia hacia la regresión no sólo depende de la fijación pre-edípica sino también de la fuerza del Yo y de la formación del super-Yo; de ahí que algunos desviados sexuales pueden vacilar en cuanto a la actuación de sus perversiones y por tanto, no manifestar vívidamente el fenómeno de fusión*, la amenaza de disolución y las impactantes elaboraciones de la angustia. Sin embargo los fenómenos de amalgama, puede observarse en sus forma derivativas, v.g. los miedos, sueños y fantasías de estar rodeado por víboras, de ser absorbido por un remolino, estar encerrado en una jaula, ser empujado en una elevador cuyas paredes se están desintegrando, etc. Algunos pacientes pueden no llegar nunca a presentar los fenómenos de amalgama con su concomitante riesgo de regresión a etapas previas del desarrollo, especialmente cuando no intenta seriamente interrumpir sus prácticas perversas. Otros, profundamente temerosos de enfrentarse a esta angustia abrumadora, pueden terminar abruptamente la terapia analítica durante un período de resistencia, presentando racionalizaciones múltiples para justificar la prematura interrupción. Puede que algunos de ellos regresen a terapia por periodos más o menos breves de tiempo con el fin de aliviar sus sufrimientos, sólo para volver a escapar cuando se ven enfrentados a su más profunda conflictiva. La inevitable persistencia de las prácticas perversas se debe al fracaso para entender y resolver exitosamente estos conflictos y superar así estas fijaciones.

Trastornos de la identidad del SELF definida por el género.

El trastorno de la identidad definida por el género del self  tiene una importancia central para el concepto de etiología en la perversión pre-edípica, ésta observación, aunque es más aparente en algunos individuos que en otros, emergió como un descubrimiento central en todos mis casos psicoanalizados de perversión sexual pese a los rasgos y estructuras de la personalidad con los que se intenta compensar esta inadecuación. Por ejemplo, incluso un homosexual de aspecto viril revela, durante el análisis, una profunda identificación femenina inconsciente. Yo utilizo el término identidad del self definida por el género, 1 para referirme al concepto que un individuo tiene de sí mismo en tanto masculino o femenina, en concordancia con su  edad, la identidad definida por el género del sí mismo no es una entidad fija sino que está siempre sujeta a fluctuaciones y variaciones incluso en la edad adulta.

En su más reciente publicación, Mahler y sus colaboradores (1975) señalaron que en el proceso de comprender la adquisición de una individualidad perdurable, descubrieron que ésta consiste en la obtención de dos niveles en el sentido de identidad: siendo el primer nivel la capacidad de percatarse de que se es una entidad separada e individual y el segundo la incipiente conciencia de una identidad del self definida por el género. Señalaron que la identidad de género en el varón se obtiene con menos conflicto si la madre “respeta y disfruta lo fálico de su hijo. . . particularmente durante la segunda mitad del tercer año de vida”. El inicio temprano del establecimiento de la identidad de género en el varón es facilitado mediante la identificación con el padre o con un hermano mayor. La madre debe ser capaz de renunciar a la posesión del cuerpo de su hijo y “. . .entregarle la propiedad de su pene”. Coartar la actividad o forzar la pasividad resulta lesivo en extremo para el desarrollo de la identidad del self  definida por el género. Desafortunadamente, la conflictiva del rapprochment* puede persistir bajo la forma de una pugna más o menos desesperada por parte del niño para mantener apartada a la madre después de la separación. Mahler, et.al., plantean que “el temor de engolfamiento por la peligrosidad de la madre después de la separación, temor de amalgamarse que ocasionalmente encontramos como una resistencia central en nuestros pacientes varones adultos, tiene su origen en éste muy temprano periodo de la vida”. (p.215).

A diferencia de Mahler y sus asociados, cuyo principal interés era lograr  comprender  el desarrollo humano durante el curso de los procesos normales de separación e individuación del lactante y pre-escolar, proceso que dan lugar al establecimiento de la constancia objetal, de la constancia del self  y de la individualidad perdurable (la adquisición de un self separado e individual); Galenson y Roiphe (1973), en su estudio de más de diez años de observación psicoanalítica directa de lactantes y niños pequeños, enfocaron su atención hacia el esclarecimiento de los factores de la fase pre-edípica que dan lugar a la capacidad de percatarse de una identidad del self definida por el género (identidad sexual).

Quiero resaltar aquí los resultados de sus observaciones pues aportan una mayor validación teórica a mis hallazgos clínicos previos al planteamiento de sus hipótesis. Roiphe estableció en 1968 la existencia de una conexión definitiva entre el temor de la pérdida objetal y la angustia temprana de castración señalando que durante el período entre los 18 a 24 meses de edad, el  principal impulsor del desarrollo era el interés por lograr la diferenciación del sí-mismo con respecto al objeto, así como la internalización y solidificación de las representaciones objetales. Este periodo temprano de interés y actividad genital, tiene lugar por completo, dentro de la etapa preedípica y es concomitante con la consolidación de las representaciones mentales del objeto y del self. Durante estas fases tempranas de excitación genital tiene lugar una esquematización genital primaria que configura la emergencia de una corriente sexual y una más avanzada esquematización genital primaria que configura la emergencia de una corriente sexual y una más avanzada esquematización genital primaria. Roiphe concluyó que las experiencias que tienden indebidamente a plantearle   al niño un desafío relacionado con una amenaza de pérdida de objeto o de disolución corporal, dan por resultado una vacilante y fallida delineación genital somática en un momento en el que normalmente se consolida, en forma primaria, la esquematización genital (1968).

Galenson y sus asociados, a partir de su trabajo con niños sanos y enfermos, concluyeron que existe una forma temprana de angustia de castración (podría llamársele “castración de guardería”) que posteriormente se combina con la angustia de castración de la fase fálica. En tales niños se puede apreciar, además de un esbozo vacilante, confuso o defectuoso del Yo corporal el inicio del proceso de formación de la perversión (Galenson, Vogel, Blau y Roiphe, 1975). Roiphe y Galenson habían establecido con cierta anterioridad (1972) que entre los quince y los diecinueve meses de edad, hay un periodo normal de interés genital, libre de resonancia edípica, íntimamente relacionado con la consolidación de las representaciones de objeto en la esquematización del sí-mismo somático.

