El  3 de abril se cumplen 23 años del deceso de la Dra. Amapola González Fernández, miembro fundador de la Sociedad Psicoanalítica de México. La recordamos con este texto publicado en la revista Gradiva Vol. IV, No. 3, 1990-91.

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. . . Caminante no hay camino, se hace camino al andar. . .”

La Sociedad Psicoanalítica de México sufrió el pasado 3 de abril la repentina pérdida de su miembro decano, la Dra. Amapola González, quien además de haber sido una de las fundadoras y dos veces presidenta de la Sociedad, ocupó hasta su fallecimiento el cargo de Directora Vitalicia de la Comisión de Enseñanza y Programa Científico.

Española por nacimiento, hija de republicanos quedó huérfana de padre –entonces alcalde de Gijón, su ciudad natal- durante la guerra civil. Tras unos pocos meses en Marsella donde llegó a dominar el idioma Francés, arribó a México a los trece años en el “Ipanema” acompañada por su abuela, su madre y su hermano mayor, Avelino. Familia de luchadores, sufrieron penurias mirando siempre adelante, persiguiendo un ideal de igualdad y justicia donde la libido imperase sobre la agresión.

Alumna destacada, apasionada de la Historia y de las Matemáticas, cursó primero la carrera de Química aunque sólo ejerció esta profesión hasta su matrimonio poco más de un año después, no obstante no permaneció inactiva sino que, además de dar cursos de regularización para alumnos de bachillerato, desempeño cargos administrativos en diversas empresas, tanto en el Distrito Federal como en Irapuato donde residió algunos años.

Regresó entonces Avelino de Argentina, tras más de diez años de ausencia empleados en convertirse en Psicoanalista Didáctico con el fin de fundar en México la primera Asociación Psicoanalítica con reconocimiento internacional, junto con sus colegas y amigos de juventud con quienes compartió innumerables experiencias tanto en México, mientras estudiaban medicina como en Buenos Aires durante su adiestramiento y práctica psicoanalítica de aquellos años.

Amapola pronto se entusiasmó por las posibilidades del psicoanálisis para disminuir el sufrimiento humano, mediante la comprensión del funcionamiento del aparato mental. Inició su análisis personal con el Dr. Santiago Ramírez resolviendo poco después cursar –con honores- la carrera de medicina, entonces requisito indispensable para hacerse psicoanalista.

Cabe mencionar aquí que siempre, desde que lo conociera en la Facultad de Química contó con el apoyo incondicional de Roberto, su marido y padre de sus tres hijos, lo cual, aunado al auxilio que en la crianza de los niños le aportó su propia madre, le permitieron desarrollar sus potencialidades sin que esto resultara deletereo para las relaciones familiares donde por otro lado siempre supo compensar con calidad afectiva la cantidad de tiempo que dedicaba a otros intereses.

Apoyándose siempre ambos hermanos mutuamente Amapola tuvo una participación activa, junto con los pioneros, en la génesis del movimiento psicoanalítico en México, aún antes de convertirse oficialmente en candidato de la entonces recientemente constituida Asociación Psicoanalítica Mexicana, institución en la que –como su hermano- volcó su ideal de justicia e incremento del bienestar humano, dedicando incansable su energía al perfeccionamiento y difusión en México, su segunda patria, de los conceptos psicoanalíticos tanto con su labor societaria como en su práctica privada y en el esfuerzo educativo.

Participó en numerosos congresos internacionales y grupos de estudio psicoanalítico, traducía para la Asociación las Newsletters de la Asociación Psicoanalítica Internacional además de numerosos artículos y textos de autores como Rapaport, Hartmann, Socarides, etc.

En el aula la claridad de su pensamiento, su calidez y el cauda inagotable de conocimientos que a la vez atesoraba y compartía la hacían  una maestra ejemplar, admirada y querida por sus alumnos tanto de psicoanálisis como en la maestría y Doctorado de la Facultad de Psicología de la U.N.A.M. donde por tantos años dio clases como una forma simbólica de pagar su deuda de gratitud para el país que la recibió con  los brazos abierto cuando huérfanos y tras sufrir la derrota de guerra, les ofreció asilo para sobrevivir y posibilidades educativas para desarrollarse.

A inicios de la década de los setentas la Asociación Psicoanalítica Mexicana sufrió su primera y magna escisión al resolver cerca del 40% de sus Asociados separarse de su seno; decisión que para Amapola –miembro Titular a punto de obtener el reconocimiento como Didáctico- y en particular para Avelino –entonces vicepresidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional- resultó muy dolorosa pues no sólo implicaba renunciar a esa “Internacional” que les evocaba, como la canción aprendida en la infancia, los ideales paternos; sino también el desengaño y pérdida de algunos amigos de juventud que por mezquinas razones desencadenaron su agresión contra el colega envidiado obligándolos a escoger entre destruir a quien fuera alguna vez amigo o separarse de la Asociación que con tanto esfuerzo ayudaron a construir y que tanto representaba en su mundo interno.

Fundaron entonces el Grupo Mexicano de Estudios Psicoanalíticos que a los pocos años cambió su nombre por el de Sociedad Psicoanalítica de México, donde continuaron su trayectoria de perfeccionamiento, enseñanza y difusión de los conceptos psicoanalíticos. Conscientes de que la relación entre analista y analizado –tal como Freud señalara- es distinta de la tradicional relación de médico-paciente fueron pioneros en adiestrar como psicoanalistas a candidatos no médicos aunque calificados en psicología o humanidades, no obstante que esto aparentemente significara renunciar a toda posibilidad de pertenecer, como grupo a la Internacional.

La muerte de Avelino fue golpe para Amapola, su ausencia prematura en el ámbito psicoanalítico –no digamos el familiar- fue devastadora, y la Sociedad Psicoanalítica de México resintió su pérdida, los augurios eran que “el grupo de Avelino” se habría de disolver; no obstante, bajo la dirección de su mano suave pero firme, pudimos como grupo elaborar la pérdida de uno de los pilares fundamentales de nuestra Sociedad Psicoanalítica y continuar nuestro desarrollo en pos del Ideal común de incrementar el bienestar humano mediante la herramienta que ellos, con el psicoanálisis, pusieron en nuestra manos.

AVELINO GAITÁN GONZÁLEZ

Amapola fundó también la Sociedad de Psicoanálisis y Psicoterapia, semillero de psicoanalista que comparte con la Sociedad Psicoanalítica de México su herencia científica y sus ideales humanistas.

Murió como había pasado toda su vida, como vivieron y murieron sus padres, trabajando, luchando en pos de un ideal de común bienestar y armonía; prodigando afecto y comprensión.

El dolor producido por su pérdida me resulta indescriptible y por tanto me refugio en el frío rol (que a la vez me obliga) de presidente de una Sociedad que informa con pesar del fallecimiento de su miembro más distinguido.

Sin embargo me siento compelido a señalar lo difícil que me ha sido intentar hacer una semblanza de mi madre pues, en cierto modo contar su historia es contar la mía propia y cualquier semblanza que intentara transmitirles me parecería insuficiente, sólo quisiera pues enfatizar que aunque su ausencia me produce ahora una abrumadora sensación de vacío, su presencia se hace sentir en su obra y es nuestra responsabilidad continuarla.

La Sociedad Psicoanalítica de México está de luto y esto implica que redoblará sus esfuerzos conjuntos en pos de los ideales que le dan razón de ser.

“. . . al andar se hace camino

Y al volver la vista atrás

Se ve la senda que nunca

Se ha de volver a pisar.”