Los descubrimientos de Roiphe y Galenson me sugirieron una explicación adicional para una hallazgo común en los pacientes con perversiones; es decir, la “fantasía ubicua” (Bak, 1968) de la mujer fálica, generalmente atribuida a conflictiva edípica y temor a la castración. Esta fantasía ayuda a negar que puede tener efecto la castración de la etapa edípica, pero también tiene la aún más importante función de disminuir las angustias de disolución corporal procedente del período preedípico. Por ejemplo, en aquellos pacientes traumatizados por experiencias tempranas de pérdida objetal y amenazas a la integridad corporal que hicieron peligrar el proceso de esquematización genital, la fantasía de “integridad” –en tanto ausencia de diferencias entre los  sexos- tiende a reafirmar y reforzar sus vacilantes esbozo somato-genital y esquematización genital primaria.

Si bien es fundamental el rol de la madre para permitir que el niño logre su separación e individuación, el padre también tiene una función de vital importancia. Abelin (1971) señala que “puede ser imposible para ambos, la madre y el niño (a), dominarla [la separación intrapsíquica] cuando no se tiene al padre a quien recurrir” (p.248). Mediante la identificación del varón con su padre, este último se convierte en una especie de puente para la adquisición, tanto del sentido de un sí mismo individual, como de la identidad del self definida por el género; el padre ausente, dominante, hostil, desvinculado, no permitirá la identificación. Lo anterior se ve posteriormente dramatizado por la persistencia durante toda la vida, de una pobre relación padre-hijo. A pesar de que las perversiones no son frecuentes en la mujer, excepto en aquellas que presentan un fuerte complejo de masculinidad, en el análisis de pacientes de pacientes adultos de sexo femenino se observan fenómenos clínicos similares. Greenson (1964) señaló a éste respecto la importancia de substituir una identificación normal con el padre en lugar de la madre, o según sus propias palabras, “des-identificarse de la madre”. El importante trabajo de Stoller durante las pasadas dos décadas, subraya la importancia crucial de un padre con quien el niño se pueda identificar (1968b).

Finalmente, Edgecumbe y Burgner (1975) de la “Clínica Hampstead de Terapia Infantil”,* han estudiado el desarrollo de la capacidad de relacionarse con los objetos y el desarrollo de los impulsos durante las “fases fálicas pre-edípicas” (un precursor de la fase edípica) y la verdadera etapa fálica, siguiendo el desarrollo de la representación corporal como una parte integral de la evolución de la representación mental del self así como los procesos de identificación que afectan a estas representaciones. Su planteamiento es el siguiente: “Este desarrollo de las representaciones mentales corporales y del self  y de las identificaciones, representa un contribución crucial al establecimiento de una identidad sexual  diferenciada. . .” (p.163); concluyen que: “El proceso de adquisición de una identidad sexual diferenciada, descansa en la capacidad del niño (a) de identificarse con la figura primaria del mismo sexo” (p.165). Estos autores verificaron que el establecimiento de la identidad del self  definida por el género se inicia en el segundo año de vida, continúa a través de la etapa anal y alcanza su cúspide durante la etapa fálica. Si bien coinciden con el concepto de Mahler, está en desacuerdo respecto a la secuencia temporal de ésta autora (ella sostiene que el sentido de la identidad sexual se forma algo después, iniciándose en el más temprano período de la etapa fálica) y “confieren gran importancia a la fase fálico-narcisista (pre-edípica) en que se puede esperar que el niño(a) adquiera y dé forma a su propia identidad sexual; habiendo logrado  esto, es entonces el niño(a) más capaz de entrar a la fase edípica del desarrollo” (p.166).

He citado aquí con cierta extensión el trabajo de estos investigadores porque constituye una importante verificación del segundo pilar de mi teoría, es decir, que en todos los perversos hay un trastorno pronunciado de la identidad del self  definida por el género que se inició en la etapa de separación-individuación y que no fue un desarrollo secundario resultante de una reacción edípica negativa. Mis hallazgos clínicos a este respecto pueden ser encontrados en mis diversos escritos (1968a, 1968b, 1969b, 1970ª, 1973, 1974b, 1982b) sobre perversiones así como Socarides (1978ª).

Sincronicidad de la maduración y el desarrollo psicológico (Spitz)

Spitz (1959) ha demostrado que:

“Cuando no puede tener lugar un desarrollo psicológico apropiado a la edad para un determinado periodo crítico, será muy difícil, sino es que imposible que el individuo lo adquiera en una etapa posterior [ya que] en el adecuado periodo crítico, un determinado aspecto del desarrollo psicológico encontrará todas las condiciones de maduración que favorecen su establecimiento. [p. 76].”

Él lo denominó facilitación* maduración y a su contraparte, facilitación del desarrollo (psicológico): “La sincronicidad de la maduración y el desarrollo es un aspecto absolutamente esencial para el desarrollo normal” (pp. 76-77). Spitz demostró que si un  niño no desea caminar cuando la inervación de la parte baja de su cuerpo ha madurado lo suficiente que lo capacita para hacerlo, el niño(a) puede posteriormente ser incapaz de levantarse o caminar sin ayuda; después dice:

“Como una consecuencia de la traumática deprivación afectiva, hace una regresión a la etapa en que no podía caminar ni sentarse ni hablar. . . Si no aparece durante el periodo crítico, el apropiado aspecto del desarrollo [psicológico], entonces los factores de maduración se dirigirán hacia otros aspectos [psicológicos] del desarrollo disponibles. Estos aspectos del desarrollo serán modificados y distorsionados hasta que satisfagan las necesidades maduracionales. Se establecerá una integración que se desvía de la norma. . . como resultado, cuando finalmente se encuentra disponible, en una etapa posterior, el aspecto del desarrollo [psicológico] que había sido omitido por la desviación, encontrará que las posiciones de maduración no están disponibles para la integración normal pues se encuentran ocupadas por una estructura compensatoria aunque divergente. [pp. 77-78; el énfasis fue agregado].

Las observaciones de Spitz pueden aplicarse al problema del desarrollo temprano del divergente sexual. Ha fallado en su intento de lograr la separación de la madre durante la etapa apropiada, y como resultado aparece un punto de fijación es decir, un estímulo intrapsíquico crónico al cual permanece fijado a pesar de que pueda haber pasado en forma parcialmente exitosa otras fases del desarrollo maduración. En estas posiciones maduracionales, se han formado estructuras divergentes compensatorias debidas a una deficiencia infantil. Estas estructuras están íntimamente relacionadas con la identidad, trastornos en las relaciones objetales, imprecisión de los límites yoicos, ansiedades introyectivas y proyectivas y temores de invasión y de engolfamiento.

Más específicamente, los pacientes con perversiones sexuales fueron incapaces de superar aquella fase del desarrollo en que deberían haber establecido una identidad separada. Este déficit en el desarrollo dio lugar a profundos trastornos, v.g. identificación deficiente, trastornos tanto en el sentido del sí-mismo, como en el desarrollo de una identidad sexual apropiada, fluidez de los límites del Yo, deterioro del Yo corporal, ansiedades introyectivas y proyectivas, y estados fluctuantes  de relaciones objetales. A partir de la incapacidad para separarse y el deseo de continuar la identificación primaria con la madre, misma que ha perdurado al través de los años en el inconsciente; emergen la amenaza de identificarse y de amalgamarse, la amenaza de ser aniquilado y la que surge de las consecuencias que tendría el paciente si iniciara la retirada hacia el interior del cuerpo de la madre. Al miedo que cristaliza de lo anterior se le añaden entonces los temores de castración de la etapa edípica.

Estos pacientes varones, entran a la infancia tardía con una inhibición en la auto-afirmación y con profundas identificaciones femeninas conscientes y/o inconscientes. La fuerte inhibición de la sexualidad masculina garantiza la evitación de la mujer y por tanto de los fenómenos de amalgama. Estos pacientes intentan obtener o decomisar la masculinidad o tratan de aferrarse a la ilusión de femineidad. Por ejemplo. El homosexual obtiene virilidad transitoriamente por medio de la incorporación del cuerpo y del pene de la pareja  y de ésta forma evita los peligros relacionados con la madre a la vez que permanece cerca de ella, sustituye  a la hembra por el macho, a los temidos pechos y genitales del cuerpo materno, por el pene. El mecanismo por el cual ocurre lo anterior, fue primeramente descrito por Sachs (1923), he sugerido (1968b) que estos intrincados eventos intrapsíquicos sean denominados: mecanismo de Sachs de la formación perversa. El mecanismo de Sachs, que puede ser observado en la génesis de todas las perversiones, dándoles  a cada una sus manifestaciones superficiales, a la vez que excluye de la conciencia las ansiedades más profundas y destructivas; es una solución por división, en donde una parte de la sexualidad infantil se utiliza al servicio de la represión (esto es, resulta útil para promover la represión mediante el desplazamiento, sustitución, formación reactiva y otros mecanismos de defensa) llenando al Yo de placer pregenital mientras que el resto es reprimido. Este mecanismo represivo de compromiso, permite que una porción susceptible de ser consciente se apoye en, y se vea dotada de, una muy alta recompensa placentera de tal forma que compite exitosamente con el placer genital. Es aceptable tanto para el Yo como para el super-yo: Una parte escindida del super-yo, derivada de las figuras primarias puedes sancionar la perversión y la perversión manifiesta le da expresión enmascarada a los impulsos pre-edípicos. Por otro lado, una porción reprimida puede conserva la suficiente fuerza como para amenazar, en el curso de la vida, con irrumpir en la consciencia y el perverso puede desarrollar en cualquier momento, síntomas neuróticos. Es así que la gratificación instintiva tiene lugar bajo una forma disfrazada mientras que su contenido real permanece inconsciente. Considerada desde esta perspectiva, la perversión manifiesta puede ser equiparada a la relación que existe entre el contenido manifestó y el contenido latente del sueño y el verdadero significado de la perversión sólo puede ser determinado mediante el análisis del significado inconsciente de la acción perversa.

En las perversiones el paciente intenta liberarse de la lesiva, destructiva unión con la madre, apartar necesidades incorporativa-introyectiva, y mantener una distancia y/o cercanía óptima con ella. La regresión ocurre cuando las presiones para adaptarse al rol masculino se vuelven demasiado intensas; los mayores peligros inherentes a esta regresión promueven un incremento de la actividad perversa en un frenético intento de buscar alivio.

Perversiones y Esquizofrenia

La elaboración y refinamiento de mi teoría ha requerido de una explicación para  aquellas perversiones que se presentan en los individuos esquizofrénicos. Si bien los psicóticos también pueden padecer perversiones, la mayoría de los individuos con una perversión no son psicóticos y, según mi experiencia, no se vuelven psicóticos durante la terapia psicoanalítica y sin duda tampoco durante largos periodos de seguimiento. La frecuente coexistencia de síntomas esquizofrénicos con perversiones ha sido explicada de diversas formas; Gillespie sugirió que esta afinidad era debida a que la intensa angustia de castración lleva a estos pacientes a una regresión parcial a niveles pregenitales. “Una perversión exitosa evade la psicosis mediante una escisión en el Yo, la cual deja una parte relativamente normal que es capaz de hacer frente a la realidad externa, a la vez que permite que la porción sujeta a regresión se manifieste de forma psicótica en una limitada esfera sexual” (Gillespie, 1956, pp.36-37). Por lo tanto, desde el punto de vista de Gillespie el perverso se salva de la psicosis principalmente gracias al mecanismo de escisión; en mi opinión, pese a la ubicuidad de los mecanismos de escisión en las perversiones, no se les puede atribuir, como su mayor logro, una función profiláctica. Una función muchos más modesta puede ser observada a través del análisis del sistema de fantasía inconsciente del paciente (el significado inconsciente del acto perverso) y las múltiples sustituciones, desplazamientos y mecanismos disociativos inherentes en éste. Así disfrazado, el acto perverso se vuelve posible, proporcionando placer y simultáneamente evitando peligros intrapsíquicos más serios, es decir, aquellos emparentados con los impulsos y con las relaciones objetales. Una segunda objeción surge de la creencia de Gillespie en la teoría de la “regresión a partir de conflictiva edípica”, que es diametralmente opuesta a mi propia teoría y que se discute con anterioridad en este artículo. Mi desacuerdo con Gillespie y otros autores, respecto a que la etiología de las perversiones bien estructuradas se encuentre en la etapa edípica, de ninguna manera indica mi falta de reconocimiento de la exactitud de sus conceptualizaciones (incluyendo las de los otros autores) con respeto  a muchos de los mecanismos involucrados en la génesis de las perversiones. Yo reservaría gran parte de la explicación etiológica con que nos ha provisto Gillespie para una forma distinta de perversión, la forma edípica de estos trastornos.

Antes de proceder a la diferenciación entre las formas  edípicas y las pre-edípicas de la perversión es importante discutir lo que yo considero son las diferencias esenciales entre las perversiones bien estructuradas y aquellas que aparecen en las psicosis y explicar porque considero que estas esquizo-perversiones no deben ser incluidas en el sistema unitario que he descrito. Por ejemplo: la esquizo-homosexualidad  (la coexistencia de homosexualidad con esquizofrenia), un término acuñado por el autor (1978b) no se debe ni a una fijación en la fase pre-edípica del desarrollo, ni a una falla en la resolución de complejo de edipo que da lugar a una regresión parcial a conflictos anales y orales. También pueden designarse en forma similar otras perversiones que coexisten con la esquizofrenia (v.g. esquizo-paiofilia, esquizo-transvestismo, esquizo-exhibicionismo, etc.). A pesar de ser motivado inconscientemente y de surgir de la angustia, el acto perverso en los psicóticos no cumple la función mágica reparadora que tiene en la forma pre-edípica. Cuando están presentes, los trastornos severos de la identidad de género son parte de un proceso esquizofrénico subyacente que ha dado lugar a profundos trastornos de la identidad y a confundirse con el objeto. El esquizo-perverso manifiesta una falla para investir libidinalmente al objeto en forma exitosa y por lo tanto, el objeto no puede ser retenido o catexiado, aunque existan imagos corporales y de las representaciones genitales fusionadas. Esto está en contraste directo con la perversión pre-edípica no-psicótica en la cual los objetos son retenidos, protegidos e investidos exitosamente a pesar de que haya cierto grado de fusión de los imagos corporales o representaciones mentales de genitales fusionados.

Bak, cuyas contribuciones respecto a éste tópico se aproximan a las mías, sugirió que “la coexistencia de síntomas esquizofrénicos y perversiones indica que hay un punto de fijación común en la fase indiferenciada y en las defensas empleadas contra la agresión no-neutralizada; el síntoma perverso representa el intento por restituir la relación narcisista de objeto. . .” (1956, p. 240). Claro está que la severidad de las experiencias regresivas de mis pacientes, el pronunciado uso de mecanismos psíquicos arcaicos y las reacciones transferenciales que llegaban a tener manifestaciones pseudopsicóticas, me hicieron creer inicialmente que las perversiones podían ser explicadas por su relación con las modalidades de adaptación que corresponden a las etapas autista y simbiótica [lo anterior se sugería con bastante énfasis en Socarides (1968b)]. Esta suposición implicaría la existencia de una fijación en la fase autista con el fin de apartar el temor de la disolución de las representaciones del sí-mismo. Sin embargo, la ausencia de verdaderas reacciones psicóticas a pesar de la intensidad de las experiencias regresivas, sumado a la capacidad de los pacientes para recuperarse de éstas indicaban tanto la capacidad para sintetizar nuevas estructuras de estas experiencias como una capacidad para mantener relaciones objetales y reacciones de transferencia analizables.

Cuando las perversiones coexisten o alternan con psicosis manifiesta, esto puede deberse a “alteraciones del Yo” (Bak, 1971 p. 242). Por ejemplo, puede recurrir a un abandono temporal de las representaciones objetales [durante la fase psicótica] pero no  a la abolición de las representaciones como sucede en la esquizofrenia”. Estoy de acuerdo con la opinión de Bak de que “Hay una diferencia cualitativa básica entre el proceso esquizofrénico y las neurosis y otras psicosis incidentales y no cabe la posibilidad de un continuum entre ellas”. (p. 242).

A pesar de la preponderancia en el esquizo-perverso de angustia persistente e intratable y una gran abundancia de ansiedades incorporativas y proyectivas similares a las del tipo pre-edípico, junto con los  temores de ser engolfado, de disolución del Yo y pérdida del sí-mismo; el acto perverso, en el esquizo-perverso, no garantiza la supervivencia yoica sino que sólo disminuye momentáneamente la angustia de la eminente pérdida del self . El síntoma perverso en éstos casos es ego-sintónico, al igual que en el tipo pre-edípico, pero la finalidad del acto perverso no es la reconstitución de un sentido de identidad del self  definida por el género, sino un intento frenético de crear relaciones objetales.

Bak (1971) definió brillantemente las diferencias entre la perversión en el individuo no psicótico y en el esquizofrénico, sus conclusiones pueden ser enlistadas de la siguiente manera: Los impulsos perversos son un esfuerzo frenético por mantener las relaciones objetales, estos impulsos, tan frecuentemente observados en la esquizofrenia paranoide, no son “etiológicos” sino que representan conflictos y sus elaboraciones delirantes, las cuales “en lugar de ser la causa, son la consecuencia del proceso esquizofrénico” (p.239). Bak advirtió que no se puede concluir que exista una estructura neurótica en aquellos individuos con delirios paranoides que operan dentro de “un proceso esquizofrénico relativamente benigno” (p. 339), a pesar de que pueda descubrirse un conflicto perverso detrás de esto delirios. Los actos perversos en los esquizofrénicos con dificultades en la diferenciación del sí-mismo con respecto al objeto presentan diferencias significativas con la perversión bien estructurada; en ésta última las relaciones objetales son mejores y las funciones del Yo están considerablemente menos afectadas. Hay una diferencia cualitativa básica entre la perversión en el esquizofrénico y en el individuo no psicótico. En la verdadera perversión pre-edípica bien estructurada, a diferencia de lo que ocurre en las actividades perversas del esquizofrénico se mantienen las relaciones objetales a pesar de la difusa imagen corporal y de la confusión en las representaciones mentales de los genitales. En algunas ocasiones se pueden presentar delirios paranoides de contenido perverso; en esos casos, aunque las relaciones de objeto sean altamente patológicas, están si embargo conservadas. Los síntomas perversos en el psicótico son un intento de crear relaciones objetales frente a regresiones severas donde existe la amenaza de la destrucción real de las relaciones objetales en un individuo con un daño severo debido a un defecto o deficiencia primaria en las funciones autónomas del Yo y una incapacidad para mantener una barrera protectora contra los estímulos (para la justificación de clasificar las perversiones en edípicas, pre-edípicas y esquizo-perversiones véase Socarides (1988).

Formas Pre-edípicas y Edípicas de la perversión: Criterios Diferenciales

El distinguir las formas pre-edípica y edípica de estos trastornos tiene tanta importancia como el diferenciarlas de las perversiones que coexisten con la esquizofrenia. En la clínica se verifica que los síntomas perversos también pueden emanar de la fase edípica del desarrollo; en estos casos la conducta patológica generalmente es poco divergente, transitoria y no está bien estructurada; cuando se fracasa en el intento de llevar a cabo el acto perverso, no se presenta angustia intolerable ni severa; la forma edípica de la perversión no constituye una perversión bien estructurada. 2  Estas formas deben ser distinguidas de las perversiones pre-edípicas con las que asociamos a las neurosis narcisistas y a los trastornos en el control de impulsos y que surgen de la etapa del desarrollo que les da nombre. Podemos encontrar conductas paidofílicas, escoptofílicas, transvestistas, homosexuales, fetichistas, etc., en sujetos cuyo cuadro clínico coincide fundamentalmente con el de la conflictiva edípica, y donde la regresión no trae consigo un severo perjuicio de las relaciones objetales ni de otras funciones yoicas.

Aquí se señalan varios criterios diferenciales:

  1. En las formas edípicas, no hay menoscabo de las relaciones objetales consistiendo éstas en una relación del self  hacia el objeto, en contraste con las formas pre-edípicas en las cuales se aprecia un deterioro de las relaciones de objeto que va de ligero a moderado, donde la relación es del objeto hacia el self.
  2. El pronóstico en lo que respecta a la eliminación del síntoma perverso y a la adquisición de amor objetal, es más favorable en las formas edípicas que en las pre-edípicas.
  3. En las formas edípicas, el síntoma perverso se debe al fracaso en la resolución del complejo de Edipo y a los temores de castración que dan lugar a que se adopte una posición edípica negativa,* en las formas pre-edípicas la conflictiva de la siguiente fase puede estar presente o aparentemente ausente pero lo que predomina es la conflictiva pre-edípica.
  4. En las formas edípicas no hay fijación en los niveles previos sino regresiones parciales a la fase pre-edípica. En las formas pre-edípicas las fijaciones pueden ser ligera o de moderada intensidad y se localizan en las últimas etapas del proceso de separación-individuación, en la sub-fase de rapprochment.** En las perversiones más severas, aquellas en las que predominan los impulsos primitivos, asociados a un alto grado de patología narcisista, la fijación puede ser considerablemente más intensa y puede yacer en las más tempranas fases del proceso de separación-individuación (subfases de diferenciación y práctica) lindando con la etapa simbiótica.
  5. El conflicto en las formas edípicas es estructural  -entre el Yo, el Ello y el Super-yo-. La regresión a niveles pre-edípicos puede producir un conflicto de relaciones de objeto que existe paralelamente al del periodo edípico. En las formas pre-edípicas, el conflicto de relaciones de objeto predomina; éste consiste en ansiedad y culpa asociados con el fracaso del desarrollo de la diferenciación sí-mismo-objeto.
  6. Las observaciones clínicas revelan que el mecanismo de Sachs puede tener un rol secundario en las formas edípicas en las que tiene lugar una regresión que es parcialmente efectiva; por lo tanto el síntoma es ego-distónico. En las formas pre-edípicas, el intenso vínculo, el temor y la culpa en las relaciones del niño con su madre dan origen a ciertas transformaciones psíquicas de gran importancia, las cuales son efectivas mediante el mecanismo del compromiso represivo.
  7. La proclividad a presentar estados regresivos es baja en las formas edípicas y cuando esto ocurre, son similares a los que aparecen en los neuróticos. Las amenazas del periodo edípico han quebrantado una identidad ya establecida, tiene lugar una regresión a un periodo previo para escapar de los peligros de la etapa edípica; esto es una regresión pre-edípica parcial a conflictiva anal e incluso oral. En las formas pre-edípicas la tendencia a los estados regresivos es de moderada a severa a pesar de una adecuada capacidad, la mayoría de las veces de limitar estas regresiones y de recuperarse de ellas.
  8. Las manifestaciones transferenciales de las formas edípicas son similares a las que aparecen en la nejurosis de transferencia y por lo tanto hay un grado ideal de reacciones transferenciales potencialmente analizables. En las formas pre-edípicas también se puede dar una neurosis de transferencia puesto que hay las suficientes diferenciación self-objeto e internalización de las representaciones de objeto (Panel  1977).
  9. En las formas edípicas de la perversión, la prueba de realidad y el control de impulsos están intactos, no hay deterioro de los procesos del pensar y en lo  esencial, el concepto del sí-mismo así como de los límites corporales no están afectados. El conflicto está internalizado, el afecto es apropiado y las defensas contra la agresión son bastante efectivas. En las formas pre-edípicas, a menudo se encuentra intacta la prueba de realidad pero es ignorada consciente o inconscientemente. Pueden ser difusos los límites entre la fantasía y la realidad; puede haber un deficiente control de impulsos o estar presente sólo un control parcial lo que da lugar a la actuación* de los impulsos y a la búsqueda de gratificación instantánea. Los pacientes pre-edípicos frecuentemente revelan una elevada auto-estima que linda con la omnipotencia y que se alterna con sentimientos auto-devaluatorios extremos. En el tipo pre-edípico también puede haber límites yoicos fluctuantes así como un trastorno afectivo y en el control de los efectos.

Tal como he sugerido en otras ocasiones (Panel, 1977), un mayor refinamiento de nuestra comprensión de las perversiones pudiera llevarnos a concluir que las perversiones verdaderas son, sin lugar a dudas, trastornos pre-edípicos y que no surgen de conflictiva edípica con regresión a fases más tempranas. Los síntomas perversos edípicos constituyen una forma diferente de perversión, susceptible de tratarse de igual forma que las neurosis y que puede ser denominada conducta perversa. La conducta perversa aparece secundaria a una regresión temporal y no representa unan fijación primaria ni un fracaso en el desarrollo asociado a un trastorno de la identidad del self  definida por  el género, ni tampoco son resultado del compromiso represivo –como en el caso de las perversiones verdaderas- las manifestaciones mediante las cuales reconocemos éste proceso. (Pueden encontrarse viñetas clínicas detalladas de cada perversión en Socarides, (1988).

Orígenes psíquicos comunes y aspectos diferenciales de nueve perversiones

En el cuadro sinóptico que aparece a continuación están representadas esquemáticamente nueve de las principales perversiones sexuales. En este cuadro se resumen brevemente: la más importante itiología, la función, motivación y la elección de objeto sexual o la finalidad de las perversiones. Representa, a partir de un conflicto nodular pre-edípico que sirve a raíz, la estratificación del subsecuente conflicto edípico sobrepuesto y la perversión resultante; este esquema describe los eventos psíquicos comunes y las diferencias en la producción de las diversas perversiones así como las diferencias cruciales en su formación y significado. Debe señalarse que la conflictiva edípica se encuentra superpuesta a la pre-edípica y que existe un continuum entre las dos. Si no estuviera presente el conflicto pre-edípico (Raíz de nuestro diseño esquemático) no podría formarse una perversión bien estructurada; puede observase que todas las variadas formas de la perversión, reflejan distintas formaciones de compromiso entre las identificaciones con la madre quien es simultáneamente considerada como poseedora de un pene y a la vez, castrada. (Bak 1968).

En todas las nueve perversiones, los individuos han fallado en lo que respecta a pasar exitosamente a través de la fase del desarrollo infantil denominada separación-individuación, también es común a todos ellos el temor de fusión y de amalgamarse con la madre, la tendencia a perder los límites yoicos y el temor de la pérdida del sí-mismo o de disolución yoica.

Todos ellos sufren debido a una identificación primaria con la madre, una defectuosa identidad del self definida por el género, que es consciente y/o inconsciente y trastornos en las relaciones objetales. La defectuosa identidad de rol de género, tiene un importante papel propulsor de la búsqueda en diversas direcciones de equilibrio psíquico: el homosexual hacia los hombres; el transvestista hacia lograr aceptar su identificación femenina, contraria a su anatomía; el fetichista hacia ser alternativamente hombre y mujer (sin aceptar conscientemente su identificación femenina pero inconscientemente deseándola); el homosexual paidófilo al intentar convertirse en niño y/o madre en forma alternativa con un intento por mantener su masculinidad; el exhibicionista hacia la reafirmación visual de la virilidad; el masoquista sexual hacia una re-actuación* pasiva y sumisa de la temida destrucción y re-engolfamiento a manos de la “cruel” madre que lleva implícita la garantía de supervivencia; el transexual mediante el “logro” de su femineidad a través de procedimientos quirúrgicos radicales y el escoptofílico que refuerza su masculinidad y evita el severo temor al re-engolfamiento mediante la reafirmación visual.

 

UNA TEORÍA UNITARIA DE LA PERVERSIÓN SEXUAL EN EL VARÓN (una representación esquemática)

Conflicto Nuclear Pre-edípico Básico  (6 meses – 3 años)

Falla al pasar por la fase del desarrollo de Separación-Individuación (falla para lograr la separación intrapsíquica de la madre)

  1. Fenómenos de amalgama y de fusión.
  2. Predominio de los mecanismos mentales arcaicos y primitivos.
  3. Desarrollo defectuoso del Yo.
  4. Incremento de la agresión temprana, tanto primaria como secundaria.
  5. Trastorno en la esquematización del self corporal, particularmente del área genital.
  6. Trastorno en la adquisición de constancia objetal.

Persistencia de la identificación Femenina Primaria

Deficiente Identidad del Self definida por el Género.

Experiencias Organizadoras específicas y Traumas que Determinan la Posterior Elección de la Perversión.

Paso a través de la Etapa Edípica (3 – años) (angustia de castración incrementada, posición edípica negativa; problemas específicos del Yo y del Super-Yo sobrepuestos a la fijación pre-edípica)

Perversión

Todas las perversiones reflejan:

  1. Diferentes formaciones de compromiso entre identificaciones simultáneas con la madre que es a la vez “fálica y carente de pene”.
  2. Deseo de mantener una distancia y/o cercanía óptimas con respecto a la madre sin que se presente el temor a ser re-engolfado.
  3. Desarrollo defectuosos de las representaciones de objeto.
  4. Ausencia de una adecuada separación entre el self  y el objeto.
  5. Función de aseguramientos y reafirmación.
  6. Función de evitación (de peligros)
    1. Gratificación, mediante el aparato senso-perceptivo, de la tensión causada por requerimientos.

El determinante de la elección de una perversión específica es multifactorial y depende de variables que están siendo investigadas actualmente. Por razones que aún no han sido completamente establecidas, a una persona puede resultarle mucho más fácil que a otra el aceptar un determinado aspecto de la polimorfa sexualidad infantil; esto puede deberse a experiencias organizadoras específicas3 y a traumas que ocurren durante periodos vulnerable de la progresión de las fases libidinales, dentro del contexto de un defectuoso desarrollo temprano del Yo. La aceptación en la conciencia por parte del Yo de éste aspecto de la sexualidad infantil sirve para la represión de otros aspectos de la misma a la vez que alivia las ansiedades más profundas.

Puede haber fluctuaciones en el balance de la economía psíquica que fuercen al individuo a manifestar ahora una, luego otra práctica perversa; en estas ocasiones el valor defensivo de un tipo de perversión resulta ser insuficiente para mantener el equilibrio mental y pueden aparecer perversiones múltiples. Las alternativas entre, o la combinación de perversiones, o la incapacidad para formar una perversión bien estructurada al enfrentar ansiedades primitivas intensas puede indicar, en algunas instancias, que estemos tratando con un proceso esquizofrénico subyacente o que ha habido una escisión fallida del Yo y el objeto, lo cual es un prerrequisito para la formación de una perversión sexual (Gillespie, 1956b); o bien, por el otro lado, la actividad perversa puede ser inaceptable para el Super-yo.

Al entrar a la fase edípica, los pacientes con perversión a menudo experimentan un complejo edípico negativo sobrepuesto al desarrollo anterior. La escisión en el Yo y/o en el objeto, es más evidente en el fetichismo, y la escisión, tanto del Yo como del objeto es un hallazgo frecuente en la paidofilia. Un grado variable de angustia de desintegración somática y fluctuación de los límites del Yo-corporal, común a todas las formas de perversión, se observa más pronunciado en el fetichista y el paidofílico. En el centro de todas estas condiciones yace el temor nuclear básico; esto es, el temor de amalgamarse con y la incapacidad de separarse de la madre.

LAS PERVERSIONES

Transvestismo

Función: Logra la femineidad al intercambiar ropajes a la vez que conserva su pene, disminuye el miedo de castración y reasegura en contra de éste, disminuye la angustia de separación.

Motivación Psicosexual: Anhelo orgástico; añoranzas de feminiedad (1) envidia a la madre y a las hermanas; (2) quiere ser poderoso como la madre; (3) quiere tener bebés; al usar vestuario femenino experimenta un incremento del placer de una identificación femenina vicariante a la vez que conserva su falo.

Meta o Elección de Objeto Sexual: Puede ser una persona del mismo o distinto sexo. Ocasionalmente no hay objeto sexual, sin embargo la meta sexual es importante (reunión dichosa con la madre).

Transexualismo

Función: Logra la “femineidad” a través de preparaciones quirúrgicas y endrocrinológicas radicales diseñadas para remover toda huella del género anatómico verdadero y para promover que se actúe un rol femenino asumido y sintético, tanto en el medio ambiente como en el acto sexual; escapa de la homosexualidad; se somete a la temida castración (“fenómeno de libramiento”), se identifica vicariantemente con la madre poderosa, neutraliza el temor que le tiene y disfruta conscientemente del deseo infantil de tener coito con el padre (la realización del Edipo negativo); huye de temores paranoides de ser víctimas de la agresión de hombre hostiles y más fuerte que él quienes podrían dañarlo con las relaciones homosexuales; neutraliza la agresión, disminuye la angustia de separación.

Motivación Psicosexual: Anhelo orgástico; conscientemente añora la femineidad y lo actúa con una plena reafirmación anatómica, deseos de desplazar a la madre con el padre.

Meta o elección de Objeto Sexual: Persona del sexo previo al cambio electivo.

Homosexualidad

Función: El hombre logra obtener “masculinidad” a través de la identificación con, y la incorporación del varón que funje como pareja sexual; disminuye el temor a la castración y reafirma en contra de ésta; disminuye la angustia de separación.

Motivación Psicosexual: Anhelo orgástico, búsqueda y añoranza de la masculinidad; elección narcisista de objeto, vínculo con la madre mediante la ecuación pene-pecho.

Meta o elección de objeto sexual: Persona del mismo sexo.

Paidofilia

Función: Logra obtener el estatus del niño “amado” siendo a la vez la “amante” madre sin tener que renunciar por esto a su pene; descarga y alivia la agresión desintegradora; disminuye el temor a la castración y reafirma en contra de ésta; disminuye la angustia de separación.

 

Motivación Psicosexual: Anhelo orgástico; añora y anhela convertirse en el objeto amado, el niño amado (siendo éste último un sustituto de la madre) mediante la incorporación dentro del self amado “bueno” (escisión del objeto), manteniendo así una relación con sus objetos y preservando al self  a través de una relación fusionada. También desea ser el niño, envidia a otros niños.

Meta o Elección de Objeto Sexual: Pre-púber; si es varón, la representación ideal del self (Paidofilia homosexual); si es niña (Paidofilia heterosexual), aunque el miedo y la fantasía terrorífica de ser engolfado por los genitales maternos persiste, ésta se ve aliviada por la ausencia del vello púbico.

Exhibicionismo

Función: Logra obtener “masculinidad” mediante la propia reafirmación visual y la reacción emocional de los otros “Si yo me muestro a una mujer y ésta reacciona, entonces es que soy un varón y por tanto no necesita de otros hombres (evitación de la homosexualidad) pues no soy una mujer” (defensa contra la identificación femenina); disminuye la angustia de castración y reafirma en contra de ésta.

Motivación Psicosexual: Anhelo orgástico, añora la masculinidad y la dramatiza, simultáneamente niega su fuerte identificación femenina.

Meta o Elección de Objeto Sexual: más que como elección de objeto sexual, su importancia radica en ser una modalidad de descarga sexual (meta sexual).

Masoquismo Sexual

Función: Logra obtener el funcionamiento sexual masculino mediante la representación del temido evento y de ésta manera logra obtener una “victoria” sobre la madre quien le odia aunque aparentemente le ame; reafirma en contra de la destrucción y el engolfamiento, a la vez que provoca respuestas amorosas de parte del objeto; identificación vicariante con la madre cruel y agresiva; control de la agresión mediante la identificación proyectiva; disminuye la angustia de castración y reafirma en contra de ésta; el estímulo sensorial doloroso favorece la consolidación de su amenazada representación del sí-mismo; disminuye la angustia de separación.

Meta o Elección de Objeto Sexual: Persona del mismo o de opuesto sexo.

Sadismo Sexual

Función: fuerza y extrae amor; destruye el amenazante cuerpo de la madre para no ser destruido por ella; descarga impulsos agresivos que amenazan con la desintegración del sí-mismo, incluso hasta el punto del homicidio sexual; logra obtener una liberación pasajera del temor a la madre engolfante hasta el siguiente episodio de reaparición del miedo al cuerpo femenino; disminuye la angustia de castración y reafirma en contra de ésta, anula la angustia de separación.

Motivación Psicosexual: Anhelo orgástico, forzar el amor de la madre abandonadora; sobreponerse a la angustia de desintegración corporal a través de infringir dolor y destrucción en lugar de soportarlos pasivamente (los crímenes por “lujuria sexual” a menudo incluyen evisceración y destrucción de los genitales externo e internos con el fin de disminuir la angustia respecto al engolfamiento).

Meta o Elección de Objeto Sexual: Persona del mismo o de distinto sexo, generalmente mujeres adultas, menos frecuentemente niñas o ancianas.

Escoptofilia

Función: Reafirma la masculinidad a través de la reafirmación visual del cuerpo femenino y/o el coito heterosexual (El coito heterosexual está teniendo lugar fuera de él mismo y no está siendo tragado por ninguno de los orificios femeninos; frecuentemente acompañado por la masturbación [componente exhibicionista]; evita la homosexualidad y está libre de angustia de castración; disminuye la angustia de separación.

Motivación Psicosexual: Anhelo orgástico, dramatiza la fortaleza y “control” masculinos. En algunas ocasiones la escoptofilia evoluciona desde sólo el mirar hasta el tocamiento, rapto, violación y destrucción (sadismo sexual).

Meta o Elección de Objeto Sexual: Persona del sexo opuesto.

Fetichismo

Función: Logra obtener la “femineidad” con la capacidad para “tener bebés”; puede ser alternativamente hombre y mujer, y generalmente no busca la descarga orgástica homosexual ni heterosexual puesto que puede usar su fetiche; reafirma contra las angustias de disolución del Yo corporal y disminuye la angustia de castración; anula angustia de separación.

Motivación Psicosexual: Anhelo orgástico; inconscientemente añora y busca la femineidad: (1) Desea ser como mamá; (2) Desea tener bebés, con la resultante angustia de desintegración corporal que emana del deseo y temor simultáneos al embarazo; (3) Conserva su apariencia masculina e intenta desempeñar el papel del varón.

Meta o Elección de Objeto Sexual: El fetiche es un objeto perdurable, inanimado, inmóvil, o bien una parte no sexual del cuerpo que (1) protege contra la angustia de desintegración corporal y de los fenómenos de amalgama; (2) Sustituye el pene; (3) Es una representación mental escindida (v.g. puede servir tanto pata la identidad femenina como masculina –como el vestuario femenino sobre el cuerpo-). Más que en la elección de objeto, la importancia recae sobre la descarga sexual (meta sexual) debida a la escisión del objeto.

**Título original en inglés: A Unitary of Sexual Perversions. En: The Preoedipal Origin and Psychanalytic Therapy of Sexual Perversions. New York: International Universities Press 1988. Traducido por Avelino Gaitán.

*El término rapprochment significa el restablecimiento de las relaciones o de la armonía previas (en este caso, del infantil sujeto con su madre) y pudiera ser traducido como re-aproximación sin embargo, puesto que en la traducción hecha por Raquel Taylor (editorial Joaquín Mortiz) del libro de Mahler y Furer, se respeto la palabra rapprochment prefiriéndola a cualquier posible traducción y puesto que el mencionado libro ha servido de referencia a numerosos lectores y estudiosos de la citada obra, en el presente trabajo me abstengo de traducir dicho término N.T.

*Self-image podría ser traducido más correctamente como la imago o representación mental que el sujeto de sí-mismo [self = suma de soma y psique N. de T.

** “ABDICATING FATHERS, HOMOSEXUAL SONS” (leído en México con traducción simultánea en el Congreso de la Sociedad Psicoanalítica de México titulado “La violencia y su relación con los actos de perversión sexual”, llevado a cabo en el D.F. en 1982. (cap. 11 del libro “THE PREOEDIPAL ORIGIN AND PSICHOANALYTIC THERAPY OF SEXUAL PERVERSIONS”. N.T.

*”AGGRESSION IN PERVERSIONS” Ibid. Cap. 5 N.T.

*El término acting-out, traducción al inglés del alemán, se utiliza para referirse a  aquello que el paciente actúa para evitar el hacer consciente, en el análisis , un determinado conflicto vinculado asociativamente. Debe ser diferenciado del término “enacment”, que significa pasar a la acción y que en el presente trabajo ha sido traducido también como “actuación”. N.T.

*Merge ha sido traducido en la literatura indistintamente como “amalgama” y como “fusión”, en la presente traducción se emplea la primera acepción (excepto en esta ocasión) que corresponde con su verdadero significado reservando el uso del término fusión para cuando así lo amerite la traducción del original en inglés N.T.

1Esta frase me ha resultado muy útil en tanto ayuda a erradicar la confusión terminológica que surge del uso de frases tales como identidad sexual, identidad de género, rol sexual, y otras.

*Ibid., pág, 147.

*”Hampstead Child Therapy Clinic”, fundada en Londres por Anna Freud. N.T.

*Compliance.

2Las perversiones bien estructuradas son aquellos casos relativamente patentes donde resalta en forma clara y definida el desarrollo perverso. A estos pacientes les produce angustia severa el no involucrarse en prácticas perversas; a menudo, los actos perversos son la única vía para obtener placer sexual, resultan obligatorios para aliviar la intensa angustia y los requerimientos del paciente respecto a dicha satisfacción son relativamente intensos.

*Los conceptos “positivo” y “negativo”, cuando se refieren al complejo de Edipo no tiene la connotación de un juicio moral sino que deben ser considerados, como en el álgebra, para definir direcciones, así, en la posición edípica positiva el sujeto dirige predominantemente sus impulsos sexuales hacia la figura primaria de distinto sexo, mientras que los agresivos los dirige y/o proyecta predominantemente hacia la figura primaria de igual sexo; en el edipo negativo la situación es inversa. Durante la fase edípica hay una fluctuación normal entre las posiciones positiva y negativa, sólo deber ser considerando patológico que ésta última sea exagerada (por la existencia de conflictiva previa no resuelta) o que persista o reaparezca durante las posteriores etapas del desarrollo. N.T.

**Ibid., pág. 147.

*Acting out; Ibid., pág. 149.

*Reenactment., Ibid., pág. 149.

3Las “experiencias organizadoras” son aquellas actividades sexuales tempranas (a menudo de naturaleza traumática) que son recuperadas durante el análisis y que tiene un papel crucial en el posterior diseño de la perversión. Estas experiencias no sólo proveyeron de excitación genital sino que aportaron, por virtud de la descarga afectiva acompañante, un sentido inicial de cohesión del self, un medio para relacionarse con el mundo interno y los objetos externos. En la medida en que dichas experiencias ayudan a crear el “producto final” (Freud, 1919), se puede considerar que tienen un rol esencial en la “elección” de la perversión.

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